capítulo 5
Cora pasó la noche agobiada. Pasó horas frente al ordenador buscando lugares donde poder irse un tiempo. Exploró destinos en América, aunque sabía que estaba demasiado lejos de su familia. Con solo cinco mil euros ahorrados, pensaba que no le alcanzaría para mucho, y que quizás era mejor gastarlos en algo que realmente la hiciera feliz. Pero también sabía que necesitaba más de lo que el dinero podía comprar.
Revisó opciones en Nueva York, Suecia, Londres, Australia, y cómo no, Italia y Canadá. Perdida en sus pensamientos, miró el reloj: eran las cuatro de la madrugada. Sorprendida por la hora, apagó el ordenador y se percató de que tenía varios mensajes en el móvil.
Mensaje de Bianca
(19:12): Hola, cariño. ¿Cómo estás? Mañana habíamos quedado para desayunar a las nueve donde siempre. Espero que no se te haya olvidado. Me tienes que poner al día. He avisado a Sami, pero no sé si vendrá. Te quiero mucho.
Mensaje de Eros
(hermano, 19:28): Hermanita, ¿qué tal el concurso?
Eros
(21:08): ¿Dónde andas?
Eros
(00:15): ¿En serio no me contestas? ¿Estás bien? Escríbeme en cuanto leas esto, por favor. Da igual la hora.
Cora respondió rápidamente:
Mensaje a Eros (04:25): Dios, se me fue el santo al cielo. Todo bien. Lo siento, llevo en casa toda la tarde, pero acabo de coger el móvil. El jueves hablamos. Besos.
Después de enviar el mensaje, apagó el móvil y se fue a la cama.
Al día siguiente
Cora se despertó agotada. Tras una ducha rápida para despejarse, salió rumbo a la cafetería para desayunar con sus amigas. Una vez juntas, comenzaron a ponerse al día. Sami, finalmente, no apareció y avisó que le era imposible asistir.
—Cora, lo mejor que has podido hacer es terminar con él. ¡Qué tipo más patético y sinvergüenza! —comentó Bianca con firmeza.
—Pues sí, eran muchas cosas. Ya no quería seguir, pero lo de ayer fue el colmo. Por una tontería salió a la luz que me fue infiel con ella. Hubiera podido arreglarlo antes de llegar a esto, pero fue la gota que colmó el vaso.
—Lo que tienes que hacer ahora es disfrutar de tu premio.
—Lo he pensado, pero me da miedo irme y no querer volver.
—Miedo, nada. Es tu sueño. Hazlo.
—No sé qué hacer. En mi trabajo me dieron otra oportunidad, y he estado ahorrando bastante gracias a mi sueldo. Si pido más vacaciones, seguro que me las conceden, pero aún así dudo.
—Pues no lo pienses más. Pídelas, organiza tu viaje y márchate. Cuando llegue el momento, decides si vuelves o no. Pero si no lo haces, te quedarás con la duda.
Cora reflexionó, sin dar una respuesta definitiva.
Mientras tanto
Eros estaba en casa de sus padres cuando llegó Dylan. Habían quedado para almorzar juntos con la familia. Dylan echaba de menos su infancia: las calles del barrio, los niños corriendo con bicicletas... Pasaron el rato poniéndose al día. Su madre, feliz de verlo, insistió en que se quedara.
—Dylan, hijo mío, qué feliz me hace verte aquí. Espero que decidas quedarte.
—Madre, no lo descarto, pero primero tengo que organizar mi vida. Después, tal vez vuelva por más tiempo.
—Ojalá sea cierto.
Dylan disfrutó dos días con su familia, contándoles cómo era su vida en Canadá y los éxitos de sus negocios: dos restaurantes y un hotel en Londres que iban de maravilla.
Reencuentro con Ero
s
Después, Dylan visitó a Eros y su familia. Lo recibió Ágata, la madre de Eros, junto con Ryan, su hijo mayor, y los nietos.
—¡Dylan! Qué alegría verte. Pasa, Eros está bajando. ¡Cómo has cambiado!
—Gracias, Ágata, se hace lo que se puede. —Dylan sonrió mientras Eros bajaba con su mochila.
—¡Ey, hermano! Dame un abrazo. —Eros lo recibió con entusiasmo.
—Tanto tiempo sin vernos. Tu casa me trae nostalgia, y tu familia siempre es increíble.
Hablaron sobre el motivo del regreso de Dylan.
—Ya tengo una edad, y quiero sentar cabeza aquí, donde nací. Aunque se vive bien fuera de España, llevo diez años fuera y echo de menos la familia. Mi socio no volverá a corto plazo, pero yo sí. Además, estoy pensando en abrir un negocio aquí, algo diferente, algo con gancho.
Eros lo animó y, entre recuerdos de su infancia y proyectos futuros, pasaron el día recorriendo los lugares donde habían crecido. Terminaron sentados en una terraza junto al paseo marítimo, recordando, soñando y disfrutando de la vida.
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