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• Ya me hiciste mal •

Algo entendí ese día, algo que hasta el día de hoy no puedo arrancarme: no me permitiría confiar en las personas otra vez.

Solo una amenaza en ellos y era hora de cortarlos de tajo. Ni loco sería capaz de volver a soportar ese dolor.

Depresión.

No sé qué concepto tan pendejo tenía de mí o de ti, la verdad.

Insomnio y yo éramos como uña y mugre. El alto y el bajo. El relajado y el serio. El Insomnio y la Depresión. Los cuates que parecían hermanos. O no sé, eso pensaba de nosotros, crecimos juntos pero en lugar de volvernos uno creo que solo nos dividimos.

Hacíamos hoyos en la tierra cuando estábamos aburridos, y robábamos huevos de la cocina para echarlos ahí y fingir que hacíamos un batido de tierra y huevo. A veces jugábamos con la pelota, o nos subíamos a la misma bicicleta para ver quién se caía primero.

Nuestras madres organizaban pijamadas, nos duchaban en la noche mientras aventábamos juguetes al agua, luego nos servían leche con chocolate y unos sándwiches de queso mientras veíamos un documental de ballenas. Entonces caíamos dormidos.

El niño caparazón dejó de dormir, y el princeso se deprimió. Admito que fue mi error no darme cuenta de muchas cosas, pero, ¿por qué estar triste fue mi error?

¿Por qué tengo que equivocarme siempre? ¿Por qué eres así? ¿Por qué, Dep?

-Me sobrepasé, ¿sí? No decías nada y ya sabes, a veces soy un idiota -suspiró, su tono se oía rasposo y fuerte, cansado-. Te digo, solo dame un tiempo, ¿de acuerdo? Quisiera que no me hablaras mucho e intentáramos la menor interacción posible. Es lo mejor para ambos.

Insomnio continuó hablando, ya llevaba varios minutos haciéndolo aunque mi vista solo se llenaba del suelo y parte de sus tenis moviéndose. Estaba sentado sobre alguna caja, y aunque las voces de sus amigos se escuchaban lejanas no me atreví a confirmar sus posiciones porque sabía que me observaban. No habían dejado de hacerlo desde que entré, como si por fin Insomnio se hubo abierto con ellos y contado la situación.

-Si quieres hablar de lo que pasó con tus papás, hazlo. Como sea, puedo sobrellevarlo. -Su voz ambientaba la pequeña sala de poca iluminación.

Polvo en el suelo. Mis rodillas cubiertas de la tela del pantalón. Y calor. Me sentía un poco sofocado por el espacio reducido. Estar sentado en una caja también era raro.

-Pero bueno, así quedamos. Será mejor que termines de comer y regreses a casa tempra...

-¿De verdad lo entiendes? -Le interrumpí, tan centrado en mis rodillas y zapatos que el silencio que vino después se sintió tan frágil como mis emociones.

-¿Qué?

Despegué mi mirada del suelo y reparé en él de inmediato. Me sorprendió haberle preguntado eso, me sentí culpable al ver su rostro. Insomnio lucía demacrado, y aunque su voz era vaga su mirada se llenó de preocupación, como si no entendiera lo que yo decía.

Aunque era eso, yo también acababa de darme cuenta de que muchas veces nadie entendía lo que decía. Nada.

-¿Qué cosa? -Susurró, mirando con nerviosismo detrás de mí a sus muy buenos amigos o quienes fueran.

-Olvídalo, no es nada. -Sonreí y cerré mis párpados.

Antes de decidir ponerme de pie y marchar le agradecí a Insomnio por hablar conmigo. Nos conocíamos de toda la vida, grandes amigos, buenos vecinos, compañeros de escuela, y en algún punto fuimos conocidos. Claro que nos conocíamos bien, entendíamos lo que el otro quería, y tampoco nos tomábamos nada personal.

Supongo que se terminó.

~•~•~•~

"Todas las mañanas veo por mi ventana al señor Sol".

Mi madre tuvo la idea de mandar a Thor, o su nombre formal por el que nos amenaza -Hipocondríaco-, a que me despertara muy temprano pues debía arreglarme y desayunar para ese viernes. Yo le había dicho al profesor Mure que me daría de baja la escuela, pero él era tan buen profesor que consiguió que no abandonara la idea del festival.

