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ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ 16: Cᴇʀᴄᴀ ᴅᴇ ᴛɪ, ʟᴇᴊᴏꜱ ᴅᴇʟ ᴍᴜɴᴅᴏ🦋





La mañana llegó de manera abrupta, no por el sonido del despertador ni por la luz que se colaba a través de las cortinas, sino por un estruendoso rugido que partió el cielo en dos. Un rayo, tan cercano que casi podía sentirlo atravesando la habitación, iluminó la oscura mañana y estalló en un trueno tan fuerte que me hizo saltar de la cama.

Mi corazón latió desbocado, mi respiración se descontroló y, sin pensar, me levanté con brusquedad. En el proceso, golpeé la mesa de noche y el sonido resonó en mis oídos como un eco que me devolvía la sensación de desorientación. Miré alrededor, tratando de comprender dónde estaba, lo que sucedía, lo que me había hecho despertar tan agitado.

Lawrence, que aún dormía a mi lado, reaccionó al movimiento, y su cuerpo se tensó en la cama, claramente desconcertado. En un parpadeo, se incorporó, su rostro preocupado. Al ver mi agitación, se sentó en la cama y me miró fijamente.

—¿Estás bien? —preguntó con voz baja, pero cargada de inquietud. Su mirada aún reflejaba el sueño, pero su preocupación era evidente.

Yo respiré hondo, intentando calmarme, pero el sonido del tormentón seguía resonando en la habitación. Me pasé una mano por la cara, todavía algo aturdido.

—Sí, sí, todo bien... —dije rápidamente, buscando darme a mí mismo una explicación que no tuviera que ver con lo que realmente me había asustado: el estrépito del rayo. Pero no pude evitar que mi voz temblara ligeramente. Y parecer un estúpido asustado por un rayo.

Lawrence no pareció del todo convencido. Se acercó un poco más, sus ojos fijos en los míos, como si estuviera buscando algún indicio de que algo no estaba bien. De repente, su tono se suavizó, se hizo más tranquilo, casi protector.

—Fue solo un rayo, Hauser. —dijo, con una ligera sonrisa, como si quisiera aligerar la tensión del momento. — No hay nada de qué preocuparse, ¿vale? Sabes que los rayos solo asustan, no hacen daño si no te tocan.

Yo lo miré un momento, notando la calma en su voz, el tono tan seguro que me dio un pequeño respiro. En alguna parte de mí sabía que estaba siendo un poco irracional, pero el impacto de la tormenta me había sacudido más de lo que esperaba. La lluvia golpeaba la ventana con fuerza, y aún podía escuchar el retumbar lejano del trueno.

—Sí, tienes razón... Solo me asusté un poco. —dije, comenzando a relajarme a medida que las palabras de Lawrence calaban en mí.

Lawrence se acomodó en la cama, recostándose de nuevo, pero sin apartar la mirada de mí. Sabía que mi reacción había sido un poco exagerada, pero no me dijo nada al respecto. En su lugar, dio un suspiro y, con su habitual tono relajado, añadió:

—Es normal. La tormenta está fuerte, no te preocupes.

Asentí con una ligera sonrisa, y finalmente me dejé caer nuevamente sobre la almohada. Sin embargo, algo en el fondo de mi mente seguía dándole vueltas a la misma sensación de incomodidad que me había invadido durante toda la noche. Pero por ahora, la calma de Lawrence y el calor de la cama me ayudaron a relajarme, y, lentamente, el ruido de la tormenta y la presencia de él al lado mío me dieron la sensación de que todo estaría bien.

De todos modos, no pude evitar pensar, por un momento, si la tormenta no era solo un reflejo de lo que sucedía dentro de mí. Pero esa pregunta quedaría pendiente, por ahora.

La tormenta continuaba su furia, la lluvia azotando las ventanas con fuerza, y los truenos seguían retumbando como ecos de una guerra en el cielo. Sin embargo, dentro de la habitación, el aire se iba volviendo más denso con cada segundo que pasaba. Mi mente, aunque ahora un poco más calmada gracias a las palabras de Lawrence, no dejaba de dar vueltas a lo que había sucedido la noche anterior. Aún sentía la tensión flotando entre nosotros, como una sombra que se negaba a desvanecerse.

Lawrence, aparentemente, ya había logrado relajarse. Podía oír cómo su respiración se hacía más pausada, más profunda, mientras su cuerpo se hundía de nuevo en las sábanas. Pero yo no podía apartar de mi mente la conversación que había tenido con Allyn, la mención de Alyssa, la reacción de Lawrence. Había algo no dicho entre nosotros, algo que ambos sabíamos pero no queríamos enfrentar.

Con un suspiro, me acomodé en la cama, dándome vuelta para no mirarlo directamente. No quería que Lawrence notara que mi mente seguía rumiando sobre ese tema, aunque sabía que él ya debía haberlo percibido. No era tan bueno ocultando lo que sentía.

A lo lejos, el sonido de la tormenta se intensificó, un trueno particularmente fuerte hizo que el techo vibrara levemente, como si el mundo entero se estuviera sacudiendo. De repente, me di cuenta de que Lawrence había dejado de respirar de manera regular.

Me giré lentamente para verlo. Él estaba mirando al techo, en silencio. Sus ojos, normalmente llenos de seguridad, ahora mostraban una ligera inquietud. No podía decir si estaba pensando en lo mismo que yo, o si había algo más que lo preocupaba. Pero la atmósfera en la habitación había cambiado.

Me quedé observando un momento, sin saber si debía romper el silencio. Pero finalmente, él fue quien habló, con voz baja, casi como si temiera que las palabras pudieran alterar el ambiente.

—Hauser... —su tono era serio, pero su mirada seguía siendo cálida, como si estuviera buscando algo en mí. Algo que tal vez no quería mostrar.

Lo miré por un momento, el nudo en mi pecho volviendo a formarse. Pero respiré hondo, tratando de relajarme. Sabía que debía responder, pero no quería sonar distante, no quería hacer que la distancia entre nosotros fuera aún más palpable.

—¿Sí? —dije, forzando una sonrisa que no se sentía del todo genuina.

Lawrence, después de un largo momento de silencio, giró su cabeza hacia mí. Sus ojos ahora se veían más claros, como si hubiera tomado una decisión interna.

—Sé que algo está pasando, Hauser. —dijo, en un susurro, como si no quisiera que nada interrumpiera la seriedad de sus palabras. — A veces no puedes ocultarlo todo.

