capitulo 11
Dylan quería hablar con Eros sin que su hermana se enterara, así que quedaron después de comer en una cafetería apartada de su zona habitual.
Sonó el teléfono:
—¿Dime, Dylan?
—Buenos días. ¿Puedes hablar? ¿Estás solo?
—Sí, dime.
—¿Podemos quedar después de comer para tomar un café?
—Vale. ¿Dónde nos vemos?
—¿Qué te parece en un sitio tranquilo? Donde siempre.
—De acuerdo, hasta luego.
Poco después de hablar con Eros, el teléfono de Dylan volvió a sonar.
—¿Dime, preciosa?
—Hola. Todavía me suena raro escucharte llamarme así.
—¿Por qué?
—Nada, cosas mías. ¿Qué haces esta tarde?
—Pues la tengo un poco complicada. Voy a ayudar a mi madre con unas cosas, pero luego estaré libre.
—Bueno, entonces hablamos después, ¿vale?
—Si quieres, te llamo yo.
—Vale, hasta luego.
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Por la tarde, Dylan quedó con Eros en la cafetería.
—Bueno, Dylan, aquí estamos. ¿Qué querías comentarme?
—Quiero prepararle una sorpresa a tu hermana. Estoy pensando en llevarla a Estocolmo. Espera, no digas nada aún, y menos pongas esa cara. Es uno de los mejores lugares del mundo para tartas de boda decoradas. Creo que le encantaría. Además, veo cómo trabaja con tanto esmero y pasión, pero también noto cómo se le apaga esa chispa en la mirada cuando termina un proyecto y no tiene otro en camino. Creo que esto le daría inspiración y felicidad. ¿Qué opinas?
Eros tomó un sorbo de café antes de responder.
—Conociéndola, las sorpresas no son su punto fuerte, especialmente si no sabe de qué se trata. Pero te aseguro que, una vez lo sepa, le encantará. Eso sí, prepárate para aguantar sus nervios mientras no lo descubra.
—Bueno, puedo lidiar con eso. Lo importante es que no salga corriendo cuando vea el avión.
—¿Cómo piensas llevártela al aeropuerto?
—He reservado un avión privado. Es pequeño, pero cómodo. Me deben un par de favores, así que lo tengo todo solucionado.
—¿Cuándo os iríais?
—El fin de semana que viene. Solo te pido que seas mi cómplice. Necesito que te asegures de que no haga planes con nadie y que seas tú quien la lleve al aeropuerto. Entraríais por la zona privada.
—¿¡Yo!? —exclamó Eros.
—Sí. Quiero que sea una sorpresa total.
—Bueno, lo intentaré.
—Solo es una semana. Dile que hemos quedado los cuatro el fin de semana y pon cualquier excusa para que no sospeche.
Tras terminar el café y conversar un poco más, se despidieron. Dylan revisó su reloj y decidió llamar a Cora, pero no obtuvo respuesta.
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Cora llegó a casa de Dylan y tocó la puerta. Fue su madre quien la recibió.
—Buenas tardes, Cora. Pasa. Dylan no está, pero si quieres puedes esperarlo aquí.
—¿No está? Qué raro… Bueno, me voy entonces.
—No, mujer, espera. Te prepararé un café, si te apetece. No creo que tarde mucho.
—Bueno, no rechazaré ese café.
Las dos se sentaron en el salón y empezaron a hablar. La madre de Dylan sacó un álbum de fotos de la infancia, y Cora se sorprendió al verse en algunas imágenes de hace más de trece años. Se sonrojó, recordando momentos de su adolescencia.
—Siempre me pareciste una niña muy buena, y se nota que sigues siéndolo. Mi hijo solo habla de ti. Creo que te quiere mucho. Y, si soy sincera, nunca lo había visto así mientras vivía en casa.
—Me alegra saberlo. Aunque debo decir que ahora nos estamos conociendo mejor. La adolescencia es muy diferente.
—Tienes razón. Pero como madre, digo lo que veo. Y también a ti te brillan los ojos cuando hablas de él.
Cora sonrió tímidamente.
—Es cierto. Siento cosas por él. Es muy bueno conmigo, y sí, me gusta, claro.
En ese momento, la puerta se abrió y ambas se quedaron calladas.
—Hola, Dylan. Pasa, estamos en el salón —dijo su madre.
—¿Estáis? Amor, ¿qué haces aquí? Te llamé, pero no me cogiste el teléfono.
—Como me dijiste que estarías ayudando a tu madre, vine a ver si habías terminado.
—¿Ayudándome? ¿Con qué?
—Sí, mamá. Dijiste que tenías que sacar las cajas del altillo. Me lo recordaste la semana pasada, ¿recuerdas?
Dylan reaccionó rápido para evitar que su mentira saliera a la luz.
—Cora, ¿te apetece dar un paseo?
Le dio un beso en la comisura de los labios, y ella asintió, aunque un poco confundida. Salieron juntos y caminaron por la orilla de la playa. A ella le encantaba pasear allí, y más con él, pero no podía quitarse de la cabeza lo extraño de su comportamiento.
De repente, él la abrazó por la cintura y la besó suavemente. Ella lo agarró por los brazos. Aunque le encantaba estar cerca de él, no podía evitar sentirse un poco nerviosa. Todavía no se acostumbraba a la idea de que su amor platónico la estuviera abrazando y besando.
—Te noto rara. ¿He dicho o hecho algo que te haya molestado? —preguntó Dylan.
—Solo un detalle. Por favor, no me llames más "cariño". —Lo dijo bajando la mirada.
—¿Te molesta? Lo siento si te ha incomodado.
—No es por ti. Es que me recuerda a alguien… No quiero revivir eso. Quiero que esto sea distinto. Además, quiero que nuestra relación se base en la confianza. Para mí, eso es lo más importante.
Dylan asintió con seriedad.
—Por supuesto. Nunca te voy a mentir, y no quiero hacerte daño. Siento algo muy fuerte por ti, como si el tiempo se detuviera cuando estoy contigo. Pero, si no sientes lo mismo…
—No es eso. —Cora lo agarró por los brazos y lo atrajo hacia ella—. Lo que siento por ti no lo he sentido nunca. Me suben mariposas por el estómago cuando te veo, me tiemblan las piernas y me sonrojo cuando me miras.
Se quedó en silencio un momento antes de continuar.
—Pero no quiero apresurarme. Estaba pensando en irme de viaje para desconectar, abrir mi propio negocio de tartas… pero ahora no sé si quiero irme.
Dylan sonrió, acariciándole el rostro.
—Podemos resolverlo juntos. Te ayudaré con lo que necesites.
Se miraron a los ojos mientras él la sujetaba suavemente por la cara. Lentamente, se acercaron y compartieron un beso lleno de ternura y promesas de futuro.
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