Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Ese Joven Humano, Directo

Lo prometido es deuda, así que gracias por leer. ¡De verdad!

La suerte claramente no podía estar del lado de Ciel, no, ni aunque quisiera que realmente fuera así, la triste realidad era completamente diferente a lo acostumbrado. Hubiera preferido seguir a Sebastian al interior del local, sólo para no toparse con el desastre andante que estaba hecho el rubio. Yuki había dado un grito ahogado apenas lo vio, las lágrimas rodaron por sus ojos y se abalanzó contra su persona.

Sólo balbuceaba cosas estúpidas, mientras él se asfixiaba por el abrazo, y el otro frotaba su mejilla con la suya. Cuando por fin lo pudo separar, el de ojos azules terminó pegando su trasero a la silla que estaba a un lado de él, lanzando su mochila sobre otra. Ciel se quedó sin habla, más preocupado que asombrado porque, aunque Yuki podía no ser Alois Trancy, sentía que le daría los mismos problemas que éste. Pero no parecía una amenaza, o eso es lo que pudo notar a primera vista, siendo un experto a la hora de poder leer su comportamiento corporal. Era indefenso, como un gato abandonado en medio de la lluvia, sereno y exhaustivo, dando una larga mordida a la extraña comida que llevaba en la mano.

Yuki no dijo nada a partir de eso, y Ciel se sintió lo suficientemente intrigado de ese comportamiento, como para mirarlo, sin parpadear ni una sola vez. Para su mala suerte, el atractivo chico de instituto se dio cuenta de su actitud y miradas sobre él.

—¿Quieres un poco, demonio azul? —preguntó con casualidad, extendiendo su mano con su alimento, hasta llegar a la boca ajena.

—¡Esper-...! —Ciel, más aturdido que de costumbre por el apodo tan sospechoso que había recibido, no pudo decir nada, porque sus labios abiertos sintieron el pan con carne, verdura y quién sabe qué más amueblando sus sentidos. Se obligó a dar la mordida, y cuando masticó un ligero rubor inundó sus mejillas, porque el sabor sí había sido de su agrado. Todo a la vista sonriente de ese chico que ya se le había pegado como chicle. Y aunque era incómodo, la idea de huir no estaba permitida, porque se perdería, y porque Yuki había mostrado completa actitud hilarante como para llamarlo «demonio».

—¿Por qué me llamaste así hace unos momentos? —aludió con seriedad, después de terminar de tragar el bocado.

—¿Así cómo? —El chico realmente parecía perdido. Tampoco había rastros de mentiras en su cara, y eso era una buena señal para Phantomhive al fin y al cabo, porque daba la impresión de que era honesto en todos los ámbitos que buscaba. Eso sí lo diferenciaba de Alois en demasía.

—Me llamaste «demonio azul».

—¡Ah! ¿Eso hice? —Mostró completa sorpresa, dejando que su nívea piel fuera inundada por un tremendo color carmín. Ciel arqueó sus cejas al verlo en esa condición tan extraña, y la curiosidad poco a poco lo iban consumiendo. ¿Qué era lo peor? Que la curiosidad mataría al gato, y su cuidador no estaba cerca para salvarlo de caer en las garras de un chico que estaba enamorado—. Bueno, creo que me afectó un poco el sueño que tuve, ¿no crees? —Yuki habló como si Ciel supiera lo que decía. Rascó su nuca, un poco nervioso. Ciel, sin quererlo realmente, encontró una forma de alejar a ese chico rubio.

—¿Cuál sueño?

—Pues, era uno muy raro. Sólo sé que estabas tú, pero no eras humano, tenías lo ojos raros, y en tu ojo cubierto por el parche, había lo que parecía ser un contrato, como ésos que salen en la televisión —aseguró, colocando una de sus manos sobre su barbilla, simulando pensar con completa seriedad, tratando de decir con precisión cada una de las cosas que había soñado, ya que a su amado debía de contarle absolutamente todo. Ciel, por su parte, ya estaba temiendo lo peor, y de cierta forma lo iba enredando poco a poco, porque ese chico sabía demasiado. Que supiera demasiado no podía ser una coincidencia—. En mis sueños me dijiste por el nombre tan raro que usaste conmigo la primera vez que nos vimos. «Alois Trancy», ¿ése quién es? Se me hace conocido, querido Ciel.

Su nombre siendo pronunciado por el rubio le dejó un enorme sabor amargo en su boca, porque sabía que nunca se lo había hecho saber a Yuki, y Sebastian no era tan tonto como para revelar al cien por ciento sus identidades. La idea de huida ahora sí se dibujó en su cara, porque no quería seguir estando al lado de alguien que posiblemente sí era la reencarnación vivida de Alois Trancy, el chico sin afecto que le causó muchos problemas.

La única opción que tenía era asustarlo, que no se acercara a el, porque si lo miraba, se reflejaría a él mismo en su situación actual, tan patético, arrastrándose por su demonio, y de verdad no quería eso. Lo alejaría, porque la idea de hablar con humanos simples no estaba en su vocabulario por factores sentimentales que antes creería que estaban más muertos que otra cosa en su corazón. Pero tampoco se alejaría tanto de él, pero ya mandaría a Sebastian a investigarlo, a una distancia prudente de su presencia.

La única forma que conocía para espantar humanos era lo que hacía Sebastian cuando amenazaba a alguien con tal de que huyera o para sellar sus labios si por accidente descubrían su identidad: hacer uso de sus poderes demoníacos.

Cerró sus ojos por unos segundos, dibujando una completa sonrisa llena de satisfacción en sus labios, como si estuviera orgulloso de hacerlo.

—¿Ciel?

Cuando volvió a abrirlos, un nítido y apenas visible color carmín inundaba el espacio donde antes estaba el color azúl. La forma incluso había cambiado un poco, no dejaba de brillar en ningún momento. Parecían los ojos de un gato, tan majestuosos y brillantes. Yuki se quedó hipnotizado de golpe, sólo acertando a pararse, completamente impresionado por el descubrimiento tan aterrador que había llegado a parar a su conocimiento: lo oculto realmente sí existía, ¿eso significaba que el Cielo también?

Eso fue un gran alivio para Alois, porque significaba que sí había un mundo después de la muerte, después de lo que tanto lo aterraba. Sin embargo, si Ciel era un demonio, ¿entonces existía, después de la muerte un mundo sin él? Eso no le gustaba.

—¿Ya te has dado cuenta? Te perdonaré la vida si te das la vuelta y no nos volvemos a topar nunca más... —El volumen de su voz bajó de forma considerable, rodando de sus labios en una sintonía catastrófica, cuando, en lugar de huir de él, el rubio se acercó lo suficientemente a él. Su cálida mano llegó a parar en su mejilla, y logró atrapar la helada mano del ser no humano. Ciel ya estaba lo suficientemente perdido, ¿por qué con él no funcionaba? ¿Era por la falta de práctica? ¡Con Sebastian siempre servía!

—Tu mirada está triste, ¿por qué? Un ser hermoso y eterno como tú, ¿en qué debería de preocuparse? —susurró, tomando con más fuerza al agarre entre sus manos entrelazadas. Las caricias en su mejilla fueron llenas de cariño y completa empatía por parte de ese rubio, o así lo sintió Ciel. Eran suaves y certeras, muy diferentes a las de Michaelis. Pero Yuki no era Sebastian—. ¿Hay algo que te preocupe?

—No es de tu incumbencia. —Alzó sus defensas por los aires, esforzándose en soltar la mano del otro, pero la fuerza se le iba, porque esas palabras realmente lo habían tocado.

—¿Y si haces un contrato conmigo, Ciel? ¿Puedes hacerlo? —comentó, acercando su rostro poco a poco al de él. El mencionado ya estaba completamente perdido, hundido en sus propias tragedias inútiles, tan débil ante la idea de que, por segunda vez, había encontrado a alguien que sabía exactamente cómo se sentía, aunque tratara de ocultarlo. El primero era Sebastian, y... otra vez ese demonio idiota que parecía corresponder sus sentimientos por alguna razón que no alcanzaba a entender—. ¿Sabes? Mi vida es aburrida, tengo miedo de que alguien me olvide cuando muera, tengo miedo de la muerte misma, de saber que todo lo que hago algún día será olvidado porque no quedará rastro de mí aquí. Pero, si me vuelvo eterno contigo, ¿seré feliz?

Las pisadas rápidas acercándose fueron lo que llenó el seco espacio en la mente nublada de Ciel. Juzgando por la forma en la que caminaba, y el tipo de zapato que usaba, eran las del azabache que siempre estaba a su lado. Esa vez no buscaba ser silencioso, parecía querer hacer todo el ruido necesario, como si quisiera advertir algo, como si alguien estuviera tocando lo que no debía.

Ciel observó de reojo, y pudo completar el andar tranquilo del mayor, pero su gesto no mostraba la seriedad o la destreza que antes ocupaba. Yuki notó que Ciel ya no le estaba prestando atención, así que miró en la dirección que sus pupilas azules chocaron. Sonrió de forma apacible, al notar a Sebastian a unos cuantos pasos de llegar a la mesa donde estaban.

—Él es la razón, ¿verdad? Tampoco es humano. ¿Tú lo amas? —cuestionó, sintiendo como su corazón se rompía cuando Ciel se giraba a verlo, completamente avergonzado por ser descubierto. Sin embargo, esas acciones no detuvieron al atractivo joven, que sólo amplió su sonrisa, siguiendo con las caricias y apretando más su mano con la otra, queriendo transmitirle sus pensamientos—. Creo que yo puedo hacerte más feliz que él, así que haz un contrato conmigo. No quiero nada en sí, en serio. ¿Por qué en las historias los demonios siempre son los que tientan a los humanos para conseguir sus almas? ¿Por qué no hay una donde un demonio sea ayudado con sus objetivos y deseos después de ser tentado por un humano? Yo nunca te haría llorar, si te quedas conmigo, nunca te abandonaré. —Sin querer, esas palabras lograron entrar en Ciel, naciendo una diminuta y apenas visible esperanza entre su terror más reciente: el estar solo por siempre. Si aceptara el trató de Yuki, ¿sería capaz de estar en paz consigo mismo?

