36. El no novio de Jade
Los domingos son para dormir hasta tarde. Todos saben eso.
Todos menos mi madre, quien me envió un mensaje a las ocho de la mañana para despertarme.
Abrí los ojos y busqué debajo de la almohada hasta dar con el teléfono. Sentí el brazo de Charlie alrededor de mi cintura, pesado y cálido bajo las mantas. Ella estaba contra mi espalda, aún dormida, con sus piernas enganchadas en las mías.
Las cortinas de su cuarto cubrían la ventana, pero la débil luz del sol comenzaba a entrar.
Encendí la pantalla del teléfono, medio adormilada, y revisé el mensaje.
De: Mamá
¿A qué hora vuelves?
Tecleé algo rápido.
Puedo quedarme aquí toda la semana??
Ella respondió casi de inmediato.
????
No.
Estás loca?
Mañana tienes clases.
Iré a clases con Charlie.
Porfa?
Mi teléfono comenzó a sonar con el tono de llamada y la foto de mamá apareció en la pantalla. Charlie se removió detrás de mí y escondió el rostro en mi espalda.
Me levanté alarmada y salí del cuarto con prisa para atender. Me pareció oír a Charlie soltar una palabrota por el movimiento brusco, pero no me quedé para asegurarme. Cerré la puerta detrás de mí y atendí, en el pasillo.
Mis pies descalzos se congelaron con el suelo y me puse de puntitas por reflejo. Al menos la venda me protegió un poco.
—¿Hola?
—¿Me puedes explicar qué es eso de quedarte toda una semana en la casa de Charlotte? —me saludó mamá desde el otro lado del teléfono. Se oía con la boca llena, por lo que me pude imaginar que estaría desayunando—. ¿Tú crees que estás de vacaciones o qué, niña?
—Mamá. —Me apresuré para bajar las escaleras de camino a la sala de estar, donde podría encender la calefacción. No fue tan fácil hacerlo con un pie medio adolorido—. Te lo ruego, por favor. Déjame quedarme. Nunca te pido nada, pero...
—¿Que nunca me pides nada? —se burló.
—Necesito que me hagas este favor. Porfa, porfa, porfa, porfa. —Encontré la chaqueta de Charlie en el sofá y me la eché encima, aunque mis piernas aún se estaban congelando con los pantalones cortos que ella me había prestado—. Haré lo que quieras. Lavaré los platos toda la semana, me haré monja, cortaré el césped...
—¿Por qué necesitas toda la semana? —preguntó con sospecha—. No estás planeando escaparte a otra ciudad para ir a un concierto o alguna estupidez así, ¿verdad?
—No se me había ocurrido —murmuré.
—¿Qué?
—¡Que te amo! —Encendí la chimenea eléctrica y me senté frente a ella para absorber el calor que pudiera llegarme. La tela de la alfombra me hizo cosquillas en las piernas—. ¿Me dejas, por favor? —insistí—. Los padres de Charlie no la dejan salir a ningún lado ni verme. En todo el mes apenas he podido verla una hora o dos fuera del instituto y ahora sus padres se han ido de viaje. Tampoco podré estar con ella en las vacaciones de invierno porque tengo el torneo y Charlie irá a entregar las donaciones a las escuelas que apadrina el instituto. —Hice una pausa para tomar aire—. ¿Me amas? ¿Me dejarás ser feliz?
—No intentes manipularme, Andrea —dijo—. Cuando tú vas yo voy y vengo cinco veces. ¿Por qué los padres de Charlie no la dejan verte?
Rasqué la alfombra con mi dedo índice y presioné los labios al darme cuenta de que tal vez había dicho más de lo que planeaba en un primer momento.
—¿Quieres que te diga la verdad, verdad? —pregunté, como si existiera la posibilidad de que me dijera que no.
—¿Qué crees?
Bajé un poco la cabeza, como si ella estuviera mirándome en ese momento, aunque delante de mí pudiera ver a la chimenea. No había nadie más alrededor. Simplemente yo en esa enorme sala.
—A su madre no le gusta que pase tiempo conmigo. Cree que soy una mala influencia.
—¿Disculpa? ¿Cómo que una mala influencia? —pude notar un poco de enfado en su voz, pero no supe si conmigo o con la madre de Charlotte—. ¿Qué ha sucedido? Tú te la pasabas en su casa.
Me rasqué la nuca, reacia a hablar. Sabía que este día eventualmente llegaría, pero me daba mucha pena tener que contárselo y mucho más todo junto.