Mis dedos se apretaron en las sábanas. No sabía cómo reaccionar a eso, cómo responder sin darme a conocer más de lo que quería. Y, sin embargo, el simple hecho de que Lawrence estuviera tan pendiente de mí, que lo hubiera notado, me hacía sentir vulnerable de una manera que no me gustaba.

—No pasa nada, Lawrence —contesté, tratando de sonar tranquilo, pero mi voz traicionó la incomodidad que aún sentía.

El rostro de Lawrence permaneció serio, pero no presionó. No dijo nada más, y su silencio me permitió relajarme por un momento. De alguna forma, su presencia era un refugio, pero también me recordaba lo cerca que estábamos, lo fácil que sería dejar que todo saliera a la luz. Pero no estaba listo para eso. No podía.

Finalmente, el sonido de la lluvia disminuyó, como si la tormenta estuviera comenzando a perder fuerza. La luz gris del día se filtraba débilmente por las rendijas de las cortinas. El aire en la habitación seguía fresco, pero había algo reconfortante en la calma que comenzaba a regresar. Lawrence volvió a cerrar los ojos, y su respiración se hizo más profunda. Parecía que había aceptado mi respuesta, al menos por ahora.

A pesar de la tormenta exterior, la tormenta dentro de mí no desaparecía. No podía evitar pensar que, aunque el día comenzara a despejarse, mis propios pensamientos seguían tan nublados como la lluvia que caía afuera. Pero por un momento, simplemente me dejé llevar por la quietud de la habitación, por el sonido constante de la tormenta que, poco a poco, iba perdiendo su fuerza. La sensación de la cama, el calor de las sábanas, la seguridad de saber que Lawrence estaba allí, me ayudó a relajarme, aunque solo fuera por un rato.

Sabía que el día nos esperaba, que habría que enfrentar todo lo que quedaba por delante: los conciertos, las ensayos, las responsabilidades. Pero por ahora, todo lo que quería era dejarme llevar por la calma que, aunque frágil, nos rodeaba.

—Gracias, Lawrence —susurré, más para mí que para él.

No respondíó, pero su presencia a mi lado, esa calma silenciosa que compartíamos, me hizo sentir, aunque fuera solo por un instante, que todo iba a estar bien.

La tranquilidad en la habitación se mantuvo durante unos minutos más, como si la tormenta hubiera dejado de golpear el mundo exterior por fin. El sonido de la lluvia era ahora solo un murmullo lejano, y el sol, aunque tímido, comenzaba a filtrarse a través de las cortinas, iluminando la habitación con un tono gris cálido. Estábamos a punto de quedarnos dormidos de nuevo cuando, de repente, un golpe firme en la puerta nos sacó del sopor matutino.

Toc, toc, toc.

Era un golpe apresurado, como si alguien tuviera prisa, y fue suficiente para que mi corazón volviera a acelerarse un poco, la calma de antes se rompió de inmediato. Lawrence se giró lentamente, como si no quisiera moverse, pero entonces el golpe se repitió, más fuerte esta vez.

— ¿Sí? —dijo Lawrence, y su voz sonó tranquila, pero con una ligera tensión.

La puerta se abrió con un crujido bajo, yMichael, siempre lleno de energía, apareció en el umbral. Estaba medio inclinado hacia adelante, como si estuviera tratando de contener algo más que solo la información que iba a dar.

Hey, chicos. —su voz rompió el aire. Pero, de manera curiosa, no entró de inmediato. Se quedó en la puerta, mirando rápidamente alrededor de la habitación, como si no quisiera interrumpir demasiado nuestra privacidad. Había algo en su actitud que me hizo sentir que no quería invadir el espacio, pero también que estaba apresurado por compartir algo.

Lawrence, al ver a Michael allí, se incorporó ligeramente en la cama, dejando entrever que, aunque había estado a punto de volver a relajarse, entendía que algo importante venía. Yo, por otro lado, ya empezaba a sentirme incómodo con la interrupción, pero no quería que Michael lo notara.

Michael miró hacia Lawrence y, sin más preámbulos, dijo:

Law, el concierto de hoy se canceló. —su voz era firme, pero parecía algo sorprendida por la noticia. — Lo vamos a pasar para mañana, casi a la anochecer.

Me quedé en silencio por un momento, digiriendo la información. La idea de un día libre, de no tener que dar otro concierto bajo la presión del público, me parecía extraña, casi un alivio. Sin embargo, algo dentro de mí también sentía que esa noticia cambiaba los planes, y me hacía pensar en mis propios compromisos, los cuales no podía eludir.

Lawrence asintió, y su expresión, aunque relajada, tenía una sombra de sorpresa. No parecía molesto, pero sí algo desconcertado por el cambio de planes.

Okay, —respondió Lawrence, con su habitual tono calmado. — Mañana, entonces... cerca de la noche.

Michael asintió con una sonrisa rápida, como si todo estuviera resuelto, y luego se dio la vuelta para salir de la habitación. Antes de irse, me miró, y simplemente desvió la mirada.

— Perdón por entrar así... no quería interrumpirlos... No diré nada.

Voy a avisar a los demás, luego nos vemos. —Y con eso, se alejó de la puerta y cerró suavemente tras él.

El silencio volvió a instalarse entre Lawrence y yo, pero esta vez, la atmósfera era diferente. Algo pesaba en el aire, y no era solo la noticia del cambio de conciertos.

Yo estaba perdido en mis pensamientos, sintiendo que algo no encajaba. El concierto que ahora se posponía tenía consecuencias para mí también, aunque no en la forma en que Lawrence lo pensaba. Tenía que hablarlo, tenía que sacar de alguna forma lo que me rondaba por la cabeza.

Con una voz baja, como si temiera que alguien más lo escuchara, susurré a Lawrence:

No voy a poder ir al concierto, Lawrence... —Mi garganta se apretó un poco, pero tenía que decirlo. — Tengo clases. Y tengo que ir.

Lawrence, al principio, no dijo nada. Me miró por un segundo con sus ojos fijos en los míos, y pude ver cómo comprendió lo que significaba. Sabía que mis estudios siempre habían sido una prioridad, pero también notó que, para mí, ese concierto era importante. Sin embargo, no parecía molesto. En lugar de eso, su expresión se suavizó, y suspiró con resignación.

No importa, Hauser, —dijo finalmente, levantándose de la cama mientras me dirigía una mirada tranquila. — Es casi al anochecer, así que tal vez llegues tarde... pero de todas formas, el trabajo es el trabajo, ¿no?

Su tono era relajado, sin presiones, como si aceptara mi decisión sin discutirla. La comprensión en sus ojos me hizo sentir un poco más aliviado, como si ya no tuviera que dar explicaciones. Al final, si no podía estar allí en el concierto, era por algo que, aunque no ideal, tenía que cumplirse.

