Capítulo 40: Malahide, una suma de todo.
Dedicado para Pamela. Simplemente puedo decír que te amo mucho. Y que eres linda (:
Creíste que era solo para ella Paige? ¡NO! Tu siempre estarás dedicada para mí, no soy una mala persona.
Te amo ¿Lo sabías? Te amo carajo, y joder, como amo decírlo. Te amo, Te amo, Te amo, Te amo, Te amo, Te amo, Te amo, Te amo, Te amo.
Después de muchas, pero muchas horas en el auto, finalmente llegamos a la playa de Malahide. El sol ya comenzaba a bajar en el horizonte, bañando el lugar con un brillo cálido y dorado. Todos estábamos cansados, pero la emoción de estar allí nos daba un segundo aire.
Law fue el primero en bajar del auto. Inspiró profundamente, como si intentara absorber toda la brisa marina en un solo respiro.
—¡Ahhh, el aire del mar! —exclamó, extendiendo los brazos dramáticamente.
Yo bajé detrás de él, sacudiéndome el sueño acumulado por el largo viaje.
—Déjame oxígeno por lo menos, Law —dije con una sonrisa burlona—. Me lo vas a gastar.
Law me miró con una expresión juguetona, guiñándome un ojo antes de responder:
—Te comparto mi oxígeno, pero solo porque eres tú.
Jaddiel, bajando justo detrás de nosotros, soltó un audible:
—¡AWWWW!
Law volteó a verlo con una ceja levantada.
—¿Qué? —preguntó fingiendo confusión—. ¿No es normal querer compartir oxígeno con tu... compañero de viaje?
Reí.
Antes de que alguien pudiera responder, los demás chicos comenzaron a bajar del auto, cargando mochilas, sombreros y demás cosas que habían llevado para la ocasión. Nazar, todavía con su gorro de playa en la cabeza, salió último, mientras Mich intentaba controlar a Rafael, que parecía decidido a explorar la playa completamente.
Law se volvió hacia ellos con una sonrisa de satisfacción.
—Chicos, ¿se dieron cuenta de lo que acabamos de hacer? —preguntó con tono de falsa indignación—. ¡Nos tomó más de cinco horas llegar! ¡Más tiempo que un vuelo internacional!
La afirmación fue suficiente para que todos soltaran una carcajada, incluso Kyla, que parecía más aliviada de que finalmente habíamos llegado. Nazar se acomodó su gorro, mirando hacia el horizonte con una expresión desafiante.
—Sí, pero valió la pena —dijo, mientras los demás asentían.
Mich suspiró mientras ajustaba la caja de Rafael.
—Eso espero, Law Porque si no, el siguiente viaje lo organizas tú.
El ambiente se llenó de risas y bromas mientras comenzábamos a descargar nuestras cosas, listos para disfrutar la playa, aunque fuera tarde. La idea de pasar un rato juntos, rodeados por el sonido del mar y la brisa fresca, hacía que todas esas horas de viaje valieran la pena.
Con una mirada divertida, me acerqué a Law y, en voz baja, le dije:
—Aunque tardamos una eternidad, creo que esto será bueno.
Law me devolvió una sonrisa amplia y confiada, como siempre.
—Te lo dije, a veces vale la pena hacer estas locuras juntos.
Los chicos no perdieron tiempo; apenas habíamos bajado del auto, Jaddiel y Nazar ya estaban corriendo hacia la orilla, riendo como niños pequeños. Mich iba detrás de ellos, cargando a Rafael en su pequeña caja improvisada, mientras Allyn observaba todo con una sonrisa tranquila, caminando a un ritmo más relajado junto a Kyla, quien parecía más interesada en revisar su teléfono que en la vista.
Law y yo, sin embargo, nos quedamos rezagados, caminando a un paso más lento mientras los demás se adelantaban. Él llevaba las manos en los bolsillos, observando a los chicos con una sonrisa que no se le borraba del rostro. Yo, a su lado, me sentía en paz de una manera que rara vez experimentaba.
— ¿Sabes? —dijo Law de repente, rompiendo el silencio entre nosotros—. Este lugar es aún más hermoso de lo que recordaba.
Lo miré de reojo, notando cómo sus ojos se iluminaban al observar las olas.
— ¿Has estado aquí antes? —pregunté, curioso.
Asintió, sin apartar la mirada del horizonte.
— Sí, hace unos años, en uno de esos momentos en los que necesitaba escapar de todo. Es un buen lugar para pensar... y para inspirarse.
Hubo un breve silencio mientras ambos seguíamos caminando detrás de los demás, nuestras pisadas amortiguadas por la arena húmeda. Nazar y Jaddiel seguían corriendo hacia la orilla, lanzando gritos de alegría que resonaban en el aire.
— Parece que ellos encontraron su inspiración —comenté, señalando a los dos, que ahora chapoteaban en el agua helada, ignorando por completo el frío.
Law se rió, su risa suave y contagiosa.
— Eso o simplemente tienen demasiada energía acumulada. Deberíamos dejarlos venir corriendo más seguido.
Nuestros pasos se detuvieron por un momento, y él giró para mirarme. Había algo en su mirada, algo cálido y reconfortante que hacía que el cansancio del viaje desapareciera.
— Gracias por venir —dijo, su voz más suave ahora—. Sé que fue una locura, pero significa mucho para mí que lo hayas hecho.
Sonreí, encogiéndome de hombros.
— ¿Y perderme la oportunidad de ver a Nazar corriendo con ese gorro ridículo? Ni en un millón de años.
Law se rió de nuevo, y antes de que pudiera responder, escuchamos a Jaddiel gritar algo desde la distancia:
— ¡Vamos, tortugas! ¡Van muy lento!
Ambos nos miramos, compartiendo una sonrisa cómplice, antes de acelerar el paso para unirnos a los demás. La noche apenas comenzaba, y ya se sentía como una de esas que recordaríamos por mucho tiempo.
Los chicos ya se habían adelantado, corriendo hacia la orilla, con Jaddiel y Nazar salpicando agua a su alrededor como si no hubiera un mañana. Mich seguía detrás con Rafael, mientras Allyn y Kyla caminaban a su propio ritmo. La brisa del mar era fresca, y el sonido de las olas nos rodeaba mientras Law y yo avanzábamos a paso lento, observando la escena con calma.
De repente, Law me sorprendió, tomando mis manos sin previo aviso. Me detuve un segundo, sintiendo cómo mis dedos se entrelazaban con los suyos, y lo miré confuso.
— ¿Estás loco? —dije en voz baja, mirando alrededor—. ¡Estamos en público!
Law sonrió, una expresión traviesa en su rostro, y con un brillo en los ojos que me hizo sentir como si todo el mundo desapareciera alrededor de nosotros.
— ¿Qué importa? —respondió con desdén, y antes de que pudiera agregar algo más, me tiró hacia él, corriendo hacia el agua.
Me vi arrastrado por su impulso, riendo y tratando de mantenerme al ritmo, sin poder evitar la emoción contagiante de su entusiasmo. Las risas de los dos se unieron a las de los demás chicos a lo lejos mientras corríamos hacia el mar. La sensación de la arena bajo mis pies y el frío de las olas que nos salpicaban me hizo olvidar todo lo demás. Estábamos juntos, simplemente disfrutando del momento.
Con cada paso, la risa de Law resonaba como una melodía, y yo no podía dejar de sonreír mientras corría a su lado, sin pensar en nada más que en la diversión de estar en ese instante.
El agua fría nos alcanzó hasta las pantorrillas, y yo no podía dejar de reír por lo absurdo y espontáneo del momento. Aún así, la calidez de su mano sujetando la mía no pasaba desapercibida. Cuando finalmente nos detuvimos, me di cuenta de que los chicos nos miraban desde la orilla, curiosos por nuestra pequeña carrera.
— ¡Vamos con ellos! —dijo Law, sin soltar mi mano.
— Law... suelta mi ma...—murmuré, intentando zafarme discretamente mientras el calor subía a mis mejillas.
— No, no tengas verguenza. —respondió, apretando más fuerte y sonriendo como un niño que acababa de ganar un premio. Su insistencia hizo que lo siguiera, sintiendo una mezcla de vergüenza y algo más que no podía identificar del todo.
Al llegar a la orilla, Jaddiel nos miraba fijamente con una sonrisa que le iluminaba el rostro, mientras Mich levantaba una ceja y Nazar seguía chapoteando sin prestar mucha atención. Allyn, por su parte, nos observaba con calma, aunque había un destello de curiosidad en su mirada.
Law se detuvo frente a ellos y alzó nuestras manos entrelazadas como si quisiera hacer un anuncio oficial.
— ¡Chicos! Tenemos algo que decirles.
Mich soltó un resoplido, entrecerrando los ojos.
— Ay, no me digan que...
— ¡Ellos están juntos! —gritó Jaddiel antes de que Law pudiera terminar. Saltó como si fuera un niño al que acaban de darle un helado, su alegría imposible de contener.
Allyn y Nazar gritaron al mismo tiempo, un "¡Sí!" que resonó por encima del sonido de las olas. Mich se cruzó de brazos y negó con la cabeza, pero una sonrisa orgullosa se asomaba en su rostro.
— Bueno, ya era hora —dijo Mich finalmente, suspirando—. Se tardaron, ¿eh? Yo le había apostado un kilo y medio a Nazar.
— Sí, bueno... —empezó Law, mirando a los chicos con una expresión sincera—. Solo quería que lo supieran directamente de nosotros. Esto significa mucho para mí, para nosotros, y... bueno, gracias por ser ustedes. Y aparte no aguanto ver a Haus y no mostrarle cariño frente a ustedes.
Los aplausos de Nazar y los saltos de Jaddiel rompieron el breve silencio que siguió, pero una voz cortante lo interrumpió todo.
— ¿En serio? —dijo Kyla, con los brazos cruzados y una expresión de desdén en su rostro—. Esto es ridículo.
Todos se giraron a verla, pero no le importó.
— No puedo creer que estén haciendo esto aquí, como si fuera normal. Es... patético.
El aire parecía haberse enfriado de repente. Los demás la miraron incrédulos, pero antes de que alguien pudiera decir algo, Law apretó mi mano con más fuerza y dio un paso al frente, su mirada seria.
— Kyla, si no te gusta, puedes irte. No tienes derecho a hablarle así a nadie, mucho menos a ellos.
Ella resopló y rodó los ojos, pero Nazar intervino antes de que pudiera replicar.
— Si tienes un problema con ellos, entonces tienes un problema conmigo también.
— Y conmigo —agregó Allyn, con voz firme.
Mich no dijo nada, pero dio un paso hacia nosotros, colocándose a nuestro lado con una expresión que no dejaba dudas sobre de qué lado estaba. Jaddiel, por su parte, cruzó los brazos y levantó la barbilla.
— Si no puedes aceptar que son felices, entonces tú eres el problema, Kyla.
Kyla los miró a todos, furiosa, antes de darse la vuelta y alejarse rápidamente, su figura desapareciendo en la distancia.
Un silencio incómodo cayó sobre el grupo, pero Jaddiel lo rompió rápidamente, saltando hacia nosotros con una sonrisa enorme.
— ¡Esto es increíble! —dijo, abrazándonos a los dos al mismo tiempo—. ¡Estoy tan feliz por ustedes!
Miré a Law, quien me devolvió una sonrisa cálida, y sentí cómo el nudo en mi pecho comenzaba a deshacerse. Sí, había sido un momento difícil, pero al menos estábamos rodeados de personas que realmente nos apoyaban.
— Bueno, ¿qué hacemos ahora? —dijo Nazar, agitando las manos como si nada hubiera pasado—. ¡Sigamos jugando, que el agua está increíble!
Y así, como si todo hubiera vuelto a la normalidad, las risas y el sonido del agua llenaron el aire una vez más.
El ambiente parecía haberse relajado después de que Kyla se alejara, pero justo cuando creíamos que la situación había terminado, ella se giró y lanzó una última frase desde la distancia:
— ¡Solo espero que esto no dure más de una semana, Haus! Siempre haces lo mismo, te ilusionas con tonterías. ¡Eres un desgraciado, me das lástima y asco!¡Maldito Gay!
Sus palabras resonaron más fuerte de lo que deberían. Solté la mano de Law de inmediato, como si quemara, y di un paso atrás. Mi pecho se apretó, y aunque intenté ocultarlo, mis manos comenzaron a temblar.
— Haus... —dijo Law, suavemente, extendiendo la mano hacia mí.
— No, está bien —interrumpí, mirando al suelo—. Es... no pasa nada.
Los chicos nos miraban, desconcertados, mientras yo intentaba recomponerme. El brillo de la alegría que había sentido hacía apenas unos minutos se apagó como una vela al viento.
— ¿Eso piensas, Haus? —preguntó Law, con una mezcla de sorpresa y dolor en su voz—. ¿Que esto es solo una tontería?
Lo miré rápidamente, negando con la cabeza.
— No, no es eso... yo... —murmuré, pero las palabras se me atascaban.
Jaddiel dio un paso hacia mí, como queriendo decir algo, pero Mich lo detuvo, sacudiendo la cabeza. Nazar, por su parte, parecía a punto de gritarle algo a Kyla, que ya se había alejado, pero Allyn lo sostuvo por el brazo.
Law se acercó un paso más, mirándome con esos ojos que siempre lograban atravesar cualquier barrera que intentara construir.
— Mira, no sé qué te pasa ahora mismo, pero no voy a dejar que las palabras de Kyla arruinen esto. No voy a dejar que ella nos quite lo que tenemos —dijo, firme, aunque su voz era suave—. Pero necesito saber si tú quieres esto tanto como yo.
Mi mirada se encontró con la suya por un momento, y sentí que el nudo en mi pecho se hacía más grande. No era él. No era lo que teníamos. Era todo lo demás, todas las dudas, todas las inseguridades que Kyla había sabido exactamente cómo tocar.
— Yo... necesito un momento —dije finalmente, antes de darme la vuelta y caminar hacia la orilla, dejando atrás a todos.
Podía escuchar a Nazar susurrar algo como "¿Qué demonios le pasa a Kyla?", y a Jaddiel diciendo "Dale espacio, volverá", pero ninguna de esas palabras logró calmar la tormenta que se formaba dentro de mí.
Me alejé unos metros y me senté en la arena, mirando el horizonte. Las olas iban y venían, y aunque el frío de la brisa del mar me calaba, no podía sentir nada más que un peso en el pecho.
No pasó mucho tiempo antes de que escuchara pasos detrás de mí. No necesitaba voltear para saber que era Law.
— Oye —dijo, su voz más suave que nunca—. Puedo quedarme aquí en silencio, si eso es lo que necesitas.
No respondí al principio, pero eventualmente asentí, y él se sentó a mi lado.
— Lo siento —murmuré después de un rato, apenas audible por encima de las olas.
— No tienes nada que lamentar, Haus —dijo, mirando al horizonte junto a mí—. Pero quiero que sepas algo. Esto no es una tontería para mí. Nunca lo será.
El peso en mi pecho comenzó a aflojarse un poco, y aunque no sabía qué decir, el simple hecho de que él estuviera allí, a mi lado, hizo que todo doliera un poco menos.
El silencio entre nosotros se llenó con el sonido del mar y el suave susurro de la brisa. Law permanecía a mi lado, quieto, pero podía sentir su mirada en mí. Mientras tanto, mis ojos se perdían en el horizonte, donde el sol comenzaba a esconderse, pintando el cielo de un naranja cálido que parecía demasiado hermoso para este momento tan roto.
Sin darme cuenta, una lágrima escapó y rodó por mi mejilla. Sentí su calor en contraste con el frío del viento, y el peso de todo lo que me había dicho Kyla se instaló en mi pecho como una piedra.
"Soy un maricón", pensé, con una crueldad que me dolió más de lo que esperaba. "Lloro por todo. Me afecta todo lo que me dicen. ¿Por qué soy así? ¿Por qué no puedo ser fuerte como los demás?"
Bajé la mirada rápidamente, intentando que Law no lo notara. La arena bajo mis pies se convirtió en mi refugio mientras apretaba los labios, tratando de controlar las emociones que amenazaban con desbordarse.
— Lo siento por ser así —dije al fin, con la voz rota, apenas audible—. Sé que no es fácil estar conmigo, Law. Soy un desastre, siempre lo he sido.
Mi garganta se cerró al decirlo, pero lo solté antes de que pudiera detenerme. Lo miré brevemente, esperando cualquier reacción, pero lo que vi en su rostro me partió el alma.
Los ojos de Law, siempre tan tranquilos, estaban llenos de una mezcla de tristeza y dolor. Parecía que mis palabras lo habían golpeado como un puñetazo directo al pecho. Abrió la boca, como si quisiera decir algo, pero la cerró de nuevo, incapaz de encontrar las palabras.
— ¿Cómo puedes pensar eso de ti mismo? —susurró finalmente, su voz temblando, tan distinta de la seguridad que solía transmitir.
Me quedé callado, sintiendo la presión de su mirada mientras él continuaba.
— Haus... no eres un desastre. Eres humano. ¿Sabes cuánto te admiro por lo que eres? Por cómo siempre intentas, incluso cuando sientes que todo está en tu contra. — Se detuvo un momento, respirando hondo—. Pero escuchar que te hablas así... me rompe. Me rompe porque te quiero, y no quiero que te veas de esa manera.
Sus palabras atravesaron mi coraza, haciendo que mi respiración se volviera errática mientras las lágrimas comenzaban a caer sin control.
— No entiendo cómo puedes quererme —murmuré, mirando nuevamente la arena—. Soy débil, Law. Siempre lo he sido.
Law no respondió de inmediato, pero de repente sentí su mano en mi mejilla, suave pero firme, obligándome a mirarlo.
— Si fueras débil, no estarías aquí. No serías capaz de amar, ni de intentar ser mejor cada día. Y si piensas que algo de eso es ser débil, entonces déjame decirte que no tienes ni idea de lo fuerte que eres.
Su voz se quebró al final, y una lágrima resbaló por su rostro. Nunca había visto a Law llorar dos días repetidos o tres. Y al verlo ahora me hizo darme cuenta de cuánto lo había lastimado mi propia lucha interna.
