capitulo 8
El martes, Cora se levantó temprano y calentó una taza de cacao en el microondas, tan solo unos segundos para quitarle el frío. Sacó la taza, se sentó en el taburete de la cocina y echó un vistazo a unos bocetos que tenía a mano mientras desayunaba. Una de las cosas que más le gustaban de sí misma era su habilidad para dibujar, la perfección con la que trazaba líneas, dando vida a sus tartas. La naturalidad con la que los diseños surgían en su mente y luego los plasmaba en papel era algo único. Terminó su cacao, dejó la taza y el plato en el fregadero y subió a darse una ducha mientras escuchaba música de fondo: una mezcla de Bon Jovi, Alejandro Sanz, Sebastián Yatra, David Bisbal y Luis Fonsi. Al salir de la ducha, su móvil sonó.
Mensaje de Dylan: Buenos días, espero no molestarte. ¿Te acuerdas de que quedamos hoy martes? Me apetece mucho probar tus postres, espero que no te hayas olvidado de mí. (11:00)
Mensaje de Cora: Buenos días, Dylan. ¿Por qué iba a olvidarme? (11:05)
Mensaje de Dylan: Porque no me has enviado tu dirección. (11:06)
Mensaje de Cora: ¡Es verdad! Perdona, aquí la tienes. (envió su ubicación). ¿Quedamos a las 16:00? Sorry. (11:06)
Mensaje de Dylan: Ok 😉 (11:07)
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A la hora acordada, sonó la puerta. Cora bajó las escaleras y, al abrir, ambos se miraron fijamente a los ojos durante unos segundos.
—¿Puedo pasar? —preguntó Dylan.
—Claro, pasa. Bueno, esta es mi pequeña y acogedora casa. Por aquí está la sala de estar y, al fondo, la cocina. Justo estaba sacando la base de una tarta del horno.
—Ya me había dado cuenta. ¿Puedo ver lo que llevas en la mano?
—¡Uy! Perdona. —Ambos rieron—. Pasa, siéntate donde quieras. ¿Quieres café, té, agua o algún refresco?
—Bueno, viendo la hora que es, no me importaría un café con leche, si puede ser.
—Por supuesto.
Cora se limpió las manos en el fregadero y comenzó a preparar los cafés mientras Dylan observaba la cocina, llena de utensilios y bocetos de tartas.
—Entonces, explícamelo un poco. Veo muchas cosas por aquí.
—Perdona el desorden, son cosas de trabajo. Bueno, te lo mostraré mientras preparo una mini tarta. Pero te advierto algo: no se te ocurra robarme la fórmula —dijo, levantando una ceja.
—Te lo prometo, jamás haría eso.
—No podrías, está patentada.
—Como debe ser.
Ambos sonrieron.
Mientras Cora trabajaba, explicaba paso a paso cómo cortaba la base, colocaba el merengue o añadía la nata. Dylan, curioso, quiso participar. Sus manos se tropezaron varias veces con las de ella, provocando en Cora un escalofrío que recorrió todo su cuerpo. Por su parte, Dylan observaba cada detalle: el movimiento de sus manos, la manera en que se mordía el labio inferior cuando algo no quedaba como quería, o cómo sonreía con ese pequeño hoyuelo cuando estaba satisfecha.
La mini tarta que prepararon juntos tenía unos 15 centímetros de altura. La base redonda, de 20 centímetros de diámetro, estaba cubierta con nata y decorada con fresas frescas. En el centro, Cora había dibujado un ramal verde que unía las fresas, logrando un contraste delicioso con el diente de león que había añadido al relleno.
—Bueno, ya está lista. Solo queda que la pruebes.
—Estoy deseándolo. La elaboración ha sido impresionante, sobre todo el aroma de la flor.
—Gracias.
Cora sirvió una porción generosa y Dylan probó el postre.
—¡Wow! Está increíble. En serio, es deliciosa. ¿Has pensado en dedicarte exclusivamente a esto? Recuerdo que dejaste tu trabajo de pastelera.
—Sí, lo dejé, pero allí hacía pastelería más tradicional, nada como esto. Estas tartas y postres las hago solo por encargo, pero no hay mucha demanda.
—Eso es porque necesitas publicidad. Una buena campaña ayuda muchísimo, te lo aseguro.
Cora suspiró, pensativa.
—No te digo que no, pero ahora mismo necesito descansar. Además, todavía no sé si me quedaré aquí o si me iré por un tiempo.
—¿Te irías para siempre?
—No, solo por un tiempo. Necesito un cambio de aires.
Dylan, intrigado, quiso saber más, pero en ese momento sonó el móvil de Cora. Era su hermano, Eros, que estaba fuera de casa y pidió que le abriera la puerta.
Cuando Eros entró, saludó a ambos con abrazos y se quedó un rato charlando. Aunque Cora intentaba actuar con naturalidad, no pudo evitar sentirse un poco nerviosa ante la presencia simultánea de Dylan y su hermano.
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