En mi niñez pensaba que a los treinta sería feliz, que tendría mi vida resuelta, que ya tendría con quién mi vida seguir; pero, en lugar de eso, a los treinta aún estoy llena de angustias adolescentes, de dudas, de incertidumbres, de autocríticas, de golpes a mi autoestima...

A los treinta solo he logrado ser víctima de mis pensamientos, aquellos en los que me golpeó y digo que deje de intentar, que me rinda, que nunca fui ni seré suficiente para nadie...

A veces te culpo a ti, mi querido algo más que un amigo, por hacerme sentir miserable, después de todo, tú fuiste quién me hizo creer que era importante para su vida, pero luego me doy cuenta que más culpa tengo yo por darte el poder de hacerme feliz con un pequeño detalle, algo que a mis treinta suena incluso ridículo pues, en todo caso, a mi edad debería ser yo la artífice de mi propia felicidad.

Sé que esto no suena como poesía pero igual lo voy a publicar. Cuando leas esto ya habré sumado un año más a la tercera década de mi vida y probablemente aún continúe con mis angustias adolescentes, con mis miedos angulares y con mis dudas prepotentes o tal vez no, pero solo quiero que leas lo que una madrugada del mes de junio del 2018 llegó a la cabeza de esta humilde aspirante a poetisa para que veas que su mente no solo hay lugar para versos llenos de espinas y desamor sino que, en el fondo, están los pensamientos de una mujer que, a pesar de haber logrado cosas que no muchos del doble de su edad han alcanzado, todavía se siente insegura y con ganas de llorar cuando observa, incluso con envidia, como todas las personas que en algún momento conoció han logrado darle forma a su vida y ya tienen su destino marcado mientras que ella, a los treinta, solo quiere conocerse, solo quiere que su vida signifique algo para alguien, solo quiere aprobación, solo quiere que alguien como un tipo que la utilizó para saciar su soledad cuando su mujer se había ido del país se sienta estúpido por alejarla de su vida, solo quiere llenar sus pensamientos hedonistas al ver cómo valoran sus letras que, al final del día, es y será lo único que ha logrado calmar un poco sus depresiones e inseguridades.

Esto es lo que  soy: una mujer que a los treinta aún tiene angustias de alguien de la mitad de su edad, alguien que, a pesar de haber hecho algunas cosas importantes en cuanto a su vida laboral y en cuanto a sus letras, no puede sentirse realizada del todo pues llego alguien a su vida que la arrojó al lodo y que ni siquiera se preocupó por ayudarla a ponerse de pie por andar publicando una mentada felicidad al lado de una mujer a quién engañó de lo lindo...

Ahora que estoy terminando este desahogo me he dado cuenta de algo...
Y es que yo he logrado, a los treinta, conocer el significado de lo que es en realidad amar a alguien, y eso es algo que mi mentado "algo más que un amigo", no ha logrado hacer a pesar de casi sumar una década más de vida y de haber dejado unos cuantos (muchos) corazones rotos a su paso... tal vez esto sea ese trampolín que necesitaba para dejar de sentir lástima de mi misma y empezar a darme cuenta que, en todo caso, quien merece ese sentimiento sea el miserable ser humano a quién estúpidamente decidí darle el poder de hacerme feliz.
Al menos no me di cuenta de eso tarde...
Al menos me percaté de ello
A los 30.