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Eres difícil.

El mundo frente a mis ojos era demasiado brillante al punto de lastimarme.

Me sentía cómodo con quienes no esperaban mucho; así me permitía abrir los ojos y pensar que el paisaje era hermoso. Incluso que valía la pena estar ahí.

Adie.

—¿Quién va a viajar con papá? ¿Quién lo hará? ¿Tú lo harás? Sí lo harás. Ay, sí vienes conmigoooo.

—Adie, ¿el pinche perro se queda o va contigo? —Preguntó Ganser, doblando sus rodillas a un lado mío para estar a la altura de mi mascota.

—¿Tú qué crees, enana? —Carpiano recargó sus brazos en la cabeza de la pequeña y apenas distinguible amiga de ambos.

Miré a Carpi seriamente, casi tratando de sermonearlo. En el intercambio de miradas ambos soltamos una risa, mientras Ganser seguía tratando de procesar lo sucedido. El síndrome de la muy pequeña chica le hacía responder con palabras sin sentido, sus repuestas eran más llamativas de lo normal, o solo se equivocaba. Pero creo que cada vez se le hacía más complicado, tratar de analizarlo y dar una respuesta antes de comenzar a disociarse.

—Qué culeros. —Bufó ella, reparando de pie mientras sacudía su falda amarilla de cuadros—. Vámonos antes de que me arrepienta de manejar, y sube al pinche perro.

—No le digas así a mi bebé. —Inflé mis cachetes tras posar los lentes de sol en mi rostro. Me agaché para cerrar la puerta de la transportadora de Pipe e hice señas para que desalojaran mi apartamento.

En el carro el Síndrome de Solomon nos esperaba, mi prima lejana por parte de mi padre, estaba viendo en la parte trasera videos sobre freír cebolla. Me senté a su lado, acomodé a mi mascota y me entretuve jugando con su cabello oscuro que iba en cualquier dirección debido a que se lo cortó.

Volvía a dejar la ciudad para dirigirme a las afueras, donde se encontraban las colonias de enfermedades bacterianas y viruses. Ganser manejó una hora entera debido al tráfico para salir a la carretera, por ello le permitimos que escogiera la música del camino. Oí a Carpiano roncar ocasionalmente a pesar de ser el copiloto.

Las tardes me adormecían. El estéreo tocaba una canción de Cuco, Ganser la cantó, entretanto su cabello anaranjado bailaba entre el viento debido a la ventana abierta. Pegué el rostro al cristal solo para observar sus mechones que le hicieron compañía al cielo rosa y púrpura.

I don't think I'm meant to be with you. I don't wanna make you sad. Ganser tenía una voz agradable.

—¿Vas a estar bien? —Solomon me presionó el brazo, entre duermevela.

—Quizás no, pero eso puedo cambiarlo —elevé mi pulgar—. La decisión es mía, después de todo.

El mundo siempre me pareció extraño, por ello soñaba de pequeño descubrir otra dimensión o creer en los extraterrestres.

Si tenías pensamientos pesimistas muchos no harían el intento de comprenderlo, pero si eras por completo positivo entonces algo malo tenías en la cabeza. No poder decir "me quiero morir" o "la tristeza está en tu mente" daban el mismo resultado: no todo el mundo aprobaría tu respuesta.

Cuando me preguntaban sobre la depresión, respondía lo mismo: No significa estar triste todo el tiempo, pero tampoco quiere decir que sea feliz siempre.

—¿Eso es libertad? Ah. —Solomon volvió a ponerse su audífono. Ganser la miró por el retrovisor y rodó los ojos acusándola de sus tendencias emo.

—Es la libertad de escoger qué quieres sentir. —Recalqué lo obvio, omitiendo la existencia de los traumas  o malestares que privaban aquella libertad, pero más daño hacía no creer en la capacidad independiente de alguien.

—Cállate. No entiendo una verga nunca de lo que hablas, ¿te drogaste antes de salir...? Achú. —Carpiano estornudó, entreabrió los ojos hacia mí y me señaló con el dedo índice para después volver a intentar dormir.

Me defendí pues no me drogaba, solo pensaba demasiado, cosas innecesarias que se cruzaban por mi mente.

Llegamos a la zona de cuarentena, me puse un cubrebocas, lentes de sol al igual que guantes y fui el único en bajar del carro en medio de la nada para entrar a la única instalación de cinco pisos donde los guardias esperaban mi llegada. El cartel con el nombre Colonia de estrellas colgaba de la cima, el sonido de los árboles lejanos recorría la carretera.

—Adie —Carpi me habló mientras bajaba del vehículo para ayudarme a sacar a Pipe y cambiar de lugar con Ganser. Su piel tostada se iluminó por el atardecer—, podemos volver, ¿vale? Si no quieres pasar el fin de semana aquí solo échanos un grito y en corto estamos.

—Claro, claro. —Monté la mochila con mi ropa a la espalda, y levanté la transportadora de Pipe. Carpiano se subió al vehículo y Ganser me observó poco seguro.

—Hablamos en serio, hombre. —Me aclaró ella. Solomon insistió desde el interior.

Agradecí su preocupación antes de ingresar en la instalación. A Pipe y a mí nos dieron un baño, registraron mis cosas, revisaron mis papeles de ciudadano y me permitieron el paso. Ya era noche cuando me llevaron en vehículo a las colonias, aunque preferían llamarle ciudad de estrellas pues era bastante grande, se respiraba un mejor aire y las personas solían ir muy cubiertas. Era como otro mundo.

Las enfermedades bacterianas podían correr muchos riesgos; aunque no todas eran contagiosas; las tenían aisladas por igual.

Mi madre solía ser Candidiasis, mi abuelo Haemophilus, fue una combinación extraña. Mi padre era un enfermero que atendía a mi madre, él operaba allí ya que prefería vivir cerca de mi abuela, pero un día tuvo la maravillosa idea de tener relaciones con mi madre sin protección. Él enfermó, falleció, mi madre me dio a luz en el sitio y más tarde se fue al otro lado.

Nacer en confinamiento no fue una agradable experiencia, no podía tener una casa en las colonias porque mi abuelo no quería recibirme y por parte de mi padre tampoco ya que fui acusado de la muerte de ambos. Fue un tío lejano, quien me dio asilo tiempo después, en la ciudad donde vivo ahora, solo que me rentó un apartamento aparte debido a que nadie está seguro si las bacterias en mis ojos son riesgosas.

Pero no lo son ni un poco.

—¿Vas al sector 9? —Asentí. El hombre con lentes similares a los míos continuó mirando las luces a lo lejos que iluminaban las veredas impecables. El carrito de golf iba bastante rápido, incluso sobre césped, se sentía como estar cruzando el mar por la noche-. Así que eres pariente del señor Belier Haemophilis, ese anciano nunca deja la ciudad aunque ya esté curado. ¿Vienes de visita?

—Sí —alargué la vocal—, me citaron para una revisión el día de mañana y me permitió quedarme con él. Es mi abuelo. No ha dejado la colonia porque en la gran ciudad no son muy amigables con los criados aquí, jaja. Creen que son algo peligrosos.

—Ideas de gente pendeja. —El carrito pasó sobre una piedra y Pipe ladró. Abrí la reja para acariciarlo y calmarle—, ¿cómo te ha ido a ti? ¿Te has adaptado en las afueras? ¿No son crueles contigo?

—Solo me dicen ciego. —Sonreí, quitándome los lentes de sol para mostrarle. Él giró el cuello y reparó en mí-, y me hicieron esta cicatriz, pero ya pasó mucho tiempo desde la ultima vez que me molestaron.

La cicatriz debajo de mi ojo fue un ataque por un alumno de Savant el primer día de clases, pero ya nadie lo mencionaba. Me sentía agradecido de que fuera lo menos relevante en mi rostro, me causaba curiosidad que ni siquiera Depresión lo comentara, o Capgras cuando lo conocí.

—Ay, niño, las cosas se pondrán mejor. —Me reconfortó, deteniéndose en el estacionamiento con otros carritos.

—No me quejo, es normal que estas cosas pasen —me reí, con un pie abajo. Él me ayudó a bajar mi mochila y encimarme otro bolso de protección-. Cuando evolucionamos en algo, retrocedemos en otra cosa. No podemos tenerlo todo, renunciamos y aceptamos cosas constantemente.

—No entendí, jaja. Cuídate mijo.

Chale.

Eran alrededor de las 7. Anduve caminando 15 minutos por las veredas blancas en búsqueda de la casa de mi abuelo. Todas eran de dos pisos, idénticas, lo único que las diferenciaba eran los números en las cercas de roca y las decoraciones interiores que se percibían por las ventanas, espacios anchos, lámparas llamativas. Divisé algunos niños jugando en el Kiosko del parque correspondiente al sector.

—Perdonen —me puse el cubrebocas de nuevo. Bajé de cuclillas hasta dirigirme a un pequeño castaño, quien corría con una niña de tres coletas. Sabía de antemano que ninguno era grave o contagioso pues sino estarían recluidos en los hospitales de la colonia como mi madre—. ¿Saben cómo encontrar este número?

—No somos peligrosos, no mames. —La pequeña hizo un puchero.

—Sí, lo sé. Lo hago por mí, vengo de afuera y no quiero enfermarlos —aclaré. El niño leyó mis papeles.

—Mm, doblas, doblas y doblas hasta chocar con pared y junto al árbol caminas tres pasos. Hay un hospital, y en la última calle a la derecha está la casa. —Asentí, lo tenía, a pesar de los muchos árboles en el sitio imaginé que debía ser uno grande.

Con aquella dirección pude andar sin esfuerzo hasta la residencia. Una tía abrió la puerta, me dio la bienvenida con ánimos aunque era la primera vez en vernos. Estaban cenando cuando llegué, otra prima se hallaba dentro y la madre de Solomon también era parte de la mesa. Se reunían los fines de semana a cenar quienes vivían dentro, tradiciones familiares, por ello me fue permitido tomar asiento.

Mi prima hizo muchas preguntas sobre la ciudad, insistió en que me sentara a su lado para contarle todo, ella solo me conocía por mis redes sociales, también me rogó por clavar los dedos dentro de mi cabello pues dijo que parecía una bola de espuma. Tenía 12 años y un diente caído.

El resto preguntó sobre Solomon y nada más, no hubo una charla concreta y al final la tía se retiró conmigo para darme la habitación de invitados. Quise reunirme con el abuelo pero se excusó de lo cansado que estaba, aunque no nos hubiéramos visto en años. Preferí no insistir.

Dejé bajar a Pipe en la habitación ya que era pequeño, una mezcla de chihuahua con perro salchicha, creo. Sinceramente no me importaba de dónde salió pero era mi bebé precioso y divino.

Abrí la ventana, los niños aún se correteaban a los lejos y el centro de salud brillaba como una súper nova en medio del cielo carente de contaminación, donde las estrellas eran claras. Pegué un grito repentino, contagiado de la emoción que me daba ver un espacio de sueños donde todas las casas eran iguales y brillaban de claridad, me arrepentí al recordar que eso sería muy extraño en el lugar donde apenas el ruido era leve.

Qué te pasa, Adie, aaaaaaa.

Pero el viento helado en mi rostro me recordó lo que le dije al guía. Tener esta vista y esta calidad de vida solo se pudo obtener por los enfermos encerrados aquí, mientras que estar en la ciudad te daba más libertad de ir de un lado a otro pero te cobraba con estrés cotidiano. Me sentí tranquilo, no era algo que pudiera cambiar del mundo, pero sí decidir cómo viviría yo dentro de él.

Perdiendo y obteniendo cosas, pero siempre escogiendo lo que tenía más valor para mí.

Spiderman. Spiderman. Does whatever a spider can. Bufé con un chillido al escuchar mi teléfono sonar sobre el escritorio.

Pipe me ladró para que reaccionara. Metí mi cabeza devuelta a la habitación, di un salto hacia la cama para rodar y llegar al otro extremo. En la pantalla se visualizó un mensaje de Depresión así que lo desbloqueé súper rápido.

Es extraño que él escriba primero.

Depcito, LA: Hola.

Holaaaa.

Puse el celular en mi estómago mientras esperaba, recostado en la cama. Miré el techo por varios minutos pero no volví a recibir otro mensaje. Pipe parecía estar en espera al igual que yo: se puso cómodo entre las sábanas.

¿Hola?

Depcito, LA: Hola¿

No entendí mucho el porqué respondía así pero me reí. Le pregunté cómo estaba, dio una respuesta corta afirmando su estado. Después de eso quise saber si necesitaba algo pues se leía ansioso pero al parecer no era nada.

Depcito, LA: Qué haces¿

Nadaaaaa. Estoy acostado. ¿Y tú?

Depcito, LA: Juego cartas. Estamos de campamento.

Oh, cierto, había escuchado que el campamento de su escuela caería esta semana. ¿Cómo la estás pasando? ¿Te estás divirtiendo? ¿Cenaste algo rico?

Depcito, LA: Está bien.

¿Y cenaste?

Depcito, LA: Sí.

Quedé inmóvil de los dedos, ya no sabía qué responderle o escribirle para seguir la conversación. Depresión no era muy bueno comunicándose por mensaje, lo había comprobado los últimos días que estuvimos en contacto. Aunque no le daba mucha importancia a ello, yo me sentía algo nervioso por no saber qué más decirle, me costaba saber si estaba aburrido o le alegraba charlar conmigo.

¿No acostumbras hablar por llamada?

Depcito, LA: No. Espera, voy a salir por señal.

¿Te podría llamar ocasionalmente? Yo prefiero las llamadas, jaja.

Depcito, LA: Sí.

Mi plan estaba listo, por llamada sería evidentemente mejor. Sacudí la cabeza de Pipe, se alertó y dio vueltas sobre la cama sin importarle pisar mi entrepierna. Me carcajeé y lo empujé, pidiendo que se calmara.

Depcito, LA: Pero quizás no te responda.

Miré confundido el mensaje. Explicó que le daba nervios responder.

No soy alguien que disfruta molestar a las personas o causarles estrés solo por diversión, eso es cosa de Ganser. Ni me gustaba invadir de forma repentina, como Carpiano. O mucho menos provocar como Solomon. Pero al saber aquello, no pude detener mis instintos salvajes de ir al registro y presionar el botón de llamar, deseoso de que me colgara o me gritara algo.

Aquí vamos, don pendejo Adie.

—Ah, mierda. —Le oí tirar el celular.

—PERDÓN. —Yo fui el único arrepentido que gritó.

Mi prima tocó la puerta para pedirme que callara un poco pues el abuelo dijo que no soportaba el ruido. Bajé mi tono y me disculpé con Depresión.

—No te preocupes. No se abolló ni nada parecido —se rió levemente. Las cigarras se oían de fondo junto a los grillos—. ¿Cómo estás? ¿Tú ya cenaste algo?

—Fajitas de pollo. Estoy en la colonia afuera de la ciudad así que cené con unos familiares. —Le puse al corriente mientras me reincorporaba para buscar mi pijama y vestirme.

Depresión me habló sobre el sitio. Nosotros íbamos de campamento a lugares más bajos, como la playa, entrenábamos mucho. Nunca me había tocado un campamento en las montañas así que le escuché, dando pequeños saltos para meterme en el pantalón deportivo con el que dormía. Volví a arroparme en la cama cuando él ya estaba terminando.

—Tienes suéter, ¿cierto?

—No, pero mi pijama es térmica y tiene peluche en el interior. Está calientita. —Explicó, sus dedos tronaban al otro lado de la línea—, ¿tú quieres contarme algo? Yo solo he hecho hoy lo que ya te conté.

—Pues hoy después de desayunar me preparé, me trajeron unos amigos y después de la cena sólo me puse a hablar contigo. Quería conversar con mi abuelo pero no tiene mucho interés en ello —mi tono de voz sonó un tanto sarcástico pero deplorable al final. Me callé unos segundos esperando a que él cambiara el tema pero no lo hizo, esperó paciente a que yo terminara lo que empecé y no quería terminar—. Creo que me odia, pero puedo superarlo, tampoco me importa mucho él. No sé porqué te digo eso, jaja. No es algo lindo. Cuéntame algo tú, ¿de qué quieres hablar?

El gobierno pidió que no tocáramos temas complicados con las depresiones, pero no fue por eso que me sentí extraño de hablar sobre un tema denso, fue más mi inseguridad sobre hablar de eso con alguien. La gente a menudo no entendía mi forma de hablar, pero menos me gustaba incomodarlos con problemas personales que solo añadían basura de estrés a sus contenedores mentales.

—¿Te estabas sintiendo azul? —Me preguntó—. ¿Cómo te sientes ahorita?

—A veces me siento muuuuy triste —destaqué con una sonrisa amplia aunque él no pudiera verme. Fue un corto periodo en que me sentí tranquilo por decirlo—. Solo, nostálgico, mal. Nada de buenas noches o buenas mañanas. Pero también hay cosas increíbles, me gusta vivir en un mundo inesperado.

—¿Inesperado?

—Creo que las cosas pasan por algo, aunque todo el mundo lo diga, es bastante cierto. Pero no hay algo que sepamos con certeza, hoy te despertaste con el viaje en mente pero quizás pudo suceder algo que te impidiera ir. Hoy, esta mañana, no quería venir solo pero mis amigos se ofrecieron a llevarme —afirmaba con pequeños sonidos mis palabras. Hablé mucho mientras observaba las paredes desconocidas—. Sentí que no sería capaz de ver a mi abuelo o cruzar palabras con mis familiares, pero lo hice sin problema. Como nada es esperado, quizás puedo olvidar y cicatrizar, ser feliz aunque no lo espere. Morir mañana, morir dentro de 50 años, descubrir la inmortalidad o irme al espacio.

Miré por la ventana, a lo lejos la luna mostraba su lado más brillante como una sonrisa que opacaba el resto de estrellas.

—Saber que la noche no es tan oscura ni las mañanas tan brillantes. Tengo toda una vida para descubrir tantas cosas, encontrar metas o conocer personas, y eso me parece genial.

—Vaya...

Apreté los párpados al darme cuenta de que la había cagado. Carpiano me dijo que tuviera cuidado de divagar con cualquier persona que no fueran ellos, podían tomar una impresión errónea de mí o se cansarían de no entender algunas fumadas que se escapaban de mis labios. Quise disculparme pero Depresión habló.

—Eso es increíble, Adie. Quizás no lo comprenda del todo, pero me hace pensar que existir es muy bonito. Gracias. —Se le escuchó sincero.

—Creo que vivir es solo un momento de nuestra existencia que vale la pena probar, pues no podemos tenerlo todo pero sí intentarlo. Ya después cobra el sentido que quieras. -Me sentí muy feliz al decir eso.

—Tal vez... —balbuceó, rebobinando en mis palabras—, tengas una noche menos solitaria. Como dijiste, algo inesperado.

—Y tú menos triste. —Afirmé.

Depresión y yo hablamos por un largo tiempo. Pensé que no había razón para creer que mi relación con el mundo era complicada, después de todo, esa decisión sería mía y completamente inesperada. Me encantaba pensar así y ser escuchado con tanto interés.

• • •
ES MIÉRCOLES, PERDÓN.

PERO HOLA, VENGO CON ESTE EXTRA DE MI LINDO ADIE. Yo en serio quiero mucho a este chico, en general, aprecio mucho a los personajes secundarios de esta historia. Incluso si se termina dentro de un tiempo, yo estaría encantada de seguir creando personajes en este universo.

¡Ojalá lo disfrutaran! Quería ir metiendo un poco más de las funciones de este mundo y Adie es perfecto para hablar del cómo funcionan las colonias.

Nos leemos pronto. Muchas gracias por todo, ojalá pueda terminar esta historia. Adiosito.

~MMIvens.

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