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17:25

Yoon Gi está en la total oscuridad de su sala en un día donde el sol brilla radiante y el ambiente en el exterior es idóneo para salir a dar un paseo. Pero él y sus ánimos se encuentran por los suelos; está aburrido, no sabe que más hacer que no sea entrar en ese chat para pasar el rato hablando con gente extraña. Ninguno le ha proporcionado un tema de conversación interesante, siguen enviándole fotos provocadoras y otras desagradables con mensajes con mala ortografía incitándolo a mantener una relación casual. Y él no quiere formar parte de eso, no en esos momentos. Hay algo que le falta, se siente vacío por dentro y todo le genera asco. Apenas se asoma por los huecos de la persiana para ver a la gente que pasa e imaginarse que aparece tras sus espaldas y los apuñala por el simple hecho de verlos sonreír. Es insoportable; la irritación, el aislamiento, el insomnio... Todo se mezcla dentro de su cabeza y sólo necesita una cosa.

Ha contado los días, los ha marcado en su calendario con el bolígrafo de color rojo, haciendo un irregular círculo. Se pregunta si es un buen momento para buscarlo, para ver su cara y preguntarle que ha pasado en esos días.

Se levanta con pereza del sillón y tira las botellas que se encuentran en su camino con sus pies descalzos. Huele demasiado a alcohol y puede que eso le recuerde a su padre. Recuerda que Jun Mi le contó que ese hombre es un borracho perdido y que lo golpea con botellas de vidrio. Eso le revuelve el estómago. Prefiere entonces darse un baño rápido y aun que sea arreglarse un poco, él es un hombre apuesto y debe mantenerse prolijo.

Deja que el agua casi fría lo limpie y que el jabón cubra su piel de perfume. Después se viste casual y decide tomar unas monedas para pasar por la tienda del viejo anciano con cara de malas pulgas. Aquel arrugado señor siempre le hace bromas sobre su trabajo, y aunque éstas no tienen ni pizca de gracia, Yoon Gi se ríe de todos modos, pero sin muchas ganas.

Al abrir la puerta de su casa la luz del sol pega de lleno en su cara, esto lo obliga a cubrise los ojos por la intensidad. Tanto tiempo en la oscuridad y frente a la pantalla le afecta.

Mientras camina mira su reloj, cree que es un horario adecuado para llegar hasta el lugar en el momento preciso. Pero antes de eso decide visitar la tienda del anciano. Queda a unos minutos del parque, lo cual le resulta genial porque tiene pensado comprar un helado de fresa para su amigo.

Al llegar se da cuenta de que hay varios niños y niñas comprando dulces, refrescos y hasta revistas de esas que vienen con stickers de animales; supone que esas tonterías están de moda entre los más pequeños.


—¡Oh, hola!—el hombre lo saluda sorprendido al verlo, toma el helado para ver el precio de éste y le cobra— Hace tanto no te veía... Debes estar muy ocupado trabajando ¿No? Ah... De verdad, algún día tienes que venir a arreglarme la impresora, hace ruidos raros ¿Tu arreglabas esas cosas, verdad?


El pelinegro se encoge de hombros y solamente le entrega las monedas. Piensa que quizás el precio es un poco caro para un helado de agua con un envoltorio tan feo.

Espera unos segundos parado frente a la entrada del camino. Se imagina corriendo como lo estuvo haciendo, extraña esa pequeña rutina, pero su cuerpo no le permite llenarse de la energía suficiente como para hacerlo de vuelta. Suspira y baja por el camino para llegar hasta ese lugar. Hay bastante gente en esa tarde y eso le molesta, pero eso no importa tanto como el esperar a verlo. Pasa entre la gente caminando, entre pequeños mocosos correteando y chocando con él...

Se detiene cuando ha encontrado su punto final del trayecto. Ese pequeño espacio que le permite entrar entre los arbustos que aún no han podado lo llevan hasta esa piedra. Allí se sienta y mira el flujo del agua pasearse tranquila. Espera, espera y espera.

Pasan veinte minutos exactos y mira el helado que sostiene en la mano, quizás se le está derritiendo demasiado rápido y eso es un fastidio. Gruñe por ello, pero se sobresalta cuando escucha el crujir de las ramitas muy cerca de él.

Ji Min se asoma sin esperarse aquella presencia en su sagrado lugar. Abre los ojos sorprendido y muestra una enorme sonrisa de alegría. Se acomoda los anteojos torpemente y se acerca al mayor con los brazos abiertos.


—¡Yoon Gi!— el entusiasmo en su voz es notable al igual que sus gestos y el abrazo sin permiso que le da al otro— ¿Qué está haciendo en mi lugar?


—Ah... Mira, te traje un helado— se echa un poco hacia atrás porque el castaño lo aprieta un poco fuerte entre sus flacuchos brazos —,está un poco derretido. Lo siento.


—Oh, no hacía falta. Es usted muy amable— Ji Min finge timidez y toma el helado para abrirlo y comprobar que aún no se ha derretido del todo—. Me encanta este sabor, gracias hyung.


El menor comienza a lamer las partes que ya se han hecho agua y chorrean. Se mancha los labios del colorante rojizo y se relame el agradable sabor del azúcar.

Yoon Gi lo observa tranquilamente y aliviado de ver que al menos se encuentra bien. Le deja un espacio para que se siente a su lado, pero Ji Min no quiere, la piedra es muy pequeña para que quepan ambos por eso prefiere hacerlo sobre su regazo. Y sin pedir permiso para ello, se sienta en la pierna del mayor con total calma mientras sigue chupando el helado, o lo poco que queda.

El mayor se siente inquieto por lo que acaba de hacer, le suele incomodar que lo toquen, pero con el castaño no le molesta tanto como lo habría hecho con cualquier otra persona. Se detiene a mirar cada vez que saca la lengua para pasarla por esas partes que chorrean; traga saliva y siente el corazón palpitar, como si de repente aquello le diera vergüenza.


—Hyung...— el menor terminó su delicioso helado mientras que Yoon Gi se había quedado perdido en su boca, con la cual ahora le sonríe divertido—¿Me extrañaba? Yo lo echaba de menos, pero no podía salir...—larga un suspiro y agacha la cabeza mientras se lleva el palito de madera a la boca para mordisquearlo— Pero tengo que contarle una cosa genial.


—¿Ah sí? —Yoon Gi sonríe de lado viendo cómo el brazo derecho del otro pasa por su hombro hasta quedar ahí apoyado— Cuéntame eso tan genial.


—Hice una amiga en la escuela— le dice bajito en su oído como si eso fuera un gran secreto— ¿Verdad que es una cosa maravillosa?


—Ah, claro— le miente después de pensarlo unos segundos—. Lo es.


—Mmm...No se ve muy feliz por mí —le hace un puchero aún con el palito en la boca, luego se lo saca y lo tira sobre el césped. Se acerca hasta el hombro por el que su brazo pasa abrazando al mayor y apoya su cabeza dejando su rostro de escasos centímetros del cuello ajeno— No se ponga celoso...


—No digas tonterías— ríe con el ceño fruncido— ¿Cómo voy a estar celoso?


—Que gracioso es, hyung— tapa su cara devolviendo un gesto divertido, de verdad cree que está celoso—. Usted es mi favorito, no se preocupe.


Dicho aquello Ji Min comienza a juguetear con la chaqueta de algodón negra de Yoon Gi, enredando sus dedos en el cordón de la capucha. El mayor no le dice nada pero siente que cada vez que toma aire éste se vuelve denso y no lo deja hacerlo con normalidad. Sus pupilas quedan clavadas en las del castaño; ambos se miran por unos largos segundos. Yoon Gi no quiere pensar nada, quiere borrar sus ideas sobre lo que desea hacer en ese momento porque hay algo en el menor que no está bien. Ninguno de ellos lo está de hecho.

Pero Ji Min tiene sus notas ya hechas, sus planes están yendo como quiere. Ve en esos ojos cansados y secos de tanto estar frente a una pantalla de ordenador un deseo oscuro sobre él; no tiene miedo de mostrarle que entre ellos hay la suficiente confianza como para dar un paso más, pero Yoon Gi está demasiado tenso y parece bloqueado.


—¿Me quiere besar hyung?


—¿Qué? —inmediatamente Yoon Gi reacciona, se vuelve a asustar como esa vez que le dijo que lo mordiera— N-no... Claro que no.


—¿Y si yo le digo que sí?


El sonido del agua y el corretear de la gente pasando por el camino ya no forma parte del ambiente. Entre ambos perdura el silencio y una mezcla entre incertidumbre y tensión.

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