20. Exclusividad, no. Preferencia
¡Hola! Hoy dejo la nota al inicio porque este capítulo me da un poco de nervios por ser la primera vez que vemos como narradora a Stacy.
Espero que puedan ponerse en su lugar y recordar todo el daño y las desilusiones que pasó el año anterior. No olviden que nosotros vemos a menudo el interior de Bruno, pero ella no.
Felicidades a todas las que ganaron la dinámica de Instagram. Este capítulo está dedicado principalmente a cristinaamanda0 Fer_xx codigo25 leticiaMoran LauraP034 SilvanaClown
(Si alguien acertó la respuesta "Stacy" y no lo nombré aquí es porque no sé su usuario. Si es así, avísenme y lo arreglo)
Espero que les guste el capítulo y no olviden votar, por favor. ❤️
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—Stacy, despierta. —Los leves empujones de Brenda me obligan a abrir los ojos—. Stacy, debes ir al colegio.
—Ya... solo un poco más. —Me quejo. Giro para darle la espalda y me cubro con la sábana.
Su peso se siente sobre la cama, se ha agachado sobre mí y el suspiro que suelta me hace cosquillas en la nuca.
—¿A qué hora volviste a casa anoche?
—Tarde —contesto, somnolienta.
—Eso ya lo sé, mamá no está muy contenta. ¿Acaso Ricardo no tiene clases también hoy?
Reconozco ese tono de que algo no le agrada. No sé si se trate de él o de la situación. Lo cierto es que lo usa bastante últimamente, en especial cuando le hablo de chicos que no sean Bruno. No es capaz de ocultar su preferencia y debería saber que, de alguna forma, eso me causa una presión que prefiero no sentir.
Es gracioso que el año pasado usara este mismo tono para quejarse de que salía con Bruno, y ahora lo usa para quejarse cuando salgo con cualquiera que no sea él.
A veces no entiendo si Brenda es demasiado sobreprotectora conmigo o simplemente espera que los chicos con los que salgo sean tan perfectos como Lucas.
—No fue con Ricardo con quien estuve anoche, sino con su amigo, Matías. Y toma clases por la tarde, en la universidad.
—¿S-su amigo? —Pregunta, anonadada—. ¿Y Ricardo lo sabe?
—Sí, le da igual —me encojo de hombros. Me levanto y la hago a un lado, acto seguido, me dirijo al baño para lavarme la cara, y ella me sigue.
—Stacy, creo que es momento de hablar.
—¿Sobre qué? —Me echo agua en la cara y contengo un bostezo.
Comienza a tronarse los dedos como lo hace cada vez que se pone nerviosa.
—Si a ellos no les molesta que salgas con el otro, es porque ninguno de los dos te está tomando en serio —expresa, con mucho cuidado, como si eso fuera a lastimarme.
Suelto una risita adrede.
—Pues así debe ser, ya que yo tampoco lo hago.
—¿Y no crees que sería mejor centrarte en alguien para quien sí seas importante?
Paso la toalla por mi rostro y volteo a encararla, ya más despejada.
—¿Alguien como quién?
Sé la respuesta que tiene en la cabeza y no se lo voy a permitir.
—Bueno... ¿No te parece que fue muy lindo de parte de Bruno haber ido a tu presentación?
Otra vez lo nombra y ese cosquilleo de tristeza se extiende por todo mi cuerpo.
Por supuesto que me pareció muy dulce que haya asistido, me llenó de esa esperanza que me invade cada vez que me presta atención. Pero no es real, lo sé. Es un espejismo en el que no puedo caer porque, si lo hago, me romperá de nuevo.
Bruno siempre termina lastimándome.
—Brenda, es muy temprano para hablar de él —me defiendo, rogándole con la mirada.
Me saco la ropa y me meto a la ducha, esperando que eso la desaliente en sus intentos por convencerme. Ella se recuesta contra el vidrio una vez que lo cierro.
—De hecho —Me habla desde afuera—, debo contarte algo que ocurrió cuando estaba sentado a mi lado durante la presentación. Un chico escribió a tu celular y él leyó lo que había puesto.
—¿Y?
Abro la ducha, buscando que el agua fría termine por despertarme del todo.
—¿Cómo que "y"? —Se altera un poco y levanta la voz, para hablar por encima del sonido de las gotas que caen contra mi cuerpo—. Podría haber descubierto todo, pero pensó que era mi celular, así que le hice creer que soy yo quien está saliendo con alguien más.
¿Qué?
—¿Por qué hiciste eso?
—Porque no quiero que se arruine lo que tienes... lo que podrías tener con él —se corrige—. Y lo peor es que se lo dirá a Lucas, sé que lo hará. —Se oye llena de frustración—. Le pedí que me dé un tiempo, así que necesito que hables con él cuanto antes y le expliques la verdad.
—Brenda, espera. —Cierro la ducha de golpe y abro la mampara—. En primer lugar, no te pedí que hicieras eso por mí. Yo no tengo nada que explicarle a Bruno, porque no es mi novio. Además, ¿por qué te preocupa que Lucas se pueda enterar?
No contesta, pero me ruega con la mirada. Está muerta de preocupación por lo que él pueda pensar.
—No quiero lastimarlo —expresa luego de unos segundos.
—Es que no tiene por qué afectarle... Tiene novia, ¿recuerdas? Además, no tienes porqué guardarle fidelidad a alguien que no es tu novio —intento explicarle—. Mucho menos cuando él no lo está haciendo.
—No es que yo esté siendo "fiel" a Lucas —se defiende—. Es solo que no me interesa estar con nadie más y no me gustaría que piense algo que no es verdad. Stacy, por favor, habla con Bruno. Estoy segura de que les va a servir para entenderse mejor.
Yo entiendo bien a Bruno y sus intenciones, él es quien nunca me ha entendido a mí.
Los ojos de mi hermana me siguen suplicando que arregle este embrollo en el que ella me ha metido, solo porque espera que Bruno y yo volvamos a formalizar una relación que siempre fue una mentira.
Frunzo los labios mientras lo considero, porque, aunque no lo admitiré en voz alta, también me llena de nervios pensar en hablar con él sobre nosotros.
—Está bien. —Termino cediendo—. Lo haré, pero solo por ti, no porque crea que tengo que hacerlo.
—Gracias. —Ella se abraza a mi cuello y a los pocos segundos se aparta de nuevo contenta—. Algo bueno saldrá de esto, no olvides que él se está esforzando por ti.
Sí, claro, así como pensé que lo hacía el año pasado.
Me limito a sonreírle y volver a mi ducha. Estoy empezando a pensar que no tiene sentido intentar que Brenda entienda lo que pasa entre Bruno y yo. No cree en un acercamiento entre un chico y una chica que no implique una relación tan estable como la que ella tenía.
Compruebo mi celular una vez que termino de vestirme. Tengo unos cuantos mensajes de Matías, diciendo lo bien que pasó conmigo y haciendo insinuaciones sobre que le habría gustado terminar la noche en su departamento.
Lo dejo en visto y guardo de nuevo el aparato. Es muy guapo y todo, pero no voy a tener mi primera vez con él. Al menos Ricardo respeta el hecho de que prefiero esperar y no se ha sobrepasado conmigo en ninguna de nuestras salidas.
Detesto cuando los chicos comienzan a presionar para tener relaciones, porque detona de nuevo ese monólogo interno en el que una parte de mí sabe que todo sería más sencillo ahora si me hubiera entregado a Bruno cuando él me lo pidió, y la otra parte siente alivio de no haberlo hecho. Cada vez que me pongo a pensar en eso, mi conclusión termina siendo la misma: De todos modos, me habría engañado con Priscila.
Me fijo en su chat, no me ha escrito desde la tarde anterior, lo cual es raro, en especial por esa insistencia que había mostrado para vernos.
"Buenos días :)". Le escribo, acompañando el mensaje con una foto de esas que le encantan, con el cabello mojado.
Bajo a desayunar y pasan al menos diez minutos hasta que vuelvo a fijarme.
Me ha leído, pero no ha contestado. No parece estar muy comunicativo esta mañana, así que no insisto. Cuando Bruno está de mal humor, se puede poner insoportable, así que es mejor ignorarlo también.
La jornada escolar pasa aburrida como siempre. Mis amigas y yo estamos juntas en el recreo, cuando una chica de último curso viene a nuestro encuentro.
—Stacy, necesito hablar contigo —me llama y, al instante, me jala hasta quedar tras un árbol.
—¿Qué ocurre? —Le pregunto, a pesar de que ya tengo una idea de lo que quiere decirme. Últimamente solo hablamos de eso.
—Me pediste que te cuente cuando vuelva a encontrar a tu ex en ese club nocturno, ¿recuerdas?
Por supuesto que lo recuerdo, solo no esperaba que fuera tan pronto.
¿Dos veces en esta semana?
Ella extrae su celular, busca algo y me lo acerca.
—Es él, ¿verdad?
Asiento al ver una foto de Bruno afuera de ese club de mala muerte en el que ella ya lo había visto hace unos días. Y luego Brenda piensa que él me toma en serio, que las cosas entre nosotros podrían funcionar.
Si supiera los sitios a los que acude a buscar mujeres.
—Será mejor que evites ese lugar tan horrible —le aconsejo.
Ella se encoje de hombros.
—Las cosas que hago por mi novio DJ. —Me hace un guiño—. ¿Quieres que vuelva a avisarte si lo veo?
—No es necesario. —Fuerzo una sonrisa, le agradezco y me retiro.
Apenas terminan las clases, busco a Tadeo y voy con él a su departamento. Invitamos a Diego y nos quedamos charlando entre los tres en la sala, hasta que los chicos comienzan a aparecer.
Francis llega hablando por teléfono muy contento, aparentemente con Samantha, así que nos saluda desde lejos y no tarda en meterse a su habitación. Lucas ingresa un momento después, al ver a Diego la rabia parece instalarse en sus ojos, nos saluda con un gruñido (lo cual no es propio de él) y también se encierra enseguida. Por último, Bruno vuelve al menos media hora después. No disimula la sorpresa cuando me ve, nos saluda al paso y va directo a su cuarto.
Me disculpo con los chicos y me muevo hasta ahí. Le doy dos golpes a la puerta y espero, pero no responde. Hago un nuevo intento y me acerco a la madera, recostando mi oreja contra esta. Solo se escucha el suave murmullo del agua corriendo.
De todos modos, ingreso y encuentro su habitación vacía. La puerta del baño está entreabierta, así que me siento en la cama y espero a que termine su ducha.
El lugar es un desastre, hay ropa tirada a un lado y muchas cosas fuera de su sitio. Su notebook está sobre la cama, encendida y con la aplicación de música abierta, pero sin que nada se reproduzca en ella.
Imagino que tardará en salir, puesto que acaba de empezar, por lo que ocupo el tiempo ordenando un poco. Doblo las ropas y las apilo sobre una silla, acomodo algunos cuadernos de la universidad, un libro que tiene varias hojas estropeadas y unos cuantos apuntes hechos a lo loco.
Bruno no cambia. Puede verse más maduro ahora, pero sigue siendo el mismo desinteresado de siempre. Para él, nada en su vida merece ser tomado en serio.
Abro un cajón para guardar algunas cosas y encuentro una pequeña libreta que le había obsequiado el año pasado, cuando cumplimos un mes de novios. Una sonrisa tonta se escapa al ver que él todavía la guarda. Muevo la tapa rosada llena de brillantinas y lo primero que veo es una foto de nosotros dos. En esta se aprecia mi sonrisa enorme e ingenua, mis brazos rodeando el suyo como si fuera lo más valioso en mi vida, y su expresión de falsa alegría.
En ese momento, yo le creía todo, ciegamente.
El sonido de la puerta al terminar de abrirse llama mi atención, pero no giro el rostro para verlo, lo mantengo quieto sobre el viejo obsequio, mirando ahora las páginas siguientes donde le escribí todo lo que sentía por él.
Todo lo que aún siento, aunque de manera distinta.
—¿Qué haces aquí? —Su voz suena distante, así como estuvo todo el día y no sé por qué.
—Hay algo que debo decirte —contesto—. ¿No querías hablarme tú también?
Escucho que empieza a vestirse a mis espaldas, por lo que continúo mirando las cosas tan dulces y tontas que están escritas con mi letra y que probablemente él ni siquiera ha leído.
—Eso fue ayer. Hoy ya no tiene sentido.
¿En verdad se enojó porque no acepté verlo anoche? Lo peor es que hubiera preferido salir con él antes que ver a Matías, pero ya había marcado esa cita y suspenderla por Bruno sería continuar poniéndolo como primera opción, y ya me prometí dejar de hacerlo.
—¿Por qué no? —Insisto.
—Porque sería un estúpido.
Suelo un suave bufido que queda opacado por el sonido del cierre de su pantalón al subirse.
—¿Acaso no lo eres siempre, Bruno?
—Eso parece —responde a secas.
Definitivamente está de mal humor y ahora debo hacerle saber que estoy viéndome con otros. Genial, con el carácter que tiene.
De todos modos, no puede reclamarme sobre eso.
—Bien, si no quieres hablar, entonces yo lo haré —expreso, volteando hacia él. Está vestido de la cintura para abajo, pero aún no se puso la remera y no puedo evitar tragar saliva al ver su torso marcado. Los tatuajes que cubren casi todo su pecho y parte de su brazo izquierdo siempre me han vuelto loca. Estoy segura de haberme ruborizado. Por fortuna, él no me está mirando, busca algo en su placar y está evitando prestarme atención, así que lo presiono un poco—. ¿Puedes venir a sentarte a mi lado?
—No lo haré.
—Bruno, no seas terco —insisto—, esto es importante.
—También lo que quería decirte anoche.
¿Qué pasa con él?
—Bien, te dejaré solo con tu mal humor en un minuto. —Me resigno a dejar de insistir en hacerlo entrar en razón—. Pero antes debes escuchar lo que vine a decirte, porque no quiero que te quedes con la idea equivocada. El mensaje que viste el día de mi presentación estaba en mi celular, no en el de Brenda —lo suelto—. Era para mí.
Ni siquiera tendría que estar explicándole esto si fuera lo suficientemente detallista como para haberlo notado.
Se lleva una mano a la cabeza y se aprieta los cabellos, suspirando con pesadumbre.
—Mierda... Debí suponerlo luego de verte con ese tipo.
¿Cómo...?
—¿Verme? —Repito, perpleja.
—Anoche —confirma—. Fui a buscarte a tu casa y los vi juntos. ¿Quién diablos es, Stacy? ¿Te gusta?
¿Por eso estuvo tan distante hoy?
—¿Acaso estás celoso?
Suelto un bufido. No solo me molesta que me haya espiado, sino que no tiene derecho a reclamarme.
—Responde mi pregunta. —Se queja.
—No tengo por qué hacerlo. ¿Acaso importa?
Gira para verme, molesto, y se acerca a prisa, quedando a menos de un metro en solo segundos.
—Importa, porque si él te gusta, cambia todo.
—No cambia nada, Bruno. —Me levanto, quedando más a su altura—. Y no tengo por qué darte explicaciones sobre con quién salgo. Tú y yo no somos exclusivos.
Mi declaración parece molestarle, a pesar de que estoy diciendo la verdad. Bruno es tan posesivo que no puede soportar que vea a otros, aunque él no tiene reparos en hacer lo mismo.
Se deja caer sentado en la cama y se toma de la cabeza con ambas manos. Cualquiera que no lo conociera tan bien como lo hago yo, pensaría que está dolido.
—Ya entiendo... Me estás cobrando lo del año pasado. —Lo oigo susurrar.
—No digas tonterías.
Me pongo en cuclillas y coloco mis manos sobre las suyas, haciéndole caricias. Él levanta un poco la cabeza y encuentra fácilmente sus ojos con los míos. Están casi vacíos.
—Entonces ¿por qué lo haces?
Me duele ver su expresión de profunda decepción, aunque una parte de mí sabe que no es dolor lo que siente, es el golpe en su orgullo al descubrir que no soy suya, como creía. Le molesta saber que la niña que se moría por él hasta el punto de pelear con su hermana o sus amigas por defenderlo se ha quedado atrás.
Lo que en realidad le afecta es saber que ahora yo también puedo jugar su juego, que puedo involucrarme con alguien sin permitir que mis sentimientos me dominen, como lo ha hecho él siempre.
—No te comportes como si tú no estuvieras viendo a nadie más.
—No lo hago.
—Deja de mentir. —Me cruzo de brazos y lo miro con severidad.
—¡Mierda, Stacy! —Se levanta y se aparta, perdiendo la calma—. ¡No he estado con nadie desde que me dejaste!
Me duele. Duele mucho que me siga mintiendo, siendo que hace poco me dejó en ese bar para ir tras alguien más solo porque le dije que no iría a dormir con él. Duele que intente manipularme de esa manera.
—No voy a creerte eso, ya no soy una tonta.
Es que piensa que no me entero de nada.
—¡Esto es una mierda! —expresa con rabia. Se mueve hacia la salida sin agregar nada más, no sin antes tirar al suelo los cuadernos que acomodé sobre su mesa.
Apenas sale me supera el llanto y me cubro los ojos con ambas manos. Bruno siempre consigue debilitarme así, cada cosa que dice o hace me afecta de una manera diferente, me lastima más que lo que pueda hacer cualquier otro chico con el que salgo.
Por eso no puedo ni voy a permitir que me endulce los oídos como lo ha hecho siempre.
No hemos vuelto a hablar desde la tarde anterior. Él parece continuar molesto y yo no voy a buscarlo y hacerle creer que lleva la razón en esto.
Vuelvo a comprobar mis chats durante la clase. Tengo mensajes de Matías, Ricardo, Tadeo e incluso mi amigo Malcom, pero ninguno de Bruno. Al cabo de un momento me percato de que estoy revisando todo el tiempo mi celular, como una tonta, sin que nada ocurra; así que intento olvidarme de él.
Eric me busca al salir del colegio y me lleva a la clase de ballet. Lo noto un poco callado durante el camino y no sé si se debe a que está con muchas cosas en la cabeza, debido a la reapertura del bar que será dentro de poco, o algo lo está preocupando. Lo cierto es que últimamente cuida mucho sus palabras cada vez que me quiere hablar de un tema en específico, en especial si se trata de chicos, y desde que vio a Bruno en mi presentación, el otro día, sé que quiere conversar sobre eso, pero no se ha animado a hacerlo.
Algo me hace pensar que lo hará cuando venga a recogerme de nuevo. Sin embargo, cuando termina la clase y compruebo mi celular, encuentro un mensaje suyo diciendo que no vendrá a recogerme porque "alguien" fue a casa a buscarme, así que quedaron en que este se ocuparía.
No entiendo a quién se refiere hasta que mis amigas y yo cruzamos la puerta de salida y entonces lo veo. Bruno está recostado contra una columna, esperándome, y mi corazón da un vuelco al entender que ha venido por mí.
Algunas de las chicas que están conmigo no tienen reparo en mirarlo mientras se despiden, aunque él tiene sus ojos puestos en los míos cuando me detengo delante.
—Pensé que estabas molesto.
—Lo estoy, pero también quiero que hablemos —voltea en dirección a su camioneta y lo sigo hasta ella.
Enciende el motor apenas nos acomodamos y no tarda en mover el vehículo. No cambia su cara de pocos amigos y estoy segura de que pasan muchas cosas por su cabeza.
—Estuve pensándolo y decidí que haremos las cosas a tu manera —expresa, sin despegar sus ojos de la calle.
—¿A mi manera?
—Sí, no puedo forzarte a confiar en mí. Así que, lo que sea que quieras que tengamos, lo aceptaré mientras tanto.
Suelto un pequeño bufido. Es obvio que yo tenía razón. Bruno no quiere nada serio, y esto lo comprueba.
—Bien, será lo justo para ambos —me encojo de hombros—. Cada uno hará lo que quiera, sin esperar nada del otro.
Por primera vez, estaremos en igualdad de condiciones. Él puede ver a quien le dé la gana y yo también.
—No será justo porque yo no estaré con ninguna chica —escupe las palabras con rabia.
Ruedo los ojos. Otra vez intenta ilusionarme con palabras vacías.
Si no fuera justo, él no lo aceptaría. Bruno jamás se pondría en desventaja.
A pesar de que ya lo hemos aclarado, su humor no mejora durante el camino a casa. Maneja en silencio, ni siquiera pone rock como siempre y no me mira. Esperar que me dé la mano ya es demasiado, sus muestras de cariño han sido siempre, como mucho, sonrisas.
Detiene el auto afuera de casa. Está tan callado que creo que se despedirá y se irá, pero lo invito a pasar de todos modos.
—¿No tienes que verte con ese tipo? —Pregunta, de mala gana.
Está tan celoso que ni siquiera puede disimularlo.
—Si tuviera que hacerlo, no te invitaría —contesto y me apresuro a cambiar de tema—. Podemos ver una película y luego comer algo.
Asiente y entramos. Me espera en la sala mientras subo a darme una ducha y ponerme algo más cómodo. Cuando bajo, noto que no ha mejorado su mal humor. Me siento a su lado, dispuesta a cambiar eso, así que enredo mis dedos entre los suyos. Él acepta mi contacto, suspira profundo y, para mi sorpresa, recuesta su cabeza hasta casi tocar la mía.
Me arrimo hasta alcanzar su boca y compartimos un beso dulce, algo tímido al comienzo. Cierro mis ojos y me dejo llevar un poco más, apreciando sus labios que abrazan los míos en movimientos envolventes. Quiero aferrarme a él, pero intento contener las ganas que surgen luego de haber pasado un día entero enojados. Mi mano libre se acomoda sobre su abdomen, aferrando despacio la tela de su remera. La presión de su brazo tras mi espalda hace que me pegue a su cuerpo en cuestión de segundos y me llene de su cercanía, su aroma masculino que me incita a pasar una mano tras su nuca y atraerlo todavía más.
Aunque me duela aceptarlo, sus besos me hacen sentir algo totalmente distinto a los que comparto con Ricardo, Matías o cualquier otro. Hacen vibrar mi cuerpo entero y aprietan muy dentro de mi pecho. No importa cuánto lo bese, siempre quiero más. Y siempre queda ese vacío al final, que me recuerda que sentir todo esto por él no me llevará a ningún lado.
Termino por apartarme cuando empieza a doler tanto que mis ojos amenazan con escocer. Como siempre, debo fingir que me da igual, que no he experimentado todas estas sensaciones que siento cuando estoy con él, que Bruno ya no me produce nada.
Su mano está puesta sobre mi mejilla y aunque yo me he apartado, él no lo hace. No deja de mirarme a los ojos y acariciar mi piel.
—No soy el mismo que te hizo daño el año pasado —susurra, cerca de mis labios.
—Bruno, yo también cambié.
—Lo sé, lo acepto y me gustas de todos modos. —A pesar de su respuesta, sus ojos lucen tristes, mientras prosigue—. Lo que no sé es si alguna vez vas a aceptar a la persona en la que me he convertido, y no lo sabré si no me arriesgo. Por eso no te voy a presionar, pero tampoco quiero tener que verte con otros, así que pondré una condición.
¿Por qué me hace todo más difícil?
—No es jus...
—Será justo, lo prometo —me interrumpe. Toma mis piernas y las cruza sobre las suyas, atrayéndome más con el brazo que tiene sobre mi espalda—. No me has visto ni me verás con otra, así que espero tampoco tener que hacerlo yo. No llevaré al departamento a las chicas con las que dices que salgo, ni irán a mis conciertos. Entonces, te pido lo mismo. No los traigas aquí, que tus amigos y familia solo me vean a mí, que ellos no vayan a tus presentaciones de ballet.
No puedo evitar sonreír a pesar de lo idiota y posesivo que está siendo, como siempre.
—Eso sería casi como que fuéramos exclusivos —me quejo.
—No, no te pido exclusividad, te pido preferencia. Voy a demostrarte quién soy ahora.
Mi corazón se aprieta y me recuesto contra su pecho, escondiendo mi rostro en su cuello para que no vea que me estoy aguantando el llanto. Susurro un "está bien" y él me deja un beso en la frente, en respuesta.
¿Estoy haciendo bien en darle esta "preferencia"?
No sé en qué me estoy metiendo, pero cuando se trata de Bruno no puedo evitarlo. Solo espero que no vuelva a ser yo quien salga lastimada.
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