Sin pensarlo, lo abracé, aferrándome a él como si fuera mi única ancla en medio del caos.
— Lo siento... —dije una y otra vez, mientras las olas seguían su curso, indiferentes al torbellino de emociones que nos envolvía.
Él no dijo nada más, solo me sostuvo con fuerza, como si quisiera transmitir todo lo que no podía expresar con palabras.
El sol terminó de ocultarse, dejando el cielo teñido de colores cálidos, y aunque el momento había sido doloroso, sabía que no estaba solo.
No aguanté, incapaz de sostener su mirada por más tiempo. Junté mis manos, las llevé hacia mis rodillas y las abracé con fuerza mientras inclinaba mi cuerpo hacia adelante y hacia atrás, como si el movimiento pudiera calmarme. Pero no lo hacía.
— Soy un maldito maricón que llora por todo —murmuré, mi voz rota por los sollozos que apenas podía contener—. No sé por qué intentas convencerme de lo contrario. Todos lo saben. Siempre lo supe.
Law intentó acercarse de nuevo, pero levanté una mano, deteniéndolo.
— Me insultan por ser el nuevo en la banda, ¿sabes? —continué, con una risa amarga que no tenía ni una pizca de alegría—. No soy parte de ellos, Law. Nunca lo he sido.
— Eso no es verdad —dijo él de inmediato, con firmeza.
Lo miré, mis ojos ardientes por las lágrimas.
— ¿No? ¿Acaso crees que no veo los comentarios? —espeté, mi voz subiendo un poco, aunque temblaba. Sentí cómo mi pecho se comprimía aún más con cada palabra que salía de mi boca—. "El nuevo es patético." "¿Por qué lo incluyeron?" "Es solo un reemplazo de kael." "Nisiquiera es amable" "Es inútil, no sirve" ¿Quieres que siga? Porque hay más, y créeme, los tengo memorizados.
Law negó con la cabeza, sus labios apretados mientras su mirada se llenaba de tristeza.
— Boo, eso no significa nada. Son solo comentarios. No dicen quién eres ni lo que vales.
Sacudí la cabeza rápidamente, sin poder mirarlo a los ojos.
— Pero tienen razón. ¡Mírame! Soy un desastre. No encajo. No pertenezco aquí, ni contigo, ni con ellos, ni con nadie.
Mi voz se quebró al final, y me incliné hacia adelante, escondiendo el rostro entre las rodillas.
— Siempre ha sido así —susurré, apenas audible—. Solo... solo soy yo contra el mundo. Y no soy suficiente.
Mis sollozos aumentaron, y me odié aún más por no poder controlarlos. No sabía qué esperaba que Law hiciera, pero en lugar de hablar, sentí que me rodeaba con sus brazos, sin decir una palabra.
— No, Haus —susurró, su voz temblando de emoción—. No eres un desastre. No eres patético. Y no estás solo.
Intenté apartarme, pero él me sostuvo con más fuerza, como si su abrazo pudiera mantenerme entero.
— No voy a dejar que te hables así nunca más —continuó, su tono firme pero lleno de ternura—. Porque tú eres mucho más de lo que crees. Y no importa lo que digan los demás. Tú vales. Tú importas. Y yo estoy aquí contigo, pase lo que pase.
Me quedé quieto en sus brazos, mis lágrimas cayendo silenciosamente mientras las olas seguían rompiendo contra la orilla. Por primera vez en mucho tiempo, dejé que alguien viera todas las partes rotas de mí.
Y aunque todavía dolía, algo en la manera en que Law me sostuvo me hizo sentir que, tal vez, algún día podría creerle.
El abrazo de Law era firme, constante, como si quisiera sostener no solo mi cuerpo, sino también las partes rotas de mi interior. Pero no podía aceptar eso. No podía aceptar que alguien tan fuerte, tan seguro como él, estuviera dispuesto a cargar con mis debilidades.
— Haus... —dijo suavemente, apartándose un poco para mirarme a los ojos—. Sé que todo esto te está doliendo, pero tienes que saber algo. Tú te tomas las cosas en serio porque te importan. Porque tienes un corazón enorme.
Sus palabras eran como un susurro cálido en medio del frío, pero no pude evitar responder con una mezcla de frustración y desesperación.
— ¡Es por eso que soy débil! —grité, mi voz quebrándose al final. Las lágrimas seguían cayendo sin control mientras lo miraba—. Me importa todo. Todo me afecta. No sé cómo ser diferente.
Law me miró por un momento, con una mezcla de ternura y dolor en su rostro. Luego negó lentamente con la cabeza.
— Eso no te hace débil, Haus. Eso te hace fuerte.
Abrí la boca para refutarlo, pero él levantó una mano, deteniéndome antes de que pudiera hablar.
— Escúchame. El mundo está lleno de personas que no se preocupan por nada. Que son frías, que se cierran, que nunca se permiten sentir. Tú no eres así. Tú sientes todo, y eso te hace increíblemente valiente, porque no tienes miedo de enfrentarte a lo que realmente importa.
Su voz se llenó de emoción mientras continuaba, su mirada fija en la mía.
— ¿Sabes lo que veo cuando te miro? Veo a alguien que nunca se rinde, incluso cuando siente que el mundo está en su contra. Veo a alguien que siempre está dispuesto a dar lo mejor de sí, incluso cuando cree que no es suficiente. Y lo que más admiro de ti, Haus, es que amas con todo tu ser, sin reservas, sin condiciones.
Mis sollozos comenzaron a calmarse, aunque las lágrimas seguían cayendo. Sus palabras golpeaban algo profundo dentro de mí, algo que había mantenido enterrado durante mucho tiempo.
— No eres débil, Haus —dijo, con más firmeza ahora—. Eres una de las personas más fuertes que he conocido. Y no importa lo que digan los demás, eso no va a cambiar nunca.
Lo miré, mi pecho aún pesado, pero con algo nuevo asomando entre la niebla: una chispa de esperanza.
— ¿Cómo puedes creer todo eso de mí? —susurré, mi voz temblorosa.
Law sonrió, una sonrisa pequeña pero llena de calidez.
— Porque es verdad. Y voy a recordártelo todas las veces que sea necesario hasta que lo creas tú también.
No sabía qué decir, pero en ese momento, me permití creerle un poquito. Solo un poquito. Y aunque el dolor seguía ahí, algo en su mirada me hizo sentir que, tal vez, había un camino para salir adelante.
Law tomó mis manos entre las suyas, su agarre firme pero lleno de calidez, como si quisiera transmitir todo lo que estaba sintiendo. Sus ojos, esos ojos hazel que siempre parecían brillar con una luz especial, se fijaron en los míos.
— Haus —dijo con voz suave, casi como si estuviera pronunciando un secreto—. Tú eres mi agua, la que calma mi sed y me da vida.
Sentí que mi respiración se detenía mientras sus palabras seguían fluyendo, como un río que no podía detenerse.
— Eres mi luz, la que me guía cuando todo parece oscuro.
Su tono era tan sincero que no podía apartar mi mirada de él.
— Eres mi vida, Haus. Mi sol. Mi todo.
Las lágrimas volvieron a llenar mis ojos, pero esta vez no eran de dolor, sino de algo que no podía describir del todo. Una mezcla de alivio, ternura y algo que se parecía mucho a la esperanza.
Law hizo una pausa, dejando que el sonido de las olas llenara el silencio entre nosotros. Su mirada permanecía fija en mí, como si esperara que yo entendiera algo que aún no podía ver.
— ¿Y sabes por qué? —continuó, pero su voz se cortó de repente. No dijo nada más.
El silencio se alargó, y mi corazón latía con fuerza mientras lo miraba, incapaz de encontrar una respuesta. Sentí mis labios temblar antes de que apenas pudiera susurrar:
— Porque somos... Somos uno de dos.
La sombra de una sonrisa cruzó el rostro de Law. Sus ojos brillaban con una mezcla de emoción y algo más profundo, algo más grande.
— Una suma de todo —respondió él, completando las palabras que parecían haber estado esperando mucho tiempo para ser dichas.
Sentí un nudo en mi garganta, pero esta vez no era de tristeza. Era de algo más poderoso, más hermoso.
Sin decir nada más, Law me acercó a él y apoyó su frente contra la mía. Las olas seguían rompiendo en la orilla, el cielo seguía pintado de tonos cálidos, y aunque el mundo no se detuvo, en ese momento sentí que estábamos en nuestro propio pequeño universo.
Law mantuvo su frente contra la mía, sus ojos cerrados por un momento, como si estuviera reuniendo fuerzas para decir algo más. Sentí el calor de su respiración, suave y constante, mezclándose con el sonido de las olas.
Abrió los ojos lentamente, su mirada llena de una ternura que me hizo estremecer.
— Eres mi amor... —susurró, su voz quebrándose apenas—. El amor que calman mi dolor.
Mis labios temblaron al escuchar esas palabras, tan simples y, al mismo tiempo, tan profundas. Sentí como si hubieran atravesado todas mis barreras, llegando directo a mi corazón.
No supe qué decir. No había palabras que pudieran igualar lo que él acababa de expresar. Así que simplemente lo abracé, fuerte, aferrándome a él como si fuera mi ancla en medio del caos que aún sentía dentro.
