capitulo 15
Ya había llegado el jueves, y Dylan tenía que marcharse. Cora, por su parte, no podía hacerlo tan pronto como deseaba, ya que no tenía el pasaporte listo, y este era obligatorio para entrar a Canadá. Dylan pasó tres días allí antes de regresar a Almería. No permanecieron mucho tiempo más en la ciudad, ya que ambos se preparaban para marcharse juntos definitivamente.
Cora estaba ultimando los detalles para su viaje. Ambos ansiaban reencontrarse, deseando los besos, las caricias y la conexión que compartían. Al llegar Dylan a su casa, le avisó para encontrarse e irse juntos. Cora aparcó su coche cerca de la vivienda de Dylan. Mientras bajaba del vehículo, vio algo que la dejó helada: Dylan estaba discutiendo con alguien. Aunque no alcanzó a escuchar las palabras, el lenguaje corporal era claro. De repente, esa persona —Dakota— se giró hacia Dylan y, sin previo aviso, lo besó con fuerza.
—¿Esa es Dakota? —pensó Cora en voz alta—. No puede ser. ¡Qué hace aquí! ¡Hija de puta! Va y lo besa... ¡Qué asco de gente! No lo entiendo.
Cora se quedó paralizada, pero no vio como Dylan rechazaba a Dakota.
—¿Se puede saber qué coño haces aquí? —le espetó Dylan, visiblemente molesto—. No quiero verte ni en pintura.
—¿Cómo puedes venir a Almería y no avisarme? ¿Es que ya no te importa nada de lo que tuvimos?
—Olvídate de mí, Dakota. Te casaste, ¿no? Pues disfruta de tu vida. Yo ya no formo parte de ella. No vuelvas a buscarme.
—Uy, me ha parecido ver a Cora por ahí... —dijo Dakota, con malicia.
—¿Dónde? ¡Joder! ¡Lárgate ya!
Dakota se marchó finalmente, pero había logrado su objetivo: sembrar el caos. Desde que se enteró de la relación entre Dylan y Cora, su intención había sido arruinarla.
—¿Dylan, eres tú? —preguntó su madre al verlo entrar en casa.
—Sí, mamá, soy yo. ¿Sabes qué hacía esta mujer por aquí?
—No tengo idea. Sólo estuvo dos minutos. Cuando vio que no estabas, se marchó. Es una impresentable.
—Ahora vuelvo, mamá. Necesito localizar a Eros.
Dylan llamó rápidamente a su amigo.
—¿Qué pasa, Dylan?
—Necesito que vengas a mi casa, es urgente. Te lo explico aquí.
—Voy ahora mismo.
Cuando Eros llegó, Dylan le relató lo sucedido. Explicó que Dakota lo había sorprendido y besado sin su consentimiento. Fue un instante desafortunado, justo cuando Cora lo vio.
Mientras tanto, Cora conducía, reviviendo la escena en su mente.
—Quizás debería haberme esperado y preguntarle... Seguro que esa bruja lo besó a propósito. Pero después de todo lo que he pasado, no puedo con esto. Necesito relajarme —se dijo, intentando calmarse.
De pronto, un camión que se saltó un stop impactó contra su coche. Su pequeño Audi A1 salió dando vueltas de campana hasta detenerse destrozado en la carretera. La ambulancia llegó rápidamente y la trasladó al hospital. Recogieron sus pertenencias para intentar contactar con algún familiar.
—¡Dios mío, necesito localizarla! —exclamó Eros, desesperado.
—Lo sé, tranquilo, no nos desesperemos —intentó calmarlo Dylan.
—¡No lo entiendes, Dylan!
—¿Qué es lo que no entiendo?
—Mira, Dylan, te contaré algo que quizás debí decirte antes. Hace años, cuando te marchaste, mi hermana quedó destrozada. Al principio no lo entendía, pero un día lo vi claro. Encontré una libreta suya en la que había escrito sobre ti, sobre cuánto te quería. No te imaginas lo mal que lo pasó. Hubo un tiempo en que necesitó medicación para dormir, tenía pesadillas constantes... Pero con el tiempo, logró superarlo.
Dylan lo escuchó, devastado.
—No tenía idea de que sentía eso por mí. La veía como a tu hermana, aunque debo admitir que en algún momento me llegó a gustar. Ahora entiendo tantas cosas...
Dos horas después, el teléfono de Eros sonó.
—¿Sí?
—¿Hablo con Eros Serna?
—Sí, soy yo.
—Le llamo del hospital. Su hermana ha sufrido un accidente. Está estable, pero es mejor que venga cuanto antes.
—¡Dylan, al hospital! Mi hermana está allí.
—¿Cómo? ¿Qué te dijeron?
—Nada más. Nos lo explicarán allí. Por favor, que esté bien...
—Dios mío, ojalá...
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