capitulo 12
Pasaron los días y aquella semana se volvió especialmente significativa para Cora. Cada vez estaba más cómoda con Dylan, y aquel nerviosismo que sentía antes había desaparecido, quizás porque ya habían aclarado ciertos temas importantes entre ellos. La semana transcurrió con una fluidez sorprendente, llena de actividades que les hicieron desconectar por completo del mundo. Los días parecían volar y, al llegar el fin de semana, las emociones alcanzaron su punto máximo.
Ese fin de semana decidieron probar algo completamente nuevo: hacer parapente. Aunque a Cora le costó decidirse, su hermano logró convencerla. Fueron los cuatro, y la experiencia fue inolvidable para todos. Sentir la adrenalina al estar suspendidos en el aire fue algo que no olvidarán. Pasaron la noche en un bungaló y, al amanecer, exploraron las hermosas calas de Almería mientras practicaban paddle surf. Fue un fin de semana intenso, lleno de risas y momentos compartidos que quedarán grabados en sus memorias. Para cerrar con broche de oro, Dylan había reservado dos horas en un spa. Allí, entre charlas y recuerdos de infancia, se relajaron completamente. Las bromas y las anécdotas de aquellos años parecían no tener fin, y las risas resonaban en cada rincón del lugar.
—Bueno, a todo esto, Eros, no olvides que el fin de semana que viene tenemos otra ruta programada —dijo Dylan, sonriendo.
—Es cierto, menos mal que me lo recuerdas.
—¿Y eso? —preguntó Cora, intrigada—. ¿Qué plan tienes ahora?
—Pues quiero ir a las Cuevas de Sorbas. ¿Te gusta la idea?
—A mí sí —intervino Bianca, emocionada.
—Estás muy activo últimamente, hermano —comentó Cora con tono de broma.
—Hay que aprovechar la vida mientras podamos —respondió Eros con una carcajada.
—No te lo discuto, pero al menos déjanos descansar. Aunque no me quejo, el spa me ha dejado como nuevo. Estoy tan relajado que creo que podría dormirme aquí mismo —confesó Dylan.
Mientras tanto, Dylan aprovechó un momento a solas con Eros para afinar detalles de lo que realmente ocurriría el próximo fin de semana.
—Todo está saliendo bien hasta ahora. Espero que aguantes el secreto —dijo Dylan con una sonrisa cómplice.
—No sé cómo lo haces, Dylan. Yo soy pésimo para mentir, y más con Cora, que parece adivinarlo todo.
—Tranquilo, no es una mentira, es una sorpresa. Piensa que es por algo bueno —aseguró Dylan, intentando calmarlo.
Entonces, Eros recordó algo.
—Oye, ¿no te ibas a Canadá este martes?
—Se suponía que sí, pero tengo claro que debo volver. Allí tengo mi casa y mi negocio, pero… por ahora quiero aprovechar este tiempo con Cora. Este fin de semana será crucial. Tengo que hablar con ella y decirle lo que siento. Me aterra la idea de que diga que no, pero necesito hacerlo.
Eros asintió, comprendiendo la importancia del momento.
—Conociendo a mi hermana, no puedo garantizarte nada. Ella es impredecible, pero sé que si siente lo mismo que tú, no rechazará la oportunidad de estar contigo.
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Dylan preparó todo con dedicación para aquel fin de semana. Aunque solo serían tres días, quería que fueran especiales. Había planeado un viaje a Estocolmo, un lugar que sabía que significaba mucho para Cora por su pasión por las tartas decorativas. A través de sus contactos, Dylan había conseguido acceso a uno de los mejores sitios para degustar tartas en la ciudad. Además, tenía la esperanza de que Cora pudiera inspirarse y confirmar lo talentosa que era en su oficio.
El día del viaje llegó, y Eros se encargó de llevar a Cora al aeropuerto. La llamada para coordinar todo fue breve pero efectiva:
—Cora, no te preocupes por el coche. Te recojo yo con Bianca. Prepárate ropa para varios días y algo de abrigo.
—¿Cómo que ropa para varios días? ¡No cuelgues! —protestó Cora, pero Eros ya había terminado la llamada.
—A saber qué tienen planeado ahora —refunfuñó Cora mientras preparaba sus cosas, algo frustrada por las intrigas.
Eros y Bianca recogieron a Cora y la llevaron al aeropuerto, mientras ella intentaba descubrir de qué se trataba todo.
—¿Me puedes decir dónde me llevas? ¿Y por qué vamos por esta carretera? —insistió.
—Cora, ya basta. Es una sorpresa. Habla con Dylan cuando llegues —respondió Eros, nervioso por su incapacidad para guardar secretos.
Al llegar al aeropuerto, Dylan ya los esperaba.
—Buenos días, preciosa —dijo con una sonrisa tranquila.
—¿Puedes explicarme todo esto? —preguntó Cora, confundida pero algo emocionada.
—Solo quiero darte una sorpresa. ¿Confías en mí?
—Bueno, vamos a la aventura —respondió finalmente Cora, aceptando la propuesta con cierto nerviosismo.
Una vez en el avión, Cora se relajó poco a poco. Aunque el vuelo le resultaba incómodo al principio, Dylan logró calmarla con caricias y dulces palabras. Al llegar a Estocolmo, la emoción de Cora fue evidente.
—¿En serio? ¿Sabes lo que este lugar significa para mí? —exclamó al descubrir su destino.
—Por supuesto. Sabía que este lugar te inspiraría —respondió Dylan, abrazándola con ternura.
El viaje apenas comenzaba, pero en esos momentos, Cora comprendió cuánto significaba Dylan para ella. Aunque las dudas sobre el futuro seguían presentes, la certeza de que sus sentimientos eran mutuos la hacía sentirse más segura que nunca.
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