Cᴀᴘíᴛᴜʟᴏ 23: ¿Bʀᴏᴀᴍᴄɴᴇ ᴏ ᴀᴍᴏʀ?🦋
Me quedé mirando la pantalla del teléfono, viendo esos vídeos, las sonrisas compartidas, los gestos que ahora parecían más que amistosos. Algo se movió en mi pecho, una sensación extraña que no pude identificar de inmediato. Todo lo que había entre nosotros, todo lo que había sucedido, parecía más real ahora. Más claro.
—Esto es raro... —musité de nuevo, mi voz saliendo con un tono casi ahogado. No sabía si me refería a los vídeos, a lo que había visto en ellos, o a lo que acababa de pasar entre Lawrence y yo. Era como si todo hubiera cambiado en un solo segundo, como si los vídeos dijeran algo que no quería admitir, algo que me aterraba.
Lawrence, que hasta ese momento había permanecido en silencio, finalmente habló, pero su voz estaba cargada de algo que no pude descifrar. Tal vez era el mismo desconcierto que sentía yo.
—¿Qué quieres decir con eso, Hauser? —su pregunta fue baja, cautelosa, como si temiera que dijera algo que ya no pudiera tomar atrás.
No supe qué responder. No sabía si estaba preparado para enfrentar lo que esos vídeos representaban, si estaba listo para enfrentar lo que estaba sucediendo entre nosotros. Mi cabeza daba vueltas, cada vez más rápido, sin poder encontrar una forma coherente de procesar todo lo que estaba sucediendo. La distancia emocional entre nosotros se sentía cada vez más abismal, y no sabía cómo saltar de un lado al otro, cómo encontrar un terreno común entre todo lo que estábamos viviendo.
En lugar de responder, me alejé de la pantalla del teléfono. No quería ver más. No quería ver lo que los demás veían, lo que ellos creían que veían. Era demasiado. Ya no sabía cómo lidiar con esto. Con Lawrence, con Allysa, con todo.
—No lo sé, Lawrence... —mi voz salió más rasposa de lo que esperaba, como si esas palabras estuvieran atrapadas en mi garganta. No podía seguir con esta conversación. No podía seguir fingiendo que todo estaba bien, que todo lo que había entre nosotros era solo amistad. No podía seguir ignorando lo que sentía, lo que todo esto significaba.
Traté de dar un paso atrás, pero la mirada de Lawrence me detuvo. Sus ojos, esos ojos que habían estado tan llenos de preocupación antes, ahora estaban llenos de algo más. Algo que no pude reconocer, algo que me hizo sentir aún más perdido.
—Hauser... —susurró, como si estuviera a punto de decir algo más, pero se detuvo. Su expresión cambió, y pude ver que él también estaba luchando con algo, con lo que estaba pasando, con lo que podría pasar entre nosotros.
La verdad era que no sabía qué hacer. Todo estaba fuera de control, y lo único que podía hacer era seguir adelante. Al menos, intentarlo. Al menos, parecer que estaba bien.
Mi mente, abrumada, buscó algo en lo que aferrarse, algo que me sacara de este espacio suspendido. Pero no lo encontré. El aire se sentía más denso que nunca, y lo único que deseaba era que todo esto terminara de una vez.
—No quiero hablar de esto ahora... —dije finalmente, mi tono más bajo, más cansado de lo que esperaba. Me volví hacia la puerta, pero no me atreví a mirar atrás. Sabía que, si lo hacía, me vería atrapado en sus ojos nuevamente, atrapado en algo que no podía entender.
Solo quería escapar. Salir de este lugar. Huir de todo lo que estaba sintiendo, aunque sabía que no podía hacerlo.
Pero entonces escuché su voz detrás de mí, esa voz suave pero firme, como un hilo que me ataba aún más a él.
—Hauser... —me llamó, y su voz me hizo detenerme en seco.
No respondí. No supe qué decir. Mi corazón latía con fuerza, como si estuviera a punto de explotar. Estaba atrapado en algo que no entendía, en algo que me estaba consumiendo.
Me dirijí a mi habitación con rapidez.
Y lo peor era que no sabía si quería que se detuviera.
Me quedé ahí, de pie, frente a la puerta, sin atreverme a dar el siguiente paso. La presión en mi pecho era tan fuerte que me impedía moverme. Oí cómo Lawrence se acercaba, el sonido de sus pasos detrás de mí, pero no me giré. No podía hacerlo.
No quería enfrentarlo, no quería hablar de lo que había visto en esos vídeos. No quería que se interpusiera entre nosotros. Pero, aunque lo deseara, no pude escapar de su presencia.
Finalmente, di un paso hacia adelante, salí por la puerta, y comencé a caminar por el pasillo hacia mi habitación. Los ecos de la conversación seguían flotando en el aire, como un peso que no podía soltar. Sabía que él iba a seguirme, pero no me importaba. Ya estaba demasiado cansado para luchar.
Justo cuando llegué a mi habitación y la puerta se cerró detrás de mí, escuché cómo la puerta de la pieza se abría nuevamente, y una sombra apareció en el umbral. Era Lawrence. No me sorprendió. Sabía que no dejaría esto pasar tan fácilmente.
—Hauser... —su voz sonó baja, como si estuviera tratando de mantener la calma, pero había una tensión palpable. Me giré, encontrándome con su mirada directa, como si no pudiera escapar de ella. Su presencia era imparable, como siempre.
Me crucé de brazos, mirándolo, sin saber qué decir, sin saber si siquiera quería hablar de esto. Ya había dicho demasiado, pero su mirada insistente, esa necesidad de respuestas, no me dejaba tranquilo.
—¿Por qué... por qué actuaste así? —preguntó, y su voz se suavizó, pero aún había una urgencia en ella. Mi estómago se apretó al escuchar la pregunta, porque sabía a qué se refería. Sabía a qué se estaba refiriendo, aunque no quisiera aceptarlo.
—¿A qué te refieres? —respondí, mi tono seco, casi como si estuviera tratando de evitar la conversación. Como si ignorarlo lo haría desaparecer, aunque sabía que no era así.
Lawrence dio un paso hacia mí, y su rostro reflejaba una mezcla de confusión y algo más, algo que no podía identificar, pero que me hacía sentir aún más incómodo.
—A lo que vimos... —dijo, y no pude evitar que sus palabras me golpearan como un puño en el estómago. Sabía que estaba hablando de los vídeos, de las sonrisas, de los gestos, de todo lo que había estado oculto, pero que ahora no podía ignorar.
Tragué saliva y aparté la mirada. No quería verlo, no quería que esa verdad saliera a la luz, porque al hacerlo, todo lo que había estado evitando quedaría expuesto. Y no sabía si podía manejarlo.
—No actué de nada —respondí, pero mi voz sonaba vacía, incluso para mí. ¿Cómo podía negar lo que ya estaba tan claro? ¿Cómo podía decir que no había nada entre nosotros cuando, en el fondo, sabía que era mentira?
Lawrence frunció el ceño y me dio otro paso hacia adelante, acercándose aún más. Podía sentir su mirada clavada en mí, la intensidad de su presencia me rodeaba por completo. Era como si estuviera buscando algo en mi expresión, algo que le diera sentido a todo lo que acababa de pasar.
—No sé qué es esto... —dije finalmente, con la voz apenas un susurro. Mis palabras salieron temblorosas, como si el simple hecho de decirlas me desgarrara por dentro. Miré hacia el suelo, sintiendo cómo el peso de la confusión me aplastaba.
Lawrence suspiró y pasó una mano por su rostro, visiblemente frustrado. Su frustración no era solo por los vídeos, por lo que habíamos visto. Era por lo que estaba sucediendo entre nosotros, algo que no podíamos negar, pero que ninguno de los dos quería reconocer.
—¿Por qué te alejas de mí, Hauser? —preguntó, su voz apenas más fuerte, como si esa pregunta fuera una súplica. No pude mirarlo a los ojos. Estaba tan cansado de todo esto, tan cansado de no saber qué hacer.
—No puedo... —susurré, mi voz quebrada. La verdad era que no sabía cómo lidiar con lo que estaba pasando, con lo que sentía. La forma en que miraba, la forma en que se acercaba a mí... todo me confundía. No podía dejar que todo eso tuviera el poder de romperme de nuevo.
Lawrence se quedó en silencio por un momento, observándome, como si estuviera tratando de entender, de encontrar una forma de acercarse. Finalmente, habló, esta vez con un tono más suave, casi como si estuviera tratando de calmarme.
—Lo siento... no sé qué hacer si no me dices lo que pasa. —su voz era baja, como si le costara admitir que no entendía lo que estaba sucediendo. Y, aunque no lo dijera directamente, se sentía como si estuviera pidiendo una respuesta, algo que lo liberara de la confusión que compartíamos.
Me quedé en silencio, sin saber cómo responder. Sabía lo que quería decir, lo que quería preguntarme. Pero no podía encontrar las palabras. Estaba atrapado en un espacio entre la amistad y algo más, algo que no podía entender, algo que no quería entender.
—No sé qué hacer con todo esto... —dije, casi en un susurro. Mi mente estaba tan llena de pensamientos y emociones que no podía seguir adelante. Estaba roto, en el peor de los sentidos.
Lawrence me miró por un instante más, y luego, en un movimiento lento, se acercó aún más. No dije nada, pero sentí cómo su presencia me envolvía, como si de alguna manera tratara de reconectarme con algo que había perdido.
—No tienes que hacerlo solo, Hauser... —murmuró. Pero yo no estaba seguro de si esas palabras eran lo que necesitaba escuchar.
Me quedé en silencio, procesando sus palabras. La presión en mi pecho seguía creciendo, y por un momento, la incertidumbre me invadió. No sabía cómo decir lo que realmente estaba pensando, lo que realmente sentía. Mi garganta estaba apretada, pero sabía que tenía que decir algo, aunque fuera una mentira, una forma de desviar la atención de lo que realmente estaba pasando.
Finalmente, rompí el silencio, mi voz saliendo casi por instinto, como si fuera la única forma de calmar el caos dentro de mí.
—Actué así porque dijiste que saldrías con Allysa —dije, respirando hondo, tratando de mantener mi voz firme, aunque no lo estaba. —Y no quiero que hayan malentendidos. No quiero que la gente piense que estamos en una relación o algo así. Y no quiero que ustedes terminen... —las palabras salieron atropelladas, como si estuvieran presionadas por una urgencia que no entendía bien. Miré hacia el suelo, evitando su mirada, como si de alguna forma pudiera esconder lo que había dicho.
Lawrence se quedó en silencio, procesando mis palabras. Me atreví a levantar la cabeza solo para ver cómo su rostro se transformaba en una mezcla de sorpresa y confusión. Sus ojos, que antes estaban llenos de incertidumbre, ahora reflejaban algo más, algo que no sabía si era alivio o incredulidad.
—¿Qué? —preguntó, su voz un poco más fuerte ahora, pero aún llena de duda. —Yo no dije que saldría con Allysa. Dije que aún no sé qué elegir. No es lo mismo, Hauser. No lo entiendes.
Mis ojos se encontraron con los suyos, y por un momento, sentí que mi corazón se detenía. Algo dentro de mí se quebró al escuchar esas palabras, pero traté de mantener la compostura. No podía dejar que me venciera. No podía dejar que me desbordara lo que sentía por él.
—Pues, no te apuro, pero debes decidir —dije, mi tono algo más frío de lo que quería, como si estuviera tratando de poner una distancia que no podía poner de otra forma. —Ya están diciendo que nos amamos. Y eso no me gusta. No sé si te has dado cuenta, pero es lo que están diciendo de nosotros.
La tensión en el aire se intensificó, y pude ver cómo Lawrence absorbía cada palabra que le había dicho. Su expresión se tornó más seria, como si ahora estuviera entendiendo lo que había detrás de mi actitud. Pero luego, su rostro cambió una vez más, y, en lugar de seguir la dirección que yo había tomado, dijo algo que no esperaba.
—No me importa lo que digan los demás, Hauser. Lo que importa es lo que tú y yo sabemos. —Su voz, esta vez, no era de confusión, sino de algo que parecía más resuelto, más seguro de lo que estaba diciendo. —Y aunque no tenga claro lo que siento, no quiero que te alejes de mí por lo que piensen los demás.
Mis labios se apretaron, tratando de mantener las emociones a raya. No sabía si estaba dispuesto a enfrentar lo que decía, pero sus palabras resonaron en mi pecho con más fuerza de la que hubiera imaginado. ¿Qué quería realmente decirme? ¿Qué estaba dispuesto a decidir?
—Lawrence... —mi voz salió baja, pero el nudo en mi garganta casi me hizo callar. Quería decirle lo que sentía, pero me sentía atrapado, como si todo estuviera fuera de mi control. —Tienes que decidir... Y no me hagas esperar.
Lawrence me miró en silencio por un instante, sus ojos tan intensos que sentí que podía leerme. Pero en su expresión había algo más, algo que no podía entender del todo. Era como si estuviera tomando una decisión, una que no podía hacer solo, una que debía involucrarnos a los dos.
—Lo sé —dijo finalmente, su voz más suave, pero aún cargada de una determinación que no había visto antes. —Y lo decidiré. Pero no ahora, Hauser. No hoy. Necesito tiempo para entender lo que esto significa. Necesito tiempo para entender lo que realmente quiero.
El aire entre nosotros seguía tenso, como si estuviéramos caminando por un filo, pero al menos, había algo claro ahora. Algo que no podíamos ignorar. Lo que había entre nosotros era real. No importaba cuántas mentiras intentara decirme, ni cuánto tratara de alejarme, ya no podía escapar de lo que sentía.
Y aunque no lo dijera en voz alta, sabía que Lawrence también lo sentía.
—No entiendo por qué estás tan decidido a hacer esto difícil —dijo con un tono que podría haber sido interpretado como un suspiro, pero que estaba impregnado de algo más duro, como si estuviera a punto de perder la paciencia.
Mi respiración se aceleró al escuchar esas palabras, como si su reproche se hubiera clavado en algún punto vulnerable. No pude evitar que la rabia empezara a burbujear, esa rabia que había estado conteniendo todo el tiempo.
—¿Hacer esto difícil? —replicó mi voz, más fría de lo que hubiera querido. —No soy yo el que está dando vueltas alrededor de lo que sentimos. No soy yo el que no sabe lo que quiere.
Lawrence me miró fijamente, pero no había esa claridad en sus ojos que solía tener. Había algo allí, algo que se había quebrado, y aunque no lo quería admitir, esa grieta me dolía más de lo que pensaba.
—¿Y qué quieres que haga, Hauser? —su voz subió un poco, casi como si intentara controlarse, pero esa chispa de frustración ya estaba allí. —¿Qué esperas de mí? ¿Que te diga lo que no sé? ¿Que te dé una respuesta cuando no sé ni lo que siento?
Me quedé en silencio, mirando su rostro, buscando algo en su mirada que me diera una pista, alguna señal de que aún quedaba algo de lo que solía haber entre nosotros. Pero no lo encontré. En lugar de eso, me encontré a mí mismo cayendo en esa espiral de inseguridad que tanto había tratado de evitar.
—Solo quiero saber qué diablos está pasando —dije finalmente, mi voz apenas audible, pero cargada de una impotencia que ni siquiera yo quería enfrentar. —Quiero saber si esto es algo real o solo un maldito juego.
La tensión creció. Lawrence no retrocedió ni un paso, pero sus ojos ahora brillaban con una intensidad que no podía ignorar. Se acercó un poco más, y por un segundo, pensé que el espacio entre nosotros podría quemarse.
—Esto no es un juego, Hauser —respondió, su tono más bajo, pero firme. —Pero tampoco voy a jugar a ser alguien que no soy solo para que te sientas mejor. Si esperas una respuesta perfecta, una que encaje en algún guion que tú ya tienes en tu cabeza, entonces estamos perdidos.
Mis manos apretaron los puños involuntariamente, y el control que había intentado mantener comenzó a desmoronarse.
—¿Perfecta? —mi risa fue amarga, como si la ironía de todo esto me golpeara por completo. —¿Y qué es lo que quieres de mí, Lawrence? ¿Que lo acepte? ¿Que me quede aquí esperando a que tú tomes tu maldita decisión mientras me muero por dentro?
Me sentí como un idiota al decirlo, pero las palabras salieron sin poder detenerlas. La verdad se estaba abriendo paso a rastras, y ya no podía ignorarla.
Lawrence dio un paso atrás, como si mis palabras le hubieran dolido más de lo que esperaba. Por un momento, pareció desorientado, y su mandíbula se tensó de forma visible. Sus ojos, que antes estaban llenos de una incertidumbre que casi podía tocarse, ahora se llenaban de algo que ni yo sabía cómo leer.
—No sé qué esperas de mí —susurró, su tono quebrado, como si lo que acababa de decir le hubiera golpeado más de lo que imaginaba. —¿Quieres que decida por nosotros dos? ¿Qué quieres que haga cuando todo esto es tan confuso para mí también? No tengo todas las respuestas, Hauser. Solo sé que...
No terminó la frase. Y por un segundo, la calma en sus ojos se desmoronó. Por fin, lo entendí. Estábamos atrapados en el mismo lugar, ambos sin saber cómo avanzar, ambos con una herida en el pecho que solo podíamos sentir, pero no sabíamos cómo curar.
—Lo que quiero... —empecé, mi voz mucho más suave ahora, pero igual de rota, —es que dejes de ponerte en el medio. Deja de decir que no sabes, porque sé que lo sabes. Solo tienes miedo de decirlo. Tienes miedo de dar el paso, de admitir lo que está claro entre nosotros.
Lawrence cerró los ojos brevemente, como si intentara calmarse antes de dar una respuesta. Pero no dijo nada más. El aire entre nosotros estaba denso, pesado con todo lo que no habíamos dicho.
Yo estaba agotado. Y aunque no quería admitirlo, sentía que todo lo que había entre nosotros estaba a punto de desmoronarse por completo.
La tensión se volvió casi insoportable, como si el aire se hubiera espesado, y yo estaba a punto de explotar. Mi cuerpo temblaba ligeramente por la rabia contenida, pero también por algo más, algo más profundo que no sabía cómo manejar.
Lawrence se quedó allí, observándome, y por fin, su expresión cambió. No fue un cambio radical, pero algo en su mirada se rompió, como si una pared de contención se hubiera derrumbado.
—No tengo miedo al dar el siguiente paso —dijo con voz baja pero firme, como si hubiera estado esperando este momento para liberarse.
Mis ojos se entrecerraron al escucharlo, sin saber si creerle o no. Pero algo dentro de mí no pudo evitar sentir que algo más estaba ocurriendo, que había más en sus palabras de lo que dejaba ver.
—¿Y por qué no damos el segundo paso? —respondí, mi voz alzándose un poco, casi como si desafiara su declaración. Era una pregunta, pero también una exigencia. —¿Por qué no avanzábamos? ¿Qué nos estaba deteniendo realmente?
Lawrence se quedó en silencio, sus ojos llenos de algo que no pude interpretar al principio. Su respiración era pesada, pero no parecía estar cansado. No, estaba luchando con algo. Y finalmente, dijo algo que me dejó sin aliento.
—Porque no quiero que sufras como lo hice con otro hombre, ¿sí? Tengo miedo y soy cobarde por hacerte daño, y no quiero eso, ¿sabes? —sus palabras salieron con una franqueza que me tomó por sorpresa, más que la declaración en sí misma. Su voz se rompió, casi como si estuviera tratando de decir algo muy doloroso. —Así que, sí sé lo que quiero, pero no quiero que te pase lo mismo que le hice a Kael.
Kael.
Esa palabra me hizo detenerme en seco. Mi mente no pudo procesarla de inmediato, y mi corazón latió con fuerza, como si todo el aire se hubiera escapado de mi pecho.
—¿Kael? —pregunté, confundido, incapaz de comprender del todo. Mis palabras salieron entrecortadas, y sentí cómo un escalofrío me recorría la espalda. No era una pregunta que esperaba responder, no de esa forma, no tan directo.
Lawrence no me miró al principio, como si no quisiera ver la sorpresa en mi rostro, pero finalmente, levantó la vista, y sus ojos se encontraron con los míos.
—Sé lo que se siente amar a un hombre —dijo, con una voz baja, casi como si estuviera compartiendo un secreto. —Al principio no lo acepté. No podía. Pero, cuando logré hacer feliz a un hombre, me sentí orgulloso de mí mismo, y supe que lo que sentía no era un error. —Hizo una pausa, su mirada se suavizó por un momento, pero luego se endureció nuevamente. —Lo hice con Kael, Hauser.
El impacto de esas palabras me sacudió. No entendía todo lo que había detrás de ellas, pero la confusión y el dolor se empezaron a mezclar en mi pecho. Algo en lo que había dicho, en cómo lo dijo, me atravesó de una forma que no supe cómo manejar.
—¿A qué te refieres? —mi voz fue un susurro, casi temblorosa, como si ya sospechara algo pero no me atreviera a aceptarlo por completo.
Pero antes de que pudiera obtener una respuesta, Lawrence dio un paso atrás, como si un muro invisible se hubiera levantado entre nosotros. Se giró lentamente hacia la puerta, y antes de que pudiera decir algo más, la abrió, dejándome con la pregunta colgando en los labios.
Y me quedé allí, mirando la puerta que se cerró suavemente detrás de él, la incomodidad de lo que acababa de escuchar doliendo más de lo que esperaba. La conversación no había terminado, no de la forma que esperaba, pero algo dentro de mí sabía que, tal vez, eso había sido solo el comienzo.
Pero ahora, la incertidumbre me estaba devorando. ¿Qué había pasado realmente con Kael? ¿Qué había entre ellos? Y lo más importante, ¿por qué no podía entender nada de lo que Lawrence había dicho?
Mi mente seguía dando vueltas, pero el peso de esas palabras seguía rondando en el aire, como un eco que no podía callar.
Me quedé allí, mirando la puerta que Lawrence acababa de cerrar tras salir de la habitación. Mi cuerpo aún no se había movido, como si todo dentro de mí estuviera congelado. Pero mi mente, mi maldita mente, no dejaba de girar. La imagen de Kael se repetía en mi cabeza una y otra vez, como un eco sordo que no me dejaba respirar. ¿Qué demonios pasó con Kael?
Las palabras de Lawrence seguían retumbando en mis oídos, como si no pudiera escapar de ellas. "Lo hice con Kael". ¿Qué quería decir con eso? ¿Qué había entre ellos? ¿Y por qué Lawrence no quería que yo sufriera lo mismo que le hizo a Kael? Algo no estaba bien. Algo se me escapaba, algo que no podía entender, no de esta forma, no sin saber toda la verdad.
Comencé a caminar de un lado a otro, con los pensamientos chocando entre sí, empujándose en todas direcciones. Había algo en la forma en que Lawrence me miraba, en sus palabras, que me hacía sentir como si todo lo que estaba viviendo fuera solo una repetición de algo que ya había sucedido. Algo oscuro. Algo que había ocurrido con Kael, pero que nunca fue nombrado, nunca explicado.
Kael... ¡Kael! ¡Esa cicatriz en su muñeca! Recordé cómo siempre la cubría, cómo cada vez que alguien preguntaba por ella, él desviaba la mirada o cambiaba de tema rápidamente. Yo lo notaba. Siempre lo notaba. Sabía que había algo detrás de esa marca, algo que no quería compartir con nadie. Pero ¿qué si esa cicatriz tenía que ver con ellos? ¿Y si había sido por culpa de él?
Me senté en el borde de la cama, con la cabeza entre las manos, tratando de ordenar todo lo que me estaba pasando. ¿Qué le había hecho Lawrence a Kael? ¿Qué pasó entre ellos? Tal vez Kael se fue de la banda porque simplemente quiso, tal vez se fue porque no pudo soportar más. ¿Y si fue por algo que Lawrence hizo o dijo? Todo se me hacía un maldito rompecabezas que no lograba encajar.
¿Lo rechazaron? ¿Lo obligaron? No sabía si pensarlo me destrozaba más, o si me estaba volviendo loco buscando respuestas que tal vez nunca tendrían sentido. Pero algo dentro de mí me decía que todo esto, todo lo que estaba sintiendo, no era un accidente. Lawrence y Kael... había algo allí. Había algo entre ellos que no podía entender. Algo que Lawrence no estaba dispuesto a compartir, pero que, al mismo tiempo, me lo estaba dando a entender.
¿Qué me estaba haciendo Lawrence a mí? ¿Realmente iba a seguir adelante con esto sin saber la verdad completa? ¿Y si terminó como Kael? ¿Qué pasaba si me encontraba atrapado en la misma espiral de dolor y confusión?
Me quedé allí, con la respiración entrecortada, mirando al vacío, sin saber si el siguiente paso sería el correcto o si me estaba hundiendo en algo mucho más grande de lo que imaginaba. ¿Y si todo lo que estaba pasando ahora era solo una repetición de lo que había sucedido antes con Kael? ¿Y si este juego, si esta incertidumbre, ya estaba marcado de antemano, y yo solo era un idiota que no quería verlo?
Estaba cansado de todo esto. Cansado de las preguntas, cansado de las respuestas a medias, de las cicatrices, de las palabras no dichas. Y sin embargo, aquí estaba, atrapado en este maldito círculo de dudas, sin poder escapar.
—¿Qué me estás haciendo, Lawrence?— pensé, y me sentí más perdido que nunca.
De repente, el sonido del golpe suave en la puerta me sacó de mis pensamientos. Mi cuerpo reaccionó automáticamente, como si en un instante la tensión que me había estado envolviendo fuera cortada por un hilo. Pensé que tal vez era Lawrence, que había vuelto para intentar explicar algo más, para seguir con esa conversación que no pude terminar. Me levanté de golpe, mi corazón aún acelerado, esperando ver esa mirada intensa que siempre me dejaba sin aliento.
Pero no era Lawrence.
La puerta se abrió, y ante mí apareció una chica con el cabello ondulado y pintado de gris, que llevaba un montón de ropa en las manos. No la reconocí al instante, pero algo en su postura me dijo que no venía a interrumpir de forma casual.
—Aquí tienes la ropa que debes ponerte para la entrevista de ahora —dijo con una voz tranquila, sin inmutarse ante mi sorpresa.
Y en ese momento, mi mente hizo un salto mortal hacia la realidad. ¡La entrevista! Me olvidé por completo de eso. La confusión me invadió con fuerza, como si el caos de mis pensamientos sobre Lawrence y Kael se hubiera mezclado con esta nueva urgencia. La chica, que probablemente había estado esperando una reacción más calmada, me miró de manera neutral, esperando que la tomara. Pero mi mente estaba lejos de todo eso.
¡La entrevista! ¡Me olvidé de eso!
Me quedé congelado por un momento, como si el tiempo se hubiera detenido. No podía creer que hubiera dejado de lado algo tan importante. Sentí una mezcla de nerviosismo y frustración, como si de repente todo se hubiera convertido en una tormenta de detalles que no podía manejar.
La chica, al ver que no respondía, levantó las cejas y dio un paso hacia mí, extendiéndome la ropa. Su rostro no mostraba ninguna emoción extra, solo una seriedad que me hizo sentir aún más incómodo.
—¿Vas a tomarla? —preguntó, como si su misión fuera solo entregar la ropa, sin preocuparse por las razones que me habían dejado en ese estado.
Mis pensamientos se agolpaban a una velocidad que no podía seguir. La entrevista. ¿Cómo pude olvidar algo tan crucial? Estaba tan atrapado en todo lo que había ocurrido con Lawrence, tan sumido en las preguntas que me rondaban la cabeza, que dejé de lado lo que realmente importaba.
Suspiré profundamente, tratando de calmarme, y finalmente, extendí la mano para tomar la ropa, aunque mi mente seguía acelerada, sin dejarme descansar ni por un segundo. ¿Por qué todo tenía que ser tan confuso?
Salí apresurado de mi cuarto, todavía con el peso de la confusión sobre mis hombros. La chica de cabello gris ya había desaparecido, y con la ropa en las manos, solo me quedaba salir y enfrentar lo que venía. Tenía que ponerme en modo profesional, aunque mi mente aún estuviera atrapada en la conversación con Lawrence y todo lo que no entendía.
Al abrir la puerta, vi a los chicos justo frente a ella. Estaban listos para salir, todos con sus atuendos ya puestos, pero había algo diferente en el aire. Algo pesado. Como si todos supieran que las cosas no estaban del todo bien, pero no se atrevían a decirlo. Sus rostros eran serios, y ninguno de ellos parecía tener ganas de hablar.
Y luego, ahí estaba él.
Lawrence, de pie junto a la puerta, con la mirada perdida en algún punto del suelo. Estaba vestido normalmente, sin los trajes que normalmente usaba para ocasiones más formales, y su cabello estaba casi desordenado, como si hubiera estado pasando las manos por él una y otra vez, al igual que yo lo había hecho en mi propia cabeza. Pero lo que realmente me sacudió fueron sus ojos. Esos malditos ojos hazel gris, que me miraban sin poder ocultar la tormenta interna que, seguramente, también estaba sintiendo.
Nos miramos, sin palabras, como si todo lo que habíamos dicho antes no fuera suficiente para borrar la distancia que ahora nos separaba. Fue un instante fugaz, pero, sin necesidad de decir nada, ambos sabíamos lo que estaba pasando. Sabíamos lo que sentíamos, aunque no pudiéramos hablarlo.
Nos desviamos las miradas al mismo tiempo, como si el peso de esa conexión fuera más de lo que podíamos soportar en ese momento. Sin decir una palabra, nos dirigimos hacia el auto, el silencio entre nosotros tan denso que casi se podía cortar. Ninguno de los chicos dijo nada tampoco. El ambiente estaba cargado, como si todo el mundo estuviera esperando algo, pero nadie supiera exactamente qué.
Subimos rápidamente al vehículo, cada uno tomando su lugar en el interior, sin intercambiar miradas, sin hablar. El motor rugió, pero el sonido era solo una distracción superficial. Por dentro, estábamos todos en un caos silencioso.
En el camino hacia la entrevista, nada se dijo. Era como si el aire estuviera demasiado pesado para cualquier palabra. Los chicos miraban hacia afuera, al frente, a sus teléfonos, a nada en particular. Yo, por mi parte, trataba de ignorar la presión en mi pecho, la sensación de que algo se estaba rompiendo, y de que, tal vez, no habría vuelta atrás.
La carretera pasaba ante nosotros, pero todos estábamos en otro lugar. Un lugar lleno de incertidumbre y silencios no resueltos. Ninguno de nosotros parecía tener la energía o las palabras para enfrentar lo que había sucedido, ni para lo que podría suceder después.
Ya estábamos en el estudio de radio, el aire pesado aún entre nosotros, como si el silencio que habíamos cargado durante todo el trayecto aún se hubiera instalado en la habitación. Al entrar, fuimos recibidos con sonrisas amables, y los locutores, un par de personas de apariencia cálida y tranquila, nos dieron la bienvenida. Nos ofrecieron tazas de té y café, con la esperanza de que nos relajáramos antes de la entrevista.
No era una grabación, al menos eso pensé al principio. Aquí no había cámaras, ni luces brillando sobre nosotros. Solo micrófonos, cables y pantallas parpadeando en la penumbra del estudio, con la luz roja indicándonos que estábamos al aire. Parecía un ambiente más íntimo, sin la presión de los ojos de la gente sobre nosotros, pero, a decir verdad, el silencio entre nosotros seguía presente, pesado y palpable.
Nos acomodamos en los sillones, algo desordenados, como si estuviéramos a punto de sentarnos en una cafetería en lugar de estar en un estudio de radio. Yo me senté con Jaddiel a mi izquierda, la distancia entre nosotros era apenas suficiente para que el ambiente no fuera incómodo, aunque aún podía sentir su presencia. Nazar estaba más alejado, a un costado, sentado al fondo, mirando el espacio con su usual aire pensativo, sin decir nada.
Y luego, estaba Lawrence. Al lado mío, tan cerca que casi podía sentir su calor, pero a la vez tan lejano, como si no estuviéramos realmente compartiendo el mismo espacio. Sus ojos, esos malditos ojos grises, permanecían al frente, mirando a los locutores que nos recibían, pero sentía que estaba en otro lugar.
A su lado, estaba Allyn, con su usual actitud despreocupada, como si nada de lo que había sucedido entre nosotros lo afectara. Y Michael, a su lado, sentado más erguido, con el rostro tranquilo, como si todo estuviera bien, como si todo estuviera bajo control. Y quizás era cierto para él, pero no para mí. No lo era.
El sonido de la radio estaba bajo, de fondo, como una música suave que acompañaba el momento, mientras la locutora empezaba a hablar.
—Bienvenidos, chicos —dijo con una sonrisa cálida—. Qué bueno tenerlos aquí. Estamos muy emocionados por tenerlos en el estudio para esta entrevista. ¿Cómo están?
La pregunta flotó en el aire, pero nadie parecía dispuesto a responder de inmediato. El ambiente estaba tenso, como si no supiéramos qué decir o cómo empezar, como si todo lo que habíamos hecho hasta ahora fuera solo una fachada para ocultar lo que realmente sentíamos. Por un momento, nadie se movió, nadie rompió el silencio.
Fui yo quien rompió la quietud, aunque no con mucho entusiasmo.
—Bien, supongo —dije, mi voz sonaba forzada, y el sonido de mis palabras se ahogó en el silencio que quedó después. Miré hacia abajo, tomando la taza de té que me habían ofrecido sin saber si me apetecía realmente. Solo lo hice por tener algo en las manos, algo que me distrajera, aunque en el fondo sabía que nada podría calmar el nudo en mi estómago.
La locutora sonrió amablemente, como si hubiera esperado una respuesta como esa.
—Qué bien. Ya sabemos que tienen mucho que contar, pero vamos a empezar con algo sencillo —dijo mientras ajustaba su micrófono—. Cuéntennos un poco de cómo empezó todo para ustedes, cómo decidieron formar esta banda.
La pregunta estaba dirigida a todos, pero la respuesta no venía fácilmente. Todos nos mirábamos en silencio por un momento, sin saber si queríamos compartir demasiado, si estábamos listos para hablar de la banda, o si las palabras de la locutora solo querían abrir la puerta a algo más grande, algo que ninguno de nosotros estaba listo para enfrentar.
La mirada de Lawrence se desvió hacia mí, como si esperara que yo dijera algo, como si sintiera que era mi turno. Mi garganta se apretó y, por un segundo, todo lo que había estado evitando, todo lo que no quería confrontar, se metió dentro de mi pecho, y me hizo sentir aún más distante.
Finalmente, Jaddiel fue el primero en responder, con su voz tranquila y siempre confiada.
—Todo comenzó por pura casualidad, en realidad. Nos conocimos hace algunos años, y fue una especie de chispa instantánea. O bueno, eso fuímos cuando estábamos con Kael.—Rió.—La música siempre estuvo ahí, y solo tuvimos que reunirnos y empezar a trabajar juntos. No fue complicado, realmente.
Pero yo no escuchaba sus palabras, no ahora. La mente me daba vueltas y, aunque parecía que la entrevista había comenzado, lo único que podía pensar era en cómo esas pequeñas interacciones entre nosotros, esos intercambios silenciosos, significaban mucho más de lo que estábamos dispuestos a mostrar.
Y mientras escuchaba a Jaddiel hablar, no pude evitar sentir el peso de la presencia de Lawrence a mi lado, ese constante recordatorio de lo que no había sido resuelto entre nosotros.
El entrevistador nos lanzó una pregunta que, en ese momento, me pareció tan simple como complicada:
—Si pudieran ir a un lugar, a cualquiera, con una pareja o una persona especial, ¿cuál sería?
La pregunta quedó en el aire, como si todos estuviéramos esperando que alguien rompiera el silencio. Y lo que sucedió fue exactamente eso: un largo y pesado silencio que envolvió la habitación. Todos nos miramos en silencio, sin saber si era una respuesta fácil o si, de alguna forma, la pregunta nos había tocado de manera mucho más profunda de lo que imaginábamos. Estaba claro que ninguno de nosotros sabía qué decir.
Al principio, pensé que sería una pregunta sencilla de responder, algo fácil de soltar, pero el hecho de que todos permanecieran callados me hizo pensar que tal vez había algo más en juego. Nadie parecía dispuesto a decir nada. No al principio.
Finalmente, fue Allyn quien rompió el hielo. Su voz, relajada y despreocupada como siempre, resonó en el espacio vacío entre nosotros.
—Yo... creo que me iría a las Islas Maldivas. Me encanta la playa, y sería genial escapar del bullicio con alguien especial, pasar un buen rato sin que nadie nos moleste —dijo, su tono ligero, casi como si estuviera imaginando el lugar en su mente.
A continuación, Michael habló, y su respuesta fue más directa, más sobria:
—Creo que a mí me gustaría llevárla a Japón, específicamente a Kyoto. Es tranquilo y hermoso. Y, además, hay una conexión cultural que siempre me ha atraído. Creo que sería un lugar perfecto para compartir con alguien cercano.
Nazar, que hasta entonces había permanecido en silencio, se inclinó ligeramente hacia adelante, como si estuviera reconsiderando su respuesta.
—A mí me gustaría ir a llevar a alquien a Islandia. Siempre he querido ver la aurora boreal, y con alguien importante sería aún más especial. Sería un viaje único.
Entonces fue el turno de Jaddiel. Era el último antes de mí, y su tono estaba cargado de sinceridad.
—Probablemente iría a algún lugar en el Caribe, algo más tranquilo, fuera de lo común. La idea es estar lejos de todo, en paz, sin ninguna preocupación. Estar con alguien especial, en un lugar donde no haya ruidos ni distracciones.
Por un momento, todos los ojos se volvieron hacia mí. Y mientras las miradas se posaban sobre mí, sentí cómo la tensión del momento me envolvía, como si el peso de la respuesta estuviera en mis hombros. ¿Qué iba a decir? Mi mente corría por todas partes, pero al final, cuando miré a Lawrence, algo dentro de mí se calmó, como si una parte de mí ya tuviera la respuesta, aunque no quería admitirlo.
—Si pudiera llevar a alguien especial... —empecé, mis palabras vacilando un poco al principio, pero al mirarlo a él, algo dentro de mí se aclaró. Finalmente, tomé aire y solté lo que sentía, lo que de alguna manera ya sabía en el fondo. —Sería llevarlo a Boolavogue.
El lugar me salió de manera natural, y mientras pronunciaba las palabras, mi mirada se cruzó con la de Lawrence. No era una coincidencia, no podía serlo. Aunque no había cámaras, no había un millón de ojos observándonos, pude verlo todo, todo el tiempo, como si nada nos separara. Y aunque mis palabras podrían haber sido casuales, mi mente no podía evitar pensar que había algo más que estaba sucediendo, algo más entre nosotros, una conexión que ni siquiera los silencios podían esconder.
Lawrence me miró fijamente, sus ojos cargados de una mezcla de confusión, sorpresa y algo más que no podía descifrar. Pero no apartó la mirada. Y aunque el silencio seguía rodeándonos, sentí que esa respuesta había dicho más de lo que cualquiera de nosotros hubiera querido admitir.
Boolavogue. Un lugar que, para mí, tenía un peso mucho mayor del que debería haber tenido en una entrevista como esta. Y lo que era aún más complicado era que Lawrence lo sabía. Él lo sabía, y todo lo que había estado flotando entre nosotros parecía ahora estar al borde de la verdad.
Pero no dije nada más. Nadie dijo nada más. Solo nos quedamos ahí, los seis, mirando al frente, cada uno con sus pensamientos corriendo en direcciones distintas, pero sabiendo que las palabras que acababan de salir de mi boca ya habían cambiado algo. Algo que no podía deshacer.
Obviamente que la persona que llevaría fuera Lawrence, para mostrárle lo hermoso que es allí.
El entrevistador, con una sonrisa casi juguetona, levantó una ceja y se inclinó ligeramente hacia adelante, como si le hubiera llamado la atención mi respuesta. Era como si la pregunta no fuera solo una curiosidad, sino algo más que de alguna manera quería explorar.
—Oh, sí, Boolavogue... es un hermoso lugar —comentó, su tono suave, casi como si tratara de poner algo en juego. Luego, me miró con interés y preguntó: —¿Y por qué lo llevarías allí?
Su voz, ligera y curiosa, hizo que me sintiera aún más observado de lo que ya estaba. Era una entrevista, sí, pero había algo en su forma de preguntar que parecía hacerme querer dar una respuesta perfecta, aunque no sabía si tal cosa existía.
Respiré hondo, intentando mantener la calma mientras mi mente se concentraba en la respuesta. Miré de reojo a Lawrence, cuyo rostro estaba un poco más serio de lo normal, y por alguna razón, esa expresión me hizo sentir que debía ser aún más cuidadoso con lo que decía. No podía dejar que la tensión entre nosotros afectara cómo me presentaba frente a los demás.
—Porque ya sabes... —comencé, mi tono calmado, pero con un toque de nostalgia que ya no pude esconder. —El lugar es muy tranquilo. Las casas son diferentes, captan el paisaje adecuado. Es una especie de refugio, un lugar donde las cosas se sienten más... auténticas. Y bueno, Irlanda es un lugar hermoso. Es realmente hermoso.
Mi voz sonaba más suave de lo que había planeado, como si esas palabras las estuviera pronunciando más para mí que para el entrevistador. Las imágenes del paisaje irlandés, del lugar al que me había referido, se hicieron más vívidas en mi mente, como si estuviera describiendo un pequeño pedazo de paz en un mundo demasiado ruidoso. Pero, al final, mi respuesta había sido sencilla. Eso es lo que pensaba de Boolavogue. Y, de alguna manera, también sentía que había algo en ese lugar que necesitaba compartir con alguien especial.
El entrevistador sonrió coquetamente, como si de alguna manera estuviera buscando más en mis palabras de lo que había dicho, y su mirada se volvió más intensa. Mi estómago dio un vuelco. Era como si estuviera probando algo, como si intentara meter el dedo en una herida que aún no estaba completamente curada. No entendía muy bien por qué, pero el ambiente parecía más cargado con cada segundo.
Miré a Lawrence, sin pensar demasiado en lo que estaba haciendo. Cuando lo hice, noté que su rostro se había vuelto más serio. Había algo en sus ojos, como si de alguna forma se hubiera alejado de la situación. Como si esa interacción, entre el entrevistador y yo, lo estuviera incomodando de alguna manera.
Sus labios se apretaron un poco, y sus ojos, que antes parecían tan abiertos, ahora estaban más enfocados, más intensos. Y mientras el entrevistador me sonreía de forma casi juguetona, sentí que algo más se había desmoronado en el aire. Lawrence apartó la mirada con rapidez, como si hubiera decidido que ya no quería ser parte de esa dinámica, o tal vez, como si se estuviera controlando para no mostrar lo que realmente sentía.
La tensión entre nosotros, la incomodidad, la incertidumbre... todo eso parecía estar creciendo. Pero, en ese instante, no sabía si el entrevistador lo había notado, o si realmente lo que estaba sucediendo era tan obvio como yo lo sentía.
—¿Entonces te gusta Irlanda, Hauser? —preguntó el entrevistador, sin perder esa sonrisa en su rostro. Pero a pesar de su tono aparentemente ligero, pude notar que algo en él había cambiado también. Había algo más profundo, como si estuviera buscando más de lo que había salido de mi boca.
Miré a Lawrence una vez más, y por un momento, todo lo que había alrededor desapareció.
—Sí, y también Alaska.
El entrevistador, tras mi respuesta, cambió rápidamente de foco, volviendo la mirada hacia Lawrence. Parecía divertido por la dinámica entre nosotros, y sin pensarlo demasiado, lanzó la siguiente pregunta:
—¿Y tú, Lawrence? —su voz sonaba suave, pero había una curiosidad que estaba latente detrás de ella.
La atención se desvió de inmediato hacia Lawrence, y el aire se tensó aún más. Vi cómo sus ojos, que antes parecían tranquilos, se oscurecieron ligeramente. Su postura se endureció, y por un momento, sentí que el ambiente se volvía algo más peligroso, más cargado de algo que no podía descifrar.
Lawrence lo miró fijamente, y no pude evitar notar el brillo extraño en sus ojos. Era como si en ese momento hubiera decidido que no iba a ser tan accesible como antes, como si hubiera algo dentro de él que quería dejar claro.
—Yo... —su voz fue baja, casi como un susurro, pero lo que dijo a continuación me dejó completamente sin palabras. —Creo que lo llevaría a París.
Mi corazón dio un pequeño salto en mi pecho. París. No sabía si esas palabras se referían a un lugar cualquiera o si realmente hablaba de mí. Miré a Lawrence, y fue entonces cuando él volvió a mirarme con esa intensidad que me dejó sin aliento. No era una mirada casual. No estaba hablando de París como si fuera cualquier otro destino. No. Su mirada estaba llena de algo más. Como si todo lo que había dicho, todo lo que había dejado caer, tuviera un peso muy diferente ahora.
Se sentó en su lugar, su expresión más seria que nunca, y su rostro reflejaba algo entre la determinación y la vulnerabilidad. La tensión entre nosotros había crecido, y de repente, ya no podía ignorar lo que había entre nosotros. Las palabras de Lawrence, su mirada, todo estaba hablando más de lo que él creía.
El entrevistador, notando el cambio en el ambiente, miró rápidamente entre nosotros, como si intentara analizar la situación, pero no dijo nada más. En cambio, la sonrisa en su rostro se fue desvaneciendo poco a poco, y en su lugar, una leve expresión de desconcierto apareció, como si no supiera cómo interpretar lo que acababa de suceder.
El silencio se apoderó de la sala, pero no era un silencio cómodo. Era el tipo de silencio que lo llenaba todo, que pesaba sobre nosotros como una sombra. Me sentí atrapado entre lo que había dicho y lo que no había dicho. Y lo peor de todo era que Lawrence no estaba haciendo nada por ocultar lo que estaba pensando. De alguna manera, todo lo que había entre nosotros se había vuelto imposible de ignorar.
Finalmente, miré hacia abajo, incapaz de sostener más la mirada de Lawrence. Mi pecho se apretó, y mi mente comenzó a correr, pero en ese momento, todo parecía estar fuera de control. Había algo en la forma en que Lawrence había dicho esas palabras, en la forma en que me había mirado, que no podía deshacer, no podía ignorar.
El ambiente en la sala cambió, y la tensión que había crecido entre Lawrence y yo parecía calmarse un poco, al menos superficialmente. Sin embargo, algo más estaba sucediendo, algo que no había anticipado. Lawrence, en un intento de aliviar la situación, comenzó a hablar con Nazar. Ambos se sumergieron en una conversación animada, y mientras hablaban, Nazar se acercó un poco más a Lawrence, apoyando su cabeza suavemente sobre su hombro. Sonreía con esa sonrisa cálida que siempre tenía, una sonrisa que parecía iluminar todo a su alrededor.
Por un momento, todo lo demás desapareció. Observaba cómo Nazar se mostraba tan abierto, tan cariñoso, y cómo Lawrence parecía no hacer nada por apartarlo. Era como si la imagen de ellos juntos fuera demasiado clara para ignorarla, demasiado evidente para no notar lo que estaba pasando.
Pero lo que más me sorprendió no fue la cercanía de Nazar, sino cómo Jaddiel miraba todo eso. Su rostro estaba tenso, y sus ojos, normalmente tan tranquilos, brillaban con una intensidad que nunca antes había visto. Parecía estar observando a Nazar con una mezcla de celos y frustración. Y eso, de alguna manera, me hizo sonreír un poco. Era raro ver a Jaddiel tan... afectado por algo tan simple como una cercanía entre Lawrence y Nazar. ¿Acaso estaba celoso?
La sonrisa en mi rostro, aunque pequeña, se desvaneció rápidamente cuando me di cuenta de lo que estaba sucediendo. Miré a Jaddiel, y en su rostro no vi solo la molestia, sino algo más. Era como si estuviera luchando contra algo, como si no pudiera controlar lo que sentía. Mi mente se nubló por un momento, pero al instante, mi mirada se desvió hacia Lawrence.
Él seguía conversando con Nazar, sin preocuparse por la tensión que se estaba generando a su alrededor. Pero entonces, me di cuenta de que algo en mí había cambiado. Mi corazón comenzó a latir más rápido, y la sensación de incomodidad creció dentro de mí. No podía dejar de pensar en lo que estaba viendo. Nazar, casi abrazando a Lawrence, sonriente, relajado. Y yo, aquí, mirando, sintiendo algo que nunca había sentido de esa forma.
Mierda, pensé en mi mente, soy yo ahora quien está celoso.
No era solo la cercanía de Nazar lo que me estaba molestando. Era la forma en que ellos se veían tan naturales juntos, tan fáciles. Todo lo que yo había estado tratando de evitar, toda la confusión, ahora estaba frente a mí en una simple imagen: Lawrence y Nazar, como si no hubiera nada más, como si el mundo fuera solo el uno para el otro.
