13-Es una apuesta.
Criscoc se volvió etéreo y envolvió mi torso. Yo me concentré, e igual que antes, utilicé Burst para mover mi cuerpo con velocidad. Sumado a los impulsos de Criscoc, mi movilidad era excepcional.
Corrí detrás de Espinel y Feldes, quienes a martillo y espada, demostraron que el combate de antes no fue más que un mero trámite para ellos, tanto así que casi no reacciono a tiempo cuando Espinel con tres quirúrgicos martillazos, desvencijó al primer Vigoroso.
Cuando hice el primer paso para Encenderlo, Criscoc me dio el impulso extra que necesitaba. Encendí y lancé una palmada, golpeando el pecho rocoso del Residuo. No pasó un segundo hasta que se desintegrara. Uno menos.
Corrí hacia Feldes, quien con su larga espada había cortado la mano de uno de los Vigorosos. Luego, comenzó a rodearlo, mareándolo, distrayéndolo.
Aproveché la distracción y, ayudado por Criscoc, salté, a los hombros del Vigoroso. Puse ambas manos en su cráneo y Encendí, pero un fuerte golpe me mandó a volar cerca de la poza.
Criscoc recibió la mayor parte del impacto, ya que yo no sentía más que un aplacador entumecimiento en la cadera. ¿O era la pierna derecha? Concentración, concentración.
Uno de los Vigorosos me había golpeado mientras yo Encendía, destruyendo en el proceso medio cuerpo de su compañero, que luego se había vuelto polvo.
El problema era que me había separado de mis Solidificadores, y uno de los Vigorosos se alzaba sobre mí eliminando todo resquicio de luz solar que se colaba entre los abismos. Cambié al Flow y esquivé por un pelo un mazazo, y por otro pelo un pisotón que sacudió la cueva.
Lo tenía distraído, por lo que cuando volví a esquivar deslizándome a un costado, Espinel llegó desde atrás para demoler la espalda del Vigoroso. El impacto hizo que se balanceara y cayera encima de mí.
Y por primera vez en el día, utilicé Harden para recibir el impacto. Afirmándome con los músculos tensos, tendí ambas palmas con rigidez y Encendí. De esa manera, soporté el peso del Vigoroso el tiempo necesario para que Encender hiciera efecto y desapareciera.
Giré para buscar mi siguiente objetivo, y a pesar de tambalearme por el mareo y el esfuerzo, lo encontré rápido. En el estado de euforia y atípica concentración en el que estaba, distraje al Vigoroso que Feldes combatía, y unos segundos después conseguí darle el golpe final. Iban cuatro. Quedaba uno.
Un grito escapándose de Uvar nos alertó a todos, y sin medias palabra, dejé a Espinel y Feldes con el último Vigoroso y fui a apoyar a Uvar.
Con una daga en cada mano, la respiración agitada y múltiples cortes sangrantes en el cuerpo, la amante de los números y las probabilidades retrocedía y apretaba su cuello con fuerza.
—Criscoc, ayúdala mientras yo distraigo —pedí, sin saber siquiera por qué.
Estaba asustado. Ya no quería seguir. Pero no podía morir allí, o nunca encontraría a Dozera. "¿Y si me escapo?". La piel se me erizó con la idea, y todos los meses que pasé con el equipo pesaron en mis hombros, en mi cabeza. ¿Qué diferencia habría entre dejarlos y asesinarlos yo mismo?
—¡Zarode! —gritó Uvar— Tienes que evacuar a Azurita, Criscoc te llevará. Tienes que informar sobre los canales.
Miré a mi espalda mientras Criscoc intentaba detener la hemorragia de Uvar. Ambos pálidos como el papel, y de lejos a Feldes y Espinel combatir cada uno con dos Vigorosos, que no sé si quiera en momento salieron de la poza.
