8-¿Estás listo?
La determinación me duró una semana. El resto de los tres meses, estuve considerando seriamente la idea de morir. Dozera no me culparía, creo.
Durante un mes, entrené con Caliza la primera Forma del Liquidificador, hasta al menos dejar de caer en cada giro y rotación, hasta conseguir que los pies sean ligeros y ágiles, el torso flexible y el cuerpo escurridizo. Luego de memorizar por completo el conjunto de movimientos que componían la forma, fue mucho más fácil aprender y mejorar los detalles. Uvar aportaba al entrenamiento ayudándome a comprender ciertos conceptos que Caliza no conseguía transmitirme, en parte por no presionarme de más.
Hasta que sin darme cuenta, comencé a utilizar los movimientos del Arte del Liquidificador durante las sesiones de caza en el bosque, así como durante las carreras y escaladas el la montaña. Cuando me encontraba en buena forma, superaba con satisfacción las marcas que había establecido.
Hablando de superar, había superado el shock inicial de asesinar un animal luego de algunos días. Vi familias comer de la carne del ungurock, niños abrigándose con sus pieles, y boticarios de ojos saltones emocionarse por las pezuñas-tenaza, que utilizarían como ingredientes para algún brebaje. Cornal se había encargado de mostrarme todo eso en mi primer día de descanso.
Entendí su punto. Vamos, que no soy un cabeza hueca. Todo tiene un propósito o finalidad, vive y muere por ello. Pero para mí, es difícil aceptar que un humano moriría por mi, tal como un ungurock moriría para dar carne y cuero.
Había conseguido ciertos avances para el segundo mes, por lo que el hecho de desaprender por completo lo anterior y comenzar con el Arte del Gasificador, fue un completo martirio.
Entre Zois y Criscoc apenas hacían medio tutor, por lo que fue difícil al comienzo. Aún así luego de intervenciones Cornal, que puso cierto orden, conseguí adaptarme relativamente bien al Arte del Gasificador.
Lo contrario con los serios y disciplinados Feldes y Espinel. Intenté no demostrar mi aversión por el Solidificador que me había dado una buena tunda antes de salir del hospital, aunque no tuve que ocultarlo mucho tiempo, ya que dicha aversión fue sustituida pronto por la admiración.
Feldes y Espinel eran soldados hechos y derechos. Disciplinados, regios y portentosos. Sus enseñanzas fueron por lejos las más fáciles de interiorizar.
Por todo eso, el tercer mes comenzó siendo el más sencillo de los tres, hasta que Cornal notó que no bajaba tanto el ritmo durante las carreras a la montaña, o que realizar treinta flexiones como castigo no eran suficientes para agitar mi respiración.
Allí fue que las carreras no bajaban de ritmo, que los castigos eran limitantes, las cazas más complejas. Al terminar el tercer mes, aún era imposible para mí superar los últimos veinte metros de escalada. Eso si, tardaba más tiempo en caer, por lo que recibía menos castigos aunque mas intensos.
Los Gasificadores evitaban que me convierta en papilla, pero no era nada sencillo para ellos. Solo dos no podían amortiguar caídas de ochenta metros, por lo que mis caídas eran cada vez más peligrosas. A veces terminaba en salientes, otras conseguían que vuelva a aferrarme al acantilado. Otras veces revoloteaba en el aire y terminaba rodando para amortiguar mis caídas.
Pero cuando el tercer mes terminó, ya dominaba la primera Forma del Arte del Solidificador.
¿A nivel de sensaciones?
Cornal había dicho que no le importaría si lloraba, rogaba o suplicaba que se detenga. Por desgracia el Encendedor no mintió. Mi cuerpo moría cada día. Llegaba a mi habitación a penas se ponía el sol, y dormía hasta que volvía a salir, para luego levantarme y volver a entrenar. Mi apetito aumentó por montones, y seguí las indicaciones de Cornal incluso en la alimentación.
Los domingos los tenía libres, y los aprovechaba para descansar y prepararme mentalmente para el día siguiente, que en momentos de debilidad venía acompañado de extensos llantos. También dedicaba algunas horas por la tarde a pintar... lo cual siempre me recordaba a madre.
Ella volvió al orfanato luego de un tiempo en observación. Era milagroso que el infarto no hubiera dejado secuelas. Se atribuía a la rápida acción de los Esenciales y a su buena salud. Cuando se lo agradecí a Uvar y Feldes, pude jurar que los ojos del grandullón se aguaron mientras asentía, genuinamente conmovido.
A pesar de todo, no sabía como afrontar la situación con madre. Sabía que evitarla no era el camino correcto, pero era mucho mejor quizás que discutir. Gracias a todos los minerales, ella no me buscaba para hablar del tema, y mis horarios eran tan ajetreados que rara vez coincidíamos. Aún así, tenía planeadas algunas cosas para antes de irme.
Durante el cuarto mes, los entrenamientos de Formas eran mucho más exigentes que antes, ya que se basaba en duelos uno contra uno con los demás Esenciales. Rara vez había ganado alguno, pero podía ganarles. Ya sea una victoria de cincuenta, lo hacía.
Las veces que vencí a Caliza fue debido a su preocupación por mí. A Uvar le gané sólo con movimientos extraños y poco convencionales, sorprendiéndola. Feldes y Espinel a veces caían en fintas y engaños. Zois se impacientaba cuando me escurría, y Criscoc perdía cuando se relajaba mucho.
Si con ellos vencía poco, no había que ni hablar de Cornal. El Encendedor era completamente invencible. Era rápido, fuerte, flexible, engañoso, atento, explosivo. No tenía dificultad para combinar las Artes a su manera, o pasar de una a otra. No se dispersaba, no perdía la paciencia, tampoco tenía piedad.
En el mismo claro de siempre, era momento de enfrentarnos una vez más. Caminé en círculos sin escapar de su mirada, con el fresco aire del bosque adentrándose en mis fosas nasales.
Comencé con el Arte del Liquidificador a cuerpo completo: Flow.
Los brazos como serpientes marinas, el torso como un lago en calma, las piernas moviéndose lentamente, fluyendo, deslizándose. Al ver que lo esperaba, Cornal avanzó con explosividad. Reconocí de inmediato su estrategia.
Utilizaba Arte del Gasificador a cuerpo completo: Burst.
Sus pies parecían ráfagas de viento, el cuerpo parecía no pesarle, y los brazos eran tornados que en cualquier momento podrían asestarme golpes salidos de la nada.
Planteó su fluidez contra mi velocidad, y yo acepté el desafío.
Cornal me asedió, golpeando con los puños desde distintas direcciones, valiéndose del Arte que eligió para moverse con velocidad a mi alrededor.
El Arte que elegí, me brindaba la posibilidad de rotar en diferentes direcciones mientras esquivaba sus golpes. Los pies deslizándose por el terreno le daban problemas a Cornal, quien no se animaba a intentar acertar golpe definitivo con su palma.
Aun así, era cuestión de tiempo para que consiga darme, por lo que decidí contraatacar cuando sentí que Cornal había dejado una apertura. Error. Me esquivó con facilidad, consiguiendo presionar más con sus ataques. Luego de pocos segundos, su palma impactó en mi pecho.
—Primera muerte —suspiré.
—No te impacientes Zarode, estabas aguantando bien —habló Cornal—. Si hubieras amagado que atacabas, podías descolocarme y pasar a la ofensiva. ¿Cres que un ataque suelto puede alcanzarme mientras utilizo el Arte más veloz?
Intenté no bufar. Tenía razón, pero lo que explicaba, ya lo había intentado antes y me había vencido igual. Había intentado sorprenderlo o descolocarlo con alguna estrategia que no haya considerado.
—Sí, Encendedor —me limité a responder.
Para el segundo combate, adopté el Arte del Solidificador a cuerpo completo: Harden. Y caminé lentamente hacia él.
Cuando eligió el Arte que usaría, cambié rápidamente a una forma híbrida. Con Burst sólo en los pies me acerqué pitando e ignoré un ataque suyo (por suerte fue puño y no palma), y con Flow en los brazos, extendí mi cuerpo para conectar una palmada.
Golpeé el aire. Cornal había retrocedido como un colibrí cuando vio que asumí su golpe, entendiendo que me arriesgaba para dar el golpe final. Encender y errar significaba morir, por lo que había muerto imaginariamente por segunda vez en el día.
—Bien hecho mezclando las tres Artes, pero la desesperación que tenías por terminar el combate pronto fue muy obvia.
—Sí, Encendedor.
En el tercer intento, Cornal me asedió con un conjunto de movimientos de las tres Artes, fui completamente avasallado. Irremediablemente me puse a la defensiva, intentando encontrar un resquicio de esperanza en el aluvión de ataques. ¿Ya dije que era imposible vencerlo?
Me estaba mostrando la forma correcta de utilizar las tres Artes al mismo tiempo.
Ambos utilizamos Burst en los pies para movernos, pero de la cintura para arriba, Cornal era a veces flexibles y suave, otras explosivo, o fuerte y firme, haciendo casi imposible que le siguiera el ritmo.
Por eso, mientras retrocedía cambié al Arte del Solidificador, solo en las piernas. Con Harden en los pies, me afirmé, mientras defendía con Flow en la parte superior. Si Cornal notó mi cambio, no reaccionó a ello y siguió atacando. Esperé el momento pacientemente, y cambié mi postura superior a Harden, dando un firme golpe con el puño.
Debido a la postura de cuerpo completo, el golpe fue tan pesado como si no proviniera de mi cuerpo. Cornal lo bloqueó, pero aún así sufrió algo de daño. Mi muñeca también dolió por el empuje.
Mientras él dio dos pasos atrás, avancé ahora con Burst a cuerpo completo. Él se lanzó a un costado, Flow a cuerpo completo, deslizándose de mi asedio. Mi ofensiva no fue tan variada como la suya, y concedí una grosera apertura mientras intentaba mezclar las Formas y confundirlo. Capitalizó mi error para finalizarme, con Flow en los brazos y una serena palmada.
—Nada mal —dijo dándose la vuelta.
Como dije, imposible. A pesar de estar en mi mejor forma física y mental de toda la vida, no era rival. Me levanté llevándome algunos aplausos de Caliza, asentimientos de Feldes y gritos de Zois pidiendo su turno.
Luego de una larga sesión de combates con todos los Esenciales, terminé con la respiración agitada y el cuerpo empapado de sudor. Jadeando, hice un recuento de los combates, confirmando que mis sospechas eran ciertas.
—Hoy estoy mejor que nunca —dije emocionado.
Mientas calmaba mi respiración, noté que la caza de hace unos días nos brindaría comida para hoy, por lo que no habría que salir a rebuscarse por comida. Inspirando el aire del bosque, acaricié mi muñeca sintiendo los bordes lisos del jade que tenía mi pulsera. Uvar se acercó al verme descansar, su pelo verde danzó al son de su trote, y lanzó una de sus típicas preguntas.
—Una caravana pasará en aproximadamente nueve días, camino a Cinabria. Si escalas la montaña podrás enfrentar la prueba final, si la pasas podremos sumarnos a la caravana y llegar al Cuartel de Formación a tiempo para la acogida de reclutas trimestral. ¿Podrás hacerlo?
Ella era así casi todo el tiempo. Cargaba con un afán casi extremo por el orden de las cosas, más aún sobre el tiempo.
En Cinabria, estaba uno de los cinco Cuarteles de Formación de las Tierras Materiales. Éste en específico era conocido por ser el tercero más cercano a la Gran Conjunción: el origen de los Residuos. Una gran extensión de terreno descrito en los libros como la puerta misma del mal.
Noté que me distraje debido a la ansiedad que me generó su pregunta, pero luego retomé la conversación.
—Siento que hoy es el día, Esencial Uvar.
—Te recuerdo, Zarode, que lo que acabas de decir es un calco exacto de lo que dijiste la semana pasada.
Con los meses había entendido como sacarle el máximo provecho a Uvar, así que ignoré su respuesta y pregunté:
—¿Cuanto tiempo se tarda normalmente en completar este entrenamiento, Esencial Uvar?
Sus ojos vibraron con emoción al escuchar mi pregunta, luego los entrecerró calculando la respuesta por un largo minuto.
—En los últimos veinte entrenamientos del Encendedor Cornal, dos murieron el primer día, otros tres intentaron escapar y tuvimos que asesinarlos. Otros cuatro murieron accidentes del entrenamiento, cazas o pruebas. De los once que completaron el aclimatamiento inicial, seis lo cumplieron en un lapso de seis meses. Es el número en que más reclutas coinciden, por lo tanto esa es la respuesta.
—¿Y los demás, Esencial?
—Dos que tardaron mucho, dos que llevan un ritmo similar al tuyo, y una genio que tardó menos de dos meses. De hecho, esa genio fue la última que entrenamos antes de que sea tu turno —agregó.
"Dos meses es una completa locura" Pensé. Pero si seguía así, aún entraría más rápido que el estándar de Encendedores. No podía negar que me llenaba el pecho de orgullo.
—Bueno, es momento de llegar a la cima —respondí convencido.
—Cien flexiones —respondió Uvar sin pestañear.
—Eso fue una expresión, ¿sabes? No necesariamente iba dirigida a ti...
—Doscientas.
"Algunas cosas no cambian". Pensé mientras comenzaba el castigo. "Siempre me olvido del opaco decoro militar". Aunque en este punto, doscientas flexiones eran poco más que un calentamiento, que incluso podría llegar a agradecer.
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