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capitulo 13

Tras dejar las maletas en el hotel, Dylan y Cora bajaron a explorar Estocolmo. A medida que caminaban por las calles, Cora no podía ocultar su fascinación. Las fachadas de los edificios, el ambiente tranquilo y organizado de la ciudad, y la impecable presentación de las pastelerías que encontraban en su camino la tenían completamente maravillada. Todo aquello parecía estar hecho a su medida.

—¿Qué te parece si damos un paseo por Gamla Stan? —sugirió Dylan, refiriéndose al casco antiguo de Estocolmo.
—¡Por supuesto! Aunque no sé si podré dejar de mirar todas estas vitrinas de tartas —dijo Cora, con una risa nerviosa mientras señalaba una pastelería llena de delicias decoradas con precisión casi artística.

Dylan la observaba con atención, disfrutando cada reacción de Cora. La emoción en sus ojos, la manera en que se detenía en cada escaparate, y esa sonrisa espontánea que surgía cuando algo la sorprendía. Era evidente que aquella ciudad la hacía soñar.

Se acercó poco a poco a ella mientras le decía todo lo que le gustaba de ella y la besó. Dieron un paseo agradable agarrados de la mano, se pararon bajo un árbol precioso y, después de un momento continuaron andando. Él la abrazó por la cintura, se paró de nuevo para besarla mientras contemplaban el paisaje y, se miraban sonriendo.

Al llegar al hotel la tensión entre ellos se hacía palpable, en el ascensor, el ambiente se volvía más cálido, como si el aire se densificara. Sus miradas lo decían todo, deseaban fundirse en uno.

Ella anhelaba sentirlo entre sus brazos, y él, aunque algo nervioso tomo su mano con suavidad, esperando su reacción. Ella también lo deseaba, y al besarlo, el sabor de sus labios la atrapó en un remolino de pasión.

Él la acercó a la pared del ascensor, la alzó a horcajadas y le apartó el cabello para besar su cuello, cuando el ascensor llegó a su planta, sin soltarla la llevó hasta la habitación. Tropezaron en el camino, lo que provocó una risa compartida que hizo aliviar la tensión. Entraron en la habitación, un espacio amplio con una luz tenue, perfecta para la intimidad.

Él la dejó sobre la cama, se quitó la chaqueta y las deportivas, luego le retiró su abrigo, y volvió a besarla, se despojaron suavemente de sus ropas sin dejar de besarse. Él acariciaba cada centímetro de su piel, y ella arqueaba la espalda al sentir el roce de sus manos, la excitación entre ellos era evidente y el deseo mutuo los envolvia.

Cuando finalmente él se deshizo de su ropa interior, besó sus muslos suavemente. Ambos se levantaron y continuaron explorando sus cuerpos desnudos. Después de saborearla por completo, ella tomó la iniciativa y se colocó sobre él, jugando con sus movimientos sin llegar aún a la penetración. Él respondía acariciando su piel con delicadeza.

La alzó en brazos y la sentó encima de una cajonera, abriéndole las piernas con cuidado. Se posicionó, iniciando movimientos suaves que pronto se tomaron más intensos. Probaron distintas posturas antes de terminar acurrucados bajo la sábanas. Él acariciaba cada parte se su cuerpo mientras respiraba su aroma único, algo con lo que había soñado y superaba todas sus expectativas. Ella disfruta con cada roze, incapaz de imaginar que alguien pudiera hacerle sentir de esa manera.

Más tarde ella se levantó para ir al baño y decidió darse una ducha, al regresar envuelta en una toalla Dylan se despertó.

—¿Te has despertado? —preguntó ella.

—No pasa nada, ya era hora, aunque por mi... —Dylan la miró con una sonrisa traviesa.

Cora se sonrojó.
—Me desperté y me apetecía darme una ducha, no quise hacer ruido pero con el baño en la habitación era difícil.

—Yo me quería duchar contigo... Y si me das un beso, no te vistas.

—¿Cómo?

—Lo que oíste. Tendrás que acostumbrarte. Soy muy fogoso y tú me vuelves loco.

Se besaron y, está vez, hicieron el amor bajo el agua. Después se ducharon juntos y bajaron al restaurante del hotel.

—¿Qué vas a pedir? —preguntó mientras ojeaba la carta.

—Poca cosa, no tengo mucha hambre.

—¿Te apetece vino?

—No soy de beber, a eso tendrás que acostumbrarte.

—Sin problema, bebe lo que te apetezca.

Dylan sonrió y tras unos minutos le pregunto algo.
—Tengo una curiosidad ¿Cómo se te ocurrió hacer tartas con flores?

Cora sonrió con nostalgia.
—Fue curioso. Tenía unos nueve años cuando quise preparar una tarta para el cumpleaños de mi hermano, estaba haciendo la masa, mi madre me ayudaba de vez en cuando, pero ya sabes, a esa edad una se cree muy mayor. Sin querer golpeé un jarrón y algunas flores cayeron dentro, saque las hojas de las flores rapido, pero la tarta tenía un sabor diferente, muy bueno. Dentro quedó una flor. No sabía si tirar la tarta, pero nos la comimos, sorprendentemente todos las degustaron, incluso preguntaron donde la compramos.

Dylan lo escuchaba fascinado mientras ella continuaba.
—Con el tiempo, empecé a leer sobre plantas comestibles. Estudié biología botánica, aunque nunca ejercí. Preferí la repostería. Al experimentar con otras flores, descubrí un mundo increíble, así fue como di con las esencias.

—Eres increíble. Espontánea, única y eso me vuelve loco.

—¿En serio?

—No lo dudes

La conversación se volvió más profunda.
—Y tú, ¿Por qué decidiste irte de España? —preguntó ella.

—Es una historia larga, hay cosas que no me gusta contar porque son desagradables.

—Puedes intentarlo conmigo

Él suspiró antes de continuar.

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