En ese momento, mientras el cielo se oscurecía y las primeras estrellas aparecían en el horizonte, entendí algo: no importaba cuánto doliera el camino, porque con él, el amor siempre encontraría una forma de brillar, incluso en medio del dolor.
Después de las palabras de Law, me quedé en silencio, sintiendo el peso y la belleza de todo lo que había dicho. Sin poder evitarlo, una pequeña sonrisa apareció en mis labios, tímida, pero sincera. Miré al frente, al sol que se estaba escondiendo lentamente en el horizonte, tiñendo todo el cielo de tonos dorados y anaranjados. Era como si el mundo hubiera dejado de girar solo para darme un momento de paz.
Law, que seguía cerca de mí, observaba la misma escena, pero de repente, su voz rompió la tranquilidad del momento.
— ¿Sabes? —dijo con una sonrisa traviesa—. Si el sol sigue poniéndose así, va a terminar cayendo por encima de nosotros y nos va a dejar sin sombra.
Lo miré, algo confundido, y antes de que pudiera responder, Law soltó una pequeña risa, como si fuera la cosa más graciosa del mundo.
— Tienes razón —dije con una risa ligera, aunque no entendía del todo el chiste—. Lo mejor es que me aleje un poco, por si acaso.
Law se levantó de repente, como si estuviera a punto de hacer algo, y extendió una mano hacia mí.
— Vamos, Haus. Levántate. La vista está mucho mejor de pie —dijo con esa sonrisa llena de energía que siempre me hacía sentir como si pudiera conquistar cualquier cosa a su lado.
No pude evitar sonreír al verlo tan decidido, pero no quería moverme, así que me quedé sentado en el mismo lugar, mirando el cielo.
— ¿Y si no quiero? —bromeé, cruzando los brazos sobre mi pecho.
Law, sin embargo, no dejó que mi negativa durara mucho. Tomó mis manos con firmeza, pero de una manera suave, obligándome a levantarme.
— ¡No tienes opción, Haus! —dijo, y en cuanto estuve de pie, me levantó rápidamente, y yo, sorprendido, me equilibré.
En un movimiento rápido, Law rodeó mi cintura con sus brazos, y antes de que pudiera reaccionar, me miró a los ojos con una expresión suave, como si el mundo entero hubiera desaparecido en ese instante.
Y en ese momento, me dio un beso corto en la frente, tan ligero que me hizo sentir que todo lo que había pasado hasta ahora había valido la pena solo por ese gesto.
— Eres todo para mí —susurró, abrazándome con más fuerza mientras ambos mirábamos el sol esconderse completamente detrás del horizonte, pintando el cielo de un azul profundo y lleno de promesas.
Yo no dije nada, porque las palabras ya no eran necesarias. Me quedé allí, abrazado a él, mirando el sol hasta que ya no quedó más que la oscuridad, pero con la sensación de que, mientras estuviéramos juntos, nada podría oscurecer nuestro pequeño universo.
El abrazo terminó, pero el calor del momento seguía presente entre nosotros. Sin embargo, mi mente ya estaba buscando algo para aligerar el ambiente. Una idea infantil, pero divertida, me cruzó por la cabeza.
Antes de que Law pudiera decir algo más, estiré la mano, toqué su pecho rápidamente y grité:
— ¡TOCA!
Sin darle tiempo para reaccionar, salí corriendo hacia la orilla, riendo como un niño pequeño. Mis pasos eran torpes en la arena, pero eso solo hacía todo más gracioso.
— ¡¿Qué demonios, Haus?! —gritó Law detrás de mí, riendo también—. ¡No vas a escapar tan fácil!
Giré la cabeza para verlo, y allí estaba él, corriendo detrás de mí con una sonrisa traviesa en su rostro. Intenté acelerar, pero la arena no estaba de mi lado, y antes de darme cuenta, sentí cómo sus manos agarraban mi camiseta desde atrás.
— ¡Te tengo! —exclamó triunfante, tirando de mí con suficiente fuerza para hacerme caer hacia él.
Ambos terminamos en la arena, pero Law no me dejó escapar. Antes de que pudiera levantarme, sus brazos me atraparon, y en un movimiento rápido, me levantó como si no pesara nada.
— ¿Qué estás haciendo? —grité entre risas, mientras me alzaba hasta sus hombros.
— ¡El castigo por ser un tramposo! —respondió, sujetándome firmemente mientras yo pataleaba, riendo sin control.
Mis pies se agitaban en el aire, y mis manos intentaban alcanzar su cabeza para molestarlo, pero él no se movía ni un centímetro.
— ¡Law, bájame! —reclamé entre carcajadas.
— ¿Qué fue eso? ¿Que te suba más? —bromeó, fingiendo que iba a soltarme al agua cercana.
— ¡No, no, no! —grité, riendo aún más fuerte, incapaz de contenerme.
Desde mi posición, podía ver el horizonte que se oscurecía lentamente, pero también podía sentir la alegría en el aire. Y en ese momento, mientras el sonido de las olas se mezclaba con nuestras risas, supe que no habría querido estar en ningún otro lugar.
Después de levantarme y hacerme patalear como loco, Law de repente me bajó de sus hombros con cuidado y, antes de que pudiera alejarme, se dio la vuelta, ofreciéndome su espalda.
— Vamos, Haus. Súbete —dijo con una sonrisa burlona, dándome unas palmaditas en la espalda como si fuera un caballo esperando a su jinete.
— ¿Qué? ¡Ni loco! —respondí, retrocediendo un paso mientras trataba de mantener mi compostura, aunque no podía dejar de reírme.
Law giró la cabeza para mirarme, con esa mirada traviesa que siempre significaba problemas.
— Dale, Boo. Súbete... o si no, te clavo un beso aquí mismo, en frente de todos.
Mis ojos se abrieron de par en par, y no pude evitar reírme más fuerte.
— ¡No harías eso! —dije, aunque sabía perfectamente que sí lo haría.
— ¿Quieres comprobarlo? —preguntó, arqueando una ceja y empezando a inclinarse hacia mí como si fuera a cumplir su amenaza.
— ¡Está bien, está bien! —grité, levantando las manos en señal de rendición antes de dar un pequeño salto para subir a su espalda.
Law me atrapó con facilidad, agarrando mis piernas para asegurarse de que no me cayera, y empezó a caminar hacia la orilla.
— ¡Eso es! —exclamó con entusiasmo—. Ahora sí somos un dúo dinámico.
Mientras él caminaba por el borde del agua, el frío de las olas mojando sus pies, no pude evitar reírme sin control. La sensación de ser llevado así, como si fuera un niño pequeño, y el sonido de las risas de ambos mezclándose con el romper de las olas, hicieron que el momento se sintiera irreal.
— ¿Sabes que esto es ridículo, verdad? —dije entre risas, apoyando la barbilla en su hombro.
— Sí, pero es el tipo de ridículo que me encanta contigo —respondió Law, girando un poco la cabeza para mirarme con esa sonrisa suya que siempre me dejaba sin palabras.
Y así seguimos, él caminando lentamente por el borde del agua, mientras el cielo se llenaba de estrellas y nuestras risas resonaban en la noche.
Law continuó caminando a paso lento, sus pies chapoteando en el agua fría mientras yo me aferraba a sus hombros. El aire nocturno estaba impregnado del sonido de las olas, el susurro del viento y nuestras risas, que parecían llenar todo el espacio entre el cielo y la tierra.
— ¿Estás cómodo ahí arriba, Haus? —preguntó con un tono burlón.
— No está mal para un taxi humano —respondí, haciendo que Law soltara una carcajada.
— Ah, pero este taxi tiene tarifas especiales —dijo, girando un poco bajándome un poco para que mis pies rozaran el agua.
— ¡Law! ¡Está helada! —protesté, tratando de levantar las piernas, pero él no me dejó.
— Ese es el precio por la comodidad, señor pasajero —bromeó, sosteniéndome firme.
Seguimos así un rato, riendo y dejando que el agua fría nos conectara con el momento. De repente, Law detuvo sus pasos y se quedó mirando hacia el horizonte. El cielo ya estaba cubierto de estrellas, y las luces de la luna comenzaban a reflejarse en el agua, creando una escena casi mágica.
— Es hermoso, ¿verdad? —dijo en voz baja, como si no quisiera romper el encanto.
— Sí —respondí, apoyando de nuevo mi barbilla en su hombro—. Pero creo que la compañía lo mejora un poco.
Law giró un poco la cabeza hacia mí, sus ojos brillando a la luz de la luna.
— ¿Sabes, Haus? A veces pienso que no necesito nada más en la vida que momentos como este contigo.
Me quedé en silencio por un instante, sintiendo el calor de sus palabras. Antes de que pudiera responder, él comenzó a caminar de nuevo, pero esta vez sus pasos eran más lentos, como si quisiera prolongar el momento todo lo posible.
De repente, sentí cómo apretaba mis piernas con un poco más de fuerza.
— ¿Estás listo para algo bueno? —preguntó con entusiasmo.
— ¿Qué tienes en mente? —respondí con desconfianza.
Sin darme tiempo para pensar, Law comenzó a correr hacia las olas, riendo como un loco mientras yo gritaba.
— ¡Law, no, no, no! ¡Está helada! —protesté entre risas de nuevo, aunque sabía que no había forma de detenerlo.
Cuando finalmente llegó al agua, se detuvo en seco, dejando que las olas nos mojaran hasta los tobillos.
— ¿Ves? No fue tan malo —dijo, mirando hacia atrás con una sonrisa triunfante.
— Eres imposible —dije, riendo mientras intentaba ignorar el frío que subía por mis pies.
— Pero admites que te encanta —respondió, guiñándome un ojo antes de darme una vuelta rápida sobre sus hombros, como si fuéramos niños jugando en la playa.
En ese momento, todo parecía perfecto. No había pasado, no había preocupaciones, solo el presente: el agua fría, nuestras risas, y un cielo lleno de estrellas que parecía bendecirnos con su luz.
Law estaba a punto de inclinarse hacia mí desde atrás, sus ojos fijos en los míos, el sonido de las olas siendo el único testigo de lo que estaba por ocurrir. Sentí que mi corazón se aceleraba, y justo cuando nuestros rostros estaban a centímetros de distancia, se escuchó un grito desde la orilla.
— ¡Hey! —gritó Jaddiel con las manos en la boca para hacerse escuchar mejor—. ¡Tenemos que irnos! Nazar va a terminar con una hipotermia si sigue metido en el agua.
Ambos nos congelamos en nuestra posición, Law cerrando los ojos con frustración mientras yo no podía evitar soltar una pequeña risa.
— ¡Dejen de arruinarme los momentos! —resongó Law, volviéndose hacia ellos y levantando un puño teatralmente al aire—. ¡Solo quiero besarlo una vez, al menos!
Desde la distancia, Mich puso las manos en la cintura y negó con la cabeza, riendo mientras decía:
— ¡No hay tiempo para dramas románticos, Law!
— ¡Sí, vengan, tortolitos! —añadió Allyn, agitando una mano en el aire como si fuera una madre llamando a sus hijos.
Law suspiró exageradamente, soltándome finalmente y ayudándome a bajar al suelo con cuidado.
— Esto no ha terminado —me dijo en un susurro, mirándome con una mezcla de diversión y promesa en sus ojos.
— Lo sé —respondí con una sonrisa, dándole un pequeño empujón en el hombro para molestarlo un poco.
Con nuestras risas aún en el aire, comenzamos a caminar de regreso hacia el grupo, donde Nazar estaba envuelto en una toalla, temblando mientras Jaddiel intentaba calentarlo con palmadas en la espalda.
— ¡Finalmente! —exclamó Jaddiel al vernos—. Pensé que tendríamos que dejar a los tortolitos aquí para que se ahogaran de tanto romance.
— No se preocupen, me aseguraré de que no se repita —dijo Mich con una sonrisa traviesa, guiñándome un ojo mientras yo me ruborizaba hasta las orejas.
Mientras el grupo recogía sus cosas y se preparaba para regresar, Law me miró una última vez antes de acercarse y decir en voz baja:
— Te debo algo.
No respondí, pero mi sonrisa dijo todo lo que necesitaba decir.
Cuando nos reunimos con el resto, Nazar estaba envuelto en una toalla grande, abrazando a Jaddiel con una expresión amargada en el rostro.
— No quería irme —murmuró con un puchero infantil, apretando más la toalla contra su cuerpo.
Jaddiel le dio unas palmaditas en la espalda, claramente divirtiéndose.
— Bueno, si quieres, métete al agua otra vez y saluda a Moana por la mañana. Quizá te invite a desayunar.
La risa fue instantánea. Nazar lo miró con los ojos entrecerrados, fingiendo molestia mientras apretaba más el abrazo.
— Sí, sí, qué chistoso, Jadd. Pero camiándo de tema, ¿adónde iremos a dormir, genios? —preguntó con tono dramático, mirando a todos.
Antes de que nadie pudiera responder, Kyla, quien caminaba un poco más adelante que todos, giró la cabeza para hablar con una voz más alta que su actitud usualmente fría.
— Hay una reservación cerca. Unas cabañas con vista a la playa. Lo resolví hace horas, pero nadie se tomó la molestia de preguntar.
El grupo quedó en silencio por un momento antes de que Mich alzara una mano teatralmente.
— Un aplauso para Kyla, nuestra planificadora estrella —dijo con una sonrisa burlona, comenzando a aplaudir.
— Gracias, gracias. No me esforcé tanto para aguantar tonterías, así que sigamos —replicó Kyla sin detenerse, aunque parecía disfrutar el cumplido a su manera.
Mientras caminábamos hacia el auto, Nazar murmuró algo sobre "genios que no piensan en todo", pero no tardó en unirse a las bromas que empezaron a volar de un lado a otro. El ambiente se sentía cálido, lleno de camaradería, mientras la noche continuaba iluminada por las estrellas y nuestras risas.
Mientras el grupo seguía caminando hacia los autos, Law se acercó a mí y me pasó un brazo por los hombros. Me quedé un segundo en silencio, pero no tardé en rodearle la cintura con mi brazo. Era un gesto simple, pero se sentía lleno de significado.
— ¿Sabes? Esto no salió tan mal —dijo Law, con una sonrisa tranquila mientras miraba las estrellas.
— ¿"No tan mal"? Casi me lanzas al agua helada, Nazar está temblando como un pez fuera del agua, y Kyla nos llamó irresponsables de manera muy diplomática —respondí con una risa suave.
— Detalles, detalles —replicó él, soltando una pequeña carcajada—. Lo importante es que estamos juntos.
Me sonrojé un poco, pero no dije nada. Solo apoyé mi cabeza en su hombro por un instante mientras caminábamos en silencio detrás de los demás, nuestros pasos sincronizados en la arena húmeda.
Cuando llegamos a los autos, el viaje hacia las cabañas fue rápido, acompañado de las conversaciones y risas de los demás. Nazar estaba envuelto como un burrito en su toalla, y Mich seguía molestándolo suavemente mientras Allyn trataba de calmarlo. Kyla, fiel a su estilo, daba instrucciones claras sobre cómo llegar al lugar, ignorando el caos amistoso en el auto.
Finalmente, al llegar a las cabañas, un suspiro colectivo de alivio llenó el aire. Eran acogedoras, con luces cálidas y una vista directa al océano que aún reflejaba la luz de la luna.
Law y yo nos rezagamos un poco mientras los demás entraban, asegurándose de acomodar todo. Él me tomó de la mano, y sin decir nada, me llevó hacia la orilla de nuevo, aunque solo por un momento.
— ¿Qué haces? —pregunté, aunque no estaba seguro de querer una respuesta.
— Solo quería esto... —dijo, soltándome la mano y abrazándome con fuerza, rodeándome por completo.
Me relajé en sus brazos, sintiendo la brisa fresca y escuchando las olas romper suavemente en la distancia.
— Podríamos quedarnos así para siempre —susurró él.
— Me parece justo —respondí, cerrando los ojos por un instante.
Después de unos minutos, ambos sonreímos y caminamos juntos hacia la cabaña, todavía abrazados. Era un final tranquilo para un día lleno de emociones, y en ese momento supe que no importaba qué pasara después, porque mientras estuviéramos juntos, todo estaría bien.
Al entrar a las cabañas, el grupo se detuvo en la sala principal, donde una gran ventana ofrecía una vista espectacular del océano iluminado por la luna.
— Yo me quedo con la vista al mar —anunció Allyn, cruzándose de brazos y reclamando el espacio con una sonrisa satisfecha.
— ¡NOOO! —gritó Nazar, girándose hacia él con una mezcla de drama y determinación—. ¡Yo lo quiero!
Kyla, siempre la voz de la razón, levantó una mano como si estuviera mediando un conflicto en un tribunal.
— Basta, no peleen. Hay más habitaciones con vista, ya lo revisé.
Nazar alzó las cejas y se encogió de hombros con una sonrisa traviesa.
— Okay, entonces voy a dormir contigo, Kyla. Compartimos cabaña.
La declaración hizo que Jaddiel soltara un bufido exagerado, cruzándose de brazos con dramatismo.
— ¡Hey! Yo quería estar contigo, Nazz.
Mich, que estaba apoyada en el marco de la puerta, no tardó en intervenir con una sonrisa burlona.
— ¿Qué pasa, Jadd? ¿No quieres soportarme a mí?
Jaddiel le sacó la lengua sin pensarlo dos veces, arrancándole una carcajada a Mich.
— ¿Quién te dijo que iba a ir contigo? —replicó Jaddiel con un tono travieso—. Yo voy con Haus.
Antes de que pudiera siquiera procesar lo que había dicho, sentí cómo Law me aferraba más fuerte por la cintura, casi marcando territorio.
— No creo —intervino Mich, señalándome con un dedo y luego mirando a Jaddiel—. El león ya tiene su presa.
Antes de que pudiera replicar, Law giró mi rostro suavemente hacia él y me plantó un beso rápido en la mejilla, lo suficientemente ruidoso como para que todos lo escucharan. El calor en mis mejillas fue instantáneo mientras el grupo estallaba en risas y burlas amistosas.
— Así es —dijo Law con firmeza, mirándome con una sonrisa segura mientras me abrazaba con más fuerza.