Intenté mantener la calma, pero mi mirada se volvió más fija en ellos. Jaddiel, con su mirada ardiente, parecía estar sintiendo lo mismo. Los dos, cada uno de su forma, mirando al otro con la misma intensidad. Yo miraba a Lawrence, y él seguía mirando a Nazar. La distancia entre todos se sentía más grande que nunca, y mi pecho comenzó a doler por la frustración que sentía.
Sin quererlo, me encontré sonriendo amargamente, pero cuando miré hacia donde Jaddiel estaba, esa sonrisa desapareció. La imagen de Nazar casi abrazando a Lawrence se quedó grabada en mi mente, y por un momento, todo lo demás se desvaneció. Solo quedaba esa sensación de celos, de impotencia.
Mi mente seguía dando vueltas, buscando una respuesta, pero no podía encontrarla. Solo veía esa imagen de ellos juntos, y no podía dejar de preguntarme... ¿Qué significaba todo esto?
La atmósfera en la sala estaba cargada de algo que no podía descifrar, una tensión que se volvía cada vez más palpable. En medio de todo el caos emocional, Jaddiel y yo nos miramos. No fue una simple mirada. Fue algo que hizo que mi corazón latiera un poco más rápido, como si en ese momento ambos entendiera algo sin necesidad de palabras.
En sus ojos vi algo que no había anticipado, una chispa de desafío, una promesa muda de lo que podía venir. "Lo hacemos", fue lo que vi reflejado en sus ojos, aunque no lo dijera en voz alta. Esa mirada, tan cargada de complicidad, hizo que una sonrisa traviesa apareciera en mi rostro. Sin pensarlo demasiado, respondí con una sonrisa atrevida, un gesto que me salió espontáneamente. No sabía si realmente quería seguir con esto, pero la forma en que él me miraba, de alguna manera, me daba la confianza para jugar con ello.
Empecé a moverme de manera juguetona, tocando ligeramente las manos de Jaddiel, con una actitud que sin duda estaba destinada a llamar la atención. Cada uno de esos movimientos estaba diseñado para hacer que los ojos de todos se volvieran hacia nosotros, y pronto lo logré. Nazar, que había estado concentrado en su propia conversación con Lawrence, no tardó en notar lo que estaba pasando.
Nazar levantó la vista y sus ojos se encontraron con los míos, y pude ver claramente la furia en su mirada. Su expresión se endureció de inmediato, y la forma en que me miró no dejó lugar a dudas: detestaba lo que veía. Su ceño fruncido, la irritación evidente en sus ojos, me hizo sentir una extraña satisfacción. Era como si hubiera logrado algo, pero al mismo tiempo, había algo incómodo en la forma en que él me observaba.
Jaddiel, siempre tan divertido y cálido, no dejaba de jugar conmigo. Movía sus dedos sobre los míos, haciéndome reír suavemente mientras la atención seguía puesta en nosotros. Fue entonces cuando noté algo en la dirección de Lawrence. Estaba observando cada uno de mis movimientos, cada uno de los gestos entre Jaddiel y yo, y en sus ojos vi algo que no supe identificar al principio.
Era celos.
Lawrence no estaba ocultando su malestar. La forma en que sus ojos se movían entre nosotros, su rostro tenso, todo indicaba que algo en él no estaba siendo tan fácil de manejar. Lo vi mirarme fijamente durante unos segundos, y después de un suspiro apenas audible, habló, su voz baja pero clara, como si intentara no mostrar lo que sentía.
—Chicos...—dijo, como si las palabras estuvieran llenas de algo que no podía decir abiertamente. Sus ojos estaban llenos de una mezcla de frustración y algo más, algo que no quería reconocer. —¿Terminaron de jugar?—dijo, con voz seca y malhumorado.
No pude evitar sonreír de manera un poco amarga, reconociendo en sus palabras una mezcla de preocupación y celos, pero también de algo mucho más profundo. Quizás no era solo celos. Tal vez había algo más en lo que me estaba diciendo. Algo en sus palabras me tocó de una forma extraña, como si realmente le importara lo que sucedía, aunque no sabía si era eso lo que realmente quería.
La tensión seguía creciendo, y la sala se sentía más pequeña con cada segundo. Mientras Jaddiel seguía jugueteando con mis manos y Nazar, ahora con los brazos cruzados, observaba con evidente desdén, su mirada clavada en nosotros, no podía dejar de pensar en lo que significaba todo esto.
No estaba seguro de qué quería decir Lawrence con esas palabras, pero el hecho de que hubiera dicho algo, de que se hubiera mostrado preocupado por cómo me estaba comportando, me hizo sentir una mezcla de satisfacción y confusión. Porque, a pesar de todo, ya no podía ignorar lo que estaba pasando entre nosotros.
La entrevista finalmente había llegado a su fin, y todos comenzamos a levantarnos lentamente de los cómodos asientos. La conversación había sido tensa, llena de momentos en los que la fricción no había dejado de crecer, pero ya no importaba. Lo que quedaba era la sensación de que algo más había nacido en el aire, algo que ninguno de nosotros quería admitir completamente.
Jaddiel, como siempre tan espontáneo y relajado, pasó un brazo sobre mi hombro mientras se levantaba, sonriéndome con esa actitud juguetona que solía tener. El gesto me hizo sentir algo cálido, un poco extraño, pero agradable. Su cercanía no me incomodó, al contrario, era como si en ese momento me apoyara en algo más, aunque no supiera exactamente qué. Sin embargo, mi atención rápidamente se desvió hacia algo que había estado ignorando todo el tiempo.
Un pequeño destello de luz, reflejado desde una esquina de la sala, me hizo mirar hacia la dirección en la que me encontraba. Ahí, casi camuflada, una cámara estaba apuntando directamente hacia nosotros, capturando sin que nadie lo supiera lo que había pasado entre Jaddiel y yo.
El corazón me dio un vuelco. "Carajo". Pensé, sin poder evitarlo. Había sido tan inconsciente, tan inmerso en lo que estaba sucediendo con Jaddiel, que ni siquiera había notado que nos estaban grabando en ese preciso momento. Era una cámara oculta, y no estaba segura de cuánto tiempo había estado ahí observándonos.
En ese instante, mi mente comenzó a dar vueltas. ¿Qué podrían pensar de nosotros ahora? ¿Qué impacto tendría eso en todo lo que había estado sucediendo? Podían haber visto cualquier cosa, y la idea de que esas imágenes pudieran ser usadas de alguna manera me puso incómodo. Algo tan sencillo como un gesto amistoso entre dos personas podía ser malinterpretado, y ya había tenido suficiente con las confusiones y rumores que habían estado circulando últimamente.
Miré a Jaddiel, quien aún seguía sonriendo y charlando alegremente, sin darse cuenta de lo que acababa de descubrir. ¿Debería decirle algo? ¿Deberíamos hacer algo al respecto? No sabía si mencionar la cámara lo cambiaría todo, pero ya estaba demasiado tarde.
Me quedé en silencio, tomando una respiración profunda, mientras mis pensamientos seguían corriendo a mil por hora.
------
Hi!
Espero que nosea larga :'v
Capítulo dedicado otra vez a mi queria MIA MI QUERIDA, Americana pelirroja @onefiction_inthe_am
gracias por apoyarme querida, y por ser agradable y cariñosa conmigo <3
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro