ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 10: ᴇʟ ᴊᴜᴇɢᴏ ᴅᴇʟ ᴅᴏʟᴏʀ🦋
Los demás músicos estaban sentados a lo lejos, charlando entre ellos, relajados, como siempre después de un ensayo largo. Las risas y murmullos se mezclaban con el sonido de las guitarras que seguían resonando en la sala, dejando que las notas se desvanecieran lentamente. A pesar de la tranquilidad, un leve nudo de tensión seguía colgando en el aire, como si todo estuviera a punto de estallar.
Michael y yo nos acercamos al borde del escenario de prácticas, donde las luces tenues apenas iluminaban el espacio, creando sombras alargadas en las paredes. Me senté con una sonrisa en los labios, sin que me importara mucho lo que estaba pasando a mi alrededor. Un pequeño juego en la mente de Lawrence seguía rondando, pero no podía quitarme la idea de que algo en esa situación no estaba tan claro como pensaba.
Con un gesto exagerado, tomé la mano que aún me dolía ligeramente —una "herida" que había fingido un par de minutos antes para ver hasta dónde podía llevar el juego— y la apreté un poco, soltando un grito de dolor dramático.
—¡Me duele! —exclamé, sin poder evitar una sonrisa burlona que jugaba en mis labios. Aunque el dolor no era nada comparado con lo que había fingido, me dejaba llevar por el juego, disfrutando del resultado que ya imaginaba.
Michael me miró un tanto confundido, pero no tardó en sonreír al ver mi teatralidad. Se acercó un poco, tomándome la mano para examinar mi "herida".
—¿Estás bien, Hauser? —preguntó, intentando no mostrar que le preocupaba demasiado.
Hice una mueca de dolor, como si la herida fuera más grave de lo que realmente era, y seguí gemiendo.
—¡Ay, Michael! ¡Siento que me voy a desmayar de tanto dolor! —exclamé de nuevo, elevando la voz de manera exagerada.
Desde el otro lado de la sala, como si todo estuviera conectado por un hilo invisible, vi a Lawrence. Estaba de pie, observándonos, con sus ojos fijos en nosotros, como si supiera que algo no estaba bien, pero no podía descifrar qué exactamente. Su expresión, rígida, indicaba que estaba alerta, y sus ojos parecían desbordar una mezcla de confusión y advertencia. Yo sabía que su mirada estaba enfocada en mí, en mi reacción, pero también en Michael, como si estuviera midiendo cada gesto, cada palabra, cada movimiento.
Michael, con su usual tono tranquilo pero algo inquieto, no pudo evitar preguntarme lo que probablemente había estado preguntándose desde el principio.
—¿Tienes algo con Lawrence? —me preguntó, inclinándose un poco hacia mí, pero con una ligera preocupación en su voz. Yo lo miré, manteniendo una sonrisa que, esta vez, fue más calculada.
—No —respondí con rapidez, sin darme el tiempo de pensar demasiado. —No es nada, en serio. No me gusta más. No pasa nada —agregué, manteniendo el tono firme, como si lo que decía fuera verdad. No era mentira total, pero quería proteger algo más que mis propios sentimientos. Y los de él. No quería que Michael supiera todo, no aún.
Pero la respuesta no fue suficiente para calmar el ambiente. Algo en mi interior, y algo en mi tono, hizo que la pregunta quedara suspendida en el aire. Y, mientras trataba de cambiar de tema, el dolor fingido en mi mano parecía intensificarse, como si el simple acto de hablar lo hubiera hecho más real.
Sin previo aviso, grité de nuevo, esta vez más fuerte, haciéndome eco del sonido con una exclamación profunda y atorada, para que la reacción fuera más dramática. Mi rostro se contorsionó, simulando que el dolor era insoportable. La sala quedó en silencio por un instante.
Lawrence, desde su lugar, no pudo evitar reaccionar ante el grito. Su mirada se endureció, y su cuerpo se tensó, mientras se movía hacia nosotros con una rapidez que no había mostrado antes. Vi cómo sus ojos se oscurecieron, como si todo lo demás hubiera desaparecido a su alrededor. Sabía que me había escuchado, sabía que había notado el cambio, y ahora, no me quitaba un ojo de encima.
El dolor seguía siendo parte del juego, pero a medida que mi actuación se volvía más realista, algo en mí empezó a sentirse vulnerable. Dejé que el dolor fingido se apoderara de mi cuerpo por un segundo más, y fue entonces cuando, sin poder contenerme, un pequeño sollozo de dolor real se escapó de mis labios. No era mucho, solo una leve lágrima que recorrió mi mejilla, pero el gesto parecía decir más de lo que había intentado mostrar.
Me llevé la mano herida a la boca, mordiéndola sin querer, en un intento de aguantar el dolor. Mi respiración se volvió más irregular, y mi mirada se desvió hacia Lawrence, aunque no pude sostenerla por mucho tiempo. Me sentía tonto, pero al mismo tiempo, una parte de mí quería que él viera todo lo que estaba pasando. Era como si el dolor, esa vulnerabilidad, fuera una forma de acercarnos sin quererlo.
Michael, al ver que la situación se volvía más seria, me miró con preocupación.
—Falta poco, Hauser —dijo, con una voz suave, casi tranquilizadora, pero había algo en su tono que me decía que no creía en el dolor tan fácilmente.
Asentí con la cabeza, intentando controlar mi respiración, pero, al final, solo pude dedicarle a Lawrence una mirada de sufrimiento. Fue breve, una fracción de segundo, pero suficiente para que él viera lo que estaba sucediendo, para que supiera que algo más estaba en juego.
Lawrence estaba allí, observando, pero en ese instante, no sabía si lo que veía lo enfurecía más o si simplemente no podía dejar de preocuparse.
El dolor se volvía cada vez más insoportable. Mi mano, que antes solo había sido una cortada profunda, ahora era una herida extensa, como un giro entero de la piel desgarrada, cubriendo toda mi palma y parte de los dedos. La sangre fluía con fuerza, empapando rápidamente la camiseta que cubría mi torso. Sentí que la presión en mi pecho aumentaba, mi respiración se volvía cada vez más difícil, y el dolor se disparaba a cada segundo. Grité, incapaz de contener el sufrimiento, y las lágrimas caían como un torrente.
