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Batallas y Revelaciones

Ichika se movía con rapidez entre la multitud aterrorizada de enanos, cuyos gritos de pánico rasgaban en el aire, gritos de desesperación y angustia. La pelinegra, con voz firme y autoritaria, dirigía a los ciudadanos hacia el interior de Nogrod, buscando resguardarlos de la amenaza que se cernía sobre ellos. Sus movimientos, precisos y decididos, reflejaban su determinación por proteger a los inocentes y la vasta experiencia que poseía.

    — ¡Por aquí! —clamó la Ryuzen, señalando la entrada de la ciudad subterránea con un gesto enérgico de su mano—. ¡Rápido, todos adentro!

Los enanos, con rostros pálidos y ojos desorbitados por el miedo, seguían las instrucciones de Ichika sin dudar. Se apresuraban hacia la seguridad de Nogrod, algunos tropezando en su prisa por escapar del peligro inminente, con las respiraciones agitadas y el sudor perlando sus frentes.

En medio del caos, Durin se acercó a Ichika con paso decidido. Su rostro, surcado por arrugas de preocupación, reflejaba la gravedad de la situación. Sus ojos, normalmente chispeantes de sabiduría, ahora estaban ensombrecidos por la angustia.

    — Ichika —habló el líder enano con voz grave, posando su mano en el hombro de la espadachina en un gesto de advertencia—. Ese sujeto no es alguien normal. Es un demonio muy peligroso, el causante de nuestra separación del otro lado.

La aludida frunció el ceño, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda ante las palabras de Durin. Su mirada se clavó en el enano, buscando respuestas, mientras sus dedos se cerraban instintivamente alrededor de la empuñadura de su katana.

    — ¿Qué quieres decir? —inquirió la pelinegra, mientras sus instintos se encendían y se propagaban por su ser, como el fuego.

Durin exhaló fatigosamente, como si el peso de un terrible secreto lo agobiara. Comenzó a hablar, su voz destiló pesar y sus hombros se hundieron ligeramente bajo el peso de los recuerdos.

    — Hace mucho tiempo, ese demonio sembró el caos en nuestro mundo. Fue él quien nos obligó a refugiarnos aquí, separándonos de todo lo que conocíamos —reveló Durin con tintes de amargura, al tiempo que sus puños se cerraban con fuerza a sus costados—. Tienes que tener cuidado, Ichika. No subestimes su poder —Durin inhaló y luego continuó—. Él estuvo presente en lo que se bautizó como: "la primera gran guerra de la humanidad" —explicó el líder enano—. Fue mi amigo Licht y los elfos quienes lo obligaron a retirarse, no sin antes maldecir Nogrod y enviarnos a otra dimensión, aislados del resto del mundo.

La Ryuzen asintió con determinación, comprendiendo la magnitud de la amenaza a la que se enfrentaban. Su mano se aferró con fuerza a la empuñadura de su katana, lista para la batalla, mientras su postura se erguía con resolución, preparada para el inminente encuentro.

Ichika escuchó atentamente cada palabra, absorbiendo la información y comprendiendo la magnitud de la amenaza que se cernía ante ellos. Con un gesto de agradecimiento, la pelinegra desenfundó su katana, cortando el aire en el proceso, para después sostenerla con firmeza en su mano.

    — Gracias por compartir esto conmigo, Durin —articuló Ichika con resolución en su voz, Mirando directamente hacia donde la batalla se desarrollaba—. No te preocupes, Asta y yo nos encargaremos de esto.

El enano asintió, agradecido por el apoyo de la Ryuzen. Sin embargo, cuando levantó la vista para responder, se percató de que Ichika ya no se encontraba allí. En el lugar donde había estado la pelinegra, solo quedaban restos de magia de oscuridad, siendo estos pequeños vestigios de su partida al campo de batalla.

Durin se quedó mirando el espacio vacío por un momento, consciente de que el destino de Nogrod y de todos los que habitaban en él ahora descansaba en manos de Ichika y Asta.

Mientras tanto.

En las profundidades de Nogrod, los hermanos Fíli y Kíli trabajaban arduamente en sus forjas. El calor abrasador y el sonido metálico del martillo contra el yunque llenaban el ambiente, mientras los enanos se afanaban en la creación de un par de espadas. Sus rostros, cubiertos de hollín y sudor, eran testimonio de su incansable labor.

El sudor empapaba sus frentes. Cada golpe en las fraguas era desesperado; tenían que terminar las espadas.

    — Hay que apurarnos —urgió Fíli, su voz era apenas audible por encima del estruendo de la fragua.

Kíli asintió con firmeza, manteniendo la mirada fija en el metal al rojo vivo que moldeaba con precisión, mientras las chispas danzaban alrededor de sus manos endurecidas por el trabajo.

    — Ese monstruo tiene que caer —afirmó Kíli, con suma resolución, cual promesa inquebrantable de luchar hasta el final.

    — Reúnan a las personas —advirtió el shogun a los miembros Ryuzen presentes, haciendo gala de su ojo de la clarividencia, presagió el resultado de aquella lucha que dejaría destrozos en la ciudad...

Kezoukau y Komari asintieron, con movimientos veloces semejantes al más ágil felino, reunieron a las personas de los alrededores dejando el epicentro de aquella lucha con los dos espadachines que se batían en duelo.

    — El capitán es increíble —comentó Vanessa emocionada, codeando al mago de transporte.

    — Parece otra persona cuando está en combate —agregó el castaño, ruborizándose ante contacto de la pelirosa.

    — Q-Que vergüenza —masculló Grey, escondiendo su rostro entre sus manos.

    — ¡Espero logremos encontrar a ese enano! —exclamó Gauche al tiempo que sacaba un fotografía de su bolsillo trasero—. Ya quiero regresar ¡Necesito ver a Marie!

    — ¡Toma! —Luck le propino un fuerte golpe a un distraído Magna.

    — ¡Maldito! —se quejó el mago de fuego, lanzándose al contraataque.

Natch los observaba con su típica expresión imperturbable en su rostro, sonriendo, semejante a un retrato.

El Shogun, tras haber dado instrucciones a sus Ryuzen para despejar las inmediaciones y prevenir que el inminente combate causara daño colateral, retornó a su estancia. Al entrar, observó al colectivo de los 'Blackbulls' todos agrupados y absortos en el combate que comenzaba a escenificarse, excepto tres de ellos. De ese trio, dos estaban envueltos en un intercambio de golpes en un rincón de la sala.

Entonces el Shogun dirigió su total atención a la tercera persona.

Se encaminó hacia una figura solitaria que parecía arrinconada en las sombras.

    — No te castigues de este modo —le habló suavemente, intentando consolarla.

La chica no le respondió solo jugaba ansiosa con sus dedos, en su pálido rostro se pintaba una expresión de la más pura preocupación, sus ojos estaban hinchados, dejando en evidencia llantos del pasado, unas ojeras muy profundas acompañaban ese semblante.

    — Estoy seguro de que Asta volverá sano y salvo —le habló Ryuya en un intento de tranquilizarla—. Sé que lo conoces mejor que yo, sabes bien que es un hueso duro de roer.

La joven, de cabello plateado como la luna llena, se levantó sin decir una palabra. Abandonó la estancia a paso lento, dejando al Shogun en un ensordecedor silencio. Roto por el murmullo de los 'Blackbulls' y el intercambio de golpes entre Luck y Magna.

Tras la partida de la albina, un silencio sepulcral se apoderó de la estancia. El Shogun, sumido en sus pensamientos, no pudo evitar sentir una punzada de preocupación por el estado emocional de la chica. Sin embargo, su reflexión se vio interrumpida por la entrada de una figura imponente que captó su atención de inmediato.

Mereoleona Vermillion, con su porte inconfundible y su aura feroz, se robó su atención. Su presencia pareció llenar el espacio con una energía candente. La leona ardiente se acercó a la ventana, observando con intensidad la pelea que se desarrollaba en la distancia entre Yami y Yosuga.

Con una sonrisa desafiante, Mereo se tronó los nudillos, provocando un chasquido que resonó en la habitación, terminando de capturar la atención del Shogun.

    — Voy a luchar contra el quien gane de ese par de debiluchos —sentenció con un brillo salvaje en sus ojos.

Ryuya, intrigado por la repentina aparición de la renombrada guerrera, se aproximó a ella con cautela.

    — Mereoleona Vermillion, la leona ardiente —reconoció el Shogun con un tono de respeto en su voz—. No esperaba su visita en estas circunstancias.

La aludida giró su rostro hacia Ryuya, clavando su mirada penetrante en él. Una sonrisa feroz se dibujó en sus labios, enseñándole sus colmillos.

