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2-Ceremonia apresurada.

Un tirón de mi hermana me apartó del ataque, y otro tirón aún más fuerte la apartó a ella. Datolin recibió las garras del Vaporoso en su pecho, e intentó sin éxito sacudirse de él. El Residuo no solo no lo soltó, si no que sujetó con sus manos membranosas la cabeza de Datolin, y de un fuerte picotazo le hundió el cráneo, desparramando sus sesos en el piso.

No encontré mi voz para gritar por él. Mientras el Vaporoso jugaba con su cadáver, Dozera me estiró nuevamente, para escondernos detrás el altar. Nos acurrucamos un rato sin poder movernos. Oí los chillidos de los monstruos y pedí por todos los minerales que no asesinaran al Encendedor.

De repente comencé a oír más voces humanas dentro del Intermedio Inmaterial, y me animé a asomar la cabeza por uno de los costados. Para nuestra suerte, había refuerzos dentro de la iglesia. Los Solidificadores, de ligeras armaduras marrones, tenían espadas y lanzas hechas de Esencias, y combatían a los Vaporosos que se habían colado, rasgándolos e hiríendolos con brutalidad.

El Encendedor no se quedó quieto y se lanzó hacia los Vaporosos, que se con su tacto se desvanecían como si fueran polvo. Parecía imposible que un ser de tal calibre pudiera resultar herido de alguna forma. ¿Alguien cuyo tacto deshacía a los Residuos?

Los Vaporosos graznaban de terror al verlo, y parecía que los Esenciales tomaban el control nuevamente. La alegría me embargó al ver la valentía y decisión con la que abatían Residuos. El miedo, comenzaba a ser reemplazado por la admiración de sus coordinados y letales movimientos.

—Están ganando —susurró Dozera igual de asombrada.

Pero allí mismo un pulso de comprensión revolvió mi estómago: "Si los Esenciales realmente tuvieran las cosas bajo control, los Residuos no estarían en el centro del pueblo, atacando y causando destrozos cuando se supone entraron por el norte".

Cuando este pensamiento fatalista abordó mi cabeza, un temblor hizo derrumbarse la pared de detrás nuestro. Una de las vigas cayó sobre el altar, y Dozera tiró de mi, evitando que muriera aplastado. Eso sí, no pudo salvarme por completo de los escombros que terminaron derribándome. El techo se había venido abajo cuando uno de los pilares cedió. Tosí intentando recuperar el aliento, y mientras la nube de polvo se disipaba, vi a los causantes del alboroto.

Dos monstruosos seres de tres metros, hechos por completo de minerales opacos y puntiagudos, se colaron por el boquete. El libro de ilustraciones que madre tenía era absurdamente preciso, ya que reconocí de inmediato a mi segundo tipo de Residuos del día: Los Vigorosos.

Si no estaba alucinando por los golpes, estaba viendo algo completamente anormal. ¿Residuos atacando en conjunto, a una aldea remota alejada por cientos de kilómetros de la Gran Conjunción?

Si bien en el frente de batalla, o en los asedios de los Residuos a ciudades grandes era relativamente normal ver esta conducta, el hecho de que ocurra en un lugar tan remoto era demasiado inusual.

Pero más inusual fue ver que los monstruos más destructivos y descerebrados (según los libros) se detenían a los costados del boquete, como si fueran mayordomos entrenados por la realeza, para dar paso a dos extraños los cuales no pude reconocer. Portaban túnicas encapuchadas, que cubrían sus rostros y llegaban hasta sus pies, dejando a la vista sus brazos color plata.

"¿Qué cuarzos es eso?". Pensé asustado. "Es imposible que sean humanos, pero se supone que solo existen tres tipos de Residuos, y esa cosa no es uno de los tres". Me respondí a mi mismo.

Mientras buscaba a Dozera con la vista, divisé el el cofrecillo de Esencias a un brazo de distancia. Estaba completamente astillado y roto, aunque su contenido estaba intacto, pues claro, las Esencias eran prácticamente indestructibles. Solo podían quebrarse entre los dedos de un Esencial.

A Dozera la vi en pie a unos metros, observando al par que ingresaba parsimonioso, con las túnicas negras ondeando. Intenté gritar su nombre pero tosí profusamente.

Mi estómago dio un vuelco cuando uno de los encapuchados se acercó a mi hermana casi en un parpadeo, y estiró una mano plateada en su dirección. Estaba a centímetros de tocar su rostro. Grité desesperado que se alejara, pero Dozera no reaccionó. Sentí el polvo colarse por mi garganta y los músculos entumecidos del dolor que me provocaba estar enterrado entre los escombros.

Grité a los Esenciales que tenía cerca para que ayudaran a Dozera, pero los que miraban en su dirección la ignoraban, como asumiendo que no estaba en peligro. "¿No ven a dos malditos Vigorosos sirviendo a esos encapuchados?".

Me arrastré intentando llegar a ella, pero sabía que no llegaría antes que esa cosa. Sentí la madera del cofrecillo astillarse en mi mano mientras intentaba reptar y apreté los ojos con fuerza, sintiendo las lágrimas caer, con la impotencia que sólo la inutilidad puede generar.

Abrí los ojos y me arrastré, sintiendo la madera del altar rasgar mi muslo antes de dejarme libre. Salí a gatas entre los escombros arrastrando el cofrecillo, y allí pude ver mejor el rostro plateado y cavernoso del monstruo que intentaba herir a Dozera. Me obligué a mirar, a intentar recordar cada facción de su rostro. No sabía que era, pero sabía que era un enemigo.

Cuando creí que todo estaba perdido, un borrón verde y veloz apartó a Dozera. Luego se detuvo frente a los encapuchados y los hizo retroceder.

Me di cuenta que era un Encendedor por su ropa. No era el mismo que antes, pero vestían igual. Éste era pelinegro y se le notaba muy pero muy joven en comparación. Su cuerpo estaba envuelto en un halo verduzco, que yo sabía era un Gasificador en su forma etérea.

Comenzó entre ellos un combate encarnizado, que todos dentro de la iglesia parecían ignorar, como si no existieran. Hasta que el Encendedor castaño, Cornal, llegó a ayudar.

Me desplomé sin poder moverme, observando casi sin comprender la ida y vuelta de sus manos, sus extraños giros y esquivas. Parecían apuntar a tocarse el pecho antes que a golpearse y herirse, pero cada contacto era potencialmente mortal.

Me di cuenta al ver que el Encendedor que había salvado a Dozera, recibía una palmada de uno de los monstruos, y el aura verde que protegía su torso se despegaba de el, convirtiéndose en una persona que luego se desplomaba sin vida. Otro Gasificador que veía morir.

La danza de esquivas y ataques continuó, y el Encendedor pelinegro volvió a ser herido. Esta vez, no había aura verde alrededor que lo proteja, y cayó muerto. Perdí la cuenta de las veces que creí que nos salvaríamos para luego cambiar de opinión.

Di un vistazo hacia Dozera, y sus ojos y estaban clavados en mí, o mejor dicho, en mi mano ensangrentada, cortada por la madera del cofre que guardaba las Esencias. Al darse cuenta que la estaba viendo, me miró a los ojos y asintió.

"Claro, es un buen momento para saber si soy o no un Esencial". Pensé mientras sujetaba la Esencia entre mis dedos.

La acerqué como pude a mi rostro, y la hipnotizante sensación de anhelo volvió a mí. La Esencia escapó entre mis dedos temblorosos, y mientras la buscaba algo impactó con fuerza al lado mío. Cornal el Encendedor gruñó de dolor mientras se arqueaba.

Un halo verde se separó de él, se volvió humano y se desplomó. Los ojos del Gasificador estaban blancos y abiertos de par en par; muerto. Me quedé un segundo mirando sus ojos, y vi que no tenían iris, eran solo una gran pupila dilatada rodeada de blanco lechoso. "¿Por qué me fijo en eso?". Me reproché.

Acerqué la Esencia a mi nariz. Intenté moverme lentamente para que el encapuchado no reparara en mi. Se estaba acercando con cuidado a Cornal.

—Corre niña —habló Cornal escupiendo sangre.

Recién allí entendí que el otro Encapuchado se dirigía hacia ella. Dozera le hizo caso y empezó a correr en círculos. Mientras era perseguida, el otro se acercó culminó su fúnebre camino para rematar Cornal, que volvía a ponerse en pie.

Sentí que el aire se volvió más pesado cuando el encapuchado pasó por mi lado, ignorándome como si fuera un mineral sin valor.

Cornal notó la Esencia entre mis dedos y me dedicó una mirada cargada de pena. "Un niño tonto aferrándose a la vida, lo sé". De haber podido me habría encogido de hombros.

Acerqué la Esencia a mi nariz, e hice fuerza sobre la perla con el anular y el pulgar.

No hubo resistencia alguna, la Esencia se quebró dejando salir un humillo celeste, que a pesar de mi sorpresa inhalé con ganas. Sentí calor en los pulmones, como si hubiera respirado fuego. Era tanto calor que pensé que estaba muriéndome.

El encapuchado giró rápidamente hacia mí, y yo no tuve mejor idea que agarrar su tobillo con fuerza. Intenté mandarlo a volar como los Gasificadores a Cornal, pero a pesar de sentir que un calor reconfortante que iba de mi pecho a mi brazo, no conseguí moverlo.

El tacto era extraño, como un mineral que se desmoronaba al presionarlo. Entendí que otra vez me estaba fijando en estupideces por el nerviosismo, y luego oí el chillido infernal del encapuchado. Vi que lanzó su mano plateada hacia mi, pero la ignoré y apreté con más fuerza. Cornal pateó su mano y luego le golpeó el pecho.

—¡Sigue mocoso, sigue! —gritó el Encendedor mientras sostenía las manos del encapuchado.

Yo seguí apretando hasta que dejé de sentir que tenía algo en la mano. Alcé la vista y vi que el encapuchado había desaparecido.

No entendí nada, pero Cornal me levantó, y vi que Dozera llegaba corriendo seguida de muy cerca por el otro. Consiguió llegar hasta detrás de nosotros, y el encapuchado se quedó observándonos a los tres. Aproveché para mirar en la iglesia; los Vaporosos eran cada vez menos y los Esenciales iban llegando en escuadrones completos.

Dozera sacó del cofrecillo astillado otra Esencia y la colocó entre mis dedos.

—Hazlo —susurró en mi oído.

—Espero estés listo para morir luchando, Esencial —dijo Cornal quebrando una Esencia de su guante bajo su nariz.

Me costó comprender que al decir "Esencial" se refería a mí.

El encapuchado parecía analizar la situación frente a él, y yo oía cada vez más voces humanas alrededor. Antes de que pueda quebrar la Esencia e inhalarla, el monstruo se lanzó por el ventanal como un rayo y huyó.

Unos instantes después, los Vaporosos comenzaron a seguirlo, se oían aleteos impavidos por fuera y gritos de júbilo de los Esenciales. Los Vigorosos actuaron erráticamente como de costumbre y fueron eliminados por los escuadrones de Esenciales.

Cornal nos observó a ambos con una sonrisa incrédula mientras negaba con la cabeza, y me puso una mano en el hombro antes de hablar.

—Nunca había visto una Ceremonia tan loca —dijo ensanchando su sonrisa cansada—. Felicidades, Encendedor.

Pronunció lentamente lo último, quizás dándose cuenta de lo irreal que era para mí. "Bueno, al parecer soy un Encendedor". Pensé antes de que todo se vuelva negro.

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