Capítulo 10. La marcha.
Cada 14 de agosto todos los estudiantes de D. marchaban por toda la ciudad en memoria de las personas que habían muerto el 14 de agosto de 1970 en un terremoto que cobró 1,700 vidas.
A ellos se sumaban más personas de la ciudad, lo que casi siempre resultaba en embotellamientos por toda la ciudad. Por esto mismo, casi siempre las personas renunciaban a usar sus autos o a llegar temprano a cualquiera de sus citas.
La alarma hizo que Marco se cayera del sillón, poco le faltaba para terminar en el suelo, pero el sonido de la guitarra eléctrica junto con la vibración del celular lo terminaron despertando violentamente de sus sueños por lo que termino resbalando del sillón y golpeándose su espalda.
El suelo frio le hizo arquear esta y levantarse de un salto golpeándose la espinilla con la mesita de centro.
Siempre le pasaban ese tipo de cosas, era raro el día que se levantaba como toda persona normal.
Cuando termino de brincar en un pie fue a apagar la alarma que seguía resonando en toda la sala.
Había tenido un sueño que lo había dejado con el corazón latiéndole a mil, en este veía como su casa se incendiaba mientras algo parecido a una niebla oscura se extendía detrás de él, al tiempo que corría como si su vida dependiera de ello. También recordaba haber escuchado a su madre gritando, pero no la había visto.
Se sentía mareado y aún confundido por no poder recordar nada del día de ayer. En verdad era frustrante sentir que había olvidado 11 horas de un día.
Volvió a mirar su celular. En él aparecía en grandes números la hora del día: 10:45. Observó por la ventana, en la calle podía ver a las personas dirigiéndose a la Plaza Cuarto Centenario, lugar desde donde se acostumbraba empezar la marcha por la ciudad, algunas personas llevaban pintadas en las mejillas líneas en zigzag de colores amarillos y otras de colores rojos.
Debía apurarse si no quería quedarse atascado entre la multitud.
*****
Una hora más tarde Marco estaba buscando las llaves por toda su casa.
Parecía complot del universo que cada vez que se le hacía tarde, las llaves desaparecían y tenía que perder tiempo buscándolas.
Su mochila comenzaba a lastimarle el hombro, lo que le parecía extraño debido a que él sólo recordaba llevar una libreta en ella.
Entonces escucho un zumbido extraño. Era como una trompeta electrónica, o un saxofón revuelto con un órgano, que hizo vibrar los vidrios de la casa e incluso las paredes.
En ese momento, se escucharon muchos gritos provenientes de la calle. Un escándalo se desató por todos lados, y cuando miro hacia las ventanas vio como las personas corrían desesperadas huyendo de algo.
Su corazón se aceleró, corrió hacia la sala y cuando abrió la puerta lo que vio algo que lo dejo petrificado.
«¿QUÉ DIABLOS ERA ESA COSA»
Su rostro palideció, sus piernas temblaron tanto que era un milagro que estuviera en pie, sus músculos se tensaron y, aunque intentaba moverse, no lo lograba.
En el cielo había una esfera negra inmensa que asemejaba ser líquida y parecía desgarrarse en una extraña especie de niebla. Aunque al principio parecía ser un círculo alargado, de pronto comenzó a cambiar de forma al tiempo que su superficie cambiaba de color a extrañas manchas tornasol, con tonos guindas y azules índigo.
Mientras la gran esfera continuaba cambiando de forma, de ella se desprendieron cientos de esferas pequeñas que en instantes cayeron al suelo, aún a pesar de que la esfera original parecía estar a kilómetros de este.
Y fue en ese momento en el que el caos de verdad comenzó.
Las esferas pequeñas aun no tocaban el suelo cuando comenzaban a estallar como si fueran burbujas y de ellas caían monstruos gigantes.
Su tamaño y su aspecto intimidaban, a simple vista parecían medir 2 metros y medio y eran una extraña mutación de pantera con oso y murciélago, aunque de todas formas la anatomía de sus pechos y hombros tenía cierto parecido a la de un humano musculoso.
Por un momento, todo el mundo quedó en pausa.
Muchas de las personas que huían por alguna extraña razón se detuvieron y voltearon a ver a las criaturas que tampoco se movían mientras los demás los sorteaban huyendo sin detenerse.
Fue en ese momento en que Marco fue consciente de que se había movido.
Estaba a la mitad del camino, entre todas las personas que estaban en un extremo de la cuadra y los monstruos mutantes en el otro extremo.
Le parecía estar en un sueño, lo único que lo mantenía unido a la realidad era ese insoportable zumbido que tensaba aún más el ambiente.
Entonces las bestias comenzaron a correr.
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