    — Yo siempre estoy donde está el combate —afirmó con una convicción inquebrantable.

Ryuya sonrió en respuesta, parándose al lado de la mujer, y entonces ambos dirigieron su atención hacia la pelea que se desarrollaba en las calles del País del Sol.

Yami lanzaba tajos de oscuridad con precisión letal, mientras Yosuga bloqueaba cada uno de ellos con habilidad y destreza. El choque de sus armas creaba un espectáculo visual impresionante, con destellos de energía oscura y metálica que iluminaban el campo de batalla.

Mereo, sin apartar la vista del enfrentamiento, esbozó una sonrisa desafiante.

    — Ese hombre con armadura de hierro no lo hace mal —comentó pendencieramente—. Sera mi nuevo saco de boxeo.

     «Vaya mujer —pensó el Shogun. La presencia de Mereo añadía una nueva capa de emoción y anticipación a la ya intensa situación».

Asta, recubierto por su 'Blackform', esquivaba con una increíble precisión de un relojero los embates salvajes de Gabriel. Esferas de energía eran liberadas por el demonio, miles de estacas afiladas eran lanzadas cerca del antimago y las rocas que volaban en todas direcciones parecían una auténtica pesadilla, rodeando a Gabriel con miles y miles de escombros.

Asta sabía que el más mínimo error, el más pequeño toque, sellaría su destino. Para su suerte estaba acompañado en su desafío contra este imprevisto adversario.

Ichika recubierta también por su propia armadura de oscuridad, esquivaba los ataques con maestría.

    ▬ ¡Qué divertido es sentir el mana primordial recorriendo mis venas de nuevo! ▬proclamó, jugando con el aire de tensión▬. ¡Mi poder es ilimitado!

Bajo la tormenta de escombros y estacas, se unieron esferas de poder de matices negros y amarillentos, Asta intentó desafiar las esferas de energía enemiga con su espada antimagica. Su sorpresa fue grande al descubrir que, contrariamente a sus expectativas, la energía resistió, esta no se vio repelida como cualquier otra magia existente, la bola energética del demonio fue lo suficiente para propulsarlo con violenta fuerza hacia el suelo.

La rápida respuesta de Ichika fue esencial. Con la grácil agilidad de un felino, llegó al costado del aún conmocionado Asta, que luchaba por incorporarse.

    — ¡Yojutsu de Oscuridad: Agujero negro! —anunció ella, mientras creaba una esfera oscura suspendida sobre ellos. Como una aspiradora del cosmos, la esfera comenzó a tragar la tempestad de escombros que amenazaba con enterrarlos.

    ▬ ¡Tu poder es inútil conmigo! ▬el demonio gritó con voz gutural▬. ¡Aunque poseas esas malditas espadas! ¡No lograras alcanzarme! «No siento draconita emanar de esas espadas, así que no tengo de qué preocuparme; su esencia ya no es como la de aquel día».

El agujero negro de Ichika comenzó a deteriorarse bajo el ataque constante. Ella extendió una mano hacia Asta, ayudándole a ponerse de pie. La determinación volvió al joven cuando agarró firmemente a Danma, listo para enfrentar el peligro.

    — ¡Black Hurracaine! —exclamó Asta para girar en su mismo eje a gran velocidad, repelía todo proyectil con la gracia de un derviche. Las estacas y proyectiles eran esquivadas en un vendaval oscuro. Las esferas de energía que no podía repeler simplemente las esquivaba.

Abriéndose paso entre el caos, Asta protegía a Ichika en su furia ciclónica, creando un sendero para su pareja, quien no dudó en aprovechar la brecha.

Rayos comenzaron a centellear en sus ojos, como estrellas centellantes.

    — ¡Zetten! —vociferó la samurái; no obstante, el potente ataque fue repelido por una masa de energía amarillenta, caótica y brutal que bloqueó el tajo ascendente sin mucho esfuerzo.

Después de esa demostración, el demonio musitó un hechizo inaudible para los espadachines; a los pocos segundos, una masa de energía cubrió a Gabriel en una especie de capullo.

    — No logro sentir nada de poder de hechicería de ese sujeto —comentó una agitada Ichika—. Pero pareciera poseer una cantidad absurda.

Asta no le respondió, solo la miro. En silencio, en ese momento sus ojos transmitían más información que verbalizar palabras. Comprendieron al instante lo que el otro estaba pensando.

    — ¡Baja de ahí y pelea! —Asta retó al demonio, una furia salvaje se extendió en su voz, reverberando en la zona—. ¡Cobarde!

    ▬ Como desees —a la provocación, Gabriel respondió con una sonrisa siniestra, descendiéndose con velocidad para atacar al chico. Pero Asta estaba listo.

    — ¡Ichika, ahora! —gritó Asta al ver al demonio acercarse.

Pese al caos circundante, sus miradas se encontraron por un instante. En los ojos de Ichika, Asta distinguió la fiera determinación que los unía en esa cruda prueba. Su vínculo entretejido en batallas anteriores los impulsaba a luchar codo a codo, confiando ciegamente en las habilidades del otro.

    — ¡ZETTEN! —respondió Ichika instantáneamente, desatando su poderoso golpe otra vez. El tajo que liberó casi hirió a Gabriel, quien no pudo protegerse, pero esquivó el mortal ataque en el último instante. Sin embargo, una de sus alas fue arrancada por el feroz tajo de Ichika.

El dolor y la ira tomaron control al demonio.

    ▬ ¡Maldita seas! —rugió Gabriel, regeneró su ala y, sin más preámbulo, se lanzó ferozmente contra Ichika. La muchacha apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que el ensordecedor golpe fuera detenido por Asta, quien sostenía fuertemente a Danma.

Codo con codo con Ichika, Asta luchó por contener el descomunal golpe de Gabriel. La fuerza del demonio era arrolladora y sobrehumana, les costaba evitar ser aplastados bajo su poder.

    «Su fuerza es descomunal —pensó Asta mientras apretaba los dientes, sobresforzándose para detener al adversario».

Pero con un aumento repentino del esfuerzo, Gabriel logró propinar un golpe que mandó a ambos jóvenes a volar varios metros atrás.

    — Ese tipo es más fuerte que Lucius —comentó Asta, mostrando preocupación en su rostro.

    — Pero es un descerebrado. Ataca sin una estrategia aparente —Ichika se repuso del impacto y respondió con un tono despectivo—. Hay que crear una abertura.

En el momento de su intercambio de palabras, Gabriel se acercaba impetuosamente, como un meteoro descendiente a la tierra, dispuesto a erradicar a la dupla.

    — ¡Yojutsu de Oscuridad: Estrella Negra! —el grito de Ichika rompió el silencio que precedía a la tormenta, mientras creaba una diminuta esfera negra, su objetivo era atraer y ralentizar a su adversario. Aunque no paró completamente a Gabriel, les dio un poco de tiempo para esquivar su feroz ataque.

Viendo la oportunidad, Asta liberó a Shukuma. A pesar de que Asta ya no contaba con la antimagia en su cuerpo –por la ausencia de Liebe–, aún tenía la capacidad de absorber ese enigmático poder de sus espadas, permitiéndole compartir su antimagia con Ichika.

Ichika tomó el poder antimágico como suyo, su cuerpo se cubrió de una capa antimágica que se fusionaba con su poder de hechicería de oscuridad. Sus ojos se volvieron carmesíes, exudando un aura entre lila, negra y un tenue halo escarlata. Su armadura también se metamorfoseó, la máscara de Oni se esparció por su rostro cubriéndola por completo, tras la mascara, sus ojos brillaban intensamente. 

Con su nuevo poder, estaba lista para luchar con todo y sin reserva alguna.

Por otro lado, la fatiga de Asta ya empezaba a hacerse evidente. La ausencia de Liebe estaba pasándole factura, su 'Blackform' comenzaba a desvanecerse al compartir su antimagia con su compañera. Sin embargo, su voluntad era más fuerte que su cuerpo. A pesar de sus signos de agotamiento, se situó a la par de Ichika, codo con codo, listo para la próxima ronda de combate contra Gabriel.

    ▬ Aun siguen luchando sabiendo que no tienen oportunidad —Gabriel se acercaba a paso lento; el dueto solo se puso en guardia—. Mírate, estas hecho una porquería —arguyó el demonio, señalando al caballero de la antimagia—. Y sigues luchando. Los humanos son asquerosos.

    ▬ ¡SIEMPRE LO FUERON Y SIEMPRE LO SERAN!

Asta, al mirar a los ojos a Gabriel, sintió cómo la furia renovaba sus fuerzas; la adrenalina se apoderó de él. No permitiría que ese despreciable demonio se saliera con la suya.

    — ¡Nunca me rendiré, pase lo que pase! —vociferó con toda la energía que le quedaba—. ¡No importa cuántas veces nos derribes, seguiremos levantándonos!

La determinación brillaba en sus ojos como llamas ardientes. Sus palabras parecieron encender algo en Ichika también, quien asintió con renovado su espíritu combativo.

Gabriel soltó una risotada burlona, como si la soleada promesa de Asta no fuera más que un insecto zumbando a su alrededor.

    ▬ Ja, ja, ja. Tus palabras de valor son patéticas, humano. No durarán más allá del ocaso ▬replicó con sorna.

Pero Asta no se dejó amedrentar.

Pese a la férrea determinación del cenizo. Ichika se percató de la difícil situación de él. Sabía que en su estado no podría durar mucho tiempo más en pie y sin más dilación tomaría la ofensiva contra Gabriel.

Con la agilidad y ferocidad propia de una samurái curtida en mil batallas, Ichika blandió su katana imbuida de poderes oscuros. La mezcla de su hechicería de oscuridad con la antimagia, cortesía de la Shukuma de Asta, potenciaba sus habilidades a niveles antes inconcebibles.

Su hoja destellaba con un abanico cromático digno del alba más hermoso. Los tonos iban desde el negro absoluto hasta los lilas más pálidos, culminando en un carmesí tan vivo como sus ojos.

La Ryuzen embistió al demonio con la gracia de una serpiente y la furia de un tigre.

    — ¡Yojutsu de Oscuridad: Estrella Carmesí! —gritó la samurái, aquella esfera negra de antes, ahora estaba viva con tonos carmesís y lilas, su tamaño se expandió considerablemente gracias al incremento de su poder.

La katana de Ichika dejaba una estela multicolor tras cada certero embate. Su técnica era efectiva: Gabriel se movía ahora como si luchara bajo las aguas más profundas, completamente ralentizado.

Donde antes todo era una vorágine imparable, ahora cada movimiento requería un esfuerzo sobrenatural. El cortejo macabro de la Muerte se había vuelto un baile lánguido y gravitante.

Aun así, la voluntad del demonio no se quebrantaba. Mantenía la lucha en equilibrio contra su oponente, igualándola en habilidad y ferocidad a pesar de la considerable desventaja.

Aunque agotado, los ojos de Asta no perdían detalle de la refriega. Admiró con fervor la elegancia letal con que Ichika blandía su katana.

Sin embargo, también notó algo más en la dinámica. Los movimientos de Ichika disminuía a cada embate, mientras que Gabriel ganaba terreno cual bestia acorralada.

    «Su velocidad depende de la intensidad de su ira. Sus golpes, de su impaciencia —caviló Asta».

Los minutos que uso para recuperar fuerzas también los aprovecho para analizar a su oponente, descifrando las claves de su estilo; como se movía, su fuerza y velocidad, Asta estaba esperando el momento idóneo para contraatacar y así fue...

    — ¡BLACK DIVISOR! —gritó, enviando su espada, que crecía desproporcionadamente, justo en la dirección en la que sabía que Gabriel se movería, en plena batalla frenética con Ichika.

Con la intuición de un predador, el caballero de la antimagia saboreó el golpe que derribó montañas. Danma impactó de lleno a Gabriel, quien voló como una hoja al viento hasta estrellarse contra una montaña.

    — ¡MALDITO SEAS! —maldijo Gabriel, recuperándose rápidamente del golpe, pero, afectado por la magnitud de este. En un abrir y cerrar de ojos, volvió a estar sobre ellos, avanzando a velocidad vertiginosa y visiblemente enfadado. Pronto, empezó a invocar una serie de rayos que surgían del cielo, creando un paisaje apocalíptico.

Pero la dupla, aprovechó el momento de ira de Gabriel para prepararse.

    «Usaré tu técnica —pensó Ichika mientras esquivaba una lluvia de rayos oscuros y amarillos que descendían del cielo».

Asta, aún con su Black Divisor, dejó caer su espadón una vez más, creando una gran muralla que protegería a Ichika el tiempo que necesitaba para su técnica.

    — Zetten...—musitó la pelinegra, al momento rayos de luz carmesí empezaron a hermanarse con rayos oscuros, un juego de luces y sombras empezaba a nacer alrededor de sus ojos, en forma de pequeños relámpagos. Su cuerpo empezaba a brillar intensamente, como si cargara un cañón potente en su interior

Asta sentiría un incremento masivo en su Ki, con un movimiento rápido pero elegante, retiro su Black Divisor, cuando Gabriel estaba a escasos centímetros de impactar la hoja.

    — ¡Estocada mortal! —culminó la samurái. Esa letal combinación fue liberada por un grito estruendoso, sacudiendo la zona cercana con su potencia.

El poderoso golpe invisible desmembró a Gabriel en una ominosa explosión de sangre, tripas y vísceras, golpeándolo directamente y destrozando la parte superior de su cuerpo. Lo que quedó de él –sus piernas– cayeron al suelo, formando un cruento charco carmesí.

Asombrada y jadeando por el esfuerzo, Ichika parecía agotada. 

La victoria estaba servida en bandeja de plata.

Pero... la parte restante del desmembrado demonio comenzó a hinchársele y retorcerse, como si estuviera a punto de estallar.

Asta vio la escena en cámara lenta y, moviéndose con una velocidad que desafiaba la lógica, se precipitó hacia Ichika, recogiéndola en sus brazos sólo momentos antes de que el trozo mutilado de Gabriel explotara, creando un fuerte estruendo que arrasó la zona.

Los poderes oscuros que se habían cernido sobre Ichika finalmente la abandonaron, dejando a la samurái cayendo de rodillas con el agotamiento pesando sobre ella. Con una rápida mano, Asta la ayudó a mantenerse en pie, mirando alrededor a la vasta destrucción que los rodeaba.

    — Bien hecho —la felicitó Asta, a pesar de su propia fatiga—. Eres increíble.

Ichika respondió con una sonrisa débil, pero agradecida. Sin embargo, el rostro de Asta se contorsionaba en una mueca de miedo, pues la presencia de Liebe era nula. No podía sentir el ki de su hermano por ningún lado. Ichika notó el miedo de Asta y rápidamente trató de consolarlo con palabras tranquilizadoras y un fuerte apretón de mano; sin embargo, el cielo se rasgó bajo una lluvia de rayos y la tierra tembló mientras el cielo se desquebrajaba como un cristal. Gabriel emergió del caos, completamente imperturbable e impoluto, sin ningún rasguño.

    ▬ Ja, ja, ja, ja —rió Gabriel mientras se posicionaba frente a los exhaustos jóvenes en un abrir y cerrar de ojos▬. Me sorprendes, ese ataque realmente me dolió. ¡PERO ES INÚTIL!

De pie en toda su aterradora gloria, Gabriel reía ante la narrativa de su aparente derrota.

Con monstruosa fuerza, lanzó a Asta e Ichika hacia el cielo con una patada. Sus cuerpos se alzaron como proyectiles humanos ante la deleitada vista del demonio.

Pero sus intenciones eran más sádicas que letales. Antes que tocaran suelo, Gabriel disparó hacia ellos a velocidad de rayo para interceptarlos en pleno vuelo.

Otra patada con el poder de mil huracanes envió al dueto a estrellarse contra el suelo, quedando anclados, cuales clavos en la madera.

La sangre manaba a borbotones de sus cuerpos, pero en sus ojos aún quedaba un atisbo de vida que solo avivaba el frenesí de su verdugo. La bestia disfrutaría arrancándosela gota a gota...

El crujido de sus huesos al quebrarse fue apenas audible por sobre los rugidos de dolor que escaparon de sus gargantas. Ambos muchachos escupieron grandes bocanadas de sangre sobre las rocas.

Aun así, un último atisbo de vida brillaba en sus miradas. Con una voluntad forjada en el acero, lucharon por ponerse de pie otra vez frente al demonio.

    ▬ Últimas palabras —siseó Gabriel, regodeándose en su sufrimiento.

    — Púdrete —escupió Asta con fiereza, a pesar de la inminente muerte acechando en sus pupilas.

Ichika se aferró a la vida con uñas y dientes, mirando desafiante a su verdugo. En respuesta, una sonrisa torcida curvó los labios de Gabriel.

    ▬ Siéntanse agradecidos de morir en mis manos —agregó Gabriel con una sonrisa sádica.

El cielo se quebró justo encima donde yacían los jóvenes, un rayo descendente se dirigía a gran velocidad a donde se encontraba la pareja en estado catatónico.

El rayo cayó directo hacia los caídos. Creando un destello cegador... y lo que siguió fue una explosión tan brillante como el amanecer.

Yosuga se puso en pie con dificultad después del poderoso ataque, mientras Yami lo observaba con indiferencia, como si fuera una montaña resistiendo el embate de las olas.

    — ¡¡No hay nada que mi espada no pueda cortar!! —berreó Yosuga ante el ataque de oscuridad—. Puedo cortar todo lo que vea... ¡¡SIN IMPORTAR QUE SEA!!

Pequeños rayos danzaban alrededor de los ojos del espadachín de hierro, el toro negro, al detectar el incremento masivo de poder mágico, impregnó la hoja de su katana con una oscuridad digna de la nocheósfera, cual eclipse que cubre al completo la luz del sol.

    — ¡No me subestimes! —le advirtió el espadachín de hierro—. ¡ZETTEN! —exclamó, desplegando su técnica más poderosa, como un volcán en erupción escupiendo fuego y ceniza.

    — ¡Zona de mana: Manto de oscuridad corte dimensional! —gritó desplegando otra de sus poderosas técnicas, de su basto arsenal.

Las poderosas técnicas chocaron en un estallido de fuerza descomunal, como dos tormentas en pleno enfrentamiento, revelando un claro vencedor en medio de ese masivo despliegue de poder mágico.

El espadachín de oscuridad fue lanzado disparado a lo largo de cientos de metros, estrellándose contra una majestuosa estatua que se convirtió en una lluvia de fragmentos, como si la escultura fuera un castillo de arena que destruye un niño. Sorprendentemente, no le costó mucho reincorporarse.

    — Parece que les hice un favor —murmuró con una sonrisa al observar la estatua de Asta hecha añicos. Se estiró el cuello con un crujido y empuñó su katana, preparado para continuar la contienda. En la distancia, vislumbró un meteoro de hierro acercándose a gran velocidad hacia su posición, como una estrella fugaz en su camino hacia la tierra.

    — ¡Estocada mortal! —Yami desató su poderoso hechizo, que logró detener la feroz embestida de Yosuga en seco, como si el choque de titanes hubiera frenado el tiempo por un instante. Era como si el destino mismo hubiera intervenido en ese instante crítico.

Ambos espadachines se contemplaron, como dos astros que se cruzan en el cielo, y en esa mirada comprendieron al instante su destino. Con sus katanas en mano, se entregaron a un duelo singular, al tu por tu, desafiándose mutuamente sin recurrir a hechizos, como dos maestros que exhiben sus artes marciales en su máxima expresión.

Yami llevaba visibles heridas, rasguños y cortes que surcaban su figura fruto de su reciente lucha, como las marcas de las estaciones que han dejado su huella en el paisaje. En cambio, Yosuga permanecía impoluto bajo su resplandeciente armadura de hierro, como una fortaleza inexpugnable en medio de la tormenta. La diferencia entre ambos era tan evidente como el contraste entre la noche y el día.

    — Vaya al parecer Sukehiro lleva las de perder.

    — Creo que te equivocas.

    — ¿Cómo dices?

    — Yosuga está usando mucho poder de hechicería. Mantener esa armadura prolongadamente no es nada fácil.

    — Pero mira a Sukehiro, sus heridas son cada vez más notables.

    — La batalla pende de un hilo, la resistencia de Sukehiro o el poder de hechicería de Yosuga. Veamos cual sede primero.

    — Espera.

    — Yo no estaría tan seguro. Mira la armadura de Yosuga, se está cuarteando.

Los miembros restantes de los Ryuzen observaban el combate con detenimiento. Era evidente que la resistente armadura de hierro de Yosuga estaba comenzando a ceder, mostrando cuarteaduras y rasguños como un escudo que había soportado el embate de incontables batallas.

El choque de las katanas era un espectáculo magnífico, un duelo de titanes donde dos maestros experimentados con vasta veteranía se enfrentaban. Cada intercambio de golpes era como una coreografía mortal ejecutada con precisión y maestría.

Yosuga continuaba recuperando terreno, poco a poco comenzaba a acorralar a al mayor del clan Yami.

La estrategia de Yosuga parecía clara: no evitaba los golpes de Yami; en cambio, su armadura absorbía el impacto. Su propio yelmo y coraza se convirtieron en su mejor defensa, permitiéndole concentrarse solo en atacar, confiando ciegamente en su escudo de hierro contra los cortes y tajos del espadachín de oscuridad.

La muchedumbre que había quedado atrás sintió el impulso de acercarse al lugar donde se libraba el asombroso enfrentamiento entre los dos maestros. La emoción fluía a través de ellos, como un río en deshielo, pero los Ryuzen hábilmente los mantenían a una distancia segura, como pastores que guían a su rebaño lejos del peligro.

Yami, perspicaz y audaz, comenzó a notar que la imponente armadura de Yosuga estaba al borde del colapso. Con un cambio de estrategia calculado, decidió mantenerse a la defensiva, como un hábil esgrimista que elige su momento para contraatacar.

El espadachín de oscuridad se movía al ritmo de un vals mortal, danzando en el escenario de batalla, dirigiéndose donde yacía la estatua de Asta hecha añicos, como si la misma música de la lucha lo guiara.

    «Tomaré prestada tu técnica, mocoso —en su mente resonaba ese pensamiento, un pensamiento decidido y orgulloso—. Es hora de superar mis límites».

Usando los restos de la estatua como plataforma, se impulsó hacia adelante con su katana en mano, apuntando directamente hacia las grietas en la armadura de Yosuga. El espadachín de la oscuridad parecía una flecha lanzada con precisión, como un depredador acechando a su presa.

    — ¡Estocada del Toro de un Cuerno! —clamó, como si fuera una bestia rugiendo que se abalanza sobre su objetivo.

El impacto fue devastador. La formidable armadura del Ryuzen se fragmentó en miles de pedazos, como un castillo de cristal que se desmorona ante la embestida de un gigante. Yosuga quedó desprotegido, con su armadura hecha añicos, y la multitud contuvo el aliento ante la magnitud del giro en la batalla.

Justo cuando la muerte parecía el único destino posible, dos martillos repelieron el rayo fatal que iba con destino de acabar con los espadachines.

Los hermanos Filí y Kilí, llegaron al campo de batalla, ambos tenían un semblante serio que ocultaba su miedo.

    ▬ Ustedes dos... ▬el demonio reconoció a los enanos▬ malditos.

    — Maldito monstruo —bramó Kikí, mientras se lanzaba al ataque.

El martillo de Kilí brillaba como si estuviera absorbiendo el mana del entorno, Gabriel se quedó impoluto como una estatua, burlándose de él, pero grande fue su sorpresa cuando el martillo libero la energía contenida, echando hacia atrás al demonio. Filí, mientras su hermano ganaba tiempo se apresuro a los jóvenes en estado catatónico.

    — Yunque de renovación —musitó Filí, posando una mano sobre Asta e Ichika. Una energía blanca inmaculada envolvió a los heridos, y en un abrir y cerrar de ojos, sus heridas se curaron l instante.

    — Gracias... —Ichika agradeció.

    — Rápido, no hay tiempo —el enano interrumpió y les extendió dos nuevas armas: una espada tan blanca como la nieve y otra negruzca con incrustaciones de escamas de dragón.

    — La espada brillante fue elaborada con vitanúcleo —explicó Filí—. Así que tiene propiedades curativas. Y la otra tiene dracontita. Es el punto débil de ese monstruo, tienen que asestarle el golpe de gracia con esa espada, de lo contrario será muy difícil matarlo, pero tengan cuidado. Las armas se consumirán rápido, no tuvimos el tiempo de fortalecerlas adecuadamente.

Asta e Ichika se miraron, compartiendo un silencioso entendimiento. Con las nuevas armas en sus manos, se prepararon para reanudar la batalla.

    — Ichika — Asta capturó su atención, con una voz sólida y decidida—. Solo necesitas darle un golpe como antes.

    — No necesitas repetírmelo —respondió ella, apretando firmemente el mango de su espada nueva con recubrimiento de escamas de dragón.

Los dos llegaron al epicentro del caos casi de inmediato; donde la contienda se llevaba a cabo. Sin rodeos, Asta compartió su antimagia de nuevo con Ichika, situándose junto a ella mientras emergía en su 'Blackform'.

¡¡Shing!!

¡Swish!

¡Shhht!

¡Fsssh!

¡Swoosh!

Asta inició el conflicto lanzando cortes de antimagia hacia Gabriel, quien estaba sometiendo brutalmente a Kilí. Y sí, la táctica surtió efecto. Gabriel desistió de su castigo al enano, dejándolo como un muñeco de trapo en el suelo, y devolvió su atención a un Asta más enfurecido que nunca.

El asombro invadió a Asta al percatarse de cómo la actitud de Gabriel cambió drásticamente tras posar sus ojos en el arma que portaba Ichika. El semblante burlón y arrogante del demonio se esfumó para dar paso a una expresión seria y analítica, colmada de una intensidad desconocida.

Con un salto atrás, Gabriel creó cierta distancia entre él y los jóvenes, deteniéndose a unos escasos metros de ellos.

    ▬ Armadura Divina ▬pronunció Gabriel con una serenidad que deslizaba a través de su voz. Una armadura hecha de energía vibrante en tonos de amarillos y azulados pronto envolvió al demonio, protegiendo cada centímetro de su cuerpo.

    ▬ Lanza Divina ▬la voz del demonio resonó de nuevo, haciendo surgir una lanza de energía similar a su armadura en sus manos.

En respuesta, Asta invocó todas sus espadas. Las giró alrededor de él como si fueran cuchillas mortales –recordando a como lo hacia Liebe–, cada una bailando al compás de un yugo invisible. En sus manos, se quedaron dos espadas: la espada blanca y Zanma.

Las espadas Danma, Shukuma y Metzuma se transformaron en cuchillas giratorias que lo rodeaban a una velocidad impresionante. Ichika, recubierta de antimagia, empuñaba su katana en una mano y en la otra, la espada con escamas de dragón.

La tensión creció en sobremanera; nadie se movía ni un solo músculo. Solo se observaban fijamente, con semblantes marcados por la más pura seriedad y una envidia controlada, semejantes a vaqueros en el lejano oeste a punto de desatar el fuego de sus armas.

Asta fue el primero en dividir el silencio, tomando a Danma y transformando a Zanma en otra cuchilla giratoria.

    — ¡Black Divisor! —clamó con una determinación absoluta.

La espada creció de manera desmesurada, Asta avanzaba con todo su poder hacia Gabriel, quien no mostró ningún signo de miedo. De hecho, el demonio simplemente extendió su brazo, tomó la gigantesca espada, y la levantó junto al sorprendido Asta para mandarlo a volar.

Ichika, cual fiera en estampida, se abalanzó inmediatamente a la guerra, dando inicio a un intercambio feroz y despiadado de espadas y lanzas, invocó su "Estrella Carmesí", esta vez no siendo tan efectiva, pues Gabriel seguía siendo tan veloz como un relámpago, pareciera que su armadura lo ayudaba con su movilidad.

Asta, por su parte, regresó al tablero como un caballero caído levantándose una vez más, esgrimiendo tajos antimágicos hacia su adversario, que, increíblemente, no realizó ninguna acrobacia evasiva. Eran como gotas de lluvia deslizándose por las hojas de un roble; no hacían mella alguna en Gabriel.

En un movimiento astuto y sin previo aviso, el demonio lanzó su lanza como si de una jabalina se tratase; el proyectil feroz voló en dirección a Asta que parecía que danzara, quemándose en una nube de esfuerzo y desesperación, logró esquivarlo por un pelo. Sin embargo, antes de que Ichika pudiese lanzarse contra el demonio, Gabriel extendió su brazo y su lanza retornó a su mano, como si fuera un imán.

El cenizo, con una muestra de ingenio táctico, hizo girar sus espadas alrededor de ambos, dando lugar a un escudo afilado y danzante, que les protegía mientras se arrojaban de nuevo al fragor de la batalla.

Mientras tanto, Kilí con urgencia en sus pisadas, llegó hasta su hermano inconsciente. Sacó fuerzas de la desesperación, y aplicando su magia, logró que su hermano recobrase el conocimiento, exhalando un suspiro de alivio al ver a su hermano sano y salvo.

    — Debemos convocar refuerzos —sugirió Kilí, proponiendo su estrategia como quien arroja la última luz de esperanza.

Filí, reconociendo la gravedad de la situación, asintió y procedió a sacar su runa mágica –una herencia enana de tiempos inmemoriales que usaban para transmitir mensajes a través de la magia.

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"Durin, necesitamos refuerzos es urgente, ese monstruo está de regreso. Asta junto a Ichika están luchando contra él."

_________________________________________________________

Con el deseo ferviente de que su mensaje no caiga en oídos sordos, solo les quedaba esperar, en el ojo de la tormenta, el arribo de los esperados refuerzos.

Inmerso en un vendaval de violencia, Gabriel maniobraba habilidosamente para evitar a toda costa el contacto con la espada de escamas de dragón, como una mariposa esquivando las ascuas de un fuego crepitante.

Tal resistencia no pasó desapercibida ante los ojos astutos de Ichika. Como jugadora avezada de este violento ajedrez, dejó a un lado su katana y acechó al demonio con la determinación afilada de su espada draconiana. Ella era poesía en movimiento, la pluma sobre el pergamino de sangre y sudor de este campo de batalla.

Gabriel, a pesar de ser la personificación de un raudo y fugaz viento otoñal, optaba por la precaución sobre la ofensiva. Las cuchillas giratorias de Asta, creaban una muralla de filo y muerte que obstruía al demonio en sus embistes.

En cada embate efectivo del demonio, la espada blanca que blandía Asta intervenía como un místico paladín, su lúcido resplandor se dirigía a cada herida recibida, restaurando los daños al completo. Pero lo que tal vez no percibían era que, con cada milagroso acto de curación, la espada perdía su brillo inmaculado lentamente, cual hielo que se derrite bajo el sol.

Los enanos salvadores que ahora eran meros espectadores. Se encontraban maravillados, una pelea de ese calibre, no era cosa de todos los días y ellos estaban en la primera fila, presenciando ese macabro ballet.

Asta, a pesar de su feroz resistencia y valentía, se enfrentaba a una lucha desigual para mantenerse al mismo ritmo que la samurái. El cenizo parecido a un luchador a contrarreloj, le costaba mantener el ritmo de la velocidad de Ichika, el caballero de la antimagia extendió un gesto de su mano a Ichika, indicándole el inicio de un nuevo plan.

Con un latido de fe ciega, Ichika fijó su decisión y se abalanzó hacia el demonio Gabriel. Permitió deliberadamente que un feroz lanzazo del monstruo la alcanzara, enviándola volando hacia una remota montaña en un vendaval de piedra y polvo.

La caída de Ichika dejó a Asta solo ante la idolatría de violencia de Gabriel. Bajo la tempestad de golpes brutales, Asta resistía, sabiendo que debía mantener a Gabriel a raya. Con esfuerzo y habilidad, logró guiar el combate hacia su compañera, donde Ichika emergió de entre los escombros como un torrente de luz y furia –había estado cargando su ataque–, con su espada draconiana alzada en una señal de retribución inminente.

    — ¡Estocada mortal! —un grito de guerra brotó de la Ryuzen mientras se precipitaba, su espada brilló, estallando el potente ataque invisible. El impacto de su golpe envió a Gabriel directamente contra una montaña, el estruendo fue tan grande que resonó por todo Nogrod.

Sin embargo, un soporífero cansancio cubrió la espada de escamas que comenzó a perder su brillo lentamente, siendo el reflejo de su escaso uso.

La efímera calma se desvaneció cuando la figura furiosa y herida del demonio volvió a su posición. Su armadura divina, aunque severamente maltrecha, había logrado absorber casi todo el impacto del ataque. 

Sin embargo, el demonio estaba herido y furioso.

El golpe le había afectado más de lo que estaba dispuesto a admitir.

    ▬ ¡MALDITOS! ▬gruñó fúrico, con un grito amenazador, llenó el escenario con su molestia. Con un giro rápido, se lanzó de cabeza contra el dueto y desató su ataque▬. ¡Lluvia fatal! ▬miles de lanzas, réplicas de la que él mismo manejaba, comenzaron a caer del cielo con una fuerza inmensa. La visión era digna de ser llamada: apocalíptica.

La cual la acompañaban de estruendosos relámpagos que iluminaban la oscuridad reinante.

En respuesta, el chico invocó una vez más a Danma, agrandándola hasta que los cubrió por completo, en un gesto de protección para formar un escudo contra la lluvia de lanzas. 

Pero Gabriel no había terminado.

    ▬ ¡Basta de juegos! ▬rugió con voz gutural, un eco amenazante que resonó en las cabezas de Ichika y Asta▬. Prisión ▬ambos guerreros sintieron un peso abrumador. Se materializaron cadenas alrededor de sus pies y manos, atándolos con fuerza y arrastrándolos al suelo.

    ▬ Tengo control de cualquiera que esté bajo mi lluvia fatal ▬reveló con un tono de arrogante superioridad▬. ¡Ahora sí mueran! ▬con un chillido despiadado, el demonio estaba listo para acabar con ellos una vez por todas.

Asta sintió el golpe traicionero de la lanza de Gabriel, atravesado sin ningún tipo de piedad, la punta afilada de la lanza estaba teñido con su propia esencia vital que se derramaba profusamente al suelo, contribuyendo a la formación de un charco carmesí debajo de él.

Lenta y dolorosamente, Gabriel retiró la lanza de la herida provocada, generando un grito salvaje y agonizante por parte del aguerrido antimago. Pero algo increíble sucedió: la sangre comenzó a ser absorbida de vuelta a su cuerpo, como si fuera una esponja. Gabriel, al presenciar este inusual fenómeno, frunció el ceño, desconcertado.

Volvió su atención a la espada blanca que Asta seguía sosteniendo con una determinación inquebrantable. Irritado, el demonio se acercó y pisoteó fuertemente la muñeca del joven, provocando una dolorosa fractura.

¡crunch!

El terrible sonido de huesos fracturándose deleitó al demonio, quien reía acompañado por el grito de Asta mientras la espada se le caía de la mano.

La vista de Gabriel luego pasó a Ichika, forzándola a soltar su espada draconiana de la misma manera –fracturando su muñeca, sin piedad alguna.

    ▬ Ja, ja, ja ▬una risa macabra era expulsada por el demonio, que se regodeaba▬. Morirán lenta y dolorosamente.

Impulsado por su deseo de tortura, Gabriel se acercó para empalar de nuevo a Asta. Sin embargo, antes de que pudiera hacerlo...

¡Tchak! ¡tchak!

Dos martillos volaron a toda velocidad, impactando al demonio frenándolo en seco, los sonidos de impacto reverberaron en la zona.

Enfrentándose a los nuevos atacantes, Gabriel encontró las miradas furiosas de Filí y Kilí, los hermanos que se negaban a rendirse.

    ▬ Saben que sus esfuerzos son inútiles por más que lo intenten ▬despotricó el demonio, dispuesto a desacreditar cualquier esperanza de victoria. Pero los ojos de Filí y Kilí resplandecían con una determinación inquebrantable, listos para desafiar cualquier adversidad.

Lamentablemente, de un centellante movimiento, Gabriel empaló a los dos enanos, con su lanza. Las figuras de los valientes herreros quedaron incrustadas en un montículo de rocas como flechas en una diana. Los gritos de sufrimiento de los enanos añadieron angustia al ambiente, ya cargado de tensiones y ansiedad.

Oyendo los gritos de dolor de los enanos, Asta se retorcía y luchaba con todas sus fuerzas para liberarse de las cadenas que sujetaban sus extremidades. Pero a Gabriel no parecía importarle. Se apartó, caminando lentamente hacia Asta, quien intentaba inútilmente liberarse.

¡¡RUUUAAAHHHH!!

Un estruendo ensordecedor llenó el aire cuando cientos de enanos alzaron sus voces al unísono. El rugido de la batalla se elevó como la espuma, sacudiendo el suelo.

    ▬ Ja, ja, ja ▬se burló Gabriel al ver cientos de enanos empuñando martillos correr directo a su posición▬. Parecen cucarachas.

Mientras se acercaban, Gabriel envió una lluvia de lanzas directamente a su posición. Sin embargo, los enanos mostraron una determinación inquebrantable, conjurando un hechizo que materializó un enorme escudo de hierro sobre sus cabezas, bloqueando la lluvia de lanzas.

Gabriel retiró su lanza de Filí y Kilí, quienes cayeron al helado suelo, perdiendo sangre a un ritmo alarmante. Se acercó a Asta, extendiendo su pie con una clara intención de acabarlo de una vez por todas, de un pisotón, cual Lucifero en el pasado.

Pero...

    ▬ ¡AHHHG! ▬de repente, Gabriel gritó de dolor, su carcajada diabólica cambió drásticamente a un quejido de sorpresa. Una agonía intensa se apoderó de él, paralizándolo instantáneamente y deteniendo la lluvia de lanzas en medio del aire.

    ▬ ¡AHHHG! ▬los quejidos se volvían más constantes.

Bajo el control aparente de una fuerza desconocida, el demonio comenzó a apuñalarse en su pecho con su propia lanza. La atrocidad se repitió una y otra vez, y cada golpe presente era seguido de otro grito de dolor.

Los jóvenes presos, miraban boquiabiertos la escena que se desarrollaba ante ellos. Moviéndose frenéticamente, intentaban liberarse de sus cadenas, esperanzados de que la distracción de Gabriel proporcionara la oportunidad que necesitaban.

    ¡Déjame salir, desgraciado! ▬una voz familiar resonó, haciendo que Asta se paralizara. Reconoció la voz al instante: era Liebe.

Con un sobrehumano esfuerzo, Asta rompió las cadenas que lo ataban al suelo y liberó a Ichika. Observando a Gabriel, vieron con incredulidad cómo continuaba martirizándose, mientras se restablecían con la espada blanca.

    — ¡Liebe! —exclamó Asta— ¿Liebe, estás ahí?

    ▬ ¡Maldito seas! ▬la voz cambio a la de Gabriel▬. ¡Deberías de estar muerto!

    ▬ Algo como esto, nunca acabara conmigo ▬la voz cambio a Liebe▬. Estuve encerrado muchos años en un libro, ¡esto no es nada!

    ▬ Asta, escúchame ▬suplicó Liebe, luchando por mantener el control▬. ¡Mátame! Con esa espada ▬se esforzó por señalar la espada draconiana de Ichika.

    — ¡NO! —respondió Asta con vehemencia—. ¡Tiene que haber otra manera!

De repente, Gabriel regresó al control, liberando un grito desgarrador. Ichika se abalanzó sobre Asta, protegiéndolo de un feroz ataque liberado por el demonio recuperado. Asta recobró su compostura y luchó con su compañera, ayudándola a resistir.

En ese momento comenzaron los compases finales de esa frenética lucha.

Ichika hizo un gesto en dirección a los hermanos enanos, que yacían en el suelo desangrándose, indicando a Asta lo que debía hacer.

Asta se acercó preocupado a los veteranos enanos, el filo único de la espada danzó sobre los cuerpos desgastados de los hermanos, emitiendo un resplandor fulgurante que restauró sus cuerpos debilitados.

Sin embargo, el arduo esfuerzo de la espada la drenó completamente, haciendo que su brillo se desvaneciera hasta que no quedó más que una sombra de su antiguo esplendor. Dejándola inservible.

    — Llegaron los refuerzos —murmuró Filí, apoyándose en su hermano.

Escuchando las palabras entrecortadas de Filí, Asta alzó la vista para ver un ejército de enanos avanzando en una formación admirable, guiados por un escudo gigantesco que resonaba con el poder y la esperanza. Un calor esperanzador se encendió en su corazón, pero se desvaneció rápidamente al ver a Ichika en una lucha desesperada contra la furia tempestuosa de Gabriel. Rápidamente se unió nuevamente a la lucha, apoyando a su compañera.

A pesar de que Gabriel luchaba contra el control de Liebe desde su interior, su brutalidad era abrumadora, forzando a Ichika a desviar sus ataques simplemente para sobrevivir. Sin embargo, el llamado de los refuerzos enanos trajo un nuevo giro al enfrentamiento.

    — FORJAMONTAÑAS —el clamor unánime de cientos de voces enanas resonó en el campo de batalla, convocaron un martillo de proporciones bíblicas en el cielo. Esta arma era, más grande que las montañas cercanas, descendía lentamente, pero con un aura segura de destrucción inminente.

En ese instante, Liebe, con un esfuerzo tremendo, retomó el control de Gabriel.

    ¡Aléjense! ▬gritó, forzándose a permanecer inmóvil▬. ¡Estaré bien! ▬dirigió una mirada desesperada a Asta, quien fue rápidamente arrastrado por Ichika fuera de la zona de impacto.

¡¡¡KABOOOOOOOOOOOOM!!!

Entonces el martillo colosal se estrelló contra el demonio con un sonido ensordecedor. El impacto de la colisión generó una onda de choque que barrería con todo a su paso, derribando a todos los seres en su radio, triturando las montañas y dejando una huella de destrucción a su paso, todos escuchaban un pitido agudo en sus oídos producto del estruendo.

El martillo gigantesco, producto del esfuerzo combinado de los enanos, se desvaneció en el aire. Su esfuerzo había tenido éxito, pero también agotó sus reservas mágicas.

Gabriel yacía sumamente herido, con su armadura completamente destrozada, se retorcía como un animal agonizante en el fondo de un cráter de cientos de metros de profundidad, con un grito desgarrador se elevaría a los cielos cual cohete ascendente.

Con una furia que se podía sentir en el aire, Gabriel invocó un meteoro ardiente, su tamaño eclipsaba por completo el imponente martillo de los enanos. Los espectadores quedaron petrificados ante el terrible espectáculo, sus rostros reflejaban una mezcla de asombro y horror mientras contemplaban la escena que se desarrollaba ante sus ojos.

En medio del caos, Asta se alzó con determinación inquebrantable. Sus ojos ardían con un fuego interior que parecía consumir todo a su alrededor. Empuñando a Danma con firmeza, se impulsó hacia arriba, desafiando la gravedad y el peligro inminente. La espada comenzó a crecer desmesuradamente, alimentada por la voluntad indomable de su portador.

El tiempo pareció detenerse por un instante, y en ese momento, un grito desgarrador escapó de los labios de Asta:

    — ¡Ahhhhh!

Con un movimiento preciso y lleno de poder, Asta logró partir el meteoro a la mitad, desafiando lo imposible. Las dos mitades incandescentes se dispersaron en el cielo, iluminando el campo de batalla con un resplandor cegador. 

    — ¡ESTOCADA MORTAL! —secundo la samurái, quien no se quedó atrás, partiendo en mil pedazos las mitades del meteorito, creando un espectáculo en el cielo parecido a una lluvia de fuegos artificiales.

La hazaña dejó a todos los presentes sin aliento, maravillados por la increíble proeza que acababan de presenciar.

Sin embargo, la victoria aún estaba lejos. Montando la ola de su ataque victorioso, Asta e Ichika se elevaron por los cielos, ascendiendo hacia el demonio. A pesar de las heridas de Gabriel, necesitaban causar un golpe fatal con la espada draconiana en manos de Ichika, que comenzaba a perder su luz.

La batalla en el cielo fue una danza furiosa, un intercambio de golpes, patadas, y cortes mortales. Pero en medio del caos, Gabriel tomó la delantera, lanzando a Asta e Ichika al suelo con un golpe que habría sido fatal si no hubiera sido por la hueste de enanos que corrieron hacia adelante para atraparles y amortiguar su caída.

Cuando Gabriel descendió se quedó a medio camino, pues el control no lo lograba mantener por mucho tiempo. Esa pequeña brecha de tiempo que les regalo Liebe les ayudaría a incorporarse a la lucha nuevamente.

Los dos jóvenes estaban visiblemente desgastados, con sus cuerpos muy heridos, era evidente el costo de la batalla. Asta podía sentir cómo su blackform comenzaba a desvanecerse lentamente, mermando sus habilidades. De igual manera, la antimagia de Ichika se estaba desvaneciendo, pero su instinto guerrero la instó a lanzarse contra Gabriel y, en su último acto, lanzó la espada draconiana a Asta.

La espada draconiana y a la 'Blackform' le quedaban escasos 5 segundos.

    — ¡Zetten! —vociferó con sus últimas fuerzas, usando sus puños, lanzó diez golpes certeros en contra de Gabriel que lo dejaron aturdido.

    — ¡ASTA AHORA! —gritó, dando la señal con el poco aliento que le quedaba.

4 segundos.

Asta, empuñando la espada draconiana, se encontraba en un momento que le resultaba extrañamente familiar. Todo parecía moverse en cámara lenta, vislumbró a su objetivo a su merced. Una serie de imágenes inundaron su mente; los recuerdos de cuando había vencido a Dante en una situación similar. Sintió la historia repetirse, la espada en mano, el enemigo ante él, la victoria en la punta de su espada.

3 segundos.

    «Por favor, funciona —rogó antes de tomar la espada draconiana sumamente determinado—. Corta lo que deseo cortar».

    — Zetten... —murmuró concentrando todo lo que le quedaba.

2 segundos.

Rayos comenzaron a danzar alrededor de sus ojos.

1 segundo.

    — ¡Corte infinito, NIRVANA!

Sus fuerzas se agotaron al completo cuando asestó su último golpe a Gabriel, dándole de lleno. Un resplandor cegador engulló la zona seguido de un silencio ensordecedor, roto por el sonido sordo del cuerpo de Asta cayendo inconsciente.

Sin embargo, Gabriel seguía en pie...

Yosuga aprovechando el desconcierto de la multitud, en un movimiento veloz y decidido, le propinó una patada devastadora en las costillas a Yami, lanzándolo hacia atrás varios metros, como si fuera un muñeco de trapo arrastrado por el viento. El impacto fue contundente, y se pudo escuchar el crujido de los huesos al ceder ante la fuerza brutal del golpe. El espadachín de oscuridad, a pesar del dolor lacerante que recorría su cuerpo, logró recuperar el equilibrio en el último instante, clavando su katana en el suelo para frenar su retroceso, dejando un surco profundo en la tierra.

Yosuga, con una sonrisa desafiante que dejaba entrever su confianza absoluta, se tronó el cuello, provocando un chasquido audible que resonó en el campo de batalla. Empuñó su katana con renovada determinación, y la hoja resplandeció bajo la luz del sol, reflejando la intensidad de su espíritu combativo. Yami se incorporó lentamente, ignorando el dolor que palpitaba en sus costillas, y ambos se miraron fijamente, como dos titanes a punto de reanudar su épica contienda. Sus ojos ardían con la llama de la rivalidad.

    — No lo haces nada mal, Sukehiro —reconoció Yosuga con un tono de respeto que se entremezclaba con un deje de burla en su voz.

Yami esbozó una sonrisa confiada que contrastaba con las gotas de sudor que perlaban su frente y respondió:

    — Tú tampoco lo haces nada mal —respondió resoplando—. Bastardo.

Sin perder un instante más, Yami se lanzó hacia el Ryuzen con la velocidad de un rayo, sus katanas chocaron una vez más en un espectáculo deslumbrante de maestría y habilidad. El sonido metálico de las hojas al encontrarse resonaba en el aire, como una sinfonía de batalla que se elevaba por encima del clamor de la multitud.

Mientras tanto, la multitud seguía llegando en oleadas, aglomerándose en las calles cercanas, como un río desbordado que amenazaba con arrasar todo a su paso. Los rostros de los espectadores reflejaban una mezcla de asombro, temor y emoción ante el despliegue de poder y habilidad que presenciaban. Los Ryuzen restantes se movían entre la muchedumbre con la agilidad de gatos, asegurándose de que nadie se acercara demasiado al epicentro de la lucha, semejantes a pastores que guían a su rebaño lejos del peligro.

En medio de los espadazos y chispas que volaban por doquier, Yami aprovechó un breve instante para dirigirse a Yosuga, con la respiración entrecortada por el esfuerzo.

    — Pronto te quedarás sin maná —le advirtió, con la confianza de quien conoce los límites de su oponente—. Y perderás.

Yosuga soltó una carcajada desafiante que retumbó en el campo de batalla y replicó:

    — Estoy en perfecto estado, Sukehiro. A diferencia de ti, mi cuerpo no está cubierto de heridas —señaló el torso de su oponente, el cual estaba cubierto de cortadas.

Yami, en un acto reflejo que traicionó su concentración, bajó la mirada hacia su propio cuerpo, evaluando el alcance de sus lesiones. Ese breve instante de distracción fue todo lo que Yosuga necesitó. Con un movimiento preciso y certero, digno de un maestro espadachín, le propinó un corte profundo en el hombro derecho al espadachín de oscuridad, desgarrando carne y músculos. El dolor fue tan intenso que Yami no pudo evitar soltar su katana, que cayó al suelo con un ruido sordo, teñida de rojo por su propia sangre.

Yosuga se acercó a Yami con pasos lentos y medidos, apuntándole con su katana en un gesto de victoria. La punta de la hoja rozaba la garganta del espadachín de oscuridad, quien podía sentir el frío del acero contra su piel.

    — Yo gané, Sukehiro —sentenció Yosuga con una sonrisa triunfante que se ensanchaba en su rostro.

Yami, con un gruñido de frustración que surgía desde lo más profundo de su ser, le respondió:

    — Eres un tramposo.

El público enloqueció ante el desenlace inesperado, los vítores y gritos se apoderaron completamente del lugar, elevándose hacia el cielo como una tormenta de emociones desatadas.

    — ¡Ya sabia yo!

    — ¡Gane la apuesta!

    — ¡Yosuga es invencible!

    — ¡Que gran espectáculo!

    — ¡Que vivan los Ryuzen!

Yosuga se dio la vuelta con un movimiento grácil, adoptando una pose altanera, como un pavo real que desplegaba sus plumas para exhibir su superioridad. Se dispuso a regresar como el vencedor indiscutible, saboreando el dulce néctar de la victoria. Sin embargo, en ese preciso instante, una bola de fuego surcó el aire con la velocidad de un cometa, cortando su camino y atrayendo la atención de todos los presentes una vez más. Las llamas crepitaban con furia, y el calor abrasador que emanaban parecía consumir el oxígeno a su alrededor.

¡AAAAAAHHHHH! 

Un jadeo de miedo conjunto se elevó desde la multitud de enanos, resonando en el campo de batalla con suma desesperación. Sus voces se entremezclaban en el terror más visceral, al presenciar el estado lamentable en el que se encontraba Gabriel. A pesar de estar gravemente herido, con un brazo faltante, un ojo perdido y un par de cuernos rotos, el demonio seguía en pie, desafiando toda lógica y resistencia.

    ▬ ̶J̶A̶,̶ ̶J̶A̶,̶ ̶J̶A̶.̶ ̶J̶A̶.̶ ̶J̶A̶,̶ ̶J̶A̶,𝗝̶𝗔̶,̶ ̶𝗝̶𝗔̶,̶ ̶𝗝̶𝗔̶.̶ ̶𝗝̶𝗔̶.̶ ̶𝗝̶𝗔̶,̶ ̶𝗝̶𝗔̶.

Gabriel, al ver a Asta e Ichika tendidos en el suelo, inconscientes y derrotados, estalló en una risa desquiciada que perforó el aire, generando aún más horror en las máscaras de terror que eran los rostros de los enanos. Sus carcajadas agudas y disparejas eran la vista a la locura, un sonido que haría petrificar a cualquiera que la escuchara.

Entre los enanos, el pánico y la desesperanza se extendían como una plaga imparable. Sus voces temblorosas y llenas de angustia se alzaban en un coro de lamentos.

    — Estamos perdidos...

    — ¿Por qué? ¿Por qué nos está pasando esto?

    — No, no puede ser... ¡Noooo!

El olor de la desesperación se adueño de la escena, igual a una bruma espesa que parecía asfixiar toda esperanza. Los rostros de los enanos reflejaban el terror absoluto, con sus ojos abiertos de par en par y sus cuerpos temblando como hojas sacudidas por el viento, era lo que el demonio apreciaba y percibía.

¡Swoosh!

En eso, un espadazo estridente cortó el aire, y el polvo que cubría el campo de batalla comenzó a disiparse lentamente. Todas las miradas se dirigieron hacia el origen del sonido, y lo que vieron los dejó sin aliento.

Allí, parado frente a los cuerpos inconscientes de Asta e Ichika, se encontraba Liebe. Quien estaba en perfecto estado –el Nirvana había funcionado.

Liebe irradiaba una determinación inquebrantable. Sus ojos, brillaban con una intensidad que desafiaba toda lógica. Era como si una llama inextinguible ardiera en su interior, alimentada por una fuerza más allá de la comprensión.

    — Yo te derrotaré, maldito —espetó el peliblanco con una voz que resonó con el poder de mil truenos. Su declaración estaba cargada de una resolución inquebrantable que parecía surgir de lo más profundo de su ser.

Los enanos se quedaron impávidos, sus mandíbulas cayeron ante la escena que presenciaban. Sus mentes luchaban por procesar lo que sus ojos veían: un demonio, un ser que se suponía era su enemigo natural, estaba plantándose firmemente frente a otro demonio para defenderlos. 

    «Bien, es hora de acabar con este maldito —caviló Liebe al tiempo que extraía las espadas del grimorio y las hacía levitar a su alrededor. Gabriel no se quedo atrás e invoco su lanza—, tengo ventaja. El Nirvana lo alcanzó».

Los pensamientos de Liebe se arremolinaban en su mente, tratando de encontrar una explicación a su situación actual. Sin embargo, no tuvo mucho tiempo para reflexionar, ya que Gabriel se abalanzó contra él igual a un depredador que va por su presa. La velocidad del demonio era lamentable en comparación con antes, pero aun así representaba una amenaza formidable.

Liebe logró esquivar el ataque a duras penas, sintiendo el roce del aire desplazado por el movimiento de Gabriel. El último golpe de Asta, dejo a Gabriel gravemente herido. A pesar de su estado, el demonio aun emanaba su aura de poder y arrogancia. Pero poco a poco perdía su enigmático mana primordial...

    ▬ Arrodíllate ▬musitó Gabriel con aires de grandeza, esperando que Liebe sucumbiera ante su voluntad.

Sin embargo, para su sorpresa, el peliblanco no se doblegó. En su lugar, Liebe le lanzó a Danma directo a la cabeza con un movimiento veloz y preciso. Gabriel reaccionó en el último segundo, logrando esquivar parcialmente el ataque, pero el espadón le rebanó otro cuerno y parte de su cabello. La sangre brotó de la herida, tiñendo su pálida piel de un rojo intenso.

    — Ese estúpido truco no funcionará dos veces —le espetó Liebe con determinación, mientras recuperaba a Danma y se preparaba para el siguiente asalto.

Gabriel, desconcertado y furioso, le recriminó:

    ▬ Es imposible ▬articuló mientras transfiguraba su rostro a uno confuso▬. Con mi habilidad jerarquía, puedo controlar a demonios con menor rango que yo.

    — ¡Muérete! —respondió Liebe sin titubear, lanzándose al contraataque con una lluvia de espadazos.

A pesar de las heridas que surcaban su cuerpo, Gabriel demostró que seguía siendo un oponente formidable. Con una velocidad sobrehumana, se lanzó hacia Liebe y le propinó una patada devastadora que lo mandó a volar varios metros. El impacto fue tan brutal que el sonido de la colisión resonó en todo el campo de batalla.

Liebe aterrizó con un golpe seco, su cuerpo cayo contra el suelo con una fuerza desgarradora. En ese instante, sintió un dolor insoportable recorrer su brazo derecho, seguido de un crujido nauseabundo, pues su brazo estaba dislocado, colgando inútilmente a su lado.

El peliblanco apretó los dientes, tratando de sobreponerse al sufrimiento que amenazaba con consumirlo. Su respiración se volvió entrecortada mientras luchaba por ponerse de pie, sabiendo que cada segundo que permanecía en el suelo lo dejaba vulnerable ante su despiadado adversario. 

    «¿Qué haría ese idiota? —pensó Liebe mientras se incorporaba con dificultad—. ¿Un zetten? Si tan solo pudiera manejar el KI de esa forma... Aunque lo hemos hecho estando en asimilación, no debe de ser complicado intentarlo por mi cuenta».

Con un esfuerzo sobrehumano, Liebe logró incorporarse, tambaleándose ligeramente mientras sostenía su brazo herido, ignorando el dolor que le atenazaba los músculos. Con un movimiento brusco, colocó su brazo dislocado de vuelta en su lugar, provocando un chasquido nauseabundo. El alivio fue instantáneo.

Pero antes de que pudiera elaborar un plan, Gabriel arremetió nuevamente contra él, propinándole otra patada brutal que lo hizo retroceder.

    ▬ ¡No entiendo cómo sigues vivo! ▬vociferó Gabriel con frustración▬. Se supone que robé tu maldito cuerpo. ¡Ahora se me dificulta usar el mana primordial!

El demonio cargó de nuevo contra el peliblanco, utilizando su fuerza física inhumana como su única arma en esos momentos.

    — No me matarás tan fácil, maldito segundón. Ge, ge, ge —se burló Liebe con humillación, tratando de provocar a su oponente.

    ▬ ¿Segundón? ▬repitió Gabriel, sintiendo cómo la ira crecía en su interior.

    — Sí, vi tus recuerdos —reveló Liebe con una sonrisa maliciosa—. Siempre estuviste de segundón al lado del inútil de Lucifero.

Liebe aprovechó la distracción de Gabriel para lanzarle a Metsuma, seguido de Shukuma. Las espadas rozaron al demonio, dejándole unos cuantos cortes en su piel ya maltratada.

    ▬ ¡Cállate, maldito, y muere! ▬rugió Gabriel, perdiendo la compostura ante las provocaciones de Liebe.

El demonio se lanzó hacia Liebe con un brutal golpe, pero el peliblanco logró cubrirse con el filo de Danma en el último instante. Las fuerzas de ambos chocaron, provocando chispas y un chirrido ensordecedor.

Liebe y Gabriel forcejeaban, sus rostros se estaban a escasos centímetros el uno del otro. Sus miradas se encontraron, y en ese momento, ambos supieron que solo uno de ellos saldría con vida de ese enfrentamiento...

Bueno espero les haya gustado.

En el próximo capitulo, veremos el clímax de la batalla.

Lo iba publicar todo junto, pero decidí separarlo, así tengo mas tiempo de planificarlo bien.

Nos vemos en el próximo, que pasen un bonito día.

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