
Capítulo 38: Eres mi LIBERTAD🦋
El ambiente se sentía pesado mientras todos se despedían lentamente, las huellas de la noche aún visibles en sus rostros. Law y yo nos dirigimos al mismo auto, un silencio que no necesitaba ser roto, ambos conscientes de lo que había sucedido, pero sin saber exactamente qué decir. Jaddiel, Mich, Allyn, Nazar y Kyla se subieron a otros autos, cada uno con su propio espacio para procesar lo que había sido el concierto, la tensión del día, la carga que llevaban. Todos tenían sus propios pensamientos, y no era necesario compartirlos en ese momento.
El chofer, una figura conocida ya para todos, nos recogió a los dos con un gesto neutral, como si el viaje de regreso fuera solo un trámite más. La carretera desierta nos rodeaba, el sonido del motor el único que quebraba la quietud de la noche. Me recosté contra el asiento, mirando por la ventana mientras las luces de la ciudad se desvanecían a medida que nos alejábamos. Law, sentado junto a mí, parecía perdido en sus propios pensamientos.
Cuando llegamos al hotel, el cansancio ya no era solo físico; era mental. Bajamos del auto sin decir palabra alguna, solo caminamos en silencio, conscientes de que todo lo vivido seguía en el aire, esperando ser procesado.
Entramos a la habitación, y en cuanto la puerta se cerró tras nosotros, sentí una ligera sensación de alivio. Era como si la carga de la noche, que habíamos soportado todos juntos, se disipara un poco al estar solos, sin más miradas, sin más expectativas. Solo estábamos nosotros dos, y aunque el agotamiento se sentía profundo, había algo reconfortante en esa paz compartida.
Me dejé caer en el sillón, mirando a Law mientras se quitaba la chaqueta. Sonrió débilmente, ese tipo de sonrisa que era más un suspiro que una expresión genuina. Por un momento, no se dijo nada, solo estuvimos allí, en ese silencio tan necesario.
Al fin, Law rompió el hielo.
—¿Cómo te sientes? —preguntó, con un tono suave, casi como si estuviera buscando las palabras correctas.
Suspiré profundamente. No sabía si lo que sentía era cansancio, alivio o algo más complejo, pero lo que sí sabía es que, por fin, todo había terminado, al menos por hoy.
—Aliviado... pero también agotado. Esta noche ha sido más intensa de lo que imaginé.
Law asintió, entendiendo perfectamente. Miró al frente, como si procesara sus propios pensamientos. En ese momento, todo el ruido del mundo se desvaneció. No había presiones, no había más escenarios por delante, solo nosotros dos, buscando descansar de una batalla que no se veía venir.
Nos quedamos en silencio, compartiendo ese respiro necesario, sabiendo que, aunque el futuro era incierto y las canciones que necesitábamos aún nos acechaban, al menos teníamos algo en común: la comprensión silenciosa de lo que significaba vivir para lo que venía, sin prisa, solo a su propio ritmo.
Law se dejó caer en la cama, con un movimiento que hablaba más de su cansancio que cualquier palabra. Yo permanecí en el sillón por un momento, observándolo. La luz tenue de la habitación hacía que todo se sintiera más tranquilo, más íntimo.
—¿Sabes? —dijo Law de repente, mirando al techo—. A veces me pregunto si todo esto vale la pena.
Su tono no era derrotista, pero había una sinceridad cruda en sus palabras. No respondí de inmediato; me tomé un segundo para pensar. Era una pregunta que me había hecho muchas veces, sobre todo en noches como esta, cuando el peso de la música, el público y nuestras propias emociones se sentía como demasiado.
—Creo que sí —respondí finalmente—. No siempre, pero... cuando estamos ahí, en el escenario, incluso con todo lo que cuesta, hay algo que nos hace seguir.
Law giró la cabeza hacia mí, sus ojos hazel brillando con la poca luz que entraba por la ventana. Había algo en su mirada que no necesitaba explicación. Sabía que entendía lo que quería decir, incluso si las palabras no eran suficientes.
—Tal vez. —Sus labios esbozaron una sonrisa leve, más real esta vez. Luego cerró los ojos y respiró profundo—. Al menos ahora tenemos un respiro. Aunque sea corto.
Yo asentí, aunque él no pudiera verlo. Me levanté del sillón y caminé hacia la ventana. Afuera, la ciudad brillaba en la distancia, silenciosa pero viva. Pensé en los otros. Probablemente todos estaban en situaciones similares, procesando el día de su propia manera. Nazar, siempre tan cálido, seguramente estaba siendo el apoyo que Mich necesitaba. Jaddiel y Allyn probablemente se estaban molestando entre ellos, buscando alguna broma que rompiera el hielo. Kyla, por supuesto, ya estaría pensando en cómo organizarnos para las próximas canciones.
—¿En qué piensas? —preguntó Law, sacándome de mis pensamientos.
—En todos —admití—. En cómo cada uno de nosotros lleva su propia carga, pero, de alguna forma, seguimos juntos.
Law se sentó en la cama, apoyando los codos en sus rodillas. Me miró con una intensidad que me hizo sentir que mis palabras le habían llegado más de lo que esperaba.
—Eso es lo que nos hace fuertes, Haus. Somos un desastre, pero... somos nuestro desastre.
Me reí suavemente. Había algo tan cierto en sus palabras que no pude evitarlo. Me acerqué a la cama y me senté junto a él.
—Ocho canciones... —dije en voz baja, como si el número fuera una broma privada.
—Ocho malditas canciones. —Law soltó una carcajada breve, sacudiendo la cabeza. Luego me miró—. Pero las vamos a hacer. Lo sabes, ¿verdad?
Asentí. No importaba cuántas veces dudáramos, cuántas veces nos sintiéramos al borde del colapso. De alguna manera, siempre encontrábamos la forma de seguir adelante.
El silencio volvió a instalarse entre nosotros, pero esta vez era distinto. No era un vacío incómodo, sino una pausa necesaria. Ambos sabíamos que el camino seguía, pero por esta noche, al menos, podíamos permitirnos detenernos y respirar.
La calma se asentó entre nosotros como una manta cálida, pero no pasó mucho tiempo antes de que Law se levantara de la cama, buscando su libreta de canciones. La tenía siempre a mano, llena de garabatos y frases inconexas, como si su mente nunca dejara de trabajar en algo.
—¿Qué haces? —pregunté, aunque sabía la respuesta.
—¿Qué crees? —respondió con una sonrisa ladeada—. Si tenemos que hacer ocho canciones, más vale empezar ahora.
Sonreí. Era típico de Law. No importaba cuán cansado estuviera, siempre encontraba la forma de canalizarlo en algo creativo. Me levanté y busqué una guitarra, que descansaba en su estuche junto a la cama. La saqué con cuidado y me senté de nuevo en el sillón, afinándola en silencio mientras él hojeaba su libreta.
—Mira esto —dijo de repente, acercándose con la libreta abierta—. Es una idea que anoté hace semanas, pero nunca llegué a desarrollarla.
Leí las líneas que había escrito. Eran fragmentos de una historia, más que una canción: "Sombras que danzan bajo la luna. Voces que llaman desde el pasado. Un reflejo en el agua que no reconoce su propio rostro."
—Es... interesante —dije, tocando un par de acordes suaves, intentando encontrar algo que encajara con el tono.
Law se dejó caer en la alfombra frente a mí, cruzando las piernas y observándome tocar.
—¿Qué sientes? —preguntó, su voz más baja ahora, como si estuviera hablando más consigo mismo que conmigo.
—Cansancio —admití con una sonrisa—. Pero también... no sé, como una especie de nostalgia. Algo que no puedes explicar, pero sabes que está ahí.
—Exacto. —Law golpeó la libreta con la parte trasera de un bolígrafo—. Eso es lo que quiero capturar. Algo que no puedas describir del todo, pero que te haga sentir.
Toqué un acorde menor, seguido de una progresión lenta. Law cerró los ojos, como si estuviera visualizando la canción mientras nacía.
—¿Cómo empezaría? —le pregunté.
—Quizás algo suave, como un susurro —dijo, inclinándose hacia adelante—. Algo como... "En la penumbra de la noche, el tiempo se detiene. Todo lo que fuimos, todo lo que somos, se queda en el aire."
Empecé a tocar siguiendo su idea, añadiendo pequeñas variaciones. Poco a poco, la melodía comenzó a tomar forma, y las palabras de Law se convirtieron en versos. Estábamos tan inmersos que no notamos cuánto tiempo había pasado.
—¿Sabes? —dije de repente, dejando de tocar por un momento—. Esto me recuerda a nosotros.
Law levantó la vista, sorprendido.
—¿A nosotros?
—Sí. —Asentí, dejando la guitarra a un lado—. Esa sensación de estar atrapados en el tiempo, entre lo que éramos y lo que somos ahora. Todo lo que hemos pasado... juntos.
Law se quedó en silencio, mirándome. Luego bajó la vista a su libreta, pasando los dedos por los bordes gastados.
—Supongo que tienes razón —dijo en voz baja—. Hemos cambiado mucho, pero... aún estamos aquí. Eso debe significar algo, ¿no?
—Significa todo —respondí sin pensarlo.
Hubo un momento de silencio, pero no incómodo. Era uno de esos momentos en los que todo parecía estar en su lugar, aunque no hicieras nada. Law volvió a escribir algo en su libreta, y yo retomé la guitarra.
Seguimos trabajando en la canción, pero sin darnos cuenta, habíamos comenzado a hablar de nosotros mismos, de nuestros miedos, nuestras esperanzas, todo lo que habíamos callado durante tanto tiempo. Cada palabra, cada acorde, parecía ser una pieza de algo más grande, algo que solo podíamos entender cuando estábamos juntos.
Y así, mientras la noche avanzaba, una canción comenzó a nacer. Pero más que una canción, era un reflejo de todo lo que éramos, de todo lo que habíamos compartido, incluso de lo que no habíamos dicho.
La melodía iba fluyendo, con cada acorde resonando como si quisiera encontrar su lugar. Law seguía inclinado sobre su libreta, anotando ideas rápidas, palabras que a veces eran apenas susurros. Yo tocaba suavemente, buscando el tono adecuado para lo que él escribía, pero de repente dejé de tocar y hablé.
—¿Qué tal esto? —dije, mirándolo con una chispa de inspiración en los ojos—. "Todo lo que dejamos atrás, lo llevamos a cuestas. Como sombras que nunca nos sueltan, pero que también nos guían."
Law levantó la vista, sus ojos hazel brillando bajo la tenue luz de la habitación. Anotó rápidamente mis palabras, ajustándolas un poco mientras murmuraba.
—"Todo lo que dejamos atrás, lo llevamos a cuestas. Sombras que nunca nos sueltan... pero también nos guían." Sí, me gusta. Tiene peso, pero también esperanza.
Sonreí, satisfecho, y toqué un acorde menor que transicionaba a algo más brillante. Continué.
—Podríamos seguir con algo como: "En cada paso, escucho sus ecos. En cada respiro, siento su calor."
Law asintió mientras escribía frenéticamente, adaptando las palabras a su propio estilo.
—¿Y si lo conectamos con algo más visual? —propuso, levantando la cabeza de su libreta—. Algo como: "Sus rostros aparecen en las gotas de lluvia, sus risas en el viento que nos empuja hacia adelante."
Toqué un par de notas suaves mientras lo escuchaba, pensando en cómo traducir esas imágenes a música. Luego sonreí y asentí.
—Sí, eso funciona. Es como si lo que nos pesa también nos diera fuerza, ¿no?
Law me miró, y por un momento, su expresión se suavizó. No dijo nada, solo siguió escribiendo, pero su rostro decía más de lo que sus palabras podrían expresar. Había algo en esta canción que resonaba profundamente en ambos.
—Para el estribillo... —dije, buscando algo que pudiera encapsular todo—. ¿Qué tal esto? "Y cuando todo se apaga, cuando la luz se desvanece, ellos están ahí. Ellos siempre están ahí."
Law dejó de escribir y me miró fijamente.
—Eso es... perfecto. —Su voz estaba cargada de emoción, algo que rara vez dejaba ver.
Law asintió lentamente y volvió a escribir, ajustando algunas palabras, pero manteniendo la esencia de lo que había dicho. Luego levantó la libreta, mostrándome el esbozo.
—"Y cuando todo se apaga, cuando la luz se desvanece, nosotros estamos ahí. Nosotros siempre estaremos ahí. En las sombras, en el eco de nuestras risas, en cada paso que damos hacia el mañana."
Me quedé en silencio, mirando las palabras que había escrito. Eran nuestras. No solo de él ni mías, sino de ambos. Una mezcla de nuestras experiencias, de nuestras emociones.
—Creo que tenemos algo especial aquí —dije finalmente, volviendo a tocar la guitarra, esta vez con más seguridad—. Solo falta darle forma.
—Sí, pero ya es algo —dijo Law, recostándose en la alfombra y mirando al techo, con su libreta apoyada en el pecho—. ¿Sabes? Esto es lo que hace que valga la pena.
Lo miré, sorprendido por su comentario, pero no dije nada. Solo toqué un poco más, dejando que las notas llenaran el espacio mientras él cerraba los ojos, aún sosteniendo las palabras que habíamos creado juntos.
Después de varias horas de trabajo, acordes y palabras ajustadas una y otra vez, la canción finalmente tomó forma. Law y yo nos miramos al mismo tiempo cuando terminamos la última estrofa, como si ambos hubiéramos llegado a la misma conclusión al mismo tiempo. Había algo perfecto en esa última línea, algo que encajaba como la pieza final de un rompecabezas.
—¿Y el título? —pregunté, rompiendo el silencio mientras Law leía de nuevo lo que habíamos escrito.
Él se quedó pensativo, mordisqueando el extremo del bolígrafo. Luego miró hacia la ventana, donde la luz de la luna iluminaba tenuemente la habitación.
—¿Qué tal... "Siempre juntos"? —dijo, con un tono suave pero seguro.
Sonreí al escucharlo. Había algo en esas palabras que resonaba profundamente. Asentí lentamente, tocando el último acorde de la canción mientras las repetía en mi mente.
—"Siempre juntos" —repetí en voz baja, saboreando el título—. Es perfecto.
Law dejó caer la libreta a un lado y, por primera vez en toda la noche, suspiró con alivio. Se levantó del suelo y se dejó caer en la cama con un movimiento cansado pero satisfecho.
—No puedo creer que lo logramos —dijo, cubriéndose el rostro con las manos por un momento antes de apartarlas y mirar al techo—. Una canción menos... y ahora solo faltan siete.
Ambos reímos suavemente, y yo me levanté del sillón, dejando la guitarra a un lado. Me acerqué a la ventana, sintiendo el fresco de la noche que entraba por una pequeña rendija. Miré la luna, que parecía especialmente brillante esa noche. Había algo en su forma, en las sombras que la rodeaban, que me hacía pensar en una sonrisa.
—¿Qué miras? —preguntó Law desde la cama, su voz más relajada ahora.
—La luna —respondí, sin apartar la vista—. ¿Te has dado cuenta de que parece estar sonriendo?
Hubo un momento de silencio antes de que lo sintiera levantarse de la cama. Law se acercó por detrás y, sin previo aviso, me rodeó con sus brazos en mi cintura, apoyando su cabeza en mi hombro. Sonreí ante el gesto, sorprendido pero reconfortado, y llevé mis manos a las suyas, entrelazando los dedos.
—Está hermosa. —le dije en voz baja, dejando que mi cabeza se apoyara ligeramente contra la suya.
Law no respondió de inmediato. Lo sentí respirar profundamente antes de murmurar:
—Sí. Le conté de lo nuestro y sonrió.
Reí, amaba que sea un jodido poético romántico.
Hubo un momento más de silencio, y luego habló, su voz suave pero cargada de emoción.
—¿Sabes? Esta noche, trabajando contigo en esa canción... me recordó algo. Algo sobre nosotros. No importa cuán pesado se sienta todo, siempre encontramos la forma de seguir adelante. Y no sé... siento que eso es algo que nunca quiero perder.
Sonreí, mi corazón latiendo un poco más rápido al escuchar sus palabras. Giré la cabeza lo suficiente para mirarlo de reojo y encontré su expresión relajada, con una pequeña sonrisa cerrada que iluminaba su rostro.
—Yo tampoco quiero perderlo, Law —respondí, apretando suavemente sus manos.
La luna seguía brillando, y por un instante, el mundo fuera de esa habitación desapareció. Solo estábamos nosotros, compartiendo un momento de calma, de conexión, sabiendo que, al menos por esa noche, todo estaba bien.
La calma continuaba envolviéndonos, pero no pude evitar que una idea cruzara mi mente, algo que me arrancó una sonrisa involuntaria. Sin soltar las manos de Law, murmuré:
—¿Sabes qué extraño? La ópera donde te conocí. Cuando practicaban con la orquesta y tú gritabas como loco.
Law se separó un poco, lo justo para mirarme con una mezcla de sorpresa y diversión.
—¡No gritaba como loco! —protestó, aunque su tono estaba cargado de humor.
—Claro que sí. —Me reí suavemente, recordando aquellos días—. Siempre decías algo como: "¡Otra vez desde el principio! ¡Esto tiene que ser perfecto!" Y luego Nazar te imitaba por lo bajo, y todo el mundo terminaba riéndose.
Law dejó escapar una carcajada, negando con la cabeza.
—Lo hacía porque nadie me escuchaba al principio. ¿Qué más podía hacer? Aunque, admito, a veces me pasaba un poco.
—¿Un poco? —repliqué, levantando una ceja con una sonrisa burlona.
—Está bien, está bien. —Suspiró teatralmente, apoyando la frente en mi hombro—. Extraño eso también. Gritarles como broma, ver cómo se frustraban y luego terminaban riéndose. Esos ensayos eran un desastre, pero un desastre divertido.
Asentí, dejando que la nostalgia se mezclara con la calidez del momento.
—Eran buenos tiempos. Aunque, si soy honesto, nunca pensé que terminaríamos aquí, juntos, componiendo canciones y dando conciertos.
Law levantó la cabeza para mirarme, su expresión ahora más seria pero tranquila.
—Yo tampoco. Pero, de alguna manera, todo encajó, ¿no? Como si siempre hubiéramos estado destinados a esto.
Sonreí, apretando sus manos entre las mías.
—Sí, supongo que sí. Aunque a veces extraño lo simple que era todo entonces.
—Lo sé —admitió Law, con una pequeña sonrisa—. Pero si tuviera que elegir entre aquellos días y lo que tenemos ahora... elegiría esto. Cada vez.
Me quedé en silencio por un momento, dejando que sus palabras se asentaran. Luego lo miré a los ojos y le devolví la sonrisa.
—Yo también, Law. Yo también.
La luna seguía brillando sobre nosotros, como un testigo silencioso de todo lo que habíamos vivido y lo lejos que habíamos llegado juntos.
El silencio volvió a llenar la habitación, pero esta vez se sentía más ligero, más cómodo. Law seguía junto a mí, con esa pequeña sonrisa en los labios que siempre parecía tener algo de misterio. A veces me preguntaba qué pasaba por su mente en momentos como este, pero no quería romper la paz con preguntas.
