capítulo 6
Ya de camino a casa, Eros pensaba en los planes del lunes. Ayudaría a Dylan a buscar lugares donde montar su negocio. Había zonas nuevas en la ciudad que ni siquiera Dylan conocía. Se despidieron, y cada uno se fue a su casa. Justo cuando Eros entraba por la puerta, Cora llegó.
—Hola, hermanita. ¿Qué haces por aquí a estas horas?
—Hola. Vengo a recoger un vestido que mamá iba a llevar a arreglar. ¿Creo que está arriba? Bajo en un momento.
—Vale. ¿Y qué tal el concurso?
—Bueno, a medias. La verdad es que me alegro de no haberlo ganado del todo. Mis recetas son mías, y con la mitad del premio ya me doy un capricho. Poco más.
—¿O sea que hubo dos ganadores?
—Sí, un chico y yo. Él se quedó con la promoción de la revista, y yo saldré también en la portada, pero no acepté ceder mi receta, así que hasta ahí llegué.
—Bueno, pues disfruta de tu premio.
—¿Y tú qué tal hoy?
—Muy bien. Dylan ha venido a casa; justo se acaba de ir. Os habéis cruzado por poco.
—¿Y qué tal está?
—Bien, aunque siento decirte que no se ha acordado de ti.
—¡Perdona! ¿Y para qué quiero yo que se acuerde de mí?
—No sé... Es broma —dijo Eros, irónico.
—Pues no bromees. Bastante tengo con lo mío como para aguantar tus tonterías.
—Tranqui, hermana. Es que no te acuerdas de lo pesadas que erais tú y Bianca cada vez que Dylan venía a casa.
—Mira, cariño, teníamos doce años, ¿vale? La última vez que lo vi yo tendría quince y ni me acuerdo de su cara.
—Pues te digo que el tío está impresionante.
—Tú también, no te quejes. Mira tus abdominales: sin gimnasio, solo corriendo una hora por las mañanas. Seguro que Dylan es de los que viven en el gimnasio. Además, Bianca estaba colada por ti, y tú pasabas de ella. Ya se habrá olvidado de ti, por suerte.
—¿En serio le gustaba yo?
—Como lo oyes.
—Pues no tenía ni idea... Y mira que es la más guapa de tus amigas.
—¿Qué has dicho?
—Que era la más guapa.
—No, no. Dijiste que es la más guapa.
—No me líes. Bueno, sí, sigue siendo la más guapa —admitió, riendo.
—Pues sigue soltera, y hace mucho que no os veis, ¿desde Navidad?
—Sí, pero fueron hace dos meses.
—¿Sabes lo que cambian las personas en dos meses? Bianca está guapísima.
—No me líes con tus cosas, no hagas de celestina.
Tras una pausa, Cora dijo:
—Bueno, cambiando de tema, dentro de dos semanas me voy de viaje. Quería preguntarte si querías venir, pero supongo que estarás ocupado con Dylan.
—Sí, porque pedí las vacaciones sabiendo que venía. ¿No puedes aplazarlo para irnos juntos?
—Lo necesito ahora. Sam y yo... ya no estamos juntos.
Eros se quedó sorprendido.
—¿Cómo?
—Discutimos. Además, me enteré de que me fue infiel. Al final, ya había perdido interés, y él también, supongo. Cuando quieres a alguien, no lo traicionas. Pero estoy bien. Necesito viajar y poner mi cabeza en orden.
Eros la abrazó.
—Has hecho lo mejor. Cada uno por su lado. Últimamente se te notaba agobiada. Ve, disfruta.
Más tarde, Cora llegó a su casa, se duchó, puso música de fondo y se relajó viendo su serie favorita de zombis hasta quedarse dormida en el sofá. Por la mañana, sonó su alarma y se preparó para salir. Justo entonces, la llamó Bianca.
—Tía, no puedo ir al centro comercial. Me llamaron de urgencia y tengo turno seguido, pero luego tengo dos días libres.
—No te preocupes. Oye, barbacoa en casa de Dylan el sábado, y vienes conmigo. No acepto un no.
Mientras tanto, Dylan desayunaba en casa de Eros. Entre tortitas y café, discutían sobre ideas de negocios.
—Quiero algo innovador, pero no sé el qué. Hoteles hay muchos, restaurantes no quiero, y lo típico no me interesa.
Eros sonrió.
—Tengo una idea. Conozco a alguien que hace repostería con un giro especial: utiliza flores comestibles para dar sabor a las tartas.
Dylan lo miró intrigado.
—¿Flores? Eso suena raro, pero interesante. ¿Puedo hablar con esa persona?
Eros dudó, pero asintió.
—Claro. Aunque puede que te lleves una sorpresa.
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