Michael, al verme tan mal, se apresuró a acercarse. Sus manos temblaban mientras trataba de sostener mi muñeca con fuerza, presionando la herida, intentando detener el sangrado. Sin embargo, lo que estaba haciendo no era suficiente. El flujo de sangre no se detenía y la presión solo aumentaba mi dolor, haciendo que mi grito se intensificara. Mis ojos se cerraron, y mi cuerpo temblaba. La agitación me había dejado completamente vulnerable, mi mente ya nublada por el sufrimiento.
Fue en ese momento cuando sentí los pasos. Aunque mi mente no podía concentrarse, mi cuerpo sentía esa presencia tan familiar, esa figura que siempre había estado cerca, sin importar las circunstancias. Lawrence estaba aquí, observando, acercándose con rapidez. En cuanto vio lo que estaba sucediendo, la expresión en su rostro cambió. De la seriedad constante pasó a una mezcla de alarma y enfado.
Se agachó frente a mí, su mirada clavada en mi mano herida. Sin decir una palabra, sus ojos recorrieron rápidamente la escena, evaluando la situación. Michael, al ver que Lawrence estaba tan cerca, levantó la mirada hacia él, sus manos apretando aún más mi muñeca, sin saber qué hacer, sin poder evitar que la sangre siguiera fluyendo.
—¿Qué estás haciendo? —La voz de Lawrence fue dura, pero controlada. Su tono de advertencia era claro.
Michael, nervioso, miró a Lawrence mientras seguía presionando mi muñeca, incapaz de comprender la gravedad de lo que estaba pasando.
—¡Estoy intentando detener el sangrado! —dijo Michael, su voz temblando. —No sé qué más hacer, ¡esto no para de sangrar!
Lawrence observó en silencio por un momento, su mirada fija en la mano de Michael, en la forma en que intentaba con desesperación controlar el sangrado. Con una respiración contenida, Lawrence negó con la cabeza, y sus palabras fueron frías pero autoritarias:
—Eso no sirve. No sabes lo que estás haciendo.
Michael, sorprendido por la rapidez con la que Lawrence lo desautorizaba, lo miró sin saber qué responder. El pánico en su rostro era evidente, pero Lawrence no lo miró con compasión. El aire en la sala parecía volverse más denso a cada segundo.
—¿Sabes lo que estás haciendo? —preguntó Lawrence, mirando con dureza a Michael, esperando una respuesta.
—No... —respondió Michael, su voz apenas un susurro, consciente de que no estaba capacitado para manejar la situación.
Lawrence no perdió ni un segundo más. Se acercó con rapidez y, sin mediar más palabras, apartó a Michael de un empujón suave, pero firme. La fuerza de su gesto no dejaba lugar a dudas: él estaba tomando el control. Michael, sin atreverse a replicar, se alejó, mirando con frustración y miedo.
—Aléjate —ordenó Lawrence, sin levantar la voz, pero con un tono que no dejaba lugar a dudas. —Ahora.
Michael asintió en silencio y retrocedió, sin decir palabra. El ambiente estaba cargado de tensión, y, a pesar del dolor que me recorría el cuerpo, algo dentro de mí reconoció la firmeza de Lawrence, su capacidad de actuar bajo presión.
Lawrence observó la herida con concentración, sus ojos fijos en la sangre que seguía manando, aunque con menor intensidad gracias a su intervención. Sin apartar la vista de mi mano, dijo con voz fría:
—Esto no se va a detener solo con presión. Necesitamos hacer algo más.
Mi corazón latía con fuerza, y aunque la angustia me estaba destrozando, la presencia de Lawrence seguía siendo lo único que me mantenía consciente. El dolor físico era insoportable, pero ahora, de alguna manera, me encontraba aferrado a su cercanía, como si eso me diera algo de fuerza.
De repente, la habitación pareció volverse un poco más densa, el aire más pesado. Vi cómo Lawrence giraba su cabeza ligeramente, como si estuviera calculando los siguientes pasos, sabiendo que la situación no se podía manejar solo con un vendaje improvisado.
Sin apartar la vista de la herida, se levantó rápidamente y se dirigió a la mesa de instrumentos. Abrió una pequeña caja con calma, pero sus movimientos no eran tan fluidos como solían ser. Un destello de ansiedad cruzó su rostro antes de que tomara lo que parecía ser una jeringa y un pequeño frasco con una sustancia viscosa. Mis ojos se agrandaron al ver lo que estaba tomando, un líquido de color rojo oscuro que hacía que mi piel se erizara.
Lawrence volvió a acercarse a mí, y por un momento, su mirada se suavizó, como si estuviera dudando de algo, pero rápidamente se recompuso.
—Esto es lo único que nos queda —dijo en voz baja, su tono grave, pero con una pizca de calma que intentaba transmitir—. Necesito que sigas respirando, ¿de acuerdo? Va a doler más, pero tiene que ser ahora.
Mi mente estaba en blanco, mi cuerpo no podía reaccionar. La idea de lo que iba a suceder me asustaba, pero no había tiempo para pensar. Solo pude asentir con la cabeza, aunque mi pulso estaba desbocado. Vi cómo sus manos se movían con rapidez y precisión, y antes de que pudiera procesar completamente lo que estaba pasando, sentí el pinchazo frío de la aguja.
Un grito se me escapó sin que pudiera evitarlo. La sensación era insoportable. Sentí el ardor recorrer mi brazo, como si el fuego mismo estuviera entrando en mi herida. Lawrence no se inmutó, mantuvo su rostro serio, concentrado en lo que hacía, mientras la sustancia que inyectaba se esparcía rápidamente por mi piel.
—Respira —me dijo con voz firme, mientras yo luchaba por mantener la calma. Cada respiración me dolía, cada segundo de ese proceso parecía alargarse en una eternidad. El líquido comenzó a hacer su efecto, y aunque el dolor seguía presente, sentí una especie de presión creciente en la herida, como si algo estuviera cerrándola desde dentro.