—¿Crees que Nazar todavía se acuerda de cómo solía esconderse para evitar que lo hicieras repetir las piezas? —pregunté de repente, rompiendo la tranquilidad con una sonrisa traviesa.
Law soltó una carcajada genuina, su cuerpo temblando ligeramente contra el mío.
—Por supuesto que sí. Apuesto a que todavía tiene pesadillas con eso. ¿Te acuerdas de aquella vez que se escondió detrás del piano y se quedó atrapado? Creo que nunca había visto a Mich reír tanto.
Me uní a su risa, recordando la escena con claridad. Habían sido momentos tan caóticos y divertidos, tan diferentes de la presión que sentíamos ahora. Pero, al mismo tiempo, sabía que esos días eran los cimientos de lo que éramos ahora.
—¿Y Allyn? —continué—. Siempre llegaba tarde y trataba de inventar excusas ridículas. ¿Cómo era esa vez que dijo que se quedó atrapado en un ascensor... pero la ópera ni siquiera tenía ascensor?
Law se rió aún más fuerte, su risa contagiándome.
—¡Eso fue épico! Aunque creo que la mejor fue cuando dijo que se le había "perdido la inspiración" y que tuvo que buscarla por toda la ciudad. Nunca entendí cómo pudo decir eso sin reírse.
Sacudí la cabeza, sonriendo. Por un momento, el peso de las expectativas, las canciones por componer y los conciertos futuros se desvaneció. Era solo Law y yo, recordando un pasado que, aunque caótico, siempre había estado lleno de risas.
—¿Sabes? —dije después de un rato—. Tal vez deberíamos escribir una canción sobre eso. Sobre esos días en la ópera, sobre cómo éramos entonces. Algo que capture ese caos y esa energía.
Law me miró, sus ojos brillando con curiosidad y entusiasmo.
—¿En serio? ¿Una canción sobre nosotros?
Asentí, sonriendo.
—¿Por qué no? Esos días fueron una gran parte de lo que somos ahora. Además, creo que sería divertido. Algo diferente, pero lleno de alma.
Law se quedó pensativo por un momento, luego sonrió ampliamente.
—Me gusta la idea. Pero solo si incluimos una estrofa sobre cómo gritaba como loco.
—Eso es obligatorio —respondí, riendo.
Nos quedamos allí, compartiendo ideas y recuerdos, mientras la noche avanzaba. Por un momento, no importaba nada más. La luna seguía sonriendo en el cielo, y nosotros, juntos, planeábamos una nueva canción que prometía ser tan única como nuestra historia.
Law se separó un poco de mí, sus ojos brillando con ese entusiasmo que siempre aparecía cuando tenía una idea. Caminó hacia la mesa donde habíamos dejado la libreta y el bolígrafo. Lo tomó y, mientras se sentaba en el borde de la cama, comenzó a garabatear algo.
—¿Entonces? —preguntó, mirándome con una sonrisa torcida—. ¿Por dónde empezamos? ¿Con el caos de Nazar o con mis gritos?
—Definitivamente con tus gritos. —Sonreí, apoyándome contra la ventana—. Algo como: "Las notas volaban, pero su voz las perseguía".
Law se rió mientras escribía eso.
—Me gusta. Es dramático, pero encaja perfectamente con la energía de esa época.
Me acerqué, apoyando mis manos en la cama mientras lo observaba escribir.
—¿Y luego? ¿Qué tal una línea sobre Nazar tratando de esconderse detrás del piano? Algo como: "Un refugio entre teclas, buscando silencio en su melodía".
Law levantó la vista, sus ojos hazel llenos de diversión.
—Eso suena más poético de lo que Nazar jamás podría imaginar, pero funciona.
Seguimos lanzando ideas, recordando más y más detalles de esos días. Las risas de Mich, las excusas absurdas de Allyn, la calma inquebrantable de Kyla mientras intentaba mantenernos en orden... Todo parecía encajar de una manera natural, como si la canción ya estuviera escrita y solo estuviéramos sacándola a la luz.
—¿Qué tal el coro? —preguntó Law después de un rato, girándose para mirarme—. Necesitamos algo que encapsule todo, algo que hable de lo desastrosos, pero apasionados, que éramos.
Me quedé pensativo, mirando por la ventana mientras buscaba las palabras.
—Algo como... "Éramos ruido, éramos caos, pero juntos creamos armonía".
Law dejó de escribir, mirándome con una sonrisa que se ensanchó poco a poco.
— ¡WOO OHH!¡Quién diría que Hauser Selts sabe conponer!—Gritó.
Reí. — Ya Law, me dejarás sordo.
Volvió a anotar, tarareando una melodía suave mientras lo hacía. Me senté junto a él, observando cómo las palabras tomaban forma en la libreta, cómo los recuerdos se transformaban en versos. Después de un rato, se detuvo y levantó la mirada.
—Creo que lo tenemos —dijo, extendiéndome la libreta.
Tomé la hoja, leyendo las líneas que habíamos escrito juntos. Había algo mágico en ver nuestras ideas combinadas de esa manera, en saber que habíamos creado algo único a partir de nuestras experiencias compartidas.
—¿Y el título? —pregunté, pasando los dedos por el borde de la libreta.
Law se quedó en silencio un momento, mirando hacia la ventana. Luego, con una sonrisa suave, respondió:
—"Desastre".
Asentí, sonriendo también.
—Es perfecto.
Law dejó la libreta a un lado y se dejó caer hacia atrás en la cama, suspirando profundamente.
—Esto fue... increíblemente terapéutico.
Lo miré por un momento antes de volver a la ventana. La luna seguía allí, serena y brillante, y esta vez parecía sonreír aún más claramente.
Law se separó suavemente de mí y se levantó de la cama con un suspiro ligero. Lo vi caminar hacia el rincón donde había dejado su mochila tirada al llegar. La recogió con un movimiento casual y comenzó a hurgar dentro.
—¿Qué buscas? —pregunté, curioso, aunque podía intuirlo por la forma en que revisaba los bolsillos.
—Nada importante... —respondió, aunque su tono lo traicionaba.
Finalmente, después de revolver un poco más, sacó una pequeña cajita de cigarrillos. La sostuvo entre sus dedos y me lanzó una mirada rápida, como si esperara algún comentario de mi parte.
—¿En serio? —dije, levantando una ceja.
Law se encogió de hombros, jugando con la cajita entre sus manos.
—No lo hago tanto, solo... a veces. Cuando necesito despejar la cabeza.
—¿Y necesitas despejar la cabeza ahora? —pregunté, cruzándome de brazos mientras lo miraba.
Law suspiró, mirando la caja por un momento antes de volver la vista hacia mí.
—No lo sé. Quizás. Fue un día largo, ¿sabes? Y aunque terminamos esa canción, siento que todavía hay mucho en mi mente.
Lo observé en silencio por un momento, intentando decidir qué decir. Finalmente, me acerqué y le quité la cajita suavemente de las manos.
—Ven.
Lo tomé del brazo y lo llevé hacia la ventana. Abrí un poco el cristal para que el aire fresco de la noche entrara, y le devolví la caja.
—Si vas a hacerlo, hazlo aquí. Pero al menos, comparte un poco de esa "terapia" conmigo.
Law me miró con sorpresa, y luego soltó una risa suave.
—¿Tú? ¿Fumando? No te veía como el tipo.
—No lo soy. Pero por hoy, puedo hacer una excepción.
Law sacó un cigarrillo y encendedor de la caja, encendiéndolo con movimientos rápidos y precisos antes de pasarme uno. Lo observé por un momento antes de tomarlo. Encendió solo uno y exhaló el humo lentamente, mirando hacia la luna.
—No es que esto resuelva mucho, pero ayuda a calmarme un poco —admitió, su tono más tranquilo ahora.
Asentí, tomando una calada pequeña. El sabor amargo me golpeó de inmediato, y tosí ligeramente, haciendo que Law se riera.
—Definitivamente no eres el tipo para esto —bromeó, dándome un pequeño empujón con el hombro.
—Calla. Estoy tratando de compartir el momento contigo.
Law sonrió, girándose hacia mí con una mirada suave.
—Lo aprecio, Haus. De verdad.
Nos quedamos así, en silencio, fumando mientras la brisa nocturna nos rodeaba. Por un momento, todo lo demás desapareció: las tensiones, las expectativas, incluso las dudas. Solo éramos nosotros, la luna y el aire frío llenando el espacio entre palabras que no necesitaban ser dichas.
Tosí varias veces, tratando de acostumbrarme al sabor amargo del cigarrillo. Law, que parecía disfrutar de mi reacción, me miró con una mezcla de diversión y curiosidad.
—¿Hace cuánto no pruebas esto? —preguntó, alzando una ceja mientras exhalaba el humo lentamente.
Levanté la vista hacia él, esforzándome por no toser más.
—Hace mucho. Culpa de Eileen.
Law frunció el ceño, claramente confundido.
—¿Eileen? ¿Quién es Eileen?
Sonreí, disfrutando de su desconcierto.
—Una vieja amiga de mis días de estudiante. Era una especie de rebelde; siempre estaba convencida de que podía enseñarme a relajarme... a su manera.
Law dejó escapar una risa, sacudiendo la cabeza.
—Eso explica muchas cosas. Pero es impresionante. —Hizo una pausa, señalando con el cigarrillo en la mano—.
— Me dejas fumar, pero no beber.
Sonrió, rodando los ojos.
—Es diferente.
Antes de que pudiera terminar la frase, Law me quitó el cigarrillo con un movimiento rápido y lo sostuvo frente a mí con una sonrisa burlona.
—Bueno, si no lo quieres...
Lo llevó hacia su boca con una actitud descarada, pero en lugar de fumarlo, fingió darle un sorbo, como si fuera un vaso de algo.
—¡No seas idiota! —protesté, intentando recuperarlo.
—¿Qué? Solo estoy asegurándome de que no se desperdicie.
Negué con la cabeza, intentando no reír.
—Devuélvelo.
Law me lo devolvió con una sonrisa satisfecha.
—Eres un caso, Haus. Pero admito que me gusta que tengas estas reglas tan... específicas.
—Solo trato de mantener un poco de orden en el caos, ¿sabes? —respondí, llevándome el cigarrillo a los labios de nuevo, esta vez con más confianza.
Law se rió suavemente y volvió a mirar hacia la luna, mientras yo trataba de concentrarme en no toser más. La noche seguía envolviéndonos, y en medio de las bromas y la calma, sentí que ese pequeño momento compartido era uno de esos que se guardarían para siempre.
Law dejó escapar un suspiro, mirando la luna otra vez, como si estuviera buscando algo en su resplandor. La brisa movía ligeramente sus cabellos, y por un momento, el mundo parecía detenerse. Yo, por mi parte, me senté en el borde de la cama, mirando la pequeña cajita de cigarrillos que había dejado a un lado, pero ya sin ganas de seguir con eso. No podía evitar sentir que esa conversación, por más simple que fuera, me había dado una especie de paz.
—¿Sabes? —dijo Law, como si acabara de llegar a una conclusión—. A veces siento que todo esto, todo lo que estamos viviendo ahora, se siente como si fuera un sueño. Como si de repente todo lo que esperábamos en nuestra vida viniera y se nos presentara en bandeja de plata. Pero luego te das cuenta de que la realidad siempre te recuerda lo que te toca enfrentar.
Lo miré, ligeramente sorprendido por la profundidad de sus palabras. Habíamos hablado mucho entre risas, pero esta vez su tono era más serio, casi reflexivo.
—Es cierto —respondí, pensativo—. Hay veces que, por más que estemos juntos en esto, el peso sigue ahí. Las expectativas, el futuro, todo lo que aún está por venir.
Law me miró, sus ojos brillando con una mezcla de melancolía y determinación.
—Y aún así, seguimos. Seguimos componiendo, seguimos tocando, seguimos... existiendo. A veces me pregunto si eso es lo único que realmente sabemos hacer. Pero luego te miro a ti, y me doy cuenta de que el "seguir" no tiene que ser solo sobrevivir. Puede ser vivir. Y vivir bien.
Me quedé en silencio por un momento, sintiendo el impacto de sus palabras. Nos habíamos acostumbrado tanto a estar en movimiento, a enfrentar lo que venía, que había dejado de ser una opción pensar en el verdadero propósito detrás de todo.
—Eso es lo que tenemos que recordar, ¿no? —dije, con una pequeña sonrisa—. Vivir, no solo existir.
Law asintió, sonriendo de vuelta.
—Exactamente. Pero no siempre es fácil recordarlo. Sobre todo cuando las cosas se ponen difíciles.
Poco a poco, la conversación fue volviendo a su tono más relajado, pero las palabras de Law resonaban en mi mente. Seguimos mirando la luna, las estrellas brillando más intensamente a medida que la noche avanzaba. La ciudad estaba tranquila afuera, y por un momento, sentí que todo en el mundo se había alineado solo para permitirnos ese breve respiro.
Al final, Law se recostó de nuevo en la cama, cerrando los ojos con una sonrisa, como si estuviera listo para dejar todo atrás por un rato.
—Bueno, supongo que mañana será otro día de caos, pero por ahora, esto está bien. ¿Qué opinas?
Sonreí, acomodándome junto a él. No hacía falta decir nada más. Era uno de esos momentos que, aunque sencillos, se sentían como una pequeña victoria personal.
—Sí, esto está bien.
Me apoyé suavemente en la almohada, sintiendo cómo la comodidad me envolvía poco a poco. La noche estaba tranquila, casi apacible, como si todo el ajetreo del día hubiera quedado atrás. Law se acomodó a mi lado, recostándose con la cabeza sobre mi estómago, mientras yo terminaba de dar las últimas caladas al cigarrillo. Sentí su respiración tranquila mientras mi mano acariciaba su cabello, sin que dijéramos una palabra más por un rato.
El humo se disipaba lentamente, pero la calma persistía. Entonces, fue Law quien rompió el silencio, su voz suave, casi susurrante.
—¿Sabes? He estado trabajando en una historia. Una historia de amor. Trágica, como siempre. Pero esta vez, algo diferente... algo que va más allá de la simple tristeza. —Hizo una pausa, dándole una última bocanada al cigarro antes de apagarlo con el cenicero que había cerca—. Es sobre dos personas que se encuentran en el momento más perfecto de sus vidas, pero, al mismo tiempo, están condenados por todo lo que los rodea.
Lo miré, sintiendo una curiosidad inmediata.
—Cuéntame —respondí, dejando que la idea de esa historia comenzara a tomar forma en mi mente.
Law suspiró, buscando las palabras con cuidado.
—Es sobre un chico y una chica. Se conocen en un momento caótico, ambos con vidas complicadas y pasados que no pueden olvidar. Pero a pesar de todo eso, se encuentran y sienten algo tan intenso, tan inmediato, que no pueden dejarlo ir. Sin embargo, hay un peso sobre ellos. El chico tiene algo que lo ata a otro lugar, algo que no puede soltar, y la chica... la chica esconde algo mucho más oscuro que ni ella misma entiende del todo.
Mis dedos continuaron pasando suavemente por su cabello, casi como si la calidez de ese gesto pudiera darle más tranquilidad mientras él hablaba.
—Parece que algo va a interrumpir ese amor, ¿verdad? —dije, adivinando lo que vendría.
Law asintió, su voz un poco más grave mientras continuaba.
—Sí, claro. Pero no es solo el destino lo que los separa. Es el miedo, el miedo de amar con tanta intensidad, el miedo de perderse a sí mismos en el otro. Es un amor tan grande que los consume, pero a la vez, les impide avanzar. Como si estuvieran destinados a encontrarse, pero al mismo tiempo, condenados a separarse.
Por un momento, la habitación quedó en silencio, solo interrumpido por el sonido de su respiración y el leve susurro del viento desde la ventana.
—¿Y qué pasa al final? —pregunté, sintiendo que había algo más que no me estaba contando.
Law levantó la cabeza lentamente, mirándome con una ligera sonrisa melancólica.
—No lo sé, aún no he terminado de escribirlo. Pero creo que el amor nunca es simple. A veces es un regalo, otras, es una carga. Y al final, lo que realmente importa es si aprenden a vivir con ello.
Me quedé en silencio, procesando sus palabras. Había algo en esa historia que me tocaba más de lo que esperaba. Quizás porque, de alguna forma, veía reflejos de nosotros en esas palabras. Las complicaciones, las dudas, las pasiones.
—Es... hermoso —dije finalmente, sin saber si esa era la palabra correcta, pero era lo único que sentía en ese momento.
Law sonrió, apoyando nuevamente su cabeza en mi estómago, buscando la comodidad de ese gesto.
—Gracias. A veces pienso que si puedo escribirlo, quizás pueda entenderlo mejor. —Hizo una pausa, como si pensara en algo más—. Pero, ¿sabes? Es extraño... Creo que estoy empezando a entender que no necesitamos resolver todo para estar bien. A veces, solo necesitamos vivir con lo que tenemos.
Asentí lentamente, sintiendo la conexión entre nosotros más fuerte que nunca. La noche estaba llena de palabras no dichas, pero las que ya habíamos compartido parecían suficientes para comprendernos, aunque de una manera silenciosa.
—Eso es lo que importa, ¿no? Vivir con lo que tenemos.
Law sonrió, y por fin, ambos nos quedamos en silencio, el uno al lado del otro, sin necesidad de decir más. La historia de amor trágica seguía flotando en el aire, pero al menos por esa noche, la nuestra parecía perfecta tal como era.
Law suspiró profundamente, como si la historia que había comenzado a contar ya fuera un peso demasiado grande para cargar. Levantó la vista hacia el techo, aparentemente perdido en sus pensamientos, antes de murmurar:
—No sé cómo podría terminarla... Ya no quiero seguir con eso.
Su tono era cansado, como si las palabras de la historia le hubieran estado persiguiendo todo el día. Observé su expresión y sentí que algo en su voz me tocaba de una manera sutil, pero profunda.
Me quedé en silencio por un momento, pensativo. Luego, sin pensarlo demasiado, respondí en voz baja:
—Termínala, Law. O hazlo para ti. Hazlo por ti, no por la historia, no por los demás... Hazlo para ti. A veces, escribir no es solo para terminar algo. A veces es para liberarte.
Law me miró, sorprendido por la sinceridad en mi voz. Sus ojos se suavizaron, y por un momento, la habitación se llenó de una quietud que me permitió ver más allá de sus palabras.
—Lo intentaré —dijo finalmente, casi como si estuviera hablando consigo mismo. Su tono se había suavizado, y sentí que, aunque dudaba, había algo en él que lo impulsaba a seguir, aunque solo fuera un poco más.
Le sonreí, sintiendo que al menos había dicho lo correcto.
—Lo harás. Solo no dejes que te consuma tanto. Hazlo a tu ritmo.
Law asintió lentamente, sus ojos volviendo a la ventana por un momento, como si buscaran la respuesta en el resplandor de la luna. A pesar de la aparente calma, algo seguía flotando en el aire, como si una puerta estuviera a punto de abrirse, esperando que él diera el siguiente paso.
Al final, Law se acomodó de nuevo, y yo me quedé allí, en silencio, con la esperanza de que, al menos por esa noche, todo lo que necesitaba era estar presente para él, sin apuros, sin expectativas. Solo nosotros dos, compartiendo el mismo espacio, las mismas dudas, y las mismas ganas de seguir adelante.
Law, con un gesto casi automático, sacó otro cigarrillo de la cajita y lo colocó entre sus dientes. Buscó su encendedor en el bolsillo, su expresión relajada pero decidida. Me quedó mirando mientras lo hacía, sabiendo lo que estaba por pasar.
Antes de que pudiera prenderlo, me adelanté, quitándole el encendedor de las manos con rapidez. Law me miró, sorprendido, con el cigarro aún colgando de sus labios.
—¿Qué haces? —se quejó, frunciendo el ceño mientras trataba de mantener el cigarro en su lugar.
—No lo hagas, Law. Ya suficiente por hoy —le respondí, manteniendo el encendedor en mi mano y viéndolo fijamente.
Law hizo un puchero, claramente molesto pero sin poder evitar la sonrisa que se formaba en sus labios.
—Vamos, Haus. ¡Lo necesito! Es la única forma de calmarme.
Lo miré, sin ceder, manteniendo la misma expresión firme.
—¿Calmarte? Ya lo estás haciendo. —Lo miré un momento y luego dejé escapar una pequeña risa—. Aunque, claro, si te vas a quejar, tendrás que aguantar que te quiten el encendedor cada vez que lo saques.
Law resopló, sin dejar de sostener el cigarro entre sus dientes. Parecía más un niño molesto que otra cosa, pero a pesar de su queja, sabía que no insistiría más.
—Estás jugando sucio —dijo, pero su tono ya no era de irritación genuina, sino más bien una broma.
Solté el encendedor y lo dejé caer sobre la mesa, sintiendo que el ambiente volvía a relajarse.
—¿Sabes? Podríamos hacer algo más divertido que fumar. —Sonreí, volviendo a recostarme en la cama. Law, por su parte, volvió a acomodar el cigarro en su boca, sin hacer mucho caso a lo que decía.
—Tú y tu sentido de la diversión... —dijo con una risa baja, como si la idea de divertirse de alguna otra manera le pareciera extraña.
La situación se relajó de nuevo, y aunque Law no dejó de mirarme con cierto toque de desafío, ambos sabíamos que esta pequeña pelea sobre el cigarro era solo una más de esas bromas entre nosotros. Sin grandes conflictos, sin drama. Solo un momento más de esa paz inquietante que a veces solo encontramos en medio de las noches largas.
Law dejó caer su cabeza en mi estómago otra vez, aún con el cigarrillo entre los dientes, balanceándolo con pequeños movimientos mientras tamborileaba sus dedos contra mi pierna. Yo lo observaba, intentando adivinar qué pasaba por su mente esta vez. Entonces, como si algo le cruzara de repente, se incorporó de golpe, sacándose el cigarro de la boca y mirándome con ojos brillantes.
—¿Qué pasa? —pregunté, levantando una ceja.
—Tengo una idea. —Law sonrió de esa forma que siempre me ponía en alerta. Esa mezcla entre emoción y travesura. Se puso de pie, revisando su mochila otra vez, revolviendo todo con una energía que hacía rato no le veía.
—¿Qué estás buscando ahora? —dije, sentándome un poco más erguido.
Law no respondió de inmediato. Siguió escarbando hasta que sacó un cuaderno viejo, con la portada desgastada y garabatos por todos lados. Me lo mostró como si hubiera encontrado un tesoro.
—Esto —dijo con una emoción que parecía casi infantil.
—¿Un cuaderno? —pregunté, confundido.
—No un cuaderno cualquiera. Este es mi viejo diario de ideas. —Se sentó de nuevo en la cama, abriéndolo con cuidado mientras pasaba las páginas llenas de notas, dibujos y líneas de canciones a medio escribir. Sus ojos se iluminaron al detenerse en una página específica—. Aquí está.
—¿Aquí está qué? —me incliné un poco para ver, curioso.
—Es otra historia que empecé hace años, pero que nunca terminé. Tal vez... tal vez podamos usarla para otra canción.
Me acerqué más, tratando de leer lo que decía. Las palabras eran intensas, llenas de emociones crudas, pero no era solo una historia cualquiera. Era personal, casi demasiado.
—¿Es sobre ti? —pregunté, viendo cómo su expresión cambiaba, tornándose más seria.
—Sí... bueno, en parte. —Se recargó contra el respaldo de la cama, dejando el cuaderno abierto entre nosotros—. Es sobre algo que me pasó hace tiempo. Una relación que... terminó mal. Pero nunca supe cómo terminar la historia. Como si quedara algo sin decir, algo sin cerrar.
—¿Y quieres convertirlo en una canción? —pregunté, intentando medir lo que realmente significaba para él.
—No sé. Tal vez sí, tal vez no. Pero siento que, si lo hago, podría finalmente dejarlo ir.
Lo miré en silencio por un momento, dándome cuenta de lo importante que esto era para él. Tomé el cuaderno, revisando las líneas escritas a mano, sintiendo las emociones que se desbordaban de cada palabra.
—Hagámoslo juntos —dije, mirándolo a los ojos.
Law me miró, sorprendido, pero luego asintió con una pequeña sonrisa.
—Está bien. Pero si esto termina siendo un desastre, tú te llevas la culpa.
—Claro, como siempre. —Sonreí, acomodándome mejor mientras ambos nos inclinábamos sobre el cuaderno, listos para transformar esa historia en algo más.
Y así comenzamos, sus palabras encontrando un nuevo propósito mientras yo añadía melodías y versos. La habitación se llenó de ideas, risas, y algún que otro desacuerdo. Pero lo más interesante no era la canción que creábamos. Era cómo, sin darnos cuenta, estábamos creando algo más grande: un puente entre su pasado y el presente que compartíamos. Una manera de cerrar capítulos y abrir nuevos. Una forma de decirnos, sin palabras, que estábamos en esto juntos.
Mientras trabajábamos en la canción, el ambiente se llenó de una energía extraña pero emocionante. Law y yo compartíamos ideas, ajustábamos frases, discutíamos sobre las melodías. Él, con su cuaderno entre las manos, escribía frenéticamente mientras yo tarareaba fragmentos de melodías que podrían encajar. Cada tanto, él me miraba con esa sonrisa que era mitad entusiasmo, mitad desafío, y yo no podía evitar devolverle una.
—¿Y si cambiamos esta línea? —dije, señalando una frase en el cuaderno—. En lugar de "no queda más que el eco", podríamos poner algo como "el eco nos persigue". Es más visual, ¿no crees?
Law se detuvo, con el lápiz en el aire, y luego asintió lentamente.
—Sí... suena más potente. Lo anotaremos. —Empezó a escribir, murmurando la frase para sí mismo, como si probara su peso.
Después de un rato, la canción comenzó a tomar forma. Era intensa, cargada de emociones, pero también tenía algo esperanzador. Sentí que estábamos logrando algo especial. Cuando llegamos al estribillo, Law se detuvo y dejó caer el lápiz sobre el cuaderno.
—Creo que lo tenemos —dijo, mirándome con una mezcla de agotamiento y alivio.
—¿Ya? —pregunté, algo sorprendido.
Law sonrió, apoyando su espalda contra la pared mientras revisaba lo que habíamos escrito. Luego, mirándome con una expresión más tranquila, dijo:
—Sí. Solo falta un título.
Me quedé pensando por un momento, observando las palabras y la intensidad que tenían. Finalmente, sugerí:
—¿Qué te parece "Cenizas"?
Law me miró, reflexionando sobre la propuesta. Luego, con una pequeña sonrisa, asintió.
—Es perfecto. Cenizas. . . Sí, ese será su nombre.
Dejó el cuaderno a un lado y se recostó completamente, tirándose hacia atrás sobre la cama. Cerró los ojos un momento y suspiró.
—Por fin. Tres menos. Faltan cinco más.—suspiró.
Law se dejó caer de nuevo, esta vez apoyando su cabeza en mi pecho mientras abrazaba la libreta contra su pecho. Sus ojos se cerraron lentamente, como si todo el cansancio acumulado por fin lo estuviera alcanzando. La expresión en su rostro cambió, suavizándose; parecía tan tranquilo que por un momento me pregunté si ya estaba soñando.
Lo miré en silencio, notando cómo su respiración se volvía más lenta y profunda. Había algo en esa imagen que me llenó de ternura: su manera de aferrarse a la libreta, como si fuera un escudo contra el mundo, y la calma que parecía haber encontrado después de tanto caos.
Sin pensar demasiado, me incliné un poco hacia él y le di un pequeño beso en la frente. Fue un gesto casi automático, como si mi cuerpo reaccionara por instinto. Al sentirlo, Law abrió los ojos ligeramente, apenas lo suficiente para mirarme con una mezcla de sorpresa y adormecimiento.
—¿Qué fue eso? —murmuró, su voz apenas un susurro.
—Nada, solo... —sonreí, buscando una excusa que no sonara ridícula—. Se veía como si lo necesitaras.
Él soltó una risa baja, cansada, y cerró los ojos otra vez.
—Pues sí, tal vez lo necesitaba. —Sus brazos rodearon la libreta con más fuerza, como si esa pequeña acción lo hubiera calmado aún más.
Volví a acomodarme, dejándome caer un poco más en la cama mientras mis manos descansaban a los lados de su cabeza. Lo miré otra vez, viendo cómo su expresión tranquila y vulnerable llenaba el espacio de algo que no podía describir. Era como si, por un momento, todo el ruido y la confusión del día se hubieran desvanecido.
Otro beso, esta vez un poco más largo, se escapó hacia sus comisuras. No lo pensé; simplemente sucedió. Law no dijo nada, pero pude sentir cómo sus labios se curvaban en una pequeña sonrisa antes de que murmurara:
—Que adorable.
Yo no respondí. No hacía falta. El silencio entre nosotros hablaba más de lo que cualquier palabra podría expresar.
El momento de calma se mantuvo por un rato, hasta que Law abrió los ojos de nuevo, mirándome con una intensidad inesperada. No dijo nada al principio, pero sus ojos, esa mezcla de cansancio y algo más profundo, parecían hablar por sí mismos.
Antes de que pudiera pensar demasiado, Law se incorporó ligeramente, quedando a la altura de mi rostro. Nuestras miradas se cruzaron, y en ese instante, como si ambos hubiéramos tenido la misma urgencia, nos acercamos. Nuestros labios se encontraron en un beso largo, casi torpe, pero lleno de una intensidad que no esperábamos.
Fue un minuto, tal vez dos, antes de que nos separáramos, ambos con la respiración un poco más rápida. Law se quedó mirándome, sus mejillas enrojecidas y una sonrisa juguetona formándose en sus labios.
—Bueno... —dijo, rompiendo el silencio con un tono que mezclaba nerviosismo y humor—. Si los besos fueran una moneda, creo que acabo de ganar la lotería.
No pude evitar soltar una carcajada, una que parecía romper cualquier tensión que hubiera quedado en el aire.
—¿En serio? ¿Eso es lo mejor que se te ocurre? —respondí, sacudiendo la cabeza mientras intentaba contener la risa.
Law se encogió de hombros, sin dejar de sonreír.
—¿Qué puedo decir? Soy un desastre romántico, pero te gusta, ¿no?
Lo miré, fingiendo evaluar su comentario, y finalmente sonreí.
—Sí, tal vez sí.
La sonrisa de Law se amplió, y, sin decir nada más, volvió a apoyarse en mi estómago, abrazando la libreta como si fuera su posesión más preciada. El calor del momento permaneció entre nosotros, una conexión que no necesitaba más palabras.
Law permaneció recostado en mi estómago por un momento más, con los ojos cerrados y una leve sonrisa en sus labios. Luego, como si algo lo impulsara, se incorporó y me miró fijamente, con una intensidad que me tomó por sorpresa. Sus ojos brillaban, pero no con su habitual sarcasmo o humor. Era algo más... algo más profundo.
—Haus... —comenzó, su voz suave, pero seria—. ¿Quieres ser mi novio?
Lo miré, parpadeando un par de veces, intentando procesar lo que acababa de escuchar. Y entonces, bufé, sacudiendo la cabeza.
—Deja de bromear, Law. Es tarde, estás cansado.
Pero él no se rió. Su expresión no cambió en lo más mínimo. En cambio, se inclinó un poco más cerca, sus ojos fijos en los míos.
—No estoy bromeando. —Su voz era firme, casi desafiante, pero con un tinte de vulnerabilidad—. Estoy harto, Haus. Harto de verte como mi "amigo", cuando sé que eres mucho más que eso para mí.
Mi boca se abrió ligeramente, pero no encontré palabras. Law respiró hondo, como si se estuviera quitando un peso de encima.
—Llevo nueve meses, nueve malditos meses, queriendo decirte esto. Ya no soporto no decirlo, no dejarte saber lo que siento. Eres para mí, Haus. Y ya no puedo fingir que no lo eres.
Me quedé congelado, sus palabras resonando en mi mente. La seriedad en su rostro, el tono de su voz... Todo decía que no era una broma. Esto era real, y Law lo estaba poniendo todo sobre la mesa.
—¿Vas a decir algo? —preguntó, con una leve sonrisa nerviosa que parecía cubrir un miedo genuino.
Lo miré por un segundo más antes de que una pequeña sonrisa comenzara a formarse en mis labios.
—Eres un desastre, Law. Un desastre total.
Él dejó escapar una risa, aunque aún con nerviosismo.
—¿Eso es un sí o un no?
—Es un... —Suspiré, intentando calmar mi mente y mi corazón que parecían competir entre sí—. Es un "tal vez necesito que me convenzas más".
Law sonrió, con esa mezcla de confianza y ternura que solo él podía manejar.
—Entonces, me aseguraré de hacerlo.
Law se quedó mirándome, todavía sonriendo, aunque ahora con una mezcla de alivio y determinación. Volvió a inclinarse hacia mí, esta vez con una cercanía que hacía difícil no sentir la intensidad en su mirada.
—¿Qué más necesitas, Haus? Porque te aseguro que no voy a rendirme. —Su voz era suave, pero había un peso en sus palabras, como si estuviera dispuesto a cruzar cualquier línea que hiciera falta.
Intenté mantener mi compostura, pero la manera en la que me miraba era desarmante. Sentí cómo el calor subía por mi cuello hasta mis mejillas.
—Convencerme va a ser complicado, ya sabes. No soy fácil de impresionar.
Law arqueó una ceja, con esa sonrisa traviesa que siempre me hacía rodar los ojos.
—¿No fácil de impresionar? Por favor. ¿Te acuerdas de cuando te canté esa canción horrible en la ópera, solo porque querías saber cómo sonaba? Me dejaste impresionarte desde el día uno, Haus. No finjas ahora.
No pude evitar reírme.
—Era horrible. Pero sí, supongo que fue... memorable.
Law tomó mi risa como un triunfo y, sin dejar de mirarme, bajó la voz.
—Estoy hablando en serio, Haus. No te estoy pidiendo que cambies lo que somos. Te estoy pidiendo que digas algo. Lo que siento por ti, lo que somos juntos... No es algo que pueda ignorar más.
El silencio llenó la habitación de nuevo. Por un momento, pensé en todas las veces que Law había estado ahí para mí, en cómo siempre lograba sacarme una sonrisa incluso en los peores días, en cómo su presencia siempre parecía hacer todo más llevadero.
Finalmente, respiré hondo y lo miré directamente.
—Si haces esto, Law, no hay vuelta atrás.
Él asintió sin dudar.
—Lo sé. Y tampoco quiero que la haya.
—Entonces... —Empecé, una pequeña sonrisa formándose en mis labios—. Supongo que puedes considerarlo un "sí".
Sus ojos se iluminaron de inmediato, y esa sonrisa suya, tan genuina y amplia, fue suficiente para hacerme sentir que había tomado la decisión correcta.
—¿Eso significa que oficialmente eres mío ahora? —preguntó, inclinándose un poco más cerca, con un tono juguetón pero lleno de emoción.
—Sí, pero no abuses de eso —respondí, aunque no pude evitar reírme.
Antes de que pudiera decir algo más, Law se inclinó hacia mí y, con toda la delicadeza del mundo, me dio un beso. Esta vez, no hubo urgencia ni dudas, solo la calidez de dos personas que finalmente habían encontrado su momento.
Cuando el beso terminó, mi mente se llenó de una mezcla de emoción y temor. Miré a Law, que aún tenía esa sonrisa tan suya, pero mi pecho se apretó al pensar en las consecuencias.
—Mejor no, Lawrence —dije, apartando un poco mi mirada de la suya, como si evitar sus ojos pudiera hacer que mis palabras dolieran menos—. Si se entera Charly, a mí me echará de aquí... o peor aún, podría hacerte daño.
Law frunció el ceño al escucharme, pero no dejó de mirarme. En lugar de retroceder, se inclinó hacia mí, su rostro lleno de una mezcla de firmeza y ternura que era tan propia de él.
—No me importa, Haus.
Lo miré, sorprendido por su respuesta, pero él continuó antes de que pudiera interrumpir.
—No me importa lo que Charly piense o lo que intente. No me importa si el mundo entero está en nuestra contra. Lo único que me importa eres tú... lo que tenemos.
Su voz se volvió más suave, pero la determinación seguía allí, brillando en sus ojos.
—Nosotros somos uno de dos, Haus. Una suma de todo. De nuestras risas, de nuestras peleas, de cada canción que hemos escrito juntos. No voy a dejar que el miedo nos robe eso.
Sus palabras me dejaron sin aire. Quise decir algo, alguna respuesta que estuviera a la altura de su valentía, pero nada salió. Él tomó mi mano con cuidado, entrelazando sus dedos con los míos.
—No importa lo que pase, siempre voy a estar aquí. Contigo.
Esa declaración, dicha con tanta convicción, hizo que algo dentro de mí se rompiera y se reconstruyera al mismo tiempo. Lo miré, queriendo creer en todo lo que decía, y en ese instante supe que no había vuelta atrás.
—¿Cómo puedes ser tan valiente? —susurré, todavía procesando lo que acababa de escuchar.
Law sonrió, esa sonrisa que siempre tenía la capacidad de desarmarme.
—Porque contigo, Haus, vale la pena serlo.
Law se dejó caer suavemente contra mi pecho, descansando su cabeza allí mientras yo seguía procesando todo lo que acababa de decir. Su respiración era tranquila, pero su voz, cuando habló, llevaba un peso que me hizo mirarlo de inmediato.
—Cómo amaría poder decirle al mundo entero lo que soy y lo que eres para mí, Haus. —Hizo una pausa, cerrando los ojos por un momento, como si estuviera tratando de contener algo que llevaba mucho tiempo guardado—. Quisiera ser libre para demostrártelo, para gritarle al mundo que eres todo para mí, sin miedo, sin restricciones.
Sus palabras golpearon algo profundo en mí. Lo miré, pero no interrumpí; sabía que aún tenía más que decir.
—¿Sabes qué es lo más frustrante? —continuó, abriendo los ojos y mirándome con una intensidad que casi dolía—. Que no importa cuántas cadenas nos pongan, no importa cuánto intenten controlarnos, nadie puede quitarme lo que siento por ti.
Se incorporó ligeramente, su mirada fija en la mía, como si estuviera desafiándome a cuestionarlo.
—Pueden intentar apagarnos, Haus, pero no pueden detenernos. No mientras estemos juntos. Tú eres mi libertad, aunque el mundo nos encierre.
Me quedé sin palabras, atrapado entre la valentía de sus palabras y el fuego que parecía arder en su interior. Law no era solo valiente; era imparable cuando se trataba de lo que sentía, de lo que creía.
—Eres todo para mí, Haus —concluyó, su voz quebrándose ligeramente, pero sus ojos brillando con una determinación inquebrantable—. Y aunque me cueste todo, no voy a dejar de amarte. Nunca.
Law permaneció apoyado en mi pecho, pero su mirada se perdió en algún punto de la habitación, como si buscara las palabras en el aire. Su voz salió más suave esta vez, cargada de una melancolía que parecía envolvernos a los dos.
—Es como si estuviéramos atrapados entre los colores de un arcoíris, ¿sabes? —dijo, levantando un poco la vista hacia mí—. Todos ven el brillo, la belleza... pero nadie entiende lo que significa estar aquí, sin libertad y sin amor para demostrarlo.
Su mano se deslizó lentamente por mi pecho, como si el contacto le ayudara a mantenerse anclado.
—Es irónico, ¿no? El arcoíris se supone que es símbolo de esperanza, de orgullo, de libertad. Pero para nosotros... —Suspiró, cerrando los ojos por un momento antes de abrirlos de nuevo, con una chispa de desafío en ellos—. Para nosotros, a veces solo se siente como una prisión. Un lugar donde todos miran, pero nadie entiende.
Se giró levemente, apoyando su barbilla en mi pecho para mirarme directamente.
—Pero si estoy atrapado aquí, prefiero que sea contigo, Haus. Porque contigo... incluso entre las sombras de esos colores, puedo encontrar algo más. Algo real. Algo que ningún juicio o mirada puede quitarnos.
Me quedé mirándolo, mi mente luchando por procesar la profundidad de sus palabras. Law, siempre tan expresivo, había puesto en palabras algo que yo mismo nunca había logrado entender del todo.
—No necesitamos que ellos entiendan, Law —le respondí, mi voz saliendo más baja de lo que esperaba—. Mientras tú y yo sepamos lo que significa, es suficiente.
—¿Suficiente? —repitió él, su mirada brillando con un desafío juguetón, pero también con algo más profundo—. Quizás, Haus. Pero no me voy a conformar con suficiente. Algún día, tendremos más. Lo prometo.
Law me miró fijamente, sus ojos brillando con algo que no podía identificar del todo: una mezcla de esperanza, amor y esa tristeza que siempre parecía seguirnos como una sombra. Se acomodó un poco, su cabeza aún apoyada en mi pecho, y tomó mi mano con cuidado, entrelazando sus dedos con los míos.
—¿Sabes, Haus? —dijo en un susurro—. Quiero que hagamos una promesa. Algo solo nuestro. Algo que ni el tiempo ni las circunstancias puedan romper.
Lo miré, intrigado y con el corazón latiendo más rápido.
—¿Qué tipo de promesa, Law?
Él se quedó en silencio por un momento, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras. Luego levantó nuestra mano entrelazada, como si fuera un símbolo.
—Prometámonos que, pase lo que pase, siempre seremos nosotros. Incluso si el mundo se vuelve contra nosotros, incluso si nos separan... —Su voz se quebró ligeramente, pero continuó—. Siempre encontraremos el camino de vuelta.
La intensidad de sus palabras me dejó sin aliento. Era más que una promesa; era un lazo invisible que él estaba creando entre nosotros, algo que iba más allá de las palabras.
—Siempre encontraremos el camino de vuelta —repetí, apretando ligeramente su mano para que supiera que hablaba en serio.
Law asintió.
—Y si alguna vez sentimos que nos estamos perdiendo, miremos al cielo. Busquemos la luna —dijo, mirando hacia la ventana por donde aún entraba la luz plateada—. Porque no importa dónde estemos, ella estará ahí, iluminándonos.
Un nudo se formó en mi garganta, pero logré esbozar una pequeña sonrisa.
—La luna será nuestro recordatorio. Nuestro pacto.
—Y nuestra promesa —añadió él, inclinándose ligeramente para apoyar su frente contra la mía.
Nos quedamos así, en silencio, dejando que el peso de aquella promesa nos envolviera. Había algo profundamente triste en saber que necesitábamos hacer un pacto así, como si ya anticipáramos las dificultades que vendrían. Pero al mismo tiempo, era hermoso. Era nuestro.
Finalmente, Law rompió el silencio, su voz apenas un susurro:
—Te lo prometo, Haus. Incluso si todo se desmorona, siempre seremos nosotros.
—Siempre seremos nosotros —repetí, y aunque mi voz era baja, llevaba toda la fuerza de mi corazón.
Y en ese momento, sentí que nada, ni siquiera el tiempo, podría romper lo que acabábamos de construir juntos.
Law me miró, sus ojos llenos de una determinación tranquila, y sonrió con esa chispa en su mirada que sabía cómo hacerme sentir a la vez nervioso y a la vez en paz.
—¿Trato hecho? —preguntó, levantando las cejas, como si fuera una pregunta que solo nosotros dos entendíamos.
Sin dudarlo, respondí, mientras mi pecho se llenaba de una emoción silenciosa que no sabía cómo expresar.
—Jamás desecho.
Puse mi mano sobre la suya, como un pacto que solo nosotros podríamos comprender, y al instante, Law hizo lo mismo, entrelazando nuestros dedos. Fue como si algo invisible se sellara entre nosotros en ese momento, una promesa en forma de toque.
Luego, con suavidad, Law se inclinó hacia mí y, en un gesto que sentí tan natural, me abrazó.
Sus brazos rodearon mi cuerpo con fuerza, pero al mismo tiempo, había algo increíblemente tierno en su abrazo. No era una carga; era un refugio. Su respiración se hizo tranquila, pero sentí en cada inhalación su compromiso, su entrega.
Yo, apoyando mi cabeza en su hombro, cerré los ojos un instante. Aunque la tristeza seguía flotando sobre nosotros, el abrazo de Law me transmitió un consuelo profundo, una sensación de que, sin importar lo que viniera, tendríamos el uno al otro.
Y en ese abrazo, por un breve instante, sentí que el mundo podía esperar.
Horas después. . .
De repente, sin saber cómo ni cuándo, sentí un cambio en el aire. Abrí los ojos lentamente, y allí estaba Law, aún dormido a mi costado. Su cuerpo estaba ligeramente inclinado hacia mí, y sus brazos seguían rodeándome con ternura. Parecía tan tranquilo, tan inmóvil, como si el tiempo se hubiera detenido para él.
Miré a mi alrededor, confundido por el silencio que me rodeaba. Las paredes de la habitación estaban bañadas por una suave luz, pero algo me decía que había algo importante que no debía olvidar. Entonces, me forcé a mirar el reloj sobre la mesa de noche: 8:58.
—¡¿8:58?! —exclamé en voz baja, de repente alertado por la hora.
Con rapidez, me levanté de la cama, cuidadoso de no despertar a Law, pero el reloj no mentía. Teníamos entrevistas. ¡Entrevistas que no podíamos perder!
Miré a Law, sonriendo con una mezcla de frustración y ternura. Me incliné un poco hacia él, y, con una mano suave, comencé a sacudirlo.
—Bello dormilón, tenemos las entrevistas, no lo olvides —le dije en tono juguetón, sin poder evitar reírme un poco mientras veía su rostro dormido.
Law no reaccionó al principio, pero luego se movió un poco, emitiendo un suave gruñido mientras entreabría los ojos.
—¿Qué...? —murmuró, aún medio dormido, tratando de procesar lo que decía.
—¡Que tenemos entrevistas! —insistí, sacudiéndolo un poco más—. ¿No te acuerdas? ¡Tienes que ponerle onda a tu día, campeón!
Law resopló, con esa cara de cansancio, pero al menos abrió los ojos completamente.
—¡Maldita sea, Haus! —dijo, frotándose los ojos mientras intentaba incorporarse—. ¿Por qué nunca me dejas dormir?
Pero a pesar de sus palabras, no pude evitar reírme. Era casi imposible no sentirme aliviado al ver que, aunque un poco agotado, seguía siendo el mismo Law que siempre encontraba una forma de hacerme sonreír.
Law, con esa mezcla de cansancio y rebeldía, no escuchó mis palabras. En lugar de levantarse, simplemente se enrolló en las sábanas, rodeándolas con su cuerpo como si fuera una oruga que no quería salir de su capullo. Sus ojos volvieron a cerrarse casi al instante, y yo lo miré, exasperado, pero también incapaz de no encontrarlo adorable.
—¡LEVÁNTATE! —grité, de forma casi desesperada, mientras saltaba en la cama, sintiendo cómo la presión del tiempo comenzaba a apoderarse de mí—. ¡TIENES QUE LEVANTARTE, LAW! ¡Las entrevistas, las entrevistas!
Pero, como siempre, Law no obedeció. En cambio, me lanzó una sonrisa maliciosa y enterró la cabeza aún más en las sábanas. De verdad, parecía que ni el fin del mundo podría hacer que se levantara.
—¡No, no quiero! —respondió con una voz que aún era adormilada pero llena de terquedad—. Que el mundo espere.
Suspiré profundamente y traté de pensar en algo para lograr que se moviera. Pero, antes de que pudiera hacer algo más, Law, con una rapidez que no esperé, agarró mis pies, tirándolos de la cama.
—¡Hey! —grité, mientras caía de lado, tropezando en el proceso. No pude evitar soltar una risa nerviosa mientras caía a su lado.
Law no hizo más que reírse en voz baja, y, aún recostado en las sábanas, se acercó a mí con una mirada juguetona. Sin darme tiempo a reaccionar, inclinó su rostro hacia el mío y, en un gesto inesperado, me dio un rápido beso en la nariz, haciendo que mi corazón diera un pequeño salto.
—Te dije que no me iba a levantar... —dijo en tono burlón, pero con esa ternura que solo él sabía transmitir, mientras se acomodaba un poco más en las sábanas.
Aunque me sentí frustrado por no poder hacerlo despertar, no pude evitar sonreír mientras me quedaba ahí, tirado en el suelo, viendo cómo Law seguía en su propia burbuja de pereza y felicidad. La risa que se escapó de mi pecho fue inevitable.
—Eres un maldito... —dije, levantándome lentamente para intentar hacer que se levantara una vez más, mientras él me miraba con esa mirada divertida y encantadora.
Mientras todavía estaba en la cama, recuperando el equilibrio y tratando de no reírme demasiado, Law me miró fijamente, como si de repente algo en él hubiera cambiado. Se quedó un momento en silencio, con una leve sonrisa en los labios, antes de que sus ojos se suavizaran y se acercara un poco más a mí.
Con una mirada tan intensa que me hizo detenerme en seco, Law dijo por primera vez, en voz baja pero clara:
—Te amo, amor.
Mi corazón se detuvo por un instante, y antes de que pudiera procesar completamente lo que acababa de escuchar, él continuó:
—¿Lo sabías?
Me quedé completamente sorprendido. No sabía qué decir, mi mente giraba sin control. Jamás había esperado escuchar esas palabras de él, ni siquiera en medio de todo este caos de entrevistas, risas y momentos de confusión. No respondí de inmediato, y probablemente mi rostro reflejaba toda la sorpresa del mundo.
—¿Amor? —murmuré, aún atónito, sin poder creer lo que había dicho—. ¿En serio?
Law soltó una pequeña risa, esa risa que siempre me hacía sentir como si todo fuera más ligero, como si nada realmente pudiera afectarnos.
—Pues ahora lo sabes —respondió con una sonrisa cómplice, como si estuviera disfrutando de mi asombro.
Miré a Law, y aunque aún estaba completamente sorprendido, también sentí una oleada de calidez invadiéndome. Las palabras que acababa de decir me hicieron sentir más cerca de él que nunca. Quizá fuera un simple "Te amo", pero para mí, en ese momento, esas palabras significaban el mundo entero.
Me acerqué a él, aún sin decir nada, y vi cómo sus ojos se llenaban de una suavidad inusual, como si estuviera esperando mi respuesta.
Finalmente, sonreí, una sonrisa sincera, y le di un leve beso en la frente.
—No lo sabía... —dije, aún con una pequeña sonrisa en mis labios—. Pero ahora que lo sé... ya no quiero olvidar nunca.
Me levanté con una última mirada a Law, que seguía en su "zona de comodidad" en las sábanas, con su expresión relajada pero tan decidida a no levantarse que era casi cómica.
—A pesar de que seas un romántico, de verdad deberías levantarte —le dije, mientras me estiraba y comenzaba a salir de la habitación para cumplir con la tarea de encontrar a la chica que me entregaría la ropa.
Desde la puerta, escuché el suave susurro de su voz:
—Mi intento falló... —respondió con una sonrisa cansada pero juguetona.
Salí al pasillo rápidamente y en unos minutos, volví con la ropa que necesitaba. Cuando regresé a la habitación, vi a Law, que ya se había sentado en la cama, los ojos entrecerrados por la luz que entraba a la habitación. Su cabello desordenado le daba un toque tan natural que, por un segundo, me hizo pensar que nada de todo esto, ni las entrevistas ni los compromisos, importaba tanto como ese pequeño momento.
—Qué tierno te ves —le dije con una sonrisa, sin poder evitarlo.
Law, aún medio dormido, se estiró exageradamente y dejó escapar un largo bostezo.
—Ah, ¿qué pasa? ¿Me vas a poner una etiqueta de "tierno"? —bromeó, sacudiendo la cabeza, mientras se dejaba caer de nuevo sobre la almohada, con una sonrisa juguetona.
Me acerqué a la cama y, sin darle tiempo para responder más, le entregué la ropa que había ido a buscar.
—¡Oh! Ahora tú eres el que me da la ropa... ¿Y qué será lo siguiente? ¿Me vas a poner un lazo y llamarme "hermoso"? —dijo Law, guiñándome un ojo, sabiendo exactamente cómo hacerme reír.
No pude evitar soltar una risa, pero inmediatamente respondí con una sonrisa burlona.
—Cámbiate y no hables tanto —le dije, mientras lo empujaba suavemente hacia la parte de la cama donde estaba la ropa, y me giraba para salir un momento de la habitación.
Law dejó escapar una risa baja antes de empezar a cambiarse, y yo me dirigí hacia el pasillo, sintiendo que la calma que habíamos encontrado en esos pequeños momentos juntos era todo lo que realmente necesitábamos.
Llegué al comedor del hotel, con un par de pensamientos aún rondando en mi cabeza, pero al ver a los chicos ya reunidos, la sensación de que todo iba a estar bien volvió a calmarme. La luz suave de la mañana iluminaba el área, y todos ya estaban sentados, comiendo cereales y yogur, como si fuera una típica mañana después de un concierto.
Nazar fue el primero en notar mi presencia y, como siempre, su energía parecía desbordar el lugar.
—¡Haus! ¡Por fin! —gritó con una gran sonrisa, levantándose un poco de su asiento para saludarme de una manera exagerada—. ¡Qué bueno verte, hermano!
Mich, por otro lado, me saludó con una sonrisa algo triste, como si algo lo estuviera molestando.
—Hola, Haus... —dijo, mirando su cereal con una expresión de preocupación en su rostro.
Le sonreí, un poco curioso.
—¿Qué te pasa, Mich? —le pregunté, con una ligera preocupación.
Mich suspiró, dejando la cuchara a un lado.
—Olvidé traer a Rafael... y ahora está solo por ahí. —Dijo, como si lo hubiera olvidado en medio de todo el caos.
Al escuchar eso, Jaddiel soltó una risa que no pude evitar compartir, mientras Allyn, que estaba sentado al lado de él, le entregaba un desayuno preparado con cuidado.
—Aquí tienes, Mich —dijo Allyn, con una sonrisa pequeña y tranquila—. Vamos, no te preocupes tanto por Rafael, seguro está bien. Luego vamos a buscarlo.
La escena era casi cómica, pero antes de que pudiera responder, una figura apareció en la puerta. Law, con su típico estilo único, se plantó en el umbral del comedor, un brazo levantado hacia el techo y el otro inclinado hacia abajo, como si estuviera haciendo una entrada teatral para un escenario.
—¡Buenos días, mundo! —exclamó, haciendo un giro en el lugar como si estuviera en medio de una película de acción—. ¡Listos para otro día de locura!
Todos lo miramos con una mezcla de sorpresa y diversión, pero antes de que pudiera decir algo más, Allyn y Jaddiel se pusieron las manos en la cara al mismo tiempo, como si ya estuvieran acostumbrados a ese tipo de entradas dramáticas.
—Ya empezó el caos... —dijeron al unísono, dejando escapar una risa.
Law, sin perder la compostura, se acercó a la mesa, con esa sonrisa amplia que siempre lograba sacar una carcajada de todos, y comenzó a servirse un poco de yogur, como si nada hubiera pasado.
Law se sentó a mi lado, sin dejar de sonreír, como si nada de lo que había pasado en las últimas horas tuviera importancia. Su energía siempre parecía iluminar cualquier espacio, y ahora, a pesar de la tranquilidad del lugar, esa chispa no desaparecía.
Con una mirada rápida hacia el resto de los chicos, se acercó un poco más hacia mí. Nadie prestaba mucha atención, tan centrados en sus propios desayunos, lo que nos dio el espacio perfecto para hacer lo que solo nosotros sabíamos hacer.
Sin decir una palabra, Law tomó discretamente mi mano bajo la mesa, sus dedos entrelazándose con los míos de forma suave pero segura. Mi corazón dio un pequeño salto, aunque traté de disimularlo lo mejor posible.
Comencé a comer mi cereal, llevando la cuchara a mi boca mientras intentaba concentrarme en algo tan simple como el sabor del yogur y el crujir de los cereales, aunque mi mente seguía dando vueltas sobre lo que acababa de suceder entre nosotros.
Law, por su parte, parecía igualmente tranquilo, pero sentí su pulso contra mi mano, como si ambos estuviéramos callados pero compartiendo algo mucho más grande en ese simple gesto.
Nos manteníamos así, en ese pequeño momento de complicidad, sin que nadie lo notara. Era como si el resto del mundo se desvaneciera por un rato, mientras nuestras manos se mantenían unidas bajo la mesa, la conexión entre nosotros creciendo con cada segundo.
Me costó no sonrojarme al pensar en lo que estábamos haciendo, pero al final, me dejé llevar por la calma que eso me traía, y seguí comiendo, tratando de no mostrar lo que sucedía en mi pecho.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro