Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 9: ᴇɴᴛʀᴇ ʟᴀꜱ ᴄᴜᴇʀᴅᴀꜱ ʏ ʟᴀ ᴍɪʀᴀᴅᴀ🦋




La puerta se abrió con un suave chirrido, interrumpiendo la atmósfera cargada que había dejado la última melodía. Los demás miembros del grupo de música de Lawrence entraron, sus pasos resonando en la sala. Por un momento, mi concentración se desvió hacia ellos, pero pronto volví a sentir la mirada de Lawrence, que no me había dejado desde que tomé el violín. Era como si su presencia estuviera absorbiendo toda mi atención, y el aire, de alguna manera, seguía vibrando con una energía que no podía ignorar.

—Ah, Hauser, qué bueno verte —dijo Allyn, su tono ligero y amistoso, como si no hubiera notado la tensión que flotaba en el aire. Los otros miembros del grupo asintieron, saludándome con sonrisas y gestos cordiales.

Lawrence se alejó de mí, su mirada nunca abandonándome por completo. Se movió hacia la pizarra para organizar las partituras, dando instrucciones para que comenzáramos la práctica. Pero su mirada seguía siendo tan intensa que me resultaba difícil concentrarme en lo que estaba haciendo. A medida que él se acomodaba, sus ojos se mantenían fijos en mí, como si esperara algo de mi parte. Algo que no podía definir, pero que estaba seguro de que solo él podía entender.

—Bien, chicos, empecemos —dijo Lawrence, su voz firme, pero algo diferente. El resto del grupo asintió, comenzando a afinar sus instrumentos, pero algo no encajaba en la atmósfera. Había una tensión sutil entre Lawrence y yo, una que crecía con cada segundo que pasaba. Como si todo lo demás en la sala fuera solo un telón de fondo, mientras nuestro hilo invisible se tensaba cada vez más.

De repente, sentí la mano de Michael en mi hombro, su gesto amigable pero inesperado. Miré hacia él, confundido, y fue suficiente para desconcentrarme por un segundo. Mi arco erró en las cuerdas, produciendo un sonido desafinado, y mi pulso se aceleró.

—¿Estás bien? —preguntó Michael, sin notar que su presencia estaba alterando mi concentración.

Pero antes de que pudiera responder, escuché la voz de Lawrence, cortante y llena de una emoción que no supe identificar.

—Michael, ¿puedes dejarlo en paz? —dijo con firmeza, su tono cambiando, apenas audible para los demás. —Déjalo concentrarse. Te dije que lo dejara a su ritmo.

Michael retrocedió un paso, su rostro mostrando una ligera confusión mientras Lawrence lo observaba con una mirada fija, que apenas se desvió hacia mí. Sus palabras no fueron solo una advertencia; era como una tensión que ahora no podía ignorar.

El resto del grupo siguió tocando, pero mi mente estaba completamente atrapada en la conversación silenciosa que se estaba desarrollando entre Lawrence y yo. En mi mente, todo se conectaba a esa energía compartida entre nosotros, algo que no se podía explicar con palabras, pero que era más evidente con cada segundo que pasaba. Era como si, en este pequeño espacio de tiempo, los demás no existieran, y solo él y yo fuéramos conscientes de lo que realmente sucedía.

Mientras intentaba encontrar mi ritmo nuevamente, escribía todo en mi mente, como si este momento fuera parte de una historia que necesitaba ser contada. Algo que solo yo y Lawrence podríamos entender. El violín, las notas, las miradas... Todo parecía ser un preludio a algo más, a una historia que ni Michael ni los demás podrían captar, por más que lo intentaran. Y, por alguna razón, me sentía incapaz de resistir la tentación de seguir tocando, de seguir dejando que la música hablara por mí, aunque sabía que Lawrence estaba siempre observando, esperando.

Había algo sobre esta conexión, este juego silencioso, que me mantenía cautivo, que me decía que no podía escapar, no sin pagar un precio que aún no comprendía por completo.

Mientras el grupo tocaba, y las partituras se mezclaban con las notas, me sumergí en la música, no solo como instrumento, sino como algo más profundo, algo que solo yo y Lawrence comprendíamos. Y esa sensación, aunque confusa, era todo lo que necesitaba para seguir adelante.


ਏਓ                                            ਏਓ


La sala de práctica seguía sumida en una atmósfera tensa, aunque la música flotaba en el aire, no lograba disipar la sensación incómoda que había quedado entre Lawrence y yo. Mientras los demás músicos afinaban sus instrumentos y comenzaban a practicar, mis pensamientos se dispersaban con la melodía, pero mi mente siempre volvía a ese hilo invisible que conectaba a Lawrence y a mí, cada vez más tenso, más real.

Pasaron casi treinta minutos. El sonido de las cuerdas y el ritmo fluían como una corriente, pero no podía dejar de sentir que algo estaba por suceder, algo que haría que todo se volviera aún más enredado. Y entonces, en el marco de la puerta, apareció ella: Alyssa. La teñida.

