Capítulo Quince
Sorry but... I'm the Drama🔥
—¡Jisunggie, ¿qué estás haciendo?! —cuestionó en un grito lleno de preocupación su progenitora al pie de la puerta, había corrido desde la cocina al escuchar extraños sonidos repetitivos de destrucción. Se preocupó y lo hizo aún más al ver el deplorable estado de su hijo.
Se acercó al menor quien se haya agonizando de dolor en el suelo y lo abrazó contra su pecho, sintiéndose abrumada. Su corazón tiembla y se estremece. Odia ver a sus pequeños sufriendo, le hiere y rompe su alma.
—Hijo mío, mi pequeño niño. Por favor, cálmate. No pasa nada, estoy aquí —dice suavemente en un intento desesperado de calmarlo —Todo estará bien —acaricia sus cabellos con suavidad e intenta sacar sus feromonas más suaves, buscando aligerar su pequeño cachorro.
—No lo está —respondió ahogado, aferrándose al pecho de su madre, esperando que su calor calme a su adolorido lobo.
—Esta bien, y aunque no lo creas, lo estará —aseguró con una triste dulzura.
Inhala el aroma fresco y tranquilizador de su madre atormentado. Sus sentimientos alborotados se vuelven agobiantes, hundiendo su alma.
El aire en la habitación esta cargado de una tristeza que parece casi tangible. A pesar de su estatura y su porte de Alfa, en ese momento, Jisung parecía un niño indefenso, acurrucado en el regazo de su madre. Las lágrimas caen silenciosas por sus mejillas, empapando la tela del vestido de Yejin. Había caído, dolorosamente había caído al punto de sentir que nunca más logrará levantarse de nuevo.
Ella le acaricia el cabello con ternura, tratando de ofrecer consuelo en medio de su propia incredulidad y dolor.
—N-No lo siento... —susurró el joven con voz ahogada, sintiendo como pierde el sonido de su propia voz —M-Mi hilo con Chenle... —su madre le mira confundida y sintiendo como poco a poco, el terror va inundando su corazón —... Fue tomado por otro Alfa... —culminó la oración con un vacío inexplicable, su mirada perdida y rota.
—Es imposible, ¿por qué? Eso no pasaría nunca, Chenle te ama —respondió Yejin, la desesperación pintando cada palabra. Es imposible, ambos se aman, siempre lo han hecho.
—Chenle me ama —afirmó Jisung con una certeza que sólo hacía más profunda su angustia. —D-Debe e-estar s-sufriendo mucho... —el solo imaginarlo sufriendo lo devastaba, un dolor tan profundo que sentía que se ahogaba en el.
Chenle debe tener mucho miedo. Debe estar confundido, aterrado y preocupado. Tan agobiado que golpea su corazón una y otra vez. Su hilo roto y desgastado, lo siente así, como se estremece y se aferra desesperadamente a mantenerlo ahí. Dañado y con el hilo deshaciéndose de apoco, siente como sus lobos se siguen aferrando y llamando sus nombres.
Yejin sintió como su corazón se rompía al ver el estado de su hijo. Nunca lo había visto así, tan vulnerable, tan destrozado. No sabía qué hacer para aliviar su dolor. Hacía años no había vuelto a ver a un hijo suyo caer y había creído ilusamente que la felicidad había llegado a su familia, que luego de la desgarradora tormenta habría un infinito arcoiris de colores para sus vidas.
Pero es imposible que la completa felicidad exista y es poco probable que todas las parejas destinadas sean capaces de quedar juntas. El amor no lo es todo, la vida es una gran batalla de lucha continúas. No todo será bueno y lo malo llegará a ser tan malo al punto de replantearte a la idea de si está bien dejar de vivir.
—No puedes dejar que se quede así, debes ir a buscarlo —dijo, su voz temblando con la desesperación de una madre que haría cualquier cosa por ver a su hijo feliz de nuevo.
Jisung asintió lentamente, pero sus ojos siguen perdidos, su alma parece estar luchando contra un vacío abrumador. Se siente confundido, vacío y solitario, como si hubiera perdido una parte indispensable de su ser. La conexión con Chenle, su otra mitad, estaba rota y él, no sabía cómo seguir adelante.
Yejin lo abrazó con más fuerza, sus lágrimas se mezclan con las de él. —Lo encontrarás, Jisung. No estás solo en esto. Lucharemos juntos, traeremos a Chenle de vuelta.
Jisung cerró los ojos, tratando de aferrarse a las palabras de su madre, a la esperanza que intentaba ofrecerle. Pero en ese momento, todo lo que sentía era la desgarradora pérdida de su amado, un vacío tan profundo que parecía no tener fin.
«Por favor, no lo sueltes. Sigue ahí, espérame»
Aunque se sienta desesperanzado, lo hará, luchará. Solo espera que Chenle no lo suelte.
Jisung esta en el aeropuerto con sus padres frente a él, sus corazones pesados con una mezcla de esperanza y preocupación. Su madre lo abrazó con fuerza, su voz temblorosa mientras susurra al oído de Jisung —Todo estará bien, hijo.
Su padre, aunque afectado, se mantiene firme, luego de abrazar a su pequeño hijo Alfa, sostuvo a su esposa la cual se encuentra tan inestable que no parece poder ponerse de pie.
El vuelo a París fue un torbellino de emociones para Jisung. Pasó las horas mirando por la ventanilla, imaginando cómo sería el reencuentro, temiendo lo que podría encontrar. Al aterrizar, un frío inquietante se apoderó de él, pero la determinación lo empujó hacia adelante.
Llegó al lujoso departamento de Chenle, un lugar que había sido el refugio del Omega o eso había creído alguna vez, lleno de risas y amor. Se sentía tan celoso de que el escandaloso rubio llenara de travesuras aquel lugar tan lejano a su hogar. Sin embargo, al entrar, el contraste fue desgarrador.
Nunca había visto en persona el lugar pero por el tour virtual que le ha dado su novio y por todas las veces en las que han hablado por vídeo llamada siente que conoce el lugar a la perfección como si estuviese tallado en la palma de su mano. Por ello, ver como todo esta desordenado y sucio, con muebles rotos y papeles esparcidos por el suelo le dejó pasmado. La desolación impregna el aire, y Jisung sintió un nudo en el estómago.
Caminó lentamente por el departamento, sus pasos resonando en el silencio. Viendo roto un cuadro que tanto se había mofado de su costoso precio o un jarrón antiguo que había comprado de un Museo de China solo porque le parecía lindo, aunque a su padre no tanto debido al dolor de su billetera. Cada objeto cuenta una historia de desesperación y abandono.
Jisung avanza desesperado por el departamento, cada rincón desordenado y sucio alimentando su angustia. Sabe desde lo más profundo de su alma, que su novio está escondido en algún oscuro rincón del apartamento. Su corazón late con fuerza mientras busca sin cesar, hasta que finalmente llegó a una habitación al fondo del pasillo. La puerta del armario entreabierta, y un sonido ahogado y entrecortado llegó a sus oídos.
Abrió la puerta con cuidado y allí, como había pensado, en un rincón oscuro, encontró a Chenle.
El pequeño Zhong estaba acurrucado en una esquina, su cuerpo temblando de fiebre, sudado y con la respiración entrecortada. Las lágrimas corren por su rostro pálido, y sus ojos, llenos de desesperación y confusión, encontraron los de Jisung. Como un joven cachorro que perdió la protección de su madre y lloraba en desconsuelo luego de haber sido lastimado.
Sin dudarlo, Jisung corrió hacia él y lo abrazó, sintiendo el calor febril de su Omega. Chenle se aferró a él, sollozando desconsoladamente. Jung sintió perfectamente como su corazón cae en pedazos, tan frágil y vulnerable ante la inestabilidad de su amado.
Lo envolvió en sus brazos temiendo perderlo o peor aún, que aquello fuese una alucinación de su propia mente atormentada. Chenle se tensó al principio, pero luego se dejó llevar por la calidez de su Alfa. Comenzó a sollozar, sus lágrimas cayendo sobre el hombro ajeno quien lo apretó más fuerte.
—N-No quería... Y-Yo no quería... N-Nunca sería capaz de traicionarte... Y-Yo n-nunca —llora en su pecho desconsolado, sin ser capaz de articular una oración con plenitud. Su pecho quema y arde, la marca en su cuello repele con aborrecimiento al Alfa frente a si mientras su lobo busca desesperadamente de arrancarse aquella unión que no ha aceptado por más imposible que fuese. Solo hay un Alfa para él y es Jung Jisung, quien robó su corazón con solo la edad de catorce años.
—Estoy aquí, Chenle. Todo estará bien —murmuró Jisung, repitiendo las mismas palabras que su madre le había repetido continuamente. Es acogedor tener de nuevo entre sus brazos a su amado pero no es un evento feliz, y el sentimiento agriculce del amor le empieza afectar.
La oscuridad envolvió su amor, envolvió a Chenle y no sabe si volverá a brillar como siempre lo ha hecho. Arruinaron su brillo, su felicidad. Y vaya que no tenía ni plena idea de lo que había sucedido.
—N-No recuerdo e-esa noche con claridad... —reveló en un hilo de voz ahogado, cansado y abatido. —S-Solo s-sé...
—Está bien, Chenle. Yo te creo. C-Confío en ti —no fue capaz de mantener su voz estable como hubiese querido, las lágrimas formaron un camino incontrolable por sus mejillas —T-Te amo —lo apretó con más fuerza, sintiendo como el cuerpo tembloroso de Chenle se relaja ligeramente en sus brazos. Es un consuelo para él, saber que a pesar de ya tener a otro Alfa impregnado en su piel, su cuerpo aún le afectaba su tacto.
Lo tomó y lo sentó en su regazo, envolviéndolo con su calor protector. Mientras lo abraza, sintió un olor diferente en la piel de Chenle, el aroma de otro Alfa en su Omega. Un rugido de furia se formó en el pecho de Jisung, su lobo interno clamando por venganza.
Pero en ese momento, la prioridad es Chenle. Jisung respiró hondo, luchando por mantener la calma.
—E-Él puso algo en mi bebida... —se atrevió a revelar con vergüenza, humillado de si mismo. Abraza con fuerza el cuello del mayor, temiendo que lo soltase y le mire con aborrecimiento. Teme que lo culpe y lo abandone, no es difícil hacerlo, todos lo hacen con tanta facilidad.
—¿Qué? —algo en su interior acabó con su cordura.
—Y-Y sus manos estaban sobre m-mi... N-No podía hacer nada... —tiembla una vez los recuerdos borrosos invaden su mente de forma tan arrolladora que lo hace revivir el momento. Una y otra vez, sigue pasando por su cabeza sin piedad —Y-Yo no quería, r-realmente no q-quería pero é-él l-o hizo... —no pudo seguir, su voz volviéndose en un hilo cada vez más agudo hasta el punto de desaparecer. Su cuerpo tenso sufriendo aún el rechazo de la marca.
Fue bueno que aquel maldito Alfa no estuviera ahí, porque lo hubiera matado en ese mismo instante. Sus ojos negros y oscuros, brillando en un carmesí tan profundo y vivaz, al punto de quemar sus entrañas. Sus manos pican por moverse y destruirlo.
Pero no solo la furia enloquece a su lobo, la desolación y la tristeza por la profunda agonía de su alma gemela le afecta de sobremanera. ¿Chenle volverá a brillar?
Acaricia aquellos cabellos rubios con suavidad, como si estuviese sosteniendo un delicado cristal entre sus manos, temiendo asustarlo o peor aún, romperlo. —Voy a cuidarte, no dejaré que nada ni nadie te haga daño nunca más —prometió en cuerpo y alma.
Nunca supo nada y siempre se quedó como un tonto, sin saber lo que le sucedía a su Omega y creyendo tontamente en sus sonrisas. Sabe que todo esto perfectamente tiene un nombre y apellido tan poderoso como inquebrantable, los Zhong. Ellos son los culpables de toda la vida miserable de Chenle, al punto de comportarse como unos malditos animales por el dinero. Tan capaces, audaces, respetados y temidos. Nadie nunca ha podido afectarlos o si quiera llegar a sus talones.
Pero Jisung, no está dispuesto a perdonar por más años que pasen. Lo hará, se encargará de destruir con todas sus fuerzas cada maldito ser que se apellida Zhong para volver polvo lo que tanto les preocupa, su imagen y su dinero. Se vengará aunque eso cueste su propia vida.
El Omega se acurrucó más cerca de su Alfa, buscando consuelo en su calor y en la seguridad de sus brazos. La furia y el dolor se mezclan en el corazón de Jisung, pero su amor por Chenle es más fuerte. Sabía que, pase lo que pase, juntos, deben si o si, superar esta tormenta.
El sol brilla suavemente sobre el parque a orillas del río Han, donde Jaemin y Jeno han extendido una manta de picnic. La brisa acaricia sus rostros mientras se encontraban sentados juntos, rodeados de flores silvestres y el sonido del agua fluyendo serenamente.
Nana reía mientras le daba de comer a Jeno, quien aceptaba cada bocado con una sonrisa. La atmósfera esta cargada de alegría y tranquilidad, sus miradas se encuentran constantemente, llenas de afecto y un amor tan puro como profundo. En un momento, Jeno envolvió al Omega en un tierno abrazo, su calor proporcionando una sensación de seguridad y plenitud. Todo está bien, es tan irremediablemente feliz.
Se miraron a los ojos, acercándose lentamente para compartir un beso que prometía ser el más dulce de todos.
Pero de pronto, la tierra tembló violentamente, sacudiendo todo a su alrededor. El cielo se oscureció como si una sombra gigante lo hubiera cubierto. Jung sintió el miedo apoderarse de su pecho al ver a Jeno siendo arrastrado por una fuerza invisible que lo alejó de él. Se levantó de inmediato, intentando alcanzarlo, pero por más que corría llegaba a la nada misma. Esta lloviendo, llueve fuertemente. Nunca fue un buen día.
Se detuvo, sintiendo como el aire le falta a sus pulmones y un sujeto vestido de negro apareció frente a él, con un cubrebocas que oculta la mitad de su rostro.
—¡Eres mío, solo mío! —dijo el hombre en un tono amenazante, tan alto que estremeció su alma.
Retrocedió, su corazón latiendo con fuerza por el miedo. Intentó escapar, corrió con todas sus fuerzas sintiendo como es en vano porque sigue en el mismo logar. Siente un agarre brusco en su muñeca que lo hace girar. Lo atrapó.
—¡No!
Jaemin despertó abruptamente con su corazón aún palpitando de miedo, retumba por todo su cuerpo. El silencio entre la oscuridad de la habitación lo envuelve. Se dio cuenta que había sido solo un sueño.
Intentó calmar su respiración, cerrando los ojos mientras silenciosas lágrimas se deslizan por su rostro. No quería despertar a su compañero en la cama de arriba.
¿Cuándo será el día en que dejará de temer?
—Si, si. Se lo he pasado ya —la voz de Yangyang lo saca de sus pensamientos de forma abrupta. El peligris se encuentra acurrucado debajo de sus sábanas, hablando en el tono más bajo que puede. Pero debido al profundo silencio de la noche, Jung puede escuchar a la perfección cada palabra. —Que ya se lo he pasado... ¿Más? ¿Quiere más dinero?... No tengo mucho... —parecía lamentarselo —¿Dijo que será la última vez?... Esta bien, lo haré.
Y colgó.
¿Dinero? ¿Quién le pide dinero a estas horas?
—Es muy tarde, Yang —se atrevió a hablar, con la voz un tanto ronca.
No supo que su voz había sobresaltado de forma inoportuna al chino, quien sintió como su corazón se llenó de terror.
—Oh, no es nada. Solo... Solo... —parecía vacilar, tan indeciso y temeroso —Mi madre está enferma y necesita el dinero.
—¿Otra vez? —frunció el ceño con los ojos cerrados, manteniéndose recostado. —¿Pensé que habías dicho que era tu padre? —no es estúpido ni olvidadizo.
—Solo... —su voz se perdió en la oscuridad que le brinda el aire.
Nana suelta un largo bostezo, un tanto fatigado y somnoliento. —Si se aprovechan de ti, no importa si se trata de tu familia. Lo que está mal, está mal y es mejor alejarse —se acomodó al lado derecho y se cubrió con la manta, cerrando sus pesados párpados.
—La familia es lo primero.
—¿Y ellos de verdad piensan lo mismo que tu? No tengas un corazón de oro con personas que no piensan en ti, tómalo como lema de vida.
«Yangyang siempre ha sido muy bueno» Eso es sabido desde tiempos muy memorables. Con sonrisa bonita, el chino desde que llegó la primera vez, aún sin saber coreano, sonreía a cada persona e intentaba con todas sus fuerzas comunicarse, ser amable y jovial. Es fácil aprovecharse de él.
Aún cuando Nana es el "favorito" de la empresa, Yangyang es tan amable con él que le afecta emocionalmente, siente que no debería serlo, debería ser como los demás.
A pesar de estar durmiendo en la misma habitación, con ligeros metros de distancia, cada uno se sumerge en sus propios pensamientos agobiantes y recuerdos que hacen temblar su corazón. Como si fuesen de dos mundos distintos, cada uno cerró sus ojos esperando así, hallar la tan esperada calma en una soledad abrumadora. Lágrimas silenciosas caen y simplemente, esperaron el momento en que perdieran la conciencia para poder olvidar.
Sufren en silencio, intentando no perturbar la paz del otro en la oscuridad de la noche, tan fría y solitaria.
Un día soleado y bonito. Con un sol brillando tan radiante. El calor empieza a hacerse notar con demasía puesto a que el verano está rozando los días.
Si es tan brillante, debería ser un buen día.
Como de costumbre, Jeno llegó al trabajo, devolviendo el saludo con una sonrisa a todo aquel que le saluda al verlo, entre doctores, enfermeras y pacientes. No hay nadie que no ame al atractivo psicólogo de corazón gentil y si es tan amable, debería justamente vivir una muy buena vida estable ya que se lo merece. Todos quieren a Jeno porque es bueno, siempre ha sido así.
Llegó a su oficina, dejando su maletín y se vistió su bata de doctor. Siendo temprano para su primera cita, decidió hacer una pequeña y corta visita.
Salió por los pasillos y subió a cuidados intensivos, los casos más especiales y delicados, en donde prácticamente la muerte ha golpeado las puertas de pacientes que familiares no han permitido que dejasen de respirar aún cuando saben que no van a volver a despertar.
Algunos les llaman cruel, otros egoístas y otros simplemente les tienen lástima el como se aferran desesperadamente a los muertos.
Y Lee es parte de ellos.
Se adentró a una habitación blanca y pura, con solo los sonidos de las máquinas de fondo, siendo lo único que muestra algo de "vida" a la fría habitación sin color.
Se acercó y miró el rostro pálido y delgado de una mujer inconsciente, tan delgada y desabrida, hacía años perdió su brillo y aún así, de forma inexplicable, cada tiempo que pasa sigue degradandose más. Hebras de cabello blanco y uñas un tanto largas.
Sacó de una gaveta un corta uñas y sentándose al borde de la cama inicia su tarea. Toma de forma delicada los delgados dedos demarcados y pálidos de la mujer, aquellos que en algún momento rebosaron de vitalidad.
Corta las uñas con cuidado de lastimarla, sintiendo un agrio sabor en su corazón al sentirla más delgada, al punto de empezar a desconocer el propio cuerpo de su madre.
—Supongo que te has sentido muy sola este último tiempo —inició bajo, con un nudo en la garganta. —Lo siento, por el trabajo no he podido visitarte últimamente —termina aquella mano y la cubre nuevamente debajo de la manta suave. Se levantó y se fue al otro lado para iniciar con lo mismo. —Dicen que debo dejarte ir —esboza una sonrisa triste.
«Debí de haberlo hecho hace mucho»
Pero se aferró desesperadamente a la vida de su madre, aún cuando le diagnosticaron Muerte Cerebral. No quiso confiar ni dejarse llevar por las palabras de los Doctores y oró a Dios durante largos años esperando que sus súplicas sean escuchadas.
Le dijeron que la dejara ir y así, utilizar sus órganos para otros pacientes vivos que de verdad lo necesitan. Era muy joven en ese momento, un ingenuo que buscó creer en los cuentos de hadas aunque en el fondo sabía que no se volvería en realidad.
Su mundo se acabó por completo, se vino abajo y no volvió a subir. Se hundió en un círculo lleno de desesperación que lo abrumó por años. Y aunque sea un psicólogo, médico del alma y corazón, el suyo propio sigue roto con una cicatriz que jamás volverá a ser sanada ahogándose de la culpa.
—Pronto te dejaré ir, lo prometo.
Aferrarse a algo que no existe es lo peor que un ser humano cuerdo puede hacer. Lo sabe por propias y demás experiencias.
Abrió pesadamente los ojos, sintiendo como le falta algo, el vacío a su lado de la cama es evidente.
Su corazón duele debido a la soledad y su alma, pide desesperadamente a gritos estar junto al Alfa que le marcó. Es horrible el sentimiento tan abrumador de desear el contacto y la compañía de un maldito lunático psicópata, pero fue marcado y mientras más siga alejado de él, más solitario y enfermo estará.
Se acurrucó sintiendo frío. Su frente aún caliente arde.
Añora los brazos de Jisung siendo que hacía horas lo tenía alrededor suyo, fue cargado como un tesoro y dejado en la cama. Durmió toda la noche en compañía, sintiendo cierto consuelo junto a su novio a pesar de que su cuerpo imploraba la compañía de otro Alfa. Se siente horrible, asqueroso, sucio.
Lágrimas silenciosas vuelven a escapar sin su permiso. No sabe qué hacer ni lo que hará. Sigue tan roto y desdichado al punto de sentir que llegará a la completa locura.
El timbre es tocado y resuena por toda la casa como un eco abrumador.
Nadie se movió y se dio cuenta que Jung no está, debe haber salido. ¿A dónde? ¿Se dio cuenta que ya no lo quiere y lo dejó? ¿Será que lo odia y decidió abandonarlo a su suerte?
Ya no sabe qué creer y su tristeza no le permite pensar algo mejor.
El timbre sigue sonando, repetidas veces. Pensó en Ningning, el día anterior no le abrió y la dejó tocando por horas.
Se levantó con un peso en su corazón, arrastrando los pies en contra de su voluntad. Mareado y fatigado.
Sale de la habitación aferrándose a la pared, la cual es la única que lo ayuda a caminar. No puede ser cobarde, debe poder enfrentarlo todo.
Siente de nuevo su hilo rojo temblar de forma violenta, amenazando en romperse mientras a su vez, su cuerpo se vuelve tan ansioso por querer abrir la puerta. Es raro, como si hubieran dos fuerzas contrarias luchando entre si en su interior.
No lo entiende, pero necesita abrir la puerta a pesar de tener miedo.
Y lo abrió.
El aroma a Chocolate Negro golpeó su nariz en el instante que vio aquellos electrizantes ojos azules, unos que siguen atormentandolo y persiguiéndole.
Retrocede inconsciente y antes de si quiera reaccionar, el Alfa entró al departamento cerrando la puerta detrás de si.
—Pensé que vendrías a mi —le dijo en francés, con un aire de superficialidad notada. Viste un traje elegante que amolda su alta y ejercitada figura. Sus cabellos rubios acomodados hacia a un lado cual príncipe.
Chenle tardó en responder, bajando la cabeza con cierta sumisión tan extraña, los latidos de su corazón retumban como eco por todo su cuerpo el cual vibra desesperado por poder acortar la distancia y pegarse al Alfa que lo ha marcado como suyo.
Encontrar su propia voz fue difícil, debido al doloroso nudo que se ha formado en su garganta. —¿Por qué lo haría?
Francis da un paso al frente viendo como el Omega se encoge a si mismo, sin ser capaz de mirarle a los ojos, tan pequeño e indefenso como un cachorro.
Sigue avanzando y el menor retrocediendo hasta que chocó contra la pared, dejándolo sin escapatoria. El Alfa lo acorraló y tomó su mandíbula para hacer que le mire a la cara.
—Si te hubieras comportado así de bonito desde la primera vez, no habrías sufrido nada de esto —escupió como si aquello fuese su culpa.
Lágrimas de rabia caen como torbellino —¿Por qué sería bonito con otro Alfa que no es mi novio? —en un tono bajo y ronco, no tiene las fuerzas de hablar y hacerlo, supone un gran cansancio.
—A partir de ahora vivirás de mi buena fortuna como la feliz pareja que somos —tan cínico.
Tensó su mandíbula llenándose de rencor. —¿Feliz? ¿A-Acaso olvidaste lo que hiciste anoche? T-Tu...
—Hice lo que debía hacer con un Omega rebelde. Aprende a comportarte y a saber tu lugar. Tu familia me acordó un muy buen trato, todos salimos ganando en esto. De igual forma, ninguno de ellos te quieren y estaban desesperados por deshacerte de ti.
—Aléjate —pide con voz ahogada, sintiendo como su cuerpo busca caer en sus instintos primitivos, queriendo y deseando que siga tocándolo. Es horrible y asqueroso, lo odia.
—¿Si no qué? —acortó peligrosamente la distancia de sus rostros, a solo pocos centímetros de los rosados labios del pequeño rubio, unos belfos deliciosos que ya ha tenido la oportunidad de probar. En ese momento, su nariz siente un aroma diferente, no se había dado cuenta debido a su distracción pero es Francis, otro Alfa y está tan presente en cada rincón de la casa, incluso en el propio Chenle. —¿Por qué hueles a otro Alfa? —sus ojos oscurecieron notablemente —¿Buscaste el calor de otro en vez de venir a mi?
—Mi novio es mi destinado —recalcó ya cansado de hacerlo. —Él es mi Alfa.
—No —ejerció presión en el agarre logrando sacar un quejido del Omega —Yo soy tu Alfa. Te hice mío y te marqué, no importa lo que hagas o lo que suceda, a partir de ahora solo serás mío y te entregaras a mi por completo, ¿Entendiste o quieres que sea más claro? —furioso, sus ojos irradian furia pura.
Y Chenle, a pesar de sentir su cuerpo doblegar y el como su Omega baja la cabeza ante la sumisión, busca con todas sus fuerzas de mantenerse fuerte.
—N-No... —su voz se quebró y una extraña batalla contra su mismo se formó.
—¿No? —le mira pasmado —Con que así son las cosas —una espeluznante sonrisa se formó en sus labios. —Veremos si sigues diciendo eso —y jalando de los cabellos rubios del menor lo arrastra en contra de su voluntad.
Intentó gritar, implorar por alguna piedad inexistente, pedir ayuda pero nada, absolutamente nada sirve. Sintió su cuerpo, siendo tratado cual muñeca de trapo, siendo lanzado en contra del sofá y encima suyo, entre sus piernas se coló aquel Alfa que tanto desprecia.
—N-No quiero, t-te dije que no... —pide entre murmullos ahogados, sin la suficiente fuerza de voluntad. Así debería ser, su Omega debería apegarse al Alfa que lo marcó pero... Él no quiere a ese Alfa, por más que su cuerpo reaccione ante su tacto de forma extraña no se siente igual, no es Jung Jisung quien está tocándolo y besándolo. —D-Déjame, p-por favor... —sollozó de forma lamentable, temblando e hipando.
Su corazón dañado y completamente roto. No había forma de salvarlo.
Aprisionó las muñecas del menor por encima de su cabeza con una mano —Así es como deberías comportarte, solo ante tu Alfa puedes bajar tu puto orgullo y ser el bonito Omega que debes ser.
Muerde su labio inferior tembloroso, sufriendo espasmos ahogados —¿P-Puedes d-dejar de t-tocarme...? —cuestionó en un hilo de voz, casi parece o más bien, es una desesperada súplica.
—¿Por qué si soy tu Alfa? —ríe cínicamente.
—S-Sabes que n-no te quiero —negó con miedo —T-Te d-dije que n-no muchas veces, y...
—¿Y qué? ¿Realmente te crees con el derecho de decir que no? Eventualmente serías mío, eso era obvio.
—M-Me o-obligaste...
—Nadie te obligó a venir al hotel anoche ni a tomar esa bebida.
—D-Dijiste que me dejarías en paz si fuera solo e-esa última vez... —había sido vilmente engañado de forma estúpida —Q-Que haríamos un trato...
—Realmente eres un tonto e ingenuo —ríe crédulo —Debiste haber sabido que no estaría dispuesto a no tenerte. A tus padres no les importas, ellos fueron los que me dijeron que hacer. ¿No te parece mejor opción venir conmigo? No te faltará nada y no soy exigente, solo debes verte bonito para mí y abrirme tus piernas cada vez que yo quiera. Como un bello retrato, mi propia musa... —acaricia el bello rostro limpio del chino. —Eres mío.
Su corazón se estremeció ante aquella voz, de forma inevitable, no pudo ser capaz de negarlo y con su cuerpo lleno de tensión y miedo. Solo lloró con cada tacto. Si, fue un tonto. Si quería mantenerse con el apellido de los Zhong debía de haber sido más inteligente, no ser un ignorante.
La maldad no está en su corazón y en vez de devolver la malicia que le es lanzada, se comporta como un chiquillo mimado, atacando en donde más les duele, su dinero.
Llamó a Jisung a través del inestable hilo rojo que los une, llamó una y otra vez su nombre mientras aquel hombre rompió su prenda superior para besar y morder su cuello. Pero... Se siente tan lejano al punto que no sabe si verdaderamente Jung pueda escuchar su llamado.
Lo había perdido.
¿Jisung llegará a salvar a su amado antes de que sea tarde?
¿Lo logrará?
¿Les gustaría conocer un poco más la historia de Jeno?
¿Jaemin será más honesto y dejará de temer?
Cada personaje sufre peor que el otro. Aún faltan más secretos e historia por desvelar, el Nomin tampoco quedará atrás🤧
Espero que les esté gustando esta temporada tanto como la primera, pongo mi esfuerzo al escribir 👉👈🥺
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