Y fue en ese momento, en que nadie podía apoyarme y lo único que pensaba era en salir corriendo, cuando entendí que cualquier otro ya se habría marchado. Cualquier otro Encendedor que ellos entrenasen, aceptaría abandonarlos. Porque esa era la primera lección que me habían dado: Otros morirán para que tu puedas vivir.
Lastimosamente, nunca pude estar de acuerdo.
Con Burst en los pies, me lancé directo al ataque contra los Acuosos. Uno de ellos retrocedió por la sorpresa, y lancé varios golpes con las palmas abiertas, pero sin Encender. Desconocía el nivel de inteligencia de los Residuos, pero al parecer tenían la suficiente como para ponerse cautelosos ante la posibilidad de que esté encendiendo.
Lo supe por que retrocedieron y esquivaron mis frenéticas palmadas, las cuales eran solo eso, meras palmadas. La distracción duró poco, y uno de los Acuosos se precipitó al ataque con sus extensas garras.
Me defendí con ambos brazos, pero inclusive así , un ardiente dolor recorrió mi omóplato izquierdo. Retrocedí con dos saltos, y vi que el brazo del Acuoso parecía un látigo, ondeando como si no tuviera huesos dentro. Al momento del impacto se había alargado, y las garras habían rasgado mi espalda.
Enervado por la situación, y sin poder considerar nada mejor, volví a lanzarme al ataque, ésta vez, con la intención de Encender en el momento indicado, pero los tres Acuosos eran un remolino de cuchillas que poco a poco mermaba mi vigor.
Desesperado, cambié de Arte, y con Flow a cuerpo completo intenté fluir y desorientar a los Acuosos. Danzando, con movimientos enigmáticos, encontré la primera apertura en uno de ellos, y con Burst en los brazos, Encendí al tiempo que lanzaba el ataque. Impacté directo en el rostro del acuoso, que se deshizo de arriba a abajo en un santiamén.
Giré para continuar, y a pesar del cansancio, el dolor y la inexperiencia, conseguí agacharme a esquivar las garras de otro Acuoso que se dirigían a mi rostro. No muy elegantemente, caí de espaldas y el segundo Acuoso se me tiró encima.
Me sacudí intentando escapar, y le sujeté como pude los brazos que resbalaban como serpientes, llenándome de múltiples cortes en las palmas.
Alzó ambos brazos coronados en cuchillas, dispuesto a darme el golpe final. Sin saber que hacer, Encendí, y como no podía arriesgarme a fallar, coloqué mis palmas como defensa.
Sus garras quedaron a centímetros de mí rostro, incrustadas y atravesando mis manos, pero yo había encendido, y el contacto se produjo. Lo sujeté fuerte hasta que Encender hizo efecto, y el acuoso se evaporó.
Las sangre goteó de los huecos de mis manos y se mezcló con mis lágrimas. Dejé de mirar mis manos, pero la imagen me asqueaba y revolvía mi estómago. Aún así, me sentía incapaz de gritar.
Ma arrastré lejos del otro Acuoso, cuyas garras chirriaban como metal oxidado. Tuve que rodar para esquivar el cuerpo de un Vigoroso que casi me aplasta.
Aproveché la nube de polvo y escombros para correr hacia la poza, con la esperanza de ver a Cornal y Caliza, pero ninguno estaba allí. Ya sin ideas o energías, recibí al último Acuoso.
Ya no podía centrarme. Mi mente divagaba en cientos de ideas a la vez. Esquivé mal y el corte en mi pecho vino con una serie de voces en mi cabeza sobre cómo debía o no esquivar, sobre las posiciones que no estaba adoptando, y me reprochaban que a pesar de haber entrenado hasta el cansancio extremo, no era capaz de realizar ninguno de los movimientos de mi repertorio.
El Acuoso me embistió con los brazos abiertos, y en un desesperado intento por alejarlo de todos, utilicé Harden a cuerpo completo, y rodeé su cuerpo en un abrazo que lo hizo chillar. Ambos caímos a la poza. El Residuo se sacudía violentamente para liberarse, llenándome de cortes en todo el cuerpo.
