—Aparca ahí mismo, por favor. Estoy de los nervios.

—Y yo, pero intentemos mantener la calma. Las prisas no son buenas.

—Buenas tardes, ¿ha llegado una paciente en ambulancia? —preguntó Eros en la recepción del hospital.

—Déjeme revisar… ¿Cora Serna Bennett?

—Sí, es ella, es mi hermana. ¿Podemos verla?

—Un momento, llamaré al doctor.

Esperaron durante lo que pareció ser la media hora más larga de sus vidas. Mientras tanto, Eros llamó a sus padres y hermanos, al igual que Dylan. Poco a poco todos fueron llegando: algunos antes de que el doctor saliera a hablar con ellos y otros después.

—Eros, hijo, ¿se sabe algo de tu hermana? —preguntó su madre, preocupada.

—Nada todavía —respondió él con la cabeza agachada.

—¿Familiares de Cora? —dijo finalmente el doctor al salir. Todos se levantaron: los padres y hermanos de Cora, Dylan, su madre y algunas amigas que también habían acudido.

—Sí, bueno, yo soy su hermano directo y ellos son nuestros padres —dijo Eros, tratando de mantener la compostura.

—Perfecto, por aquí, por favor.

El doctor los guió a una sala y les explicó:
—Cora ha sido operada de urgencia. Sin embargo, tuvimos un inconveniente: su cerebro estaba sometido a un estrés excesivo, y para evitar complicaciones mayores, tuvimos que inducirle un coma reversible. En el accidente recibió un fuerte golpe en la cabeza que causó una lesión postraumática.

—¿Cómo? ¿No había otra solución? —preguntó Ágata, la madre de Cora, con angustia.

—No, lamentablemente no. Esta era la única manera de aliviar la presión en su cerebro y garantizar su supervivencia. Es un coma controlado; intentamos mantenerla sedada y estable.

—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó el padre de Cora, con los ojos llenos de preocupación.

—Por ahora, debemos esperar. El coma será temporal, pero necesitamos que pase este tiempo crítico. Cuando sea posible, podrán visitarla. Hablarle le hará bien, pero hoy debe descansar sola.

La tensión era palpable. Dylan, Eros y el padre de Cora se llevaban las manos a la cabeza, completamente desolados. Nadie quería irse; todos deseaban verla despierta, aunque sabían que era imposible.

Pasaron ocho horas hasta que los padres de Dylan decidieron marcharse, asegurándoles que estarían disponibles las 24 horas para cualquier emergencia. Los hermanos de Cora se turnaban para permanecer cerca, aunque el doctor insistía en que descansaran, asegurándoles que el personal médico estaba pendiente de ella en todo momento.

Dylan visitaba a Cora todos los días. Le hablaba con ternura sobre los dos meses que llevaban juntos, de lo felices que habían sido al reencontrarse y cómo enamorarse de ella había sido lo mejor de su vida. Bianca, una amiga cercana, también le contaba anécdotas para mantenerla conectada al mundo.

Cuatro días después, Dylan tuvo que regresar a Canadá, aunque lo hizo a regañadientes. Fueron los días más difíciles de su vida. Llamaba a Eros una vez al día para saber cómo estaba Cora, aunque no había novedades. Antes de partir, Dylan dejó todo solucionado en el negocio y habló con su socio, Joel, explicándole que no sabía cuándo regresaría, pues debía estar al lado de Cora cuando despertara. Joel comprendió perfectamente y le dio todo su apoyo.