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Única y Etérea

¿Como van? Espero les guste.

Al dia siguiente, luego de salir de su última clase, Jeongyeon conversaba con Jihyo sobre las modificaciones en los horarios de las prácticas de cada facultad.

Ya no pasaría solo la mañana en la universidad sino al parecer casi todo el día.

Hasta que se despidió de su amiga y tomó su camino a casa. Tzuyu se había ofrecido a llevarla, pero ella no aceptó, usando la excusa de que necesitaba pensar en lo que le estaba pasando.

Caminaba con sus audífonos en sus oídos, su patineta extrañamente seguía en su mano, no quería llegar a casa a encontrarse con su madre, que no sabía cuanto se quedaría esta vez.

Y de pronto, la idea de pasar el día entero en la universidad no parecía tan mala. Le parecía abrumadora la forma en que su vida tranquila y rutinaria volvió a ponerse de cabeza.

Aunque agradecía que no fuera por las mismas razones de antes y no tener a Nayeon involucrada. Sacudió su cabeza sacando a la mayor de sus pensamientos, mientras una sonrisa crecía en su rostro al recordar la locura que había hecho el día anterior por Mina.

Lo que le hizo caer en cuenta de no logro ver a las japonesas en la universidad ese día, asumiendo que de seguro no tuvieron clases.

Le habría encantado ver la expresión de la japonesa cuando vio el peluche y la nota ¿Habría sonreído o se habría molestado por su atrevimiento? Esperaba que al menos lo hubiera aceptado, pues se veía que de verdad quería ese adorable peluche.

Fue tanto su ensimismamiento que cuando se dió cuenta ya estaba en el centro de la ciudad y como si por arte de magia las japonesas hubieran decidido aparecerse, las vió en una de las cafeterías.

Estaban justo cruzando la calle por la que iba, y no sabe porque se detuvo a mirarlas, aunque tal vez el imaginar como sería el sonido de la risa de la pelinegra o la forma en la que sus ojos formaban pequeñas medias lunas al hacerlo, influyeron en su decisión.

Mina y Sana reían por una de las ocurrencias de la japonesa mayor, cuando la pelirrosa notó a alguien mirándolas desde el otro lado de la calle. — ¡Oh! Es Jeong. Señaló a la dirección de la pelicorto y la saludó con la mano.

La coreana le sonrió tímidamente y la saludó del mismo modo.

Momo también la saludó, pero Mina, quien no entendió el porqué, se puso nerviosa y apenas y volteó a ver al mismo lugar que sus amigas mordiendo su labio ocultando una pequeña sonrisa.

Iba a ignorar la presencia de la coreana de no ser por lo siguiente que dijo la pelirrosa.

¡Oh! Parece que llegó su novia. — Exclamó Sana al ver una castaña bajar de un auto blanco justo enfrente de la coreana.

Jeongyeon no supo que estaba sucediendo hasta que sus ojos se encontraron los ojos grises de la mayor frente a ella y a Mina saliendo de aquel lugar seguida de sus amigas con la cara seria, sin siquiera dignarse a mirarla.

¡Jeongyeon! Hasta que al fin te encuentro, fui a tu casa y tu mama me dijo que aún no llegabas. — Decía Nayeon parada frente a ella, notando que la menor la ignoraba descaradamente por mirar algo a sus espaldas, pero cuando volteó a ver no encontró más que un auto negro de vidrios polarizados ponerse en movimiento.

¡Oye avestruz! ¡Estoy aquí! — La mano de Nayeon se movió frente al rostro de Jeongyeon y esta no tuvo más opción que prestarle atención.

¡Joder! Se fueron... — Murmuró con irritación.

¿Que dijiste? — Cuestionó Nayeon que ya estaba demasiado indignada por la actitud de la menor.

En serio ahora no es un buen momento Unnie, lo siento, debo irme. — Y con una formalidad que dejó asombrada a la mayor y una rapidez que no le dio tiempo de responder, Jeong subió a su patineta se dio la vuelta para salir de allí.

¡Aish! — Chilló la mayor viéndola alejarse. — ¡Estúpida Jeongyeon! Ya veras... — Sentencio molesta con los puños apretados, subiendo a su auto.

Habían probablemente 100 razones por las que la menor de las japonesas podría estar molesta en aquel momento, asesinando los demás avatares de aquel videojuego que se veía en su gran pantalla como si los odiara.

Pero las mayores no acertaron en ninguna. Desde que salieron de la cafetería la pelinegra no pronunció palabra alguna, solo tenía esa expresión seria y esa mirada fría en su rostro que tanto las asustaba.

¿Mina-chan, quieres papas? ¡Tienen Kétchup como te gusta! — Dijo Sana, intentando llamar su atención.

Mientras Momo la miraba nerviosa mordiéndose las uñas, ver a su amiga de aquel modo significaba aguantar su mal humor por quien sabe cuantos días.

Mina en cambio pausó su juego, y le dio una mirada fría a la mayor levantando su ceja. — ¿Porque siguen aquí? — Preguntó sin cambiar su expresión, mientras las mayores se miraban entre si.

Es que no queríamos dejarte sola, no sabemos porque estas molesta desde que llegamos. — Fue Momo quien respondió.

No tengo nada. — Respondió Mina volviendo a su juego, sin ningún ánimo para hablar sobre lo que tenía, pues ni siquiera ella lo entendía aún.

¿Entonces que te parece si vamos de fiesta? Eso siempre te alegra. — Propuso Momo de pronto, con una sonrisa divertida dibujada en su rostro, lo que en otro momento habría sido inmediatamente correspondido por la menor.

Pero cuando pasaron varios minutos sin obtener respuesta, algo poco usual, se preocuparon.

Mina parecía perdida en su mundo, sin embargo no tardó demasiado en reaccionar. —Nos vamos a las 10. — Aceptó sonriendo de lado, observando como las mayores celebraban con un divertido baile y un choque de palmas.

Entonces pasamos por ti a esa hora Minari, preparate para divertirte. — Le dijo Momo, tomando a Sana de la mano para jalarla hasta la puerta. — Ahora si nos vamos. — Fue lo último que dijo antes de dejarla sola.

Mina pausó el juego una vez más, mirando la bandeja de las papas con Kétchup y sonrió cual niña traviesa cuando se decidió por comerlas.

Levantarse de la alfombra y sentarse en el sofá a comer las papas, le ayudó a pensar que le pasaba desde esa mañana, había decidido faltar a la universidad solo para no encontrarse con Yoo Jeongyeon, y cuando la vio acompañada de esa chica fuera de la cafetería su sangre se encendió sin saber el porque.

Intentó convencerse de que la coreana solo le causaba curiosidad y lo único que necesitaba era una buena sesión de sexo con cualquier chica para dejar de pensarla, y es lo que haría antes de que la rubia se convirtiera en un verdadero problema.

Del mismo modo en otro lado de Seúl una coreana se encontraba caminando de un lado a otro en su habitación con los nervios a flor de piel ¿Las razones? Muchas cosas en su cabeza, dejándole como resultado el corazón confundido y un enorme susto en el estómago.

Se sorprendió de que esta vez, no fuera la Coreana mayor quien dominaba sus pensamientos, sino cierta Japonesa de rasgos finos, belleza angelical y movimientos elegantes.

Y su madre era la siguiente en su lista de preocupaciones. Cuando llegó a casa, apenas cruzo la puerta y esta la recibió con gritos y reclamos por cosas que honestamente no escuchó.

Al menos agradecía que el señor Yoo no apareciera esos días, pues no tenía ánimos ni cordura para ese tema, aunque le hubiera ayudado a distraerse el día que lo vio.

Y por último estaba la coreana mayor, y su repentino y fugaz encuentro.

Si Tzuyu la hubiera visto de seguro le habría regalado una sonrisa y un pulgar en alto en aprobación por alejarse de ella.

Pero se sintió mal por dejarla con la palabra en la boca, aunque no quería ser maleducada, no entendió porque le afecto tanto ver a Mina irse sin siquiera mirarla.

Necesitaba hablar con alguien sobre su situación, pero no quería molestar a Tzuyu y sus compañeros apenas conocían lo que le estaba pasando.

En ese momento recordó que Hwasa y sus amigas podrían darle un buen concejo y sonrió.

Había decidió ir a verlas al bar, aunque fuera solo para hablar de sus penas, pero mientras pasaban las horas se decidió tomar una pequeña siesta a ver si por un momento lograba callar su cerebro.

Por suerte no pasó mucho para que lograra quedarse dormida, hasta que unos fuertes toques en su puerta la devolvieron al mundo real.

Miró por su ventana y se encontró con la oscuridad del cielo nocturno. La voz de su madre acompañada de los golpes en su puerta, la hicieron levantarse arrastrando los pies y estrujando sus ojos que aún estaban acostumbrándose a la claridad de las lamparas.

¿Que pasa contigo? ¡Llevo mucho rato llamándote! ¿Porque aseguraste la puerta? — Fue lo que le dijo su madre, quién estaba vestida como si fuera a salir.

Estaba dormida. — Con su voz ronca, Jeongyeon arrastró las palabras — ¿Que ocurre? — Preguntó con fastidio.

Mas respeto jovencita. — Exigió la mujer, mientras Jeongyeon solo la miraba incrédula. — Al menos tengo la decencia de informarte que no volveré a casa esta noche. — Dijo con desdén.

Un fuerte impulso de cerrar la puerta en la cara de su madre invadió su mente, pero tomó aire, dejando de lado esos pensamientos que sabía solo empeorarían su situación. — ¿Eso es todo? — Preguntó, frunciendo el ceño con la mandíbula apretada.

La mujer asintió, y sin decir nada más dio media vuelta y se fue resonando sus tacones en el pasillo.

Finalmente Jeongyeon cerró la puerta y bostezo una vez más acostándose en la cama, pero cuando recordó que saldría esa noche se dirigió a toda prisa al baño a prepararse para su noche.

No se sorprendió de ser recibida de forma amable en el tranquilo lugar por las mayores, esa noche sólo estaban Hwasa y Moonbyul, la mayor esperaba a su novia y Wheein no las acompañaría esa ocasión.

Les contó lo que le preocupaba, y después de varios concejos ahora solo reía de las anécdotas que las mayores le contaban y la animaban a seguir adelante sin importar cuan difícil se pusiera todo.

Obviamente las dos le aplaudieron cuando les contó la forma en la que se había alejado de Nayeon. Ycuando se enteraron de la razón, aunque se alegraron de que la japonesa tuviera algo que ver, le dijeron que fuera con cuidado para evitar salir herida otra vez.

Habían pasado un par de horas desde que las japonesas habían llegado a aquel lugar decorado con luces de Neón, humo de cigarro y olor a alcohol en cada uno de sus espacios.

Tenían muchas miradas sobre ellas y eso les encantaba, sobretodo a Mina y Momo quienes tenían claras las razones por las que estaban allí, divertirse.

Con un vaso de alcohol en su mano bailaban al ritmo de la música que junto con el efecto de su bebida, les hacía sentirse alegres y libres de preocupaciones.

Pasó una hora más y habían parado de bailar un momento, Momo había ido por bebidas mientras Mina se abría paso entre todas personas del lugar para llegar al baño.

No se sorprendió cuando a su regreso Sana conversaba con un pelinegro que parecía ser el único sobrio del lugar, mientras que Momo estaba comiéndose la boca con su amigo castaño sin ningún pudor.

Negó y se sentó al lado de su amiga con una sonrisa, estaba a punto de rendirse en su búsqueda de diversión cuando una hermosa pelirroja con buenos atributos se acercó a ella y después de cruzar un par de palabras y besos, esta aceptó irse con ella, bajo sus condiciones claro.

Sana decidió irse porque su cabeza empezaba a doler y en realidad no estaba de ánimos para seguir allí, siendo llevada por el pelinegro, y cuando Momo se despidió de ella para irse al departamento de Jackson, supo que era el momento.

Tomó la mano de la chica, dirigiéndose a la salida, completamente ansiosa de terminar su noche como planeaba, hasta que un disparo se escuchó en el lugar.

El miedo corrió por sus venas, razón por la cual cuando las personas empezaron a correr de un lado a otro y la chica soltó su mano, dejándola sola en medio de aquel desastre, sintió la ansiedad apoderarse de su ser.

Todo empezó a moverse en cámara lenta y los gritos de las personas asustadas cada vez se escuchaban mas lejos, recibió varios empujones que la hicieron tambalearse.

Pero justo cuando estaba al borde de la perdida de su conciencia, alguien la tomó en sus brazos.

No sabía si se trataba del alcohol en su cuerpo o simplemente de una alucinación de su cerebro pero el último recuerdo que tuvo fue del el rostro preocupado de Jeongyeon diciéndole algo que no entendió.

Jeongyeon había decidido irse a casa después de pasar varias horas con las mayores, quienes esta vez si la dejaron irse sola solo con la promesa de que les avisara cuando llegara.

Caminó varias cuadras antes de decidir tomar un taxi, era una linda noche y agradecio llevar puesta su chaqueta negra, por el frío que hacía.

Todo marchaba tranquilo hasta que unas sirenas llamaron su atención. Los autos de la policía estaban frente a lo que parecía una discoteca.

Pudo haberse alejado, pudo haber tomado un taxi y llegar hasta la tranquilidad de su casa a dormir en su comoda cama, pero había un auto en específico estacionado frente a aquel lugar del que empezaban a salir personas esposadas, que la hizo entrar sin pensarlo.

Lo único que pasó por su mente fue lo tonta que era solo por obedecerle a un presentimiento y a un recuerdo de su mente fotográfica.

Pero no era posible que en todo Seúl existieran dos autos del mismo color y con el mismo numero de placas.

Entre empujones llegó al interior del lugar, y esquivó varios golpes de las personas hasta dar con quien sospechaba.

Mina estaba a un par de metros de ella, parecía estar en un trance pues solo estaba parada allí siendo empujada por todos, llamó su nombre a medida que se acercaba a ella pero la Japonesa no reaccionaba.

Y no supo si alegrarse o no cuando apenas alcanzó a llegar hasta ella antes de que cayera al suelo a causa del desmayo. — ¡Mina! Estarás bien, te tengo Dijo tomándola en sus brazos y dirigiéndose a la salida trasera del lugar, que por suerte estaba libre de policias.

Ahora solo necesitaba una forma de llegar al auto sin llamar la atención de los policias, asumió que si el auto de Mina estaba allí sin su escolta o sus amigas, ella estaba sola, que había llegado por su cuenta, y que debía tener las llaves en alguno de los bolsillos de su bonita chaqueta roja, y no se equivocó.

Se sorprendió a sí misma de su agilidad cuando, aún con la menor en brazos, sacó las llaves de su bolsillo, justo como sospechó, tal vez ayudó el hecho de que estaban en el bolsillo del lado que no estaba pegado a ella.

Luego de eso, llegó al auto de la pelinegra agradeciendo que los policias estuvieran tan distraídos en la discoteca como para no notarla.

Por lo que recostó a la japonesa en el asiento trasero del auto con mucha delicadeza, y después subió tras el volante para poner el vehículo en marcha.

Y como no tenía idea de donde vivía la pelinegra por lo que su casa fue su única opción.

Pasaron pocos minutos para que llegara a su destino, y no pensó que alguna vez se alegraría de no encontrar a su madre en casa, pero admitió que fue muy conveniente dada la situación.

Suspiró cuando apagó el motor del auto, y ya dentro del garage bajó con calma y de la misma forma tomó a la menor en sus brazos dirigiéndose a su habitación, acostandola en su cama con toda la delicadeza que pudo.

Se quedó hipnotizada observando su hermoso y perfilado rostro, convencida de que esa chica debía ser ilegal, parecía que los lunares hubieran sido creados para existir solo en su rostro, era increible como aún dormida era capaz de robar toda su atencion y era aun más increíble que la tuviera allí frente a ella, acostada en su cama.

Apartó un mechón de cabello que cubría su rostro y en ese instante se convenció de que nunca habría para ella nada más etéreo que la belleza de Myoui Mina, y para su mala o buena suerte, mantendría ese juramento por el resto de su vida.

Saludos.

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