Eso era lo que pasaba si comenzaba a guardarle pequeñas cosas: con el tiempo comenzaban a acumularse hasta el punto de crear una bola gigante mucho más difícil de confesar de lo que habría sido si tan solo le hubiera dicho cada cosa en su momento.
—Creo que explotó cuando vio a Charlie borracha luego de una fiesta y...uh... de alguna manera ella implicó que nosotras estábamos saliendo. Y estoy segura de que a su madre no le ha hecho gracia eso ¿Sabes?
Era irónico que ahora estuviera contándole estas cosas en la mismísima sala de estar de esa señora, luego de pasar la noche con su hija.
Ja.
—¿Qué cosa no le hace gracia? ¿Que Charlie pueda estar contigo? —hubo un momento de silencio en el que me pareció oír sus propios pensamientos procesándose—. Andy, cariño ¿Estás saliendo con Charlie?
—Mamá, no es el momento...
—Pues a mí si me parece que es el momento. ¿Cómo quieres que comprenda la situación si sólo me vas contando de a pedacitos? Y además me pides quedarte una semana en su casa ¿Disculpa? ¿Con la supervisión de quién? ¿Cómo sé que irás a la escuela esa semana y no te quedarás vagueando en la casa o en algún otro lado?
—Porque Charlie no puede faltar y yo no me voy a quedar sola en su casa. Me da miedo. —Rodé los ojos como si ella pudiera verme—. Mamá, en serio, en serio. Por favor. Es literalmente el único momento en el que podré verla. Ni siquiera podremos vernos en las vacaciones de verano porque sus padres la enviarán a estudiar como a seiscientos kilómetros de aquí. —Evité mencionar el hecho de que Charlie se estaba marchando por elección propia—. Y eso no es algo que puedo hacer con la bicicleta todos los días, por muy en forma que esté ¿Sabes?
La oí suspirar desde el otro lado de la línea telefónica.
—Puedo dejarte con un par de condiciones.
Comencé a asentir antes de que siquiera las mencionara.
—Dime.
—Harás la tarea del instituto con Charlie. Nada de perder el tiempo mientras ella hace la suya —dijo—. No quiero que llegues tarde ni un solo día. Y Ni hablar de faltar —continuó—. Y más te vale portarte bien el resto del año, Andrea.
Me levanté de golpe y la chaqueta se me cayó.
—Gracias, gracias, gracias. —Le di un beso sonoro a la pantalla de mi teléfono. Luego hice una mueca de asco por lo que acababa de hacer—. ¿Me traes mis cosas del instituto cuando vayas a trabajar el lunes?
—¿Disculpa?
—Te amo, adiós.
Corté la llamada y subí corriendo las escaleras para buscar a Charlie. Cuando abrí la puerta de su cuarto ella estaba asomándose por la ventana, aún con su pijama. Su cabello rosa tenía algunos nudos cerca de la coronilla que ella intentaba quitarse con los dedos sin mucho éxito.
Ella pareció oírme llegar, porque volteó el rostro hacia mí y bostezó. Me acerqué con dos zancadas y tomé su rostro entre mis manos para darle un beso.
—¡Adivina qué ha dicho mi...!
—¡Shhh...! —Charlie colocó una mano en mi cara para apartarme y con la otra señaló por la ventana.
Miré en la misma dirección que apuntó su dedo sin soltar su rostro. Su ventana daba a la casa de Jade y desde aquí se podía ver tranquilamente el patio delantero y la acera frente a su casa.
Había un auto estacionado delante de la puerta, pero eso no era lo que Charlie estaba señalando.
En el patio se encontraban Jade, su madre y su hermana. Jade estaba cerca de la puerta, como si acabara de entrar, y su madre en mitad del jardín, con la bata de dormir, gritándole algo. Rubí tenía la espalda recargada contra la pared exterior de su casa y se cruzaba de brazos, como si sólo estuviera mirando la pelea.
—¿Dónde estabas? —le preguntó su madre. Se veía enfadada—. ¿Qué son estas horas para volver? ¿Y qué tienes en el cuello?
Ella intentó acercarse para examinar el cuello de su hijo, pero Jade retrocedió.
—Estaba trabajando —dijo y se cubrió esa parte con la mano para evitar que su madre siguiera viéndolo—. Me lo he hecho con una sartén.
—¿Ahora cocinas con el cuello? —preguntó su madre.
—Déjalo estar, mamá —interrumpió su hermana desde su lugar. No parecía muy interesada en la discusión, pero se notaba que estaba intentando salvarlo—. Es domingo. Que haga lo que se le de la gana.
—¿Cómo voy a dejarlo hacer lo que le de la gana? ¿Tú qué sabes qué hace cuando sale? ¿Y si se droga? ¿Y si roba?
Ella se alzó de hombros.
—Probablemente sólo se haya ido a coger.
Jade volvió la cabeza hacia ella.
—No estas ayudando, Rubí.
—Como si tu mentira haya servido de algo.
Jade se pasó una mano por el cabello como si la situación lo estuviera estresando demasiado.
—Estaba con Charlotte, ¿De acuerdo?
—¿Uh? —Soltó Charlie a mi lado, lo suficientemente fuerte como para que la oyeran desde el jardín. Los tres pares de ojos se fijaron en ella y entonces reparé en que mis manos aún seguían en su rostro. La solté de golpe y ella se apresuró a responder para seguirle la corriente—. ¡Eh... es cierto! Pasamos toda la noche juntos.
Entonces me miraron a mí.
—Hicimos trio —dije.
Jade nos levantó los brazos como el meme del monito blanco.
"¿Ustedes son tontas?".
Su madre no nos creyó en absoluto y pasó a ignorarnos para volver a fijarse en su hijo, como si no le importara que los vecinos la estuvieran mirando.
—¿Tu crees que soy estúpida, jade?
Él ni siquiera se alteró. Parecía un poco cansado de esta discusión.
—Sí, mamá. He ido a drogarme y luego he robado un banco a mano armada. Todo antes de las... —miró su teléfono—. Ocho de la mañana.
—No me tomes el pelo. Quiero saber con quien estabas.
—¿Tú quieres saber con quien estaba, o quieres saber si era un chico o una chica?
Pausa dramática.
Rubí se cubrió la boca con la mano y nosotras nos asomamos un poco más.
—Jade...
—Dijiste que no te importaba si era bisexual, pero desde que nos hemos mudado no dejas de estar encima de mí para controlar con quién salgo y con quien no —continuó. En ese momento, ellos no pudieron verlo, pero nosotras sí: la puerta del auto que estaba estacionado en la acera se abrió y un muchacho salió de él—. No creíste que algo fuera a ser diferente sólo porque me has cambiado de escuela, ¿verdad?
El muchacho que salió del auto se acercó a la puerta de la casa y tocó el timbre. No podía reconocerlo desde esta distancia, pero lo que sí reconocí fue la chaqueta roja con dragones en la espalda que llevaba colgada del brazo, porque era de Jade.
La muralla enorme impidió que el muchacho pudiera ver lo que sucedió dentro, en el jardín delantero. Tanto Jade como su madre se irguieron y se miraron por un momento, en silencio. Luego los dos se echaron a correr hacia la puerta. Jade se colocó frente a ésta para impedir que su madre la abriera.
—¡Ven! —Charlie me dio un golpe suave en el brazo para llamar mi atención y salió del cuarto con prisa.
La seguí sin comprender, hasta que salimos de la casa. Ella cruzó descalza el camino de piedras que llevaba hasta la puerta negra del muro que daba a la calle y la abrió con sus llaves.
Salimos a la acera y ahí estaba el muchacho, frente a la casa de Jade, a la espera de que alguien le abriera la puerta. Entonces reparé en que era ese chico del equipo de lacrosse. El mismo que estuvo con Jade en el cumpleaños de Alana.
Era domingo en la mañana y apenas acababa de salir el sol. No había nadie más que nosotros en la calle.
—¡Oye! —lo llamé.
Él volteó la cabeza asustado y reparó en nosotras. Le hice una seña para que se metiera a la casa de Charlie, pero eso pareció generarle desconfianza, porque retrocedió un paso.
No entiendo por qué.
—No seas tonto. Soy Andy. —Me señalé el pecho—. Estoy en el equipo de lacrosse.
Él me levantó una ceja con confusión.
—¿Qué haces aquí? —preguntó.
—Están regañando a Jade. Métete aquí si no quieres que su madre te jale de la oreja.
En ese momento se oyó el click de las llaves al girar en el cerrojo y eso pareció hacerlo tomar conciencia de la gravedad del asunto. Se apresuró a meterse en la casa de Charlie y yo lo seguí para cerrar la puerta detrás de mí.
Oímos la puerta de la casa de Jade abrirse y Charlie intentó espiar por el cerrojo para ver si captaba algo.
El muchacho nos miró sin comprender.
—¿Qué está pasando? —preguntó, visiblemente incómodo—. Tu eres del equipo femenino ¿No es así?
Asentí y le tendí mi mano.
—Y tú estás en el mismo equipo que Jade ¿Verdad? —le pregunté—. Soy Andy.
Él miró mi mano, extrañado, pero la aceptó.
Ahora, bajo la luz del sol, pude examinarlo mejor. Era casi tan alto como Jade y tenía una complexión similar. Su cabello era negro y un poco corto, y sus ojos eran oscuros. Me recordaba mucho al novio de Hannah Montana, el bueno.
—Eh... Diego —dijo.
—Cómo el zorro. —Bromeé, pero no pareció encontrarle la gracia. Acabé aclarándome la garganta y señalé a Charlie, quien seguía espiando por el cerrojo—. Y ella es mi novia, Charlie.
La aludida se volteó y le sonrió de oreja a oreja.
—Soy su novia —dijo, como si ese hecho la enorgulleciera.
Quise volver a besarla.
—¿Diego? —oímos decir a Jade desde afuera.
Charlie lo tomó como una señal de que ya no estaban en peligro y decidió abrir la puerta. Del otro lado se encontraba el muchacho.
Él nos arrugó la frente cuando se percató de que estábamos los tres juntos.
—¿Reunión de imbéciles?
—Y llegas tarde —respondió el muchacho antes de sacar la chaqueta de debajo de su brazo para entregársela—. La dejaste en el auto.
—Gracias.
Jade la tomó y se la colocó para abrigarse. Se veía terriblemente cansado ahora que lo veía de cerca. Como si no hubiera dormido en toda la noche.
—Te veo mañana —se despidió Diego antes de pasar junto a nosotros.
Dejó la mano en el hombro de Jade un momento en un gesto cariñoso mientras pasaba y luego se marcho. Jade bostezó y arrugó la nariz con sus ojos luchando por mantenerse abiertos.
—Gracias por nada —nos dijo a nosotras, aunque no se veía molesto—. ¿Puedo dormir aquí?
Charlie abrió un poco más para dejarlo entrar y él pasó. Di un paso hacia atrás para esquivarlo, porque él no parecía lo suficiente atento como para evitar nada en su camino hacia una cama.
—No nos vas a contar el chisme, ¿verdad? —preguntó Charlie cuando lo alcanzó.
Él caminaba delante de nosotras en el sendero de piedra, con las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta. De vez en cuando yo extendía un brazo para jalarlo de regreso al camino cada vez que se estiraba.
Charlie se metió bajo mi otro brazo para que la abrazara y tembló por el frío.
—¿Qué chisme? —preguntó él con genuina confusión.
—¿Pasaste la noche en su casa? —preguntó Charlie.
Los tres nos detuvimos frente a la puerta.
—Claro que pasé la noche en su casa —respondió aburrido. Nuestro silencio pareció alarmarlo, porque espabiló durante un momento para vernos alarmado—. Jugamos Resident Evil —nos aclaró—. Con el resto del equipo.
Nuestra atención se desvió hacia la marca roja que tenía en el cuello. No parecía un chupón, sino más bien como la marca que quedaría si alguien le hubiera dado un zape de esos que nos dábamos entre los del equipo cuando alguien dejaba su nuca al descubierto..
El se lo volvió a cubrir con el cuello de la chaqueta.
—No sean estúpidas. —Nos entrecerró los ojos en advertencia—. Él tiene novia ahora. Y yo...
—¿Y tú qué? —pregunté.
—Y yo tengo sueño. Con permiso —dijo y abrió la puerta para desaparecer dentro de la casa.
-.-.-.-.-.-.-
Holaaaa ¿Cómo están? ¿Qué tal les fue en la semana?
Esta vez llegué temprano porque aprendí que tengo que ponerme a editar una hora antes JAJA pidan un deseo. Hace como un mes que no llegaba 9.30 puntual.
¡Pude entregar mi examen! Estoy a la espera de los resultados aún. Quemen un laurel en mi nombre ahre. ¡Y tambien cumplí años! Yaaay.
Estuve toda la semana haciendo comisiones, así que no hay ilustraciones esta semana, pero intentaré que haya alguna para la próxima al menos.
Renové el link del servidor de discord para aquellos que querían meterse y no pudieron. Ayer también hice un directo haciendo un sketchbook tour y mostrandoles todos mis bocetos para quienes quieran ir a verlo. La grabación está en mi perfil de instagram.
¿Qué más les gustaría leer antes de que termine?
Ahora sí. Me voy que ya salió capítulo nuevo de Miraculous. Baaaai.
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