Capítulo 12: No estoy drogado, así son mis ojos.
A veces quería ser visto como alguien normal, alguien más allá de la palabra "Depresión".
Depresión.
Algunas personas nunca cambiaban con el paso de los años, solo tenían distintas aficiones. Otros eran como yo: dejaban de ser quienes todos amaban u odiaban.
—Wey, no has cambiado nada. En mi grupo duraste un mes porque atacaste a un chico con ketchup —Cáncer se carcajeó mientras le tiraba un golpe al rubio, entregándole en sus manos un Gatorade azul—. Toma, pinche Capgras ojete. A ver cuánto duras en preparatoria.
—Mm, dumbass, I remember you —el chico habló sin apartar la mirada de su bebida, indiferente a los alumnos que nos rodeaban o mi mirada sobre él—. Pero no eres la misma persona. No puedes engañarme.
—No cambié, puto. —Cán arrugó el entrecejo.
—Te suplantaron.
Ah, síndrome de Capgras, yo también iba con un chico así el cual no duró ni dos meses en la clase.
Los Capgras pertenecen al grupo de síndromes de falsa identificación (SDFI), son la primera entidad clínica descrita de los cuatro subtipos básicos; también conocidos como ilusión de Sosias.
El síndrome se debe a un trastorno neuropsiquiátrico que afecta la capacidad de identificar a alguien cercano. Quienes lo padecen suelen creer que un familiar, una pareja o un amigo ha sido remplazado por un impostor. Pueden también acusar a la persona de ser un doble cada periodo, o que se comportan como actores. De igual forma, sucede con sus mascotas.
Actualmente es considerado un fenómeno psicopatológico de causa diversa que incluye alteraciones neuropsiquiátricas como: Esquizofrenia, estados de confusión mentales e incluso problemas disociativos graves. El paciente cree firmemente que aquella persona con quien tiene una relación en extremo estrecha ha sido suplantado y no debería confiar en él; una tendencia paranoide.
—Dep e Inso, sus versiones de ahora tampoco me caen bien. —Capgras puso el ojo sobre ambos, rodando sus ojos azules antes de dar pasos en reversa para retirarse.
Cáncer hizo señas obscenas a sus espaldas, al final casi gritando porque el tipo lo ignoró. Nos observó a nosotros irritado, recogió sus bebidas y se retiró a paso rápido sin dudar en dejarnos allí. No sabía qué hacer con Inso.
—¿Te duele mucho la cabecita? —Cuestioné, presionando su cien antes de verlo hacer una cara del demonio.
—No me quiero ni parar. —Murmuró, estirando sus piernas con el pantalón deportivo azul.
Insomnio era muy ojeroso, tenía varios lunares y sus cejas eran bastante pobladas. Cuando hacía caras de dolor como ahora, me parecía que en realidad se reía al juntar sus cejas y abrir la boca mientras se creaba una papada. Nunca fue bueno peleando.
Mantuve mis manos en su nuca, observando a los alrededores para buscar a algún conocido pero los pocos que quedaban observando la situación desviaron la mirada al ver quién era yo. Nadie iba a ayudarme a levantar a Inso por ser una Depresión.
Ojalá fuera suplantado por un impostor.
—Ay, carajo, sí lastimó a alguien. —Giré el cuello ante la voz desconocida.
El chico con el uniforme de Savant se deslizó por el suelo hasta chocar contra mi espalda y hacerme golpear mi cabeza con la de Insomnio. Pidió disculpas de inmediato, tallando mi frente con tanto cuidado que sentí me tocaban como si fuera un gatito, mientras pedía que lo pusiéramos al tanto de la situación.
Deslizó su mano por mis hombros, yo escupí de inmediato el cómo nos atacó alguien de Savant. Insomnio se limitó a tomar mi mano para reducir mis nervios, pero no podía concentrarme con el otro chico que asentía y palpaba mi espalda.
—Capgras suele cargar ilegalmente con palos del juego lacrosse prohibido para menores de 20, aún no sabemos de dónde diablos los saca ni con quien juega pero tiene muchos. Mi profesor me encargó vigilarlo en esta ocasión, aunque no somos amigos —habló velozmente, con las manos sobre su cuello mientras el cabello plateado en su cabeza tomaba toda mi atención—. Lo descuidé un momento, en serio lo siento, chicos.
Siguió con su mano en mi frente sin decir nada, su mano izquierda también estaba sobre la cabeza de Inso quien lo veía confundido. El chico aparte de tener decolorado el cabello llevaba puestas gafas de sol. El color de su piel contrastaba en sobremanera con su saco negro.
