Son las seis y media de la tarde de un lunes. Yoon Gi toma un aperitivo rápido mientras mira cómo pasan los minutos en el reloj del escritorio. Tiene ganas de marcharse; estuvo todo el día evadiendo a la muchacha que realiza las prácticas, ella no entiende por qué no le devolvió el saludo en la mañana ni tampoco por qué no la quiso ayudar a solucionar un problema. Yoon Gi se siente molesto, irritado.

De repente recibe una llamada. Suspira, se coloca los auriculares y activa el micrófono.

—Usted se ha comunicado con soporte técnico, ¿en que puedo ayudarle?—atiende la llamada, con la misma frase de siempre, sin ninguna gana.

—Hola...—escucha la voz de una mujer— Tengo un problema, acabo de instalar una actualización y me saltó una advertencia de virus. Mi pantalla tiene un aviso y me pide pagar si no quiero que roben mis datos. Estoy desesperada.

Yoon Gi suspira muy discretamente. Otra vez alguien imprudente abriendo cosas que no debería. Teclea rápidamente y abre un programa.

—Está bien, no se preocupe señora. Dígame, ¿tiene habilitado el escritorio remoto? Necesito acceder a su ordenador.

—Claro.

La mujer le permite a su soporte técnico el acceso remoto. Preocupada porque sus archivos se vean vulnerados ante un hacker no tiene otra opción. Le pasa el código y enseguida su mouse se mueve, controlado por el otro.

—Oh, vaya...—dice Yoon Gi sin soprenderse mucho al notar que aquello es un falso virus. Y dado esto, hace lo que siempre suele hacer— Esto es un problema, tardaré un poco en solucionarlo.

—Por favor, tengo archivos importantes. No importa lo que tardes.

El pelinegro apoya su mano bajo el mentón, aburrido. Congela la pantalla de la mujer para que no pueda ver qué es lo que hace. Sabe que no está bien obviamente por políticas de la empresa, pero le puede la curiosidad y ya que aquel falso virus no provocará nada en el sistema, decide explorar los documentos de aquella mujer. Abre las carpetas de video, audios, descargas... Observa documentos en pdf y otros como recibos del banco. No cree ver nada interesante ahí. Se dirige con el puntero hacia las fotos y hace doble click. Cientoveinte archivos de imágenes de todo tipo.

Particularmebte le llama la atención unas que están más abajo. Son fotos familiares.

Playa, montaña, lagos... Supone que son tres miembros de la familia porque solamente encuentra a la mujer, un señor y un jovencito.

Se fija en el chico. Cabellos castaños claros, nariz chata y gruesos labios, lleva unos anteojos con marco redondo. Yoon Gi ladea su cabeza, aun con la mano bajo su mentón, y sonríe inconsciente. Le parece un chico muy tierno y además recuerda haberlo visto antes.

Copia algunas fotos en las que aparece ese joven y la pega en sus documentos. Luego arregla el problema del supuesto virus.

—Solucionado—concluye con un tono amable—.Actulice su antivirus siempre que pueda, señora... Tiene algún que otro problemita de seguridad.

Habla un rato con la mujer y le explica cómo evitar otra situación igual. Ella le agradece y se despide.

Yoon Gi después termina otras tareas, y cuando vuelve a mirar el reloj sonríe. Ya es la hora de salir.

Toma sus cosas apresurado porque quiere salir un poco antes a correr, pero se choca con ella. Sus ojos grandes y color miel lo miran tímida. Espera escuchar salir algo de sus labios, esos labios que apenas tienen un bonito brillo rosado.

—Yoon Gi... Quizás podríamos ir a cenar hoy.

El pelinegro levanta ambas cejas, pero lastimosamente para ella ya perdió el interés. Le dice que tiene prisa y se marcha.