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Capítulo 19: Camarón pelón.

Creí que era el único que podía hablar toda una vida y nunca ser escuchado, que no habría nadie interesado o que encontrara gracia en palabras aburridas como las mías.

Los demás patéticos de la escuela también querían eso, ser escuchados, y deseaban escuchar a los demás.
Pensar así me hizo sentir como un fuego artificial, quien manchaba el cielo con destellos y pintaba las estrellas solo para ser admirado.

Fue un gran tiempo... mi adolescencia.

Depresión.

"A mimir porque el cáncer se extiende rápido", fue lo último que me dijo Cáncer antes de cerrar los ojos frente a mí y dormir con su sleeping bag pegado al mío. Aunque igual despertó de mal humor al cabo de una hora cuando entró un organizador a levantarnos.

—Pinches esclavos que somos. Si no desayunamos piña me mato. —Se hizo una bolita con su cobija, queriendo llorar, pero pegó un grito ahogado al sentir su cara congelada—. Verga, me dio un derrame.

Levanté mi cabeza que se sentía bastante pesada, tal cual no fuera mía, me sentí como cuando me paraban de pequeño para ir a la escuela e incluso me metían a bañar dormido. Solo que ahora el frío me hizo tener un escalofrío y percatarme del dolor de espalda por dormir en el suelo.

Ay, no mamen, sí es muy tempranito...

—Dios... —Oí aquella expresión pesada mientras Dal se levantaba al frente. Miró a los costados, recogió sus cobijas, se puso sus grandes botas negras y abandonó la cabaña antes que el resto.

Diabetes se quitó su playera de la selección y se puso manga larga. Insistió a Cáncer en que salieran rápido, ambos ayudaron incluso a Asma lo que me pareció raro teniendo en cuenta que anoche nadie le había hablado. Eso no me molestó, me era fácil comprender que a veces me trataban mal por temor a lo que representaba.

El temeroso azul, o algo así.

—Ya vente, bobo. —Habló Cán en medio de un bostezo. Dio un pequeño golpe a mi pierna dentro del saco de dormir y caminó hacia la luz gris que se vislumbraba afuera, apunto de estallar en amarillo por el sol que comenzaba a levantarse.

—Seh. —Balbucí, atento a cada pisada en la madera y el olor de tierra húmeda.

—Ay, wey, Inso le dijo guapo anoche. —Oí a lo lejos sus risas, alejándose cada vez más con el resto de chicos que escuchaban la historia sobre nuestra noche con los trastornos de sueño.

Seguía adormilado, por esa razón Insomnio continuaba dando vueltas en mi cabeza como un hámster que corría en círculos, un bucle de sonidos inexplicables que se tornaban tediosos. Algo hacía ruido, poco a poco, y comenzaba a temer no poder seguir haciéndome el loco con él.

Porque creo que le gusto, y no debería gustarme eso.

—Debo tomarme en serio esto, porque creo que él también lo está haciendo. —Me afligí, cubriendo mi rostro o cualquier señal de mi actitud con ambas manos.

Estoy preocupado.

—¿Soy guapo? —A pesar de todo, no pude evitar sonreírme al pensar que nadie me había dicho guapo más allá de lindo. Al final, yo también era un adolescente inmaduro que se alegraba por cosas así.

Nos dirigimos al domo que se hallaba en el centro. La escuela repartió almuerzos acorde a nuestra dieta, por mi parte solo me dieron un sandwich doble junto a una manzana y una caja de jugo. Dentro acompañaban galletas de chispas de chocolate, lo que me dio la suficiente energía mental para poder subir parte de la montaña como nos fue señalado.

Caminé detrás de los de mi clase, siguiendo la espalda de Lupus quien ayudaba a Fibromialgia a caminar sin morir en el intento. Por el sendero era complicado andar, la tierra se transformaba en lodo con nuestras pisadas húmedas y el camino se distorsionaba por un verde brillante. El silencio del grupo dejaba escuchar el viento helado.

—Está bastante fresco. —Pronunció Mure a mis espaldas, caminando junto a mí.

No le hablé al profesor, estaba más concentrado en que mi cuerpo produjera calor dentro del abrigo.

—Mira, cuando pasemos el árbol —insistió, elevó su mano que cruzó mi camino y me obligó a dirigir la vista al sol entre los árboles.

Más allá del momento, a través de algunos charcos de agua, se podía apreciar el sol anaranjado que vestía a las nubes de colores y secaba prendas a lo lejos colgadas por casas desconocidas. Quizás fue mi imaginación, pero sentí que olía el sol, aunque realmente no sabía de lo que hablaba.

—Luce como una pintura, ¿cierto? Es precioso. —Afirmé sus palabras, ambos nos detuvimos fascinados por la vista desde lo alto. Tenía razón, era como la pintura de un paisaje, colgado dentro de alguna casa en el campo, se debía renunciar a cierta realidad para poder apreciar algo nuevo.

—Mure, creo que vi a Narcisista hace un momento. —Le informé, recordando que divisé su cabello en el domo, lo que me pareció raro pues no es de primer año.

Está colado.

—Mierda, ese tipo es escalofriante. —Siguió su camino con nervios.

El camino a la puntita de la montaña, que lucía más como una taza puesta de cabeza recubierta de árboles, nos hizo desvivirnos a todos por el esfuerzo implementado para subir. Vi a la chica Asma contraer las manos, estirarlas al frente junto a su espalda y rodar de cabeza cuando perdió el equilibrio y se desvaneció debido a la altura. Su hilo de sangre expulsado por las fosas nasales colorearon algunas hojas secas, alarmando a los enfermeros.

El profesor Mure se aseguró de que la llevaron cuesta abajo otra vez. Nos preguntó si resistíamos el frío y permitió que abriéramos nuestros almuerzos para comenzar a desayunar. Cáncer se sentó a mi lado, ambos sobre un tronco, e hizo un chiste sobre la depresión:

—Me siento depreculero como tú. Abrí mi bolsa cuando veníamos subiendo y se me cayó mi manzana. —Puso su mano frente a mi cara, yo le entregué mi manzana para que no se pusiera depresivo.

Tras terminar la comida nos agrupamos para ver a una guía hacer nudos. Nos dieron pequeñas cuerdas a todos, estando en el frío, por media hora tratando de repetir lo mismo. Me aparté para buscar una rama y hacer las pruebas en ella, pero mi cuerpo tembloroso me hacía imposible realizar la tarea. Mi compañero Addison, el chico de calzones transparentes, se paró a un costado de mí con los ojos clavados en la nada, mientras repetía que seguro su pene se había congelado.

—Y quiero orinar. —Agregó. Lupus se acercó para preguntarle si necesitaba ayuda así que lo acompañó a perderse entre los árboles.

Bajamos la colina a trotes, con bolsas de basura en nuestras espaldas, recolectando cada envoltura de plástico y latas que pudiéramos encontrar. Quién recolectara más obtendría un premio, lo que hizo que Diabetes se aliara con el otro Asma y desaparecieran de mi vista por la velocidad que implementaron. Me asignaron como compañero a Dal, él se metía lento entre las ramas y yo le señalaba las cosas que le eran incapaces de notar debido a su carencia de colores.

Hubo más actividades aleatorias, como algunas rutinas de ejercicio junto a otras clases. Me topé con Insomnio en el escalador junto al domo, nos comimos unos panqués hasta que nos llamaron los profesores y fue hora de separarnos.

Los cocineros hablaron sobre una masacre de gallinas, pero de nuestra clase solo participó Daltonismo Acromático y Cáncer.

No quiero ver cómo matan lo que nos vamos a comer...

Nos enseñaron de primeros auxilios, aunque el sol nos rostizaba a esa hora y mis mejillas comenzaban a ponerse rojas. Igual inyecté con agua unas cuantas mandarinas que terminé comiéndome. Antes de que llegara la hora de la comida nos encargamos de prender la fogata, yo me rendí y preferí ayudar en la cocina para hacer unas quesadillas como acompañante, pues teníamos la opción de cocinar cualquier cosa mientras esperábamos el plato fuerte.

—¿También viniste al interior? Yo preferí cocinar que quedarme bajo el sol, seguro me termina dando una crisis. —Oí la voz de Fibromialgia a mis espaldas, se acercó con tranquilidad mientras su mandil amarillo se sacudía por los movimientos de sus brazos.

—Sí, quería quesadillas. No aguanto el hambre. —Elevé mi tono, temblando un poco por el frío y los sonidos repentinos a nuestro alrededor.

Habían varias cocineras y alumnos desconocidos. La luz dura y clara me cegaba por momentos y hacía que me ardieran los ojos. El queso olía bastante bien cuando caía sobre el comal, fundiéndose, dorándose de las orillas para conseguir las costras que tanto me gustaban. Fibromialgia acercó su rostro a la quesadilla y preguntó qué era lo verde que se asomaba.

—Cilantro.

—Ay, qué asco. —Se carcajeó ella, pero cambió de opinión cuando le dio una mordida.

Afuera se apilaron algunas personas, dijeron que le habían hecho un funeral a Epilepsia. Decidimos salir pronto con nuestros platos, pero solo encontramos al grupo de Cáncer de rodillas, entretanto el profesor Mure los corría y regañaba para que dejaran al pobre chico en paz.

Nos dirigimos al área de pícnic para comenzar a comer. Lupus se unió, así terminamos por estar en el mismo peligroso tronco, con mis quesadillas manoseadas debido a que las chicas querían comerlas más que yo.

—¡¿Alguien puede cargar hasta el centro la bolsa de salchichas y malvaviscos?! ¡También el chocolate!

La noche comenzaba a observarnos desde lejos, creando leves sonidos entre las nubes y el frío que hacía curvar el césped como pequeñas olas. Mantuve mis dedos aferrados al celular para no tirarlo, aunque apenas sentía la sangre correr por estos. Eran las 8 de la noche y me moría de sueño, las actividades de todo el día me dejaban muerto como pollito de color artificial.

—Se te van a caer los dedos, mejor guarda el teléfono. —Me recomendó Fibromialgia con su voz temblorosa. Se aferró a Lupus, compartiendo la misma cobija, a ambas les rechinaban los dientes.

—Adie me está contando lo que hizo hoy. —Balbucí, llevando mi mano izquierda a mi estómago por debajo de mi abrigo, buscando mi propio calor corporal.

La señal comenzaba a perderse así que me vi forzado a dejar el teléfono, ya había respondido lo que tenía que responder de todas formas.

Me cubrí con más fuerza, y entrecerré los ojos ante el calor ostentoso del fuego frente a nosotros. Habían varias fogatas, el espacio era enorme así que cada clase formaba su círculo.

—Esta cosa blanca quema demasiado. —Bufó Daltonismo, sentándose a mi lado. Supuse que hablaba con Diabetes y Cán que lo seguían a todas partes: eran el grupo con flow.

—Parece amarilla roji... —Me callé al ver su mirada hastiada.

Qué estúpido soy a veces.

Dal se estiró sobre el tronco y dio cortos sorbos a su Red Bull. Los otros chicos se pusieron a hablar de cosas a las que no les presté mucha atención. Estaba disfrutando la vista y el bosque a lo lejos, algunos cantaban en su círculo o los profesores les contaban historias, pero nuestra clase era silenciosa, algunos ya se habían ido a acostar —quienes se sentían mal de salud—, mientras que otros ya comenzaban a dormirse en el césped.

—¿Alguien quiere contar una historia? —Lupus habló fuerte, haciéndose bolita con Fibromialgia quien dormía y era ajena al ruido.

—Silencio total mejor. —Dal se ajustó su gorro negro, toda su vestimenta era negra, hasta sus botas.

—A ver, a ver, ¿cómo suena esto? —Diabetes elevó sus manos, miró al frente con una sonrisa aunque su afro le estorbaba, y pronunció como si fuera algo chido—. Camarón pelón.

Qué.

—¿Por qué pelón? —Inquirió Cáncer, rascando su cabeza. Lupus tenía la misma duda.

—¿Tienen cabello? No, están pelones.