Al principio, no sabía si era real o si mi mente estaba jugando conmigo, pero la vi caminar hacia Lawrence. Su figura elegante, el brillo de su mirada, su sonrisa que parecía iluminar el ambiente, todo indicaba quién era. 

Me detuve, observándola de reojo, y vi cómo se acercaba a él. La interacción entre ambos fue sutil, pero sus movimientos hablaban más que cualquier palabra. Ella le susurró algo al oído, pero la distancia y la gente en la sala hacían imposible escuchar lo que decía. Solo pude ver sus labios moverse, luego la vi acercarse lentamente hacia él.

Sin previo aviso, Alyssa se inclinó hacia él, y sus labios se encontraron en un beso lento, pero con un toque de familiaridad, de complicidad, como si nada en el mundo pudiera interrumpir ese momento. Y, como si el tiempo se detuviera, mis ojos no pudieron apartarse de ellos.

Pero Lawrence, al parecer, sí notó que lo estaba observando. Su mirada se levantó de inmediato, cruzándose con la mía. No era sorpresa ni indiferencia lo que vi en sus ojos. Era una especie de desafío, como si me estuviera retando a mirar, a ser testigo de ese beso que sabía que no quería que yo presenciara. Un beso que era suyo, y que, por alguna razón, no quería que yo estuviera viendo. 

Y yo tampoco quería ver, pero lo tenía que hacer.

De un movimiento rápido, casi mecánico, Lawrence la apartó. Agarró su cintura con firmeza, alejándola con suavidad, como si intentara alejarla de cualquier distracción. Ella no se resistió. Alyssa, con una sonrisa ligera, parecía comprenderlo, y su rostro reflejaba la paciencia de alguien que estaba acostumbrada a este tipo de interacción.

Antes de que pudiera alejar mi mirada, vi cómo Alyssa miraba a los músicos y le susurraba algo más a Lawrence. Pero él, la miró y fue entonces cuando, sin querer, pude leer sus labios: "Estoy trabajando." Sus palabras parecían como una especie de excusa, un recordatorio de que estaba ocupado, que esto era algo fuera de lo común.

Y entonces, algo cambió en mí. Alyssa, al parecer, no solo le dijo algo a Lawrence, sino que al hacerlo, sus manos tocaron las de él de manera suave, casi como una caricia, como si lo tranquilizara. En ese momento, mi pecho se apretó. No pude evitar sentir cómo un extraño sentimiento de celos me recorría. Esa conexión entre ellos era tan natural, tan fácil, que no pude evitar mirarlos con una expresión feroz, casi como si fuera un depredador.

Mis ojos, fijos en Lawrence y en Alyssa, mostraban algo que no podía disimular. El celoso y posesivo deseo de que la atención de Lawrence volviera hacia mí. El hecho de que ella estuviera allí, tan cerca, tocando sus manos y ocupando su espacio, me hizo sentir como si estuviera viendo algo que no me correspondía.

La rabia burbujeaba dentro de mí, y aunque intentaba mantener la calma, mi mirada hacia ellos era todo menos tranquila. Mi expresión era clara: no podía soportar verlos tan cercanos, tan cómodos el uno con el otro.

Ella continuó conversando con él, ignorando mi presencia, pero yo ya no podía apartar mis ojos de esa escena. La celosa tensión que sentía era cada vez más palpable, y aunque trataba de hacerme el desinteresado, sabía que algo en mi interior se estaba rompiendo.

Mi mirada, fría y fija, permaneció sobre ellos, sin importar lo que hicieran, como si de alguna manera, cada gesto de Lawrence hacia Alyssa fuera una señal que confirmaba lo que no quería aceptar: que, en ese momento, no era yo quien ocupaba su mente.


Alyssa, con esa sonrisa segura y tranquila, se acercó a Lawrence nuevamente. La cercanía entre ellos, la forma en que se movían juntos, parecía tan natural que, aunque intentaba no verlo, no podía evitarlo. Sus labios se encontraron otra vez en un beso breve pero lleno de complicidad. No era solo un beso común; había algo en la forma en que se miraban después que me hacía sentir una punzada de celos punzante en el pecho.

Mis ojos, fijos en ellos, ardían con una mezcla de rabia y frustración. No quería que estuvieran tan cerca, no quería ver cómo la facilidad con la que se tocaban y se besaban era como una reafirmación de algo que no podía alcanzar. No era solo la presencia de Alyssa lo que me molestaba, sino la forma en que Lawrence la trataba, como si todo lo demás, incluida yo, fuera irrelevante.

El enojo crecía dentro de mí, y la necesidad de hacer algo para separarlos, para interrumpir esa escena, se apoderó de mí. Tenía que hacer algo, aunque fuera impulsivo, algo que llamara la atención de todos. Y, de repente, una idea llegó a mi mente.

