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¿Qué es el dolor? Se pregunta Yoon Gi.

No, no existe tal cosa en esos ojos. La reacción posterior al dolor es un grito, una súplica o inluso las lágrimas del llanto. Pero eso no sucederá.

Sus ojos quedan clavados en los del niño de cabello castaño claro, tras esos redondos anteojos su mirada lo espera ansioso.

Sí, Ji Min quiere que le haga daño, pero no porque le guste sino porque quiere olvidar que ahí donde tiene la herida que le hizo su padastro quede solamente la marca de los dientes de ese hombre hermoso con expresión desorientada.

Le parece gracioso, dentro de su cabeza se imagina lo que debe de pensar ¿Creerá que está loco? ¿Pensará hacerlo realmente?  Si cede entonces Ji Min se sentirá satisfecho porque ha podido incitar a alguien a hacer lo que él quiere, un total desconocido del que apenas sabe algo por medio un chat le haría caso a una petición tan extraña como lo es el morderlo.

Pero antes de que algo suceda, Yoon Gi piensa, se detiene y lo suelta inmediatamente.

Ambos escuchan un ruido, alguien se acerca por el camino. Unas voces de mujer ríen y parecen mantener una conversación casual mientras pasean por el parque. Claro que Yoon Gi se aparta sin pensárselo dos veces, puede meterse en problemas si alguien lo ve en tal situación, por lo que retrocede, casi tropenzando y mira por última vez en ese día a aquel chico.

Ji Min observa su fracaso; la interrupción ante su pedido lo pone furioso. Su amigo se marcha como un perro asustado con el rabo entre las patas dejándolo solo. No tiene más opción que levantarse, limpiar su ropa sacudiéndola bruscamente con ambas manos e irse de allí. Pero no sin antes dedicarle una profunda mirada de desprecio a aquella dos mujeres. Se las cruza en el camino y ambas, frenando sus pasos, miran al jovencito confundidas.

—Que tengan un lindo paseo— les dice sin motivo alguno, cambiando drásticamente su entrecejo fruncido por una sonrisa falsa y dando la vuelta para seguir por el camino en otro dirección.

No puede creer que su momento se viera arruinado. Le disguta el hecho de que puede que no vuelva a ver a aquel hombre y probar sus planes con él. Con cada pisotón que da, Ji Min maldice, balbucea y lanza patadas al aire llamando la atención de un grupo de padres que pasa por allí con sus hijos.

Odia esas miradas, son exactamente como las que le lanza su padrastro cada vez que lo ve. Como le gustaría deshacerse de ese mal nacido. Cree que es un patán que no hace más que vivir del sueldo de su madre. Y le da rabia que a ella no le importe, a veces piensa que es tonta, pero no puede decírselo.

Disfrutan de sus vacaciones juntos, claro que lo hacen. Posan como una familia feliz frente a las cámaras y luego su madre cuelga las fotos en internet fingiendo que su nuevo esposo es un buen padre y que su hijo está completamente sano mentalmente.

Es la perfecta familia de mentira.

Entonces recordando esas cosas, Ji Min siente ardor en sus ojos. Los cierra porque no quiere llorar, no le gusta hacer eso, y mucho menos cuando hay gente por ahí a su alrededor. Se frota con violencia con los puños y quita esas gotas que quieren salir descontroladas.

—No llores, no llores...

Se lo repite como un mantra durante todo el camino de vuelta. Pero no piensa volver a casa, decide tomar otra dirección. Aún puede ver cómo, a los lejos, Yoon Gi finge correr como profesional, porque se nota que aún le duele tobillo. Y, en lugar de irse a casa, piensa ágil y mueve sus piernas más rápido para perseguirlo sin que se de cuenta.

¿Será que vive más cerca de lo que pensó? 

Si logra ubicar su dirección sin que se de cuenta puede que, después de todo, no haya sido tan mal día. Pero si logra entrar sería mucho mejor.