Grité de dolor, aunque de mi boca sólo salieron burbujas. Aún así me negué soltarlo. La rigidez y dureza que me brindaba Harden evitaba que el Residuo se escape de mi. A pesar de su viscosidad, y a pesar de lo desesperado que nadase, ya era tarde. Rodee mis piernas en su cintura, y cuando uno de mis brazos estuvo libre, Encendí mientras presionaba su pecho.
El Acuoso desapareció, como si nunca hubiera existido, dejándome desorientado y desangrándome lentamente bajo el agua. No podía contener la respiración por más tiempo, y no pude combatir contra la corriente que lentamente me atraía a una serie de túneles bajo el agua.
"Los canales conectan con otra cueva, infestada de Residuos". Recordé las palabras de Uvar.
Abrí los ojos ante la posibilidad que surgió en mi mente, y dejando que la corriente me guiase, hice todo lo posible por resistir. Cuando estaba en las puertas de la inconsciencia, entré a uno de los túneles. La fuerza de la corriente incrementó, y en lo que se encuentra carbón, salí disparado del estrecho túnel a una gigante cueva subterránea.
Cueva que, fiel a las palabras de Uvar, estaba infestada de Residuos.
"Excelente lugar en el que me vine a meter". Pensé mientras me quedaba acostado en el piso. El mundo daba demasiadas vueltas como para pararme, y de hecho, de moverme quizás solo alertaría a todos los Residuos que estaban dentro de la cueva. Gracias a todos los minerales existentes, descubiertos, inexistentes y por descubrir, aun no habían reparado en mi.
Un grupo bastante grande se amontonaba hacia la izquierda. Oía los chapuzones de lo que, presumiblemente, eran Acuosos entrando a los canales. Otro grupo mucho más pequeño, se centraba en la derecha. Aún sin las fuerzas para levantarme, oí entre el sonido agobiante de las garras de los Acuosos, las dagas metálicas de Uvar, y el raspar ocasional en el suelo de la lanza de Zois.
Probablemente Cornal estaba con ellos, por lo cual los tres, debían estar combatiendo a los Acuosos en masa. Pero los Esenciales me habían enseñado que tal organización no podría darse sólo por que sí.
Me puse boca abajo, y luego en cuclillas. Me oculté detrás de una roca y comencé a buscar en la oscuridad de las esquinas, lejos levitando, o en el medio dirigiendo a los Acuosos. Recorrí toda la cueva con la vista hasta que lo encontré, caminando con sigilo hacia el montón más pequeño.
Un General. El encapuchado se dirigía hacia los Esenciales, que estaban manchados de sangre combatiendo contra docenas de Residuos.
Mirando con más detalle, noté que el número de Acuosos disminuía rápidamente, así como también la velocidad de movimiento de Cornal y los demás, que se veían cada vez más acorralados. Y todo iría a peor si el General intervenía. Así que fue el momento de hacer mi apuesta.
Me acerqué a los Acuosos con sigilo, y mientras la atención de ellos estaba dirigida hacia de grupo de Cornal, me coloqué detrás de ellos. Tomé una larga respiración, sabiendo que de equivocarme, podría ser el fin. Aunque si no no hacía nada, también seria el fin.
Oculto de la vista del General, y a sólo un metro de la junta de Acuosos que avanzaba en trance hacia Cornal y los demás, Encendí y toqué la espalda de uno de ellos, que desapareció sin siquiera saber que lo atacó. Aproveché la distracción y eliminé a otro, aún con miedo de que volteen, pero tal como lo había previsto, estaban en una especie de trance profundo en la que no prestaban atención a nada que no sea el grupo de Cornal.
Ahí supe que había ganado la apuesta.
Comencé a eliminarlos uno por uno, a la par que avanzaba por detrás de ellos. Lejos de la vista del General, que seguía acercándose a Cornal. Aprovechando que los Acuosos me ignoraban, eliminé una gran cantidad en un santiamén.
Mi pecho se sentía cada vez más frío, y mis brazos hormigueaban con un calor que ya no era interno, si no febril. Temblé, sintiendo mis fuerzas disiparse con cada Acuoso que eliminaba. Cuando sentía que mi trabajo había servido, dí el aviso a viva voz:
—¡Cornal, Cornal! —sacudí los brazos, llamando la atención de los Esenciales, pero también del enemigo— ¡Un General se acerca por la derecha! ¡Hay menos Acuosos por la izquierda, salgan!
El encapuchado se quedó quieto unos segundos, análizandome. El camino que abrí desde las sombras fue tomado por los Esenciales, que avanzaron en un remolino, desintegrando y cortando Acuosos. No pude eliminar más, y me limité a retroceder.
—¡Zarode! —gritó Cornal al reunirse conmigo— ¿Qué estás haciendo aquí? Estás destrozado chico ¿qué ocurrió?
Los Acuosos marchaban lento hacia nosotros. El General, recién descubierto, no atacó de frente como había esperado, si no que guardó las distancias como antes, sabiendo quizás que en un combate no saldría bien parado.
—¿Cornal, qué hacemos? —preguntó Caliza apretando sus dagas con fuerza— La situación no es buena, tenemos que sacar a Zarode de aquí, tenemos que ir a Azurita, debemos ir con los demás —Estaba desesperada.
Cornal alzó la mano para callarla, y yo no dije una sola palabra. Estando con el Encendedor me sentía seguro, protegido, aunque el se viera lastimado, cansado y sudoroso. En los segundos en los que pensaba su curso de acción, oímos ruido en el mismo túnel por el que yo habia caído.
Segundos más tarde, el cuerpo sangrante de Uvar, vendada de pies a cabeza, aterrizaba de manera tan pulcra que no parecía estar repleta de cortes.
—Zois y Zarode se van con los demás, que ya están evacuando, Cornal, Caliza y yo, vamos a Azurita por los canales —ordenó sin pestañear.
Cornal pareció considerarlo durante un segundo, y asintió con fuerza.
Los Acuosos se habían acercado lo suficientemente, y el pelotón de Esenciales volvía a combatir, esta vez teníamos salidas: La poza que conectaba a Azurita y los canales al exterior estaban a nuestras espaldas.
—Yo no pienso huir, Cornal —susurró Zois con rabia mientras atravesaba un Acuoso con su lanza.
Me tambaleé, y el mareo se hizo tan insoportable que casi vomito. Comenzaron a discutir sus planes. Caliza fulminaba a Zois por no querer evacuarme, Cornal intentaba buscar una forma de acabar primero con el General, que...
Lo había perdido de vista. Cuando pude reaccionar, fue demasiado tarde. Sigiloso por detrás de unas rocas y algunos Acuosos, se había acercado lo suficiente a Uvar, la más herida del grupo.
Grité para llamar su atención, pero no fui escuchado, así que me lancé hacia ella con la velocidad sobrehumana que me daba Burst, el Arte que utilicé inconscientemente para llegar más rápido. Desvié con el hombro el brazo del General, que estuvo a punto de agarrar a Uvar de la nunca. Por desgracia para mí, el general no había Encendido antes, por lo que fallar no le supuso inconveniente alguno.
Se deslizó de mí, y en un movimiento que no pude ver, pateó mi pecho con tanta fuerza que me lanzó lejos del grupo.
Caí en la poza de agua, sin fuerzas para seguir, con las heridas ardiendo al contacto del agua. "Si hubiera utilizado Hardn no habría volado tan lejos". Me reproché.
Lo último que sentí, fue a una de las Liquidificadoras envolverse en mi cuerpo, antes de ser ambos arrastrados por la corriente que nos llevaba hacia Azurita. Cabe recalcar, que lo de ir cada rato a donde más Residuos había, me parecía una broma de muy, pero muy mal gusto.
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