—Joven amo... —La voz de Sebastian, junto con el sonido de las bolsas chocando contra la mesa de la forma más tranquila posible, llamaron la atención de Ciel.

—Sebastian... —El menor, apenas lo vio, no pudo evitar sentir que todo se resolvía, a pesar de estar confundido y haber caminado en la oscuridad por un largo tiempo, viendo su rostro serio, mostrando emociones humanas que sólo eran para él, lograron que quisiera pasar la eternidad a su lado.

Ciel se había quedado congelado y estático, sabiendo que debió de haber seguido el consejo para nada sutil que su mayordomo vestido de negro le había sugerido la primera vez que se topó con Yuki y terminó congelado ante las muestras de afecto. Ahora había terminado cediendo ante su debilidad más poderosa en la actualidad, no se había movido porque la oferta de Yuki había sido completamente tentadora, lo suficiente como para meterse en un orificio de su helado corazón.

Pasar la eternidad con alguien que sí lo quiera.

También estaba Sebastian, de pie, a su lado, con la mirada seria, muerta sobre el rubio que parecía estar jugando con fuego, un chico temerario al cual no le importó meterse con un ser sobrenatural, porque lo que buscaba era completa emoción en su mundo. Michaelis no podía deducirlo del todo, pero al menos en esa ocasión, podía apostar lo que fuera a que su comportamiento y sus emociones tan verdaderas a la hora de expresarse, iban ligados hacia el amor.

Ciel mantuvo la respiración, volviendo a ver el semblante atractivo de ese ser que siempre estuvo en su lado, y no pudo evitar despejar la mayoría de sus dudas. Pero tampoco quería hacerlo todo tan fácil para el azabache de pupilas carmesí.

—Me iré por ahora. —Dio una reverencia el estudiante, al sentirse ligeramente frustrado y nervioso por la presencia del huésped no deseado en esos momentos. Cruzó miradas con Sebastian, y no ocultó su descontento, como para lograr sacarle la lengua. Más tarde, como si eso no hubiera ocurrido, le dirigió una mirada amable a Ciel, y sacudió su mano en modo de despedida, tras echarse su mochila al hombro y tomar su hamburguesa—. Te estoy dando una opción, Ciel. Deberías de pensarlo seriamente...

Como llegó se fue, dando una pequeña vuelta por ahí, empezando a merodear por los anaqueles cercanos. Ciel lo observó caminar, pareciendo lo más normal querer jugar con fuego con un demonio hecho y derecho, y tanto era su descaro, que actuaba con total tranquilidad después de lo hecho.

Bien sabía que podría terminar muriendo entre las garras de Sebastian en cualquier instante, pero a él no parecía importarle. Yuki, a pesar de ser la reencarnación de Alois Trancy, sí sabía caminar entre la luz y la oscuridad, de forma tan elegante e inmaculada, hasta el punto de jugar con sus sentidos. Posiblemente era la revancha, posiblemente era un juego en el que quería ganar contra Ciel Phantomhive, el joven que alguna vez fue humano, y que actualmente seguía caminando entre el mundo.

—Estoy seguro de que él tiene algo que ver con el joven Alois Trancy, amo —dijo para que su acompañante lo escuchara.

Sebastian miró a Ciel, que se puso de pie, notando que no parecía del todo sorprendido ante esa afirmación, ya se lo esperaba. Pero lo que no se esperaba, era que fuera tan peligroso a esas alturas: debería de deshacerse de él.

Pero Ciel fue más rápido y pudo leer sus movimientos.

—No le hagas nada, Sebastian. Lo tienes prohibido —ordenó, dando marcha vaga hacia el frente, dispuesto a regresar a casa. Michaelis no pudo volver a evitar sentir que estaba cayendo en una terrible zanja.

Pronto caería y terminaría aturdido al cien por ciento.

—Disculpe mi atrevimiento, ¿pero no quiere que le haga nada, porque usted sí está pensando en la propuesta de ese joven? —Se atrevió a desenterrar, con un ligero gesto de miedo que desprendía el completo pudor en sus facciones. Ése era el precio de haber ignorado tanto tiempo a Ciel Phantomhive, hasta el punto de dejarlo solo.

El menor pareció pensarlo por un breve lapso de tiempo, dirigió su mirada al suelo, y cuando pareció lo suficientemente perdido ante esa idea y no la supo responder, sólo pudo evadirla.

—Vámonos, Sebastian.

Eso no ayudó para nada al demonio mayor.

—Dormirás conmigo esta noche, Sebastian. Es una orden. —Recalcó, como si quisiera reconstruir el ligero rostro casi fantástico de un Sebastian preocupado.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro