capitulo 7
Eros estaba en el centro comercial con Dylan, comprando algunas cosas necesarias y buscando unas zapatillas deportivas, ya que había dejado las suyas en Canadá. Cuando terminaron, se dirigían hacia la tienda donde Dylan había visto algo que le interesaba. En el camino, Eros se detuvo a saludar a un amigo mientras Dylan, algo impaciente, se adelantaba al escaparate. Fue entonces cuando la vio. Cora apareció de repente, y Dylan no pudo evitar mirarla descaradamente. Sus ojos verdes lo atraparon de inmediato, y cuando pasó cerca de él, un sutil aroma a vainilla lo dejó completamente embelesado. Observó su cabello cobrizo, sus ondas perfectas y la elegancia en su andar. Para él, parecía caída del cielo. Al llegar Eros, Dylan intentó contarle lo que acababa de pasar, pero cuando buscó con la mirada, Cora ya se había esfumado.
—¿Dylan, qué te pasa? —preguntó Eros al notar su expresión.
—Nada, tío… Creo que acabo de ver a la mujer de mis sueños. —¿Cómo dices? ¿A qué te refieres? —Estaba mirando el escaparate y pasó una chica… —Dylan se llevó una mano al pecho, señalando su corazón—. Olía a vainilla. Creo que me he enamorado.
—¿En serio?
—Te lo digo muy en serio. Eros sonrió divertido y trató de animarlo.
—Almería es pequeña, seguro que te la vuelves a cruzar. Y cuando lo hagas, le dices algo. Aunque Dylan asintió, no podía quitarse la imagen de Cora de la cabeza.
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Mientras tanto, Cora llegó a casa después de una rápida compra. Decidió quedarse para limpiar, ya que hacía tiempo que su hogar necesitaba un poco de orden.
—Bueno, renovarse o morir —se dijo en voz alta antes de comenzar.
Tras horas reorganizando la cocina, el comedor y las habitaciones, la casa parecía completamente diferente.
Encendió incienso en ambas plantas, algo que siempre le transmitía paz, y luego preparó un baño relajante con música suave de fondo. Al salir, decidió no salir más esa noche. Se quedó pensando en la barbacoa que tendría al día siguiente en casa de Ágata, un evento que le generaba cierta inquietud.
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Dylan dejó a Eros en casa temprano para cenar con sus padres y ayudar con los preparativos de la barbacoa. Mientras tanto, Cora se despertó al día siguiente con la mente llena de pensamientos sobre el evento. Aunque su amor platónico de la infancia parecía olvidado, había algo en la reunión que la ponía nerviosa. Intentó relajarse trabajando en unos bocetos para una tarta que debía preparar en dos semanas. Se perdió en ellos tanto que casi se le hizo tarde para encontrarse con Bianca, quien la esperaba abajo.
—¡Lo siento! Me he entretenido con los bocetos —se disculpó al bajar apresuradamente.
—No pasa nada, solo han sido cinco minutos. Por cierto, ¡qué guapa estás!
—¿De verdad? Me puse lo primero que encontré.
—Te lo digo en serio, estás radiante. Ambas rieron, mientras Cora le agradecía a Bianca por acompañarla.
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Eros, listo para la barbacoa, esperó a que su hermana lo recogiera junto a Bianca. Al llegar, Dylan estaba preparando todo en el jardín. Cuando Eros mencionó que había llegado con su hermana, Dylan no pudo ocultar su sorpresa.
—¿La chica que venía de tu mano es tu hermana? —preguntó con un susurro lleno de incredulidad.
—Sí, ¿te acuerdas de ella? Dylan asintió. Era la misma mujer que había visto en el centro comercial. Eros las presentó formalmente, y cuando Cora y Dylan se dieron dos besos, él sintió de nuevo ese aroma a vainilla que lo había hechizado. Mientras tanto, Cora se sentía nerviosa.
—Creo que esto me recuerda al instituto… —comentó a Bianca—. Aunque él nunca me vio como algo más que la hermana de Eros.
—Nunca digas nunca. Ahora parece que te mira de otra manera —respondió Bianca, divertida.
Por otro lado, Dylan le confesaba a Eros lo que sentía.
—Tu hermana es la chica que vi en el centro comercial. Estoy nervioso, tío.
— ¿En serio?
Más tarde, Dylan encontró la oportunidad de hablar con Cora a solas.
—¿Dónde has estado escondida todo este tiempo?
—¿Perdón?
—Quiero decir… ¿a qué te dedicas? —se corrigió rápidamente, nervioso.
Cora le contó sobre su trabajo con flores y repostería, y cómo planeaba tomarse un descanso para explorar nuevas ideas. Dylan, fascinado, insistió en probar sus creaciones.
—¿Qué tal el martes? —sugirió ella, algo dudosa.
—Perfecto. Solo dime dónde y allí estaré.
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En otro rincón del jardín, Eros y Bianca conversaban animadamente.
—No sabía que teníamos tanto en común —comentó Bianca, sonrojada.
—A veces, solo hay que hablar un poco para descubrirlo —respondió Eros, con una sonrisa cómplice.
Antes de despedirse, Eros se animó a pedirle quedar al día siguiente. Bianca aceptó, y ambos se unieron al resto del grupo, donde Cora y Dylan seguían intercambiando miradas nerviosas. Esa tarde, todos rieron y disfrutaron, dejando atrás los nervios iniciales y dando paso a una conexión que parecía ir más allá de lo esperado.
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