Me quedé en la cama un momento más, contemplando la idea de salir, de enfrentar el día con todas las responsabilidades que se venían encima. Mientras Lawrence se estiraba y se estiraba hacia el borde de la cama, me levanté lentamente, buscando el equilibrio entre mi vida profesional y personal. Sabía que no podía evitar el compromiso con mi música, pero mis estudios también requerían mi atención. La balanza entre las dos cosas siempre había sido complicada.

Vamos, Hauser, no te quedes dormido. —dijo Lawrence con una sonrisa burlona, notando que estaba un poco más distraído de lo normal. — Si no vamos ya, no llegamos a nada.

Sacudí la cabeza, como si intentara despejarme de todo lo que había pasado. Estaba claro que no iba a dejar que el día se me escapara por más que tuviera en la cabeza. Tenía un objetivo, y aunque me sentía dividido, sabía que debía seguir adelante.

Nos pusimos de pie casi al mismo tiempo, el ritmo de la mañana comenzando a empujarnos. Aunque la noticia del concierto cancelado había alterado mis planes, había algo reconfortante en saber que no todo se había desmoronado. El sol brillaba tímidamente fuera de la ventana, como si todo fuera a estar bien, al menos por ahora.


La habitación estaba sumida en el silencio, el único sonido era el suave repiqueteo de la lluvia sobre las ventanas y el ligero resplandor que comenzaba a colarse por las rendijas de las cortinas. Yo estaba a punto de quedarme completamente dormido otra vez, acurrucado bajo las sábanas, cuando una voz suave pero firme me alcanzó desde el otro lado de la cama.

—Hauser, tenemos que ir a desayunar.

Me dio pereza reaccionar al principio. Mi cuerpo estaba pesadamente atrapado en el sueño y las sábanas me ofrecían una comodidad que no quería dejar. Un rato más, me dije. Pero la voz de Lawrence insistió.

—Vamos, te estás quedando dormido de nuevo. Es hora de levantarse.

—Un rato más —respondí sin abrir los ojos, con la voz entrecortada por el sueño—. Sabes que odio levantarme temprano...

Lawrence no tardó en sonreír, y aunque no lo veía, podía sentir su mirada juguetona.

—Está bien, puedes dormir más... pero yo me voy.

Entonces sentí cómo el peso de la cama se desplazaba cuando Lawrence se sentó al borde. El movimiento me hizo darme cuenta de que, aunque aún quería seguir durmiendo, algo me estaba sacando de mi letargo.

Un suspiro cansado escapó de mis labios mientras trataba de mantener los ojos cerrados. Pero justo cuando estaba a punto de rendirme completamente al sueño, mi mano se levantó de forma torpe, casi como si fuera un acto reflejo. Con los ojos medio cerrados y la mente nublada por el sueño, tomé la muñeca de Lawrence.

—No... —murmuré, sin comprender del todo lo que hacía—. No me dejes solo... ya me voy a levantar...

Lawrence se quedó en silencio por un momento, notando mi tono sonámbulo, y pude sentir cómo su rostro se iluminaba con una sonrisa que, aunque invisible para mí en ese instante, me llegaba en su calidez. Con suavidad, comenzó a acariciar mi cabeza, como si disfrutara el pequeño momento en el que tenía control sobre la situación, como si lo estuviera haciendo todo por mí, sin prisa.

—¿No? —dijo con una voz que sonaba completamente satisfecha—. Claro que sí, ya te vas a levantar. Pero por ahora, quédate un rato más. No te preocupes, yo me voy solo.

Mi agarre en su muñeca se relajó lentamente, y un suave gruñido escapó de mi boca, mientras finalmente me dejaba vencer por el sueño, sintiendo que, aunque me estaba dejando ir, no lo estaba haciendo solo.

Y mientras me hundía de nuevo en la tranquilidad, escuché el susurro de Lawrence, antes de que el silencio volviera a invadir la habitación.

—Eso es... duerme tranquilo, Hauser. Yo me encargaré de todo.

Con eso, su presencia y su calma me dejaron finalmente caer en un sueño ligero, sabiendo que, aunque el día ya comenzaba a levantarse con su prisa, por un momento más, yo tenía el lujo de quedarme en ese rincón seguro de su compañía.


El sonido suave de la lluvia continuaba, como una melodía distante, mientras me acomodaba en la cama, casi volviendo a quedarme dormido, cuando de repente, un leve crujido me hizo abrir los ojos. Lawrence se levantó con tranquilidad, como si el mundo se detuviera para él. No era la primera vez que lo veía moverse por la habitación en su rutina matutina, pero en ese momento, algo en su presencia me llamó más la atención.

Vi cómo se estiraba, su cuerpo alzándose de la cama con una elegancia que siempre me había sorprendido, como si cada movimiento fuera calculado, una danza silenciosa y casi perfecta. Sus músculos, firmes pero relajados, se tensaban suavemente cuando se dirigió al armario. La luz gris del día iluminaba sus rasgos con suavidad, y cada paso que daba hacía que la habitación pareciera más pequeña, más llena de su presencia.

Mientras seleccionaba su ropa, mi mirada lo siguió sin querer. La forma en que sus dedos rozaban las telas, cómo elegía con cuidado lo que iba a ponerse, y la manera en que se ajustaba la camiseta a su cuerpo con tanta naturalidad... Era un espectáculo sencillo, pero fascinante. Había algo en esa rutina que me desarmaba, algo que me hacía sentir que lo conocía de una manera íntima, pero que, al mismo tiempo, siempre había algo nuevo en él, algo que no podía entender del todo.

Me quedé ahí, observándolo en silencio, como si me hubiera quedado atrapado en el ritmo de sus movimientos. No me di cuenta de lo absorto que estaba, hasta que él, en medio de ponerse los zapatos, miró hacia mí. Sentí sus ojos sobre los míos, y en un impulso, cerré los míos rápidamente, avergonzado de haber sido descubierto.

Un silencio breve siguió, pero enseguida escuché la voz de Lawrence, tranquila pero con una ligera sonrisa, como si supiera perfectamente lo que había pasado.

—¿Te gusta lo que ves, Hau? —preguntó con tono divertido, pero no burlón. Su voz era cálida, como siempre, como si no le importara que lo hubiera estado mirando.

Mi rostro se sonrojó, y mi corazón dio un pequeño brinco, como si la sorpresa hubiera golpeado con fuerza.

—No es... no es lo que parece —balbuceé, aún con los ojos cerrados, sintiendo que mi nerviosismo aumentaba.

Lawrence rió suavemente, esa risa tranquila que me hacía sentir como si no tuviera por qué avergonzarme, aunque yo lo estuviera haciendo.

—Claro, claro —respondió con tono suave, terminando de abrocharse la camisa y ajustándose los pantalones con la misma calma de siempre—. No te preocupes, Haus A veces es difícil no admirarme.

Le tiré su almohada con molestia en la dirección de él, y antes darle el golpe, escuché una risa, y yo algo avergonzado dije:

— ¡Ya cállate Law! Y es por que te ves hermoso sin ropa.— Dije, sin abrir los ojos y con el ceño fruncido.

Podía imaginar la sonrisa satisfecha en su rostro mientras hablaba, y aunque me sentía torpe y un poco expuesto, también no podía evitar la admiración que sentía por él. Aunque intentara ocultarlo, a veces parecía que Lawrence tenía esa habilidad de captar la atención sin esfuerzo, de dejar una huella en todo lo que hacía.

—Solo asegúrate de levantarte —dijo, y aunque su tono era ligero, había una cierta suavidad en sus palabras que me decía que, en el fondo, no estaba tan preocupado por el qué diría como por cómo me sentía.

No pude evitar sonreír de manera torpe, aunque mis ojos seguían cerrados, esperando que el momento pasara. Sin embargo, no podía evitar pensar que, en ese instante, en su rutina tranquila y natural, había algo en él que me fascinaba más que cualquier otra cosa.

Lawrence terminó de vestirse, y aunque estaba claro que yo había estado observando más de lo que debería, la habitación volvió a quedar en silencio, pero esta vez, el aire parecía un poco más ligero, como si lo que acababa de ocurrir entre nosotros fuera un secreto compartido sin necesidad de palabras.


El sonido de los pasos de Lawrence, ahora que estaba terminando de vestirse, me hizo darme cuenta de lo callado que había estado todo este tiempo. A pesar de que había sido un momento de pura rutina para él, yo no podía dejar de sentir una extraña mezcla de frustración y deseo de estar más cerca de él. Había algo en su presencia que siempre conseguía perturbarme, incluso en los momentos más simples, como ese.

Me quedé acostado en la cama, mirando cómo se movía con total naturalidad, cuando un suspiro escapó de mis labios. La sensación de estar a punto de quedarme solo en la habitación me incomodaba de una manera inexplicable.

—No me gusta no estar contigo... —dije, con molestia en la voz, casi como si me reprochara el tener que dejarlo ir tan pronto—. Quiero estar contigo, ven por favor.

Mi voz, aunque suave, tenía un tinte de urgencia que no pude disimular. No sabía por qué, pero en ese momento, mi necesidad de tenerlo cerca me abrumaba. No era solo por la cercanía física, sino por la comodidad que su presencia me daba, esa calma que solo él podía proporcionarme.

Lawrence se detuvo, su sonrisa de siempre apareció en su rostro, una sonrisa que bien podía ser una mezcla de diversión y ternura. Se acercó a la cama con esa tranquilidad que siempre lo rodeaba, como si nada en el mundo pudiera apresurarlo.

—Bueno, estaré a tu lado, pero levántate ya —dijo, su voz cálida y burlona, mientras se agachaba un poco hacia la cama.

Me senté lentamente, aún medio adormilado, sin la energía suficiente para realmente enfrentar el día. No tenía ganas de ponerme de pie, pero su cercanía, su voz, me impulsaron a hacerlo. Estiré mis brazos por encima de mi cabeza, y me cubrí mis partes con las sábanas, de alguna manera queriendo evitar cualquier incomodidad en el aire, aunque la situación ya estaba lejos de ser casual.

—Ya te he visto sin ropa, no hace falta que te tapes —dijo Lawrence, con una sonrisa burlona, como si su comentario fuera lo más natural del mundo.

Mi rostro se ruborizó al instante, y aunque me sentía un poco avergonzado, no pude evitar mirarlo, esbozando una sonrisa juguetona. Sin pensarlo, respondí:

—Pervertido.

Lawrence soltó una carcajada suave, esa risa que siempre lograba hacerme sonrojar, pero también me relajaba. Se quedó allí, mirando cómo me levantaba con menos ánimos de los que debería, pero con una actitud que, a pesar de todo, no dejaba de ser un poco juguetona.

—Lo que pasa es que me encanta mirarte. —dijo con una sonrisa cómplice, acercándose aún más a la cama, como si su presencia fuera lo único que necesitaba para hacer que el día comenzara.

Me recosté un poco hacia atrás, cubriéndome las piernas, aún sin ganas de salir de la cama, pero con la sensación de que, tarde o temprano, tendría que enfrentar el día. Al menos, por un momento, la situación era ligera, como siempre lo era con él.

La habitación estaba impregnada de una calma extraña, un silencio que dejaba espacio para que mi mente divagara sin control. Miré a Lawrence mientras él estaba de pie cerca de la cama, con su mirada tan segura, tan tranquila. Un impulso irracional me llevó a levantarme y acercarme a él, como si su cercanía fuera la única que me diera paz en ese momento.

Me incliné ligeramente hacia adelante, moviéndome con la intención de darle un beso, una muestra de cariño, un gesto que al menos aliviara la sensación de distancia que comenzaba a notarse entre nosotros. Pero justo antes de que pudiera alcanzarlo, sentí sus dedos en mis mejillas, dándome un suave golpe que, de alguna forma, me desconcertó por completo.

Me quedé allí, parado frente a él, con la sensación de estar medio suspendido en el aire, sin saber cómo reaccionar. Mis labios se detuvieron en el aire y, confundido, lo miré a los ojos.

—¿Qué...? —dije, un tanto atónito.

Lawr, con una sonrisa divertida, no respondió de inmediato. Solo me observó por un momento, como si estuviera disfrutando de mi desconcierto, y luego dijo, con tono burlón:

—Lévantate primero.

La respuesta me hizo bufar con frustración, como si la lógica de sus palabras fuera absolutamente irrefutable, pero igual me molestara.

—¡Ay, por favor! —repliqué, algo berrinchudo, como si fuera un niño que no quería hacer lo que le decían.

Lawrence soltó una risa suave, pero esta vez no se movió de su lugar. Simplemente me observó, entretenido con mi reacción, como si todo estuviera bajo control en su mundo, como siempre.

—Levántate primero y después lo veremos —dijo con una sonrisa traviesa.

No tenía muchas opciones, en el fondo sabía que tenía que hacerlo si quería cualquier cosa de él. Pero me resistí, un poco por diversión, un poco porque no me gustaba que las cosas fueran tan simples entre nosotros.

—¿Ni siquiera un beso de buenos días? —le dije, con un tono entre quejumbroso y juguetón.

Lawrence arqueó una ceja, algo que hacía cuando realmente quería hacerme sentir como si estuviera completamente en sus manos.

—No. Así que si lo quieres, levántate. —Su voz era firme, pero el brillo en sus ojos revelaba la diversión que experimentaba viéndome molesto por algo tan sencillo.

Finalmente, me rendí, suspirando con pesadez. Estaba claro que no lograría que me diera el beso sin levantarme. Me aparté lentamente de él y comencé a cambiarme, aunque la incomodidad me invadió en cuanto me di cuenta de que Lawrence no se apartaba. Estaba allí, observando cada uno de mis movimientos con una intensidad que me hacía sentir un poco... vulnerable.

Me sentía consciente de cada centímetro de mi cuerpo mientras me vestía, casi como si su mirada estuviera pesando cada gesto, cada parte de mí. De repente, una extraña sensación de inseguridad me recorrió, pero no podía detenerme. Él no decía nada, solo me observaba en silencio, como si estuviera esperando algo, aunque yo no supiera qué.

Fue entonces cuando, al verme en medio de este proceso tan ordinario y tan íntimo, Lawrence habló con su tono tranquilo y su sonrisa pícara.

—No te preocupes, Hauser. Ya te dije que te he visto antes.

El comentario, dicho con esa familiaridad tan natural, me hizo sentir aún más expuesto, pero a la vez, me resultó... desconcertante. La forma en que lo decía me hizo sentir que, de alguna manera, me entendía mejor que yo mismo.

—No hace falta que me mires tan detenidamente... —dije, aún con algo de incomodidad, sin saber si estaba bromeando o si realmente se sentía tan a gusto viéndome de esa manera.

Lawrence solo sonrió, un gesto que denotaba diversión, pero también una cierta calma.

—¿Por qué no cariño? Ya sabes que me gusta ver todo de ti.

El tono de su voz, aunque ligero, me hizo sentir que las palabras tenían más de lo que dejaban ver. Sabía que no debía ponerle mucha importancia, pero la sensación de ser observado por él de esa forma me dejó un nudo en el estómago. Sin embargo, no quería darle demasiada importancia. Al final, me vestí un poco más rápido, sabiendo que lo que más me pesaba no era el acto de cambiarme, sino la sensación de que todo esto nos estaba acercando más de lo que estaba dispuesto a admitir.

Al final, me puse de pie, mirándolo con una mezcla de desafío y resignación.

—¿Ya feliz? —le dije, aunque en el fondo ya sabía que no iba a ganar esta batalla.

Lawrence simplemente asintió, con esa sonrisa tan suya, como si todo lo que había sucedido fuera un juego que solo él entendía.


La tensión en el aire seguía flotando, pero por fin, después de un rato de hacerme esperar, Lawrence se acercó con esa sonrisa tan suya, esa que sabía que me derretía. Sus dedos acariciaron suavemente mi mejilla, y sin decir palabra, me dio el pequeño beso que tanto había deseado. Fue un toque breve, pero cálido, un pequeño gesto que, al menos por un momento, me hizo sentir que todo estaba bien, que todo podía ser tan simple como eso.

En cuanto sentí sus labios sobre los míos, no pude evitar un suspiro de satisfacción. Mi pecho se relajó, y de inmediato, tomé la oportunidad para hacer algo que había estado pensando todo el rato. Me deslicé suavemente hacia él, me senté en su regazo sin pensarlo mucho, disfrutando de la cercanía que tanto me gustaba. Era una forma de demostrarle que no me importaba la complicación de las cosas entre nosotros, solo quería estar con él. Y, al menos por un momento, todo lo demás podía esperar.

Lawrence, sin embargo, no parecía tan dispuesto a dejar que las cosas se quedaran ahí. Su mirada cambió, una mezcla de ternura y determinación en sus ojos, como si supiera exactamente lo que estaba haciendo, pero aún así tuviera que cumplir con una obligación más grande. Susurro suavemente en mi oído:

—Ahora no, Ha. Tenemos que irnos.

Sus palabras me hicieron suspirar. No quería separarme de él, no quería que ese momento terminara tan rápido. Pero, claro, sabía que tenía razón. Había cosas que hacer, que no podíamos ignorar.

—¿Un rato no más? —le pedí, casi como un niño pequeño que no quería que lo dejara ir. Mis palabras salieron con un tono suave, lleno de súplica, mientras mi rostro se acercaba al suyo nuevamente. Pero esta vez, no me detuve a pensarlo. Fue más un impulso, una necesidad de sentir su cercanía.

Lo besé de nuevo, pero antes de que pudiera disfrutar del momento por completo, él se apartó rápidamente, sin darme mucho espacio para protestar. Su expresión se mantuvo firme, aunque aún había una chispa de diversión en sus ojos.

—No, Hauser —dijo con una sonrisa traviesa—. Es demasiado tarde para "un rato más".

Antes de que pudiera decir algo, Lawrence me levantó con facilidad, como si yo fuera tan ligero como una pluma, y me sacó de su regazo con la misma rapidez con la que me había acercado. La acción fue tan repentina que no pude evitar soltar una pequeña risa, sobre todo porque, aunque intentaba parecer serio, veía la divertida mirada que tenía, como si todo fuera parte de algún juego.

—¡Hey! —protesté entre risas, sin poder contenerme—. ¿¡Eso no fue justo!?

Lawrence, al ver mi reacción, soltó una risa baja, casi un susurro, mientras me mantenía levantado en el aire.

—¿Te quejas ahora? —dijo, aún sosteniéndome—. Si quieres que lo hagamos, levántate y ven conmigo.

Y, al final, después de todo el alboroto, solo nos miramos por un momento, riendo como si no hubiera ningún problema real. Como si la seriedad de la situación pudiera esperar, aunque ambos sabíamos que, por mucho que quisiéramos quedarnos allí, las cosas seguirían avanzando. Pero, al menos, por un momento, nos reímos juntos.




El sol apenas comenzaba a asomar, iluminando suavemente el pasillo mientras caminábamos juntos hacia la cocina. Cada paso parecía más ligero cuando estaba a su lado. Lawrence y yo intercambiamos sonrisas cómplices, como si el mundo a nuestro alrededor no importara tanto como el momento que compartíamos. A medida que avanzábamos, no pude evitar acercarme un poco más a él, robarle un beso rápido en la mejilla, luego otro en los labios, siempre breves, pero intensos. Él me devolvía el gesto con la misma rapidez, un toque fugaz que me hacía sentir como si estuviéramos envueltos en nuestro propio pequeño universo.

—¿Qué tal si... —comencé a susurrar, pero antes de que pudiera terminar, me plantó un beso inesperado en los labios, un poco más fuerte que los anteriores.

—Así está mejor —dijo, y me sonrió de lado, disfrutando de la complicidad entre nosotros.

Me reí, sin poder evitarlo. La risa contagiosa de Lawrence siempre hacía que los momentos más simples se sintieran divertidos y especiales. Era fácil olvidarme de todo lo demás cuando estábamos así, entre risas y besos rápidos.

De repente, algo nos hizo detenernos. O mejor dicho, alguien. Jaddiel apareció en la cocina, caminando hacia el refrigerador para tomar algo de agua. Estaba tan concentrado en lo que hacía que ni siquiera nos notó de inmediato. Pero, al ver que estaba de espaldas, ambos nos miramos rápidamente, y como un par de adolescentes pillados en medio de una travesura, nos separarnos rápidamente, quedándonos congelados en el mismo sitio.

Mi corazón latió un poco más rápido, y probablemente el rubor que subió a mis mejillas no ayudó mucho a disimular que nos habíamos estado besando. Lawrence, sin embargo, tenía una sonrisa tan traviesa que no podía evitar pensar que se estaba divirtiendo a costa de la situación. Ambos permanecimos quietos, mirando a Jaddiel, que aún no nos había notado.

Justo en ese momento, Jaddiel se dio vuelta, dándose cuenta de nuestra presencia, y nos sonrió ampliamente.

—¡Ey, chicos! —saludó, con una sonrisa en el rostro—. Nazar y yo les hemos hecho el desayuno.

Nos relajamos al instante, las sonrisas que intercambiamos rápidamente sustituyendo cualquier nerviosismo. Sabíamos que, a pesar de nuestra pequeña interrupción, los chicos siempre estaban al tanto de nuestros momentos juntos, aunque a veces no dejaban de hacernos sentir un poco avergonzados.

Nos acercamos a la mesa, donde Nazar y los demás ya estaban disfrutando de un desayuno que, por lo que podía ver, olía increíble. En el comedor, Nazar estaba sentado con una taza de café en una mano y un plato lleno de comida en la otra. Allyn estaba de pie cerca de la ventana, cantando alegremente, como siempre. Por otro lado, había uno de los chicos, sentado en el sillón, hojeando un periódico mientras otro veía la televisión. La atmósfera en la casa era relajada y llena de vida.

Cuando llegamos, Nazar nos miró con una sonrisa cómplice.

—¿Qué tal, chicos? —preguntó, con tono divertido—. Espero que el desayuno esté tan bueno como el café, pero si no es así, al menos está hecho con amor.

La forma en que lo dijo hizo que no pudiera evitar sonreír, me dió ternura.  Aunque con un toque de vergüenza. A veces Nazar tenía esa forma de hacer que las cosas parecieran más divertidas de lo que realmente eran.

—A mí me parece que estará perfecto —dije, riendo un poco—. Aunque nunca subestimemos el poder del café.

—Ya lo sé —respondió Nazar, guiñándome un ojo—. A veces, el desayuno solo es un pretexto para el café.

Lawrence, que estaba a mi lado, se acercó un poco más al plato. Mientras se sentaba junto a los chicos, sus ojos brillaron por un momento al ver todo lo que había en la mesa.

—¡Huele increíble! —exclamó—. Si todo esto es solo un "pretexto", entonces puedo vivir con eso.

Pero no pude evitar notar que, mientras nos acomodábamos para desayunar, Haus aún sonreía un poco, como si algo en esa conversación le hubiera sacado una risa más profunda de lo que esperaba.

Los chicos se acomodaron alrededor de la mesa, el ambiente ya relajado mientras compartíamos una comida sencilla, pero llena de cariño. Y mientras Nazar, como siempre, hacía algún comentario chistoso, todo parecía estar en su lugar: risas, buena comida, y un vínculo que se hacía más fuerte cada día.


La mesa estaba llena de risas y murmullos mientras todos desayunábamos. La conversación se había desviado hacia la nueva canción que los chicos estaban escribiendo, y como siempre, ese tipo de temas me mantenía bastante entretenido. Nazar y Allyn hablaban sobre las letras, mientras que Michael aportaba algunas ideas sobre el ritmo y las melodías.

Lawrence y yo, por otro lado, no necesitábamos hablar para entendernos. Mientras todos estaban distraídos con la charla, nuestras miradas se encontraban a menudo. Las sonrisas compartidas y las pequeñas caricias bajo la mesa eran nuestra forma de comunicarnos, un juego silencioso entre nosotros que me mantenía con el corazón acelerado. A veces su dedo roza el mío y un pequeño escalofrío recorre mi espalda.

Era como si el resto del mundo no importara, solo ese momento fugaz que compartíamos en secreto. Pero claro, la diversión no duró mucho.

Michael, que siempre tenía una forma de llamar mi atención cuando no lo quería, interrumpió la conversación con algo que me hizo distraerme por completo.

—Entonces, ¿cuál es el siguiente paso para la canción? —preguntó Michael, mirando a Nazar mientras tomaba un poco de su café.

Me giré hacia él, escuchando con más atención, pero antes de que pudiera dar una respuesta, Nazar nos miró a los dos con una ceja levantada, como si hubiera notado algo raro en el aire.

—Ey, ¿ustedes dos dónde estaban? —dijo Nazar, con una sonrisa pícara, mirándonos a ambos.

El interrogatorio en sus ojos no era precisamente sutil, y mi corazón dio un vuelco. Sin pensarlo demasiado, Lawrence se sonrojó levemente y tartamudeó:

—Ehh... me había quedado dormido... —dijo, mirando hacia abajo un momento, como si realmente se estuviera disculpando por algo que ni él mismo entendía.

Un silencio incómodo se instaló, pero no duró mucho. Lawrence levantó la mirada hacia mí, buscando quizás un poco de apoyo, pero me vi atrapado en su mirada, un tanto sonrojado y aún sin saber cómo continuar la excusa.

—¿Y tú, Haus? —preguntó Nazar, mirando directamente hacia mí con su típica expresión traviesa.

Me quedé en blanco por un segundo, buscando una salida. No tenía idea de qué decir. De hecho, mi primer impulso fue simplemente repetir lo que dijo Lawrence, pero ya lo había dicho él. Así que me quedé en silencio, mirando la mesa, como si esa fuera la respuesta más convincente.

El ambiente se volvió tenso por un momento. Sentí cómo todos esperaban una explicación, y la verdad es que ni siquiera yo sabía qué estaba pasando entre nosotros. De repente, Michael decidió intervenir para romper el hielo, aunque su intervención no fue menos desconcertante.

—Se estaba bañando —dijo Michael con una expresión que me hizo voltear a mirarlo, sorprendido—. Yo entré por accidente, pero no vi nada. Por eso se tardó tanto.

Michael sonrió con un tono casi burlón, mirando hacia mí, y eso hizo que me ruborizara aún más.

Nazar se echó a reír por la forma en que Michael había dado su "explicación". Allyn, que estaba sentado cerca de la ventana, dejó de cantar y se unió al momento con una risita. Los demás, que hasta entonces no habían prestado mucha atención, también comenzaron a sonreír y a hacer bromas sobre la "supuesta" situación.

Yo, por otro lado, sentí cómo las risas a mi alrededor aumentaban mi incomodidad, y no pude evitar mirar a Lawrence con una sonrisa nerviosa.

—¿De verdad, Michael? —dije, todavía algo atónito, sintiendo como el calor me subía a las mejillas.

Michael se encogió de hombros, como si nada, y me dedicó una sonrisa cómplice.

—¿Qué? Solo estoy ayudando a aclarar las cosas —respondió con su tono sarcástico.

Pero mientras todos reían, Nazar no dejó de mirarnos de forma sospechosa, como si no estuviera completamente convencido de la versión de Michael. Sin embargo, decidió dejar el tema allí, probablemente porque había algo más interesante que comentar.

—Está bien, está bien —dijo Nazar, todavía sonriendo—. Ya, dejen de hacer esos dramas. Vamos a disfrutar el desayuno antes de que se nos enfríe.

Y mientras la conversación volvía a fluir, no pude evitar notar que mi corazón seguía acelerado, y el calor en mi rostro no se disipaba. Todo parecía seguir su curso, pero la sensación de estar siendo observado no me dejaba del todo tranquilo. Sin embargo, cuando las miradas de Lawrence y las caricias sutiles volvieron a suceder bajo la mesa, supe que no importaba tanto lo que los demás pensaran.

La conversación seguía su curso, con todos relajados mientras disfrutábamos de un desayuno improvisado, pero Nazar no podía dejar de ser Nazar. Siempre curioso y con esa mirada intensa que no se le podía escapar ni un solo detalle. Después de unos minutos, y como si fuera lo más natural del mundo, levantó su tenedor y nos apuntó a Michael y a mí, como si nos tuviera en la mira.

—Ustedes dos están en algo, ¿no? —preguntó, su tono travieso y seguro de sí mismo, como si ya supiera la respuesta—. Porque los he visto sonreírse en las entrevistas y los conciertos, y como que se dan cariño, ¿qué pasa entre ustedes?

El aire en la mesa pareció volverse más denso de lo que debería. Michael y yo nos miramos rápidamente, sin saber exactamente qué decir. Ambos estábamos visiblemente avergonzados, pero sobre todo, sorprendidos por la pregunta tan directa. Ni siquiera sabíamos cómo reaccionar. Y para ser honesto, no había mucho que pudieras esconder cuando Nazar te miraba de esa manera, siempre tan astuto.

Lawrence, que estaba cerca, no podía soportarlo más. Se notaba que la situación lo estaba incomodando un poco, y al parecer, la idea de que Nazar siguiera tocando el tema lo ponía aún más tenso. Con un tono que rozaba la molestia, pero que trataba de sonar calmado, respondió:

—No, no creo que estén saliendo o algo... —dijo, tomando un sorbo de su café, como si ese gesto fuera la mejor manera de evadir lo que acababa de preguntar Nazar.

La forma en que lo dijo me hizo sentir algo extraño, como si la respuesta hubiera sido una forma de protegernos, o tal vez simplemente de cortar el tema de una vez por todas. Pero Nazar no parecía conformarse tan fácilmente.

Sin embargo, fue Jaddiel quien, al parecer, se hartó de que Nazar siguiera insistiendo. Con una ligera sonrisa en los labios y un tono firme, exclamó:

—¡Pero déjalos que contesten ellos, hombre! —se quejó, levantando una mano como si quisiera hacer una pausa en la conversación.

Fue en ese momento que sentí cómo toda la atención volvía a caer sobre mí y Michael, lo que me hizo sentir aún más incómodo. Finalmente, tras unos segundos de silencio, y un par de miradas que intercambiamos entre Michael y yo, solo pude decir, tratando de mantener la calma:

—No... —fue todo lo que pude responder, manteniendo la cabeza baja para no hacer contacto visual con Nazar, aunque sabía que todos los ojos estaban sobre mí.

El resto de la mesa quedó en silencio, esperando que alguien dijera algo más, pero todos sabían que el tema ya estaba cerrado. La incomodidad se instaló, y aunque la conversación continuó, ya no fue la misma.

Lawrence parecía aliviado de que la tensión pasara, pero todavía se notaba que estaba algo molesto, como si ese tipo de preguntas fueran algo que no quería ni escuchar. Por mi parte, me sentía un poco aliviado de que, al menos por ahora, nadie insistiera más en el tema.

Y con el aire algo más relajado, tratamos de seguir con nuestro desayuno, como si nada hubiera pasado. Aunque todos sabían que, en el fondo, las cosas no eran tan simples como parecían.


El silencio después de mi respuesta había dejado una sensación extraña en el aire, y por un momento, todos parecían estar esperando que alguien rompiera el hielo. Mientras intentaba concentrarme en mi desayuno y no pensar demasiado en todo lo que había sucedido, mi mirada se desvió hacia Lawrence, que estaba allí, tan tranquilo, pero con algo que me llamó la atención.

Lo observé de reojo mientras él tomaba un sorbo de su café, sus manos reposando sobre la mesa. Fue entonces cuando lo noté: en su muñeca izquierda había algo que no había visto antes. Un corte... o más bien, parecía un corte que había sido cosido, como si alguien lo hubiera cerrado con una aguja. Estaba un poco saturado, como si no hubiera sanado completamente, y la piel alrededor de la herida tenía una textura extraña.

Fruncí el ceño al ver aquello, y sin pensarlo mucho, dejé el tenedor a un lado, mirándolo con más atención.

—Law... —le dije en voz baja, tratando de que solo él me escuchara, aunque el tono en mi voz denotaba cierta preocupación—. ¿Qué es eso? —le señalé discretamente la muñeca.

De inmediato, los chicos se quedaron en silencio, notando que mi mirada había cambiado de dirección, y todos parecían haberse dado cuenta de lo que había visto. La mesa se quedó completamente callada. El ambiente, que antes estaba lleno de risas y comentarios, se tensó de nuevo. Allyn, Jaddiel, Michael y Nazar nos miraron, pero nadie dijo nada de inmediato. Parecía que todos esperaban que Lawrence respondiera, o al menos, que la situación se resolviera rápidamente.

Lawrence levantó la vista y vio que todos lo estaban observando. Por un segundo, su expresión cambió. Parecía incómodo, pero también preocupado. No dijo nada al principio, y me di cuenta de que no quería hablar de eso. Era como si ese corte tuviera una historia que no quería contar. Fue entonces cuando, dándome cuenta de lo que acababa de hacer, traté de aliviar la tensión.

—Perdón, no es mi incumbencia —dije rápidamente, bajando la mirada, avergonzado por haber señalado algo tan personal, sobre todo cuando él no parecía querer hablar al respecto.

Lawrence no dijo nada, pero asintió lentamente, como aceptando mi disculpa sin necesidad de palabras. Sin embargo, la incomodidad seguía flotando entre nosotros, hasta que, por suerte, Allyn y Jaddiel comenzaron a hablar de algo que hizo que, de alguna manera, el ambiente volviera a relajarse un poco.

—¡Chicos, ¿se acuerdan cuando fuimos a esa fiesta la semana pasada y Michael se subió a la mesa a bailar? —comentó Allyn, con una sonrisa traviesa en el rostro. — ¡Fue épico!

Y Michael dijera algo avergonzado.— ¡Ay All, no empieces con eso!

Jaddiel no tardó en unirse a la conversación, comenzando a contar cómo, al intentar tomar una foto de Michael bailando, casi se cae de la silla y terminó derramando su bebida en el suelo.

La risa comenzó a surgir nuevamente, y esa ligera ligereza que solíamos tener entre nosotros volvió a llenar la habitación. Mi mente empezó a alejarse del corte de Lawrence, aunque la preocupación seguía rondando en mi cabeza. No podía dejar de pensar en qué había pasado allí, pero por el momento, decidí guardar silencio y no insistir más.

Así, entre las historias y bromas de todos, la incomodidad de antes empezó a disiparse, y por un rato, pude concentrarme en lo que sucedía en ese instante, sabiendo que, aunque mi mente no dejaba de divagar, al menos los chicos estaban allí, como siempre, para distraerme.



ਏਓ                                                                ਏਓ


Después de que terminamos de desayunar, el ambiente volvió a ser el de siempre, más relajado. Sin embargo, no pude evitar sentir un peso en el pecho al pensar que, aunque me estaba divirtiendo con mis amigos, la realidad era que aún tenía que enfrentar el día. Había pasado tanto tiempo entre ensayos, entrevistas y conciertos, que ya no me sentía cómodo en la universidad. Había algo en el aire, una especie de presión constante que me recordaba que ya no era solo Haus, el estudiante normal, sino Haus, el miembro de una banda famosa. Y eso me molestaba, porque la gente no me veía de la misma forma.

Me levanté de la mesa y miré a los chicos, que ya estaban comenzando a hacer sus propias cosas, algunos volviendo a la televisión, otros limpiando un poco. Los saludé con una sonrisa, aunque sentía que no era tan genuina como la de otros días.

—Bueno, chicos... ya me voy —dije, levantándome y poniéndome la chaqueta. Miré a Lawrence y, como siempre, su mirada estaba fija en mí. Pero hoy, no era la misma. Podía ver en sus ojos que sabía lo que estaba pasando por mi cabeza.

La idea de volver a mi departamento y luego ir a la universidad me molestaba más de lo que quería admitir. No porque no me gustara estudiar, sino porque sabía lo que me esperaba: las miradas, las risas, los comentarios a mis espaldas, y la constante sensación de que todos sabían que había algo más en mí, algo que no encajaba con el chico que alguna vez fui.

—Voy a ir por mi mochila y mis cosas. Tengo que ir a clases. —Suspiré, sintiendo que todo eso era una especie de obligación que ya no podía evadir.

Michael levantó la vista de su teléfono.

—¡Asegúrate de que no te roben tu mochila! —bromeó, pero vi la preocupación en su rostro. Lo cierto es que mis cosas siempre habían sido un objetivo fácil para algunos chicos de la universidad, que pensaban que era gracioso tocar lo que me pertenecía solo porque ahora tenía cierta fama.

—Ya, tranquilo —respondí con una sonrisa forzada, intentando mantener las cosas ligeras.

Mientras me dirigía a la puerta, Lawrence se levantó lentamente. Lo observé desde el umbral, notando cómo se acercaba sin decir palabra. Cuando estuvo a mi lado, me miró y me dio un pequeño beso en la mejilla.

—Nos vemos pronto. —Dijo en voz baja, como si fuera un susurro, y yo simplemente asentí.

Sentí que mi estómago se apretaba, no por la despedida, sino por todo lo que iba a enfrentar cuando saliera de esa casa y me dirigiera hacia la universidad. Sabía que la gente no me dejaría en paz. No me molestaba tanto que supieran sobre la banda, pero sí que cada pequeño movimiento mío se volviera un espectáculo. A veces deseaba ser invisible, ser solo Haus, el chico normal. No el chico de la banda.

Me di la vuelta y salí del departamento, cerrando la puerta tras de mí con un suspiro. Todo parecía mucho más pesado fuera de esa casa, fuera de ese ambiente donde podía relajarme. Cuando llegué a mi departamento, recogí rápidamente mi mochila, metí todo lo que necesitaba para la clase y dejé lo demás en su lugar. Estaba apurado, no porque tuviera prisa, sino porque solo quería irme de allí. Pero sabía que no podía evitarlo.

Tomé mi teléfono, mirando la pantalla sin ver realmente lo que decía. Solo quería escapar por un momento. A veces la fama no era lo que había imaginado, y aunque me gustaba estar con mis amigos y tener a Lawrence a mi lado, me sentía atrapado en esta burbuja que no podía explotar.

Finalmente, salí de mi departamento y caminé hasta el campus, respirando profundamente. El aire fresco de la mañana me golpeó la cara, pero no me sentí más libre. Me sentí... observado. Al menos eso creía yo.

El camino hasta la universidad se me hizo más largo de lo normal.



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Chapter dedicated to Abhay_This_Side✨💕Thanks for supporting me boo bear, I love you.X




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