Miré su cara pero en realidad no estaba pensando en nada, mi mente se quedó en blanco. De fondo podía escuchar historias de terror e incluso la voz lejana de Inso tocando una bonita canción, pero el silencio de nuestro círculo y la cara del profesor Mure que nos observaba en el otro extremo también pensó que esto era raro.

—Qué mierda les pasa a todos. —Daltonismo cubrió su rostro, decepcionado de la vida misma.

—Los peces no tienen cabello. —Murmuré, dándole una pequeña mordida a mi malvavisco.

—Cállate —Cáncer me silenció, lanzando su mano contra mi boca—. Piénsalo bien, tiene razón. Los camarones se ven pelones, aunque todos los peces lo son. Pero ellos... se ven así.

Queeeee.

—Eso sigue sin... —Cáncer volvió a aplastar mis cachetes, haciendo un ruido con su boca para que me detuviera. Dijo que escucháramos la premonición.

—Cuando vayamos a tu casa —Diabetes se dirigió a Dal—, ¿tu mamá enana puede hacernos camarones? La otra vez me dio pasta con camarones cuando pasé de visita. Es bien linda pero parece un piojo.

Dal aplastó su lata, y lo miró de forma tajante. Su cabello naranja brillaba de forma intensa debido al fuego.

—¿Qué dijiste de mi mamá?

Su mamá padece enanismo, y él mide como 1.90.

—Camarón. —Diabetes silbó al lado contrario.

—Qué demonios dijiste de...

Cáncer se levantó súbitamente para no estar en medio del explosivo ni del que se la suda. Comenzó a dar un par de vueltas frente a ambos y fingir que estaba bailando una melodía desconocida, Diabetes igual se levantó y Mure a lo lejos bebía chocolate con cara de no entender ni un carajo.

—Tu mamá es linda. —Susurré, dándole pequeños golpes en su espalda.

—Así que son pelones, camarón pelón. —Lupus bostezó, pero a pesar del sueño procedió a llevar la melodía con su voz y ponerle música al baile de Cáncer y Diabetes—. Camarón pelón, pelón. Camarón pelón, pelón.

—Camarón, pelón, pelón. —Ahora eran tres cantando, como haciendo una especie de ritual junto a la fogata mientras temblaban por el frío y los repentinos ahogos con el humo.

Invocan camarones.

Daltonismo y Mure tenían la misma cara, juraría que eran personas idénticas: pensaban que el mundo estaba perdido con tanto estúpido dentro.

Yo también lo habría pensado, pero la canción era muy pegajosa.

—Camarón pelón, pelón. Camarón pelón, pelón. —Comencé a aplaudir para animarlos, Cáncer terminó sacudiendo sus manos como si bailara reggaetón solo para levantarse de mi asiento y bailar con ellos.

Ahora los tres bailábamos mientras Lupus seguía cantando y Fibromialgia dormía. Dal se acostumbró tras un breve momento, y solo nos observó como si fuéramos algún documental de monos el cual podía apreciar con su bebida.

—¿Por qué soy profesor? —Mure nunca lo disfrutó.

—Camarón, pelón, pelón.

A pesar del frío, mis manos se mantuvieron calientes por sostenernos todos. Y aunque no sabía si éramos realmente amigos, la pasamos bien toda la noche bailando allí. Cáncer se rió demasiado mientras que Diabetes lucía bastante cool y ajeno al prejuicio de estar cerca mío.

—Ay, culeros, me caen muy bien. —Agregó Cán, empujando el hombro del otro y sacudiendo mi cabeza como si fuera una tela de invierno—, amo sus cabezas.

Esa noche dormimos en la cabaña con ronquidos y mucho frío, pero por alguna razón, mi mente estaba plagada de un Insomnio feliz y mi compañero Cáncer: a quien le deseé que viviera un poco más.

Solo un poco, un poquito. Quizás demasiado.

No quiero extrañar a alguien que no se ha ido.

• • •
Este capítulo estuvo súper relax, no pasó nada relevante pero quedó la canción del camarón.

Espero estén teniendo un buen mes y pronto tengan buenas fiestas. ¿Ya pusieron arbolito o decidieron hacer algo más?

Muchas gracias por todo, los quiero mucho. <3 Beban agua y coman piña o camarones, whatever.

~MMIvens.

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