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20:35
Yoon Gi respira con dificultad. El tobillo lo ha terminado de agotar por completo. Aún se siente extraño por lo sucedido; se detiene frente a la puerta de su casa y saca las llaves para abrir y esconderse en la calidez de su hogar. Su corazón palpita como loco al igual que los pensamientos que atraviesan su mente. Se saca las zapatillas y se sienta en el suelo para masajear su torcedura.
—Maldita sea, está hinchado.
Maldice a los mil demonios y trata de levantarse, pero antes de ir hacia la cocina a por un poco de hielo, alguien golpea su puerta. No espera recibir a nadie, de hecho hace mucho tiempo que no oye el sonido de su puerta para encontrarse con alguien que no sea el cartero.
Suspira y se acerca una vez más a la puerta. Observa por la mirilla pero no ve a nadie. Se da la vuelta entonces ignorando el sonido, pero al dar tres pasos vuelve a escuchar ese molesto toc-toc.
—¿Quién es...?—casi gritando, se voltea de nuevo.
—S-soy yo... Ábrame por favor. Hyung...
Apresurado tras escuchar esa vocecita, abre la puerta y se lo encuentra cara a cara otra vez. Esos ojitos de niño bueno lo miran acuosos como si en cualquier momento fuera a largarse a llorar.
—¿Pero qué mierda haces aquí? —entre dientes y sin entender su presencia frente a su casa, apenas le abre la puerta— ¡No me vuelvas a seguir!
—¡No, no me cierre!— Ji Min pone sus manos empujando la pesada puerta temiendo que Yoon Gi no quiera dejarlo pasar— ¡No quiero estar solo!—su voz se quebró —¡Perdón, le dije que hiciera algo muy raro! ¡No le volveré a pedir algo así!
—Qué...
Las manos de Yoon Gi dejaron que la fuerza desapareciera. Abrió entonces lentamente su puerta, apreciando completamente la figura de aquel chico. Se veía despeinado, con la ropa más sucia que antes y esos ojos rojos llenos de lágrimas le dieron una patada en el pecho; se sintió culpable de su llanto y no podía dejarlo afuera. Verlo llorar así le recordó a él de niño cuando hizo lo mismo frente a la puerta de la habitación de su hermano.
Ji Min sorbió su nariz con fuerza y se limpió las lágrimas con la camiseta. Dio unos pasitos al frente cuando se dio cuenta de que Yoon Gi le estaba dando permiso para entrar a pesar de no decirle una palabra.
Una vez dentro de aquella casa tan silenciosa y poco iluminada, el castaño se quedó de pie, lo miró al mayor a los ojos y le mostró una sonrisa de alivio.
—¿Qué quieres?
—Nada... Bueno, perdón —bajó la cabeza y volvió a pasar su camiseta por sus mejillas sin parar de lloriquearle—. No debí seguirlo, esas cosas están mal. Pero quería pedirle perdón por decirle eso. Usted debe pensar que soy un niño extraño y asqueroso.
—Dios... Está bien, deja de llorar. No pienso nada, sólo me asusté.
El jovencito asintió y se quedó en silencio, hipando. Yoon Gi se masajeó el puente de la nariz, no sabía qué hacer después de eso. Ji Min no se iría tras pedirle perdón, ni tampoco él podía decirle que se fuera. Si bien la situación se tornó incómoda, era tarde y el sol pronto terminaría de esconderse. No quería pensar en verlo solo por la calle merodeando, podía pasarle algo. Pero si dejaba que se quedara en su casa ¿Qué sucedería?¿Estaba bien que se quedara allí? Tampoco podía salir y acompañarlo a donde fuera que viviese, su tobillo se lo impedía.
—¿Le duele mucho?— señalando la torcedura que se había puesto bastante roja, Ji Min se acercó hasta su tobillo y se agachó para inspeccionarlo como si fuera un doctor— ¿Dónde está la cocina, hyung? Le preparé una bolsa con hielo.
—No, no es necesario.
—Que sí...— el castaño se apresuró a incorporarse y buscó con la mirada dentro de esos pocos metros cuadrados de vivienda dónde se localiza la cocina. Observando a sus espaldas que el salón, notó que está prácticamente vacío, con sólo un sofá y una tele sobre un mueble blanco. Supone que se ha mudado recientemente ya que le parece raro no ver nada más que eso— Siéntese y se lo traeré.
Los ojos del mayor persiguen cada movimiento del joven, el cual se apresura a ir en dirección a su cocina. Escucha cómo abre el congelador y toma algunas otras cosas. Vuelve a oir los pasos ahora camino al salón donde se ha sentado en el sofá para elevar su pierna y descansarla.
Ji Min le sonríe y vuelve a mirar el tobillo, le pone la bolsa con hielo picado sobre el hinchazón y el mayor se queja por el contacto tan frío.
—Espero que con esto se le pase el dolor.
—Gracias— Yoon Gi le responde bastante seco; observa por un rato su torcedura y cómo el jovencito parece entretenerse mirándola. Piensa que a lo mejor debería irse a su casa, pero enseguida se vuelve a contradecir y algo dentro de su cabeza le dice que no— Oye, tus padres se preocuparán por ti si no...
—Preferiría no volver a casa— Ji Min desvía la mirada, pero no mueve su cabeza —Nunca más. No me gusta estar ahí.
—Ya— comprendiendo ese sentimiento y esas palabras tristes que escucha salir de la boca del menor, Yoon Gi recuerda de inmediato su niñez y se pierde un poco sus horribles memorias— ¿Te tratan mal? Sí es así lo entiendo. Cuando tenía tu edad me pasaba lo mismo.
—Le mostré mi herida— volvió a enseñar ese corte de botella y lo tocó con los dedos de su otra mano para ver si le seguía doliendo al contacto—¿Sabe qué? A veces mi padrastro me trata muy mal y otras es de lo más amable, no entiendo qué está mal con él. Pero creo que mi madre es peor... Le gusta alardear con sus amigas de los lugares a los que vamos y les dice que soy un niño muy inteligente y bla, bla... Pero me trata como una basura cuando hago algo mal y me tiene todo el día encerrado, por eso puedo salir a partir de cierta hora. No es divertido, sólo tengo como una hora y media para pasear como si fuera un perro. Yo no soy un perro...—mientras que le contaba esto, acomodaba con cuidado la bolsa de hielo que se rebalaba hacias los lados— A veces quisiera matarla, hyung.
Yoon Gi le prestó una especial atención a aquella última frase. Una chispa se le encendió en el pecho, desatando sus más oscuros pensamientos y siendo torturado por los traumas de su infancia. Comprendía que su nuevo amigo que, según le dijo se llamaba Jun Min, no quisiera volver a su hogar. Se vio a sí mismo en ese preciso instante reflejado en los brillates ojos del castaño que aun seguía cristalizados.
¿Podrían tener más cosas en común?
Después de todo Yoon Gi reconocía que él no estaba muy estable y al parecer por lo poco que vio del chico dedujo que éste se encontraba igual que él, o peor incluso.
Le interesó demasiado la cercanía de ambas palabras y el tono con las que dejó que escaparan de sus labios como con asco.
Yoon Gi se acomodó para acercarse más hacia el menor, fijando su mirada en él, clavando sus ojos con impaciencia porque le contara qué era lo que sucedía con su madre.
—¿Qué te ha hecho ella, Jun Mi?
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