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Especial

Jess

Mi primer libro, por fin lo tenía entre mis manos.

—¡Ah! —chillé por la emoción.

Mi grito había sido tan fuerte, que Miseltoe había dado un salto, despertando de su siesta.

Dos años trabajando en una nueva novela, para por fin poder publicarla con mi nombre y firmar algunos ejemplares con mis propias manos.

Aunque Milo se había ofrecido prestarme su ayuda para escribirlo, yo me había negado a que siquiera le echara un vistazo.

Estaba en la oficina de la casa y sobre el escritorio había una caja abierta con los primeros ejemplares de mi primera novela, sin contar la que me había robado la loca de Verónica a los dieciséis.

De pronto, Miracle entró por la ventana, soltando su pelo en la habitación. Mi nariz comenzó a picar y rápidamente metí el libro que estaba fuera de la caja adentro de ella nuevamente para que nada le pasara.

Casi de inmediato, comencé a soltar una cadena de estornudos y ambos gatos me miraron como si no entendieran que me sucedía y probablemente, no lo hacían.

El único problema del espray que me ayudaba con las alergias, era que no duraba para siempre y Milo debía estar rociando a ambos gatos incluso dos veces al día.

Salí de la oficina y saqué a los gatos conmigo. No podía permitir que alguno quisiera jugar con la caja y rompiera algún ejemplar por accidente.

Dejé a los animales en el suelo y ambos corrieron a distintos lugares de la casa, mientras yo me restregué la nariz y fui a la habitación.

Cuando entré, Milo estaba a medio vestir con el teléfono en su oreja.

—No... te digo que no.

Suponía que estaba discutiendo con Elizabeth, ya que, era la única persona que le llevaba la contraria en el trabajo y siempre que lo llamaban, era por trabajo.

—¿Qué voy a saber? De eso no me encargo yo —se quejó.

Por mientras, fui hacia mi mesa de noche y saqué las pastillas que tenía para la alergia.

Cuando Milo se despidió de Elizabeth, soltó un suspiro de agotamiento y se volteó a verme.

—¿Qué tal se ven? —preguntó con una sonrisa de emoción.

Milo había estado casi tan emocionado como yo por la publicación de mi libro, lo que me parecía realmente adorable.

—Geniales —dije intentando aguantar las ganas de gritar nuevamente—. Mejor de lo que pensé, incluso.

Milo se acercó a mí, tomó mi rostro con sus manos y dejó un tierno beso en mis labios.

—¿Ya lo puedo leer?

—No, no hasta que salga.

—Soy el novio de la escritora, ¿y no tengo preferencia?

—No —respondí, divertida.

Milo soltó suspiro.

—Bien, pero cuando yo deba ir a algún evento por el trabajo, iré solo.

Fruncí mi ceño.

—Eso no es justo, yo soy parte de la empresa.

—Y yo soy tu jefe.

Milo soltó una risa y yo tomé una almohada de la cama para darle en la cara.

Luego de lo que fue una rápida guerra de almohadas, ambos fuimos al auto de Milo para ir a la empresa.

Cuando llegamos, Milo fue por su lado y yo por el mío. Ese día tendía unos contratos que traducir, pero no era ningún trabajo demasiado pesado.

A penas entré a mi oficina, di un salto al ver a Dove sobre mi escritorio tocando la armónica y a Joe girando en mi silla.

—¿Qué diablos hacen aquí?

—¡Felicidades! —gritaron al unísono.

Los dos corrieron a darme un abrazo.

—Técnicamente ya eres una escritora —dijo Dove, a quien le había enviado una foto de los libros temprano—. Ahora somos un grupo compuesto por una escritora, la guitarrista de una banda y Joe.

Joe la miró ofendido.

—Lo siento, corazón, lo único que haces es servir a famosos en un hotel... tú nos servirás a nosotras algún día —bromeó Dove.

Joe le sacó la lengua infantilmente.

—El otro día le debí llevar bananas a Camila Cabello, supera eso.

Los tres reímos y seguimos conversando un buen rato, hasta que debieron marcharse para dejarme hacer mi trabajo.

Durante todo el día estuve pensando en los libros y en la linda portada que tenían. Mi novela saldría oficialmente a la venta la semana siguiente y haríamos una fiesta en casa con mi familia, amigos y la familia de Milo.

¿Estaba nerviosa? Sí y no sólo por el lanzamiento de mi libro, sino que me ponía nerviosa que mis madres conocieran a la familia de Milo... y no se llevaran precisamente bien.

El hecho de que mis madres fueran homosexuales sabía que crearía un rechazo en los padres de Milo y no dudaba que sus hermanos también harían comentarios desagradables.

Había estado evitando que nuestras familias se conocieran por dos años, pero ya no podía más y como ese día sería mi día especial, esperaba que todos se controlaran por respeto.

Agité mi cabeza para borrar mis malos pensamientos. Tenía que pensar positivo y todo saldría bien.

[...]

Todo saldría mal. A penas era las ocho de la mañana y ya me había lesionado la muñeca al caer por la escalera.

Milo estaba aplicándome hielo en la muñeca, mientras yo miraba por la ventana las nubes que había en el cielo.

—Tranquila, mi amor. Un poco de nubes y una lesión de muñeca son cosas comunes... al menos para ti. No significa que será un mal día.

Yo suspiré.

—Tal vez... —dije, no muy segura.

Milo tomó mi rostro y comenzó a repartir besos, haciendo que sonriera.

—Así me gusta más.

Melanie entró a la habitación y le entregó a Milo la muñequera de la mano derecha que teníamos guardada en caso de cualquier incidente y él me la puso con extremada delicadeza.

—Bien, ahora relájate, aún quedan unas horas.

Yo asentí con una sonrisa.

Milo tenía razón, unas cuantas nubes eran comunes en un día de otoño y una lesión era algo que para mí, Jessica López, no era nada fuera de lo común.

Las siguientes horas me la pasé pensando en cosas buenas y siguiendo a Milo a donde fuera. Con él cerca, nada malo podía sucederme.

—¿Por qué me sigues tanto? —preguntó Milo, después de unas horas, cuando estábamos en la ducha, juntos.

—Porque te amo.

—Yo también, pero no me ducho contigo por eso.

Sí, normalmente no nos metíamos juntos a la ducha, ya que, a Milo le gustaba el agua fría y a mí, me gusta el agua casi hirviendo.

—¿Puedes calentar más el agua?

—¿Puedes bañarte después de mí?

Hice un puchero y Milo solo apretó el botón para subir la temperatura del agua de mala gana.

Llegamos a un consenso de bañarnos con agua tibia y cuando ya estábamos cambiándonos, entré en crisis.

¿Qué demonios me pondría? Eso me pasaba por dejar todo para última hora.

Luego de casi dar vuelta mi armario, algo que sentía por Melanie y Lauren, encontré un vestido de mangas largas color vino y cuello de tortuga.

Terminé por ponerme unas medias de color negro, el vestido y unos botines negros también.

Milo se puso una chaqueta del mismo color de mi vestido para combinar, con una camisa negra y un pantalón negro. Se veía igual de guapo que todos los días de su vida.

Cuando creí que todo estaba mejorando, los primeros en llegar fueron Anthony y Michael. No pasaron muchos minutos para que ambos hermanos comenzaran a molestar a Milo, pero cuando Ethan llegó con Cathy y los niños, todo se calmó... más o menos.

Mientras los tres hermanos mayores molestaban a Milo, yo me distraía jugando con Cathy y los niños.

—¿Crees que odien a mis mamás? —pregunté cuando los pequeños jugaban a unos metros de nosotras en la sala.

Cathy lo pensó un momento.

—Mira, lo más probable es que no les agraden, pero no lo dirán en voz alta... se lo dirán a Milo después —yo la miré curiosa y ella rio—. A Ethan siempre le dicen cosas de mis padres... y de mí.

Yo la miré con algo de lástima, pero yo sabía que también debían decir cosas de mí.

De pronto, Milo llegó a la sala con sus gatos entre sus brazos.

—Los están rociando con agua —le dijo a Cathy.

Había tomado las pastillas para las alergias y Milo había rociado a ambos gatos con mucho espray, por lo que mi nariz no picaba nada.

Cuando los otros tres hermanos llegaron, Cathy les dio una mirada asesina.

—Si van a pelear, que sea con Milo, los gatos no tienen nada que ver.

Los hermanos Griffin siempre oían a Cathy, quizás porque tenía una personalidad de líder y un carácter controlador.

Anthony rodó los ojos y le comenzó a rociar agua a Milo, mientras él cubría como podía a Miracle y Miseltoe.

Cathy suspiró agotada y miró a los niños que miraban a sus tíos comportarse como si tuvieran su misma edad.

—Nunca sean así —pidió.

Luego de que ayudara a Milo a secarse el rostro y el cabello, mientras él arreglaba los corbatines de los gatos (sí, les había puesto corbatines), volvimos a la sala, donde ya estaban sus padres.

La madre de Milo lo miró con desagrado al verlo con los gatos encima.

—Baja esas cosas, te dejaran lleno de pelos.

Milo frunció el ceño.

—Se llaman Miracle y Miseltoe y no son cosas, mamá —dijo, mientras dejaba a los gatos en el suelo.

En unos minutos, mis madres, Steve y mis amigos llegaron.

El ambiente comenzó a sentirse un poco más cómodo, Melanie y Lauren ya había llevado los bocadillos y los bebestibles a la sala, y todos se encontraban hablando entre ellos.

Noté que mis madres estaban hablando con mis suegros en una esquina, lo que casi provoca que me desmaye.

«Tranquila, Jess, todo estará bien».

—Oye, ¿Qué te pasó en la mano? —me preguntó Steve.

—Ah, me lesione la muñeca —respondí algo avergonzada.

Steve resopló.

—Que novedad —dijo con ironía.

Ambos nos quedamos hablando, hasta que Elizabeth apareció en la sala con el señor Ramírez y sentí que esa vez mi alma se iría volando al cielo.

Sí, yo los había invitado, pero no había pensado la mala idea que podía ser que se encontraran con los Griffin ahí.

Elizabeth quizás había sido una persona desagradable en algún momento, en especial con Milo, pero cuando habíamos comenzado a trabajar juntas, nuestra relación había mejorado mucho y entendía su odio en contra de Anthony.

Pude notar como Anthony y Elizabeth se daban miradas de desagrado y el señor Ramírez lo miraba a él como si quisiera asfixiarlo, aunque... ¿quién no querría asfixiar al imbécil de Anthony Griffin? Su propia familia no lo soportaba.

De pronto, mi madre Anne se me acercó.

—¿Estás feliz? —yo asentí—. Que bueno, mi pequeña...

Acarició mi rostro delicadamente y luego miró a los padres de Milo.

—Quizás nunca seamos amigos, pero por ustedes nos vamos a llevar civilizadamente.

—Gracias, mamá.

Le di un abrazo y luego me quedé hablando con ella y mi madre Mary.

Quizás Milo tenía razón, no sería un mal día, de hecho, todo estaba saliendo mucho mejor de lo que lo había esperado, considerando que tenía a mis suegros, mis madres, amigos, cuñados y jefes en la misma habitación.

De pronto, Milo tomó una copa y la hizo sonar con una cuchara para llamar la atención de los presentes.

—Ay, ¿Qué quieres? —preguntó Michael con desagrado.

—Cállate —le ordenó Milo, dejando la copa y la cuchara sobre una mesa.

Se miraron amenazantes por un lapso de tiempo, pero luego Milo se volteó a verme con una sonrisa y yo fui junto a él.

—Quiero decir que estoy muy orgulloso de Jess. Ella es una mujer realmente inteligente y hermosa, y siempre supe que podría lograr lo que se propusiera. Me hace muy feliz ser su pareja y solo hay una cosa que me haría más feliz en este momento...

Cuando Milo comenzó a buscar algo en su bolsillo de la chaqueta y vi las expresiones de todos los demás, supe que pasaba.

«No te desmayes, no te desmayes... ¡Dios mío!», grité en mi interior cuando Milo se arrodilló y abrió la pequeña cajita en sus manos, mostrando un brillante anillo de compromiso.

—Jessica López, ¿te casarías conmigo?

Estaba en un trance, por lo que solo reaccioné a asentir con la boca entre abierta y a entregarle mi mano.

Cuando el anillo estuvo en mi dedo, lo miré detenidamente y terminé por desmayarme.

Cuando desperté, estaba acostada en el sofá de la sala y sentí un suspiro colectivo.

—¡No hagas eso de nuevo! —exigió mi mamá Mary con su mano en el pecho.

—Es que no pude evitarlo... —me excusé, casi como un suspiro.

Todos los presentes se relajaron y comenzaron a felicitarnos a Milo y a mí.

Cuando todos nos dieron sus felicitaciones, incluso Elizabeth, Milo me pegó a él.

—En serio soy el hombre más feliz del mundo —aseguró.

Yo no pude evitar sonreír.

—Yo en serio te amo.

—Y yo a ti.

Nos dimos un tierno beso, hasta que un cojín que me llegó en la cabeza y más allá, vi a Steve riendo con Dove y Joe.

Milo y yo reímos y les lancé el cojín de vuelta.

No podía creerlo. No sólo había podido publicar mi primer libro como había sido mi sueño desde niña, sino que también me había convertido en la futura esposa de Milo Griffin. 

¡Holis!

¿A que no se esperaban esto? Bueno, yo tampoco porque se me ocurrió hace tan solo dos horas.

Como mi mamá es profesora de lenguaje (o castellano, no sé como se dice en otros países sjsjsj), hoy estuvo haciendo actividades en sus clases online por el día del libro, lo que me hizo pensar, ¿y si hago un especial de un libro hoy?

'Mi Vida, Mi Obra' tuvo uno para navidad el año pasado y me pareció correcto hacer uno para esta historia esta vez, la cual es una de mis favoritas y la segunda más popular de mi perfil jssjsj

Espero que lo hayan disfrutado, realmente fue lindo volver a escribir de estos personajes que adoro mucho.

¡Besitos!

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