Capítulo Dieciséis
Jaemin otra vez estaba ahí.
Vistiendo ropas oscuras, cubriendo su rostro con un tapabocas y un gorro, ha mantenido un absoluto perfil bajo hasta llegar ahí. Jeno le había dicho anteriormente que no lo haga de nuevo pero, sus pies lo llevaron por si solos.
Su horario del día de hoy ha estado completamente vacío, sus eventos fueron cancelados debido a la controversia y no sabe cuánto es que serán afectados monetariamente si siguen así. No fue a la empresa pero sus compañeros si lo hicieron. Esta solo, se siente solo en un departamento silencioso desde hacía horas. No puede volver a casa, aún cuando sabe que será recibido con los brazos abiertos, no quiere preocupar a sus padres, más cuando escuchó de parte de su madre que su hermano menor fue a París de emergencia, no le dijo mucho pero el nerviosismo parecía tan presente en ella. Sintió un nudo en su garganta que creyó que ella lloraría. Pero no le dijo lo que sucede y él no fue capaz de preguntarle ni indagar.
Todos parecen muy ensimismados en sus problemas y en sus propias vidas. No quiere molestar a nadie.
Su celular repica. Confundido lo sacó de su bolsillo y vio el nombre de su hermano mayor, Jaehyun. ¿Por qué lo llama? ¿Se habrá enterado de algo? ¿Sabrá más que él? Por alguna razón, siente que no. El mayor de los hermanos Jung siempre es el último en enterarse de las situaciones familiares desde que se mudó.
Debatió durante todos los segundos que dura la llamada en si contestar o no. Sus dedos tiemblan al igual que su corazón.
Él solo sabe arruinarlo todo, se está desmoronando a si mismo junto a su carrera que tanto había sacrificado por ella. Subió rápido los escalones por tener el mismo apellido que su hermano mayor, entonces ahora que cae ¿Hará que Jaehyun caiga con él?
Se siente avergonzado de si mismo, una total vergüenza que no merece la pena. Gracias a Yoonoh está donde está, gracias a él es que puede alzar el mentón con seguridad hacia arriba como un exitoso idol Rookie. Al final, no importa lo que hiciese, nunca será merecedor de tener el mismo apellido que sus hermanos Alfas. Un Omega siempre ha sido destinado a quedarse como una miserable sombra que no puede brillar.
Impotente, así se siente.
No contestó. No pudo hacerlo.
Y dolió ver como perdió la llamada.
Su pecho duele y las lágrimas vuelven a acumularse en sus ojos. Últimamente se está acostumbrando a llorar.
—¿Jaemin? —la suave voz de su Alfa llegó con una calma abrumadora que lo golpeó de forma abrupta. Alzó los ojos y se encontró con los amables ojos del mayor mirándole con confusión, una qué pasó a completa preocupación —¿Qué pasó? ¿Te sientes bien? —acortó la distancia con rapidez y lo tomó de los hombros con dulzura.
Nana bajó la cabeza apenado. Sus ojos rojos brillando como cristales, su nariz y mejillas sonrojadas y su lamentable estado.
—¿Estás bien? —nuevamente una pregunta brotó del mayor, amenazando en volver a romper la barrera personal e invisible que se ha creado el menor.
—L-Lo estoy h-haciendo m-mal... —sollozó de forma inevitable.
—Claro que no —negó apresurado. —Lo estás haciendo bien, muy bien.
—N-No —negó con una agria sonrisa. —M-Me llamó y-y no fui capaz de c-contestarle...
—¿De quién hablas?
—De quien es mejor que yo, mi hermano Jaehyun.
Nunca será capaz de igualar a sus hermanos, por más que lo intente, siempre estará atrás. Tal vez es su destino, dicen que los Omegas no pueden brillar demasiado.
De pronto, la puerta es abierta de un golpe sordo logrando detener pasmado al Alfa que estaba por consumirlo sin piedad.
Es Jung Jisung quien viene cual oscuro demonio, listo para llevarse un alma al infierno. Sus ojos brillan en un rojo tan brillantemente oscuro sintiendo como su sangre hierve de la ira.
—Yo soy su Alfa —dijo en un claro inglés.
No está dispuesto a dejar ir a Chenle y menos cuando es en contra de su voluntad.
Tomó bruscamente al mayor y lo jaló con fiereza tumbandolo contra el suelo.
—¿¡Quién es este, ah!? —exclamó furioso respondiéndole en aquel idioma. Sus ojos irradiando rabia busca levantarse pero, Jung se abalanzó encima de él empezando a lanzar puñetazos.
Ambos empiezan una pelea llena de furia, no estando dispuestos a dejar al otro ir. Chenle en cambio, sube sus piernas a su pecho y las abraza temblando. Su corazón late muy rápido, al punto de querer vomitarlo. Sus lágrimas se desbordan sin su permiso y su cabeza no reacciona como debería. Debería detenerlos, parar y detenerlos pero es incapaz. Su inestable Omega cayó sumiso a una profunda tristeza. ¿A cuál Alfa debería darle devoción?
