Madurez
La joven de cabellos rubios no podía articular palabra alguna por la inesperada y sorpresiva aclaración dicha por su prometido, no entendía nada; Ciel no parecía ser de esos chicos interesado en chicas, creyó que no estaba en esa edad todavía y ahora estaba ahí con un hijo en brazos. ¿Cómo podía haber engendrado un bebé si ni siquiera a ella quiso besarla? En ese momento sintió como si la toda la sangre del cuerpo se le subiera a la cabeza, presa de los celos, enojo, la sensación de ser humillada por su desprecio y anteriores desplantes.
Lo más seguro era que había elegido a otra chica en su lugar ¿Por qué? ¿Por qué? Era la pregunta que balbuceaba cuando corriendo se acercaba a él con la intención de ajustar cuentas, no le importaba si ese inocente bebé se interponía, Sebastian tras ella pretendía detenerla pero no fue necesario que usara la fuerza porque el fuerte llanto del pequeño la hizo entrar en razón, deteniéndose a escasos centímetros de ellos.
—Nunca había escuchado llorar a un niño así... —Dijo un sonriente Sebastian acercándose a ellos tratando de calmar la tensión del momento, notó como el bebé tenía un gesto enojado, a pesar de ese fuerte chillido sus ojos no reflejaban ni una lágrima y su mirada se fijaba en la rubia.
—Lizzy... Sé que esto es confuso pero si me dejas explicarte... —Nervioso Ciel trataba de hablarle.
—¿Qué debes decirme? Es muy claro, me fuiste infiel con alguna mujer y aquí estás con este niño. —Llorando le reprochaba, el bebé cambiando su gesto a uno más tranquilo, se abrazaba a su padre— ¡Ahhhh pero él es tan lindo!¡No puedo odiarlo!
Sollozando entre lágrimas hablaba, ahora estaba confundida, viendo a ese pequeño niño tan tierno y parecido a su prometido era imposible odiarlo, además Ciel se veía feliz con ese bebé ¿No era lo que ella deseaba? ¿La felicidad de Ciel?
—Si querías un hijo yo podía dártelo... Solo debías pedirlo.
Amo y mayordomo se miraron de reojo, cómo debían aclararle el asunto sin que sonará más raro de lo que era, aunque bien podía darle la explicación que le dieron a Soma y Agni, debía volver a contar su penosa historia de amor.
—Lizzy... No es lo que crees... Es que... —Hizo una pausa— Este bebé lo tuve yo, yo soy su madre como se diría.
La rubia menos entendía ahora, los hombres no tenían hijos ¿O si? con un gesto dudoso le miraba aunque con lo de Sebastian y sus hijos no era tan descabellado, quizás solo no lo creía posible porque era su prometido.
—No entiendo nada...
—Señorita Elizabeth, no es algo tan raro —Murmuraba el demonio— Al parecer el joven amo como yo tiene algunos órganos femeninos en su interior así que facilitó el embarazo.
—¿Tú lo embarazaste? —Con una mirada siniestra cuestionó.
—¡Claro que no! Yo no hubiera estado con un hombre casado... —Murmuró apenado Ciel en respuesta.
—Como dijo el joven amo, no fui yo... Hubiera salido más lindo de ser hijo mío... —Burlón aclaraba.
—Entonces ¿Quién?
Ciel le contó su complicada mini historia de amor y desamor pero sin entrar en mucho detalle, Lizzy al escucharlo sintió tristeza por esta situación a la vez que se le rompía el corazón saber que quien sería su esposo ya no lo sería, con todo este asunto era obvio que él nunca la amaría si le gustaban en realidad los hombres. En un suspiro resignado sentía que debía dejar a un lado su rol de prometida para ser sólo su prima, su amiga, era mejor eso que no ser nada en su vida, secándose las lágrimas esbozaba una sonrisa mientras acariciaba el cabello del bebé.
—¿Ya tiene un nombre? —Preguntaba la joven para romper ese incómodo momento.
—No... Aún no... Creo que le pondré el nombre de mi padre... ¿Qué te parece?
—Creo que le quedaría perfecto.
Los jóvenes hablaban más tranquilos, Lizzy aunque tenía el corazón roto se sentía feliz al ver al pequeño que era muy adorable y hermoso además Ciel también parecía feliz en su nuevo rol de padre. Minutos después la joven estaba embelesada con el pequeño, imaginaba vestirlo con la más hermosa ropa que compraría esa misma tarde. Sebastian por su parte los dejó solos ya al verlos más animados, de todas formas tenía cosas que hacer y una misión que cumplir.
—Agni tengo que salir, te dejo a mi joven amo a tu cargo, trataré de volver pronto.
El mayordomo hindú con una sonrisa afirmaba esa petición que no le molestaba para nada mientras lo veía marcharse.
—¿A dónde vas? —Bard cuestionaba a su esposo cuando lo veía salir de la cocina con prisa.
—A cumplir una petición del joven amo, trataré de solucionarlo rápidamente para volver pronto.
—¿Puedo acompañarte? Hace mucho que no salimos, los bebés están dormidos y mi mamá los cuida... Dime que si... —Le trataba de convencer con una radiante sonrisa mientras tomaba una de sus manos.
—Es que no es un paseo, si tu vas no podré moverme rápido.
—Ah vamos Sebastian... Necesito algo de aire fresco también.
Tanto rogó el rubio que terminó convenciendo a su malhumorado esposo, a los pocos minutos caminaban alejándose de la mansión, ahora que lo pensaban era su primera salida juntos desde que los niños nacieron, amaban a sus hijos pero era relajante estar alejados de ellos por unos minutos. Darse un tiempo para los dos era bastante significativo, tomados de la mano seguían el camino que los alejaba de la mansión, Sebastian le hablaba sobre su misión y lo ocurrido con la prometida de su señor.
—Creo que es mala idea ir a buscar a Anthony ¿En qué piensa el joven amo? —Bard refunfuñaba mientras seguían conversando.
—No sé, tú deberías saberlo ya que son muy amigos y confidentes...
—Ehhh Sebastian... ¿Estás celoso del joven amo que está enamorado de ti?
Con burla le hablaba el rubio al notar el gesto celoso de su esposo, celos obviamente injustificados porque la relación de ambos era amistosa, ya que compartían un detalle importante en común, el tener un demonio como pareja. Aunque no negaba que su joven amo era lindo y agradable, quien al entrar en confianza podía mantener una amena conversación, detrás de esa máscara gruñona un niño tímido se escondía.
—Si pudo enamorarse de mi... ¿Por qué no se enamoraría de ti? Eres más lindo que yo...
—¡Es lo más lindo que me has dicho en días...! —Todo emocionado Bard se le abrazaba al oír esas halagadoras palabras mientras trataba de besarlo.
—¡Cálmate! ¡Olvida que dije eso!
—No, lo olvidaré... ¿Sabes? Eso me encendió... Vamos atrás de ese árbol... —Con tono seductor el rubio le sugería sin dejar de abrazarlo a pesar de que su esposo trataba de apartarlo.
—Solo quieres sexo... ¿Crees que soy tu máquina de sexo?
—Anoche no lo hicimos a pesar que me lo prometiste... Vamos que se me puso duro...
—Y así se quedará porque debemos cumplir esta misión. —El demonio perversamente seguía caminando ignorando los gimeteos del rubio unos pasos detrás suyo. —Caminando no llegaremos a su guarida hasta la noche.
Con gesto malhumorado murmuraba caminando unos metros, apenas habían salido de los terrenos de su joven amo, entonces volteó a ver al rubio que resentido trataba de ocultar su erección.
—¿Te llevo a mis espaldas o regresas a la mansión?
Bard lo escuchó pero sospechaba que algo estaba planeando, aceptó ser llevado en su espalda así su amado y habilidoso demonio agilitaría sus pasos y llegarían más rápido, casi de inmediato la pareja se acomodaba. El rubio subió a su espalda, rodeaba sus brazos y piernas al delgado cuerpo de su esposo, atravesando caminos sentían el viento deslizarse por sus pieles en ese fresco día. Pero el demonio no solo sentía la brisa sino también besos en su cuello y algo duro rozando su espalda.
—¿Sientes eso? —Bard excitado ni siquiera notaba el paisaje que parecía velozmente pasar por su lado.
—¿Cómo no sentirlo si me lo estás restregando?
—¿Puedo meterlo?
Sebastian dudaba en hacerlo de esta forma, era muy extraña esa posición pero no imposible además le resultaba excitante, solo asintió sonrojado esperaba no perder el equilibrio en el ajetreo. Sintió como le bajaban un poco el pantalón y ropa interior solo descubriendo parte de su trasero, lo siguiente fue esa hombría caliente y tan endurecida entrar en su interior de una sola estocada.
—Ngh... Bard... Estás tan duro... ¿Te excita esto?
—Me excitas tú... —Susurró a su oído extasiado, esas cálidas carnes devoraban su miembro de forma tan exquisita que lo llevaban al delirio, y hacerlo de esa forma aún más. Comenzó leves embestidas para no perder el equilibrio, así que jugaba en su interior haciendo círculos, rozando su punto sensible a propósito, quería hacerlo delirar también. Ambos llegaban al orgasmo unos minutos después, acalorados se detenían en la rama alta de un árbol.
—Te veniste un poco adentro, ¿Eres idiota? —Le regañó molesto Sebastian después del disfrute, ansioso con uno de sus dedos trataba de quitar parte de esa eyaculación en su interior.
—Lo siento... Se me vino... —Bard agitado y nervioso trataba de ayudar.
—Ni creas que te dejaré meterme tus dedos... Eres un idiota, quizás y me metes tu cosa dentro de nuevo.
—No iba a hacer eso, saca todo es muy pronto para otros bebés... —Le decía preocupado.
—¡Ya sé, ya sé! —Casi angustiado Sebastian exclamó mientras seguía sacando semen con sus dedos.
—Deberías lavarte...
—¿Con qué agua?
—No sé... ¿Puedo orinarte? —Bard con una perversa sonrisa insinuaba mientras sacudía su miembro. Lo próximo que se veía era al rubio tendido sobre esa gruesa rama con un golpe en la cabeza.
Sebastian terminaba su labor, esperaba haber sacado todo fluido creador de bebés de su interior aunque amaba a sus hijos no deseaba tener más por ahora, quizás varios siglos después... Y eso era quizás...
—Vámonos, ya nos distrajímos mucho. —Decía sacando su reloj miraba la hora— Pero si vuelves a ponerte inquieto te dejo tirado.
—No tenías que golpearme, me dolió. —Con un puchero le reprochaba tocando el golpe en su cabeza.
—Eso te pasa por decir idioteces...
La pareja discutiendo siguieron juntos su camino, después más calmados hablaban de otros temas, Bard estaba feliz por este paseo, le gustaba esta convivencia media masoquista con su esposo. Minutos después llegaban al lugar donde se suponían vivían sus amigos demonios.
—¡Hola Sebastian, cuánto tiempo...! —Le saludó Matt, el simpático demonio.
—¿Está Anthony aquí?
—Al menos responde el saludo y no está aquí ahora, salió a visitar a alguien. ¿Los humanos son siempre tan crueles?
—¿Por qué lo dices? —Cuestionó irónico Sebastian.
—Ese niñito, tu amo, le rompió el corazón a Anthony. —Matt con fingida tristeza hablaba, Bard solo oía la demoníaca conversación.
—Por eso no hay que enamorarse de humanos, son más malos que nosotros, los demonios somos inocentes en ese sentido —Johan el serio demonio acotaba.
—Yo me enamoré de uno y estoy bien. —Sebastian se jactaba mirando de reojo a su rubio que sonrojado sonreía, su esposo podía ser muy lindo cuando se lo proponía.
—Awww eso es muy tierno... —Se le burlaba el simpático demonio, la algarabía entre ellos acabó cuando Anthony aparecía.
—Veníamos a buscarte —Sebastian dijo con seriedad, en si no estaba de acuerdo en llevarlo a la mansión pero debía obedecer a su amo.
—¿Ciel está bien? Me enteré que nació nuestro hijo.
—Si ya lo sabías ¿Por qué no has ido a verlo?
—¿Para qué? ¿Para qué Ciel me haga sus desplantes y luego me bote como perro? No gracias... Iré a verlos cuando no esté enojado.
—Bueno el joven amo me dio un mensaje para ti, dice que te extraña un poco que espera que regreses. Por que te extraña también para otros asuntos.
—Él me quiere solamente para el sexo ¿Soy su juguete sexual? no gracias de nuevo. Dile que estoy saliendo con alguien ahora que me olvide y si quiere sexo que te lo pida a ti, ¿Tú no haces todo por él?
Bard se enojó por lo último que dijo cuando pretendía reclamarle, Sebastian lo detuvo.
—Será mejor irnos... No puedo llevarte a la fuerza, —Aclaraba Sebastian a Anthony quien con seriedad lo miraba, parecía muy resentido— Pero más allá de tu relación complicada con mi amo tienes un hijo con él que es tu responsabilidad también.
Decía mientras salía, de alguna forma sentía que Anthony estaba siendo un poco inmaduro en su actitud pero quizás con el tiempo pensaría mejor las cosas. Por su parte había cumplido su misión.
—Ese tipo es un idiota. —Bard murmuró cuando se alejaban de esa misteriosa casa.
—Creo que es comprensible, solo hay que darle tiempo supongo.
—¿Es verdad lo que dijo tu amigo sobre que los demonios son inocentes en el amor?
—Eres inocente cuando no conoces algo, nosotros no conocemos el amor.
—Pero conmigo lo conociste ¿No? — Un poco nervioso le preguntó— Espero que si...
Sebastian esbozó una maliciosa sonrisa para solo encogerse de hombros dando una ambigua respuesta, esa duda hizo que el rubio comenzará a reclamarle, el demonio solo disfrutaba en silencio molestarlo de esa manera. Bard era ingenuo a veces muy tonto en realidad, pensaba, por qué después de todo lo pasado juntos, ¿cómo no iba a estar enamorado? Solo el amor podría haber vencido las diferencias entre ambos. El demonio lo besaba dulcemente para calmar ese tonto berrinche no justificado, su amado correspondía de igual manera.
—Espero eso haya aclarado tu duda...
—Sebastian susurró travieso sobre sus labios, esos exquisitos labios que le estremecían con cada beso furtivo o profundo, no había nadie más que lo hiciera sentir de esa manera. Los demonios no se enamoran pero cuando lo hacían era un amor sincero, pensaba para sí mismo embelesado en esos hermosos ojos color cielo.
Amorosos los dos emprendían el regreso a casa, tal vez con una misión en parte cumplida pero que resultó en un paseo satisfactorio para ambos, un tiempo a solas que no habían tenido por semanas, era bueno recordar los motivos que los unía.
—Lo siento... —Sebastian hablaba a su amo cuando llegó y daba la respuesta que envío Anthony, notó la tristeza en su mirada obviamente la disimuló enseguida con un gesto malhumorado.
—Tampoco voy a rogarle que regrese... Hiciste bien en no decirle más.
—Supuse que era lo que usted haría, joven amo... —Acercándose acaricaba su rostro con cariño— Aunque él no esté, me tiene a mi además tiene a muchas personas que le ayudarán en esta labor, está consciente que no estará solo... ¿Verdad?
—Lo sé Sebastian... Solo no quería molestar tanto... —Ruborizado Ciel se dejaba consentir— ¿Puedes abrazarme? Prometo no se lo diré a Bard...
Ante la tímida petición de su amo no pudo negarse, con sutileza rodeaba su cuerpo con sus brazos para reconfortarlo. Sabía que no podía corresponder sus sentimientos pero eso no significaba que pudiera quererlo de otra manera, Ciel sonrojado se apartaba sutil para no comprometerse más en ese abrazo.
—He pensado que haré una línea de juguetes para bebés ¿Qué te parece? —El conde sugería tratando de cambiar de tema mientras veía a su bebé dormido en su cuna a unos pasos, él sería su pequeña gran inspiración.
—Yo sería su comprador número uno... —Animado Sebastian respondía— Me parece una muy buena idea, supongo empezará lo antes posible.
—Supones bien... Ya tengo algunas ideas, ya hice unos bocetos.
Dijo el joven con una sonrisa, trabajar de nuevo le ayudaría a no pensar idioteces románticas, tenía a su hijo, su trabajo, para el amor tendría tiempo después, aún era joven. Pensaba en cómo por apresurarse en esos "asuntos" ahora vivía estos cambios tan radicales que marcaron su vida, debía tomarlo con más calma y madurez. Suponía que todos debían madurar, así como Lizzy que a pesar de la decepción que le provocó seguiría a su lado apoyándolo, parte de la vida era el continuar a pesar de las decepciones y malas decisiones.
Sebastian estaba satisfecho por ver como su amo estaba madurando aún más de lo que ya lo estaba haciendo, sin duda lo apoyaría en las decisiones que él tomara. Para animarlo más en su trabajo se dirigía a la cocina a prepararle un postre, al llegar vio que Bard no estaba cerca cuando se suponía debía estar arreglando los platos.
—¿Y Bard? —Cuestionó el mayordomo a los sirvientes ahí presentes.
—Dijo que estaba cansado y se fue... —Respondía Meyrin ordenando uno de los mesones.
—¿Lo extraña? Yo quisiera que alguien me extrañara así, que apenas no me vea ande buscándome por todas partes. —Hablaba Finny todo ilusionado.
Sebastian fruncía el ceño, ¿Era así como lo percibían? Un enamorado dependiente de otro, quizá si pero no era del todo cierto avergonzado pensaba. Sin responder empezó a preparar ese postre para su amo, cuando lo metió al horno aprovechó ese tiempo de espera para buscar a su flojo esposo y regañarlo. Cuando llegó a la habitación una tierna escena lo conmovió, ese hombre que lo tenía enamorado estaba ahí tranquilo durmiendo con sus pequeños, sonriendo les daba un dulce beso a los cuatro.
—Mis niños... —Susurró dulcemente el demonio los dejaba dormir para seguir en sus labores, después de todo, ¿qué sería del mayordomo de la mansión Phantomhive si no pudiera mantener en feliz orden su trabajo y su familia? Pensaba para si mismo con una sonrisa cuando caminaba por uno de los pasillos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro