capitulo 10
Cora estaba entretenida. Dylan, en un comportamiento que casi parecía real, actuaba como si fueran pareja. En un momento, le apartó el cabello de la cara y le acarició la mano. Ella solo lo miraba, algo intrigada.
—Solo lo hago porque él está mirando. Así se le quitan las ideas si piensa que tiene alguna oportunidad —dijo Dylan, en un tono casual.
—Gracias por el favor. Si no, me imagino que sería un pesado toda la noche —respondió ella.
Sandy irrumpió alegremente en la conversación.
—Bueno, ha llegado el momento de sacar la tarta. Quiero agradecer a Cora, la chica que ha hecho realidad este sueño. Ahora, cuando la veáis, entenderéis por qué confié solo en ella.
El barman salió con la impresionante tarta. Los invitados, especialmente las mujeres, quedaron boquiabiertos ante los detalles. La base estaba sobre un soporte de cristal transparente, evocando la pureza de la novia. La tarta tenía cuatro pisos: los dos inferiores eran blancos y lisos, mientras que los superiores estaban decorados en color oro con un elegante encaje alrededor. Al cortar los novios la primera porción, una cascada de pequeñas bolas brillantes y comestibles comenzó a descender. Los murmullos de asombro se transformaron en aplausos. Poco después, comenzó el baile nupcial.
Dylan, con una sonrisa juguetona, le ofreció la mano a Cora.
—Señorita, ¿me concede este baile?
—Estaría encantada —respondió ella, con una sonrisa tímida.
Dylan la tomó por la cintura y poco a poco fue acortando la distancia entre ellos. Ella lo sujetaba con una mano en el hombro y la otra en su brazo. En un momento, él la miró con ternura, rozando su cuello con la nariz antes de besarla suavemente. Fue un beso dulce, pausado, que la tomó por sorpresa. Nerviosa, se apartó unos segundos después y decidió salir de la pista. Dylan regresó con su hermana, mientras Cora se dirigía al baño. Durante el resto de la velada, ella conversó con los padres de Dylan y con la pareja de su hermana, hasta que llegó el momento de despedirse.
—Cora, espera —dijo Dylan, deteniéndola cuando se disponía a marcharse—. ¿A dónde vas?
—A casa. Voy a esperar al autocar y recoger mis cosas.
—Espera, te acompaño. Yo llevo la llave.
Al llegar a la habitación, Dylan parecía algo alterado.
—¡Escúchame! —exclamó—. Podemos dormir aquí los dos. Yo me quedaré en el sillón. No hace falta que te vayas a estas horas. Y si fue por el beso, lo siento, te pido perdón.
—No hace falta que te disculpes. Me quedaré. Tampoco me apetece irme a esta hora y en un autocar.
Cora entró al baño con su bolso, se cambió, se quitó el maquillaje y salió con su pijama. Dylan ya se había quitado el traje y estaba con un pantalón corto.
—¿Te molesta si me quedo así? —preguntó, algo indeciso.
—No, no me molesta. Además, sería egoísta hacer que durmieras en el sofá teniendo una cama tan grande. No me importa compartirla, tú en ese lado y yo en este.
—Te tomo la palabra.
Antes de acostarse, Cora lo miró a los ojos y confesó:
—Dylan, el beso no me molestó. Al contrario, me gustó mucho, y eso es lo que me da miedo.
—¿Miedo? ¿A qué?
—A decepcionarme… a pasarlo mal otra vez.
—No haría nada para hacerte daño.
—Eso mismo pensé antes, y mira cómo acabé.
—Sabes que las comparaciones son odiosas, ¿verdad?
—Tienes razón… Me gustas mucho, Dylan. Pero quiero ir despacio, conocernos poco a poco, saber cómo somos realmente.
—Podemos ir despacio —respondió él, acercándose para darle un beso suave antes de apagar la luz.
A la mañana siguiente, desayunaron juntos, recordando anécdotas del pasado. Entre risas, Dylan evocó un episodio en Sierra Nevada en el que Eros y él acabaron siendo perseguidos por un grupo de chicas lanzándoles bolas de nieve.
—A tu hermano siempre se le ocurrían las mayores tonterías —comentó Cora entre risas—. Pero lo de esa excursión fue memorable.
Durante los días siguientes, comenzaron a verse con más frecuencia. Iban juntos a la playa, hacían senderismo, o salían en compañía de Eros y Bianca, quienes también estaban cada vez más unidos. Cora pospuso temporalmente un viaje que tenía planeado, sintiendo que no era el momento de irse. Además, su negocio de tartas comenzaba a despegar: desde la boda de Sandy, las reservas no paraban de llegar.
Cada novia quedaba más encantada con sus diseños, y el boca a boca empezaba a convertirla en una referencia en el mundo de las bodas. A pesar de las oportunidades, Cora se mantuvo cautelosa, evitando asistir a más eventos por miedo a "sorpresas", pero su creatividad seguía superando expectativas.
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