Existe el señor Yoo (Pt.2)
Luego de practicante salir huyendo de la universidad, Jeongyeon se encontraba en un parque a unas cuadras de esta.
Y la taiwanesa que la había seguido a unos metros de distancia, la vio sentada en una banca mirando a la nada por lo que no pudo evitar suspirar.
Tzuyu estaba segura de que las palabras de la japonesa eran la razón de su estado, pues ella misma no podía salir de su asombro todavía, si Mina había acertado en la información sobre su familia, nada le hacía pensar que se equivocaba con respecto a su amiga.
— Es un lindo día ¿No crees Unnie? — Dijo sentándose al lado de la rubia, dándose cuenta de que había estado llorando cuando la vio limpiar sus mejillas rápidamente.
— ¿Que haces aquí Chewy? — Respondió Jeongyeon sorprendida de haber sido encontrada, sin ánimos de hablar en aquel momento. — Debiste entrar a clases, yo... Necesito estar sola. — Confesó sin atreverse a mirarla, teniendo que la menor notará lo abrumada que se sentía.
Y Tzuyu no pudo evitar sentirse culpable por eso, si tan solo hubiera pensado mejor las cosas, si tan solo no hubiera actuado de aquel modo tan infantil. — Lamento mucho lo que pasó Unnie, no debimos ir a esa mesa. — Articuló consciente de que no resolvería nada con eso.
Pero cuando Jeongyeon sonrió, poniendo su mano sobre su rodilla y volteando a mirarla, se sintió más tranquila, Aunque no lo suficiente. — No pasa nada Chewy, no fue tu culpa. — La escuchó, haciendo una mueca al notar como a pesar de que parecía estar esforzándose, la sonrisa en su rostro no parecía ser del todo sincera, pues sus ojos hablaban por ella.
— Aún así, debí detener a Sana Unnie. — Murmuró apartando la mirada, era ella quien ahora no deseaba ver a la mayor para que no notara su vergüenza.
— Tal vez si no hubiera dicho mi apellido nos habríamos ahorrado esta escena. — Comentó Jeongyeon y Tzuyu se obligó a volver a mirarla.
Sin tener oportunidad de decir algo más, pues luego de aquello, la mayor se levantó de su lado ofreciéndole una sonrisa cansada antes de girarse y marcharse sin más.
Y estuvo a punto de seguirla y ofrecerle su apoyo como siempre, pero entendió aquella acción como una muestra de que esta deseaba estar sola. Por lo que luego de un par de minutos y un resignado suspiro, se levantó y volvió a la universidad sin sacarse a su amiga de la mente.
Jeongyeon por su parte caminó a casa con muchas preguntas en su cabeza, pero la única que podría responderle no estaba en casa, su madre, y ni siquiera tenía idea de en que parte del mundo se encontraba.
El camino le ayudó mucho a calmarse un poco y poder pensar con claridad.
Pero poco le duro aquel estado de tranquilidad, pues cuando abrió la puerta de su casa dos presencias en su sala la recibieron, logrando sorprenderla.
Una de ella era precisamente su madre, a quien hace varias semanas no veía, y el otro era un pelinegro de ojos grises, vestido elegante con un traje negro, camisa blanca y corbata.
— ¿Mamá? — Susurró con sorpresa y temor.
La mayor, que al igual que su acompañante se puso de pie, le sonrió con una ternura que la asombró. — Hola cariño. — Dijo sin dejar de sonreír y la menor frunció el ceño. — Ven aquí. — Pidió extendiendo su mano.
Jeongyeon estaba sorprendida, era cierto pero aún así camino hacia ella, sin apartar la vista del pelinegro. — No sabía que llegabas hoy. — Dijo aclarando su garganta.
— Fue un viaje de último momento. — Respondió la mayor, Jeongyeon se encontraba totalmente extrañada de su actitud, pero sabía que se debía a la presencia de ese extraño, pues incluso acarició su cabello de forma maternal.
Y aunque estaba disfrutando del contacto, volviéndose a mirar al hombre. — ¿Quien es usted? — Preguntó sin rodeos.
El pelinegro amplió sus párpados, tal vez asombrado por su determinación, pero sonrió sincero, lo que puso nerviosa a la rubia, pues su rostro y su sonrisa le recordaron a su hermana mayor.
— Estoy muy feliz de conocerte por fin Jeongyeon. — Dijo el pelinegro amablemente, transmitiéndole una extraña confianza a Jeongyeon.
La expresión de Jeongyeon se tensó, aquel desconocido sabía su nombre y algo en su interior le advirtió que eso no podía significar nada bueno, además el que actuara con tanta naturalidad junto a ellas, le inquietó demasiado. Y estaba punto de preguntar otra vez, pero su madre la interrumpió.
Había algo en la actitud de su madre en cambio, que le confirmó sus sospechas, pues muy pocas veces la había visto tan nerviosa y al mismo tan seria. — Bueno ya la conociste, ahora puedes irte, Dongwook. — Habló mirando al pelinegro con desdén.
«Así que se llama Dongwook» pensó Jeongyeon sin terminar de entender que sucedía.
— No me iré a ningún lado hasta hablar con mi hija, Sunhee. — Anunció Dongwook endureciendo su expresión y los ojos de Jeongyeon se abrieron con sorpresa.
Debía ser una broma, ese hombre no podía ser su padre ¿Sería posible que justo el mismo día que Mina lo nombró apareciera como si nada?
— ¿De que está hablando? — Preguntó mirando directamente al pelinegro que en lugar de decir algo solo miró a la castaña de forma acusatoria. Antes de hacerlo también. — ¿De que habla este hombre mamá? ¿No me dijiste que no tenía padre? — Su respiración se aceleró, aunque no lo suficiente como para terminar en otro ataque de asma, y no tuvo que hacerlo, pues el pelinegro explotó por ella.
— ¡¿Como que le dijiste que no tenía padre?! — Cuestionó molesto. — ¿Que clase de estupidez es esta? — Una nueva similitud entre Seungyeon y Dongwook fue descubierta por Jeongyeon en ese momento.
La forma en la que apretaban sus dientes debido a la rabia, y como su mirada se agudizaba logrando poner de los nervios a cualquiera.
Y allí todo tuvo sentido, la actitud de su madre, las similitudes de aquí hombre con su hermana, la naturalidad con la que actuaba. — No puedo creer esto... — Murmuró pasando sus manos por su rostro con frustración. Posando su mirada en su madre, sintiéndose tan asqueada como decepcionada y molesta.
«No tenía derecho» pensó rechazado su mano en su hombro. Toda su vida creyendo que en verdad el hombre estaba muerto, que no existía, y ahora lo tenía frente a ella.
— Eres despreciable. — Dijo Dongwook mirando a la castaña con odio, parecía herido del mismo modo que la propia Jeongyeon lo estaba en ese momento. Suavizando su expresión antes de dar un paso hacia ella. — Jeongyeon... — La llamó con cuidado. — ¿Podrías acompañarme? Creo que tú y yo necesitamos hablar. — Alegó y Jeongyeon no pudo estar más de acuerdo con él, asintiendo despacio.
— ¡Tu no vas a llevarte a mi hija a ningún lado! — Gritó la castaña tomando la mano de Jeongyeon, quién se soltó de su agarre bruscamente.
— Pues lo lamento mucho Sunhee, pero aunque le hayas negado mi existencia, también es mi hija, y no vas a impedirme verla ahora que al fin la encontré. — Dijo Dongwook, su voz era serena pero lo suficiente profunda como para que la rabia en ella fuera evidente.
Y Jeongyeon no sabe porque pero las palabras de Mina llegaron a su mente en ese momento. — ¿Usted es el señor Yoo? — Preguntó viendo como este le sonreía con cariño.
— Lo único que me complace es que al menos tu madre no les quitó mi apellido. — Le habló Dongwook posando su mano en su hombro, un cálido contacto que la menor no rechazó. — Y si, yo soy el señor Yoo, Yoo Dongwook, tu padre y el de tu hermana Seungyeon.
Jeongyeon se sentó en el sofá sintiendo como sus piernas perdían fuerza, todo parecía irreal, se preguntaba donde quedaron los cuentos de su madre, sus tías y su abuela sobre un padre inexistente.
Necesitaba respuestas, y ya que no podía confiarse de las mentiras de su madre, decidió aceptar irse con el señor Yoo. Por eso se levantó haciendo ademán de caminar hasta la salida, sintiendo la mano de su madre en su antebrazo.
— Jeongyeon ¿Que crees que haces? — Cuestionó Sunhee dejando atrás cualquier rastro de cariño voz y su mirada, esa esa la verdadera cara de su madre, la que Jeongyeon conocía.
— Iré a hablar con él. — Dijo con obviedad, saliendo de su agarre para después sonreír con amargura. — Tal parece que conoce el concepto de la verdad mejor que tú. — Agregó dando un paso atrás.
Y la castaña se enfureció mucho más. — ¡Te lo prohíbo! — Exigió frunciendo el ceño, buscando intimidarla, sin tener efecto alguno en ella.
Jeongyeon la reto con la mirada, la ventaja de conocer tan bien a su progenitora era que no le sorprendía ninguno de sus movimientos, así que amplió su sonrisa. — ¿Adivina que madre? Ya no puedes prohibirme nada. — Dijo antes de salir seguida del señor Yoo, quien tomó su largo abrigo negro y su sombrero del mismo color, dedicándole una última mirada de reproche a la castaña.
Al salir de su casa, Jeongyeon se percató de que un auto negro de vidrios polarizados se encontraba esperando frente a su casa, y asumió su recién se estacionaba allí, pues no lo vio al llegar.
Supuso que pertenecía al pelinegro y no se equivocó, ya que este la invitó a subir, lo cual hizo de inmediato gracias a que el chófer ya había abierto la puerta por ella.
Dongwook no tardó en subir, optando por sentarse a una distancia prudente de ella, lo cual agradeció pues se encontraba más nerviosa de lo que quería mostrar.
El silencio los acompañó mientras esperaban que el chófer subiera al auto y lo pusiera en marcha. No era la situación más cómoda y deseable del mundo, pero Jeongyeon prefería estar en aquel reducido espacio con su presunto padre que quedarse junto a su madre y escuchar sus mentiras.
Y era cierto que no tenía idea de a dónde se dirigían, pero por alguna extraña razón no se sentía en peligro.
— Gracias por aceptar acompañarme Jeongyeon. — Habló Dongwook luego de algunos minutos, ella habría mantenido el silencio por más tiempo, pero podía sentir la mirada del mayor sobre ella, por lo que se volteó a mirarlo, asintiendo despacio. — Te aseguro que no era mi intención crear un problema entre tu madre y tú. — El pelinegro se veía realmente afectado por lo ocurrido con su madre pero a Jeongyeon casi le da un ataque de risa ahí mismo.
— No se preocupe por mi madre. — Sonrió con amargura. — Estoy muy agradecida con ella, me dio la vida y nos sacó adelante sola, pero para nadie es un secreto que jamás nos llevamos bien. — Contó sintiendo un peso caer de su espalda, apartando la mirada de aquellas orbes grisáceas que la veían con atención y calidez para suspirar. — Además acepté porque necesito respuestas que estoy segura, ella no me dará. — Admitió volviendo a mirarlo. — Crecí escuchando que no tenía padre y ahora estoy frente a usted. — Hizo una mueca de sonrisa y se encogió de hombros esperando algún reproche o queja del mayor, obteniendo en cambio una nueva sonrisa.
Notó como el mayor apretó su mano sobre su rodilla conteniendo sus ganas de tocar la suya, antes de escucharlo responder. — Te daré todas las respuestas que quieras. — Prometió este sin borrar su sonrisa.
No hubo más interacciones entre ellos después de eso, ambos estaban más nerviosos y temerosos de incomodar al otro de lo que querían demostrar, y el silencio era lo suficientemente cómodo como para arruinarlo.
Fue así como luego de algunos minutos llegaron a una casa en el centro de la ciudad, aunque parecía mas bien una mini mansión, a la que entraron siendo recibidos por un personal bastante amable.
Y Jeongyeon no perdió tiempo de echar un vistazo notando como dominaba la decoración minimalista por cada rincón.
— Bienvenida a mi residencia, aunque es temporal. — Habló Dongwook, dejando el abrigo y sombrero en uno de los muebles del living. — Perdona que te trajera sin avisar, me pareció que era el mejor lugar para hablar de un tema tan delicado.
Jeongyeon asintió despacio y metió sus manos en los bolsillos de su sudadera, dándose cuenta de que ni siquiera se había quitado su mochila al llegar a casa. — Estoy de acuerdo. — Apoyó intentando sonreír para despejar un poco la tensión de su cuerpo.
— Bien, en ese caso toma asiento. — Sugirió el pelinegro señalando uno de los sofás a su alrededor, abriendo su traje para disponerse a hacerlo también. — ¿Quieres algo de tomar o...
— Estoy bien, gracias. — Lo interrumpió Jeong levantando su mano y negando ligeramente.
— Bueno. — El pelinegro se sentó frente a ella cruzando sus piernas, y a Jeongyeon le pareció increíble ser hija de ese hombre tan refinado y de modales tan refinados.
Entendió que Mina tuviera aquella opinión de él, pues el diseño de su reloj y el anillo en su dedo anular se veían bastante elegantes y sobretodo más caros que cualquier cosa que ella hubiera tenido en su vida.
Y pudo quedarse toda la tarde resaltando cada una de sus características, pero recordó porque estaba allí. — Entonces ¿Porque nunca había aparecido en nuestras vidas? — Preguntó aclarando su garganta, terminando con el silencio que los rodeaba.
Mientras Dongwook suspiraba, armándose de valor antes de empezar a hablar. Aparentemente no era fácil para él hablar del pasado. — Conocí a tu madre en una de mis estadías en Busan, nos enamoramos y cuando quedó embarazada decidimos casarnos, cuando nació tu hermana, pero no pudimos hacerlo porque tu abuela se opuso. — Contó, dejando a Jeongyeon sin palabras, había sido lo suficientemente directo y resumido como para dejarla perpleja.
Además estaba muy lejos de la versión que conocía.
— ¿Mi abuela? — Cuestionó frunciendo el ceño sin poder creer que su dulce abuela fuera capaz de algo así.
— Mi madre. — Aclaró el ojigris, eso definitivamente la dejaba más tranquila. — Mis padres eran personas prejuiciosas conservadoras, y cuando se enteraron de la existencia de Seungyeon y Sunhee su reacción no fue nada favorable, pero tu madre y yo decidimos seguir juntos, hasta que naciste tú. — Jeongyeon suspiró y el pelinegro siguió hablando manteniendo un semblante melancólico. — Las cosas se complicaron, y un día tu madre simplemente desapareció con ustedes, eso me dolió mucho. — Una mueca de formó en el rostro de Dongwook. — Yo volví con mi familia que me recibió, no sin algunas condiciones por supuesto, tuve que casarme con una dama de nuestra clase, según mi madre, que murió años después a causa del cáncer, pero nunca dejé de buscarlas, no sé como le hizo tu madre, pero cada vez que lograba tener un rastro de ustedes siempre llegaba tarde. — «Por eso nos mudabamos tanto» pensó Jeongyeon frunciendo el ceño relacionando los hechos en su cabeza. — Hasta hace poco tiempo, que uno de mis detectives localizó a tu hermana y ya estuve reunido con ella. — Contó y los ojos de Jeong se abrieron con sorpresa. — Fue difícil tener una reunión, me ayudó a darme cuenta de que me guardaba un gran rencor. Aunque no la culpo, así como tampoco te culpo a ti si lo tienes.
Jeongyeon sintió su mirada sobre ella y prefirió mirar a otro lado para organizar bien sus siguientes palabras, con el peso de tantas mentiras que no eran suyas abrumandola. — Yo no tengo razones para odiar a nadie más que a mi madre, estoy harta de ella, siempre nos mintió, siempre sentí que nos había abandonado, llevándonos de un lado a otro sin importarle nuestra estabilidad emocional. — Dijo con reproche y amargura. — Y no es por hablar mal de ella, es que ahora que usted aparece y me entero de esto... — Agregó volviendo a mirarlo. — Muchas cosas cobran sentido. — Completó negando con indignación.
— Yo te comprendo de algún modo, pues pase muchos años siguiendo el rastro casi invisible de ustedes. — Respondió Dongwook ofreciéndole una nueva sonrisa. — Pero como le dije a tu madre, ahora que las encontré no le permitiré que las separe de mi otra vez.
— Ya no es mi madre la que decide eso señor Yoo. — El nombrado río y Jeongyeon frunció el ceño.
— Perdóname. — Pidió llevando una de sus manos a su boca para cubrir su sonrisa. — Es que me parece gracioso que me llames de ese modo, pero es un avance.
— Supongo. — Fue lo único que dijo Jeongyeon asintiendo despacio sin dejar de mirarlo.
Entonces Dongwook aprovechó de encararla. — Escucha Jeongyeon, quiero que entiendas que yo no quiero obligarte a nada, solo quiero estar cerca de ti, conocerte y de alguna forma recuperar todo el tiempo que me perdí de tu vida y la de tu hermana. — Habló con determinación y una calma que estaba reflejada en su mirada y su rostro. — Y aunque entendería si no me aceptas como un padre, al menos dejame conocerte y estar cuando me necesites.
— Esta claro que no lo llamaré padre tan pronto señor Yoo. — Habló Jeongyeon haciendo que el mayor riera una vez más.
Le gustaba la personalidad de la menor.
— Bueno no espero eso, aunque me harás sentir muy viejo llamándome señor todo el tiempo. — Rió ampliando su sonrisa.
Y Jeongyeon por primera vez sonrió, no pudo evitar contagiarse con él. — Bueno usted es viudo ¿No? Ya es un señor. — Alegó y Dongwook asintió dándole la razón. Lo que la animó a continuar hablando. — ¿Y porque no tuvo mas hijos señor Yoo? — Cambió de tema rápidamente.
El pelinegro lo pensó por algunos segundos, reflexionando sobre cual sería la mejor respuesta a eso, hasta que la encontró. — Bueno pude haberlos tenido, pero no quise eso, porque yo ya tenía dos hermosas hijas y porque me dediqué a buscarlas, sin tener tiempo incluso para el amor.
Jeongyeon asintió haciendo una mueca, el amor era un tema delicado para ella pero no se lo comentaría. — Entiendo. — Dijo con simpleza.
— Aunque mi trabajo también influyó en eso. — Volvió a hablar el pelinegro llamando su atención.
Jeongyeon recordó las palabras de Mina y quiso confirmar que se trataba de la misma persona. — ¿Y de que trata su trabajo? Porque parece ser alguien importante. — Bromeó refiriéndose a cada uno de los detalles que desde el primer segundo que lo vió se lo dejaron claro.
Dongwook sonrió, la admiración era uno de los primeros pasos para llegar al corazón de una persona y sentir que ya tenía la de Jeongyeon le dió una esperanza. — Bueno mi padre quería que fuera abogado, pero eso jamás llamó mi atención aunque lo estudié — «Seungyeon le robo esa pasión, ella si que tenía un don para eso» pensó Jeong al escucharlo. — Lo mío eran los pequeños detalles, lo brillante, el arte de crear piezas únicas, así que me dediqué a la Joyería. — Contó. Y justo como pensó Jeongyeon, si era el mismo hombre del que Mina habló.
— Entonces es verdad... — Susurró causando curiosidad en el mayor.
— ¿Dijiste algo? — Cuestionó Dongwook y Jeong negó y sonrió. — Bueno, ya es suficiente de hablar de mi, odio hacer eso, mejor cuentame de ti, tu hermana me dijo que estudias medicina ¿No es así? — Pregunto emocionado y con mucho interés en su repuesta.
Jeongyeon parpadeó un par de veces y sintió como toda la tensión abandonaba sus músculos. — Así es señor, estoy en el último año, aunque también tengo un título en administración lo mío es la medicina. — Se sintió más cómoda hablando de su carrera.
No quería abordar cosas tan personales al primer encuentro con este hombre que decía ser su padre.
Así que habló sobre su educación y de como se esforzaba por dar lo mejor de ella en todo lo que hacía, algo que hizo sentir orgulloso a Dongwook.
Sin duda ella era la más parecida a el, siempre siguiendo su corazón, y aunque no le habló de relaciones amorosas, le contó de su orientación sexual, y este no se sorprendió pues ya sabía gracias a su hermana un par de cosas, y no le molestó en lo absoluto.
Dongwook le contó como era su familia y que tenía una hermana menor que residía en el extranjero, así como Jeongyeon le contó que le gustaría hacer una vez terminara sus estudios, recorrer el mundo y conocer muchos lugares ayudando personas.
Las horas pasaron más rápido de lo esperado y cuando anochecía Dongwook la llevó a casa después de pedirle que lo acompañara a cenar, ella aceptó y compartió con él, ya no se sentía tan incómoda a su lado, pues sentía que era sincero y a pesar de tener tanto dinero y poder, era un hombre sencillo, humilde y apasionado por las pequeñas cosas de la vida.
— Espero verte pronto Jeongyeon, me agrado conocerte. — Confesó el hombre cuando se estacionaron frente a su casa, sonriéndole de aquella misma forma cariñosa a la que Jeong ya empezaba a acostumbrarse.
Y devolviéndole la sonrisa, respondió. — Gracias por todo señor Yoo, también me agrado conocerlo. — Se disponía a bajar del auto cuando el señor Yoo tomó su muñeca.
— Espera Jeongyeon. — La menor observó el agarre con el ceño ligeramente fruncido, entendiendo todo cuando el pelinegro le entregó una cajita de terciopelo que sacó de su abrigo. — Esto es tuyo. — Dijo, y Jeongyeon estuvo a punto de negarse a recibirlo pero no la dejo hablar. — Cuando eras una bebé, adorabas los cisnes, por eso hice esto pensando en ti. — Contó sorpendiendola una vez más. — Una de mis mejores creaciones para una de mis dos obras de arte.
— Esta bien, gracias. — Contestó terminando por aceptar, ante de hacer una pequeña reverencia y salir del auto que inmediatamente se puso en marcha.
Luego de perder de vista el vehículo, miró la pequeña caja en su mano y la guardó en su chaqueta antes de entrar.
Su madre no estaba por ningún lado así que subió directo a su habitación, se sentó en la cama y abrió la pequeña cajita encontrándose con una delgada cadena de oro con una esmeralda en forma de cisne de color negro, como colgante.
Sus ojos se abrieron ampliamente ante la hermosura de la pieza en sus manos, por un momento pensó en negarse a usarlo pero se veía demasiado hermoso y no resistió probárselo.
Si Nayeon la viera seguro le alagaría y después se lo probaría también, el recuerdo de Nayeon fue el ancla que la hizo aterrizar a su realidad, una donde ya no debía pensar en ella, se miró una vez al espejo la pieza se veía hermosa alrededor de su cuello, y la camiseta negra de cuello en V le dejaba el espacio perfecto para que el cisne resaltara, le gustaba, no podía negarlo.
Pero dejó de lado esa imagen y cuando iba a quitárselo su madre entró en su habitación sin pedir permiso.
Ella se puso sus lentes y la miró, estaba furiosa, y sabiendo lo que seguía, Jeongyeon suspiró con pesadez y mientras su madre la miraba se quitó sus zapatos y los ordenó en su debido lugar.
El orden era una de sus cualidades.
— Espero que no te hayas dejado convencer por sus mentiras Jeongyeon, ese hombre solo sabe engañar. — Dijo la mayor con desdén.
Jeongyeon la miró seria, le indignaba que su madre continuara con su teatro, así que la enfrentó. — ¿Él? ¿El mismo al que dejaste? ¿El mismo al que separaste de sus hijas? ¿Y porque Madre? Se te olvidó contarnos esa parte de la historia. — Dijo con ironía y una sonrisa burlona en su rostro.
— ¡Lo sabía! — Exclamó la mujer dándole la espalda, pero Jeongyeon sabía que solo era su estrategia para que no notara su nerviosismo al ser descubierta. — Sabía que te pondría en mi contra es un...
— No sigas mamá. — Pidió con firmeza. — Mejor dejemos esto hasta aquí — La miró — Porque no soy capaz de creer, que sigas intentando engañarme como una niña.
— ¡PUES ME VAS A ESCUCHAR! — Gritó la mayor.
— ¡DIJE QUE NO! — Ella jamás le levanta la voz a su madre, pero estaba abrumada por tantos sentimientos como para pensar en ello en aquel momento. Y si su madre estaba furiosa, ella lo estaba más. — Ya no quiero seguir escuchándote, así que vete de mi habitación.
La mujer la miró molesta, sorprendida de ver tanta frialdad y rencor en sus hermosos ojos azules, por eso se giró sobre sus talones saliendo de la habitación dando un fuerte portazo.
Mientras Jeongyeon suspiraba y se recostaba de la puerta, terminando sentada abrazando sus rodillas dobladas apoyando su frente en estas.
— ¿Y ahora que es lo que voy a hacer? — Se preguntó sintiéndose en un laberinto sin salida, con tantas emociones y noticias que parecía la enloquecerían.
Sin sospechar que quien le daría paz era quien menos esperaba.
¡Que loco está esto! ¿No les parece?
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