Vi mi violín, la cuerda tensa y afilada. No lo pensé demasiado. Sin darme cuenta, acerqué mi mano a la cuerda de manera deliberada, como si mi cuerpo estuviera reaccionando de forma instintiva. La cuerda cortó mi piel con un dolor agudo, y un grito ahogado se escapó de mi boca. La sangre comenzó a salir rápidamente de mi palma, y la punzada de dolor hizo que mi concentración se rompiera completamente.

Mi respiración se volvió errática, y pude ver cómo la atención de los músicos, incluido Lawrence, se dirigía hacia mí. Michael, tocando su instrumento, me miró de inmediato al escuchar el sonido de mi grito. Sin dudarlo, hizo una señal a los demás músicos para que dejaran de tocar.

—¡Hauser! —exclamó Michael, su voz preocupada. Vi cómo sus ojos se agrandaban al darse cuenta de lo que había hecho.

Aguantando el dolor, lo miré, apretando la mandíbula para no dejar escapar otro sonido de sufrimiento. La herida no era grave, creo, era algo profunda. Pero el dolor y la sorpresa me hacían sentir aturdido. Mi mano sangraba y ardía, pero aún logré llamarlo:

—Michael... —mi voz salió entrecortada, y lo llamé, aunque no estaba seguro si lo estaba haciendo de forma consciente o no.

Michael caminó hacia mí, algo apurado, y el resto de los músicos se quedaron paralizados, sin saber cómo reaccionar. Fue entonces cuando vi a Lawrence. Aún estaba junto a Alyssa, pero al notar que algo sucedía, soltó su mano y se acercó rápidamente, su rostro en una mueca de sorpresa, preocupación y algo más.

Cuando llegó junto a mí, su mirada recorrió mi mano herida, notando el corte superficial pero sangrante en mi piel. Mi cuerpo, a pesar del dolor, seguía vibrando de tensión, y pude ver cómo su expresión cambiaba. Su ceño se frunció, y pude notar una chispa de celos, pero también algo que parecía una mezcla de frustración y confusión.

Michael, que había llegado a mi lado, intentó tocar mi mano, posiblemente para examinarla, pero antes de que pudiera hacerlo, Lawrence, con un gesto rápido, lo apartó, agarrando mi muñeca con algo de fuerza.

—No lo toques —dijo Lawrence, su voz baja y tensa, como si estuviera controlando su propio enojo. Michael se apartó de inmediato, mirando a Lawrence con una mezcla de sorpresa y algo de desconcierto.

Pero Lawrence no pareció notar eso. Su atención estaba completamente centrada en mí, y vi cómo su rostro se tornaba más protector, aunque también podía sentir una carga de celos en su mirada.

—No pasa nada —dijo Lawrence, intentando sonar tranquilo, pero había algo en su tono que no pude ignorar. Su mirada no dejaba de moverse entre mi mano y el entorno, y fue como si estuviera buscando una manera de calmar la situación sin que su control sobre mí se rompiera.

Con un suspiro profundo, giró hacia los otros músicos.

—Sigan tocando —ordenó, y con un gesto brusco me guió hacia la salida de la sala de práctica.

La confusión me invadió mientras me llevaba por el pasillo. Mi mano sangraba levemente, pero el dolor de la herida parecía palidecer ante la tormenta de emociones que aún me envolvía. No sabía si era por el dolor físico, la ira contenida o los celos que comenzaban a desbordarse, pero algo en mí quería estallar.

Cuando entramos en su oficina, Lawrence cerró la puerta tras de sí, con firmeza. Se acercó rápidamente a un maletín de primeros auxilios que tenía en su escritorio. Mientras lo hacía, sentí que mi respiración comenzaba a calmarse lentamente, pero la tensión en mi pecho no desaparecía. El hecho de que me hubiera apartado de los demás de esa manera, de que hubiera tomado las riendas de la situación, me hacía sentir extraño, vulnerable, como si de alguna forma, en todo ese caos, estuviera perdiendo el control.

Él sacó un poco de algodón y antiseptico para limpiar mi herida, pero sus manos no parecían tranquilas, como si sus gestos fueran rápidos, pero con un toque que trataba de ser suave. Cada movimiento era preciso, casi mecánico, y aunque su expresión estaba enmascarada por una calma fingida, podía ver que no todo estaba bien.

—No muevas la mano. —dijo finalmente, mientras me limpiaba la herida.

Pero lo que más me dolió no fue el corte. Fue la sensación de que, a pesar de todo lo que había sucedido, su mente seguía en otro lugar, quizás en su novia, quizás en algo que yo no podría alcanzar.


La oficina de Lawrence estaba en silencio, salvo por el sonido de los objetos moviéndose mientras él limpiaba mi herida. Aunque intentaba concentrarme en el dolor físico de mi mano, la tensión entre nosotros se mantenía palpable, más fuerte que cualquier dolor. La ira que había sentido antes seguía hirviendo dentro de mí, y la proximidad de Lawrence no hacía más que aumentar la incomodidad que sentía.

Estaba tratando de calmarme, pero cuando Lawrence terminó de limpiar la herida, su tono cambió. Era firme, más alto, y la mirada que me lanzó fue desafiante. Su rostro, normalmente sereno, ahora reflejaba un enfado contenido.

—¿Por qué lo hiciste, Hauser? —su voz retumbó en la habitación, como un golpe. No podía ignorarlo, no podía desentenderme de la furia en sus palabras.

Lo miré directamente a los ojos, sin apartar la mirada. El dolor seguía punzándome, pero lo que sentía en mi pecho era mucho más fuerte. No pude evitarlo.

—Porque no me gusta que estés cerca de ella —respondí, mi voz más fuerte de lo que esperaba. Sentía como si esa simple frase pudiera liberar toda la frustración que había estado acumulando, todo el malestar por no poder controlar lo que sentía. Por no poder alejar a Alyssa de su lado, por no poder cambiar nada de lo que estaba sucediendo.

Lawrence frunció el ceño, y su expresión se endureció al instante. Sus ojos se oscurecieron, como si se estuviera conteniendo, pero al final, soltó una respuesta, casi con desdén.

—Es mi novia, Hauser. No puedo alejarme de ella. ¿Qué esperas que haga? —su tono era mordaz, como si no comprendiera mi necesidad de intervención. Su voz era baja, pero cargada de una autoridad que me hacía sentir cada palabra como un golpe directo.

Apreté la mandíbula, sintiendo que algo dentro de mí se rompía, pero no podía quedarme callado. No podía dejar que simplemente se desentendiera de lo que me estaba haciendo sentir.

—Entonces... —dije, mi voz tensa, con una sonrisa irónica asomando en mis labios— si no puedes alejarte de ella, entonces yo tampoco podré alejarme de Michael. Porque él es mi amigo, y no tienes derecho a... —mi garganta se apretó por un momento, el dolor de la herida volviendo a ser más agudo.

Lawrence, al escuchar mis palabras, reaccionó de inmediato. Su rostro se tornó aún más serio, sus ojos ardían con algo que no podía identificar. Pero no me miraba con desprecio, sino con una mezcla de furia y control. Sabía que me estaba desafiando.

—¿Qué estás diciendo, Hauser? —su voz, aunque baja, era más peligrosa ahora, como si estuviera buscando que dijera algo más. Algo que no iba a poder controlar.

Pero antes de que pudiera responder, un grito de dolor salió involuntariamente de mi boca. La herida en mi mano me ardió con fuerza, y sin querer, me moví de manera brusca, provocando más dolor. Mis dedos temblaban mientras trataba de no mostrar más signos de debilidad, pero el dolor era tan intenso que no podía evitarlo.

Lawrence, al ver mi reacción, soltó una exhalación pesada, como si estuviera intentando mantener la calma. Luego, con un gesto brusco, se acercó un poco más y, con tono urgente, dijo:

—¡No te lastimes más! —Su voz, llena de preocupación, se mezclaba con una frustración que no podía disimular. Agarró mi muñeca con firmeza, y en su rostro vi algo que no había visto antes. No era solo celos, ni enfado. Era una especie de... desesperación.

—No sigas lastimándote —repitió, mientras me miraba, los ojos llenos de una tensión que no pude interpretar del todo. Quizás se preocupaba, o tal vez estaba más molesto por lo que había sucedido. No lo sabía, pero en ese momento, la contradicción de sus palabras me confundió más que nunca.

Lo miré fijamente, ignorando el dolor que me seguía recorriendo, y sentí que todo lo que había estado callando comenzaba a salirse de mi control. Sin embargo, decidí callar, al menos por un momento. No quería darme el lujo de seguir siendo vulnerable frente a él.


La sala estaba en silencio, solo el leve susurro de la respiración de ambos llenaba el espacio. Mi mano, que aún sangraba levemente, cayó a mi lado mientras me mantenía firme frente a Lawrence. Lo miraba sin apartar la mirada, sin sentirme intimidado por la cercanía, a pesar de la furia latente en sus ojos.

Pero, a pesar de mi resolución, él no me dejó bajar la mano. Su tono, esta vez algo más fuerte, casi una orden, me detuvo en seco.

—No —dijo, su voz llena de un mandato que no quería escuchar, pero que me hizo sentir aún más atrapado.

Sin decir una palabra más, mis ojos lo atravesaron mientras, lentamente, me acerqué a él. No pude evitarlo. Era como si algo en mi interior me empujara a enfrentarlo, a desafiarlo de una manera que no había hecho antes. Me acerqué más, hasta que la distancia entre nosotros desapareció. Sin pensarlo, lo empujé suavemente hacia la pared, de manera firme, pero no violenta.

Mis ojos no dejaron de mirarlo, fijos, con una intensidad que parecía decirlo todo. La tensión entre nosotros era palpable, como si una línea invisible se hubiera trazado, y yo la cruzara con cada paso.

—Responde lo que dije —dije, mi voz baja y tensa, pero llena de desafío. No estaba dispuesto a quedarme callado. Aún podía sentir el peso de sus palabras, y necesitaba escuchar lo que pensaba.

