capitulo 19
Después de un rato de charla y de ponerse al día sin alteraciones, se marcharon a casa de Cora. Él solo planeaba dejarla y marcharse, pero ella lo invitó a pasar. Una vez dentro, se suponía que estarían en familia, tranquilos, pero la gente no dejaba de llegar para preguntar por Cora. Sus padres les ofrecieron un aperitivo. Entre los presentes estaban los padres de Dylan, su hermana mayor con su esposo y sus dos niños, los hermanos de Cora, además de Bianca y Sami. Cuando Dylan entró, se llevó una sorpresa al ver a tanta gente.
—¡Cora, qué alegría! Dame dos besos —dijo Cris, la madre de Dylan.
—Hola, señora Cris.
Todos empezaron a besarla y abrazarla. Luego pasaron al comedor, donde Cora estuvo hablando con su hermano Ryan y después con Renne, la hermana de Dylan. Los niños le hacían preguntas como si hubiera resucitado, lo que la hizo reír. Con paciencia, les explicó lo que le había pasado. Los pequeños la escuchaban atentos, casi sin parpadear.
Poco a poco, la casa comenzó a despejarse. Todos se marcharon, excepto Dylan. No quería irse; necesitaba besarla, pero sabía que no podía hacerlo hasta que ella diera el primer paso.
—¿Tienes que volver a Canadá? —le preguntó Eros a Dylan.
—De momento no. Quiero quedarme aquí el mayor tiempo posible y ver qué sucede, cómo pasan las semanas. Lo bueno es que Sam ya no se interpondrá.
—¿En serio? ¿Qué ha pasado?
—Cuando salíamos del hospital apareció y vino a comer con nosotros. Durante la comida, tu hermana dejó muy claro que su relación había terminado y que no volvería con él.
—No sé qué se piensa ese gilipollas después de lo que le hizo a mi hermana.
—Ya no habrá problema con él.
—Bueno, te dejo, que mi hermana vendrá y querrá despedirse de ti.
—¿Dónde vas?
—Me voy arriba. Os dejo solos.
—¿Te vas, hermano?
—Sí, oye, se me olvidaba: toma, esto es tuyo.
—¡Ostras! ¿Me has comprado un móvil?
—El tuyo estaba hecho una porquería.
—Gracias —dijo Cora mientras se acercaba a su hermano, le daba un beso y lo veía marcharse.
—Bueno, yo también debería irme —dijo Dylan.
—Espera, yo también me voy. —Cora se despidió de sus padres y de su hermana Cleo. Luego salió con Dylan.
—¿Te acompaño a casa?
—No sé... debería coger el coche.
—Yo, en tu lugar, esperaría un poco. O al menos no conduciría sola.
—Tienes razón. Esperaré. Me voy contigo.
Dylan la dejó en su casa. Ella se despidió con un beso en la mejilla. Él suspiró en el coche mientras la veía bajar. Sentía que todo empezaba a ser como antes.
Ya en su casa, Cora encendió su nuevo móvil, introdujo su tarjeta de memoria y, sentada en la mesa de la cocina, empezó a revisar todos sus archivos y mensajes de meses atrás. Miró la fecha actual: primeros de junio. Era increíble. Abrió los mensajes de Cristen, luego los de Sandy, los de su hermano y, por último, los de Dylan. Pero no lograba recordar todo al cien por cien. Cerró los mensajes y fue a la galería. Respiró profundamente antes de abrirla.
Había fotos de sus sobrinos, de bodas en las que había estado con sus tartas, imágenes de lugares, personas y muchos momentos. Al llegar a las fotos con Dylan, las observó una por una: ellos cogidos de la mano, riéndose, casi besándose. Algunas fotos habían sido tomadas por su hermano y su amiga Bianca. Cora se alegró al notar que su hermano y Bianca pasaban tiempo juntos, según las imágenes.
Siguió viendo fotos. Había cientos de los últimos dos meses. Llegó a las del viaje. En sus ojos se notaba el brillo de felicidad. Aunque no recordaba del todo, las imágenes le transmitían algo especial. Exhausta, se tumbó en la cama, intentando recordar cómo habría sido todo. Cerró los ojos y una imagen del viaje, de ellos dos casi besándose, vino a su mente. Con esa imagen, se quedó dormida.
---
Pasaron los días. Cora apenas salía de casa, pero un día sintió la necesidad de llamar a Dylan.
El teléfono de Dylan sonó.
—Hola, ¿dime?
—Hola... —Ella guardó silencio unos segundos.
—¿Cora? ¿Te pasa algo?
—No, nada. Déjalo.
—Cora, dime, ¿quieres que vaya?
—Sí, necesito verte.
—Voy. No tardo nada.
Dylan no se esperaba esas palabras de ella.
---
Quince minutos después, tocaron la puerta.
—Hola, pasa. ¡Qué rápido!
—¿Estás bien? —preguntó Dylan mientras cerraba la puerta, acercándose lentamente para darle un beso en la mejilla.
—Sí, es que no quería estar sola y solo pensé en ti. Perdón si te he hecho venir.
—Para nada. A mí también me apetecía verte.
—Pasa. Es temprano. ¿Quieres desayunar?
—Vale.
Durante el desayuno, hablaron y se pusieron al día. Cora empezó a recordar pequeños fragmentos de su vida y, poco a poco, fue reconstruyendo sus emociones.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro