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18. Bésala

El susto me tiene en un estado de alerta que me obliga a sortear cada obstáculo que pueda haber en el camino. Nada me debe desviar de llegar cuanto antes para saber algo más sobre ella.

De repente, el calor de una mano se siente sobre la que tengo puesta en la palanca de cambio. Es Brenda, está intentando que su contacto me haga sentir mejor. Mis ojos se desvían por un segundo hacia ella y, al encontrarse nuestras miradas, aprieta sus dedos como para darme fuerzas.

Ni siquiera sé cómo llegó aquí o qué hacía en nuestra grabación, pero su presencia genera en mí diferentes clases de sentimientos, algunos positivos y otros que solo empeoran la situación en la que me encuentro.

Minutos después, llegamos al sanatorio. Ambos estamos tan consternados que ninguno dice nada. Me dispongo a correr a la recepción para averiguar los datos necesarios, pero ella sujeta mi brazo.

—Habitación cuatrocientos cuatro —revela. Probablemente se lo haya preguntado a papá durante el camino.

Asiento y ambos nos metemos al ascensor, donde marco el cuarto piso antes de recostarme contra la helada pared de metal y dejar caer mi cabeza hacia atrás.

—¿Qué diablos habrá pasado? —susurro—. Sus análisis estaban bien.

No entiendo.

Ella no contesta, debe pensar que son preguntas retóricas, pero en realidad necesito entender y sé que ella ve a Gloria a diario, incluso más que yo.

—¿Sabes si estuvo sintiéndose mal en la oficina alguno de estos días? —Insisto. Otra vez me contesta el silencio. Me fijo en ella y está evitando mi mirada, así que alzo un poco más la voz—. Allen.

Se sacude la cabeza, pero sigue sin animarse a verme.

—Solo esperemos a saber qué dice el médico —sentencia.

La conozco. Su evasiva me demuestra que está escondiendo algo y eso intensifica mis nervios.

Seguimos la secuencia de habitaciones hasta divisar a papá, quien nos espera junto al tío Patrick. Los dos lucen preocupados.

—¿Qué ocurrió? —Pregunto apenas llegamos.

El primero es quien da un paso adelante y me lo explica:

—Gloria se ha descompensado y la han ingresado de urgencia.

¿Urgencia?

—¿Puedo verla?

—No, hijo. Debemos esperar a que la estabilicen y probablemente no nos permitan verla hoy. —Él se acerca más, me coloca una mano sobre el hombro y me hace una leve caricia.

—Pero ¿qué fue lo que ocurrió?

No puede ser que se descompense de un momento a otro si nunca tuvo problemas de salud.

Mi padrino se levanta con seriedad y se dirige a nosotros.

—Vayan a dar una vuelta, yo se lo explicaré.

Conozco ese tono de voz. Se lo escuché las veces en que lo vi hablar con clientes cuyos casos son muy complicados o imposibles de ganar. Me va a dar una mala noticia, lo sé. En especial por ser él quien me la diga. Sé que papá siempre le confía las situaciones en las que él mismo no se atreve a hablarme debido a la relación tan conflictiva que tuvimos siempre.

—Quiero quedarme —Me sorprendo al escuchar a Brenda pronunciarse.

Mi padrino le muestra una mirada de dudas, como si le preguntara si está segura de su decisión, y ella asiente, convencida.

—Yo me voy —anuncia papá—. Estoy seguro de que me va a culpar de todo y prefiero evitar peleas.

Me mantengo en silencio, intentando prepararme mentalmente para lo que podría estar viniendo. Mi pecho empieza a apretar, como si vaticinara el golpe que creo que voy a recibir. Papá se va, así que tío Patrick y yo nos quedamos a solas con Brenda.

—Mira —él se sienta y nos pide con un gesto que nos ubiquemos a su lado—, sabes que Gloria siempre te ha sobreprotegido y ha procurado evitarte todo el dolor posible, por eso no te ha hab...

—¿Qué es? —Lo interrumpo. No soy un maldito cliente al que tengan que suavizarle todo—. Ve al grano.

Él suspira y la mirada que le lanza a Brenda, como pidiéndole ayuda, me recuerda a las que me dedica Sam cada vez que se siente en problemas. Entonces se arma de valor y contesta:

—Ella está luchando contra un cáncer que se ha vuelto muy agresivo.

Todo mi cuerpo se tensa en un escalofrío que me recorre entero y comienza a carcomer mi pecho. No sé cómo pude pensar que podría prepararme para esto. El aturdimiento da paso al instante a un intenso vacío que me llena de lágrimas los ojos.

Otro golpe, otra vez. No sé cuánto más pueda soportar.

—¿Desde cuándo? —Pregunto, intentando no dejarme derrotar por el dolor.

—Desde el año pasado.

—Pero, me dijo...

—Te mintió —susurra el otro—. No quería angustiarte antes de tiempo.

¿Antes de tiempo? ¿Qué demonios? ¡Nunca van a dejar de tratarme como si fuera de cristal!

Adrede dejo escapar un bufido de intensa frustración.

—Y ustedes lo sabían —acuso, apretando los puños—. ¡Mi padre lo sabía y me lo ocultó!

No se equivocó al pensar que lo culparía a él más que al resto. Aunque enseguida recuerdo que no es el único que siempre me ha tratado así. Entonces giro mi rostro, cargado de enojo, hacia ella.

—¿Tú también?

Brenda mueve la cabeza de arriba abajo, sin poder ocultar su arrepentimiento.

—Lucas... —Mi padrino intenta calmarme, pero no se lo permito.

—Quiero estar solo.

Me alejo a grandes pasos. No puedo soportar un minuto más ahí, sabiendo que me siguen tratando como si fuera un niño.

No soy tan débil. No tienen por qué ocultarme cosas por miedo a lastimarme.

Encuentro un asiento en el pasillo contiguo, detrás de un pilar, donde me ubico para que no me encuentren. Agacho la cabeza y la dejo oculta entre mis brazos apretados contra ella.

Gloria está enferma.

No quiero pensar en lo que podría pasar. No cuando se trata de ella, que es como una madre para mí.

Entre más intento contener los pensamientos negativos, más me doy cuenta de que me resulta imposible. Estoy molesto, frustrado. Me carcome la impotencia al saber que no hay nada que pueda hacer mientras una de las personas más importantes en mi vida está en una situación tan delicada.

Siento una figura acomodarse con delicadeza a mi lado, sus dedos se cuelan entre mis cabellos y su tacto me hace abrir los ojos.

—Estaba buscándote —su voz es dulce y suave al hablarme. Ella también está sentida, pero eso no calma mi enojo.

—Por algo me alejé, Brenda.

Sus dedos detienen el ritmo sobre mi cabeza, denotando el efecto de mis palabras en ella.

—Lucas, sé que estás enojado, pero esto no es culpa de nadie. —Me coloca una mano sobre la rodilla, pero hago un movimiento para cortar el contacto—. Te estás dejando llevar por el rencor —insiste, creyendo que sus palabras me hacen bien, pero me causan el efecto contrario.

Me levanto, recobrando la rabia.

—¿Cómo esperas que no lo haga? ¿Acaso no ves que todo está saliendo mal?

—Eso no es verdad.

—¡Lo es! ¡Se arruina todo lo que pensé que tenía ganado! Jamás creí que Gloria estuviera enferma o que tú... —Me callo de golpe, sin poder ocultar mi dolor.

...Que tú me ibas a dejar.

Volteo y salgo de ahí antes de decir alguna estupidez. Vuelvo delante de la habitación de Gloria y me siento en una silla del grupo que está al otro lado del pasillo, para no sentarme con los demás.

Solo puedo esperar que ella mejore.

Brenda vuelve y se ubica junto a papá y tío Patrick. Ninguno de los tres se vuelve a acercar a mí, hasta que mi padrino se pone de pie y me avisa que irá a descansar porque deberá ocuparse de abrir la oficina temprano. Se despide dándole un beso a mi cabeza y palmeándome el hombro, pero yo me limito a hacerle un gesto con la mano, para dejar claro que no voy a disculpar tan fácilmente el hecho de que todos me hayan mentido.

Papá normalmente es muy reservado, pero ha aprendido a desenvolverse bien cuando está con Brenda. A pesar de que ella siempre lo ha tratado con respeto y se cohíbe bastante delante de él, no puedo evitar notar la familiaridad con la que se tratan, de un tiempo a esta parte. Incluso ahora que ella y yo ya no estamos juntos, los veo hablando muy en confianza.

Es irónico que ella se lleve mejor con papá de lo que siempre lo he hecho yo. En parte sé que se debe a que él la considera una persona muy responsable, madura y trabajadora, por eso siempre le gustó para mí.

Se están demorando en darnos un reporte, nadie sale a decirnos nada, aunque no lo sé con precisión porque ni siquiera recuerdo a qué hora llegamos. Papá baja a la cafetería y vuelve con sándwiches de verduras. Me acerca uno y lo rechazo de forma seca, así que no me dice nada más.

No podría comer en estos momentos.

Tiempo después, el médico sale al fin a dar noticias: Han logrado estabilizar a Gloria y la situación crítica ha pasado.

¡Gracias al cielo!

Gloria está bien, aunque deberá quedarse a pasar lo que resta de la noche y no podremos verla.

Los tres nos sentimos tan aliviados al oír aquello, que no dejo de sonreír ni siquiera cuando Brenda me abraza de lado.

—¿Ves que todo irá mejor? —Papá me despeina el cabello con un gesto de complicidad—. Ya es hora de ir a descansar, mañana vendré temprano. Ustedes dos tienen que asistir a la universidad.

—No voy a ir a clases —le contesto—. Estaré aquí también.

Él hace un gesto de cansancio, pero no se opone. Creo que, se ha resignado a que nunca le haré caso. Se despide de nosotros y ambos subimos a mi camioneta.

—Gracias por llevarme a casa —susurra Brenda cuando pongo el motor en marcha.

No le contesto y me mantengo así durante gran parte del camino; cuando expresa que está agradecida de que Gloria se encuentre bien y cuando dice que todavía tiene hambre.

Desvío unas cuadras y me meto en la fila para pedidos desde el auto de un local de comida rápida que es uno de sus favoritos. Solo hay un cliente por delante de nosotros, así que apenas llegamos a la caseta que toma los pedidos, me giro hacia ella y, a pesar de que no le digo nada, entiende al instante.

—Quiero un combo de hamburguesa con queso cheddar —me dice.

Sé que siempre pide eso, pero me niego a demostrarle que me acuerdo de cada detalle.

Le transmito la orden a la cajera y le paso el dinero, ignorando el que Brenda está intentando alcanzarme.

—¿Tú no vas a comer nada? —me pregunta ella.

Niego con la cabeza y, de nuevo, no le dirijo la palabra.

Retiramos su comida y me agradece por pagarla, pero no empieza a comer. Al ver que, de nuevo, la dejé hablando sola, se pronuncia:

—Sé que estás enojado conmigo porque piensas que te oculté lo de Gloria. —La vuelvo a ignorar, esta vez para provocarla, así que se queja—: Vamos, Lucas, te conozco.

Suelto un bufido.

—Piensas que soy un fracasado y no lo soy, así que no digas que me conoces.

Tiene razón en que eso es lo que me molesta, pero no le voy a dar el gusto de aceptarlo.

Mis palabras parecen haberla afectado. Se queda callada por unos segundos, probablemente sin saber cómo rebatirlas, hasta que vuelve a hablar.

—Cuando me enteré sobre su enfermedad, tú y yo, ya no estábamos juntos. A diferencia de lo que piensas, no te mentí ni te oculté nada mientras éramos novios. Además, fue algo que ella me contó en confidencia y tuve que respetar su deseo de esconderlo —dicho esto, se calla por unos segundos más, hasta que vuelve a hablar en susurros: —No fue fácil para mí ocultarte esto.

Desenvuelve su hamburguesa y comienza a comerla. Sabe que eso que ha dicho bastará para ablandarme. Odio admitirlo, pero lo consigue, en especial cuando acerca una de sus papas fritas a mi boca, como lo habría hecho antes en una situación similar.

No quiero aceptarla, no quiero que sepa que me tiene comiendo de su mano, literalmente. Aun así, mi boca se abre sin poder evitarlo y recibo el trozo de comida que me pasa.

Percibo que eso le saca una sonrisa, no una de victoria como habría esperado, sino de alivio al entender que me he apaciguado.

Brenda no quiere estar mal conmigo y cada vez me cuesta más a mí hacerlo, pero no encuentro otra manera de alejarla.

Cuando llegamos a su casa me percato de que me ha dado más de la mitad de su caja de papas fritas y ella parece muy satisfecha con eso. Se baja del auto con una sonrisa tan linda que me da ganas de bajar tras ella y acompañarla a la entrada como lo hice siempre. Creo que espera que lo haga, porque se queda unos segundos atajando la puerta y, al ver que no me muevo, su sonrisa se debilita.

—Nos vemos —susurra. Está a punto de cerrar, cuando parece recordar algo y agrega—: Felicidades por grabar tu primera canción.

—Gracias. —Sin ser capaz de contenerme, me inclino hacia ella por dentro del auto, lo cual es estúpido porque ya se ha bajado y está como a un metro de mí. Eso la hace sonreír con más ganas, se arrima sobre el asiento y alcanza mi mejilla con su boca.

¿Cómo puede ser que con un contacto tan sencillo como este me haga sentir tanto?

A la mañana siguiente, vuelvo al sanatorio para ver a Gloria. Ella ya está despierta y cuido de no abrazarla con tanta fuerza apenas entro a su habitación, porque el médico dijo que continúa algo débil. Tampoco le reclamo que me haya ocultado su enfermedad, aunque se asegura de pedirme disculpas de todos modos. Al cabo de una hora de insistirme que no pierda las clases por ella, me despido y me voy a la universidad, solo para darle el gusto.

Durante la mañana no puedo dejar de pensar en Brenda, en los minutos que compartimos en la vinoteca de la casa de Sam, uno tan cerca del otro; y en la noche anterior, en su manera de estar atenta a mí cuando estaba tan preocupado, en su hermosa sonrisa cuando las cosas salieron bien.

No he dejado de sentir siquiera un poco de este amor, y eso me enoja y me aterra al mismo tiempo. ¿Cómo puede ser que siga pendiente de alguien que me trató de la forma en que lo hizo ella? ¿Y si no soy capaz de olvidarla?

Me contento con no verla en los días siguientes. No nos cruzamos ni una sola vez en casa de Gloria, quien no tarda en volver ahí con la ayuda de una enfermera que se queda a cuidarla. Una vez que mi canción comienza a sonar en la radio, le llevo una copia para que la escuche y ella se pone muy contenta.

—Estoy muy orgullosa de ti, mi niño —me dice, al tiempo en que me da un abrazo.

Ella sabe que "Como un loco" es una canción muy especial para mí, porque la escribí inspirándome en mi tiempo de rebeldía, hace dos años, cuando peor me llevaba con papá debido a que casi me expulsaron del colegio.

—¿Cómo van las cosas con mi niña? —Suelta la pregunta como si fuera algo casual.

Cuando usa el término, sé que se refiere a Brenda. Nunca había llamado a nadie así antes de ella, ni siquiera a Sam. Y hasta ahora no me ha preguntado por Lía. Aun así, me hago el tonto y finjo que entiendo que se refiere a ella.

—Muy bien —le contesto—. Todavía no hemos formalizado nada, pero estamos avanzando. El único problema es que continúa llevándose mal con Sam y ella no deja de reclamarme al respecto.

—No estoy hablando de esa chica —me aclara enseguida—. Sino de mi niña Brenda.

—"Esa chica" se llama Lía.

Evito responder lo de Brenda a propósito y me muestro serio.

—Ya me enteré de lo que hizo Lía en el cumpleaños de Samantha —me muestra una mirada de reproche, a pesar de sonreír—. Y no pienses que Brenda me lo contó. Samantha misma me lo dijo cuando vino a visitarme ayer y me exigió que hable contigo sobre eso.

—Solo ignórala. —Le pido, pasando ambas manos por mi rostro.

—No es Sam quien me preocupa, sino tú.

Me levanto, intentando evadir la conversación porque creo saber hacia dónde la está llevando.

—Yo estoy bien, Gloria. —Levanto una de sus manos y le doy un beso—. Escucha la canción y luego me dices qué te pareció. Nos vemos mañana.

Me muevo con rapidez hacia la salida, pero sus palabras me detienen:

—Mi niña sigue enamorada de ti.

Un escalofrío me recorre la columna y los hombros. Giro de nuevo a encararla, me recuesto contra la pared y me cruzo de brazos.

—¿Acaso olvidas que fue ella quien me dejó?

—No, pero eso no cambia lo que siente por ti; al contrario, demuestra que te cuida incluso más de lo que yo creía.

Dejo escapar un bufido, porque sus palabras me han estremecido el interior.

—No entiendo a qué te refieres.

—No espero que lo hagas, solo quiero que confíes en mis palabras: Brenda aún te ama.

No sé si es por lo que dice o por el hecho de ser ella quien lo expresa, pero consigue que mis ojos comiencen a arder.

Justamente porque soy consciente de cuánto aprecia a Brenda, nunca le conté que me llamó fracasado, y no tengo idea de qué le habrá dicho ella al respecto. Solo sé que Gloria está equivocada.

—¿Te ha dicho por qué terminó conmigo?

Ella no asiente ni niega, pero piensa unos segundos antes de volver a hablar.

—Conozco bien esa razón.

Es probable que Brenda le haya dicho alguna excusa que se aleja de la realidad y por eso cree que todavía me quiere.

—Lo siento, Gloria, pero no estoy de acuerdo contigo y te estás recuperando todavía, así que tampoco quiero discutir al respecto.

—No vamos a discutir, mi niño. —Me muestra una de sus sonrisas de complacencia—. De hecho, hay una manera en que puedes comprobar que lo que digo es verdad.

Me rasco la cabeza y desvío la mirada, empezando a sentir cómo los nervios se propagan por mi cuerpo. No le creo y, a pesar de eso, un atisbo de esperanza consigue colarse en mi pecho.

—¿Cuál?

Tarda en contestar, tanto, que termino encontrando mis ojos con los suyos, lleno de expectativas. Ella me hace un guiño y al instante propone algo que me sacude por completo:

—Bésala.

Llegada la noche, los chicos y yo estamos deambulando por la sala, tomando y hablando sobre lo rápido que nuestra primera canción ha despegado en los principales rankings. Estoy seguro de que gran parte de ese logro se debe a la difusión que estamos teniendo gracias al apoyo de Whatever.

Es que todo lo que Oliver comparte con sus fans se vuelve tendencia en cuestión de horas.

Tampoco voy a sacarle crédito a Musageta o a la labor tan profesional que está llevando a cabo el equipo de Melania. Es una tarea conjunta, nosotros estamos aprendiendo a amoldarnos a sus exigencias y ella cumple en no coartarnos la libertad de decisión. Después de todo, son nuestras canciones y les tenemos a cada una un cariño especial que los demás no serían capaces de entender.

A pesar del dolor que me causa la enfermedad de Gloria, mientras ella siga luchando puedo intentar mantener una actitud más positiva y enfocarme en todo lo que está saliendo bien.

Me siento al lado de Fran en el sofá y le coloco una mano en la rodilla.

—¿Cómo van las cosas con Sam?

—Mejor de lo que ella cree —afirma y los dos reímos—. Sigue resistiéndose, pero pronto verá que soy lo mejor que podría pasarle.

—Sabes que no puedes lastimarla, ¿no?

No quiero jugar al mejor amigo sobreprotector, pero prefiero que lo tenga presente.

—Lo sé, no tienes que preocuparte por eso. Cuando voy en serio, soy otro.

Le sonrío en respuesta y saco mi celular que acaba de empezar a sonar. El nombre de Lía figura en la pantalla y no puedo evitar rodar los ojos.

—¿Qué hay de ti? —Pregunta él, apuntando a la pantalla—. Esa no es la reacción de un hombre interesado en una chica.

Suelto un suspiro y bajo el móvil, dejando que se pierda su llamada como los últimos días.

No puedo evitarlo, con la enfermedad de Gloria sobre mis hombros, siento que ya no puedo permitirme lidiar con los caprichos de Lía.

En cierta forma Francis tiene razón, no me sentiría así, si tuviera un interés real en ella. Tenerla cerca no me ha servido de nada porque, de todos modos, no he podido dejar de pensar en Brenda.

A pesar de haberme negado a cumplir la petición de Gloria, su idea continúa rondándome la cabeza y aguando mi boca a cada rato.

¿Besarla? Una parte de mí se muere por hacerlo y la otra me ruega que tenga algo de dignidad.

Me excuso con Francis y voy a encerrarme en mi habitación para devolverle a Lía la llamada. Lo primero que hace es robarme la poca calma que tengo, con una queja porque aún no le he enviado la grabación de la canción para que la pueda poner como tono de llamada.

Definitivamente, esto no está resultando.

La interrumpo en una reacción impulsiva y sin ocultar mi cansancio:

—Lía, iré a verte ahora. Tenemos que hablar.


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Hagan sus apuestas: ¿Qué creen que Lucas tiene que decirle a Lía? 😜

¡Gracias por estar siempre, gracias, gracias, gracias!


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