Sus ojos se agrandaron ligeramente al ver mi cercanía, y pude ver cómo su respiración se volvía más agitada. No se esperaba esto, no esperaba que me acercara de esta manera, y en sus ojos, pude notar algo que nunca había visto antes. Una mezcla de sorpresa y, tal vez, incomodidad.

—¿Te gustaría que Michael se acercara a mí? —pregunté, la pregunta cargada de una tensión que no podía disimular. Mi tono estaba cargado de una mezcla de desafiante y vulnerable. Quería saber, necesitaba saber si realmente pensaba lo que había dicho antes, si en realidad era tan posesivo.

Al principio, Lawrence no dijo nada. Su mirada vaciló, sus labios temblaron un poco mientras trataba de encontrar las palabras. Vi cómo luchaba internamente, sus ojos recorriéndome como si intentara entender mis intenciones.

—No —respondió finalmente, y su voz, por primera vez, era baja, algo rota. Como si, de alguna manera, se estuviera rindiendo ante lo que estaba pasando entre nosotros. Estaba algo conmovido por mi cercanía, por la forma en que lo había empujado a la pared. Su rostro, normalmente tan impenetrable, se mostraba ahora vulnerable, inseguro.

Sonreí, pero no era una sonrisa de victoria, sino una sonrisa que nacía del dolor de saber que, a pesar de sus palabras, las cosas nunca serían tan simples entre nosotros.

—Él es mi amigo, y lo sabes —dije, mi voz grave y triste. No quería que la conversación tomara este giro, pero ya no podía evitarlo. Ya no podía quedarme callado ante su intento de control.

Lawrence, al escucharme, pareció tensarse aún más. Su expresión se endureció, y pude ver cómo su cuerpo se tensaba de forma protectora. De repente, ya no parecía tan vulnerable. Al contrario, había algo de furia en su mirada.

—No quiero eso —dijo, su voz ahora más firme, cargada de un tono posesivo que me hizo sentir como si estuviera marcando un territorio que no podría atravesar. —Tú eres mío, Hauser. Nadie puede tocarte. Nadie más puede acercarse a ti.

Un nudo se formó en mi garganta. Su declaración me hizo sentir, al mismo tiempo, atrapado y desesperado. No era lo que quería escuchar, pero no podía ignorarlo. De alguna manera, sus palabras parecían más un reclamo que una declaración de amor, y eso me cortaba aún más. La lucha interna era palpable en mi pecho.

—Por favor, Lawrence... —dije, mi voz ahora más suave, pero también más triste, como si finalmente hubiera perdido la esperanza de que las cosas pudieran ser diferentes. —Déjanos ser como queramos. Que Michael se acerque a mí, que sea más que un amigo... —mi corazón latía con fuerza al decir esas palabras, como si al expresarlas estuviera abriendo una puerta que tal vez nunca podría cerrar.

Lawrence, al escuchar mis palabras, reaccionó de inmediato. Sus ojos se oscurecieron, y algo en su mirada cambió. Era como si algo dentro de él se hubiera incendiado. La ira y el celos brillaban en sus ojos, y su rostro se transformó, dejando atrás cualquier atisbo de duda o inseguridad.

Su cuerpo se tensó y, sin previo aviso, se acercó más a mí, con una rapidez y fuerza que me hizo retroceder levemente. Esta vez, no tartamudeaba. Su voz era clara, firme, llena de una furia protectora que me hizo estremecer.

—¡No! —dijo, casi rugiendo. —No vas a ser de nadie más. No te dejaré ir. No te permitiré que nadie más te toque. Tú eres mío, Haus. Y nadie, absolutamente nadie, va a acercarse a ti.— Repitió.

Su tono estaba lleno de celos, de una posesividad tan palpable que me cortó la respiración. Aunque sus palabras eran duras, podía ver que lo decía desde un lugar profundo, casi desesperado, como si temiera perderme.

Y en ese momento, mientras sentía su presencia invadiendo el espacio entre nosotros, algo en mí se quebró por completo. La tensión entre nosotros no era solo física, sino emocional. Habíamos cruzado una línea que no sabía cómo volver a cruzar, pero no podía negar que, en el fondo, esa misma tensión también me mantenía atrapado.


La tensión entre nosotros era insoportable, tan densa que casi podía palparse en el aire. Sentía su presencia cerca, tan cercana que mi corazón latía desbocado, como si estuviera a punto de explotar. No era solo la proximidad física lo que me afectaba, sino algo mucho más profundo. Algo que nunca quise admitir, pero que ahora, en ese instante, me resultaba imposible ignorar.

Miré a Lawrence, y había algo en su mirada que no había visto antes: una mezcla de furia y... desesperación. Como si no pudiera más con todo lo que sentía. Su cuerpo estaba tenso, su respiración algo más acelerada, y pude ver cómo la lucha interna en su rostro se volvía más evidente con cada segundo que pasaba.

—¿Lo dices en serio? —pregunté, mi voz un susurro, pero con la suficiente intensidad para que él supiera que no estaba jugando. No era solo una pregunta sobre sus palabras. Era la duda que había estado rondando en mi cabeza durante todo este tiempo. ¿Era esto real? ¿Todo lo que habíamos estado construyendo, o destruyendo, por no decir lo que sentíamos?

Pero él no respondió con palabras. No necesitaba hacerlo. En un solo movimiento, me tomó por la cintura, firmemente, con una mano que parecía marcarme, poseerme. Sentí su toque como si fuera una señal, como si me estuviera reclamando de alguna manera. Me atraía hacia él, y no pude evitarlo. Me dejé llevar por la fuerza de su gesto, por la necesidad que emanaba de su cuerpo.

"Solo para mí", dijo, su voz baja, grave, como si fuera un secreto que solo él podía guardar. Y aunque sus palabras fueron claras, algo en su tono hizo que mi respiración se detuviera por un momento. Era una afirmación, no una sugerencia. Me estaba diciendo, sin rodeos, que no había lugar para nadie más en su vida. Que yo no pertenecía a nadie más.

No podía hablar. No podía encontrar las palabras para contradecirlo. Todo mi cuerpo, mi mente, estaban atrapados en esa atmósfera tan cargada de emociones. Pero entonces, como si fuera un impulso incontrolable, sentí que algo en mí se quebraba. No podía seguir negándolo. No podía seguir ignorando lo que estaba pasando entre nosotros.

—Yo también soy... soy tuyo —dije, y me sorprendí a mí mismo al escucharlo. No lo planeé. No lo quise, pero las palabras salieron de mi boca, con esa mezcla de vulnerabilidad y desafío que nunca había tenido el valor de mostrar antes.

Lawrence no se movió, pero vi cómo su rostro se suavizaba un poco. Como si, en ese momento, todo lo que había sido antes, toda la ira, la tensión, se disipara por un segundo. Pero, aún así, su mirada era feroz, posesiva, como si ahora, más que nunca, supiera que tenía el control de la situación.

—Solo tú, Hauser. Solo tú —repitió, como una promesa que me hizo sentir, de alguna manera, más atrapado, pero también más seguro que nunca.

Nunca había imaginado que algo como esto podría pasar. Que yo podría ser tan vulnerable frente a él. Pero en ese momento, me di cuenta de algo que ya no podía ignorar: la línea que había cruzado entre nosotros no era solo una cuestión de palabras, sino de algo mucho más profundo. Y ahora, no sabía si quería regresar.


Me apoyé en el pecho de Lawrence, sintiendo su calor que se transmitía a través de la tela de su camisa. Era algo más bajo que él, y eso me hacía sentir su cercanía de manera aún más intensa, como si pudiera sumergirme en la calma de su presencia. El silencio entre nosotros era pesado, pero no incómodo, solo... intenso.

Sus manos se posaron en mi cintura con firmeza, y su tono de voz, aunque suave, no dejaba lugar a dudas.

—Tenemos que salir —dijo, su mirada recorriendo la habitación con la misma alerta que siempre tenía. —En cualquier momento puede entrar alguien, y no quiero que nos pillen aquí.

Miré hacia él y, aunque entendía perfectamente, una parte de mí no quería moverme, no quería que este momento terminara. Alzando la cabeza, lo miré fijamente.

—Un rato más —le pedí, mi voz un tanto más suave de lo que esperaba, pero llena de una necesidad que no podía esconder.

Lawrence suspiró, como si estuviera pensando en algo más importante que mi súplica. Finalmente, soltó su agarre de mi cintura, algo que no esperaba. Esa distancia, aunque pequeña, me hizo sentir un vacío que no quería. Sin pensarlo, tomé su muñeca y la coloqué de nuevo sobre mi cintura, esta vez un poco más arriba.

Me miró, sus ojos fijos en los míos, y no pude evitar decir lo que sentía en ese momento.

—Dame un beso —le dije, la urgencia no disimulada en mi tono.

Lawrence se quedó quieto, como si las palabras lo sorprendieran, y un breve silencio se instaló entre nosotros. Finalmente, negó con la cabeza, su rostro suavizándose en una expresión que no pude leer del todo.

—Después —dijo, su voz más baja, como si quisiera calmar la situación.

Fruncí el ceño, frustrado por su negativa. No quería esperar. No quería más retrasos.

—¿Después? ¡Yo quiero ahora! —respondí, un poco más firme de lo que había planeado.

Lawrence soltó una risa suave, como si la situación fuera un poco absurda, pero también como si estuviera disfrutando de la interacción más de lo que dejaba ver. Algo en su risa me hizo sentir una mezcla de alivio y confusión, pero seguía queriendo que ese momento fuera más.

—Lo sé —dijo finalmente, aún sonriendo, con una luz en los ojos que parecía prometer que la espera valdría la pena, pero no en ese instante.

—¿Lo sabes? —respondí, con un tono un poco más juguetón, mientras me apoyaba un poco más en su pecho. —Si lo sabes, sabrás que tengo que esperar 12 horas. ¡No quiero esperar! —agregué, haciendo un puchero, sin poder evitarlo.

La expresión de Lawrence se suavizó un poco, y una pequeña sonrisa apareció en sus labios, como si mi reacción le pareciera algo encantadora, pero también frustrante.

—Tendrás que esperar —dijo, con un suspiro, y su tono se volvió más serio mientras soltaba su agarre de mi cintura. Luego, se dirigió hacia la puerta con pasos lentos, como si estuviera dando por terminado el tema.

El enojo de esperar comenzó a crecer en mí. ¿Cómo podía esperar tanto tiempo? Sin poder evitarlo, una idea traviesa cruzó por mi mente. Tal vez podría hacerle un poco de juego, algo para que se sintiera celoso y me prestara más atención.

Con una sonrisa en mis labios, abrí la puerta y, bromeando, le lancé:

—Bueno, supongo que iré con Michael, entonces. —Mi tono era ligero, pero seguro de que lo molestaría.

Pero en ese preciso momento, cuando abrí la puerta, me encontré cara a cara con Michael, como si el universo estuviera conspirando para hacer mi broma aún más real. Ambos nos quedamos mirando, y la tensión en el aire cambió en un instante. Michael, al ver nuestra mirada, pareció un poco confundido, pero rápidamente recobró su compostura.

—¿Estás bien? —preguntó, con una mirada preocupada, notando algo en mi postura que no era completamente natural.

En ese instante, pude ver cómo la expresión de Lawrence cambiaba por completo. La frustración y la incomodidad se hicieron evidentes en su rostro, y me di cuenta de que había picado justo donde quería.

Mirando de reojo a Lawrence, decidí llevar la broma un paso más allá. Tomé la mano de Michael de forma juguetona, como si no estuviera del todo consciente de lo que estaba haciendo.

—No, no tan bien... ¿Puedes verla? —dije, haciendo una pequeña pausa y llevando mi tono a algo más travieso. —Me duele mucho...

Lawrence, al escucharme, no tardó en moverse. Se acercó a mí rápidamente, intentando disimular lo que sentía, pero pude ver claramente la incomodidad en su rostro. Con una mano en mi espalda, me tocó suavemente como si estuviera tratando de calmarme, pero su gesto era claro: no lo hiciera.

—No lo hagas —murmuró en mi oído, su tono lleno de una mezcla de advertencia y celos.

Podía sentir cómo su cercanía, su toque, intensificaba la tensión entre nosotros. Sabía que había ganado algo, pero también me di cuenta de que mi pequeña broma había encendido una chispa que no sabía si podría apagar pronto.

El toque de Lawrence en mi espalda me hizo tensarme, pero no iba a dejar que la situación se escapara tan fácilmente. Aún tenía una carta que jugar. Miré a Michael, que seguía mirándome con cierta preocupación, pero había algo en su expresión que me hacía sentir más audaz. Decidí seguir con la broma.

Aproveché que Lawrence estaba justo detrás de mí, tratando de calmar la situación, para sonreírle a Michael y girar ligeramente hacia él. Aproveché la cercanía, tomándole la mano de nuevo con una suavidad exagerada, como si fuera algo natural.

—¿No te parece que esta herida es un poco grave? —dije, mirando su mano, pero sin perder la oportunidad de dirigir mi mirada hacia Lawrence. Mi tono fue deliberadamente dulce, pero había algo en mi voz que lo hacía todo más provocador. —Tal vez Michael podría ayudarme, ¿no? Seguro que tú sabes cómo calmar un poco el dolor... —dije, sonriendo de forma insinuante.

Michael, aunque algo sorprendido, sonrió de vuelta, sin saber del todo si debía seguir el juego o no.

—Bueno, yo... claro, si necesitas ayuda, puedes contar conmigo —respondió, algo nervioso, pero con la intención que me hacía sentir bien.

Lawrence, detrás de mí, parecía contener la respiración por un momento. Podía ver cómo sus ojos se oscurecían un poco, el ambiente entre nosotros dos se cargaba de una tensión palpable. Fue entonces cuando su mano, de forma casi imperceptible, tocó ligeramente mi hombro, pero sin decir una palabra.

Lo miré por encima del hombro, disfrutando de la incomodidad que claramente estaba experimentando. Luego, me volví de nuevo hacia Michael y tomé su mano, llevándola hasta mi herida, como si estuviera mostrando de manera dramática lo mucho que me dolía.

—No te preocupes, Michael. Solo quería asegurarme de que no te fueras, en caso de que necesitaras quedarte un rato más para ayudarme... —mi voz se alzó con una mezcla de juego y desafío, sabiendo que las palabras podían poner a Lawrence al borde de la furia.

Michael miró a Lawrence, claramente consciente de lo que pasaba, pero sin saber cómo manejar la situación. Yo, en cambio, estaba disfrutando de cada segundo.

—Vamos, no tienes que preocuparte, ¿verdad, Lawrence? —dije, mirando a Lawrence con una sonrisa en los labios, claramente disfrutando de la incomodidad de ambos.

— No.— Contestó en seco.

 — Bueno, lo veo en la práctica tu herida. ¿Ok?

— Sí, enseguída te alcanzo.— contesté.

Y él se alejó.

Lawrence dio un paso hacia adelante, esta vez con una firmeza que no podía ignorar. Sus ojos estaban fijos en mí, y pude sentir cómo su cuerpo se tensaba por completo. Estaba claramente enfadado, y aunque trataba de ocultarlo, no lo hacía muy bien. Vi cómo sus labios se apretaban en una línea delgada, su paciencia claramente agotada.

—Hauser... —su voz era baja, cargada de advertencia.

Sin embargo, antes de que pudiera decir algo más, decidí terminar con el juego. Me giré hacia él y, con una sonrisa traviesa, me acerqué, finalmente dejando de jugar con Michael, aunque la tensión ya estaba creada.

—¿Qué pasa? ¿Celoso? —le dije en un susurro, mirando sus ojos con desafío.

Lawrence no respondió de inmediato, pero su expresión cambió completamente. Con un movimiento rápido, me tomó por la muñeca y me acercó a él, su rostro ahora tan cerca del mío que podía sentir su aliento. La tensión entre nosotros era palpable, como si cualquier movimiento pudiera romper la calma artificial que habíamos creado.

—No lo hagas otra vez —dijo, su tono bajo y lleno de una autoridad que me hizo estremecer.

Pero, en lugar de alejarme, lo miré con una sonrisa más grande, sabiendo que había llegado demasiado lejos para arrepentirme ahora. La broma había surtido su efecto, y me di cuenta de que ahora, todo lo que quería era ver hasta dónde estaba dispuesto a llegar.


No pude evitarlo. La tensión, el desafío en sus ojos, sus ojos, díos. Su color gris con un toque de verde, me estaban derritiéndo. Era perfecto. Todo me estaba impulsando a seguir adelante con la broma. Sonreí de lado, mi corazón latiendo más rápido por la adrenalina del momento.

—Entonces... ¿Me vas a dar ese beso ahora? —le dije, acercándome más, con una mirada que pedía más, que exigía más, desafiando sus límites. Sabía que estaba jugando con fuego, pero me encantaba.

Lawrence bufó, como si todo esto fuera un juego tonto, una especie de provocación que no valía la pena. Sin embargo, la forma en que sus ojos brillaban me decía lo contrario.

—Como si ganaras este juego... —dijo, con una sonrisa torcida, casi burlona. Fue la gota que colmó el vaso.

Antes de que pudiera reaccionar, se dio la vuelta, caminando hacia la puerta con una rapidez que me hizo quedarme helado. ¿De verdad iba a dejarme así? ¿Aún no había entendido que esto solo me daba más razones para seguirlo?

Mi mente, a medio camino entre la frustración y la diversión, no tardó en decidir lo que quería hacer. Si él pensaba que me iba a rendir tan fácil, se equivocaba. Apreté los dientes, y sin pensarlo más, salté como una diva, con la espalda recta y el cabello perfectamente movido hacia un lado. Era mi turno de seguir jugando.

Corrí hacia Michael, como si fuera la persona más segura del lugar, y me acerqué a él con una sonrisa triunfante. Sentí cómo mis pies tocaban el suelo con elegancia, y cuando llegué a su lado, no dudé en tomar su brazo, aferrándome a él de manera juguetona, como si estuviera buscando una excusa para estar más cerca.

—Michael... —dije, mirando hacia arriba con una sonrisa traviesa, asegurándome de que Lawrence lo viera. Me pegaba más a él, como si me sintiera completamente a gusto en su presencia.

En cuanto lo hice, escuché el sonido de la puerta de la oficina cerrándose tras Lawrence, y me di cuenta de que no solo había salido, sino que estaba observando la escena desde lejos, con una mirada fulminante.

Sus ojos, normalmente tan calculadores, ahora tenían una mirada de depredador. Cada paso que daba, cada vez que se acercaba, podía sentir el peso de su mirada sobre nosotros. Lo miré por encima del hombro, sabiendo que su ira era palpable, pero no podía dejar de disfrutar de la tensión que se había creado. Era como si todo esto fuera un juego de poder entre nosotros, y yo no iba a ser el que se quedara atrás.

Michael, al sentir mi cercanía, no pudo evitar tensarse un poco, pero no dijo nada. Solo me miró, claramente un poco confundido, pero dispuesto a seguir el juego.

Lawrence, desde la distancia, no dejaba de observarnos, sus ojos fijos en nosotros como si buscara cualquier excusa para intervenir. Pero no lo hacía. Se mantenía en su lugar, vigilante, y el aire entre nosotros tres estaba cargado de algo más que simple diversión.

Sin embargo, en ese momento, no pude evitar sonreír más ampliamente. Sabía que el juego acababa de tomar una nueva vuelta, y ahora, con Lawrence observándonos, la batalla por su atención era más intensa que nunca.



🦋

----

Perdón si hay errores 😞




                                                                   Se cuidan readers!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro