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Prueba

El joven conde sonrojado aplaudía con una gran sonrisa de alegría el baile que el alemán le hacia a unos pasos frente suyo.

—¿Qué se supone que están haciendo? —Les cuestionaba molesto el mayordomo al interrumpir tan ridícula escena llena de algarabía inetendible de ambos, aunque viendo la botella de costoso licor vacía en el suelo sabía que esa actitud deshinbida se debía al alcohol.

—Estabamos celebrando tu boda... ¿No lo ves? —Con un poco de sarcasmo el conde le respondía pero no dejando de sonreírle animado.

—Pero todavia no me caso... —Con mala cara el demonio refunfuñaba mientras se le acercaba para regañarlo— Es todavía pequeño para andar emborrachándose.

—Sebastian... Pero no soy tan pequeño mira que ya me han dado por el trasero.

—No tiene que decirlo de esa forma tan grotesca. —Le regañaba este se disponía a cargarlo para llevarlo a su habitación.

—Y a mi no... M-me han dado.... hace años... Ya debo tener... telarañas ahí... —casi lloriqueando hablaba el alemán—Todo al que quiero... S-se va siempre con alguien más...

—Pobre Dee... Deberías consolarlo Sebastian —Con un pequeño puchero le sugería el joven estando en los brazos de su demonio—Tu que limpias todo... Deberías limpiarle.. las telarañas del trasero...

El conde se echó a reír un poco escandaloso por lo que había dicho hasta que comenzó a toser mientras tanto el alemán solo hacia un puchero y lo miraba mal.

—No te burles enano... —Le murmuraba este sentándose en el suelo buscaba la botella que estaba cerca para tomar hasta la última gota.

—Joven amo, no conocía ese lado humorístico perverso suyo. —Sarcástico el demonio le hablaba con una fingida sonrisa.

—Tú me enseñaste... —Algo coqueto le decía Ciel abrazándose a su cuello le miraba algo tierno acercándose a su rostro.

—Cálmese joven amo. —Sebastian le hablaba un poco nervioso por ese acercamiento, desviaba el rostro porque parecía que su amo quería besarlo podía percibir su aliento alcoholizado rozando sus labios.

—¿Qué? ¿No quieres cargarme? —El conde resentido entre sollozos le cuestionaba— Los demonios no me quieren como ese estúpido Anthony... ¿Tengo algo malo?

—Ahhh joven amo... Cualquier explicación que le dé será inútil porque no la entendería así que siga lamentándose igual luego lo olvida. Pero Anthony es un idiota y no merece a mi amo.

—Ojalá me hubiera fijado en ti antes que tu idiota cocinero, así yo estaría feliz contigo y Dee con ese idiota tuyo... —Con un suspiro el joven le susurraba portándose cariñoso.

—Deje de decir esas cosas... Me asusta... —Un poco incómodo el demonio le advertía a su amo parlanchín mientras salian del despacho se disponía a llevarlo a su habitación antes que los demás sirvientes vieran su patético estado.

—Anthony idiota... —Murmuraba el joven mientras caminaban a la habitación, con unas lágrimas en sus ojos se quedaba dormido en el cálido regazo de su mayordomo.

Cuando finalmente llegaron lo recostó en la cama para que durmiera era la mejor opción para que se le pasara esos tragos que había bebido de más. Solo dormir pensaba.

—Quédate conmigo Sebastian...

—Joven amo... Solo duerma no me comprometa a recostarme a su lado cuando anda medio alborotado hormonalmente.

—Ni que fuera abusar de ti si estás más grande y gordo que yo.

Con burla el conde le aclaraba refugiándose bajo las sabanas, sabía como le molestaba a su demonio que le criticaran su aspecto físico.

—Mejor no digo lo que iba a decir para no hacerlo sentir mal. —Con mala cara Sebastian le miraba un poco desafiante— Además estos niños ya se inquietaron de nuevo, seguramente se enojaron por estar tan cerca de alguien que no es su padre.

—Ya quieres decir que son superdotados y todavía ni nacen.

—Son muy perceptivos por algo son mitad demonios.

—Y la otra mitad es idiota por el padre que les diste. —Se le burlaba con malicia al demonio.

—Usted es muy pesado cuando bebe... ¿Por qué no puede ser un ebrio feliz?

—Lo era hasta que apareciste... ¿No viste que estaba disfrutando el baile de Dee?

—Vaya tanta confianza con el señor Diederich... —Con recelo le reprochaba el mayordomo.

—Él dijo que le recordaba a mi padre y yo le di la opción de que me sedujera quizás lo haría recordar otras cosas.

—Así que... ¿Interrumpí el baile del apareamiento? Sabe... Él podría ser tu padre...

—¿Y? Tú estás con Bard y eres un demonio más viejo que él... Que yo... Que toda la humanidad junta... No me vengas con eso... Demonio idiota... Todos los demonios son idiotas... —Refunfuñaba el joven mientras poco a poco se le entendía menos lo que murmuraba hasta que se quedó en silencio, entonces Sebastian vio como se quedó dormido.

—Ahhh que pesados son los humanos cuando beben... Ustedes no beberán nunca para que no se pongan así.. Y tampoco fumaran como su padre para que no se enfermen.

Hablaba bajito mientras se acariciaba el vientre para calmarlos, pues estaban inquietos nuevamente quizás recelosos por haber cargado a su amo.

—Es nuestro amo hay que atenderlo... Ya sé que quizás actuaba raro pero es un niño ebrio así que no le hagan mucho caso y no sean tan celosos.

Dejaba a su dormido amo para atender al otro ebrio que dejó en el despacho esperaba no encontrarlo haciendo alguna escena ridícula. Caminando con prisa llegaba al entrar decayó su ánimo al ver no una escena ridicula sino comprometedora.

—Ehhh... No te enojes, solo lo ayudaba a levantarse. —Se justificaba Bard mientras miraba nervioso el gesto molesto de su prometido, no podía creer que de nuevo se repitiera lo de antes, era abrazado por el alemán.

—No me enojo, pero se supone que te mandé a descansar y te encuentro aquí en los brazos del señor Diederich. —Con mucha calma le decía acercándose.

—Que estés tan calmado me asusta más que cuando estás enojado.

El demonio le sonreía al escucharlo solo le ayudaba a levantarlo mientras el ebrio entre dormido balbuceaba casi inentendible el nombre del rubio.

—No me enojo porque un ebrio no sabe lo que hace como por ejemplo hace unos minutos atrás el joven amo trataba de besarme pensando quizás que era Anthony.

—Solo lo dices por molestarme... —Conteniendo los celos murmuraba el cocinero mirándolo de reojo, incrédulo de lo que decía.

—¿Por qué jugaría con algo así? No pasó

—¿Por qué jugaría con algo así? No pasó nada... Además no tengo necesidad de estar con alguien más si estoy contigo.

—Sebastian... Eso sonó muy tierno.

—Me fluye mi lado cursi cuando cargo un borracho por la mansión. Y solo espero significar lo mismo para ti. —Lo último lo murmuró con un tono melancólico y la mirada le parecía brillar.

—¡Lo eres... No debes dudar de eso...!

—Pero si me eres infiel la próxima parte de tu cuerpo que sufrirá las consecuencias no será tu cabeza.

Con una mirada siniestra le advertía mientras caminaban los dos llevando en medio al alemán ebrio que se había quedado profundamente dormido y más pesado hacia que sus pasos fueran más lentos. El rubio pasó saliva al imaginar la parte de su cuerpo que sufriría las consecuencias de los celos del mayordomo.

—¡Ya lo mataron! —Exclamaba Meyrin al toparse por el pasillo a los tres— Señor Sebastian no tenía que hacer esto solo por sus celos pero si quieren les ayudo a enterrarlo.

—No digas estupideces... —Murmuró el mayordomo y seguían caminando ignorándola la dejaban atrás.
Llegando a la habitación para invitados lo dejaban dormir y se disponían a ir a la cocina nuevamente.

—¿Te duele la cabeza todavía? —Le cuestionaba el demonio cuando caminaban.

—Un poco... Como tardaste en venir a verme decidí buscarte y solo hallé al señor Diedrich en el suelo, pensé que lo habías matado.

—Tú también lo creíste... ¿Me veo tan siniestro?

—Eres siniestramente hermoso... Quítame el dolor de cabeza a tu manera. —le sugería provocativo acorralándolo a una pared, el demonio sentía como sus bebés se retorcían dentro suyo ya no entendía que querían, la presencia de Bard los calmaba o alteraba. Ya no sabía...

—Lamento interrumpir pero ya terminé su ajuar de boda. —Con una sonrisa Nina los interrumpía.

La pareja se separaba un poco avergonzada al verse descubierta seguían a la mujer hacia donde estaba su improvisado taller de costura.

—¿Qué es esto? ¡No me voy a poner esta ridiculez! —Alterado Sebastian le gritaba mirando la prenda confeccionada.

—Tu amo lo ordenó, debes obedecer y ponértelo.

—¡No me voy a poner esto!

Bard contenía la risa al ver la ridícula prenda aunque comenzó a fantasear sobre como se vería su prometido vestido de esa forma y comenzó a excitarse tomándolo de la mano pretendía llevarlo a otra habitación para que se cambiara.

—Vamos a que te lo pruebes yo te ayudo. —Sugería con un tono perverso el cocinero.

—¡Oye... El novio no debe ver a la novia con su vestido antes de su boda es de mala suerte! —Le gritaba Nina a la pareja que se alejaba mientras trataba de seguirlos.

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