Gruñí de ternura, incapaz de ocultar mi incomodidad y felicidad al mismo tiempo.
— Dejen de hacer un escándalo —murmuré, aunque no pude evitar sonreír.
Mich rodó los ojos con diversión y se cruzó de brazos.
— Bien, bien, Haus tiene dueño. Nazar, decide ya si vas con Jaddiel, Kyla o el fantasma que seguro vive en esta cabaña, porque yo quiero dormir.
— ¡Qué exagerado! —dijo Nazar, riendo mientras buscaba un lugar donde dejar sus cosas.
El grupo se dispersó entre risas y bromas, dejando atrás el cansancio del día. La noche apenas comenzaba, pero con ellos, todo se sentía ligero, como si el tiempo no importara mientras estuviéramos juntos.
Mientras todos seguían discutiendo sus planes para la noche, no pude evitar bostezar largamente, cubriéndome la boca con una mano.
— ¡Ow! —exclamó Law, poniendo las manos juntas en su pecho como si acabara de ver un cachorro.
Lo miré de reojo, frunciendo el ceño, aunque mis labios se curvaron en una sonrisa traviesa. Entonces, le lancé una mirada intensa, casi depredadora, alzando una ceja de forma dramática.
— ¿Qué? —preguntó Law, parpadeando, pero sin dejar de sonreír.— Bueno, chicos —anunció de repente, tomando mi mano y tirando suavemente de mí hacia la puerta—, nos vamos a nuestra cabaña.
Mich, siempre listo para los momentos teatrales, hizo una exagerada reverencia, inclinándose hacia la puerta como si fuera un mosquetero recibiendo al rey.
— Adelante, que la noche es suya.
Jaddiel no perdió el momento de bromear.
— No hagan cosas que yo no haría —dijo con un guiño, causando una ronda de risas en el grupo.
— Qué asco —murmuró Kyla, llevándose una mano al rostro, como si estuviera verdaderamente horrorizada.
Sin embargo, Nazar y Jaddiel no tardaron en devolverle el golpe.
— Tu vida —dijeron al unísono, mirándolo con sonrisas burlonas.
Kyla los miró de reojo.
Law y yo cruzamos la puerta con una sonrisa cómplice, dejando atrás las risas y las bromas de los demás mientras nos dirigíamos a nuestra cabaña. La brisa de la noche seguía siendo fresca, pero el ambiente cálido entre nosotros hacía que todo lo demás se sintiera insignificante.
Mientras nos alejábamos de los demás, la atmósfera se volvió más ligera, más íntima. Ambos caminábamos de manera descuidada, empujándonos suavemente como si fuéramos un par de adolescentes enamorados. Law me daba pequeños empujones con el hombro, y yo fingía tambalearme dramáticamente, lo que nos hacía reír a carcajadas.
De repente, se detuvo en seco, se giró hacia mí y, sin previo aviso, me levantó del suelo con facilidad.
— ¡Law! —exclamé entre risas, sorprendido mientras mis brazos se aferraban a sus hombros instintivamente.
— Vamos, colócate bien —dijo, su tono suave, pero con esa chispa traviesa en sus ojos.
Con un suspiro exagerado, rodeé su cintura con mis piernas, aunque mis mejillas ardían por la cercanía.
— ¿Así? —pregunté, tratando de sonar desafiante, aunque mi sonrisa me delataba.
— Perfecto —respondió él, caminando hacia la cabaña con pasos firmes, pero esta vez con una mirada diferente: intensa, como si todo lo demás hubiera dejado de importar.
Al entrar, cerró la puerta con el pie y me llevó directamente a la cama. Antes de que pudiera decir algo, me tumbó suavemente sobre las sábanas entre risas, quedándose encima de mí, apoyando sus manos a ambos lados de mi cabeza.
— ¿Sabes? —dijo con una sonrisa ladeada—, podríamos quedarnos aquí para siempre y no me quejaría.
Me reí, aunque mi corazón latía con fuerza. La mezcla de juego y deseo en su mirada era imposible de ignorar.
— Eres imposible —murmuré, aunque no pude evitar sonreír mientras lo miraba.
— Y tú eres perfecto —respondió, inclinándose hacia mí con una sonrisa que prometía que la noche estaría llena de momentos que recordaríamos siempre.
Mientras me miraba desde abajo, la sonrisa de Law se tornó más suave, aunque sus ojos seguían brillando con ese fuego juguetón. Antes de que pudiera decir algo, inclinó la cabeza y dejó un beso corto en mi cuello.
— ¿Qué haces? —pregunté, tratando de sonar firme, pero mi voz salió más como un susurro nervioso.
— Nada interesante... —murmuró contra mi piel, dejando otro beso, esta vez un poco más lento, justo debajo de mi mandíbula.
Sentí un escalofrío recorrerme, y un suave jadeo escapó de mis labios antes de que pudiera detenerlo.
— ¿Boo? —preguntó Law en un tono bajo, como si disfrutara de mi reacción.
— No digas nada —respondí rápidamente, sintiendo cómo el calor subía a mis mejillas.
Él dejó escapar una risa suave, casi silenciosa, y volvió a besarme en el cuello, esta vez con más intención. Mi respiración se volvió un poco más pesada, y mi mano subió automáticamente a su hombro, aferrándome a él.
— Me encanta verte así —murmuró cerca de mi oído, con una sonrisa que podía sentir contra mi piel.
— Eres insoportable... —dije, intentando sonar molesto, pero mis palabras se rompieron con otro jadeo involuntario cuando sus labios volvieron a mi cuello.
Law levantó la cabeza y me miró con esa sonrisa de satisfacción, como si acabara de ganar una competencia.
— Pero me aguantas —dijo, inclinándose lo suficiente como para que nuestras frentes se tocaran, dejando que nuestras respiraciones se mezclaran.
Yo lo miré de reojo, fingiendo indignación, pero no pude evitar sonreír.
— Por ahora... —respondí, aunque ambos sabíamos que no lo decía en serio.
El aire en la habitación se sentía denso, como si cada rincón estuviera cargado de algo que no podía describir con palabras. Mis ojos no podían apartarse de él. Law estaba frente a mí, tan cerca que podía sentir el leve temblor en sus dedos cuando, sin previo aviso, levantó mi remera. El contacto de su piel contra la mía fue un choque, algo tan inesperado que mi respiración se detuvo por un segundo.
Mis ojos se cerraron, como si al hacerlo pudiera escapar de la tensión que estaba creciendo entre nosotros. Pero era inútil. Podía sentir su mirada atravesándome, podía escuchar el sonido de su respiración entrecortada. Mi mente estaba hecha un caos. No podía decidir si quería que se apartara o que siguiera... No podía decidir qué era lo que más deseaba.
—Lo siento...—, escuché su voz, suave pero cargada de algo que no supe identificar. —No quería hacerte sentir incómodo, pero no puedo evitarlo... eres tan... tan real para mí.—
No sabía si quería que esas palabras me dieran miedo o si, por alguna razón, me hacía sentir más cercano a él. Mi corazón empezó a latir más rápido, como si estuviera tratando de decirme algo. Pero no entendía qué. Mis ojos, aún cerrados, buscaban refugio en la calma de la oscuridad, pero todo lo que encontré fue su voz, cerca de mí, rozando mi alma.
—¿Por qué... lo haces?—, logré susurrar, sin abrir los ojos, como si pudiera mantener mi vulnerabilidad intacta al no mirarlo. No estaba seguro si quería saber la respuesta o si, en el fondo, ya la conocía.
Entonces sentí una sonrisa en su tono, una sonrisa que me caló hasta los huesos. —Nunca pensé que sería tan fácil caer rendido a ti—.
Las palabras lo cambiaron todo. Mi corazón dio un vuelco, una mezcla extraña de miedo y deseo que no sabía cómo manejar. Abrí los ojos finalmente, y lo vi. Tan cerca, tan real. La distancia entre nosotros ya no existía. Era como si el tiempo hubiera dejado de importarle a todo a su alrededor, y solo quedáramos él y yo, en esa habitación donde no podíamos mentir.
El roce de su mano contra mi piel me hizo sentir que este momento podría durar toda una eternidad. Y, en ese instante, no quería que se terminara.
— Sólo quiero ver qué tan increíble te ves —respondió él con una sonrisa traviesa, su mirada intensificándose mientras sus dedos acariciaban mi piel suavemente.
La sensación de su toque hizo que mi respiración se volviera un poco más rápida. Cerré los ojos, intentando contener una risa nerviosa mientras un suave jadeo escapaba de mis labios.
— ¿Te gusta hacerme sonrojar, verdad? —murmuré entre risas nerviosas, sin saber muy bien qué decir mientras sentía su contacto sobre mi piel.
Law se acercó aún más, su rostro cerca del mío, sonriendo con ternura.
— Eres tan hermoso, Haus —dijo suavemente, sus ojos brillando con admiración.
Mi corazón dio un salto, y, por un segundo, todo lo demás desapareció. La cercanía, la calidez de su toque, y la sinceridad en su mirada me hicieron sentir como si no hubiera nada más en el mundo.
— Eres increíble —respondió Law, su voz un susurro que me hizo sentir más cerca de él. Sus labios se acercaron a mi oído, y con una suave mordida en el lóbulo, susurró: —Me pregunto... ¿qué se sentirá tenerte completamente para mí?
Un gemido bajo y ronco escapó de mis labios ante su contacto. La sensación era intensa, electrizante. Law sonrió contra mi piel, complacido por mi reacción.
Desperté con un sobresalto, un latido acelerado en el pecho y la cabeza algo nublada. Mis ojos aún luchaban por adaptarse a la luz del día que se filtraba por las cortinas, una luz dorada que iluminaba la habitación de manera cálida, pero que a mí me sentía demasiado intensa en ese momento. Mi cuerpo estaba pesado, y me costó trabajo ponerme de pie. ¿Cuánto había dormido? ¿Qué hora era? No tenía ni idea. Pero, lo que sí sabía es que algo no estaba bien.
Intenté moverme con más energía, pero las sábanas se aferraban a mí de una manera extraña. Al estirarme, noté que mi cuerpo estaba... diferente. Mi piel, completamente expuesta, me hizo sentir un pequeño estremecimiento, y un mareo repentino hizo que me quedara quieto. Algo no cuadraba. Y entonces, con el impulso de buscar alguna respuesta, giré hacia el lado de la cama donde había estado dormido, pero estaba vacío. La almohada de Law aún estaba aplastada, el calor en la manta seguía fresco, pero él ya no estaba ahí. La cama estaba vacía, y por alguna razón, eso me hizo sentir una extraña inquietud.
Me senté en el borde de la cama, restregándome los ojos y tratando de despejarme. Pero el mareo persistía, como si me hubiera sumergido en una especie de neblina. Tomé aire, pero aún me sentía desorientado, como si el sueño me hubiera dejado más preguntas que respuestas. Mis manos buscaron algo que me anclara a la realidad, y fue entonces cuando giré hacia la ventana. Y ahí estaba.
Lawrence.
Su figura se recortaba contra el horizonte, de pie, con la vista perdida en el mar, como si el mundo a su alrededor no existiera. Estaba tan inmóvil, tan lejano, y por un segundo, me quedé ahí, observándolo desde la distancia. La brisa jugaba con su cabello, como si el aire mismo lo acariciara, y esa imagen me dejó sin aliento. Sentí una paz extraña al verlo, como si el simple hecho de que él estuviera allí me hiciera sentir que todo estaba en su lugar, aunque, en realidad, no entendía qué estaba pasando conmigo.
Lo miré por unos minutos más, buscando algún atisbo de algo en su postura, en su expresión. La luz del sol lo envolvía, y yo solo podía pensar que, a pesar de lo extraño que todo estaba, él era la única constante que sentía en ese momento. Pero entonces, el mareo me golpeó de nuevo, y al levantarme con rapidez para acercarme a la ventana, me di cuenta de algo que hizo que mi estómago se contrajera de inmediato.
Estaba desnudo. Desnudo.
Un sentimiento de vergüenza me invadió en cuestión de segundos. ¡¿Cómo había terminado así?! Mi mente trataba de conectar los puntos, pero era como si todo estuviera borroso, como si no pudiera recordar la noche anterior con claridad. Mi corazón latía rápido, y mi primer impulso fue cubrirme. Agarré rápidamente las sábanas que había dejado a un lado y me envolví en ellas, pero el frío que sentía en mi piel solo parecía intensificar la incomodidad.
— ¿Qué demonios? —murmuré, aunque ni siquiera estaba seguro de por qué lo decía.
Sin pensarlo mucho, me levanté de la cama, tratando de evitar ver la figura de Law fuera de la ventana. La ansiedad me nublaba. Me sentía atrapado en una espiral de pensamientos caóticos, como si el suelo debajo de mis pies se desvaneciera. En mi prisa por vestirme, no lograba encontrar mi concentración. Busqué algo de ropa con las manos temblorosas, sin siquiera saber dónde había dejado mis pantalones.
Era como si estuviera borracho la noche anterior.
El recuerdo de la noche anterior era como una sombra distante, apenas visible, pero que parecía seguirme. Algo me decía que debería recordar, que debería haber algo más claro en mi cabeza, pero todo estaba en una niebla espesa que no me dejaba pensar. Lo único que tenía claro era la figura de Law, ahí afuera, tan distante, tan lejos, como si no tuviera idea de lo que estaba pasando dentro de mí.
Me vestí rápidamente, aunque el caos en mi cabeza me hacía perder el sentido de lo que hacía. Miré por la ventana nuevamente, pero él ya no estaba. Algo en mi pecho se apretó al darme cuenta de que la distancia entre él y yo ya no solo era física, sino que se había vuelto algo más grande, algo que yo no entendía bien. ¿Por qué todo parecía tan confuso? La sensación de estar fuera de lugar me asaltó de nuevo.
Salí del cuarto, sintiendo que el aire fresco me despejaba un poco. Mi mente seguía un caos de pensamientos que no lograba ordenar. La puerta estaba abierta, y vi a Law, de espaldas, mirando hacia el horizonte, como si nada hubiera pasado. Pero yo sentía que todo estaba girando demasiado rápido.
Respiré profundamente. No podía seguir así. No sabía qué hacer, pero sabía que tenía que hablar con él. A medida que me acercaba, el sentimiento de estar perdido se intensificaba, como si mi corazón tuviera más preguntas que respuestas. Pero, al menos, algo tenía que decirme. Al menos, eso pensaba en ese momento.
Caminé hacia él, mis pensamientos pesando más que nunca. Mis pasos, lentos y vacilantes, parecían arrastrarme hacia algo que no podía comprender del todo. La figura de Law seguía allí, de pie frente a la ventana, mirando al horizonte, como si todo a su alrededor estuviera fuera de foco. Me sentí incómodo, mi mente confundida y el corazón un poco desbocado. Había algo extraño en todo esto, algo que me inquietaba, pero no sabía cómo ponerlo en palabras.
Cuando me acerqué lo suficiente, Law giró lentamente hacia mí. Nuestros ojos me encontraron, y en ese instante, sentí una conexión que no había esperado. No hacía falta hablar, porque ambos sabíamos que algo había cambiado, aunque ninguno de los dos supiera exactamente qué era o cómo explicarlo. Miré al suelo, sintiendo la vergüenza calándome hasta los huesos.
— ¿Por qué no me pusiste ropa? —dije, casi en un susurro, sin poder evitarlo. La vergüenza me quemaba la piel, como si hubiera sido tan obvio que no podía dejar de pensar en ello. — O levantaste la maldita manta...
Law sonrió, pero no era una sonrisa burlona ni de regaño. Era una sonrisa suave, cálida, como si estuviera disfrutando de la situación de una manera extraña. Yo no sabía si debía sentirme aliviado o más avergonzado.
— Yo quise cambiarte, pero tú no querías. —dijo, su voz tranquila, como si recordara el momento con cariño. — Querías estar así cerca de mí.
Mis ojos se abrieron como platos, y el nudo en mi estómago se apretó más fuerte. ¿Qué? ¿Cómo sabía eso? La forma en que lo dijo me hizo sentir aún más expuesto, vulnerable, como si no tuviera ninguna barrera entre lo que sentía y lo que él veía. Me quedé mudo por un momento, intentando procesar lo que había dicho, pero las palabras no salían.
— Oh, Dios mío... Perdón, me muero de vergüenza. —mi voz se quebró un poco mientras bajaba la cabeza, tratando de esconder mi reacción. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué me sentía tan... fuera de lugar?
Escuché la risa suave de Law, casi como un susurro en el aire, y miré hacia él. Se acercó un poco, y sus ojos estaban llenos de una suavidad que, sinceramente, no entendía. Pero, por alguna razón, eso me hizo sentir aún más confundido.
— Es lindo así. —me dijo, con un tono tan cálido que me hizo sonrojar aún más. — Te ves perfecto.
Perfecto. No podía creer que me estuviera diciendo eso. Mis mejillas ardían como nunca. ¿Cómo podía reaccionar a algo así? Sentí que el aire se me escapaba de los pulmones, y en un intento por manejar la incomodidad, levanté la mano y golpeé su hombro, aunque sabía que era solo para evitar que mis nervios me comieran por dentro.
— ¡Oye! No digas esas cosas... —dije, riendo nerviosamente, intentando mantener el control. — ¡Me vas a hacer morir de vergüenza de verdad!
Law solo se rió, y la sonrisa que vi en su rostro me hizo sentir como si el mundo se detuviera por un segundo. No había burla, no había juicio. Solo una sonrisa genuina, una que me hacía querer esconderme aún más, pero también me hacía sentir... especial.
— Te lo mereces. —me respondió, y su tono de voz se sentía como una caricia, como si supiera exactamente cómo hacerme sentir mejor, incluso cuando no entendía por qué me sentía así.
Law, con una sonrisa traviesa, cambió su tono de voz y trató de imitar mi acento, lo cual me hizo ponerme más nervioso de lo que ya estaba.
— Sigue por favor... no pares... —dijo, con un tono que parecía sacado directamente de mi propia boca, y eso solo lo hizo más gracioso para él.
Al escuchar eso, no pude evitar reaccionar con una risa incómoda que rápidamente se transformó en una pequeña explosión de vergüenza. Sin pensarlo, levanté la mano y lo golpeé varias veces en el hombro, algo más fuerte de lo que había planeado.
— ¡Oye! ¡Carajo Lawrence! —dije, entre risas nerviosas, mientras seguía golpeándolo suavemente, intentando hacerle entender que no podía seguir imitando mi acento de esa manera.
Law, como siempre, se tapó el rostro con las manos, pero no pudo evitar reírse fuerte, disfrutando de cada golpe que le daba. Su risa era contagiosa, y aunque me sentía avergonzado por su imitación, no pude evitar sonreír yo también.
— ¡Es demasiado divertido verte tan molesto! —dijo, entre carcajadas, mientras intentaba defenderse de mis golpecitos sin mucho éxito.
Lo miré, intentando mantener la compostura, pero al final no pude más y me solté en una risa también. Todo lo que hacía era tan... él, tan Law, que me era imposible enojarme por mucho tiempo.
Law, aún con una sonrisa en el rostro, no paraba de reír. Pero al verme tan molesto, parece que decidió llevarlo más allá. Con un brillo travieso en sus ojos, se acomodó mejor en la cama y comenzó a imitarme de nuevo, esta vez con más exageración.
— Sigue... por favor. . . —repitió, estirando la última palabra, arrastrándola de una forma que parecía completamente ridícula. Hizo una pequeña pausa, y luego añadió, con un tono más profundo—: Te veías perfecto rogándome.
El solo hecho de escucharlo repitiendo mis palabras me hizo ruborizarme al instante. Mi vergüenza volvió a surgir con fuerza, pero ahora también había un toque de diversión en el aire, gracias a su energía. No podía creer que siguiera con la broma, pero algo en mí también disfrutaba de su capacidad para hacerme sentir tan... expuesto, pero al mismo tiempo tan cómodo.
— ¡Basta, ya! —grité entre risas, pero sin realmente enojarme. Mi rostro ardía mientras lo miraba, y aunque intentaba golpearlo nuevamente, no pude evitar sonreír.
Law, como si de alguna forma se alimentara de mi incomodidad, hizo una exagerada imitación de mi tono y dijo:
— ¡Oh, Dios mío! —y alargando las palabras en una voz aún más graciosa.
No pude evitarlo, solté una risa nerviosa, mi cuerpo se rindió ante su broma, y aunque intentaba parecer molesto, no podía dejar de reír junto a él. La forma en que se reía, tan relajado y genuino, hizo que cualquier incomodidad que pudiera sentir desapareciera por un momento.
— ¡Te voy a matar! —le dije entre risas, pero al mismo tiempo sin mucha amenaza, ya que mis palabras solo hacían que se riera más.
Pero, para mi sorpresa, Law no paró. Seguía imitando mi acento, mi tono, cada gesto que hacía. Era como si se estuviera divirtiendo más con la idea de verme avergonzado que con cualquier otra cosa.
— ¿Ya basta? —dije, sin dejar de reír, pero ya sin poder contenerme.
Law, al ver que no podía parar de reír, finalmente bajó un poco la guardia y dejó de imitarme. Miró a los ojos, y en su rostro había una mezcla de diversión y ternura, como si se diera cuenta de lo mucho que me afectaba, pero también lo disfrutara.
— Es que eres demasiado fácil de hacer sonrojar. —dijo con una sonrisa cálida, su tono mucho más suave ahora, pero con esa chispa en su mirada.
Law, viendo que había logrado hacerme sonrojar tanto, decidió dar un paso más y me abrazó de repente, envolviéndome con sus brazos de forma cálida y apretada.
— Te quiero, mo ghrá. —susurró con una sonrisa burlona, dejándome sin aliento por la cercanía. Su voz sonaba tan suave y sincera, pero el toque de humor que siempre ponía en las palabras me hacía sentir aún más vulnerable.
Yo me aparté de él rápidamente, frunciendo el ceño, ya algo cansado de sus bromas. No me sentía realmente molesto, pero la manera en que repetía siempre lo mismo me estaba sacando de quicio.
— ¡Deja de decir eso! —le dije, apartándome con un toque de amargura, intentando no dejarme llevar demasiado por sus bromas. — Ya sé, no me lo digas todo el tiempo.
Law se quedó mirando con una sonrisa maliciosa, claramente disfrutando de cómo me incomodaba.
— Te quiero. —repitió, con una sonrisa aún más grande, esta vez agregando una risa tonta al final, como si lo estuviera diciendo solo para ver cómo reaccionaba.
Yo sentí el calor subir a mi rostro nuevamente y decidí que no iba a dejar que eso me molestara más. Pero cuando escuché sus palabras de nuevo, sentí que la paciencia se me agotaba.
— ¡Te dije que basta! —dije con tono de fastidio, pero también riendo a pesar de mí mismo.
Sin embargo, Law no parecía tener intención de dejarlo ahí. Repetía el "Te quiero, mo ghrá'' una y otra vez, como un eco que me llenaba de frustración.
— ¡Law, por favor! —le dije, con una expresión entre molesta y divertida—. ¡Ya me tienes harto!
Law, viendo que estaba logrando lo que quería, me abrazó de nuevo, esta vez más fuerte y sin dejarme apartarme.
— Te quiero, mo ghrá, te quiero. —murmuró una vez más, con un tono tan cálido y sincero que, por un momento, me olvidé de todo lo demás.
Aunque estaba enojado por su insistencia, no podía evitar que sus palabras me derretieran un poco por dentro. Era imposible permanecer enojado con él por mucho tiempo, y aunque su broma me molestaba, no podía negar lo mucho que significaban para mí esas pequeñas cosas que él hacía para sacarme una sonrisa.
Law, viendo mi expresión de frustración, decidió llevar las cosas al siguiente nivel. Se dejó caer dramáticamente al suelo, haciendo una exagerada mueca de dolor.
— ¿Arto de mí? ¡Me lastimaste! —dijo, llevándose una mano al pecho, como si fuera la cosa más trágica que hubiera pasado en su vida. Su tono era completamente exagerado, y su rostro mostraba una mezcla de fingida agonía y diversión.
Yo, al ver esa actuación, no pude evitar soltar una risita nerviosa, pero rápidamente traté de mantener la compostura, porque sabía lo que venía.
— ¡No es cierto! —le respondí, pero antes de que pudiera decir algo más, Law levantó la mano y me hizo una señal de "cuidado". De repente, con un ágil movimiento, hizo caer una trama (como si tuviera un control sobre el escenario, como si todo fuera una obra de teatro), y la pelota ahora estaba en mi campo.
— ¡Ahora me vas a dejar con mi dolor, Haus! —gritó, fingiendo que el mundo se venía abajo.
Me levanté rápidamente de donde estaba, mirando cómo lo hacía todo tan dramático. Mis ojos se entrecerraron de molestia, pero también de sorpresa ante lo rápido que había actuado.
— ¡No hagas eso! —grité, un poco enojado por cómo había manipulado la situación, pero la tensión era más por la comedia que por el verdadero enojo.
Law, viendo que me había enojado un poco más de la cuenta, no perdió la oportunidad de seguir con su show. Empezó a dar pequeños saltitos como si estuviera "sufriendo" mucho, pero su sonrisa era evidente a pesar de la actuación.
— ¡Mo ghrá me odia! —murmuró entre risas, queriendo que me calmara.
Yo no pude mantener la seriedad por mucho más tiempo. Sabía que era parte del juego, pero aún así no me gustaba que me hiciera caer en su trampa de esta manera.
— ¡Te voy a matar! —le dije con una mezcla de enojo y diversión, mientras me acercaba, claramente más enfadado por su actuación exagerada que por cualquier otra cosa.
Law vio mi reacción, y entonces no pudo más que estallar en carcajadas, dejándome con una sensación extraña entre frustración y cariño.
Law, al ver que yo aún no cedía, no pudo evitar reírse. Su risa llena de diversión era contagiosa, y aunque me sentía un poco frustrado, no podía evitar sonreír por lo mucho que disfrutaba de molestarme.
— Lo siento, lo siento —dijo entre risas, levantando las manos como si estuviera pidiendo disculpas, pero su sonrisa seguía siendo amplia, sin un atisbo de arrepentimiento.
En ese momento, desde lejos, escuchamos las voces de los chicos que estaban en una mesa, disfrutando de la comida y algunas frutas.
— ¡Eh, Haus! ¡Law! ¡Vengan a comer! —gritó Nazar desde la mesa, agitándome una mano como si nos estuviera llamando desde el otro lado del mundo.
Parecía una madre gritándoles a sus hijos.
Law suspiró exageradamente, como si los chicos fueran los más molestos del universo.
— ¡Qué pesados, por Dios! —se quejó, imitando una voz dramática mientras se dejaba caer sobre la arena como si fuera un actor de teatro en plena crisis. — ¡No nos dejan vivir!
Yo no pude evitar reír, aunque estaba ligeramente avergonzado por toda la escena que habíamos montado, especialmente con todos observándonos. Law me miró con una sonrisa pícarona y, como si no fuera suficiente, se levantó rápidamente y empezó a caminar hacia donde estaban los chicos, siempre con esa actitud despreocupada que me hacía sonreír más de la cuenta.
Whoops!
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