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La nota

El conde dormía hasta muy tarde esa mañana así que Sebastian aprovecharía para realizar sus labores normales hasta que su inquieto amo se levantara y tuviera que vigilarlo.

—Sebastian... Que lindo te mueves cuando estás limpiando el mesón de la cocina. —De forma seductora Bard le susurraba al abrazarlo por la espalda.

—Quédate quieto debo terminar de limpiar, no me distraigas.

Con mala cara el demonio le regañaba mientras este trataba de seducirlo, sentía como algo duro se frotaba en su trasero haciéndole jadear en voz baja.

—Señor Sebastian... Ya terminé... —Era la voz de Finny entrando a la cocina apenado se sonrojaba al ver lo que la pareja hacia— Lo siento...

Tartamudeaba su disculpa mientras el cocinero sonreía nervioso volteaba para el otro lado, Sebastian apenado mira mal de reojo a su pareja.

—¿Qué quieres Finny? —Con seriedad el demonio le cuestionaba.

—Alguien dejó esto en la entrada principal de la mansión—le mostraba un hermoso ramo de flores azules junto a unos chocolates.

Sebastian de inmediato caminaba hacia él, aunque ya sospechaba quien había dejado este cursi detalle y para quien iría dirigido, buscando una nota la halló entre las flores.

—Tsk... Maldito Anthony...

Finny no entendía que sucedía y ahora que lo pensaba, anoche había ocurrido algo ya que Sebastian y Bard que supuestamente se habían fugado estaban ahí esta mañana y de forma extraña sus familiares se marcharon sin despedirse, trataba de entender la situación quería preguntarle al mayordomo pero al ver su enojo al leer la nota prefirió callarse.

—Bard... Ven acá... —Le llamaba el demonio para que viniera a leer la nota, se dio cuenta como su rubio cocinero parecía ignorarlo al estar en otro mesón de espalda lo limpiaba ansioso, aún cuando el ya lo había limpiado antes. Volvió a llamarlo con insistencia y con un tono impaciente en su voz.

—Ya voy... Ya voy...

Le escuchaba el demonio notando como seguía de espalda casi ignorando su orden, y eso le molestaba en gran manera, acercándosele lo miraba siniestramente por detrás.

—No te enojes... No puedo voltearme si Finny sigue aquí. —Con una sonrisa nerviosa le susurraba—tengo un problemita aquí abajo.

—Eres un depravado... —Le murmuraba el demonio pero con una mirada lasciva al notar que ciertamente su erección se notaba en su blanco pantalón.

—Dile a Finny que se vaya... Y ayúdame.

Sebastian embelesado escuchaba su petición aún se sorprendía como un hombre así había captado su atención, este torpe rubio, su sonrisa y mirada traviesa, lo cariñoso que es y su perversión le encantaban.

—Finny... Ve a ver si las flores cambiaron de color. —Ordenaba el mayordomo con una amable sonrisa para sacarlo de la cocina.

—Ehhh si señor... —Murmuraba confundido el joven notando algo extraño en la pareja— ¿Bard se siente mal? Se anda retorciendo.

—Un poco... Tiene cólico... —Le respondía el mayordomo.

—Ahhh... Usted debe curarlo...

—Si eso haré... —Sin borrar su sonrisa el demonio empujaba sutil al jardinero este sin entender que sucedía se alejaba.

—Ya se fue. —Sebastian hablaba en un tono sugerente mientras ponía seguro en la puerta.

Viendo como de inmediato Bard se le acercaba, tomando sus labios los besaba apasionado con los suyos, entre jadeos se bajaban los pantalones.

—¿Un cólico? —Cuestionaba divertido Bard sobre sus labios humedecidos por los besos no dejaba de sonreirle.

—Un cólico en el pene. —Perverso Sebastian le hablaba mientras apretaba su entrepierna

—Sebastian... Me vuelves loco... —Entre jadeos el rubio le susurraba sobre los labios se disponía a embestirlo cuando escucharon unos golpes en la puerta.

—Tsk... no se puede tener sexo tranquilamente en esta mansión. —Malhumorado el demonio muy excitado murmuraba con sus pantalones abajo y el trasero levantado sobre uno de los mesones.
Entonces también la campanilla de la cocina repicaba alertando que el conde ya se había levantado y lo llamaba. Los golpes en la puerta y la campanilla interrumpía a los amantes que frustrados se miraban entre si.

—¿Puedes hacerlo en dos minutos? Sé que tu puedes mi superhombre.

—Sebastian... Sabes que me gusta tomarme mi tiempo.

—Solo pierdes el tiempo hablando...

La pareja se entregaba al placer en la cocina después de esos más de dos minutos ambos extasiados se miraban.

—Dos minutos... Muy bien mi ardiente cocinero.

—Tsk... Sebastian eso fue trampa, apretaste muy fuerte —Un poco frustrado pero satisfecho el rubio refunfuñaba— Así vas a pensar que acabo muy rápido siempre.

—No te preocupes... Entiendo que no eres así siempre. —Le hablaba el demonio arreglándose el uniforme se prestaba a preparar con prisa el té a su amo.

—Eres tan lindo... —Susurraba muy enamorado el cocinero al sentir un pequeño y dulce beso en su mejilla por parte de su amado mayordomo antes de dirigirse a la puerta.

—¿Qué hace aqui? —Un poco sorprendido Sebastian cuestionaba a su colega hindú que parado al pie de la puerta sonrojado se mostraba cuando la abrió.

—Venía a ayudar en la preparación del almuerzo pero escuché que estaban en otros asuntos y decidí esperar que terminen.

—¿Escuchó todo? —Cuestionó el demonio.

—No... Estaba rezando mientras esperaba... Deberían ser más cuidadosos con sus asuntos maritales.

Sebastian se quedó pensativo ante esas palabras, era extraño que ya se refirieran a lo de tener un esposo aun cuando no se habían casado era un poco halagador.

—Regañe a mi esposo entonces, él es el más libidinoso... —Le sugería al hindú que se acercaba a Bard para regañarlo.

—Tardaste demasiado —Era el regaño del conde que con el ceño fruncido miraba a su mayordomo quien se disculpaba acercándose — No quiero té, quiero ir al baño.

—Le acompaño entonces.

—No puedo caminar bien me duele todo... Por eso te estaba esperando.

—Vaya... Ahora las consecuencias de sus actos precipitados.

—Deja de regañarme y llévame al baño.

El demonio solo obedecía en un suspiro resignado le ayudaba a ir al baño, minutos después en la cama, Sebastian no sabía como darle una noticia a su amo que bebía tranquilo su té.

—Debo decirle algo... Prometa que no se va a poner mal.

—Tsk... Sebastian eso fue trampa, apretaste muy fuerte —Un poco frustrado pero satisfecho el rubio refunfuñaba—Así vas a pensar que acabo muy rápido siempre.

—No te preocupes... Entiendo que no eres así siempre. —Le hablaba el demonio arreglándose el uniforme se prestaba a preparar con prisa el té a su amo.

—Eres tan lindo... —Susurraba muy enamorado el cocinero al sentir un pequeño y dulce beso en su mejilla por parte de su amado mayordomo antes de dirigirse a la puerta.

—¿Qué hace aqui? —Un poco sorprendido Sebastian cuestionaba a su colega hindú que parado al pie de la puerta sonrojado se mostraba cuando la abrió.

—Venía a ayudar en la preparación del almuerzo pero escuché que estaban en otros asuntos y decidí esperar que terminen.

—¿Escuchó todo? —Cuestionó el demonio.

—No... Estaba rezando mientras esperaba... Deberían ser más cuidadosos con sus asuntos maritales.

Sebastian se quedó pensativo ante esas palabras, era extraño que ya se refirieran a lo de tener un esposo aun cuando no se habían casado era un poco halagador.

—Regañe a mi esposo entonces, él es el más libidinoso... —Le sugería al hindú que se acercaba a Bard para regañarlo.

—Tardaste demasiado —Era el regaño del conde que con el ceño fruncido miraba a su mayordomo quien se disculpaba acercándose — No quiero té, quiero ir al baño.

—Le acompaño entonces.

—No puedo caminar bien me duele todo... Por eso te estaba esperando.

—Vaya... Ahora las consecuencias de sus actos precipitados.

—Deja de regañarme y llévame al baño.

El demonio solo obedecía en un suspiro resignado le ayudaba a ir al baño, minutos después en la cama, Sebastian no sabía como darle una noticia a su amo que bebía tranquilo su té.

—Debo decirle algo... Prometa que no se va a poner mal.

—¿Eh? Nada me pone mal.

—Anthony dejó un regalo cursi para usted junto a una nota esta mañana.

—¿Leíste mi nota privada? —Un poco molesto Ciel le reprochaba el demonio afirmaba con un movimiento de su cabeza.

—No debes leer los asuntos de tu amo... —Murmuró el conde agachando la cabeza— El me dejó. ¿Verdad?

—Lo siento joven amo... El solo tomó su florcita y ya se fue.

Sebastian notaba el pesar de su amo que trataba de disimular que no le afectaba aunque así era.

—No te disculpes por él, esto es mi culpa me dejé engañar tontamente. Déjame solo, no quiero tus regaños o lástima. —Ocultándose bajo las sabanas el joven conde hablaba, el demonio dejaba la nota arrugada sobre la cama para salir.

Ciel al ver que su demonio salía agarraba la nota y la leía con enojo.
Fuiste muy lindo Ciel, disfruté nuestro corto tiempo juntos... Pero tomé lo que quise y ya

Ciel al ver que su demonio salía agarraba la nota y la leía con enojo.
Fuiste muy lindo Ciel, disfruté nuestro corto tiempo juntos... Pero tomé lo que quise y ya no volverás a verme.

—Todos los demonios son iguales... —Murmuraba frustrado rompiendo la nota en pedacitos lo maldecía en silencio.

Sebastian al otro lado de la puerta lo escuchaba.

—No todos somos iguales algunos si sabemos amar... —Diciendo aquello se acariciaba el vientre donde sus bebés crecían, esos bebés que eran la prueba de que los demonios si podían experimentar el amor, ahora solo le tocaba animar a su amo con el corazón roto aunque el dijera que no tenía la culpa se sentía responsable, entonces se le ocurrió que lograría animar a su amo decepcionado dándole la potestad de planear su boda, así se libraría un poco del remordimiento.

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