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Cᴀᴘíᴛᴜʟᴏ 22: ¿Qᴜé ꜱᴏᴍᴏꜱ?🦋




Fue como si todo se hubiera ralentizado. Vi a Lawrence ahí, parado en el pasillo, todo tenso, como si estuviera esperando que el mundo lo aplastara en cualquier momento. Cada paso que daba me hacía pensar en lo mal que se veía. No podía quedarme allí viendo cómo se autodestruía, no podía seguir con las manos atadas. Así que, sin pensarlo, me acerqué, lo tomé del brazo y lo giré hacia mí.

—Vamos adentro —dije, mi voz más firme de lo que me sentía. No esperaba que respondiera, ni siquiera quería que lo hiciera. Lo arrastré hacia el interior del hotel, sin darle la oportunidad de detenerme. Mis pensamientos estaban tan nublados por la rabia y la preocupación que no me importó si él quería o no. No podía dejarlo ir, no podía dejarlo caer. No después de todo lo que habíamos vivido.

Lo obligué a caminar detrás de mí, pero cuando entramos en la habitación, todo se detuvo. Me di cuenta de lo mal que estaba, de lo lejos que había llegado, y un peso se me asentó en el pecho. Sus ojos hinchados, su cuerpo cansado, y esa postura derrotada... todo me decía que ya no era el mismo de antes, que algo se había roto en él, algo que yo no había visto venir.

—Joder... —murmuré, sintiendo el nudo en mi garganta. Estaba tan jodido que me dio miedo. No sabía qué pensar. Si él estaba así, ¿qué había pasado? ¿Cómo habíamos llegado hasta aquí?

Lawrence trató de apartarse, de zafarse de mi contacto, pero no lo dejé. Lo abracé con fuerza, sin pensar, sin preguntar. Lo sostuve como si fuera lo último que podía hacer para evitar que se desmoronara aún más. Un sollozo salió de él casi al instante, y el sonido me desgarró por dentro. Sentí cómo su cuerpo temblaba, cómo se entregaba al dolor que había estado guardando.

—Lo siento... no sé qué hacer... de verdad... —sus palabras me atravesaron como cuchillos. Esa desesperación, esa angustia, me rompió el corazón.

Antes de que pudiera decir algo, algo salió de mi boca, tan espontáneo que ni siquiera supe por qué lo dije. Pero cuando las palabras ya estaban ahí, me di cuenta de que, a pesar de todo, tenían sentido.

—A veces, no tienes que saber qué hacer, solo tienes que estar ahí.

Fue lo único que pude decir. Y en ese momento, su cuerpo se relajó un poco, como si esas palabras le dieran un respiro, como si, por primera vez en mucho tiempo, pudiera soltar algo de la carga que llevaba. Se quedó callado, sollozando suavemente en mi pecho, y yo solo lo mantuve cerca, porque no había nada más que pudiera hacer. No había respuestas fáciles. No había magia que lo arreglara todo. Pero al menos, en ese momento, podía estar ahí.

Y eso, por alguna razón, parecía ser suficiente.

Lo sentí antes de escucharlo: el sollozo fuerte de Lawrence, no como el anterior. Este era fuerte. como si algo dentro de él se rompiera. El sonido se amplificó en el silencio de la habitación, cortando todo a su paso. No pude evitar temblar al oírlo, pero fue peor cuando lo vi alejarse de mí, apartándose con un empujón débil.

—Sí, pero te hice daño... y eso me duele —dijo, entre sollozos, con una expresión que me desgarró el alma. Su voz era un susurro quebrado, pero el peso de sus palabras me golpeó con toda su fuerza.

Lo miré, sin saber qué hacer, hasta que su mirada se fue al suelo y su cuerpo se encogió. Me sentí impotente, no encontraba las palabras, pero lo peor fue que sabía que, en algún nivel, lo que decía era cierto. Yo... yo no podía negarlo.

Mis ojos cayeron, casi sin querer, sobre mi abdomen. El dolor que había estado ignorando desde que le grité se hizo más claro, más presente. Estaba gravemente herido, la camiseta empapada en sangre, casi olvidándome que me pasó eso. El cuerpo cansado, pero nada de eso me importaba. El dolor físico me daba igual.

Me acerqué a él, sin siquiera darle importancia a la herida, y dije, con una voz que intentaba tranquilizarlo, pero que sonaba más rota de lo que quería:

—No pasa nada... —Las palabras salieron sin pensar, casi como una afirmación vacía. Mi pecho se apretó al decirlas, pero seguí:—. Ya no importa eso.

Me agaché a su altura, sin separarme, sin pensar en lo que me costaba. No podía seguir viéndolo así, no podía verlo hundirse más. Puse una mano sobre su hombro y, al ver su rostro cubierto de lágrimas, me sentí quebrado, como si mi corazón se hubiera partido en pedazos.

Pero lo que dijo después fue lo que realmente me hizo perder el control.

—No sé si merezco tu perdón... —susurró, con la voz entrecortada, como si se estuviera desmoronando aún más, como si cada palabra le costara un esfuerzo inhumano.

Esa frase, esa simple frase, hizo que un nudo se formara en mi garganta. Mi respiración se aceleró y algo dentro de mí cedió. Mi pecho se llenó de una tristeza tan profunda que me hizo sentir como si ya no pudiera más. ¿Cómo podía pensar eso? ¿Cómo podía dudar de todo lo que había pasado entre nosotros?

Miré a Lawrence, a los ojos llenos de dolor, y, por primera vez, fue como si todo el peso del mundo cayera sobre mí.

—Tú no tienes que ganar mi perdón... —le respondí, con la voz más baja, más temblorosa de lo que me gustaría admitir. Luego, con una fuerza que no sabía que tenía, tomé su rostro entre mis manos y lo miré fijamente.

—Ya te lo di desde el momento en que decidí quedarme aquí. No quiero perderte por una estupidez  y por ser yo tan chisquilloso intentándo tener algo que tu no puedes decidir. Aveces soy tan idiota que no me doy cuenta, solo me doy cuenta cuando hago daño a las personas. La próxima no me hagas caso, soy muy enojón en todo...

Fue todo lo que pude decir antes de que las lágrimas de Lawrence se desbordaran, y su llanto se intensificara. Se rompió en mis brazos, completamente vulnerable, completamente perdido, y yo lo sostuve, sin saber cómo arreglarlo, pero con el corazón lleno de una compasión tan grande que me hizo sentir que, tal vez, todo lo que necesitábamos era estar juntos. A pesar de todo el dolor.


Sus sollozos se hicieron más intensos, más profundos, y me costaba respirar mientras lo sostenía. Sentía cómo su cuerpo se sacudía con cada lágrima que caía, como si estuviera liberando todo lo que había guardado dentro por tanto tiempo. Y yo solo podía quedarme allí, sin saber cómo hacer para detener ese torrente de dolor.

Lo apreté contra mí, sin importar el dolor que yo sentía, sin preocuparme por la herida en mi abdomen. A veces, el dolor físico se volvía irrelevante cuando el corazón de alguien que te importa se rompía delante de ti. Y así, con cada sollozo de Lawrence, mi propio dolor se desvanecía un poco, porque sabía que él lo estaba sintiendo con mayor fuerza.

—Lo siento... no quería ser así... —su voz era débil, entrecortada, como si cada palabra le costara más que la anterior. Podía sentir el sufrimiento en cada sílaba, el peso de la culpa que lo aplastaba. Y me hacía pensar... ¿cómo llegamos hasta aquí? ¿Cómo pudimos llegar a este punto donde ambos estábamos tan rotos?

No sabía qué decirle, no tenía las respuestas. Pero algo dentro de mí, una necesidad urgente de aliviar su sufrimiento, me hizo hablar, aunque las palabras no fueran perfectas, aunque fueran solo un intento de hacerle saber que no estaba solo.

—Law... no tienes que cargar con todo esto... —le susurré, acariciando suavemente su espalda mientras lo sostenía. —Nos hemos hecho daño, sí... pero eso no significa que estemos perdidos.

Lo sentí temblar aún más en mis brazos, como si esas palabras no fueran suficientes para borrar la angustia que lo consumía. Entonces, sin pensarlo, lo apreté con más fuerza, sin dejarlo ir. Quería que supiera, de alguna manera, que no lo iba a dejar solo, que lo que estábamos viviendo juntos, todo el dolor, las peleas, las heridas, no significaba el fin. Era solo parte del proceso, aunque ahora todo pareciera estar hecho pedazos.

Me separé un poco de él, lo miré a los ojos, y vi algo que no había visto antes: vulnerabilidad total. Y en ese momento, supe que ya no podíamos seguir adelante como antes. Habíamos cruzado un límite, pero tal vez, solo tal vez, era el punto de partida para algo nuevo. Para sanar.

—Te prometo algo, Law —dije, con voz más firme, mientras mis dedos limpiaban las lágrimas de su rostro. —No importa lo que pase, no te voy a dejar caer. Vamos a seguir adelante, juntos, aunque sea a tientas, aunque todo sea incierto.

Él no dijo nada, pero la forma en que sus ojos se encontraron con los míos me hizo sentir que algo había cambiado. Algo estaba empezando a sanar, aunque fuera solo un pequeño paso. Un paso que, por primera vez, parecía posible.

—Gracias... —susurró, su voz apenas audible, pero lo suficiente para que yo lo escuchara. Y, en ese momento, el peso en mi pecho se aligeró un poco. Sabía que, aunque no teníamos todas las respuestas, al menos no teníamos que enfrentarlo solos.

Nos quedamos allí un rato, en el silencio, dejando que nuestras emociones se asentaran. Sin decir más, sin hacer más, pero con la certeza de que el simple hecho de estar allí el uno para el otro, aunque ambos estuviéramos rotos, ya era un comienzo.

Y en ese instante, supe que no importaba qué pasara después. Al menos, estábamos juntos. Y eso tenía que ser suficiente.

Mientras el silencio se extendía entre nosotros, me quedé ahí, observando cómo Lawrence seguía recuperando el aliento, aún tembloroso, pero en un estado de vulnerabilidad que nunca antes había mostrado. Había algo en sus ojos, algo que decía que no quería seguir cargando con su dolor, pero que no sabía cómo dejarlo ir. Y mientras lo miraba, algo profundo en mi pecho se abrió, como si el simple hecho de estar allí, juntos, nos estuviera curando poco a poco.

Me incliné hacia él, mi voz apenas un susurro, pero llena de una determinación que nunca antes había sentido. No quería que se sintiera solo. No quería que pensara que todo estaba perdido.

—A veces... —comencé, con el corazón latiendo fuerte en mi pecho—. A veces la vida no es justa, y no siempre sabemos cómo seguir, cómo levantarnos después de caer. Pero no importa cuán oscuro se ponga todo, no importa cuántas veces nos rompamos... siempre, siempre habrá algo por lo que valga la pena seguir luchando.

Lawrence levantó la vista, encontrándose con mis ojos. Estaba tan cerca, que pude ver cómo una leve chispa de algo, tal vez esperanza, se encendía en su mirada.

—Y yo voy a estar aquí, Law. —Mi voz se quebró un poco al decirlo, pero lo dije con todo lo que tenía. —Voy a estar aquí, aunque todo lo demás se derrumbe. Porque en ti, siempre va a haber algo por lo que seguir adelante. Juro que te prometo estar contigo sin importar las circunstancias.

Un sollozo suave escapó de su garganta, y esta vez no intentó contenerlo. En su rostro, una expresión de alivio, mezclada con una tristeza profunda, se formó mientras sus ojos se llenaban de lágrimas nuevamente. Su boca tembló, como si no pudiera decir lo que sentía, pero sabía que ya no era necesario. Las palabras, a veces, eran solo el último esfuerzo cuando todo lo demás ya había sido dicho en los gestos, en los silencios.

Me acerqué más a él, tomándolo nuevamente entre mis brazos, dejándole sentir que no iba a irme, que todo lo que estaba pasando, por muy difícil que fuera, no nos separaría. Podíamos estar rotos, pero eso no significaba que estuviéramos perdidos.

Y, finalmente, Lawrence, con una voz temblorosa, dijo las palabras que rompieron mi corazón de una manera extraña, una mezcla de tristeza y agradecimiento:

—Nunca pensé que alguien pudiera decirme eso.

Esas palabras, esas simples palabras, fueron suficientes para sellar el momento. No necesitaba más respuestas, no necesitaba más promesas vacías. Lo único que quería era que supiera, de verdad, que todo estaba bien. Y aunque no supiera cómo, juntos encontraríamos la manera de seguir adelante.

El silencio que se había instalado entre nosotros no duró mucho. Al fin y al cabo, los dos sabíamos que no podíamos seguir evadiendo lo que habíamos hecho, lo que habíamos causado. No podíamos quedarnos en ese rincón de nuestras emociones rotas, sin mirar al frente, sin enfrentar lo que había pasado. Teníamos que hablar, no solo entre nosotros, sino con los demás, con los chicos.

Suspiré, separándome un poco de Lawrence, pero sin soltarlo por completo. No quería perderlo, pero también sabía que tenía que dar un paso hacia adelante, hacia lo que aún quedaba pendiente.

—Law... —empecé, mi voz más seria, más profunda. Mis palabras parecieron pesar más que nunca. —Tenemos que hablar con ellos. Con Mich y Allyn. Pedirles disculpas, por todo. La verdad... no hemos sido justos con ellos, y... ya es hora de que sepan lo que realmente pasó.

Lawrence no respondió de inmediato, su mirada aún distante, perdida en algo que parecía más allá de lo que podía comprender. Pero lo vi asintiendo lentamente, como si él también estuviera procesando todo lo que habíamos dicho y hecho.

—Sí... —dijo finalmente, su voz aún cargada de dolor, pero con un atisbo de decisión. —La verdad. Tienes razón. Les debemos eso. No sé cómo, pero... tenemos que hacerlo. No podemos seguir ocultando lo que realmente pasó.

Sentí un peso en el aire. Las palabras que habíamos estado evitando durante tanto tiempo, las que sabíamos que teníamos que decir pero que temíamos enfrentar, ahora estaban sobre la mesa. Pero había algo en la forma en que Lawrence dijo eso, en su voz más fuerte y decidida, que me dio algo de esperanza. Tal vez, solo tal vez, estábamos listos para finalmente dejar de lado las mentiras y las medias verdades que habíamos creado para protegernos a nosotros mismos.

—Lo que hicimos... —continuó él, mirando al suelo, como si buscará las palabras exactas—, las cosas que hemos guardado... no solo nos están destrozando a nosotros, también a ellos.

Asentí, un nudo en la garganta, y lo miré a los ojos, reconociendo la lucha que ambos teníamos por dentro.

—Y no quiero que piensen que estamos haciendo esto porque no los valoramos. Al contrario. Nos importan. Nos importan muchísimo. —Me acerqué a él, poniendo una mano en su hombro. —Tienes que decirles todo, Law. lo que pasó con los dos... no puedes seguir cargando con eso solo.

Lawrence cerró los ojos por un momento, como si las palabras fueran demasiado, pero sabía que lo que decíamos era lo correcto. Sabía que teníamos que dar ese paso, por ellos, por nosotros.

—Lo sé... —murmuró, su voz temblorosa de nuevo. —Lo sé... Solo... no sé cómo empezar.

Respiré hondo. Sabía lo que sentía. Yo también estaba aterrorizado por lo que vendría, pero no podíamos quedarnos ahí, en el limbo de no decir nada.

—Empezamos por la verdad —le dije, con una calma que intentaba transmitirle confianza. —Les contamos todo. Lo que pasó, cómo nos sentimos, por qué actuamos así. Ellos... ellos se merecen eso. Y nosotros, también.

La expresión en su rostro cambió un poco, como si la idea de hablar de todo aquello lo aterrorizara, pero también lo aliviara a la vez. Tal vez por primera vez en mucho tiempo, la idea de ser completamente honestos le daba algo de paz.

—Está bien... lo haré. —Sus ojos se levantaron hacia mí, con una mirada más clara, más decidida. —Tienes razón. Ellos tienen derecho a saberlo. Y yo tengo que... soltarlo. Tengo que dejarlo ir.

Sentí un alivio al escuchar esas palabras, como si, aunque la tormenta no hubiera terminado, al menos había un pequeño resquicio de sol abriéndose en el horizonte. Sabíamos que no iba a ser fácil, que las palabras que teníamos que decir probablemente causarían dolor, pero también sabíamos que eran necesarias.

—Juntos, ¿vale? —dije, extendiendo la mano hacia él, en un gesto silencioso de apoyo. —Lo hacemos juntos. No importa cómo vengan las cosas.

Lawrence miró mi mano por un momento, y luego la tomó, estrechándola con firmeza, como si eso le diera la fuerza que necesitaba.

—¿''Juntos''? —Sonrió levemente, imitando la palabra como si fuera desconocida para él y aunque era una sonrisa triste, una sonrisa que aún cargaba con el peso de lo que habíamos hecho. Pero era un paso. El primer paso hacia algo más real, algo más sincero.

Nos quedamos en silencio un momento más, sabiendo que lo que se venía no iba a ser fácil, pero que, al menos, íbamos a ser honestos.

—Vamos a hacerlo ahora —dijo finalmente Lawrence, mirando hacia el pasillo, como si ya estuviera listo para enfrentar lo que venía.


El silencio que siguió fue pesado, como si las palabras que habíamos dicho flotaran en el aire, pero no pudiéramos capturarlas de nuevo. Sabíamos que tenía que suceder, pero algo nos detenía. No era el momento. No podíamos enfrentarlo todavía.

Miré a Lawrence, quien aún tenía esa mirada perdida, como si no estuviera completamente allí. Sabía que él también lo sentía, pero algo nos decía que no podíamos seguir así, no con esa tensión acumulada.

—No, no ahora —dije finalmente, mi voz suave, pero firme. —Es tarde, ya no podemos hacerlo.

Lawrence resopló, claramente frustrado. Se encorvó un poco, como si quisiera irse de todo, pero también comprendiera que había un límite.

—¿En serio, Hauser? —Su voz estaba cargada de irritación. —¿Ahora no? Después de todo esto, ¿me dices que no?

Le di una mirada tranquila, tratando de mantener la calma mientras sentía todo el peso de la situación. Sabía que no lo iba a convencer fácilmente, pero tenía que explicarme.

—Sí, ahora no. Es tarde. Mañana será mejor. Tienes que descansar, y yo también. Lo que tenemos que decirles no es algo que pueda salir bien si estamos tan... rotos, ¿verdad? Bueno sin exageración. 

Lawrence frunció el ceño, parecía querer discutir, pero se quedó quieto por un momento, como si procesara lo que acababa de decir. Luego suspiró, derrotado, pero con una nota de entendimiento en su voz.

—Está bien... —dijo, finalmente, más tranquilo, aunque su frustración seguía allí. —Lo haré mañana, entonces. Antes de la entrevista.

— Lo haremos.—correjí y él sonrió un poco.

Asentí, aliviado de que al menos no insistiera más. Mañana sería el momento, cuando ambos tuviéramos la cabeza más despejada. No sería fácil, pero lo haríamos.

Un silencio denso cayó entre los dos. La tensión aún se sentía, como si todo estuviera a punto de estallar nuevamente, pero sabíamos que este pequeño respiro era necesario.

—Ya tengo sueño —dije, al final, rompiendo el silencio. —Además, necesito curarme la herida.

Lawrence me miró, casi sorprendida por lo que había dicho, como si hubiera olvidado que estaba herido. Luego, su expresión cambió, se suavizó.

—Es cierto, ¿cómo no lo pensé antes? —dijo, sonriendo débilmente. —Tienes razón, lo primero es curar esa herida. Mejor descansa, Haus.

De repente, Lawrence saltó de su lugar, como si el cansancio lo hubiera invadido de golpe. Pero había algo en su actitud que me hizo sonreír, aunque aún el dolor estaba muy presente.

—¿Sabes qué? —dijo de repente, con un tono firme. —Lo haré yo. Al final, fui yo quien te hizo esto, ¿no? Así que... yo me encargaré. 

Lo miré, sorprendido por su cambio de actitud, pero no pude evitar sentirme agradecido.

—No tienes que hacerlo, Lawrence —dije, levantando las manos, queriendo detenerlo. —Tú también necesitas descansar.

Pero él ya había tomado el vendaje, con esa mirada decidida que no me dejó más opción.

—Sí, pero... fue mi culpa, ¿no? —dijo, mientras comenzaba a envolver la herida con cuidado. —Déjame hacerlo. Quiero hacer esto por ti. Es una recompenza.

No pude decir nada más. Simplemente observé cómo cuidaba de mí, cómo, a pesar de todo lo que habíamos pasado, estaba dispuesto a dar un paso hacia el cuidado del otro. Algo dentro de mí se relajó al ver que, aunque todo estuviera roto, aún quedaba espacio para la compasión.

Cuando terminó, levantó la vista y, con una pequeña sonrisa, dijo:

—Listo. Ahora, descansa. No te hagas el fuerte, Haus.

Asentí, no pudiendo evitar una sonrisa cansada.

—Gracias, enano... en serio.

—¡No soy enano! Tenemos la misma altura.

Bufé.

El ambiente entre nosotros se sintió un poco más ligero, aunque el peso de lo que nos esperaba al día siguiente seguía allí. Ambos sabíamos que la verdad no sería fácil de enfrentar, pero al menos ahora teníamos un pequeño respiro.


La noche seguía extendiéndose, el ambiente en la habitación aún impregnado de una quietud pesada. El cansancio me envolvía, pero algo en el aire, algo en la presencia de Lawrence, me impedía cerrar los ojos por completo. Seguía pensando en lo que nos esperaba, en las palabras que ya no podían ser ignoradas.

Fue entonces cuando Lawrence, con ese tono tranquilo pero lleno de conocimiento, rompió el silencio.

—Oye, Haus —dijo, acercándose un poco, mientras observaba la herida que había curado antes—. Al siguiente día la herida se va a inflamar. Es común, eso. Mira, el cuerpo empieza a producir colágeno para formar un nuevo tejido que actúa como un relleno temporal. Ese es el primer paso. Luego, ese tejido cubre la herida y se convierte en la base para la cicatrización. Es como lo que ocurrió con mi mano —dijo, sonriendo levemente mientras tocaba la cicatriz que había dejado una herida anterior.

Lo miré, la luz tenue de la lámpara reflejándose en su rostro, y me invadió una sensación cálida, algo que solo él podía darme en esos momentos tan complicados. A pesar de todo, a pesar de lo que aún nos quedaba por enfrentar, había algo en su mirada, en sus palabras, que me recordaba que no estábamos completamente perdidos.

—Gracias, doctor mío —dije suavemente, sonriendo con cariño.

Lawrence me miró, sus ojos brillando con una mezcla de humor y ternura, como si su forma de cuidarme estuviera, de alguna manera, también sanando algo más profundo entre nosotros.

—No es nada, Haus. Mejor que te cuides. Y... bueno, ya sabes, si necesitas algo, ahí estaré. —Se levantó lentamente, como si la idea de irse a dormir fuera una necesidad urgente, pero con una tranquilidad visible. —Tienes suerte de tenerme cerca.

Me sentí extraño, como si en ese momento todo fuera un poco más ligero, un poco más soportable. Aunque la noche estaba lejos de ser fácil, su presencia y sus palabras parecían ser el refugio que necesitaba para enfrentar todo lo que estaba por venir.

—Voy a descansar. Y tú también, ¿eh? —dije, viéndolo dirigirse hacia la puerta.

Lawrence asintió con una sonrisa, un gesto leve pero sincero.

—Lo haré. Buen descanso, Haus.

Con eso, desapareció en la habitación, dejándome solo, pero no del todo. Aunque las sombras seguían jugando en las esquinas de la habitación, sentía que algo había cambiado, algo en el aire había mejorado.

Mañana sería un desafío, sin duda, pero al menos no lo enfrentaríamos completamente solos.

La oscuridad nos envolvió, pero no sin un pequeño destello de esperanza.

Mañana sería otro día. Y al menos ahora sabíamos que íbamos a enfrentarlo juntos.




La luz de la mañana entró lentamente por la ventana, atravesando las cortinas y tiñendo la habitación de un tono suave. El reloj marcaba las 6:30. El cansancio seguía presente, pero el silencio de la madrugada se había disipado, dejando paso a la calma de un nuevo día. Justo cuando comenzaba a abrir los ojos, escuché un suave golpeteo en la puerta. Antes de que pudiera responder, la puerta se abrió con cautela.

Era Nazar, con una sonrisa cálida en su rostro, aunque sus ojos reflejaban una ligera preocupación, como si también supiera que hoy no sería fácil.

—¿Te despertamos, Haus? —preguntó, con un tono suave, pero cargado de una preocupación disimulada.

Asentí lentamente, tratando de despejar el aturdimiento del sueño. No quería pensar en lo que nos esperaba, pero era inevitable.

—Está bien —dije, rascándome los ojos, y luego miré hacia la ventana, sintiendo el peso de la mañana, de lo que teníamos que hacer.

Nazar, sin esperar más, sonrió y dio un paso atrás.

—Te preparamos el desayuno. —Su tono era amable, pero no había duda de que había algo en el aire, algo que nos mantenía a todos un poco más tensos de lo normal.

Me levanté con una leve sensación de incomodidad, aunque sabía que lo que debía hacer no podía postergarlo más. La conversación, las palabras no dichas, todo lo que habíamos estado evitando, seguía presente, y ese día era el que marcaría el cambio.

—Gracias —dije en voz baja, agradecido, aunque mi mente seguía nublada. Nazar había ido a la cocina, y yo me dirigí hacia el pequeño salón cercano. Quería estar solo por un momento, respirar, organizar mis pensamientos antes de enfrentar lo que teníamos que decir.

El mini salón, aunque sencillo, tenía algo acogedor. La luz matutina se filtraba a través de las ventanas, iluminando los muebles de madera clara y los cuadros sencillos en las paredes. El lugar estaba en silencio, pero sabía que pronto todo cambiaría.

Me quedé allí un momento, mirando la decoración, escuchando los sonidos suaves de la cocina a lo lejos. El aroma del café comenzaba a llegar, y con él, una sensación de calma. Sabía que las cosas no se resolverían con una taza de café, pero al menos por ahora, podía disfrutar de ese pequeño respiro.

El nudo en mi garganta persistía, pero en ese instante, solo traté de reunir fuerzas, no para evitar lo inevitable, sino para enfrentarlo con dignidad. Tenía que hablar, teníamos que hablar. Y aunque todo dentro de mí temblaba ante esa idea, sabía que era lo correcto.

Entonces, tomé una respiración profunda, como si ese momento, ese pequeño respiro en el salón, fuera la última pausa antes de que todo comenzara.


cuando me coloqué más al medio,  noté de inmediato la mesa puesta, con el café humeante y los platos llenos de desayuno. Nazar había preparado todo con esmero, los croissants calientes, las frutas frescas, y una mezcla de otros platillos sencillos pero sabrosos. El aroma era tentador, y por un momento, me dejé llevar por la tranquilidad que emanaba la escena.

Pero, al mirar más detenidamente, noté algo extraño. La silla que normalmente ocupaba Lawrence estaba vacía. Miré hacia el pasillo, y por un momento, sentí que un peso extra caía sobre mi pecho.

—¿Dónde está Lawrence? —pregunté rápidamente, mi tono más inquieto de lo que pretendía.

Jaddiel, que estaba sentado en una de las sillas con una taza de café en las manos, levantó la mirada y, al ver mi expresión, su rostro se tornó serio. Sin embargo, no respondió de inmediato. Parecía que estaba eligiendo cuidadosamente sus palabras.

Finalmente, con un susurro bajo, casi como si no quisiera que alguien más lo oyera, Jaddiel contestó:

—Se fue con su novia.

Mis hombros se hundieron ligeramente, y una sensación de incomodidad se instaló en mi estómago. No me gustaba la idea de que Lawrence estuviera con ella, no ahora, no después de todo lo que habíamos estado viviendo, o lo que pasó anoche. Pero sabía que no podía hacer nada al respecto. No podía controlar la vida de Lawrence, aunque me costara aceptarlo.

—Bueno... —murmuré, dejando escapar un suspiro mientras bajaba la cabeza, mirando los platos de comida con un aire de desinterés. —No me gusta la idea de que salga con ella, pero... no puedo decidir por él.

Jaddiel asintió, su expresión un poco más relajada ahora, como si, de alguna manera, entendiera lo que sentía, pero también supiera que era algo que no podíamos cambiar.

—No te preocupes por eso, Haus. amí tampoco me gusta que salga con esa falsa. Lawrence es libre de hacer lo que quiera, aunque sé que no te gusta mucho. —Dijo Jaddiel, ofreciéndome una sonrisa ligera, que intentaba transmitir algo de calma en medio de la incertidumbre.

Pero a mí no me parecía tan simple. A pesar de todo, me sentía desconectado de esa parte de la vida de Lawrence, como si algo que debía ser compartido estuviera ahora dividido. Sin embargo, no tenía elección. Lawrence debía tomar sus propias decisiones.

Suspiré una vez más, levantando la vista hacia la mesa, y aunque no podía evitar esa sensación de incomodidad, intenté concentrarme en lo que estaba frente a mí: el desayuno, el momento, lo que aún podíamos compartir.

—Sí, tienes razón —dije al final, forzando una sonrisa, aunque mi mente seguía algo nublada por los pensamientos que me rondaban.


El silencio que siguió fue denso, como una capa de niebla que nos envolvía a todos. La incomodidad en el aire era palpable. Cada uno de nosotros se mantenía en sus pensamientos, evitando hablar demasiado, como si cualquier palabra de más pudiera romper el frágil equilibrio que quedaba. Miré los platos, intentando encontrar algo que me distrajera de todo lo que estaba pasando, pero mi mente seguía vagando entre lo que había sucedido, lo que estaba a punto de suceder y, sobre todo, lo que no se había dicho aún.

Finalmente, rompí el silencio, con un suspiro bajo.

—Gracias, Nazz, por la comida... —dije, mi voz suave, aunque con un toque de gratitud genuina. Nazar levantó la vista de su taza de café, sorprendida, y asintió con una sonrisa pequeña, como si aliviada por mis palabras.

Pero, por más que lo intentara, el peso de lo que había ocurrido la noche anterior seguía presente. Recordaba bien las palabras que había gritado a Michael y Allyn, la furia que me había salido sin control, como si todo el dolor que estaba guardando saliera de golpe.

Miré a ambos, a Michael y a Allyn, con la intención de disculparme. Ellos parecían estar tan tranquilos como era posible dadas las circunstancias, pero no podía ignorar lo que había hecho. No podía seguir en silencio mientras la culpa se acumulaba dentro de mí.

Me incliné ligeramente hacia ellos, sintiendo el nudo en la garganta.

—Chicos, quiero... quiero disculparme por lo que dije anoche —empecé, mi tono más grave ahora, pero sincero. —Sé que gritarles no fue la solución. No debí haberme dejado llevar por la rabia. No fue justo.

Michael me miró, un poco sorprendido, pero asintió lentamente, como si esperara que llegara este momento. Allyn, por su parte, no dijo nada, pero me miró fijamente, sus ojos serios pero no duros, como si también entendiera que a veces las emociones podían desbordarse, aunque eso no justificara el comportamiento.

—Fue un mal momento —continué, luchando por encontrar las palabras adecuadas. —Y no me disculpo por lo que sentí, pero sí por la forma en que lo expresé. Ustedes no se merecían eso. Y lo lamento si los cambié mucho debido a mi llegada...

Hubo un breve silencio antes de que Michael, con su tono tranquilo y un tanto relajado, respondiera.

—Está bien, Haus —dijo, con un ligero gesto de aceptación. —Lo entiendo. Todos tenemos momentos en los que nos desbordamos. Solo... trata de no dejar que eso controle la situación la próxima vez.

Allyn asintió también, sin palabras, pero su mirada se suavizó un poco, lo que me dio un pequeño alivio. No era fácil admitir cuando uno había cometido un error, pero en ese momento, me sentí un poco más ligero al haberlo hecho.

Suspiré, dejando escapar el aire que parecía haberse acumulado en mis pulmones. Aunque no había podido evitar lo que pasó, al menos había dado el primer paso hacia la reconciliación. Y eso, aunque no solucionaba todo, me permitió sentir que, quizás, todo podría empezar a encajar de nuevo.

—Gracias por entender —les dije, con una leve sonrisa de agradecimiento.

El ambiente seguía tenso, pero había algo en esa disculpa que hizo que todo pareciera un poco más llevadero. Al menos estábamos empezando a enfrentar las cosas, poco a poco.


El ambiente en la mesa parecía un poco más relajado ahora, después de las disculpas que había hecho. Aunque la tensión no había desaparecido por completo, el hecho de que todos estuviéramos dispuestos a hablar, a escuchar, al menos daba la sensación de que las cosas podrían mejorar. Nazar, que había estado observando en silencio, aprovechó el pequeño respiro para romper la quietud.

Al principio, no supe qué tan bien caería en la conversación, pero Nazar tenía esa forma de hablar que siempre parecía encontrar el momento justo para intervenir.

Comenzó a masticar un bocado de comida, como si no hubiera nadie observando, pero lo hizo de una forma tan... peculiar. Tapó su boca rápidamente con la mano, para asegurarse de que nadie pudiera ver lo que estaba haciendo. Y a pesar de que lo intentaba disimuladamente, la ligera sonrisa que se asomaba en su rostro traicionaba su intento de esconderlo.

—Entonces... —dijo Nazar, con un tono algo forzado, como si estuviera buscando una manera sutil de empezar a hablar mientras se seguía tapando parcialmente la boca con la mano. —¿Cómo van las cosas? Todo... ya saben, con lo que ha estado pasando.

Era claro que estaba tratando de mantener la conversación ligera, como si la pequeña carga de comida en su boca fuera solo un detalle trivial. Sin embargo, a nadie se le pasó por alto la forma en que intentaba evitar que se notara, lo que hizo que todos nos miráramos entre nosotros, conteniendo una risa que, aunque no era necesariamente el momento, surgió de forma natural.

Al final, fui yo quien rompió el silencio.

—¿Nazar? —pregunté, no pudiendo evitar sonreír levemente mientras la observaba. —¿Estás tratando de disimular que tienes la boca llena de comida? No es necesario, sabes.

Nazar se ruborizó ligeramente, dejando de cubrir su boca de manera tan dramática. Sin embargo, no se le pasó por alto que la atmósfera había cambiado un poco, y estaba claro que, a pesar de su pequeño intento de esconderlo, su forma de manejar la situación con humor no hizo sino aliviar un poco más la tensión que quedaba.

—Bueno, a veces la comida... —dijo Nazar, riendo suavemente—. No sé, uno no quiere ser demasiado rudo, ¿sabes? No me gusta que se note tanto. Y es una falta de respeto ya hablar con la comida llena.

Todos, por un momento, nos relajamos un poco más. A pesar de la seriedad de lo que habíamos vivido, de lo que estaba por venir, Nazar había logrado que, incluso con algo tan simple como disimular un bocado de comida, la atmósfera se sintiera más ligera. Al menos por un rato, todo parecía un poco más llevadero.

—Pues, mientras que nosotros estemos juntos podemos ser irrespetuosos o mal educados. Rompemos reglas, y eso me facina.—dijo Jaddiel, regalándole una sonrisa a Nazz.

—No te preocupes, Nazz —dijo Michael, sonriendo con complicidad. —Lo importante es que estás aquí, y que estás compartiendo el desayuno con nosotros.

Nazar le lanzó una mirada agradecida, y, por fin, dejó de esconder su boca, sonriendo con un brillo en los ojos. Aunque la situación aún no estaba resuelta, momentos como ese parecían recordar que aún había espacio para la ligereza, la amistad, y las pequeñas cosas que, a veces, marcaban la diferencia.

Allyn, que había estado en silencio durante un momento, observando la interacción entre nosotros con una expresión tranquila pero atenta, finalmente levantó la mirada. Aunque había algo serio en su rostro, era claro que también había sentido la leve relajación en el ambiente, provocada por la ligereza de la conversación y el pequeño incidente de Nazar con su comida.

Cuando Nazar hizo la pregunta, Allyn no dudó en responder, con su tono característico, que siempre era directo, pero sin perder ese toque de calma.

—Bueno, yo diría que todo sigue siendo un poco complicado, ¿no? —dijo Allyn, mirando a todos mientras tomaba un sorbo de su café, su voz tranquila pero firme. —Pero eso no significa que no podamos ir resolviendo las cosas poco a poco.

Sus palabras no eran muy diferentes a lo que todos pensábamos, pero había algo en su tono que aportaba una sensación de claridad, como si en medio de todo el caos que estábamos viviendo, aún había un camino hacia adelante, aunque no supiéramos exactamente qué nos esperaba.

—Creo que todos tenemos algo que procesar —continuó Allyn, sin perder el contacto visual con cada uno de nosotros, dándonos esa sensación de que estaba mirando más allá de la superficie, buscando lo que realmente importaba. —Pero mientras sigamos aquí, mientras no dejemos que todo esto nos destruya, aún hay oportunidad de sanar.

Hubo una pequeña pausa después de sus palabras. Todos nos miramos, como si las palabras de Allyn fueran una especie de recordatorio de que no estábamos solos en esto, de que, a pesar de las complicaciones, aún teníamos la oportunidad de encontrar algo bueno en medio de la tormenta.

—Lo sé —dijo Michael, rompiendo el silencio. —Todo lleva su tiempo, pero... tenemos que intentarlo.

No sé de que hablaban, lo ocurrido de anoche o otra cosa.

Asentí en silencio, sintiendo que las palabras de Allyn tenían un peso importante. A veces, la solución no era una respuesta inmediata, sino un proceso largo, que solo se podía enfrentar paso a paso.

Nazar, por su parte, se limitó a sonreír de manera sencilla, como si el comentario de Allyn hubiera logrado transmitir algo que necesitábamos escuchar en ese momento, incluso si no era la respuesta definitiva.

—Así que... ¿todos de acuerdo? —dijo Nazar, buscando con su mirada confirmar lo que todos sentíamos, como un recordatorio de que, aunque las cosas fueran difíciles, todavía podíamos hacerlo.

Todos asintimos, cada uno de nosotros con una expresión distinta, pero un mensaje común: estábamos juntos en esto. Y aunque no sabíamos cómo serían los próximos días, al menos no estábamos enfrentándolo solos.


La risa empezó suavemente, pero pronto se convirtió en un torrente incontrolable. El ambiente, que antes estaba tenso y cargado, se aligeró por completo gracias a la espontaneidad de Nazar y su manera de intentar disimular que aún tenía la boca llena de comida. La forma en que Allyn había respondido también añadió una capa extra de humor, como si todos nos estuviéramos dando cuenta de lo absurdo de la situación, pero al mismo tiempo, agradeciendo el pequeño respiro.

Nazar, viendo las sonrisas en nuestras caras, dejó escapar una risa nerviosa y se cubrió un poco la boca, como si intentara suavizar aún más la situación.

—¡Ay, chicos! —exclamó Nazar entre risas, mirando a Jaddiel, que tenía una expresión tan divertida como la de todos. —No me miren así, estaba intentando... 

Jaddiel, sin perder su sonrisa, contestó con un tono divertido:

—Sí, claro, Nazz, lo tuyo fue un esfuerzo tremendo. ¡Pero vamos! Si no lo hubieras disimulado tan bien, nos habríamos dado cuenta de lo que estaba pasando!

La risa continuó, creciendo entre todos, y por un momento, todo lo que importaba era el sonido de nuestras carcajadas, algo que hacía mucho no sentíamos, como si esas pequeñas burlas y momentos de alegría fueran lo único que podía ayudarnos a no perder la cabeza.

Sin embargo, lo que pasó a continuación llegó de forma tan inesperada que la risa se cortó abruptamente.

La puerta se abrió de golpe, y ahí apareció Lawrence, vestido con una simple camiseta blanca y pantalones grises. Pero lo que nos dejó a todos en silencio fue lo que vio nuestros ojos después: en su mano, con la suya apretada firmemente, venía Allysa, vestida de manera sorprendente. Llevaba un vestido largo, de un blanco resplandeciente, que evocaba algo como la realeza, como la reina Isabella. Su porte y la elegancia con la que caminaba hicieron que todos quedáramos en silencio, no solo por su presencia, sino también por la inesperada pareja que formaban, como si el tiempo se hubiera detenido un instante.

Lo que más me sorprendió fue ver cómo Lawrence, con una ligera sonrisa, apretaba la mano de Allysa, como si no tuviera ningún problema en mostrarlo. Como si todo lo que había pasado antes no importara. Todo en mi interior se detuvo cuando vi esas manos unidas, y de inmediato mi mirada se desvió hacia la mesa, como buscando algo que me distrajera de esa imagen tan dolorosa.

Me sentí... roto. Como si algo en mí se hubiera quebrado al ver esa conexión entre ellos, algo que aún no comprendía del todo.

Fue Nazar quien, al ver mi reacción, no pudo evitar comentar en voz baja, pero con un tono que solo yo podía escuchar.

—¿Vas a estar bien, Haus? —preguntó Nazar, con una mezcla de preocupación y sorpresa. —Porque eso no lo esperábamos, ¿eh?

No pude responder de inmediato. El nudo en mi garganta era tan grande que me costaba hablar. Solo podía mirar cómo Lawrence y Allysa avanzaban hacia la mesa, sin saber qué hacer con la sensación que se había apoderado de mí.

Nazar, viendo que mi expresión no cambiaba, se acercó un poco más y, con una sonrisa irónica, dijo en voz alta:

—Bueno, al menos no estamos en una novela... aunque casi, ¿verdad? —y soltó una risa nerviosa, tratando de aligerar el ambiente, pero ya nada era igual. La sorpresa y el dolor aún flotaban en el aire, y lo que antes fue una mesa llena de risas y compañía, ahora se sentía... un poco más vacía.

El silencio que se instaló en la mesa fue casi palpable, como si el aire hubiera cambiado por completo en el momento en que Lawrence y Allysa aparecieron. No esperaba verlos juntos, no así, no con las manos entrelazadas de esa manera. Y aunque intenté no dejar que mi rostro lo mostrara, algo en mi pecho se revolvió, y no pude evitarlo. Me sentí... algo roto, algo ajeno. Pero, en vez de hacer algo al respecto, me concentré en el desayuno frente a mí.

Jaddiel fue el primero en hablar, rompiendo la tensión con su comentario. Su tono relajado intentaba darle una vuelta a lo que estaba pasando, como si no se diera cuenta de lo que realmente significaba esa escena para el resto de nosotros.

—Entonces, Lawrence —dijo Jaddiel, sonriendo de manera burlona—, te vemos por ahí más tarde, ¿no?

No esperaba que Lawrence respondiera de inmediato, pero cuando lo hizo, su respuesta fue tan directa como siempre. Su mirada pasó de Jaddiel a Allysa, y la expresión en su rostro era de una calma que yo no entendía. Era como si todo estuviera en su lugar para él, mientras que yo... yo estaba aquí sentado, buscando una manera de no sentirme fuera de lugar. Allysa, entonces, hizo un gesto sencillo, como si todo fuera tan natural.

—Te veo en tu habitación —dijo ella, con una sonrisa que me hizo sentir un extraño nudo en el estómago. Y, al igual que Lawrence, no parecía darme ninguna opción para reaccionar. Ella se refería a él, a él solo, y en ese momento no podía evitar preguntarme cuán ajeno me sentía de todo eso. ¿Cómo podía estar tan tranquilo con todo lo que pasaba?

Lawrence asintió, como si las palabras de Allysa fueran lo más lógico del mundo. Miró hacia mí, buscando algo que no pude darle. Mi mirada se desvió rápidamente, como un reflejo, hacia el plato frente a mí. No quería enfrentarlo. No quería que viera el vacío que había dentro de mí, no quería que notara lo tenso que me sentía solo con la idea de ellos dos juntos. En lugar de eso, tomé el tenedor, sin pensar, y me centré en comer. Sin prisa, pero sin parar, como si fuera lo único que podía controlar en ese momento.

Lo último que escuché de ellos fue el sonido de la puerta al cerrarse detrás de ellos, como una separación más clara, más definitiva. Y ahí estaba yo, sentado entre todos los demás, con el corazón un poco más pesado, preguntándome cómo me había dejado llevar por todo eso. ¿Cómo podía ignorar lo que estaba pasando? ¿Por qué, cuando la oportunidad se presentó, no pude hacer nada?

El silencio volvió a caer, pero esta vez no estaba tan cargado de tensión. Al menos no de la misma forma. Nazar intentó suavizarlo, como siempre lo hacía, con una de sus típicas bromas, aunque ninguno de nosotros estaba en el estado de ánimo para reír.

—Bueno... eso fue interesante —comentó Nazar, con una sonrisa torpe, como si esperara que todos compartiéramos la misma ligera diversión. Pero no fue así. Yo estaba demasiado ocupado luchando contra lo que sentía para darle espacio a nada más. Me quedé quieto, masticando, como si eso fuera todo lo que podía hacer en ese momento.

No sabía qué más decir, ni cómo actuar. Solo sabía que, por ahora, lo mejor era mantenerme ocupado con mi desayuno, aunque ya no tuviera mucho sabor. La situación había cambiado, y me había dejado atrapado en una red de pensamientos que no lograba desenredar.


La risa entre los chicos seguía, pero no me alcanzaba a envolver. Estaban bromeando sobre algo que no entendía del todo, y en mi mente solo seguía rondando la imagen de Lawrence y Allysa, sus manos entrelazadas. Cada vez que la visualizaba, el nudo en mi pecho se hacía más fuerte. Sentía que algo dentro de mí estaba rompiéndose, y esa sensación de impotencia me estaba carcomiendo por dentro. Me estaba costando ignorarlo, pero era como si no pudiera quitarme esa imagen de la cabeza.

De repente, la risa de los chicos se fue apagando poco a poco. La conversación seguía, pero para mí era solo ruido de fondo. Cerré los ojos, apretándolos con fuerza, tratando de hacer desaparecer esa imagen, esa rabia inexplicable que me recorría el cuerpo. Cuando los abrí de nuevo, mi respiración estaba entrecortada. Me levanté de golpe de la mesa, sin decir una palabra, asustando a todos los demás.

—Voy al baño, chicos —dije con voz tensa, tratando de sonar casual, pero no pude evitar que mi tono sonara más brusco de lo que pretendía.

No me importaba si los chicos notaban mi incomodidad. No quería que me miraran, no quería ser parte de esa conversación. Lo único que quería era salir de ahí, despejarme un poco. Pero en lugar de ir al baño, mis pasos me llevaron directamente hacia la puerta de la habitación de Lawrence.

No podía evitarlo. Algo en mí me decía que debía detenerlos, que debía separarlos antes de que todo fuera demasiado real. Estaba cegado por la rabia y el miedo, por una mezcla de cosas que ni siquiera podía comprender. Me acerqué con paso rápido, decidido, pero al llegar a la puerta escuché algo que me detuvo en seco.

Gritos. Gemidos.

Mi corazón se detuvo en ese instante. No podía creer lo que estaba oyendo. Todo mi cuerpo se tensó al escuchar esos sonidos, que retumbaban en mis oídos como una cruel confirmación de lo que ya sabía. Ellos estaban juntos, realmente juntos, y lo peor es que yo no podía hacer nada al respecto.

No pude soportarlo. Mis manos se cubrieron mis oídos como si eso pudiera borrar lo que acababa de escuchar. Los sollozos comenzaron a subir por mi garganta, pero no quería dejarlos salir. No quería darles el espacio para llorar por algo que no podía cambiar.

Con el alma rota, salí corriendo, sin mirar atrás, dirigiéndome directo hacia el baño, sin saber si alguien me había visto o no. Lo único que quería era escapar de esa realidad. Me encerré en el baño, buscando un poco de consuelo en la soledad, pero la imagen de Lawrence y Allysa no me dejaba en paz. Todo el dolor, todo lo que había tratado de evitar, ahora me golpeaba de frente. Y lo peor de todo es que no sabía cómo seguir adelante.


Las horas parecían alargarse mientras me quedaba allí, tirado en el suelo del baño, sin ganas de moverme, sin ganas de hacer nada. Solo dejaba que mis pensamientos me consumieran lentamente, como si el mundo a mi alrededor se desvaneciera. Tarareaba una canción al azar, para intentar silenciar la tormenta en mi cabeza, pero era en vano. Cada vez que cerraba los ojos, la imagen de Lawrence y Allysa tomados de la mano volvía, cada vez más clara, más dolorosa.

Intenté no escuchar los golpes que venían desde afuera. Voces, comentarios... todo sonaba lejano, como si estuviera flotando en algún lugar que no podía alcanzar. No quería salir de mi aislamiento, no quería enfrentar nada de lo que estaba pasando, no quería hablar con nadie. Pero cuando escuché su voz, la de Lawrence, mi pecho dio un vuelco.

—Hauser... ¿estás bien? —dijo, y su voz sonaba realmente preocupada.

Al principio pensé que era mi mente jugando conmigo, que solo estaba escuchando lo que quería escuchar, pero luego, al oír el tono de su voz, algo se rompió dentro de mí. Estaba preocupado. ¿De verdad estaba preocupado por mí, después de todo lo que había pasado?

Sonreí débilmente, para mí mismo, como si fuera un susurro cómplice entre mi mente y yo. No podía evitarlo. La ironía me golpeó con fuerza.

—Teniendo relación con su novia... y ahora se preocupa por mí... —murmuré suavemente, sin querer que nadie más lo escuchara.

Puedo escuchar que los golpes afuera aumentaron, y las voces se volvieron más intensas. No sabía si la preocupación de Lawrence era genuina o si simplemente era un reflejo de la persona que había sido antes, la que solía estar allí para mí, la que me había hecho sentir que no estaba solo. Pero ya no sabía qué creer.

El eco de más gritos desde afuera resonó en mis oídos. No podía hacer mucho más que quedarme allí, en el suelo, sintiendo como el vacío se me tragaba poco a poco. La ironía seguía dando vueltas en mi cabeza, y aunque la preocupación de Lawrence era algo que no podía ignorar, todo en mí se sentía herido y desconcertado.

La presión de los golpes en la puerta y las voces afuera se intensificó. Intenté ignorarlas, pero sabía que no iban a detenerse. No quería hablar con nadie, no quería salir, no quería enfrentar la mirada de los chicos, especialmente la de Lawrence. Pero a medida que las voces se hicieron más cercanas, comenzaron a intentar convencerme.

—¡Hauser! —gritó Nazar desde afuera—. ¡Abre la puerta, hermano! Sabemos que estás ahí, no te escondas.

Jaddiel también se unió al intento, casi con tono de broma, aunque sabía que no era el momento para eso:

—¡Vamos, Haus, no seas dramático! Ya te conocemos.

La palabra 'Dramático' me destrozó por completo, me hizo volver más vulnerable. Y ahora, sentí que tenía miedo a lo que los demás pensaba en mí. Y, al escuchar lo 'Dramático' que era, me tensó más. ¿Acaso no sabían como es un dolor ver a alguien que amas con otra persona?¿Y que no puedes hacer nada por que simplemente quieres que ese amor solo fuera feliz? No, no lo saben. 

Pero ni siquiera eso hizo que me moviera. Estaba completamente bloqueado, rodeado por esa nube de desesperación. No quería ser parte de todo lo que estaba pasando, pero mientras estaba en mi burbuja, tratando de escapar de la realidad, escuché la voz de Lawrence, distinta a las demás.

Su tono ya no tenía la energía que solía tener. Estaba más bajo, quebrado, como si algo lo estuviera derrumbando por dentro.

—Hauser... por favor... abre... —su voz tembló un poco, como si no estuviera seguro de lo que debía decir, pero su preocupación era inconfundible. Era como un: "Te necesitamos, Haus."

Algo en su voz me atravesó, como una flecha directa a mi pecho. Era como si hubiera vuelto a sentir la conexión que teníamos, la que había creído perdida. Estaba triste, vulnerable, y a pesar de todo lo que había pasado, aún le importaba.

Al escuchar ese quiebre en su voz, algo dentro de mí reaccionó. Recordé lo sensible que era Lawrence, lo que significaba su preocupación. Aunque la confusión y el dolor seguían allí, me levanté de golpe del suelo, como si el peso de su voz me hubiera dado fuerzas inesperadas. Tenía que salir de ese baño, tenía que enfrentar lo que estaba pasando.

Me acerqué al lavabo, y en un impulso casi automático, me lavé la cara. El agua fría fue un intento desesperado de aclarar mi mente, pero cuando me miré al espejo, la realidad me golpeó. Mi nariz estaba roja, por las lágrimas que no había dejado de derramar durante horas. Vi los rastros de lo que había intentado ocultar, la rabia y la tristeza, y me sentí más vulnerable que nunca.

Suspiré profundamente, secándome la cara, y me quedé allí un momento, mirándome en el espejo. Me preguntaba cómo había llegado hasta este punto, cómo una simple preocupación de Lawrence había hecho que todo se desmoronara. Pero entonces, un pequeño destello de esperanza se encendió dentro de mí. Tal vez, solo tal vez, podía abrir esa puerta.


Cuando finalmente me acerqué a la puerta, mis manos temblaban un poco. No sabía si era por el miedo, la rabia contenida o tal vez, algo de la vulnerabilidad que Lawrence había sacado a la luz. Pero algo dentro de mí sabía que tenía que hacerlo, tenía que salir de esa habitación y enfrentar lo que había dejado atrás.

Abrí la puerta con un tirón y me encontré con los chicos ahí, todos mirándome con una mezcla de preocupación y algo más, como si no supieran qué hacer ni qué decir. Pero lo que más me sorprendió fue ver a Lawrence, parado a un lado de Allysa, lawrence con  su mirada llena de una preocupación que me hizo sentir un poco más pequeño. Estaba cerca de mí, demasiado cerca. Sus ojos se clavaron en mí, como si quisiera saber qué había estado haciendo en ese baño durante tanto tiempo.

Antes de que pudiera decir algo, Lawrence dio un paso hacia mí, tan rápido que no pude reaccionar. Me agarró de los brazos con fuerza, como si temiera que me desmayara o algo peor. Sentí sus dedos presionando contra mi piel, buscando algo, algo que no sabía qué era. Sus ojos recorrían mi cuerpo rápidamente, fijándose en cada movimiento, en cada detalle, como si estuviera buscando señales de que había hecho algo estúpido, algo irreversible. 

—Hauser... —dijo, con la voz llena de una angustia que no había escuchado antes—. ¿Te hiciste daño? ¿Te cortaste?

Su mirada pasó por mis muñecas, buscando algo, pero no encontraba nada. La desesperación en su cara era evidente, y por un momento, sentí que me estaba perdiendo en sus ojos. Pero luego, algo en mí hizo click. Me estremecí por completo, y antes de que pudiera decir algo, me apoyé en la pared para alejarme un poco de él.

El aire me pesaba más que nunca, y cuando me di cuenta de lo cerca que estábamos, sentí una mezcla de cosas: impotencia, rabia, dolor... miedo.

—No, no me corté... —dije, respirando entrecortado, mi voz saliendo con más fuerza de lo que esperaba. Miré a Lawrence con los ojos clavados en él, pero no pude evitar que mi tono se volviera más frío—. ¿Qué quieres, Lawrence?

Esas palabras parecían salir con más frialdad de la que deseaba, pero no pude evitarlo. Me alejé aún más de él, y vi cómo su expresión cambió, como si algo en lo que había hecho y dicho lo hubiera lastimado. Sus ojos, que antes estaban llenos de preocupación, ahora parecían heridos, como si no pudiera entender por qué me estaba alejando.

Pero ya no podía seguir estando cerca de él. Todo eso, toda esa cercanía... me estaba rompiendo por dentro.

—¿Qué pasa, Hauser? —preguntó, su voz suavizándose, como si quisiera entenderme, pero también como si temiera que me estuviera alejando de él para siempre.

Mi mirada se desvió hacia Allysa, y algo en su presencia me hizo darme cuenta de lo irónico que todo esto había sido. Me sentía como si ya no encajara en su mundo. Como si no tuviera lugar en su vida, entre ellos.

Con un suspiro bajo, dije, casi en un murmullo:

—Es que... ya no sé qué hacer, Lawrence.

Esas palabras resonaron en el aire y, al ver su rostro, me di cuenta de lo mucho que todo había cambiado. La distancia entre nosotros ya no era solo física, sino emocional. Y aunque me doliera aceptarlo, sabía que las cosas no podían seguir igual.


El aire seguía tenso a mi alrededor, pero intenté dar un paso hacia la mesa, forzándome a ignorar todo lo que estaba pasando en mi cabeza. Miré a los chicos y, con un tono más apagado, les dije:

—Vamos a seguir comiendo...

Michael, con un tono suave pero sincero, señaló la comida en la mesa.

—Tu comida está fría, Hauser —comentó, casi con una ligera sonrisa, como si intentara aligerar el ambiente.

—No importa... —respondí, mi voz casi inaudible. No tenía ganas de comer, ni siquiera de estar allí, pero de alguna manera, me vi obligado a seguir adelante, aunque fuera solo en apariencia.

Nazar y Jaddiel se miraron rápidamente, como si ambos estuvieran de acuerdo en algo sin necesidad de decirlo, y al unísono dijeron:

—Te prepararemos otra.

Negué con la cabeza, sin mirar a ninguno de ellos. La verdad, no tenía ganas de que me prepararan nada, ni de hacer nada que me involucrara con ellos, con todos. Solo quería que el tiempo pasara rápido.

—No, gracias... —dije, mi tono algo cortante, mientras comenzaba a caminar hacia la puerta.

Antes de que pudiera irme, vi algo que me hizo detenerme por un momento. Miré hacia donde Lawrence y Allysa estaban. Ella, con una sonrisa, se acercó a él, y antes de que me diera cuenta, le plantó un beso rápido, como si todo fuera normal. Un beso que, aunque fugaz, me golpeó con una fuerza inesperada.

—Tengo que irme, amor —le dijo Allysa, mientras se alejaba hacia la puerta, su voz cargada de una dulzura que solo él parecía recibir.

Algo en esa palabra, "amor", me hizo sentir como si el suelo se estuviera abriendo debajo de mí. Fue como un golpe en el estómago, algo que me hizo sentir que ya no encajaba en este lugar. Me dolió más de lo que quería admitir, pero traté de no mostrarlo. Me di la vuelta y seguí caminando, sin mirar atrás.

Lawrence, como si estuviera en piloto automático, comenzó a seguirme. Ni siquiera había tenido que decirle nada, su presencia detrás de mí era casi palpable. Cada paso que daba, él estaba allí, detrás de mí, como si de alguna forma quisiera hacerme reaccionar, o simplemente estar cerca.

Mi mente estaba en caos, pero no podía ignorar el hecho de que él seguía mis pasos, sin decir palabra, como si estuviera esperando algo.


Los chicos se sentaron nuevamente alrededor de la mesa, cada uno en su lugar, pero de alguna manera todo se sentía extraño. La conversación fluía, con Jaddiel y Nazar llevando el peso de las bromas y comentarios, pero algo en el aire seguía denso, cargado de una tensión que no se podía disimular. Lawrence también se sentó, al lado de Jaddiel, dejándome en frente de él. Pero su mirada no dejaba de moverse hacia mí, como si quisiera decir algo, o tal vez solo estuviera esperando que yo lo mirara.

Mi vista estaba fija en mi plato mientras comía, pero sentía su mirada fija en mí. Cada bocado que daba me parecía más pesado, como si sus ojos estuvieran clavados en mí, (Lo cual estaba) haciendo que todo lo que estaba pasando pareciera más grande de lo que era. Traté de ignorarlo, pero, finalmente, cuando alzé la mirada para ver a los chicos, esa mirada de Lawrence estaba allí, como si hubiera estado esperando que yo lo mirara también.

Nuestro contacto visual fue inevitable. Mis ojos se encontraron con los suyos, y por un instante, todo se detuvo. No pude moverme, no pude hacer nada. Sentí el peso de su presencia, de su mirada que parecía penetrarme sin decir una palabra.

No pude soportarlo mucho tiempo, y bajé la mirada, rompiendo el contacto visual. Quería escapar, no quería seguir sintiendo ese nudo en el estómago. Pero Lawrence, aparentemente, no tenía la intención de apartar la vista. Su mirada seguía fija en mí, como si estuviera esperando algo, esperando que yo reaccionara o dijera algo, pero yo solo podía mantener mi silencio.

Fue en ese momento que lo sentí, una presencia inesperada cerca de mis pies. Los sentí, sus pies, encima de los míos, como si de alguna manera quisiera acercarse aún más, pero sin hacer ruido, sin palabras. Era como si me estuviera marcando territorio, o tal vez solo estaba buscando alguna conexión, alguna forma de contacto.

Miré hacia abajo, hacia esos pies que estaban sobre los míos, y por un par de minutos, nos quedamos en ese silencio, sin decir nada. Los chicos seguían hablando, pero yo y Lawrence estábamos en una burbuja aparte, en un espacio suspendido donde solo existíamos nosotros dos, aunque ninguno de los dos dijera ni una palabra.

El roce de nuestros pies era tan pequeño, pero el significado detrás de él era tan grande. Yo lo miré brevemente, y en ese momento, sentí algo más fuerte que nunca. ¿Qué quería decirme? ¿Qué quería demostrar con este gesto tan sutil? No quiero ilusionarme.

Me quedé ahí, sin saber qué hacer ni cómo reaccionar, mientras el tiempo pasaba lentamente, casi como si estuviera esperando algo que no estaba listo para enfrentar.


El aire pesado entre Lawrence y yo se rompió en el instante en que Jaddiel, como si no le importara lo que estaba pasando, levantó la voz para llamar nuestra atención.

—Oigan, chicos —dijo con un tono casual, sin saber lo que acababa de interrumpir.

Ambos nos miramos rápidamente, y la burbuja que se había formado entre nosotros estalló en mil pedazos. Era como si la tensión se disolviera en el aire, pero en lugar de aliviarnos, esa ruptura solo trajo más incomodidad. Miré a Jaddiel mientras él sacaba su celular de la mochila y nos miraba con una sonrisa traviesa.

—¿Ustedes han visto los vídeos que las fans han hecho de ustedes dos? —preguntó, como si fuera algo completamente normal. Pero yo sentí que todo mi cuerpo se tensaba.

Lawrence frunció el ceño, claramente confundido.

—¿Cuáles? —respondió, con una ligera estridencia en su voz, como si la pregunta no tuviera sentido.

Jaddiel no dudó ni un segundo. Con una sonrisa pícara, comenzó a mostrar el teléfono y nos mostró el contenido en la pantalla. Eran vídeos que, honestamente, no sabía si quería ver o no.

—Son como bromances o algo así —continuó, mientras pasaba el dedo por la pantalla. —Ustedes dos, Haus y tú, la gente los llama "Hausrence Seltwen". Es una mezcla de sus nombres.

Miré la pantalla, casi sin querer, y vi los vídeos que mostraban nuestras entrevistas, momentos en los que, sin querer, nos mirábamos con cierto afecto, sonrisas suaves que se deslizaban entre nosotros. Mis ojos se detuvieron en cada fragmento de esos vídeos, en los momentos que, ahora que los veía, parecían más que simples amistades, parecían algo más, algo que había estado ahí todo el tiempo, pero que nunca me había atrevido a reconocer.

Vi imágenes de ambos en eventos, nuestras miradas llenas de complicidad, la forma en que nuestras sonrisas se iluminaban al estar juntos en el escenario. Momentos como entrevistas, en donde, sin saberlo, nos tratábamos con un cariño que nunca antes me había detenido a pensar. Ahora, al ver esos vídeos, me dio un nudo en la garganta.

Aclaré la garganta rápidamente, como si eso pudiera deshacer la incomodidad que sentía. La forma en que esas imágenes mostraban lo que había entre nosotros, una cercanía que nadie más podía ver, me hacía sentir vulnerable. Lo peor era que no sabía qué hacer con todo eso. ¿Qué significaba realmente?

Lawrence estaba mirando la pantalla también, pero no dijo nada. Estaba igual de quieto que yo, procesando lo que acababa de ver. Su rostro no reflejaba sorpresa, más bien desconcierto, como si lo estuviera asimilando lentamente.

—Esto es raro... —dije en voz baja, sin saber exactamente a qué me refería. Pero sentí que había algo más en juego, algo que no podía controlar.



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Hi!

Perdón si el cap es largo y absurdo :D

Voten >:c

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