Capítulo 13. Retratos perfectos.
Holaaaaa! Este es un pequeño aviso de que ya estoy retomando la escritura de este libro.
Besos y abrazos!
PD: La imagen del príncipe Felipe, a la que Carlos hace alusión en este capítulo, está en multimedia para el que no la haya visto.
Gracias por leer este libro, los amo.
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CAPÍTULO 13. RETRATOS PERFECTOS.
Su cabeza iba a explotar, estaba seguro de ello.
No sabía exactamente si había sido el dolor de su cabeza o el de sus músculos el que lo había despertado, pero entre esos dos haber vuelto a la realidad se había vuelto una tortura.
Lágrimas escapaban de sus ojos mientras se repetía en su cabeza que prefería estar muerto a soportar aquel insufrible dolor.
Poco a poco el zumbido de sus oídos se fue apagando, permitiéndole escuchar el mundo a su alrededor.
Un murmullo de agua se escuchaba a lo lejos. Era demasiado fuerte para pertenecer a un río así que intuyó que debía ser una cascada.
–¿Tu madre...? –escuchó una voz de mujer con un tono algo grave matizándola.
–Nuestra ––corrigió una segunda voz, se escuchaba masculina, alegre y juvenil, aunque estaba cargada de nerviosismo.
–Sí, sí, ¿Nuestra madre te habló antes de ellos?.
–Sí, sí lo hizo, pero no pensé que sería así...
–Claro, porque si los extraterrestres quieren destruir al universo, y todo lo que exista, es obvio que evitarlo será como brincar por un campo de margaritas, ¿No?... Es más, ¡Ni siquiera tenemos 18 años!, No, no, no, es más, ¡ni siquiera sé cuántos años tengo yo misma!
-20, tenemos 20 años... y calla que estoy pensando en algo.
-Lo siento, es solo que... ¿Ya escuchaste lo ridículo que tan solo se escucha todo esto?, es decir: somos la barrera entre los extraterrestres, que quieren destruir al universo con un libro, y el libro que los ayudará a hacerlo... Cuervos santos, esto va a ser un desastre.
-Sí, lo sé, Naara, pero estoy pensando en la solución y me distraes.
La chica torció los labios en un gesto de angustia. No podía dejar de ver los hechos actuales y sentirse en el fin del mundo. Antes no le importaba que todo acabara, pero ahora que se veía implicada en los sucesos y que podía hacer algo para detenerlo sentía el deber de hacer algo para evitarlo. Fuera como fuese.
–Vale, lo lamento... ¿En qué piensas?
–En una manera de acabar con esto...
Marco no quería abrir los ojos, hasta respirar era una tortura para él, ¡no quería hacer un mínimo esfuerzo aparte de ello! pero aun así se obligó a hacerlo: abrió los ojos con toda la poca fuerza que tenía y exigiéndose más se enderezó.
Estaban en el claro de algún bosque tropical.
Árboles de todos los tamaños y tipos formaban un círculo alrededor de la pequeña colina que formaba el terreno.
Una camioneta negra con el frente arruinado estaba junto a unas piedras al pie de la colina, y junto a ella estaban dos chicos.
La chica estaba parada junto al chico, quien estaba sentado en una roca. Ella estaba vestida de negro completamente con unas botas al estilo militar pero más estéticas... Y, ¡maldición!, era la chica más bonita que había visto en su vida, ¡y eso que también estaba incluyendo a Rosita!
En su cabeza lo único que sonó fue Mariana Froes cantando el estribillo de Girassois de Van Gogh "Tu tem uma cara de quem vai fuder minha vida e o seu olhar é um caminho sem saída e o ser corpo é um caminho sem saída" con su voz suave e ígnea.
Y es que su rostro le decía que jamás podría olvidarla y su mirada... Estaba seguro que cuando ella lo viera le taladraría el alma hasta dejarle marca de por vida.
El mundo desapareció para él mientras la observaba.
¿Por qué se le hacía tan bonita?
No era alta, que era como le gustaban, era muy pequeña y tan delgada que podría romperse con la ligera brisa que hacía.
No tenía grandes curvas ni mucha carne, al contrario, era casi plana y huesuda.
En resumen, era todo lo contrario a las de su tipo... Y aun así le parecía casi etérea.
Y es que esa pequeñez le causaba un instinto de protección y simplemente le daban ganas de abrazarla. Su complexión delgada hacía que la blusa que traía se le viera holgada, lo que le parecía sexy, además de que le daba un estilo rudo. No importaba que casi no tuviera curvas, sus pequeñas formas eran tan gráciles que parecían pinceladas de una perfecta obra minimalista.
Además de su rostro.
¡Dios! Su rostro definitivamente era bonito.
Era morena con un tono dorado.
Su piel resplandecía y no tenía ninguna marca de la adolescencia.
Tenía una nariz entre recta y respingona, y repleta de pecas.
Poseía unos pómulos un poco prominentes que creaban una sombra especial en sus mejillas y labios, de forma que le daban un aspecto de sonrisa entre tierna y cínica a sus labios curvados.
Su rostro con esa forma de gota de agua al revés, un poco redonda con una barbilla picudita, podría haber sido incluso infantil si no fuera por sus ojos y cejas,
Con sus cejas bastaba para verse malvada –tenían forma de cejas de villana de película–, pero sus ojos... ¡Sus ojos!
¿Cómo se le hacía para tener unos ojos así?
Su mirada, como ya hemos dicho, era intensa. Probablemente si ella volteaba a verlo en ese instante y lo descubría a él viéndola como estúpido, muy probablemente él sentiría que lo aplastaban toneladas de roca.
Y es que tenía de esas miradas que son pesadas y se sienten con vida propia, de esas que te hacen querer encogerte en tu lugar y pareciera que te gritaran "¡Hey, te estoy viendo!".
Además, el color de sus iris no ayudaba mucho, puesto que era de un verde tan oscuro con detalles dorados que impresionaba –así ella tuviera esa mirada o no–.
Pero lo que a él más le impresionó fue el vacío en ellos.
Era un vacío estremecedor, de esos que te hacen sentirte vacío incluso a ti mismo.
Su corazón se encogió al notarlo, era como si en ese vacío cargara penas y dolor –vaya la ironía–.
De pronto el mundo volvió a la normalidad, los alrededores se volvieron más nítidos, los sonidos comenzaron a escucharse, incluso el chico en la roca apareció.
Por cierto, ¿quién sería él?
Aunque era bastante diferente a la muchacha, tenía cierto aire de ella, él en definitiva era feo. Al menos bajo sus estándares.
Era demasiado alto y su complexión era ligeramente entrenada, su nariz era muy grande y aguileña, con muy pocas pecas, tenía extremidades bastante largas y tenía el pecho hundido con una casi imperceptible joroba en su espalda, como si hubiera permanecido con sus hombros hacia adelante toda su vida.
Sus ojos eran rasgados cómo los de un gato y eran pequeños, con un brillo vivaz y gracioso. Eran de un tono parecido al de la muchacha, pero más opaco y sin esos tonos dorados que daban vida al color.
Y aun así inspiraba un aire de confianza y alegría que lo impulsaba a querer levantarse e ir a hacerse su amigo. Era de esos tipos que con sólo verlo puedes saber que tendrás una gran amistad.
La chica por el contrario daba miedo –no podía creer que una chica tan pequeña le diera miedo a él que era tan alto–. Lo inspiraba a dedicarle la canción You're so dark de Arctic Monkeys.
Y justo en ese momento la chica volteó a verlo y Marco descubrió que sí, su mirada era una tonelada de rocas cayendo encima, y sí, You're so dark le quedaba perfectamente.
–Ah, ya despertó –dijo ella.
Cuando Naara vio que Marco despertó sintió una alegría especial que nunca había sentido.
Y es que las últimas dos horas que había pasado en aquel lugar –en el que habían aparecido de repente–, ella sólo podía pensar en por qué no había despertado él.
Varias veces estuvo echándole ojeadas y volviendo a su lado, hasta que Carlos le había dicho que no se preocupara, que ya despertaría.
Cuando estaba desmayado con un ojo abierto ella se permitió verlo descaradamente.
Rostro rectangular, nariz perfecta y unas pestañas que envidiaba.
Las suyas eran largas y rizadas, pero las de él eran tan tupidas y largas que parecían un marco para sus ojos.
Tenía una mirada cálida y risueña, con un color miel que le hacía sentir cosquillas en el estómago.
Su barbilla tenía una ligera curva en medio, como si estuviera partida a la mitad.
Y además tenía un tono melón en sus pómulos que le daban a su rostro un tono casi angelical.
Su cuerpo era largo pero proporcionado.
Era delgado y en su abdomen tenía ligeras curvas que formaban 4 rectángulos no demasiado notorios que le parecían lindos.
Pero lo que en verdad la había dejado embelesada eran sus brazos.
Dios, se veían tan geniales con esas venas sobresalientes y tan torneados por lo que debía ser ejercicio.
No eran exagerados, pero tenían una pinta tan estética y fuerte que la impresionó y no pudo evitar tocarlos.
Al menos hasta que Carlos llegó hasta su lado y carraspeó la garganta haciéndola soltarlos.
Ahora que él estaba despierto sintió mucha vergüenza de haberlo espiado tanto.
«Si él supiera que lo había mirado tanto...» pensó con vergüenza.
Lo que no sabía era que lo más probable, y de seguro, en ese momento ya estaría en las nubes.
Carlos sonrió al ver la reacción de su hermana cuando el chico despertó
Fue como una de alivio, alegría, y al mismo tiempo de nerviosismo.
Su garganta subió y bajó cuando ella tragó saliva.
Era lo mismo que le pasaba con Ángeles hace mucho tiempo, cuando pasaba todas las tardes admirándola a través de las cámaras de seguridad de su ciudad para cuidarla, a ella y a su hijo, vaya... La extrañaba...
–Pues bien, a darle la bienvenida al princeso... –dijo levantándose de su improvisado asiento.
Naara no sabía por qué su hermano insistía en llamarlo así.
Para empezar: ¡esa palabra no existía!, lo que ella no sabía era que en realidad Carlos lo llamaba así porque su rostro era tan atractivo como el de un príncipe de Disney.
De hecho, a él le recordaba a una imagen que había visto del príncipe Felipe retratado como persona real.
A decir verdad, era casi igualito...
Ambos caminaron hacia el chico que estaba tumbado bajo la sombra de los árboles.
El corazón de él se aceleró un poco cuando los vio venir; cuando la vio venir.
¿Tendría baba en la cara?
¿Se vería bien?
–Hola, ¿estás bien? –dijo la chica y en un gesto inconsciente se agachó unos milímetros hacia él.
«Por favor, suerte, no me odies esta vez» rogó en su mente como si la suerte pudiera escucharlo.
–Sí, ¿Quiénes son ustedes?
–Es un gusto, yo me llamo Naara y él es Carlos.
–Marco –dijo él mientras les extendía la mano.
Naara sintió una corriente eléctrica mientras tocaba sus dedos.
Carlos le dio un leve golpecito en el codo a ella y le hizo un gesto para que la siguiera, se alejaron de Marco y entonces él le dijo en un tono bajo, como si fuese el mayor secreto de la humanidad:
–No sé si ya lo pensaste bien, pero el hecho de que lo hayas traído pone en peligro la misión.
–¿Bromeas? Además, ¿Qué querías que hiciera?, ¿Que lo dejara morir?
–¿Por qué no?
–¡Porque es inhumano!
-¿Acaso somos humanos?
-¿Acaso eso es una justificación?
–Vale, vale, pero no tenías que traerlo de cualquier modo.
–¿Y qué tenía que hacer, entonces, según tú?
–Pudiste sólo atropellar al monstruo, ¿cuál era la necesidad de traerlo con nosotros?
Touché...
–¡Había más monstruos al alrededor!
–¿Y? No es nuestro problema lo que le pase a ese chico...
¿Cómo le explicaba a él que ella sí quería que fuera su problema?
–Está bien, no lo pensé bien...
–No te preocupes, solo hay que encontrar un modo de devolverlo a su lugar...
-Sí... tú piensa en los Txen, yo...
–¡Disculpen!, ¿qué hago aquí? –los interrumpió el chico al cerciorarse del extraño paisaje y clima.
–¿Qué le decimos? –preguntó Naara a Carlos.
–Tú lo trajiste, tú dile...
Entrecerró los ojos y miró a Carlos acusatoriamente por un momento, antes de volver a acercarse a Marco.
Se puso en cuclillas frente a él y le dijo:
–¿No recuerdas nada de lo que pasó?
–¿Qué pasó? –respondió él poniéndose alerta, esas palabras nunca significaban nada bueno.
–Unos extraterrestres iban a matarte –dijo Carlos llegando al lado de los chicos. Ambos voltearon sus cabezas rápidamente hacia la voz.
–"Ti li trijisti, ti dili" –lo arremedó Naara, escondiendo las palabras "perfecto, hermanito, arruínalo tú".
–¿Qué? –dijo Marco intentando digerir las palabras que el otro chico había dicho. "¿Los extrate... qué?..."
–Sí, los extra...
–Shh, shh, shh, shhhhhhh –lo interrumpió Naara callándolo seguidamente– déjamelo a mí, ¿sí?
-¿Dejarte qué? –Marco comenzaba a asustarse de que lo dejarán de lado entre las conversaciones de ellos dos.
"¿Los extraterrestres? ¿Cómo que los extraterrestres?"
Carlos levantó las manos en señal de paz.
–Escucha, sólo te pido que lo que yo diga lo intentes recordar, ¿vale? –dijo Naara con un tono tan tranquilizador que ni ella se la creyó. Quien la hubiera escuchado antes habría sabido que ella estaba acostumbrada a siempre estallar en ira y con sarcasmo.
Marco asintió con la cabeza.
–Mira, es una muy larga historia, pero te la voy a tratar de resumir, ¿vale?... nosotros no somos de D. –Carlos quiso hacer una interrupción, pero Naara lo cayó con la mirada–, aun así, estábamos en una cabaña a las afueras, yo estaba paseando, cuando vimos una cosa rara volando en el cielo. Era un gran platillo volador negro que se deshacía en niebla, e iba directo al centro de la ciudad.
Marco sintió un ligero recuerdo llegar a él, una nave ovalada que le había helado hasta los huesos.
–El punto es que nosotros fuimos a seguirla. Tú sabes, la curiosidad mató al gato –bromeó–. Cuando estábamos... ¿Dónde estábamos Carlos?
–Por el Calvario.
–Sí, por el Calvario, vimos que un montón de personas corrían en estampida huyendo de algo...
–Sí –dijo él recordando ligeramente a aquellas bestias homicidas. "Qué suerte que lo habían salvado...", pensó, "pero eso no le contestaba el cómo había terminado en medio de aquella extraña selva, bosque o lo que fuera, a salvo de los monstruos".
–Perfecto, estas recordando.
–Sí, eran unos monstruos gigantes, tenían patas de pantera y parecían osos con alas de demonio.
–Se llaman Txen –dijo Carlos muy seguro de sí mismo.
Naara llevó su mano hacia atrás y apretó la pierna de Carlos, encajando sus uñas en ella.
–¡Ay!
–¿Cómo se llaman?
Naara tomo aire para relajarse: –Txen.
–¿Ustedes cómo saben...?
–Nuestra familia los estudia desde hace mucho.
¡¿Es que Carlos no podía cerrar la boca por una maldita vez?!
El ceño fruncido de Marco evidenció la confusión que invadía su mente. Naara intentó buscar una mentira convincente que no le fuese a asustar. Después de todo, ¿Quién le diría a él la verdad si no la recordaba? Evidentemente, ese alguien sería Carlos.
–Sabemos de su existencia desde hace bastante y nos hemos hecho cargo de mantenerlos lejos de este planeta.
–¡Perfecto, Carlos, arruínalo más!, ¡Anda, todo tuyo! ¡Explótale los sesos! –dijo Naara con un tono furioso que le dio miedo a Marco, sabía que las mujeres eran peligrosas enojadas, pero ella en verdad se veía como una bomba nuclear.
–¡Oye, no te enojes! –pronunció Carlos señalando a Marco como si fuera un niño inocente frente a ellos dos.
–¿Qué pasa? –dijo él confundido.
El tono furioso de Naara cambió radicalmente cuando volvió a hablar con Marco.
–Escucha, lo único que sabemos de esos monstruos es por textos antiguos...
Naara mantuvo la voz en el mismo tono, como si lo que dijera fuera 100% verídico, aunque volteó a ver a Carlos y con la mirada le dijo: "O te callas y me sigues el juego, o juro que soy capaz de matarte". –Y en ellos hemos descubierto que quieren destruir el universo, sí, como todos los extraterrestres, ¿no? –Marco sonrió levemente al escucharla bromear entre sus diálogos–, con un libro que tenías en tu posesión y que yo fui a buscar, pero para ese entonces ya era tarde, los monstruos se lo estaban a punto de llevar y...
–¿Qué libro? –la interrumpió él.
–Este –Carlos le mostró el ejemplar.
¡Perfecto! Naara lo iba a matar.
–Oh... Creo que lo reconozco...
Oh, no...
–Pues es tuyo –dijo Carlos.
"Carlos, deja de arruinarlo''
–No, no es mío...
–Lo encontramos en tu mochila.
–No, lo siento, pero el libro no es mío... ¿Y cómo supieron que yo tenía el libro? –en ese momento Marco recordó que él ya conocía a Naara desde antes.
¿Qué ella no era la chica que se había equivocado al mandar el libro a su tía?
En todo caso el libro era suyo.
–Ahora que lo pienso, no es mío, es... suyo... –señalo a Naara con la mirada y volvió a mirar a Carlos.
–No, tampoco es de ella, es de los ex... –Carlos calló enseguida cuando miró a Naara querer asesinarlo con su mirada.
–¿De los extraterrestres?
–No, no, es tuyo –Naara estaba perdiendo el hilo de su cuento y se comenzaba a desesperar. Su hermano más que un apoyo estaba siendo en realidad un estorbo en aquella situación...
-No, es tuyo.
-Creeme, yo no quiero que ver nada con ese libro.
–¿Qué? Pero si tú fuiste la chica que llegó a mi casa buscándolo porque se lo habías mandado a tu tía y te equivocaste.
¡¿Cómo recordaba él eso?!
¡¿Qué no se suponía que había perdido la memoria?!
Naara se puso nerviosa al pensar en esas dos interrogantes.
–Este...
–Pero no recuerdo cuando te fuiste... espera, ¿tú lo pusiste en mi mochila?
Naara se puso nerviosa, pero Carlos salió en su rescate... o tal vez no:
–De hecho, fui yo –interrumpió.
Perfecto, de todos los hermanos que le podrían haber tocado, tenía que tocarle el que más la regaba al hablar.
–¿Por qué?
–Fue por salvar el universo –dijo Carlos como si fuera lo más normal.
–¿Qué? –dijo Marco como si fuera una broma.
–Para salvar el universo, nosotros no podíamos tenerlo porque era peligroso.
-¿Y tenerlo yo no era igual de peligroso? ¿Por qué no solo lo queman y ya?
-Este... lo intenté... no se quema y solo brilla...
-¿Y meterlo en agua?
-Eso no lo intenté... Pero en tu mochila estaba a salvo, nos daba tiempo para...
-Salvar el universo, no me digas...
-Sí.
«Claro, como si poner un libro en la mochila de un chico fuera lo más lógico para salvar al universo» pensó Naara.
La cabeza de Marco comenzó a dar aún más vueltas.
–¿Saben qué? Ese libro no es mío, no es mi problema, se ven –dijo y comenzó a caminar hacia los árboles, tal vez con suerte encontraría a alguien que le diera un aventón...
–¿A dónde vas? ¡No te vayas! –grito la chica comenzando a seguirlo.
–¡Me largo!
–Suerte con eso, estamos en la India –bufó Carlos como si fuese gracioso y ambos chicos se detuvieron.
–¡¿QUÉ?! –dijeron ambos, el chico deteniéndose y girando la cabeza tan rápidamente que a Carlos le recordó la chica del exorcista y la chica con su mandíbula desencajada, mirando a Carlos como si fuera un maldito demente.
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