"Uno nunca sabe lo que puede cambiar hasta que lo expone. Así sea para bien o para mal, las cosas se sacuden, Dep.
Podemos no tener los huevos para cambiar algo, pero cuando es necesario los agarramos de donde no sabíamos que teníamos ese valor."

-No estás nervioso, ¿verdad? ¡¿Verdad?! Ay, yo faltaré al trabajo para verte pero es que AH. -Gritó Ion a un costado, desconcentrándome del cereal de colores en mi plato.

-No. -Pronuncié, a punto de meter otra cucharada a mi boca.

Olía el pan tostado en el centro de la mesa. Mi hermano untaba un poco de mantequilla en el suyo mientras mi madre le acomodaba su flequillo de hongo pues la última vez que nos cortaron el cabello fue hace varios meses y nos había crecido bastante. A pesar de todo, ella no me quitaba los ojos de encima.

-¿Te pusiste colonia? ¿No te aprieta tu saco? -Sonrió cuando negué con la cabeza-. Te ves bien guapo. ¿Pero tienes tu discurso escrito? ¿Realmente preparaste algo?

Asentí, apretando los párpados. Quería un poco de silencio, era muy temprano y tenía mucho sueño. Me habría gustado dormir hasta la tarde.

-Este vestido ya se me deslavó pero es lo que había. ¿No se ve mal el azul? Parece que vamos combinados. Ion, no comas tan rápido. Todo está bien, ¿verdad, Dep? -Mi madre a veces pasaba por cuadros de estrés medios raros.

Me mantuve en paz ingiriendo mi comida mientras les veía preparar mi mochila con pastillas, incluso vi que metieron un kit con suero para inyectar aunque teníamos enfermera en la escuela. Apreciaba que siempre vieran por mí, aunque a veces no necesitaba sentirme como un muñeco querido, sino que quería escucharles también. Eran personas, debíamos oírnos mutuamente, ¿no?

Dar y recibir.

Entonces, pensando en la fecha exacta, en que mi familia de nuevo se reuniría para ver algo; que no había pensado mucho cuando acepté; estaba a la vuelta de la esquina. Mi padre manejó directo a la escuela mientras yo observaba mi teléfono con la esperanza de que alguien dijera que el festival se cancelaría, o que iba a haber un huracán, o simplemente se arruinaron las bocinas.

-¿Invitaste a amigos de internet u otra escuela para verte hoy? -Inquirió mi madre Eirín, forzando su sonrisa a través del retrovisor para que le mirara a los ojos negros y confiara en ella.

Apagué mi celular y negué con la cabeza. No tenía "amigos" fuera de la escuela o en internet. Incluso Adie me ignoraba desde hace semanas como si hubiera descubierto lo mucho que quería saber de él.

Un guardia nos detuvo antes de poder entrar al estacionamiento. Habían varios padres llegando, iban a ser como 5 horas de distintos discursantes y comida, mientras otros clubes estaban abiertos solo para pasar a mirar. Era mi primer año en L.A. pero para ser sincero se sentía como una exhibición de enfermedades y trastornos, como si fuera cool ser parte de la escuela.

-Déjame te miro otra vez. -Mi madre me paró debajo del sol antes de entrar, asegurándose de que tuviera bien puesta la corbata-. Oye, Dep. Nunca te había visto el uniforme completo. Te aprieta, ¿verdad?

-Sí, un poquitito. -Traté de que pensara que era muy poco porque se me hacía tarde para entrar.

El profesor Mure corrió a buscarme en los pasillos, ni siquiera se fijó en que mi familia me venía acompañando, sino que me tomó de la manga del uniforme y salió corriendo conmigo camino a la oratoria. Parecía estar en plena maratón, yo no dejaba de pensar en que los pasillos olían rico, como a limón dulce.

-Perdona, pero es que parece que tienen prisa. Hay mucha gente. ¿Cómo te fue preparando lo de hoy? -Clamó, retrocediendo conmigo como si danzáramos algo extraño para evitar chocar contra otros alumnos apilados alrededor-. Te ves bien, ¿todo salió bien?

-¿Habrá algún puesto de salchipapas...? -Murmuré, mirando a los alrededores.

Mure se detuvo de golpe hasta hacerme chocar con su espalda y conseguir que sus lentes cayeran sobre sus propias manos. El profesor tenía suerte por atraparlos, me sorprendió mucho.

-Dep -bufó, y giró de golpe para aplastar sus manos sobre mis hombros-, hiciste lo que te dije que hicieras para hoy, ¿verdad?

Me hizo aterrizar en la tierra por un momento. Le dije que sí, con confianza, aunque yo apenas estaba volviendo a la vida: estaba por hablar frente a varias personas, pero mi cabeza se hallaba en meses pasados donde aún me preocupaba por comenzar la preparatoria. Donde Insomnio y yo aún éramos mejores amigos y mis preocupaciones eran la cena.

Pero no, aquí estaba. Ya en la escuela, ya con una responsabilidad, con cero oportunidad de huir o de excusarme como un niño pequeño. Ya no diría "no quiero jugar con eso, lo odio". Era alguien grandecito, no alguien que podía decir lo que le gustaba y odiaba abiertamente.

-Cualquier cosa, sabes que tienes permitido abandonar las actividades. Recuerda que a las depresiones le dan las tarjetas de ausencia. -Señaló mi pantalón, suponiendo que allí cargaba con mi identificación.

Mure se aseguró de que en mi rostro no hubiera preocupación. Aunque sospechó que estaba increíblemente relajado, me hizo pasar por el pasillo paralelo para llegar a bambalinas, donde estaba el presidente Narcisista y el director: listos para exponerme.

-Solo tienes 10 minutos, ¿de acuerdo, estudiante? -El anciano de estatura media estrechó su mano con la mía-. Estamos agradecidos de que nos honres con tu presencia. Los demás también se sentirán maravillados.

Qué.

Aprendí muchas cosas en ese tiempo:
Las personas no suelen ser amables, y la mayoría no confía en los demás por cosas que les hicieron o ellos mismos hacen.

Cuando subí al escenario, a las 10 de la mañana para abrir con un breve discurso las actividades del festival, me sentí como un animal apunto de ser subastado. O el famoso bufón que cuando se quebró la pierna en lugar de ser llevado al hospital fue despedido con un "vuelve cuando puedas divertirnos otra vez".

Miré una vez más al director en la esquina, detrás del telón, y al presidente Narcisista que sonreía por tenerme allí. El profesor Mure no tenía palabras en la boca, él solo hacía su trabajo. Pero sentí que me habían dejado solo y expuesto.

No podía ver a mis padres porque quizás se sentaron muy lejos debido a quienes llegaron temprano. No vi a Insomnio, solo pocos compañeros de mi clase en las primeras filas, como Lupus y Cáncer. Pero me sentí un extranjero en el uniforme.

-Buenas noches -balbucí, apretujando los dientes para forzarme a guardar el aire-, mi nombre es Depresión y quiero contarles mi experiencia siendo diagnosticado. Y mucho gusto, perdón, buenos días, era días. Buen día está bien también. Ay.

Agradecí que nadie se rió, bueno, fueron pocos pero casi nadie. No distinguía bien el olor de limón que había en los pasillos sanitizados, y ya no escuchaba muchas voces excepto la mía, que golpeaba en el interior de mi cuerpo como una voz interna. Traté de sonreír pero no pude enfocar la mirada en alguien concreto, se veía borroso desde esa altura.

-La primera vez que fui a hacerme exámenes no alcanzó el día para que pudieran darme resultados. Tuve que ir toda una semana y someterme a distintas pruebas. -Procedí, sosteniéndome de mis dedos-, tardó un rato, pero fue un viernes cuando me dijeron que mi nombre era Depresión.

¿Cuánto tiempo llevo hablando? ¿Un minuto o como diez? Ya me cansé.

Retrocedí al ver que estaba pegando mucho mis labios al micrófono. Traté de controlar mis ganas de quitarle la esponja a la punta de este.

-La verdad estaba tranquilito ese día -esbocé una sonrisa, mis ojos se esforzaban por mantenerse al frente y no distraerse con mis zapatos-. Mi mamá me dio un poco de dinero para que fuera a la cafetería del hospital por un poco de helado mientras ella hablaba con mi papá. Hacía mucho calor.

Mantuve mi sonrisa, mi voz no se oía floja y tampoco desanimada. Estaba hablando bien, me causó risa que sin haber practicado o tenido experiencias similares antes, lo estaba abordando perfectamente.

-Habían otros niños esperando comprar helado. Yo quería de chocolate pero cuando estaba en la fila escuché que no había de ese sabor, se acabó un día antes.

Mis recuerdos eran bastante lúcidos, pero tenían ese color de sueño extraño y todo se veía el doble de grande que yo. Como si la mano de un solo adulto pudiera enterrarme bajo tierra al acariciar mi cabeza.

-Yo era bastante enérgico así que me molesté de inmediato y corrí a... -dejé escapar una risilla, puse mis manos en mi boca para evitar escupir-. Corrí a patear el cristal que mantenía fríos los helados. El señor se asustó como un chihuahua.

De pequeño odiaba que no hubiera mi sabor favorito. Amaba el verano, pero no me gustaba pasar el calor sin helado. No me gustaban muchas cosas, como mis manos.

-Lo pateé como si mi vida dependiera de eso. -Agregué, observando mis manos. Mis manos sosteniéndose, tocándose entre ellas, manteniéndome relajado.

Odiaba mis manos. Odiaba mis uñas, la piel que recorría mis brazos y también mis pies. Sobre todo mis pies, con los que me paraba, las piernas con las que me movía y los pulmones con los que respiraba. Comencé a pensar en ello y tomé pausas en mi voz; una vez me centraba en algo, era difícil hacer la vista gorda.

-Me puse a llorar mientras le gritaba que quería helado. Que eso era lo único que quería ese día, no ir al hospital, solo helado. -Comencé a reírme mientras rascaba mis palmas, pensar en esas cosas me daba mucha risa ahora, podía reírme de ellas, ya no eran yo.

El mundo en el que había crecido ya no existía, ya había cambiado. Ya no era ese niño que no podía afrontar la realidad de estar triste. Ahora era Depresión, era alguien mayor, era eso. No era más, ni quería ser más, solo estaba triste: eso se sintió real y me aferré a la idea.

-Estaba desesperado por conseguir algo que me hiciera feliz en ese momento, y no me había dado cuenta de que en vez de estar perdiendo debilidades al crecer solo las estaba acumulando, y yo... -me detuve al darme cuenta de que comenzaba a derramar algunas lagrimas, y que el silencio abundaba a mi alrededor. Traté de mirar con claridad mis manos para retomar aire-. Volviendo a ese día, lo siento. Yo pues estaba bien, mis padres tenían dinero para mis medicamentos e incluso para helado. Todo iba a estar bien.

"El todo iba a estar bien", se volvió una mentira tras otra. Y realmente me ponía triste, como si mi programa favorito de toda la infancia se cancelara de repente y no volviera a escuchar de él. Lo iba a extrañar demasiado.

-Me dieron mi identificación, ya saben, la que se actualiza en cada escuela y así. Como algunos sabrán tengo el perdón en mis faltas así que me pareció bastante chido -sollocé, limpiándome con las mangas del uniforme-. Aunque nunca lo he utilizado. Me he forzado a descansar los fines de semana lo suficiente para que estas piernas no falten a clases. Nunca lo he hecho, no lo voy a hacer...

Saqué la identificación de mi bolsillo, donde estaba mi fotografía en la que no podía reconocer el rostro ni ver claro. Observé mi edad y mi información personal para asegurarme de que era la mía.

-Aquí está -destaqué, levantando la identificación y extendiéndola para que los demás la apreciaran-. Yo... tengo depresión, pero no he faltado a clases porque la única vez que lo consideré no sabía que mis compañeros de secundaria me estaban espiando al hablar con la profesora. Me señalaron frente a los demás. Y tuve miedo, muchísimo, pero sobre todo me sentí culpable de padecer esta enfermedad. Supe que no tenía derecho a sentirme mal.

Rogué a la única parte asustada de mí que fuera capaz de callarme y sacarme del lugar. Pero había otra parte agobiada, esa parte que muchas veces silenciaba con ejemplos raros o pensamientos irrelevantes del día a día. Fue la ansiedad de saber que los días estaban pasando, que el año se estaba terminado, y que vendría otro, que vendrían nuevas cosas que superar, metas que perseguir, y cuando las alcanzara me vería forzado a plantearme otras. Y otras, y otras, hasta que solo me muriera, pero ahora ni siquiera, en casi 17 años, había establecido una.

¿Por qué no puedo detener al mundo un momento? ¿Solo un poco? ¿Por qué no pueden esperarme y permitirme descansar?

-¡Eres muy lindo, Depresión! ¡Yo te apoyo! -Escuché el grito de alguna chica, desconocida, de quizá un grupo lejano al mío. Fue extraño.

De repente no hubo quien me criticara, solo personas mostrándome que estaba bien hablar.

-¡Eres alguien tierno, que no te avergüence! -La voz de un chico y unos cuantos más. No podía distinguirlos con la mirada.

¿Por qué son así?

-Tómate tu tiempo. -Sonrieron.

¿Por qué carajos son así?

-No soy... ESPECIAL por tener DEPRESIÓN. -Escupí, encogiéndome de hombros mientras sentía un escalofrío recorrer mis poros, y después hastío.

Sentí un asco repentino al escuchar en menos de 5 minutos lo que quise escuchar toda mi vida, lo que necesitaba, lo que me acostumbré a no recibir y que por fin había comprendido que nadie estaba allí para escucharme, solo para pensar en qué me responderían.

Se sintió peor de lo que imaginé.

-Tener depresión no me hace tierno, ni cool, ni mentiroso o tonto, ni alguien a quien deben PROTEGER -repliqué sobresaltado, desesperado porque solo se callaran-. Claro que quiero comprensión, y merezco respeto como cualquiera de ustedes, pero lo único que he pedido es que me dejen en paz, ¿por qué no entienden eso?

No era un tema de conversación, ni quería que fuera un estereotipo, no quería que me vieran como menos y mucho menos que cuidaran su trato conmigo. Yo no era lo que tenía...

-Tengo depresión. Pero yo no soy Depresión. Soy una persona, no un extraordinario, solo soy yo -emití con un hilo de voz, quebrando la última sílaba.

Lo había dicho. Por fin me atreví a decirlo. Pero Narcisista en el otro extremo recibió la señal de cortarme el micrófono y con una mano extendida hizo señas para que volviera a bambalinas, sin poder terminar de hablar, o de pensar siquiera en lo que acababa de decir.

Solo volví. Recibí algunas palmadas y una disculpa de Narcisista y el profesor Mure.

-Fue un buen discurso, chico -dijo el rubio-. Me gustó, pero sabes que no podemos hablar sobre eso último. Lo siento en serio, me hubiera gustado escucharte hasta el final.

No había final, de hecho, qué bueno que me bajó.

Estuve allí oculto por varios minutos, viendo a otra chica pasar a dar su experiencia con el histrionismo. Mure me trajo agua y me dieron una silla para que me quitara los nervios que mantenían mis huesos rígidos. No quería salir en ese momento porque mis padres querrían estar conmigo, prefería que se entretuvieran en sus cosas del festival y luego se retiraran.

Dos y dos, son cuatro. Cuatro y dos son seis... Y si te sientes muy feliz, aplaude así.

-Ay, me duele la cabecita. -Suspiré, dejando mi cuello flaquear para alcanzar mi cabeza y ponerme en posición de dolor por migraña-. Si te sientes muy feliz, aplaude así... Si te sientes hoy feliz y lo quieres compartir, si te sientes muy feliz aplaude...

-Así. TAP TAP TAP. Culo. -Aplaudió repetidas veces cerca de mi cara, Lupus, mientras Fibromialgia le hacía eco a un costado. Mis dos compañeras de equipo que nunca entregaban tareas y yo lo hacía solo.

-En su idioma significa -la pequeña Fibromialgia puso cara de sabia-: Cáncer dijo que vayas al salón del club porque se van a tomar una foto para cerrar el festival, según su presi.

Arrugué el entrecejo. La gótica Lupus respetaba bien su uniforme porque era un evento formal, pero seguía en botas altas. Fibro levantó una ceja al verme dudoso y dijo que juraba por su túnel carpiano que no era mentira y que me apurara. Hasta se ofrecieron a ir conmigo.

-Solo nos vamos a colar en la foto, ¿vale? -Lupus fue directa. Estaba muy alta y me iba a dar dolor de cuello por ver su cabello teñido de morado.

Ellas casi que me escoltaron entre los alumnos. Algunos parecían sinceros al gritarme de lejos que agradecían lo que dije, mientras que otros solo miraban, incluso me saludaron quienes dijeron ser mis amigos aunque no los recordaba de ningún lado. Sentí que la situación era surrealista, y se vio aún más extraño que mis dos compañeras me llevaran directamente al salón.

-No sabemos qué pasó pero solo es una foto, ¿va? -Lupus sonrió levemente y me dio un empujón al último salón del pasillo.

Cáncer volteó de inmediato, cargando una cartulina azul mientras el mariachi de algún teléfono sonaba de fondo. Levantó las manos para tratar de distraerme, como un tonto, como ese tipo que el primer día de clases me saludó después de ofenderme. No sabía si reírme de lo pendejo que era o de enojarme porque volvió a hacer lo mismo aunque ya éramos amigos.

TOC a un costado evitando mi mirada e Insomnio dando la espalda a la puerta, como distraído, fingiendo que no sabía que yo también iba a llegar. Pero decidí no culpar a nadie, porque como Lupus dijo, nadie sabía lo que había pasado, probablemente ni Inso estaba consiente.

-Préstenme sus teléfonos que los pongo sobre el escritorio para tomar las fotos. -Disfluencia entró después de nosotros y tiró su mochila de Barbie al suelo mientras nos pedía los celulares.

Fibromialgia dijo que nos acomodáramos por estaturas. Aunque a Cáncer lo pusieron al frente y agachado porque disque no se le notaba así tanto la papada. Lupus me rodeó con un brazo para hacerme más pequeño e hizo lo mismo con Fibro.

Disfluencia se posó a un costado de TOC y él sostuvo el cartel. Decía, con una letra decente "supervivientes del festival, nueva generación", haciendo referencia a nuestro club, que al parecer había dado buenos resultados de retroalimentación todo el semestre.

La foto salió de maravilla. Insomnio estuvo detrás de todos nosotros, me dijo "hola" y "adiós" cuando dejó la sala. Y sonrió como si fuéramos buenos compañeros de club. Le devolví la sonrisa. Me despedí de TOC, de las chicas, de el salón que volvería a ver el próximo lunes hasta que se terminara el semestre dentro de pocas semanas y entráramos en vacaciones de verano.

Cáncer dijo que me iba a invitar a una peda y se fue temprano cuando su mamá vino por él. Y yo aprendí algo más, un poco más, como el buen futuro adulto que era:

Debía adaptarme a este mundo, o morir. No habían más opciones. Se me estaba haciendo tarde.

• • •
CHAN CHAN CHAN CHAN.

FELIZ DÍA ATRASADO INTERNACIONAL CONTRA LA HOMOFOBIA, LA TRANSFOBIA Y LA BIFOBIA. 17 de Mayo, el día en que la OMS retiró de su catálogo de enfermedades y ahora se denuncia el acto de discriminación y violencia. Era un día especial, y aunque no pude actualizar a tiempo para comentarlo, me hace muy feliz haber visto tanto apoyo hoy.

Ahora, volviendo un poco a EPTYE: sí, esta primera parte se ha terminado. Ha valido queso. Final de este periodo, y felicidades por haber llegado hasta aquí.

Lo más seguro es que dentro de dos semanas actualice pero aún así debo aclarar muchas cosas antes de seguir:

•La segunda parte se seguirá publicando aquí.
•No cambiará de nombre, esta "escuela" es solo el concepto de vida de la obra.
•Habrá un poco de contenido que puede ser sensible para algunos, temas más relacionados a las emociones y actitudes catalogadas como "la tríada oscura".

•El lenguaje seguirá siendo igual de fuerte.
•No deja de ser una sátira.
•No tengo buenos ni malos.
•Libre a interpretación.

Bueno, en realidad no sé qué tantas dudas tendrán de esto así que dejo este espacio aquí para sus preguntas. Love u.

Y, EN SERIO, MUCHAS gracias de nuevo por llegar aquí. Sé que ha sido difícil, conozco mis historias: o puede ser difícil tolerar el humor, o a los personajes, o en general la serie de eventos que bien son pequeños, llevan una carga emocional muy fuerte.

Para mí EPTYE significa mucho, es uno de mis trabajos más personales. Y quiero que siempre recuerden el mensaje: "si estás mal, recurre a ayuda profesional". Es un paso sencillo, pero difícil de realizar, más no imposible.

Imagen bonita:

Y bueno, tengan unas buenas semanas, y ojalá puedan abordar el siguiente tren de lunáticos abordo. SAYŌNARA.

~MMIvens.

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