Finalmente, el ardor comenzó a disminuir y la sensación de sangrado cesó. Lawrence retiró la aguja con una precisión casi quirúrgica y observó la herida con atención. Su respiración era controlada, pero en sus ojos podía ver la tensión, como si estuviera esperando a ver si el tratamiento realmente había funcionado.
—Está... está controlado —murmuró, y aunque sus palabras eran una promesa, su tono seguía siendo grave.
Pude sentir cómo el dolor comenzaba a ceder, aunque mi cuerpo seguía temblando. La presión sobre la herida había desaparecido, y aunque el dolor persistía, no era tan insoportable como antes.
Lawrence se inclinó un poco hacia adelante, su rostro a solo unos centímetros del mío. Sin decir nada más, sus ojos se encontraron con los míos, y por un momento, su presencia fue lo único que me mantenía aferrado a la realidad. Sin importar lo que sucediera después, lo único que podía sentir era que, de alguna forma, él me había salvado, y eso era lo único que importaba en ese instante.
—Te voy a mantener a salvo —dijo, más para él mismo que para mí, antes de ponerme una mano sobre el hombro, firme y segura.
El contacto de su mano sobre mi hombro me dio una sensación de seguridad, aunque el dolor seguía punzando en mi cuerpo. Su voz, esa promesa que había hecho, resonaba en mi mente como un ancla. Te voy a mantener a salvo. No sabía si eran solo palabras de consuelo o si realmente tenía el poder de cumplirlas, pero en ese momento, era todo lo que necesitaba escuchar.
Los segundos parecían arrastrarse, pero con su cercanía, el espacio en la habitación ya no me parecía tan asfixiante. La angustia seguía estando allí, pero había algo en la firmeza de Lawrence que me anclaba a la realidad, algo que me hacía querer aferrarme a la vida a pesar del dolor.
—Gracias... —susurré, aunque mis palabras se sintieron pequeñas comparadas con todo lo que había experimentado. Ni siquiera estaba seguro de si la herida sanaría por completo, o si la calma que sentía en ese momento era solo temporal. Pero lo que sabía, lo único que estaba claro, era que su presencia había sido mi salvación.— Y.. y perdón...
Lawrence no respondió de inmediato. Su mirada seguía fija en mi herida, pero su expresión había cambiado. Ya no había ese foco de tensión que había tenido antes, solo un cansancio contenido, como si el alivio que yo sentía también lo estuviera alcanzando a él.
—No tienes que agradecerme —dijo, finalmente, su voz más suave, aunque su mirada aún era profunda y seria—. Aún no hemos terminado.
Aunque su tono era grave, no sentí miedo. Algo en él, en su forma de moverse, en su manera de cuidar de mí, me decía que iba a ser capaz de manejar cualquier cosa que viniera. Ya no tenía la energía para luchar contra el dolor ni contra mis propios miedos, pero ahora, gracias a él, había una pequeña chispa de esperanza que no estaba dispuesta a dejar ir.
Lawrence respiró profundamente, tomándose un momento para observarme antes de dirigir su atención a la puerta, como si estuviera sintiendo la presencia de los demás músicos afuera, esperando noticias sobre lo sucedido. Después de un breve silencio, se levantó con la misma calma con la que había manejado todo hasta ese momento, aunque ahora, un ligero toque de gravedad marcaba sus pasos.
—Voy a decirles a todos —dijo, su voz tranquila pero firme. Mostrándo su hermosura de sonrisa, que me reagalaba casi todo el tiempo. Parecía que tenía claro lo que debía hacer. Y aunque mi mente estaba nublada por el dolor y la fatiga, pude escuchar fragmentos de su conversación desde la habitación, como si estuviera ajustando su tono para calmar a todos los demás.
—Hauser —comenzó, su voz calmada pero cargada de una intención clara—, están todos esperando noticias. Haus está bien, la situación está bajo control. En unas dos horas aproximadamente, tendremos una entrevista.
Mi cuerpo reaccionó al instante, a pesar del agotamiento que sentía. No pude evitar que mis ojos se agrandaran con la sorpresa y la incomodidad que me invadieron de inmediato.
—¿En la tele? —mi voz sonaba débil, casi temblorosa.
Lawrence asintió sin dudar con sonrisa, su expresión alegre pero con un destello de entendimiento. Sabía lo que significaba para mí.
—Sí, en la televisión. En todo el mundo, Hauser —dijo, dándome la noticia con un aire de inevitabilidad que me heló por dentro. La ansiedad me recorrió en un torrente que me hizo apretar la mano vendada, como si pudiera controlar el caos que comenzaba a gestarse en mi interior. La idea de aparecer ante tantas personas, de ser visto por un público global... no estaba preparado para eso.
Un leve sudor se formó en mi frente y, aunque intenté calmarme, mis nervios crecían a cada segundo. No podía imaginarme bajo esas luces, siendo el centro de atención, el foco de miles de miradas. Un grito ahogado de desesperación me escapó mientras mis dedos se apretaban en la venda de mi mano, casi como si buscara anclarme en algo tangible.
Lawrence, sin apartar la vista de mí, se acercó con más seriedad, sabiendo que no solo el dolor físico me afectaba en ese momento. Sabía que el peso de la situación estaba pasando factura.
—No te preocupes, Hauser —dijo, colocando una mano sobre la mía, con un gesto que, de alguna manera, me hizo sentir que podía soportarlo—. Habrá un cambio en el grupo. Tú serás la otra voz principal, junto conmigo. La voz que acompaña, la suave... o a veces la alta.
Lo miré confundido, tratando de asimilar las palabras. ¿Qué significaba eso? ¿Por qué todo tenía que cambiar de esta forma? Mi mente estaba abrumada, y antes de que pudiera procesar completamente lo que me había dicho, una voz se alzó desde el otro lado de la habitación.
—¡No! —gritó Allyn, interrumpiendo el momento de calma. Su voz se alzó con indignación—. ¡Yo soy quien lo acompaña! Yo soy la que siempre ha estado a su lado.
Lawrence no la miró, su expresión siguió firme, aunque algo de cansancio se filtraba en su mirada. Había tomado una decisión, y no iba a ceder.
—Allyn —dijo con voz suave, pero tajante—. Tú seguirás acompañándonos, pero será diferente. Vas a tocar el violín. Hauser cantará, por lo menos por ahora.
Allyn no podía creer lo que estaba escuchando. Sus ojos brillaban con furia mientras la frustración se acumulaba en su rostro.
—¡¿Qué?! —exclamó, sin poder ocultar su enojo—. ¡No puedes hacer eso! ¿Qué pasa con mi papel? ¡Yo soy la voz principal! ¿Ahora me pides que me quede atrás?
Lawrence permaneció en silencio un momento, dejando que la tensión se acumulara en el aire. Finalmente, su voz salió firme, pero también con una comprensión tácita de lo que significaba para ella.
—Es lo mejor para todos, Allyn —dijo, sin dudar. Y luego, con un tono que no dejaba lugar a dudas—: Tienes que entender que Hauser necesita tiempo para sanar. Y además, el grupo necesita un equilibrio.
Allyn, sin poder contener más su frustración, soltó un grito de rabia y, sin mirar a nadie más, dio media vuelta y salió de la habitación, dejando atrás el aire tenso de su reacción.
En ese momento, la sala se llenó de un pesado silencio. Sabía que las cosas entre todos cambiarían, y aunque estaba completamente desorientado, la decisión de Lawrence parecía ser lo más sensato. Pero la incertidumbre seguía latente, y ahora, con la entrevista a la vuelta de la esquina, todo parecía estar tomando un giro que ni siquiera yo había anticipado.
Michael, quien había estado observando la escena en silencio, aprovechó el pequeño respiro que había quedado tras la salida de Allyn. Se acercó con su característica actitud tranquila, pero con una ligera sonrisa en el rostro, como si estuviera intentando suavizar la tensión que flotaba en el aire.
—Hauser —comenzó, su tono amistoso pero con una pizca de curiosidad—, estaba pensando... Tal vez podrías acompañarme en la entrevista o incluso en el primer tour, ¿qué opinas? Sería una buena oportunidad para ti, ¿no crees?
Sus palabras parecían sinceras, pero había algo en su mirada que me hizo dudar. ¿Realmente quería ayudarme o solo veía una oportunidad para tomar el control de la situación? No sabía qué esperar, pero lo que sí sentí en ese momento fue una creciente incomodidad.
Antes de que pudiera responder, sentí una leve presión en mi hombro. Lawrence se adelantó, sus ojos fijos en Michael, y por primera vez vi cómo su expresión se endurecía ligeramente. La tensión en el aire aumentó, como si una tormenta silenciosa se estuviera gestando entre ellos.
Lawrence dio un paso hacia adelante, su mirada fija en Michael, y habló con firmeza, dejando claro que no había lugar para otro pensamiento.
—No —dijo, cortante. Su tono de voz estaba cargado de una intensidad que no dejaba margen para interpretaciones. Luego, sin apartar la vista de Michael, continuó—: Hauser estará conmigo, como siempre. Yo lo acompañaré en la entrevista y en el tour. No necesitas intervenir en eso.
Michael levantó una ceja, sorprendido, como si no hubiera esperado una respuesta tan tajante. La sonrisa que tenía antes se desvaneció un poco, pero aún mantenía su actitud relajada, como si intentara no hacer que la situación fuera más tensa de lo que ya estaba.
—Entendido —respondió, sin dar más vueltas al asunto. Sin embargo, algo en su tono y su mirada no podía esconder el leve disgusto que sentía ante la afirmación de Lawrence. No era el primer roce que había entre ellos, y ambos lo sabían.
Lawrence no pareció inmutarse, pero un destello de celos cruzó sus ojos por un breve segundo, algo que no había visto con claridad antes. Su postura permaneció sólida, y cuando se giró hacia mí, su mirada se suavizó, como si quisiera asegurarme que no había nada de qué preocuparme.
—Te lo prometo —dijo, y en sus palabras había una determinación tranquila que me dio un poco de paz—. Estaré a tu lado en todo momento.
Yo solo pude asentir, sintiendo el peso de las decisiones que se estaban tomando para mí, pero a la vez, el alivio de saber que Lawrence no solo me estaba cuidando, sino que estaba tomando el control de lo que sucedería en adelante. Sin importar cómo se desarrollaran las cosas, tenía claro que él estaba allí para ayudarme a atravesar este nuevo capítulo, por más inesperado que fuera.
Mientras el resto de la habitación permanecía en silencio, la atmósfera volvió a cambiar. Algo se había redefinido entre nosotros, una nueva dinámica que no solo afectaría a nuestro grupo, sino que también marcaría el comienzo de algo completamente distinto. Sin embargo, por el momento, lo único que podía hacer era confiar en lo que Lawrence había prometido.
ਏਓ ਏਓ
Las horas pasaron lentamente, el bullicio de la habitación se desvaneció mientras el grupo se dispersaba para ir a cambiarse y prepararse para lo que venía. El ajetreo de la situación había dejado una especie de vacío en el aire, y al final, solo quedamos Lawrence y yo. El silencio entre nosotros era palpable, pero no incómodo. Era como si ambos necesitáramos este momento de calma antes de enfrentarnos a todo lo que estaba por suceder.
Me quedé sentado en la punta del escenario, mirando al frente, pero mis pensamientos no se centraban en nada en particular. De vez en cuando, mi vista se desviaba hacia el suelo, hacia mi mano vendada, y el dolor que aún la recorría me recordaba la tensión de las últimas horas. No sabía qué más decir, y tampoco sabía si quería hablar. El cansancio me envolvía, pero una extraña energía seguía manteniéndome alerta.
Fue entonces cuando sentí su presencia cerca. Lawrence se acercó con paso tranquilo, sin decir una palabra, y se sentó a mi lado. La distancia entre nosotros era mínima, pero la conexión que siempre había sentido en su cercanía era más fuerte que nunca. Permanecimos en silencio unos segundos, observando el mismo vacío de la sala. Al final, fue él quien rompió el silencio.
—¿Cómo está tu herida? —preguntó con tono suave, pero con una preocupación latente. Aunque su voz era calmada, no pude evitar notar la seriedad con la que me observaba.
Mi respuesta fue casi automática, como si lo que me estaba preguntando fuera lo menos importante, aunque, en el fondo, sabía que lo hacía por cuidar de mí.
—Bien —dije, sin mucha emoción, simplemente para tranquilizarlo. Sabía que la herida no era tan grave como había parecido en un principio, pero tampoco estaba completamente curado. Aún sentía el ardor, aunque la presión se había aliviado.
Lawrence asintió, observando mi rostro como si estuviera analizando cada pequeño cambio en mi expresión. Luego, su mirada se suavizó, y una ligera sonrisa se asomó a sus labios.
—¿Sabes cantar? —preguntó de forma casual, pero algo en su tono me hizo pensar que estaba buscando una respuesta más profunda.
La pregunta me sorprendió un poco, y no pude evitar mirarlo con una mezcla de incredulidad y algo de arrogancia.
—Obvio —respondí, alzando una ceja, tratando de ocultar la incomodidad que la pregunta me provocaba. No era idiota, y tampoco era la primera vez que me hacían esa pregunta. Sin embargo, la forma en que Lawrence me miraba hacía que todo se sintiera diferente. Como si realmente estuviera buscando algo más que una simple respuesta.
Fue entonces cuando lo vi inclinarse un poco hacia mí, como si esperara que hiciera algo más que solo responder.
—Canta algo —dijo, ahora con un tono más suave, pero con un toque de desafío, como si esperara que demostrara algo que no se había mostrado antes.
Mis labios se apretaron momentáneamente, y aunque mi mente me decía que no era el momento, que no quería hacerlo, algo en su mirada me impulsó a actuar. Cerré los ojos por un segundo, respiré hondo y, con la voz aún un poco temblorosa, comencé a cantar.
La melodía fue suave al principio, algo bajo, como si fuera un susurro en medio del silencio que nos rodeaba. Pero conforme mi voz fue tomando fuerza, la habitación misma pareció escucharla. Mi voz, aunque cargada de inseguridad al principio, comenzó a llenarse de una potencia inesperada. Y mientras cantaba, sentí cómo la energía fluía a través de mí, cómo la música tomaba forma y me permitía olvidarme de todo lo demás, incluso del dolor.
Cuando terminé, la sala se quedó en silencio por un momento. Me quedé quieto, casi expectante, mirando al frente. La respiración de Lawrence era lo único que rompía la quietud.
Finalmente, sus palabras llegaron, suaves pero cargadas de asombro.
—Eso... —dijo, con una sonrisa que apenas podía contener—. Eso fue impresionante. No sabía que tenías una voz así.
No respondí de inmediato. Me sentía raro, como si algo en mí hubiera cambiado, pero no quería darme el lujo de reflexionar demasiado. Ya estaba lo suficientemente vulnerable por la situación. Decidí ignorar su elogio, como si fuera algo que no merecía.
Entonces, sin darle mucha importancia a lo que había dicho, lo miré de reojo y, con una sonrisa algo irónica, lancé:
—Pues eso fue solo un aperitivo... pero aún tienes que esperar 14 horas para tu beso.
Lawrence me miró con una mezcla de sorpresa y diversión, como si no hubiera esperado esa respuesta. Una leve risa escapó de sus labios, pero no dijo nada más, como si quisiera dejar el tema en el aire, sabiendo que aún quedaba mucho por resolver entre nosotros. La tensión, aunque presente, ya no era tan pesada. Algo había cambiado entre nosotros, y aunque no sabía qué era exactamente, estaba claro que la relación entre Lawrence y yo estaba tomando un rumbo nuevo. Y no estaba seguro de qué pensar al respecto.
Fue justo en ese momento cuando, sin previo aviso, mi mano, todavía vendada, hizo un movimiento brusco, y la presión sobre la herida me hizo gritar, como si una punzada de dolor me atravesara. El recuerdo de la herida me atacó con fuerza, y el dolor fue más intenso de lo que esperaba.
—¡Maldita sea! —grité, apretando los dientes, mientras mi mano se tensaba involuntariamente.
Lawrence, al ver mi reacción, se quedó unos segundos en silencio, con una expresión sorprendida, antes de que una risa ligera escapara de sus labios.
—Vaya, parece que el karma se encargó de ti —rió, disfrutando del momento.
Me quedé mirando la herida, molesto por el dolor y por su risa, pero no pude evitar sentirme algo avergonzado. Lawrence seguía riendo suavemente, como si estuviera disfrutando de mi sufrimiento por haberle hecho ese juego.
—¿Te divierte verme sufrir? —dije, aún con la voz entrecortada por el dolor, mientras trataba de calmarme y de no mostrar lo vulnerable que me sentía en ese momento.
Lawrence me miró con una mezcla de diversión y una ligera culpabilidad, como si se diera cuenta de que tal vez se había pasado un poco. Se inclinó hacia mí, su rostro más serio ahora, y colocó una mano sobre mi hombro de manera firme, pero con una suavidad que contrastaba con su risa reciente.
—No es eso —respondió, su tono más tranquilo. Parecía que había notado lo serio de la situación y quería remediar de alguna forma su reacción anterior. —Es solo que... nunca te había visto tan vulnerable. Me sorprendió ver cómo te alterabas por algo tan simple, aunque sé que es doloroso.
Su mirada se suavizó mientras me observaba, y el tono juguetón de antes desapareció por completo. De repente, me sentí aún más expuesto. Siempre había sido cuidadoso de no mostrar debilidad, pero Lawrence parecía tener esa habilidad de hacer que las barreras cayeran sin que me diera cuenta.
—No tienes que preocuparte por eso —respondí rápidamente, aunque sin mucha convicción, apartando su mano de mi hombro con un gesto torpe. —No es para tanto.
Pero en el fondo, sabía que la herida no era solo física. El dolor que sentía no solo estaba en mi mano, sino en lo que acababa de suceder entre nosotros. Algo había cambiado, y no sabía cómo enfrentarlo. No sabía si quería enfrentarme a eso. No sabía si quería admitir que algo en mí había cambiado por su presencia, por esa cercanía inesperada que se había vuelto algo más de lo que había sido antes.
Lawrence no parecía molesto por mi reacción. Más bien, parecía comprendido, como si hubiera captado la incomodidad en mi voz.
—No tienes que ser tan duro contigo mismo, Haus —dijo en voz baja, casi como si fuera un susurro, pero cargado de sinceridad. —Nadie está pidiendo que seas perfecto todo el tiempo.
Sus palabras me calaron hondo, pero no supe cómo responder. No estaba acostumbrado a ese tipo de comprensión, especialmente de alguien como él, que siempre parecía tener todo bajo control. Sin embargo, la forma en que me miraba ahora me hacía sentir que todo lo que estaba ocurriendo, toda esa tensión, no era algo que tenía que evitar o negar.
—Bueno, supongo que tienes razón. Pero tú eres perfecto, y yo también lo seré a lado tuyo. —respondí, encogiéndome de hombros, tratando de restarle importancia a la situación mientras me pasaba la mano por el rostro, como si eso pudiera borrar la incomodidad. — Y no te creas tan gracioso por verme sufrir, ¿eh?
Lawrence soltó otra risa, esta vez más alta, menos burlona, pero igual de contagiosa.
—Por crear ese especie de juego —dijo, sonriendo ampliamente, pero esta vez no con la intención de ridiculizarme, sino con un aire de camaradería. —¿Quién te manda a desafiarme con algo tan tonto como para ponerme celoso? Ahora, mira... ¡Te tocó a ti!
Pude ver cómo sus ojos brillaban de diversión, pero también había algo más allí, una especie de complicidad. Algo que, de alguna manera, nos unía aún más.
La risa de Lawrence se desvaneció lentamente, y en el silencio que siguió, nos miramos por un momento largo. No fue incómodo, ni tenso, solo... diferente. Como si las palabras sobraran entre nosotros, como si, a pesar de lo que había sucedido, ambos hubiéramos llegado a un entendimiento no dicho.
—De todas formas, Haus —dijo finalmente, después de un suspiro, su tono ahora más suave—, no importa lo que pase, siempre estoy aquí. No lo olvides.
Esas palabras me dejaron en silencio, como un eco que resonaba en mi mente. No sabía cómo responder, porque, de alguna manera, sabía que era cierto. No importaba lo que ocurriera, Lawrence siempre estaría allí, aunque no estuviera seguro de qué significaba realmente eso.
Me levanté lentamente del borde del escenario, el dolor de mi mano olvidado por un momento mientras la adrenalina se apoderaba de mí. Miré a Lawrence, que aún me observaba con una ligera sonrisa, y asentí.
—Gracias, pero... no te hagas ilusiones. Esto no significa que hayas ganado —dije, volviendo a mi tono desafiante, como si quisiera protegerme de las emociones que se agitaban dentro de mí.
Lawrence se levantó también, mirando hacia el frente con una sonrisa que, esta vez, parecía un poco más reflexiva.
—Lo que tú digas, Hau. Pero al final del día, todos tenemos nuestros momentos. Y este es solo el comienzo.
Algo en sus palabras me dejó intranquilo, como si se estuviera refiriendo a algo más grande, algo que aún no entendía. Pero por ahora, me sentí dispuesto a dejar que las cosas siguieran su curso, aunque no supiera exactamente a dónde nos llevaría.
Pasaron unos minutos en los que el silencio entre nosotros se volvió cómodo, aunque no dejaba de sentir una extraña tensión flotando en el aire. La conversación había caído en un descanso, y mientras mi mente seguía procesando lo que había sucedido, Lawrence, con su característico estilo, no tardó mucho en romperlo de nuevo.
Primero fue una mirada rápida, casi traviesa, y luego su voz, ligera y llena de humor.
—¿Sabes, Haus? —comenzó, imitando una postura exagerada y colocando las manos en las caderas—, no es por nada, pero si sigues así con esa cara de sufrimiento cada vez que te mueves, voy a tener que considerar llamar a un médico para ti. Seguro que tu herida te tiene más afectado de lo que admites.
Lo miré, levantando una ceja, y aunque traté de mantener mi seriedad, no pude evitar que una pequeña sonrisa asomara en mis labios. No pude evitarlo. Era Lawrence, siempre capaz de hacerme soltar una risa incluso en los momentos menos apropiados.
—¿Vas a hacer chistes ahora? —respondí, intentando que mi tono fuera de indiferencia, pero mi voz traicionó el intento, dejándome ver lo entretenido que me había vuelto de repente.
Lawrence, con una sonrisa triunfante, no perdió la oportunidad.
—¡Oh, claro! Y no te preocupes. Si necesitas ayuda con tu dolor, puedo buscarte una almohada o, mejor aún, un oso de peluche. ¡No hay nada que cure más rápido que un abrazo de peluche! —dijo, riendo de su propia broma mientras imitaba un abrazo exagerado hacia el aire.
La imagen de Lawrence, tan divertido en su intento de bromear, hizo que no pudiera aguantar más. Un leve resoplido salió de mi boca, seguido de una risa contenida que empezó a ganar fuerza. Lawrence, al ver que estaba consiguiendo lo que quería, se acercó un poco más y, con voz melosa, continuó:
—Aunque, si te soy sincero, creo que un masaje de espalda hecho por mí podría aliviar más que ese osito de peluche. Pero no te preocupes, todo tiene su precio, ¿eh? —dijo, lanzando una mirada cómplice, como si el masaje fuera una oferta irresistible.
Mi risa, que había comenzado como un intento de contención, explotó en un estallido incontrolable, y finalmente dejé de intentar ocultarlo. La risa de Lawrence se unió a la mía, y el ambiente que había sido tan tenso momentos antes se transformó en algo ligero y divertido.
—Eres un idiota, Lawrence —logré decir entre risas, pero no pude evitar el brillo de diversión en mis ojos. Era imposible no divertirse con él cerca.
Lawrence, satisfecho por haber conseguido lo que quería, me dio un golpe suave en el hombro.
—¿Ves? ¡Sabía que podías reír! Si te lo propones, podrías ser un gran bromista, Haus. ¡Me haces justicia!
Lo miré con una sonrisa, sabiendo que el chico que tenía a mi lado no era solo un líder serio y determinado, sino también un experto en hacer que las cosas no se sintieran tan pesadas, en añadir ese toque de diversión incluso en momentos complicados. Y, aunque intentaba no admitirlo, lo agradecía más de lo que podía decir en voz alta.
—Vas a hacerme perder la dignidad, ¿sabes? —respondí, todavía sonriendo, mientras me frotaba la cara, sintiendo la vergüenza de haberme reído tan fácilmente de sus tonterías.
—Es mi especialidad —contestó, guiñándome un ojo mientras volvía a sentarse a mi lado.
Era extraño cómo, después de todo lo que habíamos pasado juntos, aún lograba hacerme sentir esa ligereza, esa libertad de poder reír sin pensarlo demasiado. Nunca me habría imaginado que una conversación tan simple, llena de bromas, pudiera significar tanto. Y, por primera vez en mucho tiempo, me di cuenta de que Lawrence, con su manera de ser tan impredecible y divertido, había pasado a ser más que un compañero de batalla; se había convertido en alguien a quien podía considerar de verdad un amigo.
—Eres un bromeador, Law. —dije, con una sonrisa sincera—, pero al menos logras que me olvide de la herida.
—Bueno, ya sabes lo que dicen —dijo, echándose hacia atrás con una sonrisa de satisfacción—. Un poco de risa es la mejor medicina.
Y aunque no lo dijiera en voz alta, su presencia me había dejado claro algo: en medio de todo el caos, en medio de la tensión y el estrés, Lawrence sería siempre ese toque de ligereza, la chispa que lograba aliviar el peso de la realidad. Y, aunque no lo admitiera tan fácilmente, lo agradecía de una manera que no podía explicar completamente.
La risa entre Lawrence y yo seguía fluyendo, pero parecía que no podía parar. Él había lanzado una de esas bromas típicas suyas, pero esta vez había sido especialmente ingeniosa. La forma en que lo dijo, acompañado de una expresión exagerada, hizo que no pudiera contenerme. Incliné el cuerpo hacia adelante, agarrándome el estómago, luchando por respirar entre carcajadas.
—¡No puedo...! —le dije, entre risas, sintiendo que me estaba ahogando de tanto reír—. ¡Eres un completo idiota!
Él, disfrutando de mi reacción, no paraba de sonreír, y fue en ese momento que, sin querer, ambos nos acercamos tanto que nuestras caras estuvieron a solo unos centímetros de distancia. La risa se desvaneció un poco, pero la incomodidad que sentí al darme cuenta de lo cercanos que estábamos fue instantánea. Estábamos tan cerca que podíamos sentir la respiración del otro. Por poco compatíamos la misma respiración.
Un minuto más, y nuestras frentes casi se tocaban, lo que hizo que mi estómago diera un vuelco. Sentí el calor de su rostro a unos pocos centímetros, y por un segundo, todo lo demás desapareció. La cercanía era abrumadora, demasiado. En un impulso, me aparté rápidamente, mi rostro ardiendo de vergüenza, y me levanté de inmediato para poner distancia entre nosotros. Miré hacia otro lado, tratando de disimular la incomodidad que sentía, pero no pude evitar sentir que algo había cambiado, que las cosas ya no eran tan simples entre nosotros.
En ese momento, la puerta se abrió de golpe y entraron los otros chicos, rompiendo el silencio tenso entre Lawrence y yo. Que estaban con traje elegante. Michael, Nazar, Jaddiel, y Allyn. Ya todos cambiados, nos miraron con curiosidad. Nazar, el pelirrojo, con su carácter siempre tan cariñoso, fue el primero en notar la situación.
—¿Todo bien, chicos? —preguntó con una sonrisa traviesa, sus ojos brillando con picardía. Sabía que algo extraño había pasado entre nosotros.
Jaddiel, siempre divertido y enérgico, no pudo evitar reírse al ver nuestra reacción. —¿Qué, estaban a punto de besarse o qué? —bromeó, y un destello de diversión cruzó su rostro.
Allyn, siempre un poco más inquieta y observadora, levantó una ceja mientras miraba a Lawrence y luego a mí, como si estuviera tratando de entender qué había sucedido.
—¿Tú, Haus, blushing? —Allyn dijo, con tono burlón, señalando mi rostro enrojecido. —¿Tienes algo que no nos hayas contado?
Mi mente entró en pánico, y sin pensar, comencé a buscar alguna excusa para darles, cualquier cosa que me permitiera salir de esta situación incómoda.
Lawrence, por su parte, rápidamente cambió su postura, como si nada hubiera sucedido, y fingió estar totalmente centrado en mi herida.
—Oh, nada —dijo, mirando mi mano vendada con una seriedad exagerada, como si estuviera analizando el daño. —Solo estaba mirando cómo va con la herida. ¿ Necesitas algo para eso, Haus?
La forma en que lo dijo me hizo casi olvidar el momento incómodo que acabábamos de compartir. Aunque no me creyó nadie, al menos parecía que Lawrence estaba ayudando a desviar la atención de lo sucedido. Sin embargo, no pude evitar notar que todos seguían observándonos con algo de curiosidad.
Michael, el más tranquilo del grupo, se acercó y dejó escapar una risa mientras me daba una palmada en la espalda.
—No hay necesidad de hacer todo un show, chicos —dijo, claramente disfrutando la incomodidad de la situación. —Aunque lo que sí puedo decir es que esta es la primera vez que los veo tan cerca.
—Es lo que pasa cuando te haces cargo de las heridas de los demás —dije rápidamente, intentando desviar la atención.
Lawrence me lanzó una mirada rápida, y luego, con una sonrisa, volvió a hacer una broma para aligerar el ambiente:
—Sí, claro, porque soy un experto en vendajes, ¿verdad? —dijo, con tono exagerado y haciendo una especie de gesto teatral, como si estuviera actuando como el gran curandero.
La risa colectiva de los chicos no tardó en llegar, y, por fin, el momento incómodo pasó. Cada uno de ellos comenzó a distraerse con otras cosas: Michael se dirigió al centro de la habitación, Nazar empezó a hacerle cosquillas a Allyn, y Jaddiel siguió con sus bromas, sin dejar de hacer comentarios graciosos. Pero yo y Lawrence nos quedamos un momento en silencio, intercambiando una mirada rápida, como si ambos supiéramos que algo había cambiado entre nosotros, algo que no podíamos ignorar, aunque no habláramos de ello.
De alguna forma, todo había vuelto a la normalidad, pero había algo en el aire que no podía pasar desapercibido. Los chicos seguían hablando, riendo y bromeando como siempre, pero había una extraña sensación entre Lawrence y yo, como si, por un breve momento, algo más hubiera florecido sin que ninguno de los dos supiera realmente qué era.
Pero, por ahora, todos decidimos dejarlo pasar.
ਏਓ ਏਓ
Lawrence y yo nos levantamos para ir a cambiarnos, ambos con un aire un poco más relajado después de la conversación. El ambiente ya no era tan tenso, y sentí que las cosas se estaban aclarando entre nosotros, aunque seguía ese extraño sentimiento en el aire que no podía identificar del todo.
Cuando llegamos a la habitación para cambiarnos, Lawrence fue directo hacia su vestuario sin decir nada, mientras yo me dirigía a mi propio vestidor. Tenía la sensación de que algo se avecinaba, pero no lo pude identificar de inmediato. Estaba más concentrado en mi propia preparación. Sabía que el evento que nos esperaba no iba a ser fácil, pero algo en mi interior me decía que esta noche iba a ser diferente.
El momento en que me puse el traje fue casi automático. El ajuste era perfecto, las telas suaves pero ajustadas en los lugares adecuados. Mientras me miraba al espejo, no pude evitar notar cómo todo parecía encajar perfectamente. Mi imagen de siempre se sentía lejana, y por un momento, estaba frente a alguien que no reconocía del todo. Pero no tuve tiempo para pensarlo demasiado.
Me sentí listo. Y cuando salí del vestidor, lo vi: Lawrence estaba de pie frente al espejo, ajustándose la corbata, pero cuando me vio, se quedó completamente paralizado, la boca abierta. La expresión en su rostro era una mezcla entre sorpresa y algo más. No pude evitar sonreír ante su reacción, sabiendo exactamente lo que estaba pensando.
—¿Necesitas una foto? —le pregunté con una sonrisa irónica, cruzando los brazos sobre el pecho.
Lawrence tardó unos segundos en reaccionar, como si no pudiera creer lo que veía. Finalmente, soltó una risa incrédula, pero no podía quitar los ojos de encima de mí.
—No... no... ¿Qué rayos, Haus? —dijo, casi sin poder articular una palabra, como si me estuviera viendo por primera vez. —Te ves... increíble. No sabía que llevabas ese tipo de estilo oculto, ¿qué pasó?
Lo miré con una expresión algo burlona, disfrutando de su sorpresa. La actitud de Lawrence nunca dejaba de sorprenderme, pero hoy parecía estar completamente descolocado.
—No te emociones, Lawrence —dije, mientras me acomodaba la chaqueta, lanzándole una mirada desafiante—. No es para tanto. Solo es un traje.
La sonrisa de Lawrence no desapareció, y de hecho, parecía como si estuviera a punto de decir algo más, pero en ese momento, los otros chicos ya comenzaron a llegar. Michael, Nazar, Jaddiel y Allyn entraron en la habitación, todos también vestidos para la ocasión. Michael, siempre tranquilo, se acercó y me dio una palmada en el hombro.
—¡Vaya, Haus, eso sí que es un cambio de imagen! —dijo, sonriendo mientras se acercaba para ajustar la chaqueta de su propio traje.
—¿Listos para el caos? —dijo Jaddiel, con su usual entusiasmo.
Antes de que pudiera responder, todos nos dirigimos al pasillo y salimos hacia la salida del edificio. Cuando llegamos a la puerta, la vista fuera era caótica: un mar de fans se agolpaba alrededor del lugar, gritando, tomando fotos, y extendiendo las manos hacia nosotros. La mayoría, evidentemente, estaba centrada en Lawrence, con gritos de entusiasmo que no dejaban de resonar.
Pero algo más llamó mi atención. Al observar con más detalle, me di cuenta de que no solo era el grupo de chicas que normalmente rodeaba a Lawrence. También había un grupo de guardaespaldas, pero no eran solo para él. Aunque la multitud parecía estar enfocada en Lawrence, los hombres de seguridad que estaban dispersos entre la multitud parecían estar observándonos a todos, no solo a él.
Me quedé en silencio, observando a los guardias por un momento. Al principio pensé que, como siempre, estaban ahí para proteger a Lawrence, pero me di cuenta de que había algo extraño en la situación. Algunos de ellos parecían estar enfocados en Michael y en Jaddiel también, y, al mirar a uno de los guardias a lo lejos, me di cuenta de que tenían una actitud protectora no solo sobre Lawrence, sino sobre todo el grupo. Fue entonces cuando la verdad se hizo clara: estos guardias no eran solo para Lawrence.
—¿Te has dado cuenta de eso? —le pregunté a Lawrence en voz baja, señalando discretamente a los guardias.
Lawrence, mirando rápidamente a su alrededor, asintió, su expresión cambiando a una más seria.
—Sí, tenemos nuestra propia protección, no solo yo —respondió, con un leve suspiro. —No es solo el glamour, Haus. Ahora somos un equipo, y los detalles también cuentan.
Me sentí algo desconcertado, pero también un poco más aliviado al saber que todos estábamos siendo cuidados. Sin embargo, el hecho de que estuviéramos siendo observados de cerca por seguridad me hizo darme cuenta de cuán importante se había vuelto nuestra presencia en este tipo de eventos. No solo éramos un grupo de chicos con talento, sino que éramos parte de algo mucho más grande, y el mundo fuera de nuestra burbuja también lo había notado.
Mientras nos dirigíamos al auto, tratando de mantener la calma y evitar la mirada de los fans, Lawrence y yo intercambiamos una última mirada rápida, con un entendimiento tácito de que lo que estaba sucediendo en ese momento era solo el principio. Había algo más por venir, y aún no sabíamos qué tan profundo era el cambio que estábamos viviendo.
El viaje estaba por comenzar, y todo lo que conocíamos iba a transformarse de una manera que aún no podíamos prever.
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