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Capítulo 28: Qué asco guardar silencio.

Estaba bien.
Nunca quise ser popular, no me preocupaba no ser especial, no quería tener las mejores calificaciones ni destacar. Solo quería estar con mis amigos. Eso era todo.

Hasta que se convirtió en un infierno.

Depresión.

—Solo bésame. No te hagas el tonto y ponme a prueba, si no te gusta entonces me rechazas, y si te quedas es tu respuesta.

Quería ver hacia los costados pero su rostro cercano no me permitía girar. No sé en qué pensaba, Insomnio no era así, él nunca me pondría a prueba, mucho menos me arrastraría a tomar una decisión que claramente no deseaba.

—Suéltame, Inso —pedí, buscando su compresión. Mantuve mi vista en su pecho al sentir su cercanía y la presión en mis manos—. No estoy jugando, suéltame, por favor...

Me está dando escalofríos.

Decidí confiar en él, era el único amigo que había permanecido a mi lado todos estos años. Sus brazos en mi espalda me presionaban como si fuera un niño desesperado. Entendía esa sensación, como una pulga aferrándose a cualquier rastro de amor de los demás, aunque los hiciera sangrar en el intento.

Inso no está bien. Inso no está bien.

—Solo cállate.

No lo lastimes.

Arrastró su mano hasta mi mandíbula, cerré los ojos al sentir sus labios sobre los míos. Estiré los brazos por inercia hacia él, tratando de empujarlo, el cuello me dolió por la altura y redirigí mis manos a su mejilla para apartarlo. El parche medicinal comenzó a despegarse.

—No puedo... respirar... —balbucí—, estoy asustado.

Cada pedazo de conciencia comenzó a disolverse. Cada solución desaparecía, pensamiento sobre Inso, sobre la escuela, sobre lo que sentía. Mis emociones se redujeron a sonidos inentendibles que me causaban desesperación.

¿Qué debería hacer? ¿Qué más me hace falta?

—No quiero que te vayas. —Jadeó.

Me sobresalté al sentir sus pulgares fríos rozar mi piel debajo de la playera. Arrojé mi mano izquierda para detener la suya, y comenzamos a forcejear. No me escuchaba, mi espalda ardía al igual que la herida en mi rostro y la falta de aire me mareó.

—¡¿Qué estás hacien...?! —Tapó mi boca, mi estomago se retorció.

Comencé a sacudirme al sentir su mano derecha apretar mi trasero. Mis piernas fueron perdiendo equilibro y su peso sobre mí nos hizo deslizarnos por la pared hasta recargarnos en ella por los forcejeos.

—Cálmate, por favor... —Me rogó.

Nos miramos frente a frente, sus ojos se elevaban a la altura de sus cejas, se veía frustrado y con esfuerzo apenas podía tapar mi boca. Negué con la cabeza, me sentía avergonzado de imaginar que quien sea pudiera vernos, y pánico de no poder ni siquiera hablar.

—He contenido esto por años —expresó, su respiración chocaba en mis orejas—. Dep, yo te quiero de esta forma. Yo... solo ámame.

Pero yo...

Quitó la mano de mi boca para volver a besarme. Sentí que la espalda baja me sangraba al igual que mi herida en la mejilla, él arrancó el parche medicinal y me tomó con una mano del rostro. Estaba tirado en el piso, sus piernas trataban de abrir espacio entre las mías que se recogían sobre mi pecho.

Yo odio esto.

Cerré los ojos con fuerza al sentir mis lágrimas venir. Insomnio tocó mi pecho debajo de la ropa por varios segundos antes de darse cuenta de que estaba llorando. Me pidió que me tranquilizara, él solo rogó por más tiempo para que lo comprendiera, pero ni siquiera mis ojos me permitían ver en la oscuridad ni comprendía a qué clase de tiempo se refería.

Bajó mis hombros con sus brazos y logró adentrar sus piernas entre la barrera que yo puse con las mías. Apreté los dientes con toda mi fuerza hasta conseguir que él fuera quien me empujara.

—Me mordiste la lengua... —Escupió, ocultando su rostro como si alguna luz le estuviera iluminando. El único testigo era yo—. Oye, ¿qué te pasa? ¿Por qué estás hiperventilando?

Solo yo.

—DÉJAME EN PAZ. —Grité, arrojando una patada a sus piernas para alejarlo de mi cuerpo. La piel me gritaba que me levantara, la fuerza en mis rodillas no era suficiente para obedecerle.

¿Por qué tenía que ser de esa forma? ¿Por qué tenía que decirme sus sentimientos así? ¿Por qué nunca me escucha? POR QUÉ CARAJOS DICE QUE ME AMA SI NI SIQUIERA PUEDE ESCUCHARME.

Sus cejas se juntaban mientras las ojeras en su rostro se profundizaban. Tenía sangre en el labio, sonrió con esfuerzo debido al dolor, y solo pudo soltar una bocanada de aire que pude ver por el frío. Se levantó a duras penas tras sacudir sus manos, y no pudo hablar, se limitó a verme con sus pupilas contraídas.

—No sabía lo que... —Lo miré, él no terminó la oración.

Silencio. Controlé mi respiración. Mi corazón parecía detenerse por un momento. No podía pensar en él, en su vergüenza repentina, ni en la mía, ni en lo que diríamos, ni en lo que pasaría después. Pensé que soñaba, con el estacionamiento, con sus manos, con el grito.

Y esperé, no sé qué esperé, pero me levanté con esa espera, hasta oírlo decir:

—Estoy muerto de sueño.

Entonces me decepcioné de esperar. Miré al suelo, la sensación de dolor en mi espalda y mejilla apenas regresaban, las rodillas estaban adoloridas también y tenía una agujeta desatada. Miré mis manos sucias por el polvo del exterior, los sonidos lejanos no entraban en mi cabeza y la luz de la luna estaba cubierta por la niebla.

Era un desastre, crecía hasta enredarse en mis nervios. Suspiré al saber que esperar por él no llevaría a ningún lado.

Qué asco.

—Oigan, ya va a empezar el cierre del fest...

Doblé el cuello de inmediato, al mismo tiempo que Insomnio. Al fondo, donde se veía el estacionamiento, estaba parado Cáncer, quien no pudo terminar de hablar al percatarse del silencio. Se sostuvo de su propio suéter y miró, primero a Inso, y luego a mí. Ambos agachamos la cabeza y evitamos mirar a nuestro compañero.

—Tu ro... —Oí los pasos de Cáncer.

Reacomodé mi suéter y mi playera que me llegaba a la altura del hombro. Estaba aterrado de que alguien llegara, Cán fue el peor que pudo aparecer.

Retrocedí al sentir su presencia más cerca, lo miré de reojo pero él solo miraba a Inso mientras trataba de entender la situación y se mordía el labio.

—No mames, ¿neta? —Rechistó la lengua, yo estiré mis manos para inmovilizarlo con la poca fuerza que me quedaba—. No te metas, wey, le estoy hablando a Inso.

—Ya, por favor. —Pedí, aferrándome a su brazo hasta clavarle las uñas. Me sentí desesperado, no quería que todos termináramos peleando y los maestros se involucraran. No quería este problema.

Insomnio rodeó a Cáncer, volvió por su camino sin apartar la vista del suelo o añadir algo más. Cán se mantuvo quieto sin quitarle el ojo de encima, mientras su otra mano jalaba de la mía para que lo soltara, pero no lo hice hasta ver la espalda de Inso desaparecer entre los carros estacionados. El olor a basura de los contenedores cercanos se hizo intenso tras liberar la tensión.

—Fibromialgia —habló, bajando su mirada irritada hacia mí. Posó su palma sobre mi hombro con cuidado, como si tuviera miedo de hablarme—. Fibro me obligó a que saliera a buscarte, me hice el difícil y me tardé. Lo siento.

—No pasó nada, solo nos golpeamos. —Le mostré mi pulgar arriba.

Discutimos, nos golpeamos y se disculpó conmigo.

—¿Qué pasa contigo, verga? —Me miró de arriba abajo, forzando su vista para ver bien, me hizo sentir aún más raro—. ¿No tienes emociones, wey? Reacciona, las putas lloran a veces.

—Mierda, cállate. —Fruncí el ceño, y le rogué. Las uñas dentro de mi puño comenzaban a lastimar, todo era una mierda y no quería llorar. No quería nada.

—Voy a evitar que Fibromialgia salga. Tú ya vete a casa, ¿va?

Cáncer me hizo caso y no habló de nuevo. Corrió hacia el interior del gimnasio y tampoco volvió. Yo no tenía dinero para volver en taxi ni quería llamar a mis padres para que me recogieran. Levanté mi bufanda del suelo y solo comencé a caminar a casa, por la avenida principal, no habían profesores en la salida así que no hubo necesidad de que cruzara palabras con nadie.

No pensé en Inso ni lo que sucedió. Solo caminé por al menos una hora, viendo mis zapatos, tocando mi flequillo y tarareando alguna canción de las muchas que tocaron esa noche. No me atreví a cruzar calles por las luces que me mareaban así que tardé más en llegar a mi zona. Y evité a cualquier extraño, sentía que todos me veían y juzgaban en silencio.

—Eh, llegaste temprano. Apenas iba a salir por ti.

No me di cuenta de cuándo llegué a casa, mi padre me habló desde la sala al escuchar mis pasos por las escaleras. Me preguntó si había cenado bien, mi madre estaba lavando el baño pero iba a bajar para servirme algo. Thor jugaba videojuegos en su habitación.

Qué bien, comida. AAAAAAH, COMIDA, QUÉ HAMBRE.

—Sí, muero de hambre. Huele a pasta, ¿es la que me gusta? —Levanté la voz emocionado. Me sostuve del barandal mientras avanzaba un poco al segundo piso, mi padre asintió feliz—. Me quiero duchar antes, al rato bajo.

—¿Insomnio no está en su casa ya? —Comentó curioso, arrojando su abrigo y las llaves sobre el sillón para asomarse por la ventana—. Checa a llamarlo a ver si se viene a comer, su mamá está de guardia hoy y nos pidió que estuviéramos al pendiente. Parece que... no anda teniendo un buen rato, ¿tú cómo lo has visto?

—¡Si viene pídanle que nos preste un destapacaños! —Mi mamá pegó un grito desde el baño del segundo piso.

Sentí nauseas repentinas. Subí las escaleras de inmediato y tropecé en el pasillo de las habitaciones, donde mi caída se amortiguó por el tapete de margaritas de la abuela. Me esforcé en arrastrarme hasta el umbral de mi habitación, pero mi madre se asomó y preguntó desesperada qué sucedía conmigo.

Quería que apagaran todas las luces y que nadie me viera, o querría morirme allí mismo antes de sacarme los ojos.

—¡Ion, sube rápido y trae la medicación de Dep! RÁPIDO, ÁNDALE —exigió con voz trémula mientras sostenía mi cabeza con sus manos—. Dep, ¿qué sucede? No me empujes, dime qué tienes. Por favor... habla con nosotros.

Estoy sofocado.

—ION, APÚRATE QUE ESTE NIÑO SE ME DESMAYA.

~•~•~•~

El sábado dormí toda la tarde tras tener una consulta médica por la mañana. Aclaré que había estallado por todas las emociones del festival recreativo en mi escuela y que las clases se habían vuelto tediosas. Se me permitió descansar todo el tiempo, mi madre pidió el día libre en el trabajo y miró películas de asesinatos en mi habitación hasta tarde.

El domingo mi mamá y papá prepararon los platillos que más me gustaban y me levantaron temprano para que fuéramos con Thor a un lago cerca del centro el para comer juntos. Seguimos la rutina que nos había asignado el terapista, como familia debíamos salir después de que yo tuviera una crisis y ellos llenarían una botella con papelitos pequeños recordándome porqué me quieren.

Haríamos lo que yo quisiera y descansaríamos para descontaminarnos del estrés diario.

Me gustaba el verano, aunque estábamos en otoño y el fin de semestre estaba cerca. Me gustaba el verano porque podía salir de vacaciones con mi familia al campo y escuchar los insectos cantar, podía usar shorts cortos y dormir sin manta, estar tirado en el piso mientras sudaba y bebía agua helada con una sandía al costado.

Me gustaba ver a las personas cocinar, ver el día pasar, escuchar podcasts de mis padres y ver a las lagartijas en el exterior. Pensar que me veían, pensar que pensaban, pensar que las nubes tenían formas y las manchas en las paredes también.

Cuando tenía 13 años odiaba mis manos.

Odiaba mis manos en la tierra. Odiaba mis manos en las sabanas. Odiaba mis manos cuando tocaban a alguien más. Por eso comencé a ocultarlas, a recogerlas sobre mi pecho, a ponerlas detrás de mi espalda, a no sacudirlas cuando hablaba.

Poco después tuve esa sensación con mis propios sentimientos. Nunca le dije a Inso que me sentía presionado por él casi todo el tiempo. No le dije a mis padres que me era difícil realizar actividades con ellos cuando sabía que solo era parte de la rutina médica. Me forcé a no llorar todo el tiempo, y no lloré o grité cuando era necesario. Odiaba la forma en que me sentía.

Me daba miedo, me daba asco, no lo soportaba. Me acosaban, me gritaban, me forzaban a reaccionar en los peores momentos. Por eso odiaba mi forma de ser, pero tarde o temprano lo iba a superar.

Supongo que ya estaba llegando a mi límite.

Volví a clase sin problema el lunes. Pero no tenía el humor para hablar con mis compañeros, ni terminar mi comida en el comedor. Le escribí a TOC también para que no me esperaran en el club, no iba a asistir hasta que me sintiera preparado. Ya no quería seguir desgastándome como si fuera una cosa a la que solo debías cubrirle la boca y todo estaría bien.

Solo comeré aquí, esperaré a que terminen las clases y me iré. Solo haré eso.

—¿Por qué vuelves a comer aquí? —Preguntó el profesor, adentrándose en el salón con cautela.

Aparté el termo de agua de mi boca y le miré. El sol se colaba por las cortinas blancas y se reflejaba sobre el pizarrón, donde había tiza a medio borrar y números en las esquinas que indicaban el turno de clases. Mure dio algunos pasos mientras achicaba sus ojos por la luz, sus lentes no tenían antireflejante.

—¿Pasó algo? —Me interrogó con su tono sereno. No me molestaba a diferencia de otros profesores, él era bastante joven y tranquilo así que se mantenía cauteloso.

—¿Se siente libre, profesor? —Cuestioné, dejando caer mis manos a los costados de mi almuerzo. El día se sentía irónico sin razón—. Es una persona normal, ¿se siente bien?

—Ah, nhg, jeje —hizo caras vergonzosas mientras recogía su bollo con carne del escritorio—. Depende del día, si te soy sincero.

—Quiero abandonar la escuela, señor Mure.

Tiró sus lapiceros por accidente. Me miró con sorpresa, dio algunos pasos al frente pero chocó contra su silla. Los maestros me parecían raros, pero este fue el primero del que sentí verdadera preocupación, después de todo él amaba enseñarnos y lo repetía entre clases.

—Esto no es divertido y ya estoy muy cansado. —Le sonreí tras soltar mi explicación. Yo solo quería estar en casa y disfrutar los veranos y el resto de las estaciones con mi familia.

Él sostuvo su corbata y la removió un poco tras desabrochar su botón principal. Señaló mi pupitre, asentí y arrastró una silla para sentarse conmigo a comer. Comenzó a preguntarme qué quería hacer después de dejar la escuela.

—Quiero organizar mis días —hablé con elocuencia, tomando mi tiempo entre mordidas de mi sándwich—. Los lunes ir a ver patos, los martes de series, los miércoles de solo salir a caminar. Y oh, me encantaría recorrer el centro los jueves. En general quiero conocer más de mi propia ciudad.

—¿No piensas en inscribirte a cursos? De lo que quieras hacer —él mantuvo su sonrisa aunque yo me negué. Peinó sus cabellos cortos y dejó escapar un suspiro—. Me gusta la idea de estudiar en casa, la escuela te hace perder muchas horas y al final no te enfocas en lo que te gusta. ¿Pero qué harás después de que te aburras de ver la ciudad? Uno necesita aprender lo que sea para sentirse realizado.

—Se me da bien no hacer nada —me reí, cubrí mis vegetales y saqué mi gelatina de la mochila—. Aunque... es cierto que también me frustra no hacer nada. Pero es mejor eso a tener que preocuparme de que nadie me hable.

No tendría que preocuparme de qué hice mal.

—Yo era Depresión, ¿sabes? —Palpó mi cabeza, quizás para disminuir mi susto al escucharlo.

Me centré en el lunar que tenía en su párpado izquierdo. Él profesor miraba hacia los lados, golpeteaba mi cabeza y hablaba con esfuerzo. Se veía confiado pero sus palabras demostraban lo contrario, así que yo también me forcé a escucharlo sin interrumpir.

—Me la pasaba enojado, todo el tiempo. Me cagaba la escuela, los profesores, mi familia, no tener amigos —tensó la voz, y alargó su cuello que era flaco y sin papada—. También me saltaba las comidas, y estudiaba hasta muy tarde. No sé porqué tenía una obsesión con estudiar, era lo único que hacía bien. Por eso me salté varios grados y sin darme cuenta terminé aquí sin mi condición siendo maestro a esta edad. Fue como... parkoooour.

—¿Cómo fue el día en que supo que ya era una persona normal? —Inquirí, aferrándome a mis mangas mientras esperaba nervioso su respuesta.

—Un día ví la cosa más ridícula del mundo, aunque fue maravilloso —esbozó una sonrisa, y miró hacia el cielo a través de las ventanas como si se enamorara de alguna nube oculta en el azul—. Hallé en el espejo mi estúpida cara. Me di cuenta de que tenía tremendas ojeras, de que tenía arrugas en mi entrecejo por estar siempre enojado, y estaba haciéndome señas obscenas. Cerré los ojos y me reí hasta que entendí.

—¿Qué cosa?

—Ya era hora de amarme a mí mismo y dejarme hacer lo que quisiera, en vez de estudiar como si no me importara mi propia vida. Creo que era mi turno de enseñar que "Está bien no estar bien" es la mentira más mierda que escuchamos.

Mure me dijo que siempre había algo que yo pudiera hacer, aunque fuera pequeño, aunque fueran unas palabras. Y me dijo que no me preocupara si no era capaz de "ser alguien", porque a veces podía ser más estresante cargar con tanta responsabilidad. Y me dijo que dejara de ocultarme de los espejos, y no me limitara a sentir lo que fuera, porque me iba a dañar.

—Vas a cumplir 17 años, Depresión, así que mira, chamaco baboso: No soportes cosas que no debes soportar, ni intentes cambiar lo que no se puede cambiar, ni perdones lo imperdonable y mucho menos, te cortes la garganta solo porque todo lo que te callas te va a partir en dos.

Torció su sonrisa.

—A mí ya me partió —estiró su camisa para mostrar las cicatrices de rasguños viejos que demostraban la ansiedad que lo lastimó en ese tiempo—. Y me voy a arrepentir el resto de mi vida.

• • •
Ay, wey.
Mure es una de las caras de la Depresión, quienes a veces solo están molestos todo el tiempo, porque no saben qué hacer con lo que sienten. Se podría decir que era como un Cáncer introvertido y tenía tendencias autodestructivas de TOC.

Este capítulo ha sido agrio, no pasa nada positivo y las reacciones de Dep son distantes. Él siempre se ha bloqueado para no sentir más "de lo debido", siempre se ha autoimpuesto restricciones para no explotar ni perder la cabeza en momentos críticos.

Se forzó a ser el personaje plano de la historia. Pero ya está muy cansado de todo. Por otro lado, Insomnio. ¿Qué decir de este personaje?

Siempre se le vio atraído sexualmente a Depresión, él sabe lo que hizo, sabe que es acoso pero pensó que quizás a Dep le gustaría y podría hacer que lo viera "de esa forma". Este capítulo muestra lo que puede hacer no tratar ciertas condiciones, "infringirse daño" como Mure lo hacía, perder la conciencia como Depresión o volverse un agresor como Inso.

He escuchado mucho "Sé feliz, es fácil", y la neta me caga. Pero me caga de igual forma la frase "Está bien no estar bien". ¿Saben por qué? ¡Sorpresa, te sigues sintiendo mal! ¿Y crees que está bien sentirte mal? No, es cierto que no puedes fingir estar bien frente a los demás, y nadie puede forzarte a mostrarte de una forma que no sientes. Esta frase es para los que no entienden lo difícil que es vivir mal, pero no es para el que vive lastimado, porque nadie quiere estar así, nos hace sentir un asco y nos negamos a buscar ayuda.

Mure no quiere presionar a Dep a cambiar, al contrario, quiere que acepte que se encuentra deprimido y que no puede evitar lo que siente. Entonces después, si odia tanto sentirse mal, esperar el día en que comience a amarse un poco más. Así que eso, solo quería explicar lo que pasó en todo este capítulo porque que flojera analizarlo solo.

Les quiero mucho. Beban agua, fúnenme en Twitter y besitos. :') <3

~MMIvens.

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