9-Lo normal, lo inevitable.
Una vez recogidas todas las pertenencias del grupo, comenzó la carrera hacia la montaña. A este punto, y a pesar de mi pésimo sentido de la orientación, estaba seguro de reconocer por completo los tres caminos que utilizábamos para llegar hasta a la zona de escalada.
Eso si, con la distracción que llevaba encima desde que nací, era imposible no tropezar y trastabillar de vez en cuando. Razón por la que Cornal me dedicaba sus peores miradas asesinas.
El hombre no sentía que esté preparado, y yo lo notaba en sus ojos. A veces, sentía que el Encendedor me tuviera demasiadas expectativas, que yo terminaba decepcionando con distracciones y nerviosismo. ¿Quizás me comparaba con esa genio de la que Uvar hablaba? Aparté ese pensamiento de mi cabeza una vez llegamos al pie de la montaña. Debía centrarme en seguir adelante, y ésta vez superar a la montaña.
Tenía una idea de cómo hacerlo, y durante las últimas pruebas sentía que era factible.
Según había aprendido en los últimos meses, las Artes de los Esenciales no eran sólo útiles en combate. A pesar de ser Artes marciales, las tres de basaban en principios aplicables casi a cualquier ámbito en el que el cuerpo era requerido.
La conexión a la que el usuario es empujado, brinda habilidades físicas que en otras personas podrían resultar impensables. Los aterrizajes eran más ligeros y viables cuando se utilizaba Flow, las carreras y saltos eran más explosivos utilizando Burst, y la resistencia contra lesiones o el empuje mejoraban utilizando Harden.
Probablemente existen un sinnúmero de ejemplos en las que la elección del Arte adecuado mejora las habilidades físicas al conectarse con el cuerpo. Eran posturas, formas, pero también sensaciones corporales y mentales que ayudaban a la manipulación de cada herramienta necesaria. Es por las Artes, un entrenamiento meramente corporal y sin Esencias, que los Esenciales son tan destacados referente a las personas normales.
En eso se basaba mi plan. En la utilización correcta de las Artes en cada punto de la escalada, para así potenciar al máximo mis habilidades físicas. Repasé en mi mente las posibles rutas, los momentos en lo que cierto Arte era más viable que otro, y puntos en los que no eran necesarios.
Luego caí en cuenta que el grupo había reducido el paso. Llegamos al pie de la montaña antes de que pudiera darme cuenta. Me percaté de la intensa mirada de Cornal sobre mí, y esperé sus indicaciones.
—Céntrate, Zarode —dijo él.
—Sí, Esencial —respondí mientras nos acercábamos a la zona de escalada.
Bajo mis botas de cuero, sentía las piedrecillas clavarme ocasionalmente en los pies. Aunque con tantos callos por correr, éstos ya eran igual de duros que las rocas por donde caminaba.
Hacía un día ligeramente nublado, el sol apenas asomaba a saludar y repartir energía. El viento recio habitual no estaba presente ese día, y era sustituido por ligeras brisas ascendentes que poco molestarían al escalar.
Me acerqué al acantilado que debía subir, y puse una mano sobre la fría y rasposa roca.
—Si consigues subir, te daré el paradero de tu hermana —dijo Cornal desde detrás mío.
Sentí mis piernas temblar, y creí estar alucinando. Giré a duras penas y su mirada sólo transmitía confianza. A su lado, Feldes entrecerró los ojos con cierto recelo, pero no reclamó nada.
Volví a mirar al frente y comencé la escalada, sintiendo las manos hormiguear, los nervios revolverme el estómago y la espalda sudada.
Me aferré a la roca de inmediato, y con centrándome en Burst, avancé rápida y explosivamente los primeros veinte metros. Sintiéndome confiado por el buen ritmo, seguí y seguí subiendo por una ruta directa, aprovechando mi velocidad y agilidad.
Hasta que luego de los cuarenta metros, una de las rocas a la que me aferraba se desprendió. Endureciendo mi brazo restante con Harden, me aferré con todas mis fuerzas. Sentí el brazo derecho entero tensarse y mantenerme colgando, evitando incluso que me bambolee.
Detrás mío, flotando en su forma etérea, estaban los dos Gasificadores preparándose para evitar mi caída. Ignorando todo, las palabras de Cornal se astillaron en mi cerebro. No pensaba con claridad mientras nuevamente con Burst, tomaba la ruta más directa y peligrosa hacia la cima.
A tropezones y raspones conseguí avanzar hasta un saliente que solía utilizar para descansar. No me quedé ni diez segundos antes de volver a lanzarme en la escalada, forzando mi cuerpo a ser mas explosivo, más veloz.
El apuro me jugó en contra, y perdí la noción del equilibrio en un mal salto. Ésta no pensé en como sujetarme, ya que ambas manos se habían resbalado, y sólo uno de mis pies tenía apoyo. Amos Gasificadores consiguieron empujarme al saliente de antes, y lancé varios quejidos de dolor antes de incorporarme.
Cuando pensaba seguir subiendo, Zois abandonó su forma etérea y se paró frente a mí.
—Espera, Zarode. No estás haciéndolo como siempre, relájate un poco... ¡Hey, te estoy hablando!
No quería escucharlo, quería seguir subiendo sin importar qué, pero esta vez Criscoc se puso frente a mí.
Aguanté el bufido y miré a ambos, Criscoc tocó su propio rostro mientras me señalaba, así que toqué mi rostro en consecuencia, profiriendo quejido por el ardor. Tenía la mejilla raspada por haberme deslizado contra la roca. Luego miré mis dedos, ensangrentados y con algunas uñas quebradas y rotas.
Recuperé la lucidez en ese punto, mientras oía algunos gritos de incógnita provenientes de Cornal. Respondí a los gritos que todo iba bien, y respiré hondo antes de volver a subir.
Esta vez con mucha más calma, vi que la zona ameritaba una subida más pulcra que veloz, por lo que con Harden en los brazos, comencé a escalar lento, paso a paso. Mis músculos estaban tensos por sujetarse a la roca, pero confiaba en que podían mantenerme allí.
Unos metros más adelante, me quedé pensando si debía seguir a paso lento, o dar algunos saltos verticales para acortar camino. Decidí lo segundo, pero antes bajé unos metros a un saliente con un salto, no sin antes cambiar a Flow, que hizo el aterrizaje más sencillo.
En el saliente, fijé en mi mente la ruta y la secuencia de saltos que haría para subir. Luego de considerarlo un par de minutos, comencé:
Burst en las piernas me daba el impulso necesario, Harden en los brazos conseguía que me sujetase con fuerza a las paredes luego de saltar. Seguí de esa manera hasta llegar a una zona que debía evitar, debido a que la inclinación me dejaría colgando casi de espaldas al suelo.
"Lo estoy consiguiendo". Pensé mientras con la espalda tensa por Harden, superaba la marca de los ochenta metros. Aún sin descansar, centré todo de mí en la forma mád óptima de subir. Confíe en mi cuerpo, en mis habilidades, en mis ideas.
Me hubiera gustado decir que los últimos cinco metros fueron un infierno, y que nunca había hecho nada tan difícil, pero no fue así. Mientras subía, podía sentir un cosquilleo en mi espalda baja, acrecentándose a cada metro.
Hasta que con Burst, dí el último impulso hacia arriba, afirmando con fuerza mi mano en el borde del acantilado.
—Estoy en la cima —murmuré.
Los Gasificadores que estaban siguiéndome en su forma etérea, volvieron a su forma normal y comenzaron a hablarme, aunque no oí lo que decían. Sentía el corazón latir demasiado rápido, mis oídos taponarse, con la respiración agitada y mis manos temblorosas.
Grité tan fuerte que sentí la garganta quemarme, un grito de emoción, gutural, que expulsaba las inseguridades, las dudas, el temor de no conseguirlo. En su lugar volvía el aire cargado de logros, de recompensa.
Lo mejor de todo esto, es que no había hecho nada extraordinario para llegar. No necesité ninguna clave maestra, ninguna iluminación o sabiduría externa, no. Llegar se sintió... normal. Los últimos metros fueron igual de fáciles que los primeros. Y por alguna razón, eso me hacía sentir mejor que nada. No fue un golpe de suerte o capricho del destino, fue un desenlace inevitable. Y eso se sentía gratificante.
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