Capítulo 27: Me lo quitaste todo.
"Mañana todo estará mejor".
Supuse que me estaba acostumbrando al dolor, como si estuviera llenando mi estómago con comida a pesar de estar lleno; porque la sensación de que algo faltaba me hacía tragarlo todo hasta que lo vomitaba. Entonces, volvía a comer.
No me sentía mejor, sin importar cuantos recuerdos me tragara: ese vacío estaba allí.
Depresión.
Cáncer falleció el 18 de agosto, por la madrugada, con 19 años de edad.
Me dieron la noticia en la mañana, cuando iba camino al hospital. Parece que su tía, quien hacía guardia esa noche, se desmayó por ver cómo culminaban sus gritos de dolor al no poder soportarlo. A mí me llamó su hermano menor, pidiéndome que hiciera algo porque sus padres no querían verlo.
Así que solo ayudé en lo que pude.
Abrí la boca con todo mi esfuerzo para pasarme el gran bocado de espagueti verde que tomé de una, sintiendo el tenedor en mi lengua. El sabor estaba medio culero, pero la carne a un costado le daba un poco de más sabor, aunque eso no le quitaba lo amargo.
-Te hubieran pagado a ti, cocinas diez veces mejor que esta mierda. -Balbucí, encogiendo mi rostro mientras sostenía mi cabeza con las muñecas, sin soltar los cubiertos.
-Dep, no digas eso ahora... -Habló bajo Adie, apoyando su mano en mi espalda.
-No sabe a nada, lo lógico es quejarme, ¿no?
-Depresión, por favor...
Levanté la mirada para verlo de reojo. Llevaba una camisa negra, se le veía bien, me habría encantado de no ser porque todos vestíamos igual. Una larga hilera de personas desconocidas sentadas a mi lado, comiendo en silencio, mientras los padres al fondo se sostenían de manos con quienes pasaban a darles el pésame como si fuera un espectáculo.
Capgras vino a la primera media hora del velorio, sólo escuchó dos discursos antes de volver a irse sin saludar a nadie; lo vi de lejos, tratando de respirar en silencio. Insomnio por otro lado, solo no vino.
-Buenos días. -El profesor Mure apoyó su mano en mi cabeza, abriéndose paso para sentarse en el asiento vacío a mi costado.
-Holi. -Murmuré, tratando de tragar otro poco del espagueti sin sabor con la esperanza de que supiera más rico.
Mure lucía devastado, igual que Theo quien se sentaba en una mesa detrás de nosotros. Tenía la mirada perdida detrás de los lentes, la espalda encorvada, el traje mal puesto; el profesor dio un discurso sobre lo ingenioso que era Cáncer y lo mucho que extrañaría verlo rayonear en los pupitres. Se había ganado su corazón aún mandándolo a la verga.
-Era un chico increíble, también cuidó los huevos de dinosaurios que le di. -Habló mi novio, dejando ir sus manos sobre sus propias piernas para tomar aire y forzar una sonrisa; el profesor, se encogió con pesar.
-Me cuesta aceptar que sufrió hasta el último minuto, no estaba enterado de la situación así que la noticia fue repentina. -Agregó él, los murmullos de ambos solo creaban un eco que rebotaba en mi cabeza.
-Tenía cáncer, todos sabían que se iba a morir igual.
Mastiqué un poco de carne, cansado de escucharlos hablar, o de mirarme con extraño por las cosas que decía. Mure me preguntó si estaba bien, pero me levanté pronto diciendo que pasaría a dar el pésame; cosa que tampoco pude hacer por ver a la cantidad de extraños y conocidos apilándose a abrazar a la familia.
Dal, quien se cambiaría el nombre pronto pues su condición fue dada de alta, estaba con Diabetes abrazando a la madre antes de saludar a los hermanos. El padre de Cáncer no quería el pésame de nadie, solo estaba echado en el suelo, recargado en la pared mientras miraba al ataúd y la fotografía del difunto.
Incluso estaba su gerente, la amiga de Adie, varias personas de la escuela llorando por él. Se sintió tan extraño, Cáncer no habría imaginado a todos los que reunió, porque al parecer hasta mi novio lo adoraba como persona pero él nunca lo supo.
La comida estaba asquerosa.
Di media vuelta, tomando el abrigo sobre mis hombros para ponérmelo mientras volvía en mis pasos por el suelo blanco hasta llegar a la mesa que tenía asignada. Tomé el brazo de Adie, consiguiendo que mi profesor me mirara extraño, pero lo levanté hasta disculparme con los que estaban alrededor.
-¿Sucede algo? -Adie tartamudeó, alcanzado su mochila mientras yo lo arrastraba a la salida.
-Ya vámonos, estoy hasta la madre de esta gente.
Continué arrastrándolo por la recepción hasta bajar el escalón que nos llevaría a la calle definitiva. Giré para aplastar su suéter en los brazos y preguntarle si estaba bien abrigado porque afuera estaba haciendo frío. Adie tenía los ojos rojizos, aunque el derecho mostraba una pupila blanca que quedaría así hasta el día de su muerte.
Su mirada lucía triste.
-Yo no me quiero ir, quería estar en el velatorio... -Expresó en bajo tono, apenado.
-No era tu amigo, no esperan que estés allí, ¿sabes? -Levanté la voz, tocando su pecho para hacerle recordar-. Solo olvídalo, ¿sí?
Bajé mi mano hasta la suya, tomando sus dedos mientras le sonreía más tranquilo, entonces volví a tirar de él para sacarlo del lugar. Pero Adie no se movió ni un poco, solo continuó viéndome con esa mirada depresiva que rara vez ponía.
-No quiero irme, no así.
Suspiré, soltando su mano mientras tallaba mi palma contra mi rostro y recuperaba el aire perdido. Miré a Adie de frente antes de decirle que hiciera lo que quisiera, porque yo ya me iba.
-No vuelvas tan tarde a tu casa, al menos. -Agregué unas últimas palabras-, y Dios, acepten la muerte de una vez. No es como si llorar fuera a revivir a alguien.
-Lo sé, tendría a mis padres de ser así.
Levanté los ojos hasta su rostro, alto, que en lugar de imponerse solo parecía defender sus sentimientos. De verdad lo estaba haciendo, sentí que rogaba por mi silencio, no eran necesarias mis palabras. Volví a bajar la cabeza hasta mis tenis por la sensación de ser un inútil ayudando.
-Haz lo que quieras. -Mascullé, dándole la espalda.
El día estaba horriblemente gris, como si con solo un trueno el cielo se fuera a caer en pedazos y el eco de este solo resonaría aunque la luz hubiera desaparecido. Aceleré los pasos por la calle, escuchando sus zapatos seguirme, entonces pedí que se dejara de bromas y se largara o me haría enojar.
-Dep, quédate conmigo...
-POR QUÉ TIENEN QUE PEDÍRMELO ASÍ. -Espeté, retorciendo mi mano sin querer darle la importancia como para verlo.
-DEPRESIÓN.
No sueles llamarme así.
-¡¿Por qué no te callas?! -Le grité, aunque me invadió el terror cuando se aferró a mi brazo para girarme hacia él-. No me toques, por favor. Suéltame.
Tiró de mí repetidas veces mientras yo trataba de soltarme. No aplicaba presión, solo se negaba a dejarme ir mientras jalaba mi ropa y no mi piel. Comenzó a pedirme que no hiciera eso, que solo estaba lastimando lo que sentía y que estaba bien extrañar a Cáncer; me molestó más, llegaba tanto a meterse en los sentimientos de otros que se volvía un fastidio.
-Adie, la vida es así, si solo me limito a llorar como tú esta realidad asquerosa no tiene valor para mí. -Decreté, logrando soltarme de su agarre hasta retroceder y trastabillar por la calle. Levanté el dedo índice antes de irme-. No vale ni un puto gramo de mi pena.
Hice llorar a Adie, pero aún tenía la fuerza para seguir hablándome como si fuera a cambiar mi opinión.
-Depresión, la vida es más -soltó, con su hilo de voz que no concordaba ni con su tamaño ni edad. Era como un niño pequeño-. Es mucho más que esto. Mucho más que este momento. Es más horrible, es más dura, pero también es más increíble de lo que crees. No digas que no tiene valor.