—Participo en la carrera de relevos. —Pronunció Inso, apartando la mano del chico antes de dirigirse a mí—, Dep, ¿puedes acompañarme? Solo pediré una aspirina antes de correr, al menos estaré allí hasta que sea mi momento dentro de dos horas.
—Yo los acompaño. —Dijo el chico, posando sus manos sobre el brazo de Inso para ayudarme a levantarlo.
Hablaba en bajo tono y sonreía levemente. No podía ver sus ojos pero tampoco sabía qué decirle. Había visto muchas telenovelas de mi madre, usualmente esos chicos eran los malos así que debía mantenerme alerta. Aunque yo era yo y nada emocionante como eso me pasaba, pero no podía apartar la vista de su rostro como si pudiera verlo completo.
—No, estamos bien pero gracias, compa. —Habló Inso.
—Cállate —susurré, cubriendo su boca—. Que nos ayude... Gracias.
Juntos pusimos de pie a Insomnio, aunque la mayor parte lo hizo el chico. Yo cargando a Inso equivale a ser aplastado por su altura. Yo medía 1.56, pero los doctores decían que aún iba a seguir creciendo mucho; sus palabras me parecían mentiras.
—Ah, está alto... —Murmuró el síndrome.
—Tú también... —Balbucí al ver que medía lo mismo que Insomnio.
Qué comen ahora para estar así de altos...
Inso se recostó en mi espalda pero no podía llevarlo así, por ello el alumno de la otra escuela le obligó a ponerse de pie y sostenerse de su hombro. Insomnio estaba molesto pero no dijo nada, le dolía la cabeza, era comprensible. Abandonamos la instalación principal para dirigirnos a los jardines donde montaban puestos de comida los del Savant hasta llegar al área donde nuestras clases corrían para instalarse y preparar el evento deportivo.
—¿Le dio la pálida o qué verga? —Inquirió Hipersomnio, sosteniendo a Insomnio junto a Ansiedad.
—Le pegaron con un palo, solo está mareado. Los golpes ligeros en la cabeza afectan a alguien que no duerme mucho, Inso de por sí vive con migrañas. —Les expliqué, asintieron seguros pues también eran trastornos con periodos de insomnio.
—Oh, así que eres Insomnio —el síndrome habló detrás de mí—, suerte en la carrera. Véngate de Capgras, él también corre.
—¡Nuestro capitán Paranoide de atletismo los va a aplastar, chingao! —Gritó Piin desde la carpa, elevando unas notas que pertenecían a su administración.
—¡Suerte! —Le respondió feliz.
Insomnio continuó haciendo caras, se despidió de mí con un beso en mi mejilla y se retiró cojeando junto a sus compañeros. El sol pegaba intenso en esa área así que entrecerré los ojos hasta verlo sentarse debajo de la carpa.
—¿Son pareja?
—¿Qué? —Cuestioné, confundido porque el síndrome seguía allí—. No, es mi mejor amigo.
—Uh, ya veo. Lo siento —se encogió de hombros, bajando la vista para hablarme de nuevo—. ¿No participas en ninguna actividad del festival? Si quieres puedes venir a comer a las carpas, nuestra escuela nos asignó ese trabajo. Aún no las abrimos pero yo te invito.
Negué con la cabeza para indicar que no participaba en nada. El profesor Mure me había dado un pase donde no haría ninguna otra actividad mas que estar con TOC dentro de tres horas animando al equipo. Me habría ido temprano de no ser por esa orden.
—Soy Depresión. —Admití, seguro de que era suficiente para que comenzara a alejarse.
No quiero hacer más amigos o conocer nuevas personas.
—Vamos a comer, Dep. Soy del club de gastronomía, me encanta prepararle comida a desconocidos. —Lanzó un golpe a mi hombro, alentándome a caminar con él.
Mami, luce cómo alguien peligroso.
—Soy Depresión. —Repetí nervioso sin remover mis pies del suelo.
—Me acabas de decir eso. —Se carcajeó, apenado.
—Pero soy...
—¿Quieres que te discrimine acaso? No conocía a ninguna Depresión pero es un poco exagerado —bufó, quitándose las gafas de sol mientras se encogía para estar a mi altura—. Mírame a los ojos, ¿qué te parece que soy?
Retrocedí asustado, confundido por aquella profundidad que se extendía por las orillas color ámbar. Elevé la vista al sol, reparando en él al percatarme de que sus ojos no se contraían a pesar de la intensidad del día, como el encuentro de un sol que descansaba sobre el mar.
Aunque mi primera reacción fue temerle, igual que su cabello no podía dejar de verlo. Me sentía parado frente algo que absorbía, igual que un agujero negro. Adentrándome en él lentamente, cuestionando mi propia moral. Era un sentimiento morboso.
—¿Estás drogado? —Interrogué, recogiendo mis propios brazos sobre mi pecho.
"Me llamo Adie".
Admití que desconocía el término. Y di un paso para acercarme más a su rostro. La curiosidad de conocer a alguien a quien muchos tachaban de contagioso me invadió.
—Soy el síndrome de Adie, tengo pupilas dilatadas todo el tiempo. A veces solo una, hoy ambas. Padezco fotofobia, visión borrosa y jodidos mareos pues es un trastorno neurológico que afecta mi nervio autónomo —posó sus manos sobre mis hombros, suspirando mientras tomaba aire como si hubiera vuelto a marearse—. Mi madre era una enfermedad bacteriana que vivía en las afueras, mi síndrome es causado por alteraciones en los nervios posteriores del sistema parasimpático así que fue algo así como el resultado de una infección. Creen que estoy drogado todo el tiempo o que voy a contagiarles algo.
Me contó su historial familiar... ¿es para que me sienta más seguro de que no es contagioso?
Tomé los lentes de sus manos, posándolos sobre su nariz para cubrir sus ojos. No sabía qué decirle, yo también pensé de forma errónea e incluso me asusté al imaginar que estaba así en un evento importante. Agradeció por los lentes, dijo que en serio no toleraba la luz.
—Lo siento, ¿puedo ir a comer contigo? —Le pregunté, jugando con mis dedos.
No es tan difícil involucrarse con síndromes. No sé porqué se odian naturalmente.
—Gracias por aceptar, la mayoría de los desconocidos a los que quiero cocinarles huyen cuando ven mis ojos —se rió, apartando su nariz que se acercaba mucho a la mía. Quitó sus manos de mis hombros también, haciendo una pose de marcha—. ¡Hoy quiero preparar fideos, también te haré una malteada de chocolate! ¿Te parece? Si tienes algún amigo al que quieras invitar dile que venga.
Negué con la cabeza, siguiéndole el paso. Caminaba lento con pasos cortos para no dejarme atrás, se mantuvo a mi lado y siempre habló de cuclillas para que lo escuchara bien.
Hablando de la escuela de Savant, fue llamada así por su cofundador quien padecía el síndrome del Sabio. El hombre era extremadamente inteligente a partir de los 10 años, hablaba muchos idiomas y junto a su mejor amiga fundaron el instituto hace siglos. Habían tenido roces con L.A en el pasado, no era extraño pues siempre habían discusiones entre síndromes pues ellos podían ser independientes a una enfermedad pero una enfermedad no lo era. Mucho papeleo, confusión de alumnos y discriminación.
También era una escuela bilingüe, razón por la que muchos de ellos se sentían superiores y acosaban a alumnos de L.A. Por mi parte, yo no comprendía esa clase de discusiones ni me interesaba el tema.
—Este es mi puesto. —Tocó mi hombro despacio para detenerme.
Di media vuelta para estar de frente al puesto ya instalado que decía el número de su clase. Se llamaba "Unicornios espaciales y malteadas: Te cocinamos cualquier cosa si tenemos los ingredientes". Quise cuestionar lo del unicornio, se rió diciendo que era una mamada por las drogas.
—¿Preparaste los ingredientes que te dije, Carpiano? —Preguntó Adie, adentrándose al interior mientras me extendía un banco rojo.
—Seh, antes de que el puto dolor me regresara en el túnel —le respondió el castaño con un guante de soporte para su muñeca—. Oh, ya escogiste al primer cliente. Perdona a Adie, suele pescar a quien sea para probar sus comidas antes de servirle al resto. ¿Eres un trastorno o enfermedad? Tampoco te preocupes, les serviremos a todos. Los otros puestos tendrán problemas porque solo quieren servirle a síndromes, ja, ja.
Otro problema entre escuelas...
—Soy la enfermedad Depresión. —Repetí una vez más.
—Ay. —El síndrome del túnel carpiano dejó caer la lechuga al suelo.
—Quítate. —Le pidió Adie, empujando su cabeza lejos de mi vista—, bueno Dep, ¿quieres que le ponga algo especial a tus fideos? ¿Quieres de carne de res o pescado?
—Res está bien. —Bajé la mirada al suelo, disculpándome con el síndrome a sus espaldas.
—Solo ignóralo, no estamos acostumbrados a ver a una depresión, no significa que sea algo malo —me animó el chico, dándome la espalda un momento para encender el fuego—. Me gusta tu corte, se ve con onda. ¿La malteada la quieres de chocolate?
—Me gusta el chocolate. —Afirmé emocionado—, tus ojos son distintos. Me sorprendí hace un rato, pero me gustan.
—¿No te incomoda? —Sacudí la cabeza en negación—. Bueno, aquí tampoco me pega el sol. Voy a quitarme las gafas, ¿vale?
—Pero están pasando alumnos de L.A, no vayan a malinterpretarlo... —Le recordó su compañero.
—Se ven lindos. Si a alguien le molesta mi club puede cuidar la zona —no pude evitar comprometer a TOC, pero sabía que el presidente era bastante serio cuando se trataba de evitar discriminación—. Puedes quitártelos.
—Gracias. —Me sonrió, quitando los lentes de sol para mostrar sus grandes pupilas dilatadas.
Lo vi cocinar de espaldas. Mi madre solía hacer fideos para Thor continuamente en casa, yo no solía comerlos a menudo porque prefería que mi hermano comiera todo. Ella les ponía un huevo estrellado encima, yo observaba el centro amarillo contraerse hasta estar cocinado en su totalidad solo escurrirse hasta el caldo.
—Sabes, sé que no tenemos nombres reales ni se nos consideran personas comunes hasta que cumplamos 20 años. Pero somos más que nuestro padecimiento, ¿sabes? Esto es solo una etiqueta, no somos nosotros —lo oía hablar de fondo, moviendo sus manos por la mesa—. Ansiedad, depresión, túnel carpiano o solo una emoción. Somos más que eso. Al menos quiero hacer sentir con mi comida bienvenidos a otros, mostrarles que puedo cocinarles lo que sea sin importarme qué son.
Cuando alguien preparaba la comida no podía evitar apartar la vista. Sentía que las cosas se transformaban, igual que una papa hirviendo o el aceite tronando. Los ingredientes no sobraban, habían cientos de platillos. No me gustaba cocinar pero sí ver la comida.
—También eres más que una profunda tristeza y abatimiento; eres más que nada. Y yo soy más que unos ojos dilatados producto de droga. O tu amigo, no solo es alguien que no puede dormir. Quisiera que las personas entendieran eso y dejaran de verse distintos, que al menos empatizaran un poco.
La licuadora donde Adie mezclaba el helado de chocolate con la leche de almendras y unos cereales me hizo fantasear con el sabor. El síndrome se percató de mi expresión así que apropósito giró los complementos frente a mi ojos, las cerezas siendo arrojadas a un vaso en el aire y una pizca de chantillí que embarró en mi nariz. Mi sonrisa apreció sin control.
—Pero eso solo se considera egoísta, querer implantar tus propios ideales en alguien más.
—Ah. —Quité la mancha con mi dedo índice, metiéndolo a mi boca.
—Aquí tienes. —Sirvió los fideos y la malteada.
Fibromialgia y el síndrome de Adie son discriminados junto a la Depresión, pero ambos son increíbles.
—Comeré un poco rápido. Quiero ver la carrera de mi amigo. —Le informé, tomando el tenedor para participar de la comida.
—Vale, vale —extrajo su celular de su bolsillo—. Dame tu número de celular. Eres bastante agradable, puedes visitar el club de gastronomía en la escuela. Aceptan visitantes siempre.
Tomé su teléfono para anotar el mío. Comí mientras lo escuchaba hablar sobre su síndrome. Fue un tema interesante, me gustaba descubrir cosas de las que antes no había oído hablar. Carpiano tomó asiento minutos después, lucía nervioso y temía mirarme; era entendible pues la mayoría odiaba o le temían a la depresión.
—Tus ojos son claros. —Comenté.
—Me gustan los tuyos. —Destacó mis ojos negros.
El anuncio del evento deportivo sonó en los altavoces, recordándome que debía volver. Acabé con prisa mi malteada, me permitieron lavarme las manos allí y me despedí de ambos.
—No vivo lejos de esta zona así que luego podemos quedar —fue una invitación de parte de Adie, quien se agachó hasta chocar su cabello plateado con el mío y despedirme con otro beso en la mejilla.
—Ah, es raro. —Me reí incómodo, retrocediendo para retirarme.
—Oh, te despediste así de tu amigo así que pensé.... —también retrocedió, golpeándose contra el estante—. Lo siento. ¡Suerte con el festival! Son dos días estresantes.
—Sí, estresantes. —Me despedí con la mano en alto.
Es raro que Inso se despida así de mí. Debo decírselo.
—Gracias por la comida, Carpiano. Espero conocer nuevos síndromes en esta ocasión. —Clamé, corriendo entre el césped.
• • •
No sé porqué me dio ganas de meter temas sobre la discriminación en este capítulo, GAHAHAHA. Quería centrarme en el evento pero también en algún síndrome para aprender un poco más.
MEME DE sadclown_ :
¡Espero leernos pronto, pasen un lindo fin de semana! <3
Pd: Wattpad anda pasando por problemas así que no deja comentar, GAHAHAHA. Help.
~MMIvens.
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