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💚ESMERALDA Y AMBAR🧡

La puerta de bambú se abrió dejando entrar la luz en la habitación, dibujando la silueta del que salía del dormitorio. Un poco soñoliento aún y sin alzar la mirada, pero ya preparado para ir a trabajar.

__ B-Buenos días... el desayuno está listo!_
Exclamó enseguida, esperando la reacción del anfitrión a su saludo.
Había ordenado lo más que pudo el pequeño y pulcro apartamento. Aún cuando casi no había nada que ordenar. Trató de hacer lo que podría gustarle a él, café negro bien cargado, unas verduras al vapor con jengibre y pan tostado. Se había esmerado tanto en preparar ese desayuno.

__ Gracias... no tengo hambre. __
El castaño recogió las llaves de su auto y su bolsa personal y pasó de largo sin levantar la mirada.

__ ... enm.... paso por tí más tarde? Para ir al ensayo...?__

El castaño levantó un poco la mirada.

__ N- No. Volveré a casa temprano... __

No tenía ganas de hablar. En otro momento le habría dicho mil cosas. Sonrojado y con una sonrisa de franca alegría. Con el asombro y la inocencia de siempre...
"Gracias por el desayuno. Wow! limpiaste la cocina? Eres genial"
"No llevaré mi bajo, luego vendré a recogerlo".
"SI! caminemos juntos al estudio."

Pero esa mañana no hubo nada de eso.

La mirada estaba vacía. Sus ojos ámbar ya no brillaban, se habían opacado, sea  por el rostro pálido y ojeroso, o bien porque miraban al suelo sin ningún sentido aparente.
Su rostro no se iluminó de sorpresa al verle como cada día durante dos años. El resplandor  no venía de una enorme sonrisa de bienvenida. Esa que le calentaba el alma sin saber por qué...
En cambio, por un breve segundo obtuvo una mirada de reojo, fría y distante. Vacía como el corazón de quien se marchaba.

Siempre creyó que su propio corazón no podía estar más roto. Pero esta mañana sintió un dolor nuevo.
Entre culpa y estupor.
Quiso decir tantas cosas. Pero nada cambiaría aquella noche terrible.

Lo miró marcharse, miró su espalda... su cuello largo ahora desnudo. Desprovisto de los largos mechones atados por una liga.

En sus pupilas quedaron imágenes dolorosas de aquella noche nefasta y lánguida,  como a la palidez del rostro que acaba de irse.
Era evidente el dolor en ambos. Cada cual desde su silencio. Desde su propia historia rota.

Sintiéndose culpables de amar sin poder evitarlo. Necesitando borrar ese amor no correspondido, para poder volver a respirar en paz.
Se quedó ahí solo, fumado para evitar pensar en sus  lágrimas.
Esperando, rogando que algún día regrese el brillo a esos ojos ámbar que antes amaban a los color esmeralda.

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