-Si lo tuviera no habrías perdido tanto. Pero ni siquiera tiene sentido, así que no intentes dárselo ahora -aclaré, indiferente a su insistencia-. Es infantil.
-¿Crees que soy un infantil?
-Olvídalo, Adie, tú sabes la respuesta.
~•~•~•~
Adie y yo nos disculpamos días después, pero ninguno tenía ánimos de hablar mucho así que los meses pasaron con pocas reuniones entre ambos. Me sentí aislado de lo que él pensaba de mí.
Era una sensación extraña, como saber que yo era de cierta manera pero no poder encarnarlo. No podía reconocer mi rostro, mis emociones se volvieron igual más desconocidas, los sueños, las ideas, mis penas. Como si me hubieran arrebatado algo más que la expresión, tanto así que la sensación de vacío por lo que conocía y ya no era se volvió abrumadora.
Dejaba que las gotas de agua cayeran sobre mi espalda y mejillas, quemando todo rastro de frío que sentía con el pasar del tiempo. Mi piel las absorbía, mi cabeza se mareaba pero volvía a empezar el día. Salía, me vestía, y volvía a mis clases para lograr integrarme en lo que era la futura normalidad.
No mantuve contacto con nadie de la preparatoria.
TID, quien el año pasado decidió unirse al negocio de un familiar, trabajó bien en construcción aunque no le fue de maravilla por ser un recesivo rechazado. De Theo no supe mucho, solo que le iba bien en su segundo año de carrera. No volví a encontrarme con nadie que estuvo presente en el funeral, ni para celebrar sus logros o los míos.
De Insomnio nunca escuché, ni lo volví a ver en el instituto. Mis padres nunca lo mencionaron, ni mi hermano, ni amigos cercanos a él. Solo desapareció.
La vida siguió.
Las personas estaban acostumbradas a expresar cómo se sentían, pero actuaban contrario a esto. Te contaban sus penas que nunca mostraban, te hablaban sobre el cuidado de salud mental aunque no les importaba tratarse a sí mismos, y hacían chistes sobre querer morirse o meterse a un psiquiatra cuando no tomaban una decisión.
Siempre creí que podía brindarles mi tiempo, escuchar cómo están listos para morir pero al final confesar lo mucho que aman la vida. Y aunque me esforzaba por empatizar, comencé a creer que tantas mentiras de ellos eran ridículas, solo retrasaban el dolor. Se desconocían a sí mismos, al punto de creer que podían bromear sobre sus problemas sin que esto les lastimara más tarde.
Eran contrarios, y juzgaban a quienes lo eran igual.
Mañana las cosas no iban a estar mejor, dependía de lo que hacía hoy. Por eso volví a levantarme, a vestirme, a hacer lo que tenía que hacer y volver a dormir. Porque mostrar la vulnerabilidad de uno, podía ser un peligro allá afuera, incluso si uno lo externaba para sí mismo.
Yo solo no sentía nada, y estaba bien.
-Ser un adulto es ser como una roca. A veces hay que endurecernos para poder ayudar a otros jóvenes y que estos se apoyen en nosotros. No significa mas que ser el sacrificio de una nueva generación, aunque esto pueda causar altos niveles de estrés e indiferencia con el tiempo.
Recordé una de las clases del cuarto semestre, hablaban sobre lo que era una vida adulta que hace años me parecía terrible y dolorosa; pero, tenía sentido en parte. Lo hacían para mantener la normalidad de la sociedad, para que esto no se hiciera pedazos o termináramos con una revolución que daría el mismo resultado: muertes sin sentido.
Cambiar el cómo funcionaban las cosas se volvía casi imposible, no podías detener el tiempo ni evitar percances. Tampoco podíamos seguir viviendo con la idea de cambiar el sistema si al final no hacíamos nada al respecto mas que lamentarnos o soñar con las posibilidades de un cambio.
La culpa de los demás se fue consumiendo al igual que las aguas en verano, el vapor que se volvía nube y se perdía entre el azul y blanco en el cielo hasta tornarse gris por el humo que echaban los vehículos. Yo seguí dándole forma a la cerámica mientras era indiferente al cambio climático, o la política, o el internet.
-La vida no es solo creación. -Habló la profesora, mientras aplastaba la pella que tanto costó en tomar forma.
Nos pidió que hiciéramos lo mismo con el trabajo que teníamos en nuestras manos. Bajé la cabeza sin comprenderlo, viendo mi esfuerzo de toda la clase sin poder decirle que no quería hacerlo; era ridículo aplastar algo solo para probar un tema filosófico.
Traté de sacudir la cabeza pero las palabras no me salieron.
-La vida también es destrucción. Dejar la semilla crecer, hasta destruir todo a su alrededor y convertirse en un bosque que talarán algún día; eso es un ciclo. Sus trabajos no existirán tanto.
-Perdone, pero yo no voy a...
Una compañera, la mano derecha de la profesora, arrojó un mazo contra mi cacerola a la que le faltaban detalles finales por ser tallados. El fuerte golpe me asustó hasta ponerme de pie sin comprender porqué hicieron eso, no tenían la necesidad de destrozarlo así.
-Lo siento, debo hacerlo con todos los trabajos... -Se excusó la chica, pasando de largo para hacer aquello con el resto de alumnos.
¿Por qué tienen que lastimarnos para hacernos entender?
-Me retiro una hora antes.
Informé, arrebatando mi suéter del perchero sin recoger mis materiales o el desastre que hicieron de mi trabajo. La profesora insistió en que me quedara a hacer algo nuevo pero ni loco le daría el gusto de verme arreglar lo que ella deshizo.
Pueden meterse el arte por el culo.
Entré al dormitorio tras azotar la puerta y meterle llave. SGA se reincorporó sobre la litera, viéndome con extraño mientras sus cabellos se levantaban llenos de friz, sus lentes estaban mal puestos y su boca comenzaba a abrirse para decirme algo. Rogué porque no fuera otra de sus pendejadas.
-Dejaste tu teléfono. Estuvo sonando y... -Lo interrumpió el sonido, así que lo levantó para mostrarme que era un número desconocido-. No dejan de llamar.
Dejé mi mochila en el suelo y me aproximé hasta tomarlo sin decir nada. El número era de la ciudad, pero no tenía más pistas al respecto. Decidí responder con la esperanza de que no fuera nada grave, entonces el silencio solo hizo eco en mis sentidos.
-¿Quién habla? -Mascullé, echándome en la cama con la sensación de que colgaría pronto.
-¿Eres Depresión? Bloqueaste mis dos números y mis redes secundarias así que no sabía por dónde llamarte. Lo siento.
En serio, de dónde salen estas personas.
-Soy Patrick ahora. -Me detuvo antes de que pudiera llamarlo por el nombre con el que lo conocí: Paranoide.
-Vale, Patrick -hablé tranquilo, qué feo nombre escogió el patricio-. ¿Qué quieres?
-Sé que estás molesto aún por lo de esa noche, pero la verdad siempre me gustaste y...
Colgué la llamada, entrando directo al contacto para volver a bloquearle. Me cansaba ver a personas volver a buscarme, disculparse y creer que estaba de humor para perdonarlo todo solo porque me querían ahora pero me odiaban antes.
Si volvía a encontrarlos me aseguraría de enterrarlos tan bajo que ni siquiera podrían volver a encajar en sus círculos sociales por ser acosadores o burladores. Los aplastaría como me hicieron a mí.
-¿Era tu ex? -Preguntó GAS, metiche, con la cabeza colgando de la litera.
-No, era un bully con el que me acosté. No me sentía bien ese tiempo.
Tras aclararle solo cerré mis ojos para desconectarme. La monotonía se sintió devuelta con solo colgar un número, con esforzarme por ignorar los sentimientos ajenos o a las personas que querían volver a involucrarse conmigo. SGA dijo que no esperaba que yo contara eso a la ligera; le resté importancia.
-¿Quieres salir a cenar? -Preguntó, sin conseguir que abriera los ojos.
-No, me quedo aquí.
-Estoy triste la verdad.
Extendí mi brazo por si quería dormir en la cama. A GAS no le gustaba dormir solo, de pequeño dormía con su niñera. La verdad no sé porqué hacía muchas cosas de ese tipo a veces, ya no tenía mucha curiosidad en saber lo que no me decían.
Él solo se echó a mi costado para preguntar si quería hablar de algo.
-Habla lo que quieras, yo me dormiré ya. -Comenté, sin siquiera estar en pijama, solo cerrando los ojos para descansar.
La noche fue bastante larga, profunda, sin sueños ni pesadillas, solo el silencio del vacío que crecía con constancia debido a un fallo neuronal. El ser más humano, el ser más adulto, el ser más normal; todo eso, comenzó a sentirse como si fuera cada día más indigno de ser humano.
El trago amargo de saber que lo normal es ser cruel.
El día más gris vino a la mañana siguiente. Supe que llovería con solo mirar al exterior. Aparté a SGA para poder levantarme al baño, tomar una ducha caliente y volver a vestirme en silencio. Un silencio que discutía con los ruidos del exterior.
-¿Por qué no faltas hoy? El clima es horrible. -Balbuceó mi amigo, mirándome de reojo mientras tenía la cabeza aplastada en mi almohada y veía de reojo el pronóstico para asegurarse de que no tronaría.
-Yo no falto a clases.
Terminé de cerrar el botón de mi pantalón y di media vuelta en búsqueda de las llaves. Me aseguré de estar bien peinado frente al espejo y de que mi ropa no estuviera chueca. Fue como quitarme el polvo del cansancio, renovarme.
Miré mis ojos, mis párpados que los marcaban como si estuvieran hechos a base de cortes y la oscuridad en ellos que combinaba con mi cabello. Eran indiferentes, y mi boca solo una línea delgada que se doblaba como un hilo de cabello hasta mostrarse triste. Fue tan raro.
-Me veo más viejo... -Solté.
-Estás igual que cuando te conocí. -Agregó SGA.
-Tenía 10 años cuando dejé de verme.
Sonreí, tan alto que vi mis ojos volverse pequeños y mi piel contraerse de forma inhumana.
Lo toqué mientras GAS preguntaba si me refería a aquello, pero mi felicidad no dejó que pudiera responder. Fue una mezcla entre terror y euforia por saber que yo estaba delante de mí, con los ojos bien abiertos, con las mejillas tan coloradas, mirándome:
Ese era yo, el viejo yo.
-ME VOY. -Grité emocionado, tomando mi abrigo de la cama.
Salí disparado del dormitorio aunque ignoré los gritos de SGA que aún rogaban que le hablara. Me deslicé por los pasillos, salté varios escalones y llegué a la calle pegando brincos mientras el chipichipi comenzaba a mojar mis cabellos; sentí que de repente todo el mundo tomaba color, hasta los chicles tirados en la calle y las hojas de árboles en los charcos.
Tuve la necesidad de volver a mi curso e intentar la actividad de querían. Así que sin importar las calles alrededor y los vehículos comencé a correr para empezar el día al máximo, antes de darle la noticia a mis padres e ir a mi cita médica donde me instruirían sobre todo lo que pasaría a continuación.
Se sentía como un sueño, pero era real, un anhelo tan grande, que incluso cuando me resbalé y golpeé contra el pavimento en el centro de la calle, continué riéndome. Las cosas estaban bien, estarían bien.
Todo va a estar bien y lo sabes.
-Se lo contaré a Cáncer. -Hablé, sosteniéndome el pecho por el golpe mientras me reía.
Escuché el sonido de algún tren lejano tocar mi cráneo, toques que se incrementaron para causar migraña pero nada de eso me quitó la felicidad. Yo la había tomado de vuelta, era mía, tenía el derecho a ella.
Me la merecía.
-NO PUEDES QUITÁRMELA. -Declaré, carcajeándome mientras sentía el agua empaparme hasta los huesos.
Siempre me sentí como un huevo dentro de una jaula, como un niño en una vieja fotografía que usaba solo esa imagen como referencia de su propia existencia, como la ropa que usaba todos los días para encajar dentro del molde. Me sentía como alguien que si alcanzaba sus sueños pronto terminaría en la miseria; porque después de una racha de suerte todo se viene abajo.
La depresión me hizo sentir tantos años que yo solo era un avión de papel aventado en la tormenta, que estaba bien terminar hecho pedazos en el primer charco de la calle, que estaba bien sentirme menos que los demás.
Me arrebató el color, me arrebató la sensación de sentirme humano o siquiera vivo.
-Dios, estoy tan feliz... -Comenté, dejando que las lágrimas se colaran entre mis rodillas hasta perderse en las gotas de agua y la sangre que emanaban mis codos; la caída creó una herida.
Soy tan feliz.
-¡¿Por qué la Depresión es tan hipócrita?! ¡Ni siquiera somos amigos, ¿vale?!
Ya no lo seré, ya no soy eso.
-¿Cómo describirías la depresión? Te lo voy a mostrar mañana.
Hazlo, hazlo mañana.
-Te amo.
Comencé a gritar por el dolor que escalaba entre mis pulmones hasta sostenerme del pecho y aplastarme como un juguete contra el estrés. Azoté mis manos contra el suelo, mientras dejaba que el llanto se escupiera como la espuma que golpeaba contra la arena de la playa que solía frecuentar en verano.
El verano que amaba, las series que amaba, los colores, las sensaciones, mi familia y mis amigos.
-Yo también te amo. -Solté, dejando que los recuerdos de Cáncer se introdujeran tan profundo que no podría sacarlos ni con mi muerte.
Te odio tanto, depresión.
-Me lo arrebataste todo. -Clamé, sosteniendo mi propia cabeza para no dejarme ir sobre la calle-, me arrebataste mis sentimientos...
Extrañaba tanto llorar, y ni siquiera me dejaste hacerlo.
-¿Cómo se siente?
El agua se detuvo pero yo seguí llorando mientras veía los tenis de GAS. Su sombrilla sobre mí, sin importarle si la lluvia era eléctrica, se mantuvo inmóvil durante mi apogeo.
Me sentí tan patético de estar allí, de ser visto, de no haber podido actuar como un adulto funcional. Solo sabía llorar.
-Dep, muchas personas dejan las cosas en manos del tiempo, y tienen razón, déjalo allí hasta que sea hora de llorar otra vez y recuerdes que nada en esta vida es eterno.
Lastimé a Adie...
-Ni las palabras -apoyó sus dedos en mi cabeza-, ni las personas, ni la felicidad o la tristeza. Aquí todo existe y desaparece por completo, solo la sensación que queda después tiene su cambio.
Perdí a Insomnio.
-Pero creo que llorar es la prueba de que amaste algo con todo tu corazón -me sonrió, tomando una pausa para mirar el agua que se escurría por la sombrilla-, y eso, Depresión, no te lo quita la vida ni el tiempo.
-Extraño tanto a ese idiota. -Lloré como un niño, o solo como lo que era en verdad.
-Eso es para siempre.
Me sentía vulnerable, como un animal sin piel, acostado boca arriba con sus defensas bajas. Empapado, lastimado, sin comprender porqué estaba tan triste aún después de estar clínicamente mejor.
Era un mundo tan extraño, hilarante y doloroso.
-Así que wey, falta a la escuela por hoy, no mames -me arrojó una bofetada, quejándose por la lluvia que también lo empapó a él-. Anda, vámonos.
-Eres un idiota. -Confesé, tratando de no ahogarme con mi propia voz.
-Todo va a estar bien, ¿sí? Te lo juro por Dieguito Maradona.
• • •
Ay wey.
La verdad tampoco tengo nada que decir GAHAHAHA. Este capítulo fue más una crítica por lo que consideramos ser adulto, y un capítulo de duelo tras la pérdida de alguien.
También respecto a Depresión, felicidades, se acaba de ir uno de los síntomas de su padecimiento: la no autopercepción. Es un cambio que toma varios meses como lo hizo con Theo, lento pero seguro.
Fue sobre todo la prueba de que la depresión no significa estar triste, significa estar abatido al punto de que a veces no lloras por nada ni te causa gracia tu alrededor. Y siempre teniendo en mente, que no estar deprimido no significa que llorar y sentirse triste no suceda. La depresión no hay forma de expresarla más allá de verla de cerca o sentirla, no es algo que podamos tocar ni ver.
Solo me queda decir que: todo va a estar bien. :)
HICIERON ESTE BONITO DIBUJO DE ADIE Y DEP POR SU CUMPLEAÑOS. Y contexto: NOOOO, DEP, ¡¿DÓNDE TE SENTASTE?!
~MMIvens.
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