Su cuerpo busca a quien le marcó, su marca quema por sentir el tacto de quien le marcó. Pero su corazón y su alma, busca a su destinado, al amor de su vida. Y su lobo, está tan abatido y confundido, que ya no está seguro de lo qué quiere o tiene qué hacer.
El francés logró empujar tan bruscamente a Jisung que lo mandó contra unos estantes, tumbandolo todo.
—¡Te dijo que no te quiere! —reclamó el azabache furioso —¿¡Por qué tomas a un Omega que no te quiere!?
—¿Por qué? —ríe con cólera, limpiando la sangre de la comisura de sus labios —Porque puedo, tengo todo el dinero y el derecho de hacerlo. Yo marqué a Chenle, es mío, no me importa quien seas para su vida. Él ya es mío, lo hice mío.
—¡Él no te quiere, te dijo que no! —vociferó al borde de la histeria. No sabe cómo pudo mantenerse quieto ante tales palabras llenas de malicia del mayor pero se obligó a estancar sus pies sobre el suelo y no moverse.
—¿Y? No me importa, ya lo hice mío. No puede vivir sin mi. Debe estar tan desesperado por luchar contra sus instintos de querer estar a mi lado. Vete y déjanos.
—¡Tu lárgate! —vociferó. —¡Este no es tu lugar, él no es tuyo! ¡Lo que hiciste es ilegal en cualquier lado!
—¿Con dinero sigue siendo ilegal? —se burló sarcástico. Y es cierto, con dinero hasta el pecado más horrible es perdonado por la justicia —No soy primerizo en esto —esbozó una sonrisa maligna que dejó mucho que pensar. Soltó un suspiro mientras arregla sus ropas. Se dirige al inestable Omega mirándolo con indiferencia y rencor —Hablaré con tus padres muy claro, ellos te harán entender que quieras o no ya no tienes otra opción. Vendrás a mi suplicando como una sanguijuela por todo lo que me has hecho y solo dependiendo de tu arrepentimiento decidiré si te protegeré de ellos. Piénsalo bien, claro, si aprecias tu vida.
Dicho esto, se marchó.
Jisung lo miró irse pasmado, no pudiendo creer tal atrocidad. Corrió a su destinado y lo envolvió con sus brazos con fuerza, temiendo perderlo.
—Lo siento por irme, lo lamento tanto, Lele. Por favor, perdóname —murmura desesperado, perdido en el arrepentimiento.
El menor mientras sufre de espasmos, negó. —E-Es m-mis culpa... D-Debí de haber sido más inteligente... —sollozó arrepentido. —N-Nunca d-debí e-esperar a-algo de m-mi p-padre a-alguna vez... D-Debía d-de haberme l-largado o m-muerto h-hace tiempo...
—No digas eso, ¿Qué haría yo sin ti?
—¿Y-Y ahora q-qué v-voy a h-hacer yo s-si te l-lastiman? N-No quiero q-que te lastimen... —sollozó inestable. Alzó la mirada para ver el rostro de su amado, aquel que lo mira como si fuese su más grande tesoro —T-Te usarán p-para a-amenazarme... ¿L-Lo sabes?
—Lo sé.
—¿Y-Y si t-te pasa algo?
—Seré fuerte.
—M-Mi familia no j-juega —hipa de forma adorable.
—Yo tampoco vine a jugar —aseguró con una seriedad tan abrumadora que lo sorprendió. Es como si ya tuviera algo entre manos. —Voy a destruirlos a todos, los acabaré hoy mismo.
—¿C-Cómo? —le miró confuso.
—Cálmate, luego te lo diré. Traje pollo frito, debes tener hambre.
El rubio formó un lamentable puchero lastimero y asintió en llanto —T-Tengo hambre..
Jisung y Chenle se sentaron en el comedor, rodeados por el caos de lo que una vez fue un hogar ordenado y lleno de vida. Ahora, solo quedan restos esparcidos por el suelo, reflejando la tormenta interna que ambos estan atravesando. Comparten en silencio un pedido de pollo frito, pero Chenle apenas tenía fuerzas para sostener el tenedor. Jisung, con paciencia y ternura, lo ayuda a comer, tratando de transmitirle algo de calma a través de cada gesto.
Zhong parece tan pequeño, tan frágil. Cada bocado le costaba, y sus ojos brillaban con lágrimas no derramadas. Tragaba con dificultad, luchando contra el nudo en su garganta, mientras su mente parecía perdida en algún lugar oscuro y doloroso. Jisung podía ver cómo el peso de lo sucedido lo aplastaba, y sentía un dolor agudo en el pecho por no poder hacer más que estar allí, a su lado.
El silencio fue interrumpido por el repentino sonido de una llamada. Ambos miraron el celular de Chenle que vibraba sobre la mesa, la pantalla iluminada con el nombre de su padre. El rostro del chino se contrajo de dolor y rencor, sus manos temblando levemente al ver el nombre que tanto significado tenía.
—No le contestes —dijo Jisung, su voz suave pero firme.
El Omega miró al Alfa con ojos llenos de impotencia hacia si mismo y su familia, antes de asentir débilmente. —No lo haré... —respondió con espasmos, pero su dolor es evidente.
Jisung nunca había visto a Chenle así. Durante todos los años que se conocían, siempre había sido fuerte, audaz, honesto, alguien que no le temía a nada ni a nadie. Pero ahora, verlo tan débil, tan derrotado, es desgarrador. Jisung prefiere mil veces enfrentar cualquier peligro antes que ver a Chenle en este estado.
No pudo evitarlo, lo abrazó con fuerza, como si al hacerlo pudiera protegerlo de todo lo que lo estaba lastimando. —Voy a resolverlo todo, Chenle. Te lo prometo —dijo Jisung, su voz llena de una determinación que ni siquiera él sabía de dónde sacaba.
—¿Cómo? —Chenle respondió con una amargura desesperada, su tono lleno de dolor y duda. Las cosas estan tan mal que no puede imaginar una salida.
El menor lo miró con seriedad, acariciando su cabello suavemente. —Permiteme arreglarlo, Solo confía en mí, ¿sí?
Chenle no entiende del todo lo que Jisung quería decir, pero algo en su tono, en la manera en que lo sostenía, le dio una pequeña chispa de esperanza. A pesar de todo, asintió lentamente, sus manos aferrándose al pecho de su Alfa como si fuera su única ancla en medio del caos.
Eventualmente, el agotamiento y la fiebre comenzaron a ganar la batalla, y Chenle se fue quedando dormido en los brazos de Jisung, su respiración volviéndose más suave y tranquila. Jung siguió sosteniéndolo, susurrando palabras tranquilizadoras mientras su mente trabaja febrilmente, buscando una manera de cumplir la promesa que acababa de hacer. Sabe que el camino por delante no será fácil, pero por Chenle, estaba dispuesto a quemarse.
Tuvo que pedir un permiso repentino de su trabajo, atrasando consultas, citas y pendientes para poder salir y llevarse al joven Omega con él. Mantenerlo en el hospital sería peligroso y más en su deplorable estado.
Mientras conduce, de reojo observa al menor, el silencio pesado entre ellos solo interrumpido por el suave sonido de la música de fondo. No puede soportar verlo tan devastado, tan diferente al joven alegre y luchador que conocía. Finalmente, decidió que deben hablar de lo que realmente estaba afectando a Jaemin.
—¿A qué te referías con lo de antes? —preguntó Jeno suavemente, manteniendo sus ojos en la carretera, pero con toda su atención centrada en Jaemin.
—¿Ah? —intentó hacerse el desentendido, pero Jeno no iba a dejarlo escapar tan fácilmente.
—Jaehyun. ¿Qué tiene Jaehyun que no tengas tú? —insistió, sabiendo que debe llegar al fondo de este dolor que parecía consumir a Jaemin desde dentro.
Como respuesta, esbozó una sonrisa triste, una que solo hizo que el psicólogo se preocupara más. —Todos lo saben, él es mejor que yo. No es algo de lo que sorprenderse.
Y es verdad, siempre será verdad. Cualquier cosa que Jaehyun haga lo hará mejor que él, aunque estudiará otra carrera, aunque hubiera usado su diploma de Medicina, sea lo que sea que haga, lo hará bien.
Lee negó con la cabeza, sin apartar la vista del camino. —¿Por qué lo dices? Él es actor, tú eres cantante. No tiene nada que ver. ¿Cómo sería mejor que tú?
El menor bajó la mirada, jugando nerviosamente con sus dedos en su regazo. Jeno puede ver la lucha interna en sus ojos, la batalla entre lo que Jaemin sentía y lo que sabía que Jeno quería oír. Finalmente, el joven decidió abrirse, aunque sus palabras salieron entrecortadas, cargadas de dolor. No quiere mentirle, quiere abrirse a su Alfa, decirle todo lo que siente y ser consolado. Necesita desesperadamente de su atención y su consuelo.
Quiere que Jeno le tienda la mano y le saque de aquel abismo oscuro para no soltarlo jamás. Necesita que sea él quien lo saque de ahí.
—E-Es que lo a-arruiné t-todo... S-Siempre lo hago mal...
Jeno sintió un nudo en el estómago al escuchar esas palabras, pero mantuvo su voz suave y tranquilizadora. —No lo haces mal. ¿Quién dijo eso?
—M-Mi g-grupo está c-cayendo p-por mi culpa... E-Es mi culpa —Jaemin rompió en un llanto amargo, cubriendo su rostro con las manos, avergonzado de mostrar su vulnerabilidad.
Sin pensarlo dos veces, Jeno detuvo el auto en un lugar seguro y se inclinó hacia Jaemin, envolviendo aquel cuerpo en un abrazo suave y protector, dejando que el rostro del menor se recueste en su pecho —Claro que no, no es tu culpa y ellos lo saben. ¿Por qué te mortificas tanto? ¿Por qué cargas con un peso que no debes cargar?
Las feromonas suaves de Jeno llenaron la van, un intento desesperado de calmar el dolor que Jaemin siente. Es desgarrador para el mayor verlo así, tan roto, tan lejos de la luz brillante y hermosa que siempre había sido. Aquel muchacho que suele sonreír tan perfectamente, con comentarios inusuales y encantadores, ahora parece haber perdido toda su confianza.
Acarició con sus dedos aquellos cabellos de fresa suavemente, deseando poder hacer desaparecer todo el dolor con un solo gesto. —Jaemin, eres increíble. Eres tan especial... No puedo entender cómo no puedes verlo. No quiero verte caer, no quiero verte sufrir.
Jaemin se aferró a su Alfa como si fuera su única salvación, su cuerpo temblando mientras sus palabras salen temblorosas. —M-Me aproveché de la f-fama de mi hermano p-para estar aquí, ¿p-por qué sería m-mejor? S-Soy horrible...
Jeno negó con la cabeza, su corazón doliendo al escucharlo hablar de sí mismo de esa manera. —¿Estás leyendo los comentarios de personas que están celosas de ti? —preguntó, conociendo bien los efectos devastadores que las palabras maliciosas pueden llegar a tener.
—P-Pero es cierto... —Jaemin murmuró, su voz apenas audible.
Jeno lo sostuvo con más fuerza, decidido a no dejar que su Omega se hundiera más en ese abismo de inseguridad. —No es cierto. Eres talentoso, fuerte y amado por muchos, incluyendo a tu hermano y a mí. No dejes que las palabras de otros te definan. Eres mucho más de lo que ellos podrían entender.
Jeno observó a Jaemin con intensidad a pesar de que este no podía devolverle la mirada, su voz firme pero cargada de una ternura que solo alguien que realmente se preocupa podría tener. —¿Quién fue el que duró largas horas entrando hasta desfallecer? —preguntó, pero no dejó tiempo para una respuesta—. ¿Quién luchó hasta el final practicando mil veces la misma canción? ¿Quién siguió dietas estrictas y un jodido horario agotador? ¿Quién fue el que luchó por sus propios sueños sin miedo a caer?
Jaemin quedó sin palabras, su mente repitiendo cada pregunta como un eco. Las lágrimas se deslizan por su rostro de forma silenciosa. Quiere negarlo, decirle que no es nada pero no fue capaz.
Jeno no dejó que el silencio se extendiera. —La gente dice lo que quiere porque no lo sabe. La gente solo odia, especula, inventa y hiere a quienes brillan más, a quienes han cumplido el sueño que ellos tanto desean. Jaehyun pudo haber sido un empujón, ¿y quién no tiene empujones? Pero aun así, el que trabajó duro por ello fuiste tú. Tú entrenaste, tú luchaste, tú hiciste lo imposible por tus sueños y sigues haciendo lo imposible para tratar tu ansiedad.
El menor alzó ligeramente su rostro desde el pecho dejó mayor para mirarle con sus ojitos brillantes y cristalinos. Ambas miradas se encontraron y sintió tanta calma cuando notó la suavidad que emanaba los ojos contrarios. Sintió la mano contraria alzarse y posarse en su mejilla, limpiando los restos de sus lágrimas con delicadeza. Un toque sutil que lo hace sentirse en las nubes.
—Nadie es perfecto en esta vida, todos cometemos errores y está bien. Pero tu único error, según las personas, es tu familia. ¿Consideras a tu familia un error? ¿Te gustaría tener otro apellido?
Jaemin, perplejo, negó suavemente, tragándose el sollozo que luchaba por salir. No puede imaginarse renunciando a su familia, a su nombre. Todo lo que era, todo lo que había logrado, estaba íntimamente ligado a su identidad, a su apellido.
—Entonces no te avergüences de tu apellido y demuestra que te lo mereces. Jaehyun es especial a su manera, tú eres especial a la tuya. Cada uno de ustedes es especial a su manera. Jaehyun no tiene nada que tú puedas desear porque no eres él. Compararse con alguien exitoso es erróneo, porque esa persona lleva más tiempo luchando. Él es mayor que tú, ha luchado por más tiempo por esa vida que lleva. Solo debes ser valiente y perseverante, y verás que cuando llegues a su edad, serás igual o incluso mejor.
Jaemin escucha atentamente, sus ojos brillando con una mezcla de emociones que alborotan su interior.
—Todos tenemos nuestro momento, todos tenemos nuestras luchas. ¿Jaehyun se ganó todo de gratis?
El joven de cabello rosado negó adorablemente, su tristeza ligeramente aliviada por las palabras de Jeno, o más bien consoladas. Sus manos, de forma inconsciente rodearon el cuello del mayor, generando más contacto y cercanía entre ambos, algo que sin duda le generaba una calma abrumadora y especial.
—¿Tú consideras que te ganaste tu puesto de gratis? —preguntó Jeno, su voz bajando a un susurro.
Jaemin vaciló, luchando con la duda que siempre lo atormentaba. Pero finalmente, negó con la cabeza, admitiendo para sí mismo que había trabajado duro, que merecía estar donde estaba.
Jeno sonrió suavemente. —No lo hiciste. Sigue trabajando duro y sigue sonriendo, y verás cómo todas esas personas que hablan sin saber se acobardarán al darse cuenta de lo indestructible que eres, ¿sí?
Jaemin asintió con sus ojitos brillantes, sus mejillas sonrojadas y la punta de su nariz comenzaba a escurrir mocos por el llanto. Jeno, siempre atento, buscó un pañuelo y se lo extendió con una sonrisa. Jaemin lo tomó, limpiándose avergonzado pero agradecido.
En ese momento, Jaemin se dio cuenta de que, a pesar de todo el dolor, la inseguridad y las comparaciones, hay alguien que cree en él más que nadie. Alguien que lo ve como él deseaba verse a si mismo, Jeno lo valora, valora su esfuerzo y su trabajo. Lo valora por lo que es sin importar su apellido. Y eso fue suficiente para que una chispa de esperanza comenzara a brillar en su interior, una que, aunque pequeña, es lo suficientemente fuerte como para mantenerlo en pie y seguir adelante.
—Eres la persona más hermosa que he visto en mi vida, Jaemin —murmuró Jeno, su voz llena de una sinceridad tan pura que hizo que el corazón de Jaemin se acelerara descontroladamente.
Por un instante, todos sus problemas, las inseguridades y el dolor parecieron desvanecerse bajo el peso de esa declaración. Se sentía amado, visto de una manera en la que jamás había imaginado, como si los brazos de Jeno fueran el único refugio que necesitaba para escapar de la tormenta interna que lo consumía. Pero en el fondo, no podía evitar preguntarse si realmente merecía ese amor. Jeno era tan jodidamente dulce, tan atento y amable, que le resultaba difícil creer que alguien como él pudiera ser digno de tanto.
Después de todo, seguía siendo un chiquillo que tropezaba una y otra vez con sus propios miedos, un chiquillo con una cara bonita que quizás era un poco arrogante, pero que en realidad solo quería aferrarse a la única persona que parecía entenderlo.
Jeno es el único que puede calmar la tormenta que ruge en su interior, el único que sabe exactamente qué decir para sanar su corazón herido. Y al mismo tiempo, es el único que hace que su pulso se disparara hasta el punto de sentir que podría desvanecerse en cualquier momento.
—¿Puedo ir a tu casa mañana? —preguntó Jaemin en un hilo de voz, su garganta aún rasposa por el llanto, mientras sus ojos hinchados y enrojecidos reflejan una vulnerabilidad que rara vez mostraba.
Jeno lo miró, sorprendido por la repentina pregunta. —¿No tienes trabajo? —soltándolo poco a poco.
—No, y sé que usted tampoco lo tiene. Revisé su horario —aclaró Jaemin, intentando evitar cualquier objeción.
Jeno vaciló, sopesando las implicaciones de la propuesta. —No creo que sea la mejor idea en estos momentos...
—Solo quiero estar con usted, seguir sintiendo este consuelo que solo tú me das. ¿Estoy siendo egoísta? —preguntó Jaemin, sus ojos brillando con una intensidad que derritió las defensas de Jeno.
Jeno desvió la mirada, abrumado por la mezcla de emociones que lo invaden. Su corazón late rápidamente mientras intenta mantener sus pensamientos en orden, alejarse de cualquier idea inapropiada.
—¿A qué hora? —cedió finalmente, su voz más suave de lo que pretendía.
—A las siete.
—¿De la mañana? —Jeno frunció el ceño, confundido.
—¿Una cita a las siete de la mañana? —repitió Jaemin, también desconcertado. —Estoy hablando de la noche.
—¿Y si tu grupo vuelve y no te encuentra? Debes ser más sensato, Nana —dijo Jeno, casi como si lo regañara, aunque en realidad estaba preocupado.
—Les diré que dormiré en casa de mis padres —respondió Jaemin con simpleza.
La palabra "dormir" resonó en la mente de Jeno, y un calor repentino subió a su rostro. —¿D-Dormir?
La idea le cayó como un balde de agua fría, o quizás caliente, dejándolo sin saber qué pensar o cómo reaccionar.
Jeno aparcó su auto en silencio frente al edificio de Jaemin, un lugar discreto, alejado de las miradas curiosas. El motor se detuvo, y él miró hacia el edificio, esperando. Al poco tiempo, una figura cubierta con un enorme chaleco negro y una gorra que apenas dejaba ver su rostro salió del portal. Parecía un ladrón en plena noche, cuidando cada movimiento, asegurándose de que nadie lo viera mientras se acercaba al vehículo. Jaemin, completamente cubierto, abrió la puerta del coche y se deslizó dentro rápidamente, saludando a Jeno con una leve inclinación de cabeza y una sonrisa tímida que se ocultaba bajo el cubrebocas.
Ambos se saludaron, tal vez un poco incómodos, con una mezcla de formalidad y familiaridad que los hizo sentir como si estuvieran caminando sobre una delgada cuerda. La tensión en el aire se suavizó un poco cuando Jeno le devolvió la sonrisa, aunque se notaba la timidez en sus gestos.
El trayecto hasta el apartamento del mayor fue tranquilo, apenas intercambiaron palabras, ambos sumidos en sus pensamientos. Una vez allí, Jaemin no pudo evitar quedarse boquiabierto al ver el lugar. El apartamento de Jeno es simplemente impecable, un reflejo perfecto de su personalidad. Cada mueble esta meticulosamente colocado, las superficies brillan de limpieza, y el diseño minimalista con tonos neutros da una sensación de paz y orden. Las paredes estan decoradas con cuadros sutiles, y hay una estantería con libros organizados por alfabeto. Todo en ese espacio hablaba de un hombre que valoraba el orden, la precisión y la simplicidad.
—Tienes un apartamento hermoso —comentó Jaemin, todavía asimilando el ambiente. Tal vez un poco avergonzado al recordar el desastre que dejó en su habitación solo para elegir su outfit de hoy.
Jeno esbozó una sonrisa discreta, aceptando el cumplido mientras lo guia hacia el salón. Se retiró un momento para buscar agua.
Fue ahí, que Jaemin comenzó a despojarse de su disfraz. El chaleco negro cayó al suelo, revelando una prenda mucho más elegante y sofisticada debajo. Lleva unos pantalones de tela blanca que contrastan perfectamente con su camisa rosada de diseño elegante, adornada con un lazo en el cuello. Con cuidado, se quitó el cubrebocas y la gorra, dejando a la vista su rostro perfectamente maquillado. El maquillaje es sutil, apenas un toque en los ojos y sus labios delicadamente rosados, complementado con su cabello rosado, peinado de forma majestuosa. Cada detalle de su apariencia ha sido meticulosamente cuidado; pas{ dos horas preparándose, y ahora se sentía listo para cualquier cosa. Cualquier cosa.
Cuando Jeno regresó de la cocina con un vaso de agua, se detuvo en seco al ver la transformación de Jaemin. Trató de tragar saliva, pero se le hizo difícil. No esperaba verlo así, tan... perfecto. Es la primera vez que ve al menor tan arreglado y bien vestido en persona, y la visión lo dejó sin palabras. Jaemin, en ese instante, no parecía un simple idol. No, él es un ángel que había descendido a la Tierra, deslumbrando con su belleza celestial. Había una razón por la cual lo llamaban el visual de la sexta generación y es que Jaemin es hermoso, tan precioso que Jeno quedó paralizado por unos segundos, incapaz de articular palabra.
—¿Hyung? —Jaemin lo llamó con su voz suave y dulce, rompiendo el hechizo.
¿Hyung? ¿Desde cuándo se habían vuelto tan cercanos como para que Jaemin se dirigiera a él de esa manera? La palabra resonó en su mente, haciéndolo consciente de la creciente cercanía entre ambos.
Jeno se aclaró la garganta, tratando de recuperar la compostura, y se acercó para ofrecerle el vaso de agua.
A pesar de estar visiblemente nervioso, Jeno también lucía bien. Vestía unos jeans azules y una camisa blanca de botones, simple pero adecuada, mostrando un estilo más reservado, en contraste con la elegancia deslumbrante del menor. Ambos se encontraban ahora en el mismo espacio, compartiendo un momento que, aunque cargado de tensión.
Se sentaron en la sala, manteniendo una distancia prudente, inmersos en un silencio incómodo que ninguno de los dos sabía cómo romper.
—Y… —Jaemin intentó iniciar una conversación.
—¿Te gusta la pasta? —intervino el mayor de manera torpe, buscando algo de lo que hablar.
—¿Pasta? Sí, claro.
—Hice Pasta Fettuccine por si tienes hambre —dijo Jeno con una sonrisa tímida.
Jaemin lo miró sorprendido, esa era la última cosa que esperaba escuchar. —¿Sabes cocinar?
Jeno bajó la mirada, algo avergonzado. —Aprendí por necesidad. Vivo solo desde la universidad.
—Pero aun así... ¿Pasta Fettuccine? —Jaemin esbozó una sonrisa. —¿Puedo probar?
—Claro, vamos a cenar —contestó Jeno, aliviado de que la conversación fluyera.
Se levantaron y Lee rápidamente acomodó la mesa, sirviendo dos platos de pasta. Todo puesto con cuidado, reflejando la misma atención al detalle que ve en el apartamento.
—Tengo agua, sprite, jugo de naranja, de fresa y de piña. —ofreció Jeno mientras sirve la comida.
Jaemin frunció el ceño ligeramente. —¿No tiene nada de alcohol?
Jeno tragó en seco, nervioso. —Bueno... Tengo vino. No sé si te gust...
—Perfecto —lo interrumpió Jaemin, sonriendo.
Jeno sacó el vino y sirvió un poco en dos copas con cierta timidez. Mientras lo hace, no puede evitar preguntarse qué exactamente es lo que está ocurriendo. ¿Una cena tranquila? ¿Esto era una cita? ¿No se suponía que debería estar dándole una charla de apoyo emocional en vez de compartir una cena a la luz tenue del apartamento? ¿Qué clase de consuelo espera Jaemin de él?
Ambos comenzaron a comer en silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos.
—No sabía que tenía tan buen gusto en el vino —comentó Jaemin, rompiendo el silencio.
—Es solo un pasatiempo cuando estoy aburrido, nada más —respondió Jeno, restando importancia.
—¿O sea que lo bebe cuando está solo? —Jaemin lo miró con curiosidad, inclinando la cabeza.
Jeno asintió.
El menor apoyó sus codos en la mesa y dejó que su cabeza descansara en sus manos largas y delicadas, mostrando una suave sonrisa que hizo que el mayor sintiera un nudo en el estómago.
—¿Puedo acompañarlo la próxima vez que esté solo? —dijo Nana, su voz dulce y cargada de una inocencia que no oculta del todo su intención.
La pregunta hizo que Jeno se atragantara con la comida, obligándolo a beber un sorbo de vino para calmarse. Sintió sus mejillas arder ligeramente, algo que Jaemin no pudo evitar notar, y que le encantó.
«¿Consuelo?»
Jeno no es tonto; sabe que Jaemin esta aprovechando la oportunidad. A pesar del sufrimiento que podría estar sintiendo, no había venido aquí solo para llorar en su hombro y recibir consejos. No, hay algo más en juego. Jaemin esta buscando algo más que palabras de aliento, algo más profundo, más íntimo. ¿Una noche entre amantes?
Mientras, Jaemin intenta controlar sus pensamientos. Aunque se siente atraído por Jeno de una manera que nunca había sentido por nadie, sabe que no tiene mucha experiencia en estas situaciones, tal vez por eso es que es tan lanzado y directo. Aunque le avergüence admitirlo, en realidad, nunca había tenido tiempo para un novio formal. Tristemente, aún es... virgen. Quizás por eso se siente tan ansioso y necesitado por la atención de Jeno, tan desesperado por ese consuelo que solo él le puede ofrecer.
«¿Me veo como un desesperado? ¿Estamos yendo demasiado rápido?»
Aunque tiene dudas, no puede evitarlo, no puede controlar su cuerpo y su boca a detenerse. Vino con un plan y una idea ya arreglada en su mente. Piensa que así y solo así, podrá ser completamente feliz. Jeno es el único que puede llenar el espacio vacío y triste de su corazón con solo su presencia.
Mientras Jaemin lo miraba, esperaba que Jeno tomara la iniciativa, que le diera una señal, cualquier cosa para confirmar que no estaba equivocado en lo que creía que ocurriría. Según sus arduas investigaciones, ningún Alfa aceptaría inocentemente la propuesta de un Omega de dormir en su casa, eso solo significa una cosa y ellos solo piensan en una cosa. Él también lo quiere, lo necesita.
Después de terminar de comer, Jeno dejó los platos en la mesa, pero Jung, sintiendo la necesidad de hacer algo más, intentó ayudar a lavar los platos. Aunque en realidad no es bueno en esas tareas, nunca lo hizo en casa. Sin embargo, Jeno lo detuvo, con una suave sonrisa, diciéndole que lo dejara así.
Ambos regresaron a la sala, el ambiente esta impregnado de una tensión que ninguno de los dos sabe cómo manejar. La botella de vino sobre la mesa, testigo silenciosa de lo que esta por venir.
Se sentaron en diferentes muebles, pero Jaemin odió la distancia que los separa. Sin pensarlo demasiado, tomó su copa y se levantó, sentándose justo al lado de Jeno, tan cerca que sus piernas casi se rozaban.
El silencio se instaló de nuevo, espeso y denso, como una manta que cubre a ambos.
Jaemin no pudo evitar preguntarse si Jeno lo hace a propósito o si realmente no sabe cómo proceder. Pero, claro, él no es ingenuo. Con treinta años, no puede ser ajeno a lo que esta pasando, ¿verdad?
Finalmente, el Omega, incapaz de quedarse callado, dejó salir las palabras que había estado conteniendo. —¿Lo está haciendo a propósito o no sabe?
—¿El qué? —Jeno respondió, fingiendo inocencia, pero hay algo en su tono que delata una leve inseguridad.
—Hyung... —reprochó Jaemin, haciendo un puchero.
Jeno no pudo evitar que su mirada se posara en esos labios rosados, ligeramente abultados. Parpadeó, sorprendido de sí mismo, y rápidamente desvió la vista, sintiendo cómo su corazón comienza a latir más rápido.
—No creo que sea un buen momento —dijo Jeno finalmente, su voz cargada de una mezcla de vacilación y preocupación.
Jaemin sintió cómo la desilusión lo golpea con fuerza, su expresión herida reflejando su confusión. —¿No le hago sentir nada? Vine muy bonito y perfumado, ¿o hay algo que falta?
—No, no, no. Claro que no. Estás perfecto —Jeno negó apresurado, temiendo haberlo lastimado aún más. —Es solo que debemos tomarlo con calma. Hay pasos que se deben seguir en una relación.
—Esos pasos son para cualquier pareja normal. Nosotros no somos normales, estamos destinados. Podemos crear nuestros propios pasos —respondió Jaemin, directo y sin rodeos.
Jeno lo miró, dándose cuenta de que tenía razón. Sin más preámbulo, lo miró fijamente a los ojos y soltó la pregunta que había estado rondando su mente desde que Jaemin había llegado. —¿Realmente viniste con la intención de acostarte conmigo?
El menor se ruborizó ligeramente, sintiendo su corazón latir descontroladamente. —Bueno... tal vez... —dijo, odiándose a sí mismo por sonar inseguro. Pero rápidamente se corrigió. —No, sí, vine por eso —respondió, aunque su voz aún tiembla un poco, no por falta de deseo, sino por los nervios que lo consumen.
—¿Seguro? —a pesar de la pregunta, Jeno ya había tomado suavemente el mentón de Jaemin, acercando sus rostros a una distancia prohibida.
El aire entre ellos se volvió más denso, caliente. La tensión incrementa con cada segundo que pasa. El pelirosa sintió cómo su juicio se nubló por completo, llevándolo a un punto de no retorno.
—Hágame suyo —murmuró con su voz cargada de deseo, completamente entregado, desesperado a la situación. Sus feromonas inundaron el aire, llenandolo de un aroma tan caliente y dulce que atrajo al Alfa.
Lee no pudo resistirse. Sus ojos brillando en un carmesí se cerraron y unió sus labios abruptamente en un ardiente beso desesperado, devorando aquellos belfos que había estado deseando desde el principio.
Perdido por la lujuria y por el delicioso aroma del menor. No sabe lo que le está sucediendo ni porqué está reaccionando de esta forma. Solo sabe que debe hacerlo suyo, marcarlo ya.
Tomó al menor de la cintura y lo sentó en su regazo. Na abrió sus piernas para él y aferró las manos en el hombro del mayor dejándose llevar. Jeno lo toma con fuerza, no siendo capaz de soltarlo, no queriendo hacerlo jamás.
Devora sus labios con pasión, muerde y succiona buscando llevarse y probar todo lo que tiene el menor para él. Y cuándo escuchó su suave gemido en un bajo tono de voz tan delicado como una flor, despertó por completo cada célula de su cuerpo dándose cuenta de algo que lo detuvo abruptamente.
Se alejó cortando el beso en un solo segundo y mira el joven rostro del menor, sus ojitos brillando llorosos y sus mejillas sonrojadas.
—Estas en celo —soltó perplejo al darse cuenta de la situación. —¿Lo sabías?
Jaemin perdido en su propia necesidad y deseo buscó unir sus labios de nuevo pero fue rechazado. Pucheretea y suelta quejidos adorables.
—Alfa, mi Alfa.
Es tan malditamente seductor, quiere caer. Jeno quiere caer tan mal por el. Sus manos queman por querer tomar al menor. Su cuerpo desea la fricción de ambos. Su alma pide y aclama aquel joven Omega ya para ya.
Pero.
No puede.
Antes de que el juicio lo nublara de nuevo, cargó en brazos al menor y se lo llevó a su habitación arropandolo entre sus sábanas. Así no se sentirá solo, así lo olerá por toda la noche. Y rápidamente antes de caer por su embriagador aroma de melocotón, salió cerrando la puerta con llave.
Su lobo se desgarra una ira profunda, pidiendo o más bien exigiendo acompañar a su lobo. Una lucha intensa que le afecta y es que su amiguito que ha despertado debajo de sus pantalones no ayuda. Se apresuró al baño y se quitó las ropas. Nada que una larga ducha fría no pueda arreglar, o eso cree.
Mientras la regadera cae encima suyo, helando su cuerpo que parece quemar como carbón ardiente. Tomó su celular y hace un pedido para la farmacia más cercana, unos supresores.
Cuando se calme, Jaemin se las verá con él. ¿¡Cómo pudo ser tan imprudente!?
Solo gracias a que es un Alfa cuerdo pudo soportarlo pero si no fuese así, ya lo estaría marcando. ¡Y no puede marcarlo, no ahora que está formando una carrera sólida como idol!
No puede destruir sus sueños, arruinarlos. Quiere que sea feliz, exitoso. Quiere que cumpla todas sus metas. Y aunque le duela profundamente no poder marcarlo, sabe que es lo mejor.
A penas tiene veintidós años, tiene una carrera por delante que no puede perder por su culpa.
¿Jisung podrá sacar a Chenle de sus problemas familiares?
¿Logrará salvar su relación como destinados?
¿Jeno podrá sanar correctamente el corazón de Jaemin?
¿Jaemin podrá confiar más en si mismo?
Siento mucho la tardanza 😢
Hubo un momento que ya no sabía cómo continuar con el libro y decidí darme una pausa con el. Pero no para siempre, volví y les traeré capítulos cada vez más interesantes 🤭
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