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Capítulo 8: La peculiar interpretación del dolor.


Era difícil que me diera cuenta de la diferencia entre "bueno y malo" en las cosas que veía constantemente. Si el Insomnio no se percataba de lo que sucedía en el día no estaba mal; le agradezco en realidad que no lo notara.

O que lo hiciera y nunca lo mencionara.

Depresión.

Arrojé mi mochila debajo de mi asiento. El dolor de cabeza me taladraba, sentí a mi cerebro gritarme que se estaba desmoronando por la presión. El vértigo me llevaba de paseo así que tomé asiento con velocidad, esperando controlarlo y caer en el suelo que acababan de limpiar.

Estaba nervioso en el almuerzo y no pude terminarme mi salchipapa...

Tenía tareas por completar y en cualquier momento comenzarían las asignaciones del club pero yo en serio... Solo quería terminar mi salchipapa. Mi madre rara vez cocinaba ese tipo de cosas para mí porque no eran buenas para mi salud, aunque como no estuve comiendo bien estos últimos días mi padre la convenció de prepararme algo casero y que yo pudiera disfrutar. Aunque el pelirrojo Dal me miró por un largo periodo incómodo que no pude comer en paz.

—Qué pedo con ese pay. —La voz de TOC resonó en la habitación impecable, haciendo notorio el postre sobre su escritorio.

Esperábamos al resto. Insomnio estaba ocupado terminando un castigo pues en clase se quedó dormido junto al resto de trastornos del sueño porque se drogaron en los baños con alguna sustancia extraña para descansar. De Cáncer sabía poco, aunque siempre llegaba tarde. Yo no tenía nada específico que hacer, así que aunque tratara de ganar tiempo solo paseándome frente al espejo de los baños tenía que entrar al club.

—Yo no compré ese pay. —La voz de TOC sonó por segunda ocasión.

Puse mi mano sobre mi cabeza, entrelazando los dedos con el cabello. El psiquiatra dijo que yo era bastante tranquilo aunque en ocasiones tenía reacciones con mi propio cuerpo que podían ser denominadas como "dolor autoinfligido". No entendía su interpretación de mis acciones para que él las considerara así: yo solo daba leves golpes hasta que dejara de doler.

La sangre seca del golpe al medio día se ocultaba detrás de mi flequillo.

—¿Te pasó algo en la cabeza o por qué te tallas tanto? —El presidente acomodó un cabello en su frente fuera de lugar, dirigiendo su vista hacia mí—. Comienzas a inquietarme. Me irrito con eso.

—Lo siento... Estoy bien... —Bajé ambas manos para dejarlas reposar sobre mis piernas, haciéndolo suspirar antes de seguir con su trabajo en la laptop.

—¡Ábranse a la ver...! —Cáncer pateó la puerta principal, dejando una ráfaga de viento cruzar el umbral y chocar contra el frío del aire acondicionado. Lucía más estresado de lo normal, su cabello medio rapado seguía asustándome—. Ah, no está el pinche Inso que se abre a la verga. Permiso, morros.

Cáncer corrió como si el pantalón le incomodara mientras buscaba su silla. La extendió a mi lado, tomó asiento con su tobillo sobre su rodilla izquierda y puso su mochila sobre él. Sacó varias cosas que alarmaron al presidente, pero al final lo ignoró.

—Toma, un apósito y pomada —me arrojó, señalando su propia cabeza con una bebida en caja sobre su mano—. Y un jugo de arándano sin azúcar para la migraña. Lo dijo el wey Mure, que lo vendían aquí para dilatar los vasos sanguíneos de forma natural. Deberías mantenerlo unos segundos debajo de tu lengua para que lo absorbas bien así que trágatelo, Depre.

—¿Por? —Estaba un poco confundido.

—Pues por el pinche madrazo que te diste afuera de clase, ¿por qué más? —Rodó los ojos, obviando la situación—. Digo, putazo que te dieron. Yo estaba allí. Me dio hueva pararte, lo siento.

—No me duele. Gracias. —Traté de devolver las cosas a su mochila azul con una estampita de cucaracha.

Después de meter los apósitos y buscar la pomada para ingresarla de la misma forma me detuve. Alcé la vista asustado, Cán me miraba con la boca abierta y sus pequeños ojos que juzgaban mis acciones. Sentía que en cualquier momento me lanzaría un golpe. Por reflejo cubrí mi rostro, esperando el dolor.

—Pinche depresivo, no mames de nuevo —me arrojó la caja de apósitos ahora al rostro; sus gritos llamaron la atención de TOC—. Bébete esta madre también que salió súper cara. Y si no te duele, pues no andes mamando con esa cara dolorosa que pones. Me haces de huevos. En serio, ya.

TOC señaló un espejo en el armario del salón, indicándome que podía aplicarme la pomada allí. Me levanté con los pies arrastrando, me sentía mal frente al espejo. Aunque lo intentaba no podía ver mi frente, en general me costaba ver mi rostro. Podía distinguir mis ojos negros, los cuales odiaba porque no me gustaba la forma en que yo veía las cosas.

—Yo siempre compro postres para el club por los chicos que vienen pero no pay...

—¿Inso aún no termina...? —Murmuré, sin apartar la vista de la nube negra que cubría todo alrededor—. Necesito que él...

—Ha de terminar en unos minutos —informó el presidente.

—Lo esperaré. —Suspiré.

Tampoco quiero que vea la sangre pero lo necesito. No puedo verme. Lo necesito a él.

Cáncer pateó mi silla a un lado, haciéndome dar un brinco del susto para verlo. Se había levantando de igual forma, andando hacia el armario. Sus ojos eran marrones, o como el le había llamado "color caca". Aún lucía irritado. Me maldijo un poco antes de preguntarme si acaso era ciego o porqué no podía aplicarme la pomada solo o los apósitos.

—"La depresión no conoce su rostro". Inventaron esa frase por algo, pendejodiota —la voz del presidente intervino, recordándole a Cán la razón de mis nervios—. No creas que no es literal. En serio no pueden verse. Se desconoce la razón pero es así, solo no pueden saber cómo deben lucir.

—Qué perro miedo —Cáncer se sacudió, apartando su cubrebocas para hablarme más claro—. A ver, dame esa madre. Yo ahorita te lo pongo en chinga.

—Verga, en serio me irrita ese pay.

Jaló la silla que antes había aventado y la puso detrás de mí para dejarme tomar asiento. Tomó la suya también para estar de frente. Cáncer tenía los párpados caídos pero sus ojos se elevaban al final como si intentaran tocar sus cejas, una boca similar a la de un gato y sus dientes eran un poco puntiagudos. Inso dijo que tenía cara de idiota mala copa, aunque realmente no me importaba su apariencia. No solía concluir mucho de alguien con solo verlo, me tomaba quizás todo un año pensar que alguien era de cierta forma.

—Sí te vi cuando me tropecé —solté, rascando mi cachete para calmar la ansiedad—. Está bien. Realmente no me molestó. En realidad no fue algo malo. Gracias por el juguito.

—Cuál gracias, luego me lo pagas, wey —me dio un empujón para que recargara mi espalda, levantó con sus manos mi flequillo e hizo una fea expresión al verme—. Tienes otros moretones, cabrón. La escuela empezó hace unas semanas y ya te andan madreando. Chale, se me adelantaron. El profesor me castigó por decir que te chingaría el rostro y a los demás ni les manda a llamar, doble moral el viejo pendejo.

Le pidió al presidente que le pasara el alcohol que tenía en su escritorio. Sacó un algodón y limpió la sangre antes de aplicar la pomada y poner los apósitos en la herida. Me dio palmadas en el rostro para indicarme que abriera los ojos porque ya había terminado.

—Soy el más perrón haciendo esto. —Sonrió, orgulloso por su trabajo.

—Gracias. —Le devolví a la sonrisa, sinceramente agradecido.

—Luego me pagas el almuerzo. —Informó.

—¡Abran paso que aquí vienen las divinas! —Inso azotó la puerta del club—. ¡¿Qué haces tocando a mi niño, don Chernobyl?! ¡Saca tus manos de su cara, Cán! Lo incomodas y lo sabes.

La discusión entre Inso, quien parecía tener los ojos rojos más intensos de lo normal, se repartió en un par de gritos con Cáncer pero ambos fueron interrumpidos por la interrogante del presidente.

—Este pay... —Murmuró TOC una vez más, señalando el postre que estaba allí desde que entré.

—Mmm, azúcar. —Inso cayó en la tentativa, dando saltos alegres hasta quedar frente al escritorio blanco, dispuesto a pedir un tenedor para comer el postre—. Yo me lo acabo si no lo quieren.

—Yo sí lo quiero. —Cáncer se puso de pie, dejándome ya curado.

—¿Tú lo compraste? —TOC le preguntó a Inso, pero obtuvo la negación de mi amigo ojeroso—. ¿Quién putas compró este pay? No fui yo.

Los tres nos encogimos de hombros. El presidente de espalda ancha y flequillo bien peinado lucía más amargado en su sitio. Le arrebató el tenedor a Inso, y lo señaló al igual que a Cán ordenándoles que no se lo comieran hasta que realizara una llamada. La persona al otro lado de la línea contestó con sorpresa.

—Pa, ¿tú trajiste un pay al club de consejeros en la mañana cuando hablaste con el director sobre mis asignaciones? —Cerró su computadora, yendo completamente en serio con la llamada a su padre.

Cáncer e Inso se miraron confundidos. Me voltearon a ver e hicieron señas para averiguar si yo sabía algo sobre el postre pero hice una negación con la cabeza. No entendíamos qué sucedía. El aroma de cítricos chocaba con la dulzura del pay.

—Cómo vergas va a ser un amigo. Te lo dio la vieja esa, ¿verdad? No, no, cada vez que la menciono te pones a la defensiva como si te hubiera dado agua de calzón. Lo único que te pregunté era quién te había dado el pay porque no pienso comer nada de lo que te dé ella —TOC rozaba los límites de comenzar a gritar, nunca lo había visto tan encabronado, era como la primera vez que Cán había rociado un gas en el salón—. Así que no vuelvas a llevar estas cosas a casa o a la escuela que ni yo ni mi hermana nos vamos a estar comiendo las chingaderas que le pone a la comida. ¿Me oíste? Chingaderas. No llames a menos que quieras reflexionar. Adiós, pa.

El presidente arrojó el pay en el bote de basura a sus pies.

—A chinga, a mí me rompen la jeta si digo algo así. —Admitió Inso.

—¿Agua de calzón? La vieja esa es media bruja, ¿no? ¿Qué es, futura madrastra? —Cán se carcajeó.

—Es su novia, aunque esta me cae re-gorda. Cada vez que la menciono él se pone como si estuviera diciendo algo malo sobre ella. Es súper raro, por eso ver cosas peculiares en la casa me pone de malas porque no sé si es alguna chingadera de la señora —TOc comenzó a murmurar una serie de dígitos para tranquilizarse—. Ya siéntense todos y dejen de pelear. Un trastorno de Disfluencia hizo cita en la mañana para que le diéramos todo el día de hoy.

—¿Todo el día? Chale. —Cán se desanimó, tomando asiento junto a mí e Inso.

Los cuatro esperamos en silencio. Cán se entretuvo unos minutos con su videojuego mientras Inso jugaba con mi cabello y me preguntaba si sucedía algo. Le di vueltas al asunto, al final no respondí nada pues el trastorno entró de forma repentina. Era una chica con cabello rosa pastel, que vestía de negro con sus botas góticas y llevaba una mochila de Barbie.

Era gris. Literalmente se veía gris, su leve sonrisa no le daba color a su rostro demacrado y su poca energía. Parecía estar pasando por una etapa dolorosa. Podía notarlo solo con mirar a alguien; sentí que veía una depresión profunda aunque solo era un trastorno del habla.

—Hey... Gracias por recibirme. —La chica se inclinó al frente, tomando impulso para dirigirse al asiento señalado.

—¿No era Disfluencia? ¿O hay otra Depresión en la escuela? —Insomnio quiso saber de inmediato.

—Chicos, les presento a Disfluencia —TOC se puso de pie, señalando a la chica que usaba un color de cabello realmente lindo—. Los va a poner en contexto. Y recuerden nuestras reglas, nada de lo que se dice aquí sale al exterior. Guardemos su privacidad. Y quien le tenga miedo a la noche puede irse ya.

Insomnio se carcajeó diciendo que toda la noche estaba despierto. Yo dije algo similar, aunque era mentira pues en ocasiones dormía demasiado. Cán dijo que temerle a la noche era de jotos, luego se contradijo porque el antro gay era nocturno.

—Mi nombreeeee... Es... Es... Disfluencia. Lo siento —se rió un poco, elevando las manos como si tratara de calmar a un animal—. Voy a contarlo ahoooora que estoy algo... mejor. Tengo 17 años, casi 18, pero cuando entré a la escuela hace menos de dos años yo... cambié mucho. Comencé a perder coooolor, me reía menos, me perdía muchas fiestas y uh, tenía periodos de paranoia. Sentía que, ah... todo el mundo se reía de mí aunque no pasaba en reaaaaalidad. Muchas amigas lloraban conmigo diciéndome que, este... este... yo no era así. Dijeron que cambié y querían que fuera cooooomo antes, alegre y a todo dar. Mis padres estaban asustados así que fueron a hacerme estuuuudios. Se sorprendieron mucho pues padecía tener un trastorno, eh, de depresión inducido pero no era yo. Era otra cosa.

Dicen que cambiaste... Creo que me duele mucho escuchar esa oración pues sigo siendo yo. Estoy aquí y no sé cómo quieren que salga.

—Veía cosas. Una tarde sentí que, ah... yo... alguien me seguíaaaaa. Podía sentir como caminaba sobre mis pies. Entonces... Entonces... me detuve de golpe y no vi nada. Aunque cuando reparé al frente y vi mi reflejo en los cristales de un edificiooooo pude distinguir a alguien que doblaba mi tamaño. Una sombra oscura. Co... Comencé a gritar. —Los nervios aún estaban con ella, presionándola a tal punto de sacudir con fuerza sus botas sobre el blanco suelo.

—Sáquense a la verga. Eso sí me asusta. —TOC miró amenazante a Cán, indicándole que mirara a la pared y se callara.

—Yo que... quería morir, uh. Hubo un periodo así, varias veceees en realidad. Lo intentaba pero casi sieeeempre mis amigas se interpusieron. Actualmente no tengo buen contacto con ellas, yo... yo no sabía como tratarlas y las alejé. Mis padres se turnaban para dormir conmigo pueeeees... Les dije que alguien se sentaba en mis pies por la madrugada y le temía. Aunque ellos ya no pueden acostarse a mi lado porque también tieeeenen miedo, agh... Amanecen golpeados. Como si alguien les hubiera dado patadas llenas de profundo odio. —Extrajo un gloss del bolsillo de su falda, aplicándoselos mientras las manos le temblaban.

—¿Qué clase de persona te seguía? —El presidente tomaba notas, también me veía de reojo tratando de buscar alguna opinión de mi parte.

Me encogí de hombros y le hablé entredientes—: No sé de qué habla... Yo no veo cosas así a menos que sea una crisis...

—No tiene rostro. Es bastante aaaaalto, alguien de negro. Lo podía ver en los reflejos, tsk, ahora pocas veces lo siento —le aclaró Disfluencia, tomando con ambas manos la barrita de cereal que le ofrecía yo a lo lejos—. Hace poco entré a una farmaciaaaa... en busca de... de... de un medicamento para mi hermano menor, aunque era una excusa. Quería intentar matarme de nuevo. Sentía que yo... yo no podía salir de donde me encontraba. Que nunca lo haría. La dependiente se acercó antes de que yo dejara el establecimiento y me dijo... lo que me dijo fue: "No quiero que lo tomes comoooooo algo de mala fe. Solo te aviso qué hay alguien bastante fuerte... fuerte... asegurándose del cuidado de un trabajito que te hicieron. Yo no puedo hacer muuuucho, pero mi vecina sí. No estás loca, eh, yo también... yo puedo verlo detrás de ti".

—¿Ver qué cosa? —Cáncer lucía más perturbado.

—Le hicieron brujería. —Le aclaró Inso con murmullos.

—¿Qué? —Balbuceé, sorprendido.

—Oloverga, mejor dejemos al presi solo. Capaz salimos malditos por la cabeza de chicle. —Pronunció Cán, Insomnio seguía la noción con violencia.

—Puede irse quien quiera. Tarados. —TOC nos había escuchado, aunque su voz no lucía tan molesta. Atrajo su asiento para poder estar de frente con ella y seguir la charla—. ¿Fuiste con la vecina que dijo?

Yo no me iba a ir. Realmente quería terminar de escucharla. No entendía exactamente la depresión por la que pasaba debido a la brujería pero en algún momento escuché hablar a mi madre sobre la pérdida de la energía que había gracia a ella.

El tema de la magia era bastante común en la sociedad, la mayoría buscaba métodos diferentes para tratar su salud aunque ninguno parecía ser el correcto; era como las religiones hace bastantes años. Los dioses lunáticos habían quedado en segundo plano y ahora todos decían "medicina clínica/medicina homeópata/curanderos" y algunas otras variantes. Mi madre era una combinación entre el médico clínico y llenarme con suplementos alimenticios.

Las personas podían comenzar una pelea por simples gustos referentes al tratamiento de la salud. Todos creían estar en lo correcto. Los que más recibían burla eran los de la medicina homeópata. Y la odiada generación Z se prestaba más a cosas relacionadas a la magia o los chakras. En realidad no me importaba tampoco, no sabía de la diferencia entre magia negra o blanca de igual manera; lo consideraba una dualidad.

—Sí, yo... yo fui con ella y mis padres, aunque ellos no querían ir deeeeel susto. La mujer practicaba magia blanca. Encendió unas veladooooras y conversó conmigo por un rato, ah... Me explicó lo que haríamos a partir de ahora. Estaba nerviosa, ella... ella... puso su boca en mis muñecas y mientras decía cosas raras pude sentir algo arrastrarse debajo de mi piel. Con sus dientes lo sostuvo, era... era... un alfiler. —Talló con rapidez sus manos, el estrés post-traumático ahora era parte de su vida, la sensación de cosas caminando por el cuerpo o viajando por las venas hizo que me retorciera.

¿Un alfiler?

—Veía looooos pequeños hoyos. Sacaba y sacaba más, me los... los señalaba. Me recostaron y comenzaron a sacarme todos los alfileres en la espaaaaalda. Ah.... Ah... eran un montón, mis padres seguían cargándolos. Fue en extremo dolorosooooo, ardía, tenía ganas de vomitar y me estaba sintiendo peor aunque el ardor en mi espalda trataba de esparcirse. Me indicó después de eso tomar baños con agua de... de... rosas blancas. Las debía hervir todos los díaaaaas por dos semanas mientras hablaba de tener el control sobre mi cuerpo. Tuve que hacer muchas cosas. Y ahora... eh...

—La razón por la que estás aquí y nos pediste que apartáramos la noche fue... —TOC posó su mano sobre la cabeza, soltando una maldición con una expresión contraída—. Lo siento. Sentí un poco de dolor de cabeza. No se preocupen.

Los TOC son famosos por tener crisis al escuchar a un trastorno del habla forzarse a hablar. Les causa bastante ansiedad.

—Lo siento... Olvidé que eres obsesivo-compulsivo... Yo... Yo trataré de ser más clara —tosió un poco, presionando sus dedos para controlar su forma de hablar—. Mis padres no querían meterse más en el asunto. Hoy la mujer me citó de nuevo para terminar con el trabajo pero me dijo que lo mejor era no estar sola. Necesito que alguien nos acompañe para que me cuide, y alguien más que pueda llevar una pala.

~•~•~•~

—¿Y yo soy el de la pala cómo por qué? —Cáncer se recargó sobre la pared mohosa, sacudiendo su chaqueta gris—. Ni siquiera sé porqué acepté venir a este panteón.

—Yo le dije a mi mamá que me quedaría a dormir con Depresión en la casa de un amigo del club y ahora estamos en el cementerio. Chingada madre conmigo. —Insomnio cubrió su rostro avergonzado, encogiendo sus piernas para estar a mi altura.

—Mi mamá estaba feliz porque estoy conociendo a muchas personas. —Opiné, recordando su linda sonrisita mientras me llenaba la mochila de cosas para pasar la noche.

—Yo no soy bueno lidiando con ciertas cosas cuando me estreso. Depresión parece solo llorar en silencio e Insomnio no parece nada asustadizo así que funcionará. —TOC ignoró por completo la función de Cáncer, aunque como último a decir le dio sus méritos—. Y solo Cán tiene una pala.

Pasaban de las 11 de la noche. Hacía un poco de frío, esperábamos a que el guardia abriera las puertas del panteón. Disfluencia se cubría con la gabardina negra que contrastaba con el rosa de su cabello. Era una chica bastante linda, me costaba mantener la mirada sobre ella porque me ponía nervioso.

Aunque me sonreía cuando notaba que la veía demasiado.

—Lo siento... Es que tu cabello es muy lindo... —No contuve mis palabras, queriendo desaparecer como la luz amarilla del farol que parpadeaba en ocasiones.

—Graaaaacias, tú eres muy lindo. —Disfluencia posó su mano sobre mi cabeza, diciendo que mis cachetes le eran lindos—. En realidad, eh, gracias a todos. En serio, lamento... lamento esta situación.

—Va a ser una buena experiencia paranormal. —Insomnio se rió, quitando la mano de Disfluencia lejos de mi cabeza para que él la sostuviera de ambas manos—. Aquí andamos para apoyar, awiwi.

—Uh, gracias... —Ella soltó sus manos, metiéndolas en sus bolsillos.

TOC nos hizo señas para que escucháramos. Alguien retiraba los seguros del portón en el interior del panteón, parecía hablar con otra persona más. El rostro lleno de arrugas y quemaduras por el sol nos abrió. Junto a él había una señora un poco rellenita de cabello corto y ondulado, usaba un collar bastante largo con canicas de madera; nos sonrió levemente al visualizar a todos. Detrás de ellos podíamos ver los árboles sacudirse con los leves golpes de las ráfagas de viento, creando susurros en el aire.

—Disfluencia, amor. Me alegra que hayas llegado con compañía. Pasen todos. —La mujer palpó el hombro del guardia viejito y se apartó del umbral para dejarnos pasar.

—Señora Jasmine, le agradezco a usted por todo lo que ha... ha... ha hecho estas semanas. —Disfluencia nos guió con su paso lento y voz desganada.

La mujer nos dio unas veladoras peculiares. Parecían tener anotaciones alrededor con papel húmedo, mis nervios me pidieron que no leyera nada y solo siguiera caminando junto a Insomnio. Él se ofreció a tomar mi mano pero le dije que yo quería llevar la mía con ambas para no tirarla por accidente.

—Quiero que mantengan la mente clara. ¿Alguno de ustedes tiene la energía baja en estos días? —La mujer Jasmine caminaba descalza con los ojos cerrados y las manos en lo alto, como si se guiara por una barra invisible.

—A todo dar siempre, vieja. —Murmuró Cáncer fastidiado, arrastrando con esfuerzo la pala.

—Sobreviviendo. Chi cheñol. —Insomnio sonrió.

TOC asintió de igual manera. Sostenía las manos de Disfluencia para guiarla y cuidarla tal como le pidió la mujer. El presidente realmente se preocupaba por el estado de la chica.

—Uno de ustedes no anda bien, ¿cierto? El de cabeza de jícara, ¿tienes la energía baja? —Me habló, parando un segundo antes de murmurar que era por otro camino. El vigilante iluminó el espacio polvoso con su linterna.

—Mm, lo siento. No es que esté desganado, mi energía siempre ha sido baja... —hablé con leve tono, tratando de apresurar mi paso para no quedar detrás del resto—...porque soy Depresión.

—¿Depresión? Una Depresión no debería estar aquí. Disfluencia, ¿no te dije que no escogieras a alguien con la energía tan baja? ¿Por qué no me lo dijeron antes? —La mujer abrió los ojos, mirándome con firmeza—. Niño Dep, ¿quieres estar aquí? Es tu decisión.

—Realmente no me molesta, ah. —Aclaré.

La señora siguió guiándonos a ciegas. Mencionaba que el aire gradualmente se hacía más pesado. No entendía a qué se refería pero sí me sentía incómodo, era difícil seguir andando por su camino. Estaba asustado. Insomnio terminó rodeándome con un brazo y me dijo que en cualquier momento podíamos salir corriendo.

Jasmine se detuvo de golpe. El vigilante iluminó el tumulto de tierra. La mujer del collar llamativo le hizo señas a Cáncer, quien de la mala gana le preguntó qué quería ahora. Ella dijo: cava un hoyo aquí.

—¿Qué verga? —Cán se retorció antes de clavar la pala, todo le temblaba pero trató de fingir que le valía igual que al chico pelirrojo.

Disfluencia tosió un poco. La mujer le pidió a TOC que tratara de abrazarla y calmarla porque la cosa se pondría fea en segundos. El presidente le obedeció de inmediato. También le pidió a Insomnio que me cuidara porque no quería a otros afectados. Cáncer siguió cavando mientras el vigilante le iluminaba, hasta que el sonido del plástico frotando con la tierra lo asustó.

—¡ES UNA CABEZA, CHINGADA MADRE! —Gritó Cán, dominado por el pánico.

Jasmine le dio un golpe a la cabeza para callarlo, y le pidió al guardia que sacara la bolsa cubierta de moho fuera de la tierra. Era de color azul, de esas que te dan en un supermercado. Apestaba como si una ardilla hubiera muerto encima. La pipí de Insomnio cuando se orinaba de pequeño en mi cama olía mejor.

—Oh, la Santa Muerte. —Suspiró Inso, observando la pequeña figura de madera.

Había un muñeco de trapo a su lado. Era negro, estaba envuelto de cosas sucias. Tenía una foto de Disfluencia pegada en el rostro, al igual que el nombre de ella escrito en su pecho. Lucía como si alguien hubiera impreso su fotografía de redes sociales con una impresora barata. La muñeca lucía aterradora repleta de alfileres, su cabello rosa también estaba sucio.

—Prende una fogata, Garret. —Le ordenó al vigilante, quien corrió de inmediato por alcohol.

—Quién demonios... me haría algo como eso... —Disfluencia lucía más angustiada, su rostro se oscureció de forma tenebrosa. Estaba mucho más preocupada por la idea de que fuera algo humano.

—Quien sea que te haga daño no es humano. —Confirmó TOC.

—Escúchenme, niños. Quien sea que haga estas cosas a alguien en el mismo nivel o menos es un monstruo —la mujer volteó en nuestra dirección, señalando nuestras veladoras para que las cuidáramos del aire—. Cualquier tipo de dolor puede ser hecho de formas desconocidas para uno mismo. Cuídense mucho. Ahora, voy a comenzar a extraer los alfileres, ¿vale?

Pensé que iba a contar hasta cierto número y dejar que la chica se preparara, pero solo fue un segundo en que arrebató uno de los alfileres de la tela. TOC trató de sostener a Disfluencia pero ella parecía incontrolable, el vómito salió por impulso sobre la tierra, creando lodo con ello y terror en los demás.

—Carajo... —Retrocedí asustado, chocando con el pecho de Inso.

—Esto está diabólico. —Soltó mi amigo.

—Ay wey. Ya me quiero ir. —Cáncer temblaba con más arritmia.

Los alfileres caían en el fuego que el vigilante trataba de avivar. No veía películas de terror mucho menos sabía sobre esos temas así que no entendía nada, solo veía los labios de Jasmine pronunciar cosas innentendibles. TOC cubrió su nariz y miraba perturbado la situación, pero en ningún momento dejó de sostener el cabello rosa para que Disfluencia vomitara en paz.

Tras quitar los alfileres la mujer retiró la fotografía con un rezo detrás y le prendió fuego también. Echó la Santa Muerte de madera y antes de acabar nos informó que ya iba a quemar la muñeca.

—Tengo algo... Se... Se... Me quema la garganta. No pueeeeeedo vomitar. —Disfluencia lloraba de forma intensa, rasgando su garganta como si se le hubiera roto una cuerda—. Estoooooy cansada. No... No quiero vomitar.

La mujer echó la muñeca: —¡Háganla vomitar! Dejen que saque todo, ¡golpeen su espalda o algo! Pero dejen que saque todo aunque le duela ahora.

Insomnio corrió a apoyar al presidente. Ambos golpeaban la espalda de la chica que no podía contener las lágrimas del dolor. Cáncer soltó la pala y se paró detrás de mí, diciendo que esa cosa era algo satánico y no le gustaban esas cosas a su madre.

Terminó casi abrazándome. Esperaba que me dijera que me abrazaba para calmarme los nervios pero era más sincero de lo esperado, admitió que estaba cagado de miedo. Yo estaba llorando también, aunque no lo hacía porque me sintiera aterrado. Me dolía ver la expresión de la chica. No comprendía quién le hacía pasar tal sufrimiento innecesario. Nadie era merecedor de eso.

Ni siquiera Asma... ¿O yo, verdad?

Disfluencia vomitó una masa negra, sentí que era alguna clase de comida podrida. Tenía sangre saliendo de su boca debido a la fuerza del vómito. Tanto esfuerzo aplicado la agotó, dejándola caer sobre sus propias piernas con el dolor en las rodillas. Jasmine corrió a abrazarla y decirle que lo había hecho bien y que olvidara la no presencia de sus padres con ella.

—No sé a quién le hiceeeee daño... Y no, no quiero saberlo... —Ella se negó al ofrecimiento de Jasmine para rastrear al que causó todo, incluso le dio la opción de devolver la jugada pero ella no quería saber más sobre el tema.

—Solo te informo que fue un familiar. Ten mucho cuidado de ahora en adelante, nena.

~•~•~•~

Había pasado un par de días desde la visita al cementerio. Prohibimos entre los cuatro volver a tocar el tema. TOC se obsesionó un poco con lo sucedido, quería vomitar en ocasiones y hacía limpiezas profundas todas las mañanas en el salón. Insomnio también se sentía perturbado y molesto porque nunca supimos quién fue el causante.

Disfluencia poco a poco lucía mejor en los pasillos. Cuando me veía pasar me sonreía. Y Cáncer, bueno... él no cambió nada.

—Oye —sentí el golpe del hombro de ambos Asmas alrededor de mi cuello, obligándome a parar—. No te nos pongas triste hoy.

Al menos respiro... bien.

Un chico alto con el uniforme del club de atletismo se detuvo frente a mí, inclinándose en una pared para verme con su gran sonrisa coqueta que achicó sus ojos verdes. Preguntó por mi nombre aunque no me dejó responder pues dijo que ya sabía que yo era el deprimido.

Tenía dos dijes de plata en su cuello, uno era un ancla y el otro una llama.

—Tus dijes son... —Me silenció a carcajadas con Asma.

—Puto, no te vas a salvar de darme dinero solo porque digas que mis dijes son lindos. —Se rió el chico, dando un par de golpes en mi pecho antes de girar la vista hacia el resto del pasillo donde se hallaba parte de su equipo.

—Eh... ¿Querías dinero? —Murmuré, tocando los bolsillos de mi pantalón para darle mi billetera.

—Solo quiero golpearte. —Reveló, tomándome del cuello.

Cáncer dio un brinco, lanzando todo su peso contra el rostro del atleta. Gritó que se calmara porque él aún no me chingaba el rostro y ellos solo estaban jugando. Sus golpes fueron intensos. Su compañero Dal corrió de igual forma para golpearlo sin saber porqué lo golpeaban ahora ambos.

O bueno, quizás Cán sí cambió un poco...

—¡Lo siento, pinche depresivo! —Gritó Cáncer, arrojando el último golpe antes de que el profesor Mure saliera al pasillo—. ¡Pero es que en serio, te juro que me duele mucho no estar haciendo nada! ¡LO SIENTO!

• • •

Capítulo súper largo. Disculpen los errores, mi teléfono se descarga, GAHAHHAA. ¿Lindo sábado?

Ya sé, esto hubiera sido cool para un especial Halloween pero si se trata de México esto de las cosas paranormales es muy casual. Cuídense de los chaneques.

Parece que las relaciones de Depresión van mejor.

¡Nos leemos la próxima semana! <3

~MMIvens.

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